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En el avión, ocupé un asiento junto a Nak. Durante parte del vuelo, me relató una historia sorprendente acerca de Khalid cuyo tema principal era un enigma antiquísimo que se remontaba hasta el Antiguo Egipto. En un flashback acelerado, miles de clichés de mis años universitarios se sucedieron constantemente. La leyenda me sorprendió. No era para menos. Recuerdo, al detalle, todos los pormenores de aquella charla…

Cuenta la leyenda que en el Egipto faraónico, a finales del Imperio Nuevo[1], existió una rama de la nobleza dignificada por encontrar el secreto de la vida. Dicha casta subsistió paralela a los faraones ―comenzó a relatar en tono enigmático mi guía.

―Me fascinan los cuentos. Sigue, por favor ―interpelé con sorna.

―Sin interrupciones y con seriedad ―protestó Nak alzando el cuello.

―De acuerdo, pensaré que escucho una narración histórica.

―Lo es  ―contestó mi cicerone.

Su rostro mostró satisfacción al ver que permanecía callada y seria, momentáneamente. Un minuto más tarde, retomó su diálogo…

―Khalid es uno de sus príncipes: posible heredero. A su casta, se les conoce con el nombre de Los guardianes de La Rosa Negra ―pensé en las flores que me había regalado.

―Interesante… ―musité.

―La sucesión es compleja. Tienen harenes. Sin embargo, sólo una de sus mujeres les da hijos. Éstos, nacen con una mácula ―junto al corazón― que florecerá en el pecho del heredero.

―¿Cómo, florecer?..

―Se convierte en una hermosa rosa negra. Como si fuera un tatuaje en el pectoral.

―¡Es increíble! ―dije asombrada.

―Pero cierto. Es una especie de prueba divina. Será sucesor del rey vivo, el hijo varón que encuentre la verdad de la vida ―prosiguió Nak.

―Muy peculiar ―declaré mordisqueando mis labios.

―En la actualidad existen dos delfines. Uno es Khalid.

―¿Y el otro quién es?

―Su hermano mayor: el primogénito. No por ello el heredero.

―¡Ahhh!!! ¿Y se parecen? ―pregunté, asombrada, pensando en la existencia de dos hombres tan exuberantes.

―Un poco…

―¡Qué pena!

―¿Comprendes a qué te enfrentas? ―concluyó Nak mirándome a los ojos.

―Pues no.

 ―En breve lo descubrirás. Es un linaje muy discreto. No obstante, tienen más poder de lo que podamos imaginar…


Extracto de El Legado de la Rosa Negra
Anna Genovés

[1] Imperio Nuevo se conoce al periodo histórico que comienza con la reunificación de Egipto bajo Amosis I (1.550 a.C.) y termina hacia el 1.070 a.C., con la llegada de los soberanos libios.




4 Rosas


Cuatro rosas negras, rojas
sangre espesa que se desliza por tus venas
duras, ásperas, sin tregua
titanio  endurecido entre músculos
congelados y entrañas viejas
sangrando tu cuerpo
sangrando tus penas.



Cuatro rosas negras, rojas
piel putrefacta que te quema
estriada, rugosa, pétrea
diamante amarillo entre pies y cabeza
sangrando tu corazón
sangrando tu honor.



Disyuntiva que rugue
entre el fuego y el hielo
entre el agua y la arena
entre la tierra y el cielo
entre las agujas de tu hígado
y las lanzas de tu corazón.



Duelen, se quejan
virgen que se apaga entre los muslos
de un hombre que no te ama
de un naufrago de la vida
deshojando alimañas
asesinando tu nada.



Las margaritas se marchitaron
los árboles perecieron
los animales huyeron
mientras tú alzabas el vuelo
de mariposa sin alas
de polilla atormentada.



Cubre tu organismo
con pétalos de flores
cubre tu imagen
con algo que no conoces
miente a quien te vea
di que eres feliz, inmensa.



La noche es blanca
el día negro
la lluvia abrasa
el fuego congela
las nubes espesan
el agua roja.



Eres una esponja
llena de agujeros
un colador infectado
de gusanos
y huesos
sola
olvidada
vendida
ajada
muerta
enterrada
ataúd
blanca
ataúd
negra
cementerio
alejado
cementerio
de hierba.



Tus ojos son verdes
y tus labios fresas
tu nariz perfecta
tus pómulos marcados
tus caderas manzanas
tu cintura prieta.



Mujer perfecta
hombre demonio
joven bella
hombre odioso
adiós
princesa
adiós
ogro.




©Anna Genovés
10/04/2014
Prop. Intelectual
V― 490 ―14


  
Gabinete Caligari - 4 rosas




4 Rosas

by on 16:16:00
En el avión, ocupé un asiento junto a Nak. Durante parte del vuelo, me relató una historia sorprendente acerca de Khalid cuy...





“…Las casas tienen, también su vida. Algo de la sustancia espiritual de los que en ellas moran va quedando en los rincones oscuros, en las paredes, entre las vigas del techo, hasta en los ocultos agujeros que abre la polilla. Es una vida formada de muchas partículas de vida. En las casas antiguas, por las que han desfilado venturas y las tristezas de muchas generaciones, esa vida es tan fuerte que influye en la nuestra. Nosotros no la podemos ver, en la aparente quietud de las cosas, pero existe; los espíritus de los niños, sensibles a todo influjo, cercanos a lo sobrenatural, de donde vienen, la advierten con mayor claridad: así sienten en las habitaciones oscuras vago terror. Y a veces, nosotros, al quedar solos en una en silencio, hemos sentido la presencia de otro misterio que nos acechase; y entonces. hemos sufrido un impulso vehemente de huir. ¡Oh, sí: podéis creer en el espíritu de las casas, que a veces es trágico, que a veces es sonriente y protector...! El que sepa leer esos ligeros rumores que  llenan los edificios durante la noche, conocerá muchos secretos tenebrosos.

Y nosotros sentimos despertar la vida del caserón: pasos imperceptibles, que se advierten porque cruje la madera del suelo; un suave rumor como de charlas contenidas; una risa ahogada que se confunde con el trotecillo de un ratón... Desde el fondo de un espejo nos atisbaba algo invisible. Osvina, pálida, fría, miraba hacia los rincones oscuros. ¿Qué adivinaba su alma, hecha al horror?.. Yo miré sus grandes ojos redondos, dilatados de espanto. Y en los verdes iris vi claramente el rostro enjuto y el puntiagudo mentón y la corva nariz de su padre, inclinada hacia el pecho, como el pico del cuervo que se posó una vez sobre el cadáver del novio muerto en la ría lejana.

Si las palabras llegasen a expresar toda la fuerza de lo sobrenatural, yo podría enloqueceros con el relato de aquellos días angustiosos pasados en el caserón, mientras fuera caía implacablemente la lluvia. El cielo era oscuro como la alcoba de un enfermo; frente a nuestras ventanas se alzaban los muros de la catedral, y los monstruos de las gárgolas vomitaban incesantemente el agua turbia de los tejados, como en una náusea continua. Mi mujer, ovillada en el diván, más pálida que nunca, más transparente su piel, callaba, y callaba, en un silencio desesperante y tenaz. Había sentido vagar por la estancia el espíritu del novio muerto, hosco y vengativo, y se advertía sobrecogida por un pasmo de horror. Una noche, al saltar al lecho, asombrado por el pabellón carmesí, gimieron las tablas con un largo lamento…”.

Wenceslao Fernández Flórez







La nana


Tengo el alma rota, los huesos ajados y la mente absorta. Me precipité al légano; ahora, lo habito. Incapaz de salir y encontrar un agujero que me cante una nana para dormir mi sueño. Entre el sosiego y la paz del alma; el dolor y la esperanza.


Oigo el graznar de los pájaros
que vuelan lejos,
el rugir de las fieras
que me desean,
el zumbido del aire
planeando sobre las nubes de asfalto,
azotando mares, ciudades y velas.


Sigo muda envuelta en alquitranes que hacen las veces de una quimera. Degluto la cena ajena a lo que como. Saltamontes con revuelto de setas. Las patas ahorcan la campanilla y, aunque deseo chillar, mi voz cristaliza. Polilla tácita.


Estoy en el charco de una casa
que engulle mi cuerpo
convertida en ausencia,
quiero escapar y volar por el cielo
no puedo,
el boquete se agudiza y me traga,
formo parte de un agujero negro que vaga.


Dentro del cosmos, soy una molécula turbada. Un ritual imperfecto que rueda desde el firmamento a su morada; de su morada al firmamento. El fuego helado baña mi piel. Lágrimas volátiles; agua de lluvia que moja mi ser.


El légano sigue tragándome
y llego al suelo,
reboto y salgo liberada
desconozco el motivo, la causa,
mi vida está perdida en
una botella de salsa,
sobre mantel de fino lienzo.


Mi cuerpo es un queso gruyere abierto. Se disuelve con el  murmullo de un sonido perfecto; me transporta a la niñez, a un rostro que me ama. Escucho una canción de cuna que mece mi cuerpo, unos labios hermosos, que me cantan. La nana se acaba.


Sepultada,
muerta y enterrada,
en una fosa blanca
mis ojos no ven, mi mente calla,
soy la nada
y lo que fui,
quedó en el hoyo de esa casa.




©Anna Genovés
26/10/2012
Propiedad intelectual V – 1285 – 14
Modificada
30/05/2015
Imágenes de Neus Pastor, tomadas de la red: mis agradecimientos.



Nick Cave & The Bad Seeds - The sorrowful wife traducida al español


La nana

by on 19:19:00
“…Las casas tienen, también  su  vida. Algo de la sustancia espiritual de los que en ellas moran va quedando en los rincones oscu...




…”Y June, que me ama ciegamente, busca también mi destrucción. Mis páginas sobre ella, que son una obra de arte, no la satisfacen. Ignora su fuerza y su belleza y repite la queja de todo lo que digo. Pero en ningún momento me dejo confundir. Con independencia de June, conozco el valor exacto de esas páginas.

Mi obra, pues, en primer lugar. Tambaleante mi poder como artista, ¿qué otro poder me queda? Mi estímulo natural, mi vitalidad, mi verdadera imaginación, mi salud, mi vida creativa. ¿Y qué hará June con ellas? Drogarlas. June me ofrece muerte y destrucción. June me hechiza —habla con su rostro, sus caricias, me seduce, usa el amor que siento por ella para la destrucción—. Una muerte por partida doble. La frescura de mi cuerpo ha de destruirse para que mi cuerpo sea como el suyo. Dice: «Tu cuerpo es tan fresco y el mío tan estropeado». Y así, ciega, sin nada reprochable, inocente, matará mi frescura, lo intacto que ella ama. Matará todo cuanto ama.

¿De dónde viene este conocimiento oscuro? Del humo, de la locura, del champagne, de la intoxicación de las caricias, de los besos y de la exaltación. Estamos en el Poisson d'Or, tocándonos las rodillas, ebrias la una de la otra; y June está embriagada de sí misma. Le ha dicho a Henry que no es nadie, que ha fracasado en su intento de ser un dios y un Dostoyevski, que es ella quien sí es un dios, su propio dios. Así se realiza el milagro. El engaño. Henry, está muerto. June ha vuelto a ser aniquiladora. «Henry», dice ella, «es un niño». Pero yo protesto y le digo que creo en Henry como artista y luego confieso que lo amo como hombre. Convertido de nuevo en un dios. Nadie, salvo un dios —dice ella—, puede ser amado por ella o por mí. Por lo tanto, Henry sería un dios. Y ella, en la inocencia de su enorme egoísmo, me pregunta: «¿Tienes celos de Henry?».

Dios, ¿yo celosa del amor de Henry por June o del amor de June por Henry?

Es entonces cuando me siento fluida, disuelta, fuyante. Y huyo de la tortura que me espera como un gigantesco exprimidor de sangre que oprimiera mi carne entre June y Henry. Escapo haciendo un esfuerzo sobrehumano para librarme de la destrucción y la locura. Quedo presa por un momento. June advierte en mis ojos el infinito dolor. He hecho a ambos mi gran ofrenda. Entrego el uno al otro, dando a cada uno la más bella imagen de ellos mismos. Soy únicamente la reveladora, la armonizadora. Y cuando vuelven a encontrarse, a ella le doy un Dostoyevski y a él una June creativa. Yo sólo quedo aniquilada humanamente. Ambos me han amado.”…

Extracto de Incesto, Diario Amoroso

Anaïs Nin




Lágrimas


No nada
mi mundo se derrumba
y me quedo sin palabras,
cada mañana que despierto
la juventud se marcha
y la mente se relaja


mi cuerpo,
exento de sentimientos,
corroe el alma,
el fuego se hizo hielo
y el cielo se hizo llaga,
la soledad me invade


y la ausencia me reclama,
el viento se tornó aire
y la tierra, ciénaga
la alegría se marcha
de mi vida
y cuanto anhelo


se disipa en la alborada.
No le temo a la muerte
que sí, a la calma,
a mirarme
y no reconocerme,
cuando mis ojos se agrieten


y pierdan su llama,
cuando las pupilas
olviden el anhelo de verte
y retenerte en la mirada,
cuando mi rostro ajado
represente la nada.


Hoy te he visto
y el corazón siguió su pausa,
hoy te he visto
y sólo he visto un rostro,
hoy te he visto
y no he buscado tus ojos,


Hoy te he visto
y no he visto nada.

Lágrimas.

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©Anna Genovés
22/06/2012

Propiedad Intelectual V-488-14
Imagen tomada de la red



Aretha Franklin: Don't Play That Song (Subtitulada)


Lágrimas

by on 17:17:00
…”Y June, que me ama ciegamente, busca también mi destrucción. Mis páginas sobre ella, que son una obra de arte, no la satisfa...






…”Entonces procedió, veloz y seguro, a efectuar su proyecto. El efecto en Lucy no fue malo, el desmayo pareció transformarse sutilmente en un sueño narcótico. Fue como un sentimiento de orgullo personal. Un débil matiz de color, regresó lentamente a sus pálidas mejillas y labios. Ningún hombre sabe, hasta que lo experimenta, lo que es sentir que su propia sangre se transfiere a las venas de la mujer que ama.

El profesor me miraba críticamente.

—Es suficiente —dijo.
—¿Ya? —protesté—. Usted dio bastante más.

Él sonrió con una especie de sonrisa triste, y me respondió:

—Usted es su novio, su fiancé. Tiene trabajo, mucho trabajo que hacer por ella y por otros; con lo que hemos puesto, es suficiente.

Cuando detuvimos la operación, el doctor atendió a Lucy mientras yo aplicaba presión digital a mi propia herida. Me acosté, mientras esperaba que me atendiese, pues me sentí débil y un poco mareado”...

Extracto de Drácula
BRAM STOKER






Flores marchitas


¿Dime que ha sido un sueño? Que nunca deseaste comer mi carne y beber mi sed.

Delicia pulida sólo para tus ojos. Sonrisa borrada de cuajo y sin oro. Mañanas  oscuras, tardes dudosas.

Miradas furtivas deshechas en una alcoba. Algodón de azúcar. Dulces en el estómago. Mariposas. Té.

Pasos inconexos. Labios amoratados. Lluvia. Desplome en el aire. Caderas prietas que aman la piel.




¿Dime que ha sido un sueño? Que nunca deseaste roer mis labios y catar mi tez.

Colilla ajada. Transparencia delicada que no sabe comer. Diáfana, licuada en una piscina: corola efímera. Pez.

Día maldito, ojeroso. Nubes de ojos hambrientos, ambarinos: lobo. Depredador que quiere lamer.

Devora el cuerpo prieto; las estrellas del hombro y los pétalos que nadie ve.  Disciplina. Manjar perdido. Ley.




¿Dime que ha sido un sueño? Que nunca deseaste turbar mi mente y romper mi bien.

Arrugada, solitaria. Nuez cascada. Fruto seco. Árbol sin ramas; flores marchitas. Opacidad. Vejez.

Titán oculto. Niño asustado que no sabe querer. El tiempo ha pasado. Amor difunto sin nacer. Culto. Fe.

Enamorada vacía; juramento olvidado en los posos de un café. Adiós señora. Náyade divina. Diosa griega. Mujer.




¿Dime que ha sido un sueño? Que nunca deseaste rozar mi sexo y probar mi hiel.

Olvida mi rostro. Talones necios. Vientre de gel. Hombre de boca pequeña. Verdades fingidas. Rigidez.

Deseo no consumado por necedad del ser. Sangre que fluye, luctuosa. Muñecas de papel.

Mientras los labios cárdenos anhelan sorber. Vida que se escapa entre dedos lúgubres y magnolias.

Entre el ser y no ser.

Que mi boca agite tu sangre y mis entrañas cubran tus pies.



©Anna Genovés
Modificada 18/04/2015
Propiedad Intelectual V-1270-12
Imagen tomada de la red. 
Mis agradecimientos al fotógrafo Ruslan Lobanov


Flores marchitas

by on 18:18:00
…”Entonces procedió, veloz y seguro, a efectuar su proyecto. El efecto en Lucy no fue malo, el desmayo pareció transformarse sutil...