Enchufismo, enchufados y enchufadores



Basado en hechos reales

Enchufismo: dícese de la acción por la cual determinadas personas se ven beneficiadas de algo sin méritos propios.

Enchufados: aquellos semejantes que, por lazos de amistad o sangre, se aprovechan de algo que no merecen.

Enchufadores: benefactores de terceras personas, por vínculos fraternos o de parentesco, para que accedan a un lugar apetecible sin la acreditación necesaria.

Pese a escribir sobre femmes fatales y cargarme o calzarme al más pintado, en el momento del suceso seguía creyendo en la igualdad de oportunidades y en el Estado de derecho español. Y, ciertamente, me comí un marrón bastante desagradable. El asunto se desarrolló de la siguiente forma…

Estaba en la cinta del gimnasio cuando sonó el móvil. Algo extraño porque nunca me lo llevo al deportivo, y si lo hago, lo dejo en la taquilla. Pero ese día estaba destinado a ser especial: victorioso o catastrófico; según se mire. Dos parámetros insólitos confluían simultáneamente:

1.                     Llevaba el móvil.
2.                     Lo había sacado de la taquilla para arrástralo conmigo por esa carretera perdida que transitaba bajo mis pies.

Como pude, descolgué y pregunté una tanto sofocada:

 ¿Digaaa…??? 

El zumbido de la música gruñía en mis tímpanos y las cuerdas vocales vomitaban los monosílabos que exhalaba mi cansada hechura. Hice un esfuerzo sobrehumano para escuchar las palabras que salían del Smartphone.

 ¿Es usted Ana María Genovés Badenes? –preguntaron.

El respingo mecánico de mi cuerpo por casi me deja hecha papilla sobre el asfalto de poliuretano que recorría. Hacía tanto tiempo que no escuchaba mi nombre completo que me sonaba a chino. Tras una pausa, contesté de mala gaita pensando que era una compañía telefónica a la caza del incauto de turno:

 La misma –¡chicos! Me equivoqué de lleno. Lo supe cuando la interlocutora dijo:
 La llamo del INEM.

Una ráfaga olvidada en el retículo más profundo de mi cerebro, brilló. Pensé en los años de curro en televisiones, colegios, polideportivos, boutiques y un largo etcétera... Volví en sí como el badajo de la campana que recibe el Ángelus. Entonces, pregunte:

 Usted dirá, señorita.
 ¿Estaría interesada en una oferta laboral como Maestra de apoyo de una escuela taller que se va a impartir en el pueblo de Becerra? El contrato es a tiempo parcial y la duración sería de un año –explicó la solícita verbosa desde el otro lado del satélite.

Incrédula hasta la médula, contesté con rotundidad:

 Sí.

Bajé de la cinta y un cliché descarado me recordó que formaba parte de ese millón y pico de parados de larga duración, mayores de cuarenta y cinco años. ¿Cómo iba a decir lo contrario si mis labores como escribiente de medio pelo no me dan ni para pipas? ¡Hostia puta! Claro que estoy interesada, pensé.


 La oigo muy mal... –escuché de improviso mientras mi galimatías sesudo se daba de bruces con una piedra. ¿Qué digo con una piedra? Con el mismísimo muro de hielo que protege la Guardia de la Noche en GOT.
 Un momento –repliqué antes de salir como una flecha hacia la recepción del gym para agarrar boli y papel bajo la mirada atónita de la secretaria, que seguro pensaba: “¡Esta mujer se ha vuelto loca!”.
Doña Ana, ¿seguro que me escucha bien? –la frecuencia tierna y melódica que salía del celular quería envolverme en su plática… ¡Puñetera psicóloga de vocecilla conciliadora! Rumié al instante.
 ¿Ahora me recibe mejor, señorita? –dije elevando ligeramente la voz.
 Sí. Un poco mejor. Le decía… bla bla bla bla bla… –repitió el rosario de ‘pe a pa’ y añadió—: Lo primero que tiene que hacer es hablar con la encargada del proyecto.

Inmediato, me dio un teléfono y un nombre que apunté en el papel que le había mangado a la administrativa.  Con las consignas anotadas, mi cabeza parecía una de las ruletas del gran casino Venetian de Macao que no dejan de girar. Olvidé la gimnasia y me marché a casa.

Horas más tarde, llamé al teléfono indicado; era del Ayuntamiento de Becerra. Pero, claro, los ‘funcis’ no trabajan por la tarde. Repetí la fórmula por la mañana. En el cabildo me dieron otro número. Lo marqué convulsa y una voz con acento marcado me indicó que la persona buscada estaba reunida. No os suena esta canción…, siempre sucede lo mismo cuando llamas a alguien con cierto pedigrí que no desea atenderte. Bueno, me dije a mí misma, tendré que contarle la película al oyente. Después de mostrar mis cartas, el pavo –que parecía enterarse de la misa la mitad—, me dijo dónde y cómo presentar los credenciales.

Se me quedó un no sé qué raro… la información era tan vaga como las nanas que me cantaban a través los barrotes de la cuna. La primera cárcel de la vida, me dije a mí misma sin venir a cuento.

En ese momento de soberana lucidez, decidí buscar en Internet el Email de la persona clave. Tras el descubrimiento de ese correo ilustre, remití un mensaje con los datos que me habían facilitado. Y… ¡mira por dónde! Su majestad, la reina de Becerra, me contestó con una explicación concreta. Tras leer la nota repetidas veces, percibí el deseo de conocerme como si fuera otra yegua de su establo.

En pocas horas, reuní la información necesaria; hasta el primer Támpax que usé, quedó reflejado en el mamotreto fotocopiado. A toda prisa, embarqué en el metro. El traqueteo me dio malas vibraciones, mis dientes rechinaban. Demasiadas huertas de señores feudales, profusos municipios olvidados de la mano de Dios con carteles transparentes que me hablaban: “Aquí sobras, señorona capitalina”.  Con este paisaje futurista y distópico aterricé en el andén, medio roído, de Becerra.

Una cuesta larga más inclinada que el Everest, se abría ante mis ojos. Paso a paso, seguí la ruta hasta avistar los pendones de España en el balcón del concejo. Entregué mis méritos a un señor agridulce cuyos ojos me decían: “¡Gilipollas! No ves que este territorio es nuestro”.

La boca estaba pastosa como cuando me salto el Trankimazín de las doce y la lengua, gruesa, me pedía soma. Mis ojos chisposos habían dejado de emanar incandescencia. Era una mujer madura y deshidratada que no le hacía ni un pelo de gracia lo que veía. Sin embargo, seguía sonriendo como una tonta a la que le ha salido el Gordo. ¡Ayyy…!!! Amigos, ya lo dice el refrán: “La fe mueve montañas”.

De regreso a la estación, un espejismo alimentado por el mono y el sofocante calor del mediodía, me hicieron ver una fuente donde solo había un anciano que me observaba como si fuera una alienígena de otra galaxia. La ‘cosa’ estaba más que clara. Transparente.

A falta de un día para presentar los documentos, salieron las listas baremadas. ¡Toma ya! Razoné al comprobarlas. O sea, que la convocatoria sigue abierta y ya han calificado los méritos. Lagarto, lagarto… Empero, como mi nombre encabezaba el censo, sonreí de oreja a oreja y me dije para mis adentros: “Esta es la tuya, Anna. Olvídate de escribir para el aire y de rascar la pared de casa. Por lo menos tendrás un añito de sosiego”

A un día de la entrevista, imitaba a una teenager de short zarrapastrosos y top ombliguero en su primera cita: pasé toda la noche en blanco. Al levantarme, vi mi tez más apagada que una bombilla fundida. Pues nada, filosofé, me pongo una Ampolla flash de vitamina C y a rular por el mundo. Me coloqué unos jeans que estilizaban mi figura y una camiseta azul marinero; todo muy neutro para no levantar suspicacias. Aunque mi cabellera, larga, enroscada y rubia de bote, cantaba de lejos.

De vuelta al zarandeo del trenecito de Becerra por las huertas y caseríos de esta España que se desgaja como los penachos de los alabarderos de un Alfonso XIII exiliado, fantaseé con mi futuro… con el futuro de este país que vislumbro antiutópico. Se me fue el tiempo del pasado al futuro para quedarme en el presente. Así pues, sin comerlo ni beberlo, llegué a la Diputación de Becerra media hora antes de la fijada. Justo, con las entrevistas de otros cargos del programa.


La sala está concurrida por un grupo de mujeres que armaban un jolgorio ameno. Podrían ser amazonas  en plena batalla, damas aristocráticas, cortesanas de un burdel pendejo o gallinas de corral, deliberé antes de agudizar las antenas…

–No te preocupes –le decía una a otra de las congregadas—. Si no te toca de directora, será de secretaria y sino de profesora.
–Por supuesto. Y a ti te sucederá lo mismo, guapi…
–Cariño, y a mí, idéntico  –cacareó una tercera del corrillo jocoso. Y agregó—: Amigas nos conocemos desde hace tiempo y sabemos que, todas, marcharemos a casa con un trabajo nuevo.

¡Joder! –exclamé por lo bajini. Bufé. A continuación, recapacité—: “Ya estamos conque la abuela fuma. Me huele a gallinas de picoteo”. De improviso, alguien dijo:

–Fulanita de tal y menganita de tal, pasen conmigo.

Después llegó sotanita de tal y pascual. Y así, varias veces, hasta que las ponehuevos accedieron y salieron de un despacho de la empresa. Entretanto, la estancia se llenó de otras mujeres: mis compañeras. Desde luego que, en Becerra, se toman al pie de la letra la paridad femenina. Cavilé viendo que no había ni un solo ‘barón’ por coronar.

Llegó mi turno. Y, por fin, conocí a la dama que manejaba el cotarro: una mujer encogida, de aspecto un tanto desagradable, con arrugas verticales sobre el labio superior; fumadora empedernida con aliento de alcohol y modos de alcahueta. ¡Qué desilusión! Me miraba con ojos escudriñadores y preguntó:

–¿Y su currículum?
–Lo entregué junto al resto de credenciales en el Ayuntamiento –contesté con una sonrisa arrebatadora.
–Sí, sí... eso lo dirá usted. Pero no aparece por ningún sitio.
–¿Cómo que no aparece? Oiga le aseguro que lo presenté. Traigo los originales. Mire… aquí está mi currículo  –repliqué con amabilidad, señalando el documento indicado.
–Pues aquí no está –insinuó la doña mirando las copias de mis papeles.
–A lo mejor se ha extraviado… –sugerí, humilde.
–A mí nunca se me pierde nada –insistió con ojos de sapo. Y añadió—: Bueno, bueno… démelo que lo fotocopio y ya está.

Me marché más contenta que unas castañuelas. Superado el escollo, la audiencia me había salido con encaje de bolillos.

Dos días más tarde, salieron las listas y puntuaciones de los pretendientes a… lo que fuera. ¡Sorpresa! Desagradable sorpresa. La mayor parte de los puestos laborales ofertados, se declararon desiertos. Según la anotación a pie del listado, los candidatos o no cumplíamos con los requisitos mínimos o nuestro perfil no encajaba con el demandado.

Jarrón de agua fría sobre el rostro sofocado. Impotencia. Frustración. Cuerpo que se torna náuseas tras una sopa de almejas en mal estado. Toda yo un saco de heces líquido.

Una semana más tarde, ojeo el tablón de anuncios virtual de Becerra y veo que todas las plazas están cubiertas por las pitas que cacareaban en el mercadillo de susodicho pueblo.

Señores y señoras. Querida platea: si este hecho sucedió en un contexto menor, imaginen qué ocurrirá en las altas esferas.

Nunca mejor dicho: Genovés eres un saco de mierda. Enchufismo, enchufados y enchufadores.


©Anna Genovés
22/08/2017

Juanes - Hermosa Ingrata






Labios anaranjados


Helados de vainilla
en labios anaranjados
de paseo, bajo pómulos marcados
y gafas de sol.

Las aceras se derriten
al compás de los barquillos
y también las gotas de sudor
que resbalan con recelo
por los cuellos benditos.

Las camisetas adheridas a los pechos
marcados los pezones cándidos
las nalgas redondeadas
las piernas musculadas,
deseo y fervor.




Los hombres faltos de ojos
para mirar a las damas
y ellas se pavonean
a la par que mueven las caderas
y sonríen con rubor.

Las flores se abren;
paleta de acuarelas
azahar prendido en el viento
sentimientos pasajeros,
pasión.



La canícula domina el verano
temperaturas al alza
sexo dilatado,
ganas de amor.



Anna Genovés



Retocada 31/08/2017
Imágenes tomadas de la red.
*Dedicado al grandísimo Sam Shepard que, justo hoy, nos ha dejado.

Poema incluido  en el poemario Pasillos nocturnos disponible en Amazon


Al Green - Let's stay together (subtitulada)


Labios anaranjados

by on 21:21:00
Labios anaranjados Helados de vainilla en labios anaranjados de paseo, bajo pómulos marcados y gafas de sol. Las ace...




Ciclismo urbano

¿Te has preguntado alguna vez si podrías recorrer el mundo pedaleando? Tras leer diversos artículos, he comprendido que las bicicletas son para todas las épocas del año. De hecho, sí se puede recorrer el globo terráqueo en bici.

Actualmente existen muchas ciudades con sistemas integrados para bicicletas, estacionamientos especiales, servicio de alquiler público, vías verdes, carriles bici e incluso transporte público en el que poder cargar el triciclo. La experiencia de los viajeros que transitan por las urbes al ritmo del pedaleo es tan satisfactoria, que este transporte se ha convertido en un elemento más de la vida cotidiana. Además, es ligero, económico, rápido y ecológico. No obstante, existen conductores y peatones, con opiniones adversas. Para los segundos, las bicis son un elemento molesto que invade las aceras. En el caso de los primeros, hay que mencionar que, en numerosas ocasiones, los ciclistas urbanitas se creen los dueños del mundo… Y tampoco es eso. El respeto mutuo es necesario para una armonía equilibrada.

Como ciclismo urbano, se entiende la utilización de la bicicleta como medio de trasporte en distancias cortas. El boom de dicha modalidad, fue una consecuencia directa del incremento de los automóviles a partir de la II Guerra Mundial que provocó la congestión del tráfico. La bicicleta es uno de los medios alternativos que más ha proliferado desde entonces.

En Dinamarca la demanda para el estacionamiento de las bicis, superó cualquier predicción. En 2008, la Asociación de ciclistas de Copenhague redactó la guía Bicycling Parking Manual. Gracias a la misma, surgió la revista digital copenhagenize. Acuñada como un neologismo que significa que cualquier ciudad puede convertirse en amiga del ciclista urbano.


La copenhagenize publica el ranking anual de las ciudades con mejores infraestructuras para bicicletas del mundo. Hace unos años, la lista fue la siguiente:

1-    Amsterdam (Holanda)
2-    Copenhague (Dinamarca)
3-    Utrecht (Países Bajos)
4-    Sevilla (España) y Burdeos (Francia)
5-    Nantes (Francia) y Amberes (Bélgica)
6-    Eindhoven (Países Bajos)
7-    Malmö (Suecia)
8-    Dublín (Alemania)
9-    Tokio (Japón)
10- Múnich (Alemania)
11- Montreal (Canadá) y Nagoya (Japón)
12- Río de Janeiro (Brasil)
13- Barcelona (España) y Budapest (Hungría)
14- París (Francia) y Hamburgo (Alemania)

Otras ciudades internacionales amigables con el ciclista urbano son: Curitiba (Brasil), Montreal (Canadá), Portland (Estados Unidos), Basilea (Suiza), Beijing (China), Trondheim (Noruega) o Bogotá (Colombia) ―bautizada, por este motivo, como la Ámsterdam latinoamericana.

Si nos ceñimos al territorio nacional la clasificación sería:

1-    Sevilla
2-    Barcelona
3-    Vitoria
4-    Zaragoza
5-    Gijón
6-    Palma de Mallorca
7-    Valencia
8-    Córdoba
9-    Guipúzcoa
10- Madrid

Sin embargo, el panorama a nivel mundial ha cambiado notablemente en pocos años. La clasificación de 2015 fue la siguiente:

1-                      Sevilla, España (10)
2-                      Ámsterdad, Países Bajos (2)
3-                      Copenhague, Dinamarca (1)
4-                      Barcelona, España (11)
5-                      Buenos Aires, Argentina (14)
6-                      Utrech, Países Bajos (3)
7-                      Eindhoven, Países Bajos (5)
8-                      Viena, Austria (16)
9-                      Amberes, Bélgica (9)
10-                   Dublín, Irlanda (15)
11-                   Estrasburgo, Francia (4)
12-                   Malmö, Suecia (6)
13-                   Nantes, Francia (7)
14-                   Montreal, Canadá (20)
15-                   Berlin, Alemania (12)
16-                   Liubliana, Eslovenia (13)
17-                   Burdeos, Francia (8)
18-                   París, Francia (17)
19-                   Hamburgo, Alemania (19)
20-                   Minneapolis, Estados Unidos (18)

Dentro del territorio nacional, actualizado en junio de este mismo año, la revista Donkey Republic con informes de la OCU, publica que las cuatro ciudades españolas mejores acondicionadas para el ciclismo urbano son:

1.                       Barcelona.

2.                       Sevilla.

3.                       Valencia.

4.                       Madrid.

Desde mi humilde punto de vista, las ciudades que actualmente se han visto relegadas a un puesto rezagado al que poseían anteriormente, se debe sobre todo a las nuevas infraestructuras de las urbes que carecían de las mismas. En tanto que las de más solera, acostumbradas al ciclismo urbanita, quizá carezcan de espacio para ampliar sus instalaciones y servicios, o simplemente crean que ya tienen suficientes.



Con todo, la mayoría de las calzadas no están optimizadas para las bicis, sino para vehículos de motor. Motivo por el cual, debemos concienciarnos de la necesidad de un respeto mutuo. Tú vas en coche, en silla de ruedas eléctrica o andando, yo en bici. Tú cumples tus obligaciones, y yo, las mías. Es una utopía que quizá, en un futuro próximo, sea realidad.

Pedalear tiene muchos beneficios para la salud y el medio ambiente. Hay numerosos estudios que han demostrado que el ejercicio aeróbico mejora el sistema cardiovascular, y por tanto, el ánimo. Lo que se traduce en un aumento de autoestima y una disminución de los estados depresivos. Por otro lado, los ciclistas urbanos suelen ser más productivos. Referente al medio ambiente, la bicicleta es totalmente ecológica.

Por todo lo dicho, se puede afirmar que las bicicletas son el transporte más aconsejables en distancias cortas. Si encima llevamos modelos plegables, pese a que hoy en día están en boga las bicis retro por aquello del amor por La cultura hipster,  que podemos introducir en distintos transportes públicos: ferris, aviones, metros... Sin lugar a dudas, lograremos recorrer parte de la Tierra con nuestro vehículo portátil. No olvidemos los múltiples modelos adaptables a cualquier estilo de vida y persona; así como la variedad de accesorios que podemos encontrar para cualquier tipo. Eso sí: no debemos olvidar el casco.



Punto y aparte es el ciclismo de carretera que, como vemos a diario en los informativos, por desgracia es mucho más peligroso. Si os animáis a recorrer distancias largas con vuestra bicicleta por medios rurales, ¡mucho cuidado!

Las bicicletas…

"Cuando el día se vuelva oscuro, cuando el trabajo parezca monótono, cuando resulte difícil conservar la esperanza, simplemente sube a una bicicleta y date un paseo por la carretera, sin pensar en nada más".

Arthur Conan Doyle
(1859 – 1930)
Médico, novelista y escritor escocés.




Recomendaciones de bicis plegables

1.                       Brompton S2L o M3L  -  1.100 € aprox. Cómoda y ligera. La más aconsejable si va hacer más de dos plegados diarios.
2.                       Dahon Vitesse 7 - 700€ aprox. Ideal para usuarios con recorridos de hasta dos horas diarias.
3.                       Monty Folding F18 – 300€ aprox. Adaptable a distintas Alturas y con trasportín trasero. Buena relación calidad precio.

©Anna Genovés
Retocado 18/07/2017





Queen - Bicycle Race (Official Video)



Ciclismo urbano

by on 21:21:00
Ciclismo urbano ¿Te has preguntado alguna vez si podrías recorrer el mundo pedaleando? Tras leer diversos artículos, he compre...


Sandalias por las orejas

A true story

Experiencias desagradables suceden a diario… Cosas de mujeres y La Moda.

El otro día vi unas sandalias que me molaron bastante. En ese momento no disponía de dinero y no me las llevé. Tenía lo justo para adquirir un regalo. Sin embargo, a mi amiga no le quedaban bien los zapatos que le había comprado, y me dije a mí misma: “Esta es la tuya, Anna, los devuelves y te coges las sandalias que te han gustado”.

Solo quedaba mi número y otro par. Cuando miré el precio vi que las pegatinas de la suela marcaban distintos importes. La diferencia entre par y par era de diez euros. De inmediato pensé que algo iba mal… Fui a la caja con ambos pares. Toda ingenua, le dije a la dependienta que debía cobrarme el precio más bajo. Pero la chica contestó que era un error y que, por tanto, tenía a cobrarme el precio que indicaba el ordenador.

Me había ocurrido lo mismo dos semanas atrás. ¡Manda huevos! En aquella ocasión pagué lo que me dijeron, pero estaba más que harta de tantos deslices comerciales, y pensé: “Ya está bien de ser gilipollas. Si se han equivocado que paguen las consecuencias y punto”. La cajera no entró en razones y el ambiente se caldeó más de lo normal por ambas partes.

Poco después, se unió a la feria otra dependienta. Por cierto, bastante maleducada. Al instante, el encargado… ¡ya te digo! Una persona que no sabe arreglar un asunto tan sencillo, por amor propio, por orgullo profesional, por la manida frase: “El cliente siempre tiene la razón”, por… nos hemos equivocado y hay que cobrarle a la señora lo que dice, por lo que sea… No debería ocupar dicho puesto laboral. Acto seguido, llegó otra señorita con carita de hacerse cargo de la situación; bastante educada y calladita bajo presión del cacique que la miraba con ojos asesinos: “Si dices algo te despido”.

Llegado este punto, les comenté que si no me cobraban el costo más bajo llamaría a la Policía Local. “Pues adelante, haga lo que tenga que hacer, señora”. Soltaron muy gallitos ‘todos a una’. Como los mosqueperros de una TV caduca. Para rematar, se unió al cotarro el pariente de alguna de las chicas que dijo ser abogado. ¡Ya les vale! El grupeto saltó sobre la Maruja empecinada en inclinar la balanza su favor. Con toda la razón del mundo, dicho sea de paso.


Muchos de vosotros pensareis: “¡Caray con ‘la Genovés’, ponerse así por diez eurachos!”. Si veo un céntimo de euro, me agacho a recogerlo; no tengo ni blanca. Asimismo, me desagradan las injusticias y la falta de respeto. Eso sí, gozo de más libertad que cuando nadaba en la abundancia. Antes, no luchaba por lo que era mío. Ahora, sí.

Evidentemente, todos cometemos errores. Yo, la primera. Empero recuerdo mis años de tendera –lo digo con todo el cariño del mundo—. Puedo aseverar que incidencias similares han sucedido siempre… Y, habitualmente, se cobraba al cliente el montante inferior.

Al final, hablé con un poli que hacía guardia en un concierto juvenil y no podía dejar su puesto, claro está. Hubiera sido una imprudencia. Pues bien, el madero declaró que tenía la razón; aunque señaló que no se podía obligar al comerciante a cobrarme la tasa inferior. Debía poner una reclamación. Así lo he hecho. De igual modo, siguiendo sus consejos, fotografié las sandalias con los diversos precios adheridos a las suelas.

Ya me he explayado suficiente… Por cierto, no compréis en las Zapaterías Super Mira o sucedáneos –establecimientos sin especializar y con plantillas obtusas—. Podéis encontraros con individuos que recen: “Erramos porque somos humanos y nos lavamos la manos como Pilatos”. Un hombre un tanto repelente, por lo menos para los cristianos.

Que sí, que lo sé. Cobrarán cuatro putos euros mensuales. La vida es dura, muy dura. Quizá demasiado. En mi caso, comencé a trabajar a los 15 años y pocos me echaron una mano. Las he pasado putas en muchos curros. Por este motivo, no hay que olvidar las minucias. Los granitos de arena pueden tornarse balones gigantes que nos aplasten.



Con este rollazo… ¿qué queréis que os diga? Las sandalias me salieron por las orejas. ¡Acabé hasta el orto! Cuando pueda iré a Consumo –reclamación y fotografías en mano—. ¡Joder! Lo siento, no puedo decir otra cosa, ¡qué mal se trabaja en este país! No me extraña que pase lo que pasa… Por suerte, no todo los currantes son así.

Reconozco que me comporté como un forúnculo purulento en el trasero. No obstante, una vocecilla interna, me susurró: “Ya era hora de que fueras un poco valiente, Genovés, que tan solo te queda un Telediario. Gallito con las teclas y cobarde con el face to face. Hoy has estado bizarra”.

©Anna Genovés
09/06/2017


The Chemical Brothers - Hey Boy Hey Girl