La maleta

Jonás estaba tumbado en una cama de la UCI; unos tubos de varios milímetros se adentraban en su organismo y drenaban la porquería que, a falta de poder expulsarla por él mismo, le ayudaban en tan vital faena. Hacía unas horas que lo habían tronchado como a un gorrino en el matadero: entró en el quirófano con una perforación de intestinos causada por una peritonitis. Pero al abrirlo, se percataron de que el asunto era bastante más grave… Una de las doctoras, amante del humor negro en momentos inoportunos, le había dicho que de esa no salía. Pero ahí estaba Jonás dando guerra.

Anabel y Melania esperaban en los asientos de plástico azul adosados a los laterales de la puerta de doble hoja que las separaba de su hombre. La primera, la esposa. La segunda, la hermana. Cuando las llamaron, hicieron acopio de todas sus fuerzas y entraron al purgatorio hospitalario como dos almas en pena que no saben a dónde mirar porque los encamados están a pocos segundos del más allá. En la última cama de la derecha, separada por una cortina plastificada de la colindante, yacía Jonás. El hombre esbozó una sonrisa ladeada cuando las vio aparecer. Ellas lo correspondieron con un abrazo de “mírame y no me toques”, por si acaso…

Para la esposa fue un shock tremendo. Aquel cuerpo maltrecho, nada tenía que ver con su amado Jonás; parecía un Frankenstein recién llamado a la vida por el relámpago exaltado del bisturí mágico. Cuando se acercó a darle un beso en esos labios amoratados y resecos, se percató que una mancha sanguinolenta empapaba la impoluta sábana. La levantó y estuvo en un tris de desmayarse; se quedó helada: uno de los tubos del drenaje abdominal, estaba fuera. ¡Menos mal que lo he visto a tiempo! –pensó antes de llamar a uno de los ángeles custodios.

Las hicieron salir para cambiarlo y, cuando quisieron volver a entrar, la hora de las visitas había finalizado; tuvieron que esperar al día siguiente para verlo. Anabel hizo guardia en el saloncito de sillas plastificadas cercana a REA. Pero, por la mañana, le dieron una buena noticia: Jonás pasaba a planta. La consorte siguió la cama hidráulica hasta la habitación, esperó a que reubicaran a Jonás y entró. No podía creer que su esposo le sonriera como si nada hubiera sucedido. Llamó a Melania para darle las buenas nuevas. Así pasaron varios días, hasta que la hermana del resucitado le propuso hacer turnos por las noches.

A Anabel no le hacía ni pizca de gracia dejar a su monstruito particular con ella: nunca se habían llevado bien. Sin embargo, recordar las palabras que Melania le había dicho la noche que ingresaron a Jonás: “Tranquila Anabel, esto lo llevaremos entre las dos”. Le hicieron cambiar de parecer. Hablaron y concretaron los turnos.

Eran las diez de la noche, cuando Melania hizo aparición. Iba sola, pero parecía que llevara una corte. La acompañaban: dos almohadas, una mochila, un edredón y una maleta. Anabel y Jonás se miraron de refilón. No obstante, los goteros repletos de antibióticos y opiáceos no le daban demasiado carrete al enfermo. Y la desposada, a falta de compañía con la que parlotear, solo indicó:

–Pero, Melania, ni que fueras a quedarte una semana.
–Es que soy muy tiquismiquis y necesito que todo esté limpio, limpísimo… Tú, con cualquier fruslería de pacotilla te conformas: yo no.

Anabel no pudo evitar pensar: ¡Joder! Menos mal que mi cuñada va por la vida de podemita alternativa, le faltan las rastas. Con todo, a la hora de la verdad, es más pija que la Presley. ¡Será posible! ¡Ni que fuera aristócrata! Esto es un hospital público. Hay lo que hay… y gracias.

Anabel, marchó a descansar. Cuando volvió, a primera hora de la mañana, encontró a los hermanos con caras neutras. Al despedirse la maleta de Melania se abrió. Dentro, el único traje que tenía Jonás con todos los aperos que eran menesteres. Se juzgaron con sorpresa, horror y vergüenza. Melania se apresuró a decir:

–Hijos, no me miréis con esa cara. Los doctores dijeron que a lo mejor no la contabas. Te he traído las mejores galas por si era necesario…

No hubo más palabras. En los años siguientes, la relación se enfrió. Anabel le daba vueltas a la frasecita de Melania: “Tranquila, Anabel, esto lo llevaremos entre las dos”. A esas alturas, tenía claro que la propuesta se refería, únicamente, al sepelio de Jonás. Porque a verlo, solo había ido dos veces. Pese a ello, callaba: no quería meter cizaña.

El tiempo pasó veloz como un árbol de hojas eternas. Y cómo dice el refrán: “A cada cerdo le llega su San Martín”. Un día, el matrimonio se topó con una vecina chismosa. Lo primero que les dijo fue que Melania estaba enferma. Lo segundo, ¿cómo no iban a verla? Anabel fue astuta –le pegó un codazo a su marido para que callara—.  Contestó que estaban al corriente de todo y que, justamente en ese momento, venían de visitarla. La cotilla se marchó con el rabo entre las piernas. Y ellos siguieron caminando como si nada...

Una vez en casa, Anabel le dijo a Jonás:

–Jonás, no te sulfures. Arréglate y vayamos a ver a tu hermana.

Así lo hicieron. Y llegó el momento de la nocturnidad... Melania tenía muchísimos amigos y poca familia. Nadie estaba libre para pernoctar; así que, Anabel, permaneció con ella. Jonás era un enfermo crónico que no debía ni podía ni se iba a quedar: Anabel nunca lo permitiría.

A las nueve de la noche, Anabel, se presentó en el hospital, acicalada y con una maleta. Las amigas de Melania la miraron y cuchichearon: “Se cree una señora”. “Hasta lleva equipaje”. “Siempre ha sido una snob”. “Ella y su quincalla”… –dijeron por lo bajini—. Anabel se hizo la sueca. Y Melania la miró recelosa.

Cuando las dos mujeres se encontraron solas con la opacidad de la noche, entre sonido angustiosos y rostros apagados. Melania escuchó el retintín de las bisagras de la puerta; miro hacia ella y se estremeció. Sus ojos se abrieron como platos y un chillido ahogado surgió de su garganta vacía. Anabel le preguntó:

–¿Qué te sucede, querida?
–¿Has visto a esa mujer? No deja de mirarme. Vestida de negro riguroso y con la tez de porcelana. ¿Puedes decirle que se marche? Me da un poco de miedo.

Anabel se giró hacia la puerta y, señalando a la figura que observaba desde la penumbra, dijo :

–¡Ahhh! ¿Te refieres a esa?
–Sí. ¿La conoces? preguntó Melania.
–Pues claro. Es Muerte –contestó una Anabel flemática.
–¿Cómo…? –el óvalo de Melania se descompuso. Amarró la sábana y se cubrió por completo, temblando como una fútil hojarasca.

Anabel le dio unas palmaditas en el hombro para que se calmara, antes de decirle:

–Tranquila, Melania, nos hemos visto tantas veces que nos hicimos buenas amigas: viene a por ti. No te apures, no dejaré que te pongan un sudario. En la maleta he traído ese vestido estampado que tanto te gusta. Lucirás como una reina dentro del féretro.




©Anna Genovés
30/07/2015

Revisado el quince de marzo 2020




La maleta

by on 13:31:00
La maleta Jonás estaba tumbado en una cama de la UCI; unos tubos de varios milímetros se adentraban en su organismo y drenaban la por...

 



¡Qué guasa con WhatsApp!

 

 

 

A mediados de 2010 –aproximadamente un año después de que WhatsApp irrumpiera en nuestras vidas— muchos usuarios seguían enviando SMS. Tania era una de ellas. Estaba atacada enviándole un mensaje a su amiga Vanessa. El teléfono era nuevo y le costaba manejarlo. Tecleaba los iconos de su Galaxy-S con tanta torpeza que se enfadaba consigo misma—:

 

–¡Maldita sea! Será una pasada de teléfono, pero como no aprenda a usarlo pronto me va a dar un síncope –gritaba por el pasillo de casa—. Con sólo rozarlo salta de una a otra letra como si fuera un muelle. Me ha costado más enviar el puñetero mensaje que hacer unas lentejas. O soy muy lerda o no sirvo para esto de la tecnología.

 

Lo acababa de dejar en la mesita del comedor cuando entró una llamada y prosiguió con su soliloquio matutino—:

 

–¡Jo! No gano para sustos con el Galaxy de las narices. ¿A ver quién es? ¡Qué bien! Es mi amiguita.

 

Se apresura a contestar—:

 

–¿Cómo andas, querida?

 

–Bien, bien… Poniendo en funcionamiento a las dependientas novatas. Mi jefe solo quiere jovencitas. ¡Será mamón! ¡Ah! Y quéjate, parece que me perdone la vida. Total. ¿Qué pasa? Tengo cuarenta y tres años y llevo la talla 36. Los modelitos de la boutique me quedan genial, amén de dejarme medio sueldo en tratamientos faciales e ir al gimnasio. ¡Ya quisieran muchas tennager!

 

–Tienes razón Vanessa, pero la vida es así de cruel y los hombres así de machistas. Muchas veces alentados por algunas mujeres…, no lo olvides. Tienes más de veinte y ya eres madurita… Más de treinta y eres una abuelita… Más de cuarenta… Y te tiran, ipso facto, al contenedor de desperdicios. A partir de los 50 ya no existes. Son tópicos que, a veces, nosotras mismas fomentamos. Mi vecinilla, una pocholada de veinteañera, no puede ni verme porque llevo ropa juvenil como tú. A ella le gustaría que me vistiera marujil. Sin insultar, que hay “Marus” encantadoras. Me refiero a esas mujeres –de la edad que sea— que piensan como la Santa Inquisición, cotillean a todas horas y se visten de señoras cuando todavía son unas crías. En fin, cada cual que haga lo que le venga en gana con su vida que no con la de otros.

 

–Aquí hay mucha tela… ya lo comentaremos con tranquilidad. Te llamaba por lo del cine. Quería decirte que el sábado libro y me apetece muchísimo ir. Viggo Mortensen me chifla y la peli pinta bien.

 

–¡Genial! Te parece que quedamos sobre las cinco y media… Nos tomamos un piscolabis y después vamos a los cines Lys.

 

–¡Estupendo!

 

–Espera Merche, Quería decirte otra cosa…

 

–¿Tú dirás?

 

–Me has enviado un SMS ¿no?

 

–Calla, calla… ¡estoy harta del telefonito!

 

–¡BUAHHH!!!!! Si es una pasada. A eso voy.

 

–¿Qué quieres que me meta en internet y etcétera…?

 

–Quiero que te descargues una App que se llama WhatsApp.

 

–¿Guap qué?

 

–Ja, ja, ja… Apunta

 

Vanessa le deletrea el nombre y Tania se lo escribe en un papel y le pregunta a su amiga—:

 

–¿Y para qué sirve?

 

–Es un chat gratuito que funciona entre las distintas compañías telefónicas: te ahorras un montón de euros y puedes hablar con todos los colegas del mundo.

 

–¿Quieres decir que en vez SMS te envío un WhatsApp y no me cobran?

 

–Exacto.

 

–¡Me apunto!

 

Vanessa le da las instrucciones para que se descargue la App y, en unos días, la instruye en cómo utilizarlo. Y, de esta manera tan ingenua, WhatsApp entra en la vida de Tania.

 


Una semana más tarde, maneja su Galaxy como si fuera una Lolita post moderna. Ciertamente, se engancha de tal manera que no deja el móvil ni para ir al WC. Las redes sociales le pirran y los grupos de WhatsApp, más.

 

Un sábado su marido estalla.

 

–¡Cariño la comida está en la mesa! –le dice Tania a su esposo.

 

–Ya voy Tania que estoy terminando unas facturas del trabajo.

 

–¡Ja! Que te conozco muy bien, pájaro. Seguro que estás metido en alguna página para adultos.

 

–Me has pillado. Estoy preparando una peliculita, de esas que tanto nos gustan, para después de comer.

 

–¡Uf! Vale, pero no tardes…

 

Poco después, el marido entra en el comedor con una sonrisa de oreja a oreja, frotándose las manos. Le da un beso pringoso en la mejilla y se sienta en la mesa. En mitad de la comida suena la campanita de WhatsApp. Tania asalta su Galaxy como si fuera algo de vida o muerte y comienza a reír, tecleando.

 

–Es Vanessa –le dice a su marido y, prosigue—: Mira que emojis me envía para decirme que está harta de su jefe. Esto del WhatsApp es un magnífico invento. ¡Oye! Ni un euro.

 

–Sí cariño, tienes la razón, pero como te pongas a guasapear, se te enfría la comida –contesta el hombre.

 

Con la rapidez de una gacela, Merche, responde a su amiga. De inmediato, recibe la contestación y ríe que te ríe a contestar. Así, un sinfín de veces, mientras termina de comer y recoge la vajilla.

 

Su marido pasa al dormitorio y la reclama. Está en ropa interior: recostado de medio lado como la mismísima Maja Desnuda de Goya. Es atractivo y se mantiene en plena forma; sin lugar a dudas es un apetecible bocado para cualquier mujer.

 

Tania entra en la habitación sonriendo –Samsung en mano— Al verlo, se relame los labios, se arrodilla sobre la cama caminando siseaste a cuatro patas como una verdadera tigresa. Pasa sus dedos –con uñas de porcelana y manos cuidadas— por el torso desnudo de su amante.

 

–Eres tan atractivo como el primer día, Alex –su voz es susurrante como la de un felino— Yo tampoco estoy mal ¿verdad, cariño?

 

–Déjame que lo compruebe –le dice el marido mientras le desabrocha la blusa de gasa— ¡Guauuu!!!  –maúlla como un gato al ver el abdomen de su esposa a la que piropea—: Veo que haces bien los deberes. Creo que no hace falta que pongamos ninguna peli…

 

Se enrollan como dos amantes entregados a la pasión. Y, de repente, suena el WhatsApp. Tania le pega un empujoncito y lo separa con gracia. Lee el mensaje, ríe a carcajada limpia y teclea, como una posesa, una y otra vez con los tintineos de la App de por medio, ante la cara atónita de su esposo…

 

En un intento desesperado, Alex enchufa el televisor y la pantalla se inunda de respiraciones silbantes.

 

–Así cariño así… ¡Qué bien lo haces! ¡Ayyy! ¡Qué gusto! –jadean en plena faena el dueto porno.

 

Tania mira de reojo y deja el Samsung. Runrunea cual leona en celo. El hombre se vuelve a animar. Se desnudan y comienzan a imitar la escena del televisor. De improviso, suena la campanita del móvil y se aparta de su partenaire con mimo.

 

–Alex, espera un poquito, solo un poquito que Vanessa me estaba contando un cotilleo muy divertido de su jefe.

 

–Pero mujer, que uno está como está –insinúa el amante despechado con cara de póker y señalando su glande erecto como un mástil de bandera.

 

–Amor ¡está fenomenal! Seguro que aguanta un ratito…

 

–Un ratito…

 

–Sí hombre, un ratito. Entretente con la peli.

 

–Cualquiera diría que prefieres las teclas del Galaxy a las mías.

 

–¡Qué gracioso eres! Tendré que estudiarlo.

 

–O lo dejas o te vas a enterar…

 

–Pero... ¿qué dices? Al final va a resultar que Vanessa tiene razón y eres un puto celoso. ¡Qué no te pongo los cuernos! Me lo regalaste tú para que me entretuviera. ¿O no?

 

–Sí, churri… ¡Para que te entretuvieras cuando estuvieras aburrida ¡

 

–¡Pues eso hago!

 

–¿Y yo qué?

 

–Tú con una peli que yo guasapeo. Je, je, je…

 

Vanessa ha descubierto que guasapear es más divertido que otras labores maritales y se pregunta si el tipo que lo inventó en vez de WhatsApp tenía que haberlo llamado “guasa”. Porque –al fin y al cabo— eso hacemos: cotillear y guasearnos los unos de los otros. En plena era tecnológica, nos hemos convertido en unos correveidiles informatizados.

 

 

Ann@ Genovés

18/05/2012

Remasterizado el veintisiete de enero de 2021

 

 

NOTA*

Hice un experimento con un relato malo, escrito en 2012. Lo he customizado y este es el resultado: otro relato malo, pero, mejor escrito que el anterior. Siempre no salen las cosas como una desea.

 

Buen finde, chic@s 😉

 

 

 

 


 



Los chicos de mascarilla y mirada gacha

 

Esta mañana al subir la persiana he visto a dos chicos cruzarse por la acera de enfrente; nada tendría de singular si no fuera porque ambos llevaban una lata de cerveza en la mano. Eran las 9:00.


Me ha dado por reflexionar, para variar. Anoche me enviaron un vídeo que hablaba de unos telares valencianos con una caída de producción del 94% y de las inexistentes Fallas. También mostraba curvas sobre esa economía que se esfuma a pasos agigantados por el WC y los muchos negocios que se han ido al carajo con la consecuente destrucción de empleo. Pensé en la hostelería, en los comercios –de todo tipo: confecciones, deporte, automóviles, inmobiliaria…— cualquier PYME entra en este saco lleno de agujeros que no pueden remendar ni las mejores modistas del mundo.


Vivimos una hecatombe en la que la producción está a punto de tocar fondo y da igual que hablemos de Nemos que de Moby Dicks. No se salva nadie. Motivo por el cual y, muy a mi pesar, le contesté a la colega del envío que no estábamos ni para Fallas ni para Carnavales venecianos ni para toros embolados de esos pueblos chiquitos en el que, estas fiestas ancestrales y para mí desagradables, son tan importantes como para nosotros La Cremá de los monumentos falleros.


No, no y no. No estamos para ninguna fiesta o para alguna... con muchas, muchísimas precauciones. Solo podemos y debemos preocuparnos por mantener la calma, seguir las recomendaciones sanitarias a rajatabla –nos gusten o no, se contradigan por la nueva cepa o por los mercados pulsátiles de las farmacéuticas que se han vuelto más avariciosas y desagradables que El Avaro de Molière— y, quien sea religioso, que rece a ver si los dioses nos devuelven un poquito de por favor a esta castigada sociedad que se derrumba como un castillo de naipes.


Me pregunto mirando la litografía de Tolouse Lautrec que tengo enfrente –como si la dama del Moulin Rouge fuera a contestarme— ¿de qué serviría que la economía estuviera menos castigada si entramos en una fase de empeoramiento pandémico en el que los contagios, los enfermos que necesitan hospitalización o UCI o, por desgracia, los decesos, suben? ¿Y si el personal sanitario cae y no puede atender a los que estén mal? ¿De qué serviría en esos casos, o en situaciones similares, que volvieran los festejos del mundo y, de paso, la juerga –que a todos nos agrada—? ¿Quién los disfrutaría? ¿Quién se lo pasaría en grande? Tal vez, pudiera hacerlo una población inmunizada. Pero... ¿Cuándo llegaremos a ese escenario que puede devolvernos parte de la libertad y de las ganas de vivir sin prohibiciones tan horrorosas como necesarias? Es algo que todavía está por ver. Cada virólogo, biólogo, inmunólogo… y etcétera. Expone sus pareceres, incluido matemáticos y estadistas. Muchos se atreven a vaticinar como Nostradamus. Y, a veces, aciertan. Sin embargo, no deja de ser pura especulación, acertada o no.


Aunque, fijaros, siempre existen ingenios lo suficientemente divertidos y seguros como para un dance acompañado incluso en pandemia. Los rockeros del grupo estadounidense Flaming Lips han dado un concierto con público, sumergidos –tanto músicos como espectadores, práctica que ya habían escenificado con anterioridad— en burbujas inflables individuales. O sea, hay que montárselo de alguna forma para seguir adelante; lo dije hace muchos meses, que nos calcen EPIS individuales a todos y solucionado. Es una broma que puede convertirse en realidad. Desde luego, hay que cambiar costumbres e incluso tradiciones.




Todo está en el aire que respiramos, hasta el puto coronavirus con todas sus mutaciones. El bicho que quiere aniquilar la Humanidad. Muchos me llamareis tremendista, pesada, catastrofista… ¿Y qué? A quien no le agrade mi prosa, que no la lea. Soy de las que deseo lo mejor y estoy preparada para lo peor. La vida NUNCA fue el cuento de Princesas de Disney. Por lo general, es un ring. Con el agravante actual, los monstruos de la novela El que susurra en la oscuridad de Lovecraft, son lo más parecido. Tenemos que andar con mucho ojo porque son despiadados. 


Los jóvenes que se cruzaron esta mañana en la acera de enfrente, eran los chicos del segundo piso –uno vive en la puerta tres y el otro en la cuatro—; crecieron juntos, jugaban, reían… eran buenos amigos y hasta compartieron la primera novia como si fueran gemelos que juguetean con fuego. Uno trabajaba en una multinacional y el otro tenía una Pyme. Actualmente, ambos están desempleados y lucen con mascarilla y mirada gacha. Tan gacha que ni se han visto.

 

@Anna Genovés

Martes veintiséis de enero de 2021


#economia #actualidad #opinion #panorama #pandemia #mascarillas #distanciasocial #coronavirus #covid19 #tristeza #verdad #ingenio #tradiciones #costumbres 


 

JL Moreno Ruíz: un irreverente de gran corazón 


Cuando me abrí camino por la blogosfera –allá por el lejano 2010— conocí a personas muy diferentes.


Me llamaron la atención muchas... Demasiadas. Pese a ser talludita y escribir, en aquella primera etapa, realismo sucio, se me hacía una montaña leer ciertas cosas...

 

Pero, era entonces o nunca. Pillé un blog de un tal JL Moreno-Ruíz en el que aprendí a defenderme –a capa y espada— de envites de esas gentes descaradas y muy, muy cultivadas que hablaban de fábulas incomprensibles que me hacían investigar y aprender historias desconcertantes; hasta descubrí que tenía un punto Retana que se difuminó cuando el jefe cerró el Blog.


El jefe era ese tal JL Moreno-Ruíz del que he hablado y su blog se llamaba ‘Contradiarios’. Hace unas horas, he descubierto que se ha marchado. 


Pocas personas me han dado la mano con la palma abierta y me han tomado en serio. Sin embargo, JL, que escribía un rato bien, aunque no fuera del agrado de la mayoría por su pluma satírica, criticona y desvergonzada, siempre me guiñaba un ojo y me decía: "Tú, escribe". 


Descubrí que, bajo esa apariencia de macho irreverente, existía un hombre generoso y de gran corazón que se brindó, entre otras cosas, a escribir el prólogo de la primera novela que publiqué en Amazon sin pedir nada a cambio. Algo que no olvidaré y que guardaré en la memoria como un pedacito de existencia que mereció la pena vivir. Hoy, al revisarla, he visto que estaba dedicada a mi compañero y a JL. Y me alegro. 





Blogger desde 2007, JL, fue un dramaturgo que inventaba personajes y los dejaba bailar a sus anchas por el ciberespacio; él se replicaba y hasta podía descojonarse de sus propias chorradas o aplaudirlas, según le daba. Y, es que, lo hacía con tal gracejo que, sus lectores –amigos, enemigos, fans, colegas, haters… lo que fuera— nos descojonábamos y entrábamos en su juego más a gusto que si estuviéramos en una bacanal prolífera. Ciertamente, le sobraba ingenio y gallardía.


Su vida da para varias enciclopedias, aunque nunca sabré si todo lo que decía era cierto. He ahí el galimatías que se ha llevado a ese lugar que todos visitaremos algún día.


Y, ahora, JL, con tu permiso, me voy a tomar un Bourbon a tu salud. ¡Ah! Recuerda que, el libro que te prometí queda a buen recaudo, en la estantería de casa. 





 @Anna Genovés

Veintiuno de enero de 2021


José Luis Moreno-Ruíz nació en Santander en 1953 y voló hacia una galaxia perversamente divertida el 21 de enero de 2021



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Recuerdos y menciones a JL

De la Modernosa Movida y otras cavernas - blog Caminando por la Luna. 30 oct 2016  


José Luis Moreno-Ruiz habla de NWTY - En librillo Ramón Buenaventura


Rosa de Sanatorio - Mon Magán


Intraliminal. Ejercicios exudatorios para virofóbicas - José Luis Moreno-Ruiz, 1994


Jose Luis Moreno-Ruiz - Discogs


Blog de JL Moreno-Ruiz  2018-19


José Luis Moreno Ruiz cierra su blog – Asperezas, 20 de abril de 2010


Historias Muy Pequeñas III - Al Este de la Luna, 3 de febrero de 2015


Fantasía cuenta El sombrero loco - El Flautista en el Umbral del Alba  


Reina de los monos – José Luis Moreno-Ruíz, Estrella Digital


 

 

 





Adiós a Josep Berna: el hombre de la eterna sonrisa. El mago del Pulp

 


Josep nos ha dejado, pero siempre estará con nosotros. Su pluma ágil y sus casi quinientas obras, lo mantendrán a nuestro lado eternamente. 

 

Pero, no es momento de alabar su obra, que todos conocemos por formar parte de nuestras vidas, sino de hablar de ese hombre amable, cariñoso y generoso, que nunca perdió su ingenuidad. Su rostro sencillo poseía una áurea angélica y una sonrisa afable que enamoraba.

 

Tuve la suerte de conocerlo el verano del 18 y desde entonces, guardo un cachito de ese niño grande en mi memoria. Había leído sus novelitas de joven, y, recuerdo, que siempre me hacían pasar un buen rato y, además, siempre me hacían reír.

 

Fue un hombre sencillo que vivió la mayor parte de su vida, anclado a una silla de ruedas y no por ello perdió las ganas de vivir.

 

Jose Luis tenía su propio mundo. Un universo de fantasía que compartió a lo largo de muchos años y que lo mantuvo al margen de esa enfermedad medular degenerativa que se lo ha llevado. No obstante, estoy segura que aún le quedaba muchas historias que contar. Tal vez, el regalo que le dio su esposa –Guadalupe Vila—, el pequeño José Luis –Belvi como lo llaman cariñosamente— siga sus pasos.

 

¿Quién sabe si desde unos de sus muchos universos paralelos le enviará sus ideas? ¿Quién sabe si, un día de estos, aparece, de repente, en una de las naves espaciales en las que viajábamos a través de sus cuentos? ¿Quién sabe si su eterna sonrisa nos mirará desde ese lugar celeste al que partió? No puedo despedirme formalmente, solo puedo hacerlo con una pizca de ese gracejo que aprendí de ti. 

 

Gracias por haber existido. Tal vez, ahora, ahora que has partido, algún honorable conciudadano, te dedique ese merecido reconocimiento que nunca se te dio. Tal vez, ahora, se dignen a magnificar tu pérdida. Pero sé, que, en el fondo, te da lo mismo. Siempre fuiste desprendido porque estabas hecho de amor. Ese fue tu don. 

 

Duerme amigo, te has marchado como viniste, con la paz dibujada en el rostro. Te has ido feliz. 

 

 




Joseph nació en Játiva el dieciséis de mayo de 1946 y, hoy, dieciséis de enero de 2021 a las 9:15 de la mañana, sus ojos, azules como el Mediterráneo que le vio nacer, se cerraron por tiempo indefinido.

 

@Anna Genovés

Dieciséis de enero de 2021


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Conocer a Joseph Berna



Joseph Berna, adalid de la ciencia ficción humorística  por José Carlos Canalda


El mítico Joseph Berna es el setabense José Luis Bernabeu y de 1973 a 1996 publicó en Bruguera y en su sucesora Ediciones B un total de 382 libros de bolsillo de ciencia ficción, del oeste, de terror y policiacos


Todo el mundo odia a Joseph Berna (menos yo)  por Llosef Maelström


Joseph Berna  por Alohacriticon


Un respeto por Joseph Berna por Bolsilibrosmemoria


Joseph Berna: El Pulp por excelencia por Anna Genovés





 




2020. La realidad de la realidad


Después de este año tan horrible he querido lanzar la recopilación de las entradas que había publicado en el blog a lo largo de los meses –y que, ahora, he eliminado— de manera gratuita. Pero, solo puedo hacerlo durante 5 días. Es un libro breve, pero intenso, escrito con el corazón.


 

Entonces… 2020. La realidad de la realidad ¡GRATIS DESDE MAÑANA jueves 31 de diciembre de 2020 hasta el lunes 4 de enero de 2021! 


Aunque se augure un 2021… digamos… especial, ojalá sea menos malo que 2020. Salud para todos.


 

Sinopsis


Recopilación del diario escrito durante la cuarentena como medio de solidaridad y autoayuda para poder soportar la vida en una sociedad inmersa en la primera pandemia del siglo XXI. Es necesario aprender de los errores y no olvidar.


Igualmente, el volumen, recoge situaciones vividas, datos y poemas dolientes surgidos a lo largo del año; todo ello envuelto de una aureola literaria y en memoria de las víctimas de la covid19.

 


No hay mayor agonía

que llevar una historia

no contada dentro de ti


-Maya Angelou








 Enlace formato Kindle 2020. La realidad de la realidad




Detalles del Kindle

ASIN: B08RL54QB4

Idioma: español

Tamaño del archivo: 17528 KB

Uso simultáneo de dispositivos: Sin límite

Texto a voz: Activado

Lector de pantalla: Compatibles

Tipografía mejorada: Activado

Longitud de impresión: 118 páginas

PVP: 1.80€







Enlace formato papel 2020. La realidad de la realidad



Detalles del libro

ASIN: B08RH7MM3D

Editorial: Independently published (29 diciembre 2020)

Idioma: español

Tapa blanda: 184 páginas

ISBN-13: 979-8587336513

Peso del producto: 272 g

Dimensiones: 13.34 x 1.07 x 20.32 cm

PVP: 6€



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