Vinted: una adicción sana
En 2017 escribí un artículo sobre la empresa de compraventa de ropa de segunda mano online más fructífera del momento en territorio español… Chicfy: la startup de moda. No hacía falta más, pues todos sabíamos de qué se trataba.
El anuncio simpático y de
música pegadiza que lanzó la empresa, inundaba a diario los televisores de
nuestros hogares. En sus momentos álgido facturara más que el Avecrem de
antaño. Muchas personas que, habitualmente, dejábamos la ropa que ya no
usábamos en los contenedores de Cáritas, en ONG o en las iglesias, cambiamos de
hábitos y nos subimos al tren del comercio online. En parte, desmotivados al
descubrir que las prendas que donábamos, iban a parar a mercadillos de segunda o
a redes oscuras que se beneficiaban de nuestro buen hacer en vez de llegar
a esas personas desprotegidas a las que nosotros pretendíamos ayudar.
Llegó un momento en el que
proliferó tanto este tipo de redes –porque, de eso se trata, de redes
sociales— que, el pez grande se comió al chico. Chicfy cerró sus puertas
virtuales sin avisar. Pestañeó una vez y dijo adiós dando la oportunidad de
pasar el perfil de las usuarias a la nueva startup que se comía Europa, llamada
Vinted.
En un principio, me produjo
mal sabor de boca pues, realmente, me sentía muy cómoda en Chicfy: puro
entretenimiento. Nunca ganaba dinero, más bien se trataba de un intercambio
o una donación a través de Correos con el plus que te brindaba la oportunidad
de hacer sonreír por unos instantes a la persona que recibía el envío. Ya
que, además de haberlo adquirido a precio de súper ganga, estaba mejor empacado
que los virtuosos paquetes de Zara.
Empero, los tiempos, cambian.
¡Y tanto!
La pandemia, nos ha dejado del
revés, y, además de las pérdidas y los daños emocionales que todos sufrimos, ha
traído consigo la destrucción de muchos empleos y, por contra, la propagación de
otros. Así pues, como dijo Darwin: “Las especies que sobreviven no son las
más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se
adaptan mejor al cambio”. Y, nos guste o no, nos han cambiado sin previo aviso.
A la fuerza y con el yunque y el martillo de la despiadada fragua de Vulcano.
Entre las empresas que han
sobrevivido a la hecatombe sanitaria y económica que ha segado la vida de
millones de personas, ha enfermado a muchas más y, ya veremos cómo acaba… están
aquellas que cambiaron o abrieron un apartado en el que se podía acceder a sus
productos de manera online. Dentro de las mismas, aunque hayan pasado por
momentos amargos, las grandes privilegiadas son las que llevaban tiempo en el
mundo Matrix. Por ejemplo, el gigante Amazon o, por qué no, la plataforma
Vinted, que, entre otras cosas, ofrece el trueque de ropa y diferentes
artículos hogareños en todo el territorio europeo.
Fiel heredera de la mítica
Chicfy, Vinted ha recogido lo mejor de aquel startup que brillo durante una
década por los lindes españoles, añadiéndole ingredientes tan sugestivos
como es el mercado europeo. Los productos se pueden comercializar dentro o
fuera del país en el que viva el vendedor. Wikipedia nos aclara el porqué de
esta idea tan bien formada y, de paso, nos cuenta cómo empezó esta empresa de
origen lituano.
En realidad, el asunto es
sencillo, porque puedes trabajar a partir del PC, portátil o app móvil.
Solo tienes que ingresar tus datos –incluida cuenta bancaria— y fotografiar lo
que quieres vender con un breve resumen de sus detalles, amén de ojear aquello que
necesitas y en Vinted seguro que encuentras a bajo coste.
Como me desagradan las
comparativas, solo voy a resaltar algunas de las atractivas cualidades de
la plataforma y alguno que otro punto débil:
1.
Posee un catecismo exento de lo que puedes o
no vender muy detallado. Aquí he encontrado algunos puntos flacos. Por
ejemplo, no se pueden vender chaquetas u otra prenda de pelaje natural y, sin
embargo, sí puedes vender artículos o accesorios de piel, edredones de oca,
cinturones de cocodrilo… Es una incongruencia absoluta.
2.
Es fascinante la rapidez en la que tu
‘armario’ –así se llaman los espacios virtuales de las ‘vinties’ o
vendedoras— puede descontar ‘x’ euros por un conjunto de piezas adquiridas a la
vez. Existe un botón en la configuración, que, al activarlo, accedes a vender lotes
con descuento. Si vendes 2 artículos, ipso facto, la compradora, por defecto; luego
puedes personalizarlo, tendrá un descuento del 25%. Si quiere 3, al pagar
–insuperable las formas de pago y, por supuesto de total confianza—, obtendrá
el 30% y si te hace una compra de 5 artículos, se llevará un botín al 50%.
3.
Los métodos de envío son inigualables,
puedes acceder a diferentes tipos de transportista e incluso personalizar el
envío.
4.
La atractiva publicidad es apabullante. Por
ejemplo, cuando una vintie te da un ‘like’ en una prenda, de inmediato recibes
un mensaje que te lo indica y, de paso, surge un desplegable que te incita a
que le hagas una oferta rebajándole el precio por interno. Al respecto no tenía
muy claro si era bueno utilizar esta herramienta, así que lo he experimentado y
he llegado a la conclusión de que es mejor pasar. Sin embargo, a la inversa,
que también funciona, suele ser una venta segura. Quiero decir, quienes van
a comprar, suelen pedirte una rebaja por interno. Como vendedora puedes o
no aceptarlo e incluso regatear el precio hasta llegar a un acuerdo. ¡Es fabuloso!
Al más puro mercado de las especias de la antigua Ruta de la Seda o de los
actuales zocos del Magreb. Es tan divertido que, mientras estás en la app, olvidas
la realidad…
5.
Sobre los pagos… Bueno, tu envías el paquete
y cuando la compradora lo recibe y da el visto bueno, se ingresa el dinero
o bien en tu cuenta Vinted para gastarlo en otro armario o bien en tu cuenta
bancaria. Nadie te obliga a uno u otro método, es el vendedor quien lo elige e
incluso puede tener otros métodos que le convengan más. He visto armarios que
aceptan Paypal, por ejemplo.
6.
Los trueques son otra forma de compraventa.
Si te gustan algunos productos de otros armarios y los propietarios están
interesados en los tuyos, se habla por interno y se pasa a un intercambio de especias.
7.
Si quieres encontrar verdaderos chollos,
es interesante realizar una búsqueda por marcas. Existen numerosos filtros:
activas el que te interesa e igual encuentras verdaderas gangas de firmas con pedigrí
en muy buen estado.
8.
En los armarios, como en otras redes, se
puede reseñar la experiencia que has tenido al comprar algo. Del mismo
modo, puedes hacerte seguidor.
9. Algo que me desagrada son ciertas vinties que
se dedican a vigilar las prendas nuevas que se publican… porque, si creen
que incumplen alguna de las reglas… pues… imaginaros… La prenda llega a oídos
de atención al público de Vinted –por cierto, bastante mediocre, pues los
trabajadores solo saben el abecedario y si les comentas sobre algún carácter cirílico
no saben responder— y te quitan ese artículo que subiste, cuanto no te cierran
el armario por un tiempo y sin aviso. Y, lo que puede indignarte, es que otro guardarropa
tenga cositas parecidas y nadie les diga nada… ¿Armarios VIP? ¿Enchufismo? Puede
ser.
10. Después de andar varios meses en la plataforma, opino que tener un armario en Vinted es un mero entretenimiento con el que puedes reciclar las prendas que no usas, pero no esperes ganar dinero -por lo menos en mi caso-. He comprendido que el truco está en poner algo y que se lo lleven... porque cuando recibes el pago crees que has ganado un dinero extra y no es cierto: son euros completamente virtuales, pues recuperas parte de aquello que pagaste en su día. No obstante, la acción de percibir euros, te engancha e incluso llegas a comprar cosillas para subirlas con etiquetas y que entren en la sección: 'Nuevo con etiquetas'. Pero, ¿de verdad ganas dinero? No. Para que algo salga de tu armario debes tener los precios -por lo general- muy, muy bajos. Y, después, entra tu propia ética. A mí, por ejemplo, me es imposible hacer un paquete cutre. Hacerlo con amor y con ganas de hacer felices a quienes lo reciben -por lo menos por unos segundos-, tiene un costo adicional que nunca percibirás.
11. Po otro lado, hay vinties que te piden más imágenes, verlo puesto o mil historias... -con el tiempo que esto supone-. E incluso te hacen lotes que van a llevarse o te lanzan una oferta porque les interesa este o aquello, y, después, te dejan empantanada y ni tan siquiera te contestan cuando les preguntas amablemente qué han decidido. No obstante, las buenas compradoras, si tienen la suerte de ver varias cosas en un armario, pueden recoger prendas a bajo costo, y, en perfectas condiciones, gracias a los descuentos de comprar un lote.
12. Tampoco tengo claro que invertir algunos euros en la promoción de tu armario o de un artículo determinado, sea algo que de verdad favorezca las ventas. Opino, que sirve de bien poco e incluso dudo de su veracidad, por mucho que tengas un desplegable que te indique un número de visitas bastante superior a las habituales..
12. Lo verdaderamente importante, es que Vinted
fomenta el reciclaje y esto es algo muy loable y beneficioso para el planeta
y sus habitantes. Así como para las generaciones venideras. Por otro lado, si estás en el mercado laboral, te ayuda a desconectar y si no lo estás, a sentirte un poco útil. O sea... Sigamos con el juego: es necesario.
Al comenzar la pandemia cerré mi escaparate, pero,
lo he vuelto a abrir –Theflappergirl. Creo que solo se puede entrar si estás
registrado, lo cual es bien fácil y no te obliga a nada—, y, reconozco que me
da muchos alicientes. He recuperado a varias amigas; entre nosotras hablamos
por interno e intercambiamos trucos para darle alas a nuestros artículos. Por
otro lado, puedes conocer a personas de distintas comunidades y distintos
países. Me encanta conocer gente nueva, virtualmente hablando, claro. Pero, si
lo pensamos bien, inmersos en la era de la tecnología y con todos los bichejos del
mundo caminando a sus anchas por calles y plazas… ¡ya os
digo! O nos subimos al carro o nos aislamos por completo.
Por otro lado, en Vinted,
puedes obtener un retrato fidedigno de la sociedad actual. O sea, que os recomiendo
haceros un hueco en esta red para desquitaros de los sinsabores de la vida;
sale más económico que una visita al psicólogo y, de paso, las prendas que no
utilizamos circulan a otras manos. Aunque económicamente nuestras arcas no se
llenen, ganamos psicológicamente y recuperamos algún que otro euro para reutilizarlo
en lo que nos interese.
Una válvula de escape. Un
entretenimiento de lo más agradecido si le pones un poquito de corazón
porque las ganas llegan solas cuando recibes un pedido y, al final, tu armario
se convierte en la sala de juego que te pide más y siempre sacas algo olvidado
que subes a tu armario para que otra persona la recoja. Nos hacemos vinteros.
¿Y qué? Algún vicio hay que tener.
¿Qué por qué Vinted es una
adición sana? Entretiene, recicla, equilibra, conoces a personas guais.
¿Qué mas queremos? Pues… ¡Hala! Todos a Vinted aunque le falte lo 'chic' de Chicfy.
© Anna Genovés
Domingo cuatro de abril de
2021
#vinted #compraventa #online #ropa #fashionmoda #theflappergirl #annanoves #actualidad
Vinted: una adicción sana
La maleta
¡Qué
guasa con WhatsApp!
A mediados de 2010 –aproximadamente un
año después de que WhatsApp irrumpiera en nuestras vidas— muchos usuarios
seguían enviando SMS. Tania era una de ellas. Estaba atacada enviándole un
mensaje a su amiga Vanessa. El teléfono era nuevo y le costaba manejarlo. Tecleaba
los iconos de su Galaxy-S con tanta torpeza que se enfadaba consigo misma—:
–¡Maldita sea! Será una pasada de
teléfono, pero como no aprenda a usarlo pronto me va a dar un síncope –gritaba
por el pasillo de casa—. Con sólo rozarlo salta de una a otra letra como si
fuera un muelle. Me ha costado más enviar el puñetero mensaje que hacer unas
lentejas. O soy muy lerda o no sirvo para esto de la tecnología.
Lo acababa de dejar en la mesita del
comedor cuando entró una llamada y prosiguió con su soliloquio matutino—:
–¡Jo! No gano para sustos con el
Galaxy de las narices. ¿A ver quién es? ¡Qué bien! Es mi amiguita.
Se apresura a contestar—:
–¿Cómo andas, querida?
–Bien, bien… Poniendo en
funcionamiento a las dependientas novatas. Mi jefe solo quiere jovencitas.
¡Será mamón! ¡Ah! Y quéjate, parece que me perdone la vida. Total. ¿Qué pasa?
Tengo cuarenta y tres años y llevo la talla 36. Los modelitos de la boutique me
quedan genial, amén de dejarme medio sueldo en tratamientos faciales e ir al
gimnasio. ¡Ya quisieran muchas tennager!
–Tienes razón Vanessa, pero la vida es
así de cruel y los hombres así de machistas. Muchas veces alentados por algunas
mujeres…, no lo olvides. Tienes más de veinte y ya eres madurita… Más de
treinta y eres una abuelita… Más de cuarenta… Y te tiran, ipso facto, al
contenedor de desperdicios. A partir de los 50 ya no existes. Son tópicos que,
a veces, nosotras mismas fomentamos. Mi vecinilla, una pocholada de
veinteañera, no puede ni verme porque llevo ropa juvenil como tú. A ella le
gustaría que me vistiera marujil. Sin insultar, que hay “Marus” encantadoras.
Me refiero a esas mujeres –de la edad que sea— que piensan como la Santa
Inquisición, cotillean a todas horas y se visten de señoras cuando todavía son
unas crías. En fin, cada cual que haga lo que le venga en gana con su vida que
no con la de otros.
–Aquí hay mucha tela… ya lo
comentaremos con tranquilidad. Te llamaba por lo del cine. Quería decirte que
el sábado libro y me apetece muchísimo ir. Viggo Mortensen me chifla y la peli
pinta bien.
–¡Genial! Te parece que quedamos sobre
las cinco y media… Nos tomamos un piscolabis y después vamos a los cines Lys.
–¡Estupendo!
–Espera Merche, Quería decirte otra
cosa…
–¿Tú dirás?
–Me has enviado un SMS ¿no?
–Calla, calla… ¡estoy harta del
telefonito!
–¡BUAHHH!!!!! Si es una pasada. A eso
voy.
–¿Qué quieres que me meta en internet
y etcétera…?
–Quiero que te descargues una App que
se llama WhatsApp.
–¿Guap qué?
–Ja, ja, ja… Apunta
Vanessa le deletrea el nombre y Tania se
lo escribe en un papel y le pregunta a su amiga—:
–¿Y para qué sirve?
–Es un chat gratuito que funciona
entre las distintas compañías telefónicas: te ahorras un montón de euros y
puedes hablar con todos los colegas del mundo.
–¿Quieres decir que en vez SMS te
envío un WhatsApp y no me cobran?
–Exacto.
–¡Me apunto!
Vanessa le da las instrucciones para
que se descargue la App y, en unos días, la instruye en cómo utilizarlo. Y, de
esta manera tan ingenua, WhatsApp entra en la vida de Tania.
Una semana más tarde, maneja su Galaxy
como si fuera una Lolita post moderna. Ciertamente, se engancha de tal manera
que no deja el móvil ni para ir al WC. Las redes sociales le pirran y los
grupos de WhatsApp, más.
Un sábado su marido estalla.
–¡Cariño la comida está en la mesa!
–le dice Tania a su esposo.
–Ya voy Tania que estoy terminando
unas facturas del trabajo.
–¡Ja! Que te conozco muy bien, pájaro.
Seguro que estás metido en alguna página para adultos.
–Me has pillado. Estoy preparando una
peliculita, de esas que tanto nos gustan, para después de comer.
–¡Uf! Vale, pero no tardes…
Poco después, el marido entra en el
comedor con una sonrisa de oreja a oreja, frotándose las manos. Le da un beso
pringoso en la mejilla y se sienta en la mesa. En mitad de la comida suena la
campanita de WhatsApp. Tania asalta su Galaxy como si fuera algo de vida o
muerte y comienza a reír, tecleando.
–Es Vanessa –le dice a su marido y,
prosigue—: Mira que emojis me envía para decirme que está harta de su jefe.
Esto del WhatsApp es un magnífico invento. ¡Oye! Ni un euro.
–Sí cariño, tienes la razón, pero como
te pongas a guasapear, se te enfría la comida –contesta el hombre.
Con la rapidez de una gacela, Merche,
responde a su amiga. De inmediato, recibe la contestación y ríe que te ríe a
contestar. Así, un sinfín de veces, mientras termina de comer y recoge la
vajilla.
Su marido pasa al dormitorio y la
reclama. Está en ropa interior: recostado de medio lado como la mismísima Maja
Desnuda de Goya. Es atractivo y se mantiene en plena forma; sin lugar a
dudas es un apetecible bocado para cualquier mujer.
Tania entra en la habitación sonriendo
–Samsung en mano— Al verlo, se relame los labios, se arrodilla sobre la cama
caminando siseaste a cuatro patas como una verdadera tigresa. Pasa sus dedos
–con uñas de porcelana y manos cuidadas— por el torso desnudo de su amante.
–Eres tan atractivo como el primer
día, Alex –su voz es susurrante como la de un felino— Yo tampoco estoy mal
¿verdad, cariño?
–Déjame que lo compruebe –le dice el
marido mientras le desabrocha la blusa de gasa— ¡Guauuu!!! –maúlla como un gato al ver el abdomen de su
esposa a la que piropea—: Veo que haces bien los deberes. Creo que no hace
falta que pongamos ninguna peli…
Se enrollan como dos amantes
entregados a la pasión. Y, de repente, suena el WhatsApp. Tania le pega un empujoncito
y lo separa con gracia. Lee el mensaje, ríe a carcajada limpia y teclea, como
una posesa, una y otra vez con los tintineos de la App de por medio, ante la
cara atónita de su esposo…
En un intento desesperado, Alex
enchufa el televisor y la pantalla se inunda de respiraciones silbantes.
–Así cariño así… ¡Qué bien lo haces!
¡Ayyy! ¡Qué gusto! –jadean en plena faena el dueto porno.
Tania mira de reojo y deja el Samsung.
Runrunea cual leona en celo. El hombre se vuelve a animar. Se desnudan y
comienzan a imitar la escena del televisor. De improviso, suena la campanita
del móvil y se aparta de su partenaire con mimo.
–Alex, espera un poquito, solo un
poquito que Vanessa me estaba contando un cotilleo muy divertido de su jefe.
–Pero mujer, que uno está como está
–insinúa el amante despechado con cara de póker y señalando su glande erecto
como un mástil de bandera.
–Amor ¡está fenomenal! Seguro que
aguanta un ratito…
–Un ratito…
–Sí hombre, un ratito. Entretente con
la peli.
–Cualquiera diría que prefieres las
teclas del Galaxy a las mías.
–¡Qué gracioso eres! Tendré que
estudiarlo.
–O lo dejas o te vas a enterar…
–Pero... ¿qué dices? Al final va a
resultar que Vanessa tiene razón y eres un puto celoso. ¡Qué no te pongo los
cuernos! Me lo regalaste tú para que me entretuviera. ¿O no?
–Sí, churri… ¡Para que te
entretuvieras cuando estuvieras aburrida ¡
–¡Pues eso hago!
–¿Y yo qué?
–Tú con una peli que yo guasapeo. Je,
je, je…
Vanessa ha descubierto que guasapear
es más divertido que otras labores maritales y se pregunta si el tipo que lo
inventó en vez de WhatsApp tenía que haberlo llamado “guasa”. Porque –al fin y
al cabo— eso hacemos: cotillear y guasearnos los unos de los otros. En plena era
tecnológica, nos hemos convertido en unos correveidiles informatizados.
Ann@
Genovés
18/05/2012
Remasterizado el veintisiete de enero
de 2021
NOTA*
Hice un experimento con un relato
malo, escrito en 2012. Lo he customizado y este es el resultado: otro relato
malo, pero, mejor escrito que el anterior. Siempre no salen las cosas como una
desea.
Buen finde, chic@s 😉