Promoción Navidad: Descargas eBooks gratuitas



Más de 1.000 personas (chicas y chicos, vosotros, compañeros de fatiga), se han beneficiado de esta promoción navideña de lectura gratuita. ¡GRACIAS A TODOSSS…!!!



Recordar que podéis bajar COMPLETAMENTE GRATIS hasta el domingo:

Tinta amarga
La caja pública | relatos
El Legado de la Rosa Negra
Las cicatrices mudas

Desde cualquier enlace de Amazon. En España desde Amazon.es aquí


¡Felices fiestas! 



Pensé hacer algo especial para esta Navidad... Y, de inmediato, decidí ofreceros las descargas gratuitas de los cuatro libros que tengo publicados en Amazon hasta la fecha –estoy ultimando un poemario que os presentaré para Fin de Año.

Las promociones de libros gratuitos tienen una validez máxima de cinco días. Recordad: desde el miércoles 23 de diciembre al domingo 27 de diciembre, las descargas de los eBooks La caja pública | relatos, El Legado de la Rosa Negra, Tinta amarga y Las cicatrices mudas. SON COMPLETAMENTE GRATIS.

Por si no sabes cuál elegir, os dejo enlaces, sinopsis y primeras páginas de los mismos. Si me pedís ayuda, desde mi humilde punto de vista, las mejor desarrolladas son  El Legado de la Rosa Negra y Las cicatrices mudas. Claro, los géneros son dispares y todos no tenemos los mismos gustos. Pero, ya puestos, bajaros las cuatro y opináis. Os aseguro que enganchan desde el principio: puro divertimento con unas cuantas vueltas de tuerca que os dejarán boquiabiertos.

Si no os apetece leer las sinopsis y etcétera... Podéis ir directos al enlace para descargar las cuatro novelas desde la misma página:

PROMOCIÓN VÁLIDA desde el miércoles 23 de diciembre al domingo 27 de diciembre

Si compartes, mejor. ¡Felices fiestas!

©Anna Genovés







Sinopsis

Recopilación de relatos y microrrelatos escritos desde 2010 a 2014. Algunos, editados en el blog personal de la autora u otras plataformas digitales; otros completamente inéditos. De ahí su nombre: La caja pública | relatos. 

Sin embargo, todos se eliminaron al publicar este libro y, anteriormente, no estaban divulgados tal y como aparecen en esta compilación. El conjunto recoge los siguientes apartados: 1. Relatos actuales 2. Relatos eróticos 3. Relatos fantásticos.

Primeras páginas

ANNA GENOVÉS
La caja pública | relatos

Copyright © 2014 Anna Genovés
Todos los derechos reservados a su autora
Titulo de la edición: La caja pública
Autora: Anna Genovés
Corrección: Jon Alonso
Ilustración: Anna Genovés
Propiedad intelectual:
09/2013/2345
09/2013/2206
09/2004/1196
V ― 488 ― 14
ASIN: B00O9E3ZNM
ISBN-10: 1502468433
ISBN-13: 978-1502468437




A mi hermana Marian, a mi sobrina Irene,
a mi amiga Sofía y a mis modistas preferidas


«El erotismo es una de las bases del
conocimiento de uno mismo,
tan indispensable como la poesía.»

Anaïs Nin


Contenido


1.               Relatos actuales

Anaïs
Doctorcita
El chihuahua y su dueña
El retrato de Pauline
Freak
Ghost friend
Guzmán
Huevos de madera
I love Facebook
La señortia de Ciencias Naturales
Línea amarilla
Ogros
Sr. Pérez Martínez
Te lo prometí mamuchi
Todos los muertos son iguales
Un freak con pedegrí
Voulez-vous m’épouser?
Whisky y celuloide

2.               Relatos eróticos

Ángel o demonio
Arbustos y otras hierbas
Conversaciones de hombres
Elástica
El club del ganchillo
El conductor
El tercer sexo
Juegos ardientes
Kits eróticos
Revelación tántrica
Sexo exprés
Singles
Sueños de poeta
Tatuajes y piercings
Una cocina llamada deseo
Un Noel muy travieso
Vampirella Gay
Wasapéame


3.               Relatos fantásticos

Asylum
Blandiblú grana
Bloody Christmas
El infierno de Precious
Gominolas
Huesitos a tutiplén
La Venus cibernética
Los mininos de angora
My chocolat
Patrick
Peep-toes y dagas
Poison navideño
Segundo plato
Trato sangriento
Un buen filetito



1.               Relatos actuales


Anaïs 21

Anaïs no decaigas
eres el principio y el fin
la vida y la nada

Anaïs es una bloguera con ganas de comerse el mundo. Sin embargo, no sabe para dónde tirar. Escribe de todo. Su imaginación es un totum revolotum: cuentos eróticos, microrrelatos gore, novelas históricas, poemas, relatos góticos… Está hecha un lío.
Tras una noche loca con su novio, inventa un relato apasionado y directo; vamos, que no se muerde la lengua si tiene que explicar cómo hacer una felación, por ejemplo. La aceptación es rotunda: más de 5.000 visitas en un día.
Empero, no todo es satisfacción. Cuelgan vídeos porno en el muro de su facebook, recibe emails obscenos, insultos a tutiplén de anónimos fanáticos y le piden amistad beocios indecentes. Está hastiada de la falsedad del siglo 21. Un día telefonea a una amiga y le cuenta la verbena:
―¡Tía, qué no me dejan en paz. Se creerán que cuento mis affaires o que soy ninfómana. Yo qué sé! ―le dice.
―¡De dónde narices sales, preciosa. Bienvenida al gran teatro las redes sociales! Hay personas elegantes, discretas, agradables y otras con perfiles falsos… ―contesta la amiga.
―¡Menuda mierda! Si fuera un tío, seguro que nadie se metía conmigo. Pero tengo ovarios. No es lo mismo… ―se defiende ella.
―Anaïs el mundo es machista e hipócrita.
―Tienes razón. ¡Juro por Dios qué no volveré a escribir otro relato picante! Es mi suicidio erótico.
―Sólo por fastidiar a esos tíos casposos que piensan con la entrepierna y que cuando nadie los ve se la amasan a tu costa. O a esas urracas del mea culpa que te ponen verde y después utilizan vibradores hasta pulverizarlos. Haría todo lo contrario ―insinúa su confidente.
―¿Estás segura?
―Completamente.
―Pues, ¡qué les den! ―termina por decir Anaïs.
Caprichos del destino: triunfa como el Avecrem.

Doctorcita


Doctorcita esté atenta
no vaya a creer que mi apéndice
es la cabeza

Situación: sala de espera DUE del barrio. Carmen entra a consulta y ve a la simpática María (la ATS de toda la vida) con una chavalita de “veintipocos años”
—Hola Carmen. ¿Qué tal estás? —pregunta la enfermera.
—Bien, bien… Vengo a que me pongas la vacuna de la gripe —contesta Carmen.
—Haces bien. Prevenir siempre que se pueda —dice la DUE.
—Por supuesto —asevera la paciente.
—Mira, esta es mi sobrina. La tengo de prácticas.
María presenta a la muchacha de melena larguísima y ojos azulinos enormes.
—Hola —dice la jovencita con una sonrisa repleta de inocencia.
—Hola guapa… Así que tú serás la nueva banderillera dentro de unos años —dice Carmen por hacerse la simpática.
—No, no —contesta María—. Está estudiando segundo de medicina. Lo que pasa es que quiero que se vaya familiarizando… —asevera con orgullo María.
—¡Ah! ¡Qué guay! Yo también quería ser médico. Pero al final, estudié Arqueología —recuerda Carmen con guasa.
—¿No me digas? —comenta María.
—Sí. ¿No sabías que soy arqueóloga?
—Pues no…
—Arque… ¿Qué? —sugiere la doctorcita asombrada.
—Arqueóloga —refunfuña Carmen de mala gaita.
—¿Y eso qué es? —pregunta la futura doctorcita.
—Es una especie de Indiana Jones —dice Carmen para disimular su perplejidad.
—¿Eh…? —la joven no conoce al mítico personaje.
—¡Ah claro! Es que eres muy jovencita —disimula Carmen—. Pero a Lara Croft sí la conoces, ¿verdad?
—¡Ah! Sí. Ahora sé a qué te refieres… ¡Qué chulo! —asevera la sonriente universitaria.
—Sí, muy chulo…  No obstante, más me hubiera valido estudiar medicina —ratifica Carmen torciendo el morro.
—Pues de arqueóloga hay trabajillo, ¿no?... —sugiere la DUE.
—Sí. En Atapuerca o de profesora de alguna de las asignaturas que están en vías de extinción… —dice Carmen.
—Ata… ¿qué? —interfiere la doctorcita.
—Nada, cariño… —objeta la encandilada tía como diciéndole: “es cosa de mayores”.
—Claro —asiente Carmen sin salir de su asombro.
—Pues yo he estudiado Medicina porque me gusta Anatomía de Grey. ¡A ver si me sale un novio tan guapo como el Dr. Shepard! —dice la preciosa mujercita.
—¿Ahhhh??? —contesta Carmen poniendo cara de incrédula.
—¡Ayyyy! ¿Qué no sabes de quién te hablo? Jua, jua, jua… —ríe la joven dando por sentado que la paciente es una carca.
Carmen sigue la cháchara haciéndose la tonta. Fuera de la consulta piensa que le ha faltado preguntarle:
—Doctorcita. ¿Sabe usted dónde está el apéndice o todavía no se lo ha enseñado ese doctor tan guapo?
De regreso a casa, anda cabizbaja rememorando su juventud. Por aquel entonces, sabía latín, griego, ecuaciones de segundo grado, las constelaciones del firmamento, hacía el pino puente lo mismo que bordaba una almohada con punto de cruz o dibujaba diferentes curvas elípticas para pintar a carboncillo una bóveda. Carmen conocía a los héroes cinematográficos del momento y a los del pleistoceno como John Wayne… Sabía el nombre y la ubicación de todos los huesos del cuerpo humano, los músculos… Sabía muchas cosas, como la mayoría de jóvenes que preparaban la selectividad. ¿Cómo una señorita que está en segundo de medicina no sabe lo que es la arqueología? Es obvio que algo no funciona bien —termina por decir en un soliloquio sombrío.





Sinopsis

Una arqueóloga joven y bella, viaja a Marruecos y Egipto. Tras conocer a un atractivo caballero, queda atrapada en un siniestro triángulo amoroso que pone en peligro su vida. Por este motivo, regresa a España. 

Años después, vuelve al país de las pirámides para investigar un linaje antiquísimo. En el transcurso de sus arduas e intrigantes pesquisas, descubrirá un legado que cambiará el destino de la civilización junto a otros atrayentes y místicos descubrimientos que se remontan al principio de los tiempos. 

El amor fue el arma con que Eva Lagos se enfrentó al mal, recuperó su libertad y descifró los enigmas de una estirpe milenaria cuyos orígenes se remontan al Egipto faraónico. Un apasionante thriller cultural e histórico, con pinceladas de misterio y romanticismo.

Primeras páginas


ANNA GENOVÉS
El Legado de la Rosa Negra


Copyright © 2014 Anna Genovés
Todos los derechos reservados a su autora
Titulo de la edición: El Legado de la Rosa Negra
Autora: Anna Genovés
Corrección: Jon Alonso
Presentación: Anna Genovés
Asiento Propiedad Intelectual 09/2004/1549
Última modificación V-1773-13





A mis padres y a mi tía Marujita.
Gracias por alimentar mi fantasía.



…“Se parecía a esas aventuras fantásticas
que sólo los dioses y los héroes
son dignos de protagonizar”…

Victoria Holt


El Legado de la Rosa Negra


Entrelazados como uno sólo
vagamos por el firmamento onírico
de nuestras incautas mentes
juntos, el uno con el otro,
para siempre, amanece y amanece.



1

Ahora que la granada de la madurez platea mis sienes, y que el tapiz de la hermosura comienza a desprenderse de mi cuerpo, he decidido escribir la gran aventura de mi vida; remarcando el fantástico episodio acaecido en mi juventud, tal como la recuerdo. Es tan romántica que me perece imposible haber sido la protagonista de esta sorprendente historia. Pero lo fui.
Dicen que los hechos, sobre el papel, se hacen más certeros. Quizás sea la única forma de vigorizar esta memoria marchita antes que el árido viento del desierto cubra mis palabras y las convierta en arena malograda. Mi debilidad siempre fueron los polígonos. Sobre todo los de tres lados: los triángulos. Y todo en esta vida tiene una explicación…
Mi padre se llamaba Alejo y era el sexto hijo de la quinta mujer de un señorón gallego. Vino al mundo con demasiados hermanos a cuestas; tan sólo heredó el apellido y una buena educación. Al enamorarse de mamá, pensó en emigrar a una región más próspera. Madre se llamaba Rosalía y era de origen humilde. Al conocer a papá, un pretendiente galante y de ojos aguamarina, cayó rendida a sus pies. Se convirtió en el príncipe de sus sueños. A los pocos meses de conocerse, se casaron y emigraron al Levante peninsular. De inmediato, quedó encinta.
Padre consiguió trabajo en una fábrica de maderas limítrofe al puerto marítimo de la capital del Turia. Todo iba viento en popa hasta que Rosalía falleció tras una pulmonía. El sepelio reunió a gran parte de la familia gallega. La abuela permaneció varios meses con nosotros e intercedió para que Marina ―una de mis tías— se ocupara de mí.
El tiempo pasaba tan deprisa como la suave y cálida brisa de principios de otoño. El esfuerzo sobrehumano de Alejo comenzó a dar sus frutos. Aunque tuvo un elevado costo; el pobre apenas disponía de tiempo libre. Por las mañanas trabajaba en la fábrica y por las tardes, en un taller de ebanistería. Nunca se quejaba porque era feliz viéndome crecer. Con los años, la fascinación fue recíproca. Llegué a idolatrarlo como si fuera el epicentro del Cosmos.
Mi escolarización fue temprana; igual que mis habilidades describiendo historietas que inventaba día a día. Alejo creía en mí y decidió matricularme en un colegio de pago donde trabajaba la tía Marina: Las Hermanas Salesianas. En septiembre de 1975, con uniforme de cuadros príncipe de Gales y babero de rayas azules, comencé entusiasmada la nueva etapa educativa. Todas los jornadas, regresaba a casa con una sonrisa y nueva aventura que contar.
Con este cambio, Alejo ganó un ápice de libertad que dedicó a su hobby: la egiptología. Era su amante público desde la infancia. Mi abuelo le había mencionado un cuento sobre el país de los triángulos y, desde entonces, había devorado tantos libros sobre Egipto que se había convertido en un especialista. Siempre albergó la esperanza de visitarlo. A los siete años comencé a imitarlo. Leía y guardaba todos los artículos sobre aquella Civilización Milenaria. En mi doceavo aniversario, me llevó al Cine Xerea a ver Faraón, de Jerzy Kawalerowicz. Nunca lo olvidaré. Ese día decidí ser arqueóloga. Estaba tan segura de conseguirlo que inventé un juego para ser intrépida en las excavaciones subterráneas. Nuestra vivienda tenía pasillos largos; cuando papá se quedaba dormido con una novela de Estefanía entre sus manos, recorría toda la casa a oscuras. Una noche se despertó y descubrió mi pasatiempo. Pero en vez de reñirme aplaudió mi esfuerzo: «Eva Lagos de Ulloa, llegarás lejos, muy lejos. Lo presiento» –dijo sonriendo.
Recién acabado el COU con notas brillantes, Alejo tuvo un accidente laboral y no regresó a casa. Como era su única hija, me convertí en una adolescente heredera sin más parientes cercanos que la buena de Marina. Sin embargo, la fortuna incrementó mi parentela. ¡Todos deseaban encargarse de mi tutela! Claro, me quedé con Marina. Siempre me había ayudado. Por otro lado, las Religiosas Salesianas se hicieron cargo de los trámites burocráticos y la tía se vino a vivir conmigo.
Marina era una señora de mediana edad menuda y bien proporcionada; rostro afable y carácter dicharachero —no comprendía su soltería—. En más de una ocasión había deseado que se casara con papá: la quería mucho. Al poco tiempo de su defunción, comprendí que a ella también le hubiera gustado ser mi madrastra. Por desgracia, era demasiado tarde. No obstante, el amor por Alejo cimentó nuestra vida en común. Marina se transformó en mi segunda madre y, pese a que lo hacía bien, desde la muerte de nuestro hombre, la vida se había convertido en una mentira para ambas. Marina se refugió en Dios. Yo, en mis fantasías.
Aniquilé mis sentimientos y me convertí en la niña bonita que nunca rechistaba. Necesitaba llenar el profundo hueco que papá había dejado; quizás, convirtiéndome en sumisa todo el mundo me querría —eso pensaba en aquella etapa de cambios perpetuos—. Pero no lo conseguí. Un día caí al vacío. Comencé a sufrir insomnio y trastornos psiquiátricos: pérdida de apetito, irritabilidad, tristeza, sentimiento de culpabilidad, incapacidad de concentración, bajo rendimiento académico, disortografía y pensamientos suicidas recurrentes. Me sentía fatal. Marina, mal aconsejada por la Iglesia, repetía mi inmadurez hasta la saciedad; se convirtió en un insaciable Pepito Grillo. Pasé una buena temporada preguntándome si me había equivocado con ella.
Recién cumplidos los dieciocho busqué un especialista. Me dejé llevar por la intuición. Y acerté. Mi psiquiatra se llamaba Antonio Müller Beneito. Tenía la consulta en un barrio céntrico de Valencia. Al principio lo visitaba dos veces por semana. Después, los encuentros se espaciaron. Mi Freud particular me hizo entender que el duelo por la muerte de Alejo había degenerado en una depresión mayor. Con su ayuda, recobré la alegría en pocos meses. Nació la verdadera Eva: apasionada, creativa, enérgica, generosa, independiente y sensible. Dejé de ser la niñita que siempre agradaba a todos.
Marina sufría mi metamorfosis y, nuestra relación, hacía aguas. A los seis meses, la convencí para que conociera a mi terapeuta. Tras varias sesiones conjuntas, volvimos a entendernos de maravilla. Pese a ello, no perdoné a las monjitas porque mis finanzas habían mermado demasiado. Su asesoramiento espiritual había salido muy costoso. A la tía no le parecía bien mi distanciamiento eclesiástico; pero terminó por claudicar al ver con sus propios ojos, cómo había disminuido nuestro capital.
Aparqué el Selectivo un año académico: necesitaba comprenderme. Empero, como no deseaba estar inactiva, durante ese periodo de asueto académico, decidí sacarme el título de monitora de Aeróbic. Algo que, a posteriori, resultó esencial en mi vida. Era una fiel seguidora de Jane Fonda y en poco tiempo tuve la acreditación pertinente. Meses después, me matriculé en la Universidad de Geografía e Historia. Especialidad: arqueología y prehistoria. Disfrutaba estudiando y no me costaba demasiado esfuerzo conseguir buenas notas. Todo cambió cuando descubrí que entre chicas y chicos hay un gran abismo. Hasta ese momento, mis escarceos amorosos habían sido tan escasos como un dique seco.
Tenía que recobrar el tiempo perdido a toda pastilla. Llegado este punto, inventé miles de artimañas para agradar a los hombres. Descubrí mi sexapil y me convertí en una presumida: edad de vanidad. Maquillaba mis golosos labios y perfilaba mis ojos de gato con kajal negro. Utilizaba faldas entubadas y camisetas provocativas. Mis flirteos fueron in crescendo; y el rendimiento académico descendió. En segundo de carrera conocí a Salva, cuya tesis sobre Las Mujeres en el Egipto Faraónico unido a sus atributos viriles, terminaron por cautivarme. En pocos días, comenzamos a salir juntos. Fue mi primer amor.
La tía estaba feliz. Salva le caía bien y las notas volvieron a ser excelentes. Al año siguiente, le concedieron una beca de investigación en Londres. Más tarde, marchó a una excavación en Irán. Allí, conoció a una antracóloga que le robó el corazón. La distancia, no equivale al olvido. No obstante, puede mostrarte placeres irresistibles.




Sinopsis

La agente del CNI Vera Carmona, es una mujer con doble personalidad; adicta al riesgo y el sexo. Se halla inmersa en una oscura y peligrosa operación contra las mafias del Este y las triadas orientales, llamada Tatuador. Un día conoce a un peligroso capo ucraniano, que la llevará por un submundo donde nada es lo que parece. El contacto con el comisario de policía Antonio Velasco la devolverá a un punto de partida inesperado y surrealista. Acción, riesgo y lugares increíbles, nos deparan un juego endiablado de espías dobles envueltos de cinismo y violencia. 

Primeras páginas

ANNA GENOVÉS
Tinta amarga

Copyright © 2014 Anna Genovés
Todos los derechos reservados a su autora
Titulo de la edición: Tinta amarga
Autora: Anna Genovés
Prólogo: José Luis Moreno-Ruíz
Propiedad intelectual: V – 487 -14


Dedicada a Jon Alonso y a José Luis Moreno-Ruíz.
Gracias por creer en mí


«También Emma hubiese querido,
huyendo de la vida, evaporarse en un abrazo».
Gustave Flaubert



1
Vera Carmona era una mujer en la plenitud de la vida, rodeada de una aureola salvaje: una hembra de buen ver que atraía a los machos como la miel a los abejorros. Daba esa caída de la hermosa Raquel Welch de En busca del fuego. Divorciada desde hacía tres años, su pose era robótica; coleccionaba affaires amorosos como si fueran trofeos. Unos por placer, otros por obligación. Ser agente del CESID traía consigo demasiadas exigencias. En 2002, la unidad se reorganizó y pasó a llamarse CNI. A partir de ese instante, comenzó su andadura como infiltrada en una misión de rango internacional llamada Operación Tatuador. Para quienes la conocían en su devenir cotidiano, seguía siendo una madre coraje a cargo de una adolescente precoz y una sexagenaria. Picoteaba en todas las empresas andaluzas que necesitaban una diseñadora gráfica para sobrevivir.
Julio fue especialmente caluroso. Sevilla parecía una pasarela de tuberías llenas de agua caliente encima de un géiser islandés. En cualquier momento, la Giralda podía derretirse como una chocolatina en el bolsillo de una estudiante de primaria. Los viandantes buscaban sombra y botellines de agua con la que calmar su sed. Hacía mucho tiempo que no se conocía una ola de calor tan sofocante. Quizás esa atmósfera de bochorno, fue lo que hizo recapitular a Vera. Sabía que nada volvería a ser como antes. Dos cosas habían cambiado para siempre en su vida: primero, iba a moverse en un terreno farragoso donde un error podía resultar letal. Segundo, había descubierto que su pasado era más turbio que un buen Godello.
La canícula producía un efecto luminoso, entre el tono ambarino y el naranja chillón de un atardecer en el parque de María Luisa. El maldito calor te dejaba sin tensión ni ritmo. Las axilas de los que se aventuraban a recorrer las calles transpiraban como las de un carpintero a pleno rendimiento en su taller de Triana. Vera caminaba viendo espejismos en cada uno de los geranios que adornaban sus balcones. Se había levantado con el pie izquierdo e iba maldiciendo su mala estrella. La vida era más compleja de lo que parecía. No todo era comer, dormir, trabajar, divertirse o hacer el amor. Había mucho más. 
Tenía dos bocas que alimentar y los contratos laborales huían por el retrete. Cogía lo que fuera. Le había salido una chapuza de siete días a jornada completa como decoradora y organizadora de una exposición de trajes de faralaes. Los dueños eran insoportables: unos pijos aristócratas venidos a menos, como el Pocholo Martínez-Bordiú y su grey. La semana había comenzado bastante mal y podía acabar peor.
―¡Vaya semanita llevo, que ganas tengo de finiquitarla de una puta vez! ―renegó hablando sola y con cara de pocos amigos, mientras repasaba las últimas jornadas de su vida.
A 40 grados, la moral menguaba como una barra de mantequilla fundida. Por lo general, Vera tenía buen humor. Empero, a veces, se derrumbaba con el mogollón que le caía encima. Entonces, era imprevisible.
El lunes, diseñó y envió las invitaciones para la exposición de la boutique de trajes flamencos de lujo que la había contratado ―sita en el corazón de su amada Sevilla― previa conformidad de la propietaria. El martes a partir de las 8:45h se encargó del montaje de dicha “feria” en uno de los salones de los Reales Alcázares. Estaba un poco afligida. A su hija, una teenager efervescente llamada Carlota, se le había reventado un quiste sebáceo adosado a la nuca y le hubiera gustado llevarla al Hospital Virgen del Rocío para que se lo extirparan.
No pudo ser. Para colmo de males, a mitad de tarde, la dueña puso el grito en el cielo al ver los preparativos.
―¡Esto es una mierda pinchá en un palo!  ―soltó, chillando como una descosida.
A muchas compañeras, les disgustó el alboroto insoportable de la dama con modales del lumpen cañí sevillano. No obstante, The Queen es the Queen y se hacía lo que dictaminara sin rechistar. Había que tragar lo que no estaba en las escrituras para comer. A última hora del día, la exposición quedó perfecta. Pese a que el mal trago, se le había atravesado en la cresta de la campanilla. La inauguración era el jueves por la tarde. El miércoles, iba a dedicarlo al envío de emails y a mimar a su niña ―eso creía―. El absceso de la joven volvió a supurar y se marcharon como un rayo al hospital.
Tres horas después, la criatura estaba operada con un boquete de varios centímetros a la intemperie y una pequeña gasa encima. Las curas fueron diarias y la recuperación dolorosa; más lenta que el antiguo mercancías Madrid-Sevilla.
Vera se mantuvo alerta las 24h del día, y aún así, la muchacha comenzó a sangrar. Regresaron a Urgencias en un santiamén. Carlota pasó a cirugía, ella a la Sala de Espera. Estaba a rebosar; no cabía ni un alfiler. De repente, sus vecinas de asiento, unas gitanas de las 3.000 viviendas ―así lo habían coreado― se pusieron a vocear frikitadas…  Era insoportable hacer de acompañamiento. Menos mal que se la trufaban muchas cosas desde hacía años ―pensó, toquiteando las aplicaciones de su Nokia 3310―. Sus glándulas sudoríparas marchaban a pleno rendimiento y las piernas se le pegaban al plástico de la silla. Pero seguía indolente a la espera de escuchar su nombre y saber algo de su hija. De improviso, recibió un sms de la niña para que fuera a recogerla.
El doctor Ridruejo ―conocido de la familia―  atemperó su ánimo:
―Vera todo va bien. El sangrado lo ha causado una bajada de plaquetas.
―Gracias doctor Ridruejo.
―Aquí estamos para lo que necesites ―señaló el médico dándole unas palmaditas en el hombro.
En la calle, Carlota le pidió disculpas.
―Lo siento mami…
―Venga, cielo. No es nada. Nos vamos a casa y ya está.
―Pero no podemos ir a la inauguración de la expo que has preparado. ¡Con lo chula qué estará!
―Es lo mejor del día. A ti te apetecería ir, pero a mí no me gustan nada los acontecimientos con medios de comunicación y pamplinas. Ya lo sabes ―recriminó Vera.
―¡Tampoco podemos celebrar tu cumple!
―Mi cumple… No tiene importancia. De hecho, se me había olvidado. Desde los treinta y tres, dejaron de existir. Además, celebro mi aniversario teniéndote cerca ―quiso apretarla contra su pecho para que se sintiera segura. Sin embargo, se reprimió. No quería parecer una madraza simplona en un reality de Mediaset.
Con todo, terminó por ceder ante la necesidad de cariño que manifestó su hija.
―¡Cuánto te quiero mamá! ―Carlota la abrazó, y Vera, terminó por enrollarse al debilitado cuerpo de la adolescente.
Literalmente, Vera estaba a punto de deshacerse en un mar de lágrimas: la vida era mucho más dura de lo que su hija pensaba. No obstante, no podía mostrarle su debilidad. Se contuvo con todas sus fuerzas. Hacía tiempo que escondía los sentimientos bajo una pétrea coraza.
Por fin había pasado la fatídica semana. Vera estaba más contenta que unas castañuelas. Aunque significara quedarse sin trabajo. Por primera vez en su vida, necesitaba un pequeño respiro. Estaba desperezándose en la cama cuando escuchó el timbre de casa. Era su madre; iba a echarle una mano. Mientras Vera devoraba un tazón de muesli con soja al chocolate, Carlota parloteaba con la abuela. Ella las miraba de reojo haciéndose la sueca: sabía que tramaban algo…
―Hija mía ―dijo la matriarca―. La niña y yo hemos decidido que tienes que airearte un poco. Salir a divertirte. Te compras algún trapito, comes con las amigas… lo que te apetezca. Yo aseo la casa y cuido a Carlota.
―¿Tan mal me veis? ―terminó por decir Vera, resoplando.
―Tienes cara de amargada. ¡Expláyate un rato. Qué digo un rato: todo el día, que buena falta te hace!
―Mami, hazle caso a la abuela. También puedes ir al club de tenis. Por lo menos te mantienes en forma…
―¿Insinúas que no soy buena? ¡Cómo te atreves pequeñaja! ―Vera cogió a Carlota y le retorció la nariz.
Las tres rieron con ganas.
―¡Hala! Disfruta de un día libre para ti sola. Seguro que encuentras algo lucrativo o hedonista que hacer, como prefieras… La niña se encuentra de maravilla sólo hay que mirarle la cara ―terminó por decir la mater familia, antes de abrazar a su nieta.
―La abuelita y yo, somos uña y carne ―aseguró Carlota con una amplia sonrisa que decía: «ya tardas, mami. Sin ti nos las arreglamos de rechupete».
―¡Vale! Os hago caso. Me voy a dar una vuelta ―concluyó Vera con tal de huir de cualquier obligación por unas horas.
Minutos después, bajaba las escaleras dando saltos. Parecía una chiquilla que salía a jugar tras un largo castigo. Desde luego, necesitaba distraerse. De repente, se quedó absorta: no sabía qué hacer. El sonido del  móvil la distrajo; acababa de recibir un mensaje anónimo que decía: “todo tuyo” ―sonrió de medio lado―. Miles de figuras recorrieron su mente y una idea estrambótica atravesó su mollera; los ojos se le iluminaron.
―Voy a retocar mis tatuajes. Eso es lo que voy hacer ―voceó por la calle.
Lo había dicho gritando como una loca, justo cuando pasaba por un banco de la plaza. Las chismosas del barrio ―abanico en mano― la miraron con cara de asombro.




Sinopsis

El cadáver de una mujer sin identificar, aparece flotando por el Guadalquivir. El inspector Juan Utrera, encargado del caso, tiene que determinar si se trata de una muerte fortuita o de un asesinato. A medida que descubre datos sobre la fallecida, surgen personajes de un pasado casi olvidado en el que era agente de Asuntos Internos y cooperante del CNI, junto a su compañera Vera Carmona, la Espía. Un thriller neo-noir trepidante, rodeado de acción, intriga y antihéroes que recorren los oscuros pasadizos del hampa y esconde una relación de amor/odio truculenta, donde nada es lo que parece. 

Las cicatrices mudas es atrevida, moderna, turbadora y divertida: un chute de adrenalina con una ‘previus’ que muestra a los personajes principales y 68.000 palabras para alegrar la vida a cualquiera; nadie bostezará mientras la lea. Vamos, que entretiene un montón. La trama comienza en Qatar, se planifica en Sevilla, se resuelve entre Río de Janeiro y Shanghái, y se finiquita en España… más concretamente en Valencia. ¿Qué más se puede pedir? Que tenga una chica peligrosa y un policía atractivo: los tiene. 

Primeras páginas


ANNA GENOVÉS
Las cicatrices mudas


Copyright © 2015 Anna Genovés
Todos los derechos reservados a su autora
Autora: Anna Genovés
Título: Las cicatrices mudas
Serie: Thriller neo-noir (volumen 2)
Propiedad Intelectual
V ― 489 ― 14
ISBN-10: 1517129850
ISBN-13: 978-1517129859
ASIN: B014OGOI3K





Dedicado a Jon Alonso,
amigo, compañero y esposo



«La guerra es la mejor escuela del cirujano».
Hipócrates



1
Tania Pérez está mirando la excelsa panorámica de Doha desde el ático de la suite privé del Doha Marriott Hotel. Las cortinas están recogidas y una luna mayestática ilumina el golfo Pérsico; los yates del puerto deportivo, los rascacielos iluminados, y, en el fondo lejano e invisible donde solo su imaginación reside, la antigua Persia. Desde el sur de Irán, traza una línea imaginaria y recta que atraviesa Pakistán e India hasta llegar a China. Con los pensamientos centrados en el lejano Oriente, se enciende un Virginia Slims, y se recuesta sobre el confortable diván de brocado grana. Un folio de tonalidad cáscara de huevo con el encabezado del hotel, junto a una estilográfica Marte de Omas, reposan sobre sus piernas. Las volutas de humo se convierten en pequeños círculos que ascienden hasta el techo. Cuando acaba el pitillo, coge la pluma y comienza a escribir una carta:

Madre:
Espero que estés bien, aunque desconozco por qué te lo pregunto, siempre me contestas: «Mejor que nunca, hija.» Nunca me lo creo, claro. Bueno, tú misma. Estoy entrado en una fase vital; ciertamente, he decidió retirarme. El CNI me ha propuesto que sea instructora de los nuevos cachorros, pero necesito un cambio radical... En unas semanas, regresaré a España. La última fase de la misión que tú comenzaste en Sevilla, está a punto de finalizar en Qatar. Estoy segura que la península arábiga es solo una pieza del gran puzle que mueve el tráfico ilegal desde el Pacífico al Mediterráneo. Y desde nuestro país, al resto del mundo. La Operación Tatuador seguirá en China bajo el nombre de Operación Dragón u OD, ya sabes que siempre utilizamos acrónimos para mencionarlas. Pero yo no estaré implicada. Enviarán a otro agente al verdadero centro neurálgico: Shanghái. Desde esa monstruosa ciudad, se manejan todos los hilos.
Por otro lado, ya sabrás que me he separado. Mi ex marido es solo un vividor adicto a la cocaína, el alcohol y, cómo no, a las jovencitas; ambas sabíamos que era un matrimonio de convencía ex profeso para vigilar Qatar de cerca. Sea como fuere, he vivido a cuerpo de reina en un país sexista y ultra religioso, que únicamente mira a Occidente para su conveniencia: somos los idiotas que les proporcionamos algo más del 10% del producto interior bruto en turismo. Además, los cataríes son depravados y pretensiosos: los amos del petróleo; no los aguanto. No hace falta que me preguntes si he visto algún miembro yihadista entre los círculos aristocráticos en los que me he movido. La respuesta es rotunda: no.

De repente, suena el móvil de Tania. Al mirar el número, tuerce el morro: responde al nombre de Lucía Bvlgari, pero en realidad, es el CNI. Minutos después, recoge sus enseres y se marcha de la suite. Guarda la carta sin acabar en un compartimento especial donde está la copia del diario de su madre, y otras notas: todas destinadas a su progenitora. Mensajes comprometidos que una agente secreto nunca debería redactar. Ella lo ha hecho, pero nunca las ha enviado.


2
Muelle del paseo Marqués de Contadero. Río Guadalquivir, Sevilla. El cielo índigo realza la belleza del astro nocturno; la humedad roza el setenta por ciento y los 31 de temperatura no dejan descansar a nadie. Las señoras mueven los abanicos al ritmo frenético de sus agotadas muñecas; los señores están sudorosos como lechones a punto de llegar al matadero. Son las 23:32h. El crucero turístico nocturno, con un grupo numeroso de ingleses amenizados por una orquesta, emprende el regreso al embarcadero. De repente, una mujer grita desde proa.
―A body! A body! ―vocea señalando un punto indeterminado de las aguas.
Tres horas más tarde, se levanta el cadáver de una mujer.
En el Instituto Anatómico Forense, una camilla trasporta los restos hasta la sala de autopsias. El forense comienza a trabajar minuciosamente, anotando todas las prendas que lleva. Después, la desviste con inusitado mimo. Cuando llega el inspector Juan Utrera, asignado al caso, los restos yacen impolutos sobre la mesa de disecciones. El patólogo forense comienza su vía crucis bajo los atentos ojos del  inspector. Grabadora en marcha.
―Mujer de entre 40-45 años. Caucásica. Uno setenta. Pupilas dilatadas. No presenta traumatismos recientes. Por su rigor mortis, estimo que falleció hace unas seis horas; sobre las nueve de la noche. En apariencia, se trata de una muerte por ahogamiento. Aunque puedo adelantarle, Utrera, que bebió de lo lindo antes de morir.
―¿No me diga?
―La pobre, huele a Vodka del barato.
―Me lo imaginaba... tengo buen olfato.
―Inspector, ¿a usted qué le parece, homicidio o muerte accidental?
―¿A qué viene eso...? ―Utrera pone cara de asombro, pero le sigue el juego al patólogo—. Todavía es demasiado pronto. De momento, no puedo asegurar que sea un asesinato... me quedo con muerte accidental.
―¿Qué quiere que le diga? He visto tantos crímenes, que pocas veces se me escapa algo... ―contesta el doctor—. Aunque uno no es vidente. Puede parecer una cosa y ser otra muy diferente.
―Allá usted... analizadas las pruebas, me decanto por un ahogamiento con claros indicios de intoxicación etílica. Vamos, que estaría borracha como una cuba y se cayó al río. Fin de la historia ―ataja el inspector cortando la cháchara del experto.
―Puede que tenga razón...
―Sabe, el suceso me ha pillado de servicio. He ido al muelle de Contadero y, al ver el cuerpo, he pedido el caso. La mujer no lleva identificación. Sin embargo, hay algo en ella que me recuerda a otra persona... alguien a quien estimaba. Esperaré el resultado de las huellas dactilares y las piezas dentarias.
―Lo primero, tardará varios días; ya conoce el protocolo, inspector. Lo segundo, no hará falta porque todas las piezas de la boca son implantes.
―Vaya con la señora. ¿Cuántos secretos esconderá?  ―dice Utrera retirando un mechón de cabello rubio que caía sobre los marcados pómulos de la fallecida.
―¡Unos cuantos!
―¿Y eso...? ―pregunta el inspector con interés.
―También lleva implantes mamarios y en otras partes corporales. Acérquese, inspector ―propone el forense señalando la las sienes de la muerta.
―Sí. Ya veo  a qué se refiere...
El forense indica unas diminutas marcas en distintas partes del óvalo. El policía se queda a pocos centímetros del cadáver y mira el nacimiento del cabello, tal como le indica el doctor.
―Ve ―dice el forense señalando una mini cicatriz en la base de la frente—. Es obvio que lleva uno o, ¿quién sabe? Varios liftings.
―Pues, por la apariencia, yo diría que tenía un magnífico cirujano plástico ―sugiere Utrera. El forense asiente.
―Mire aquí ―indica el doctor―, justo delante de los pliegues de las orejas.
―Idénticas marcas. Varias. Más de uno, diría yo. ¿No opina lo mismo, doctor?
―Por supuesto, inspector. Es más, casi me atrevería a decir que llevaba una reconstrucción facial completa.
―¿Tanto...?
―Se lo acabo de afirmar. ¿Eso cambia algo? –indica el forense.
―No. Solo que es una ahogada poco convencional. ¿A ver si va a tener razón usted y estamos delante de un homicidio?  ―comenta Utrera, agrio.
―Algo extraño hay. Tenemos ante nosotros, el cadáver de una mujer bella, sin identificación y con demasiadas peculiaridades... Mejor esperemos los resultados toxicológicos y demás procedimientos ―termina por decir el patólogo forense con el rostro escéptico, tocándose la barbilla.
―¿Quiere decirme algo más, doctor? ―pregunta el inspector.
―Está claro que la dama tenía una posición económica desahogada. ―El forense chasquea los dedos. Los mueve como diciendo que estaba forrada de dinero.
―¿Por qué lo dice, doctor?
―Porque no le hicieron una aberración como a tantas celebrities adictas al bisturí que, una vez salen del quirófano, no hay quién las reconozca ―indica el forense sonriendo de medio lado.
―Bueno, lo cierto es que no sabemos cuál era su verdadero rostro. Igual no la conocía ni su madre, pero el invento le salió bien: era muy hermosa. Creo que ni tan siquiera se le notaba que llevaba cirugía plástica ―comenta el inspector.
―Opino lo mismo. ―El doctor acaricia el rostro de la fallecida con delicada asepsia. Utrera saca un paquete de Kool del bolsillo, pero se retracta  rápidamente al ver el rostro ceñudo del forense. Acto seguido, saca un cigarrillo electrónico y le da palmaditas sobre el dorso de la palma, como si quisiera que el tabaco se comprimiera. Se nota que los utiliza donde no puede fumar nicotina.
―Sí. Era muy hermosa ―asevera el inspector. Con el pitillo colgando de la comisura labial.
―¿No me diga que está dejando de fumar? ―pregunta el patólogo.
―De eso nada.  Estoy chapado a la antigua. A estos –dice señalando el cigarro electrónico—, los utilizo en los interiores que no puedo fumar. Pero son una mierda.
―No me cabe la menor duda. Es usted un poli de los de antes.
―¿Algo que objetar?
―No. Nada de eso... es un tipo duro, nada más.
―Ya está bien de parloteo, doctor. Eso es lo de menos, ¡suéltelo de una vez! Sé que me tiene guardado alguna cosilla... se le nota en los ojos.
―¡Allá va! La fallecida tenía la mano izquierda cerrada con fuerza y escondía un papel de plomo negro. Imagino que de alguna botella de champagne...
―¡A saber qué y cuánto bebió!
El rostro de Utrera se contrae. Aprieta el cigarrillo electrónico con nervio. El forense estrecha los labios hasta dejarlos como una línea recta y estrecha. Ha comprendido que al inspector no le hacen ni pizca de gracia sus donaires: se le están inflando las narices. El aire se torna denso que una veta de iridio. El inspector avanza hacia la salida...







Poesía y cierro

Poesía y cierro –han sido sus últimas palabras—. Se ha colocado delante de la pantalla y ha tecleado, poseso. El impulso de sus dedos lo llevan a la batalla. Una de cal y otra de arena.

Su camino se bifurca entre naranjos y azucenas
entre telescopios solares y madreselvas
entre amores perdidos y fresas
entre mañanas baldías y tardes frescas.

Escuchando la música de fondo: televisor encendido y luz apagada. Nudo en el ombligo que ata. Ni se queja ni habla; sigue el “clic” de las teclas con sonido dieléctrico. Demasiados años en el lodo –piensa.

La vida se esfuma por la rendija de la puerta
las ventanas opacas
y el suelo de baldosas prestas.

No hay vehículo que lo mueva ni ventilación que lo cobije; está solo ante el peligro como Gary Cooper. Pitillo encendido y revolver en el cinto. Cincel de blanca espuma; las corolas de tabaco suben al techo y se esfuman.

Whisky en la copa de cristal turbio
rodillas que crujen
ojos velados que se apagan.

Hombre en un cuerpo de mujer
macho con sentimientos de dama
poeta perdido en la esquina de una casa.

Montaña vetusta con las cumbres nacaradas
el óvalo desdibujado
y el miedo en la mirada.

©Anna Genovés
15/06/2014
Imagen tomada de la red

Leonard Cohen - I'm your man (Subtítulos Español)


Poesía y cierro

by on 21:41:00
Poesía y cierro Poesía y cierro –han sido sus últimas palabras—. Se ha colocado delante de la pantalla y ha tecleado, poseso. El imp...



La dama está en la terraza de su habitación, contempla las avenidas que corren a lo largo del Mekong, la veo al regresar del catecismo con mi hermano pequeño. La habitación está en el centro de un gran palacio de terrazas cubiertas, el palacio está en el centro del parque de las adelfas y de las palmeras. Una misma diferencia separa a la dama y a la niña del 53 sombrero de ala plana del resto de la gente del puesto. Así como las dos contemplan las largas avenidas de los ríos, así son las dos. Las dos aisladas.

Solas, reinas. Su desgracia es evidente. Abocadas las dos a la difamación debido a la naturaleza del cuerpo que poseen, acariciado por los amantes, besado por sus bocas, entregadas a la infamia del goce hasta morir, dicen, hasta morir de ese amor misterioso de los amantes sin amor. De eso es de lo que se trata, de esas ganas de morir. Eso emana de ellas, de sus habitaciones, esa muerte tan poderosa que la ciudad entera está al corriente, los puestos de la selva, las capitales de provincias, las recepciones, los bailes lentos de las administraciones generales.

La dama acaba precisamente de reemprender esas recepciones oficiales, cree que se acabó, que el joven de Savannakhet ha entrado en el olvido. Así pues la dama ha reemprendido esas veladas que considera a propósito para que la gente pueda verse de vez en cuando y para, también de vez en cuando, salir de la espantosa soledad en la que se hallan los puestos de la selva perdidos en las extensiones cuadriláteras de arroz, del miedo, de la locura, de las fiebres, del olvido.

Por la tarde, a la salida del instituto, la misma limusina negra, el mismo sombrero insolente e infantil, los mismos zapatos de lame y ella va, va a hacerse descubrir el cuerpo por el millonario chino, que la lavará en la ducha, detenidamente, como la pequeña hacía cada noche en casa de su madre, con el agua fresca de una tinaja que el hombre reserva para ella, y después la llevará mojada a la cama, pondrá el ventilador y la besará una y otra vez por todas partes y ella pedirá más y más, y después regresará al pensionado, y nadie la castigará, ni le pegará, ni la desfigurará, ni la insultará.

El se mató al final de la noche, en la gran plaza del puesto resplandeciente de luz. Ella bailaba. Después, amaneció. Había siluetado el cuerpo. Después, transcurrido un tiempo, el sol había deformado la forma. Nadie se había atrevido a acercarse. La policía lo hará. Al mediodía, después de la llegada de las chalupas, ya no habrá nada, la plaza estará limpia. 54 Mi madre dijo a la directora del pensionado: no importa, todo eso carece de importancia, ¿ve? ¿ve qué bien le sientan esos vestidos usados, ese sombrero rosa y esos zapatos dorados? Cuando habla de sus hijos la madre está ebria de alegría y, entonces, su encanto es aún mayor.

Las jóvenes vigilantas del pensionado escuchan apasionadamente a la madre. Todos, dice la madre, todos la rondan, todos los hombres del puesto, casados o no, la rodean, requieren a esa niña, esa cosa, aún indefinida, miren, una niña aún. ¿Deshonrada, dice la gente? Y yo digo: ¿cómo se las arreglaría la inocencia para deshonrarse? La madre habla, habla. Habla de la prostitución manifiesta y ríe, del escándalo, de esta payasada, de ese sombrero fuera de lugar, de esta elegancia sublime de la niña de la travesía del río, y ríe de esa cosa irresistible aquí, en las colonias francesas, hablo, dice, de esa piel blanca, de esa joven criatura que estaba hasta ahí escondida en los puestos de la selva y que de repente sale a la luz del día y se compromete en la ciudad a la vista y al conocimiento de todos, con el deshecho del millonario chino, diamante en el dedo como una joven banquera, y llora.

Extracto de El amante
Marguerite Duras








¿Dime que no es un sueño?

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
pasión desbordada
amor y sosiego.

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
dime un requiebro
moja mis nalgas.

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
pezones dilatados
caderas que hablan.

Muerde mi cuello
Y araña mi espalda
la mariposa alada
tu única mirada.

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
hinca tu espada
mi templo te llama.

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
duerme conmigo
no te vayas.

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
sabes que te amo
eres mi alma.

Muerde mi cuello
y araña mi espalda
¿dime que no es un sueño?
El semen mana.

©Anna Genovés
04/08/2014
Todos los derechos reservados a su autora.
Imagen tomada de la red.



Keaton Henson - Lying to you Sub español






This is a true story

Entrevista por chat

Estoy en un grupo de wasap con diferentes amigas y/o conocidas, algunas tan solo de vista... Y a razón de la última entrevista que me hizo el diario El cotidiano me sugirieron hacerme algunas preguntas por chat; contesté que me parecía una buena idea. Aquí tenéis el resultado y a mis chicas: ellas son las protagonistas. Gracias a todas.



Sofía (fisioterapeuta) pregunta: Has insinuado que tu novela preferida es Las cicatrices mudas. ¿Se trata de una estrategia de promoción?
Nada de eso. Soy consciente de lo que escribo y conozco los errores de mis novelas... Puedo asegurarte que la trama más envolvente pertenece a Las cicatrices mudas. Amén, que una se ha curtido y, tanto diálogos como descripciones de los lugares que visita su protagonista Vera Carmona están escritos a conciencia. Creo que los datos de los personajes en la ‘previus’ enganchan de lleno. Por otro lado, las tramas están perfectamente trenzadas con diversos flashback que te mantienen alerta en todo momento y disfruta de un colofón totalmente inesperado. Dicho de otro modo: el broche final es genuino.

Luisa (ama de casa) pregunta: Voy a serte sincera, todavía no he leído nada tuyo, aunque me pica la curiosidad... ¿te atreverías a recitarnos alguno de tus poemas o quizás a leernos algunas páginas de tus novelas?
Me has pillado, Luisa. Creo que si lo hiciera nunca me leerías... Soy, muy, pero que muy mala leyendo en público. Es cuestión de timidez. No lo descarto. La presentación de la novela corta que publiqué en una editorial salió a pedir de boca. Solo tengo que prepararme, anímicamente, a conciencia. Vosotras pedir que, yo tomo nota, y un día de estos quedamos. Y, ¿por qué no? Leo todo lo que haga falta para tenerte entre mis filas.


Mar (personal shopper) pregunta: Tus libros únicamente se venden por Amazon y es un poco incómodo comprarlos. ¿No te has planteado volver a una editorial...?
Pues… ¿qué quieres que te diga? Entiendo que para las personas acostumbradas a ir a una librería les suceda lo que me comentas... En mi caso, lo de la editorial, no funcionó. No repetiría. Tampoco quiero desanimar a nadie. A la mayoría de autores les va de maravilla. Debo ser una rara avis.

El principio con Amazon fue bastante duro. Sobre todo a la hora de cumplimentar los documentos necesarios para poder ‘autopublicarme’ en la plataforma. Gracias a la blogosfera y a diversos vídeos de Youtube pude hacerlo. Ahora estoy encantada pese a lo duro que es hacértelo todo sin ayuda de nadie y con unos beneficios paupérrimos. Creo que ‘autopublicarse’ en esta mega plataforma es una inversión a largo plazo. Si estás interesado en alguno de mis títulos y no tienes acceso a Internet o careces de cuenta en Amazon, te lo pongo fácil: me ofrezco como mediadora; ponte en contacto conmigo, y hablamos. 



María (modista) pregunta: Tengo entendido que Amazon tiene servicios editoriales profesionales. ¿Los utilizas?
Amazon dispone de servicios editoriales, diseñadores, publicistas expertos y un largo etc... Los diviso a menudo porque me los envían por email. Personalmente, no puedo decirte ni la calidad ni el coste de los mismos: nunca los he usado. Conociéndolos, seguro que son muy eficientes.

Si en algún momento de mi vida aumentaran las finanzas, posiblemente, preguntaría por los mismos. Y los emplearía una vez evaluados. Ciertamente, escribir, releer, modificar, maquetar, diseñar portadas y promocionar, a menudo, me supera. A fecha de hoy es lo que hay.

Paqui (auxiliar de clínica) pregunta: ¿Has estado en algún certamen literario de novela negra?
Jamás. Nunca he presentado una novela negra a concurso y tampoco me han invitado como autora. He de confesarte que mantuve varios correos con los organizadores de Valencia Negra. Al final, todo quedó en aguas de borrajas... Soy una escribidora del montón. Además, no escribo solamente Noir. ¿Qué puedo esperar? Eso sí. Me gustaría descubrir en primera persona, si los escritores del género son tan guais como dicen.


Mercedes (encargada) pregunta: He visto que estás al día con la era digital. ¿Qué opinas de la red?
Creo que Internet es el arma más poderosa que existe. ¿Quieres conocer a alguien o darte a conocer…? Ábrete un perfil en las redes sociales más importantes y riega las plantas a diario. La red es lo más parecido a los ídolos de tiempos pretéritos: logra divinizarte o destruirte. Asimismo puedes conocer o incluso hacer amistad con personas interesantes.

He de confesarte, que me gustaría, que los días fueran más largos para dedicarle más tiempo a las redes sociales. Hago lo que buenamente puedo... de verdad.

Amparo (monitora de gimnasia) pregunta: ¿Estás de acuerdo con la piratería? ¿Opinas que es una manera de que la cultura llegue a más personas?
Debería decir que estoy totalmente en desacuerdo. No obstante, una sabe, lo que es llevar la ropa interior agujereada. Por lo tanto, no puedo juzgar a quien busca en la red lo que necesita y no puede comprar físicamente. Sobre todo cuando se trata de cultura.

Creo que es una forma de acercar la cultura a lugares de difícil acceso y a personas de economía paupérrima. Por desgracia, en ocasiones hay grupos sociales que apenas poseen dinero para alimentos, y sin embargo tienen a su alcance una conexión de Internet. Todo tiene partes positivas y negativas. ¿Qué se le va a hacer? Ya lo dice el refrán: «Para ganar, primero hay que perder». He localizado algunos de mis trabajos en descargas gratuitas, y lo comprendo... Hay una serie: Mr. Robot –que habla de la piratería en general—, que me dejó muy buen sabor de boca. La recomiendo.


Marilín (directora de eventos) pregunta: ¿Qué opinas de la telebasura?
Si te digo que nunca he visto Gran Hermano, por ejemplo. ¿Te lo creerías? Pues es cierto. No soy contraria a que millones de personas sean consumidores de esa propuesta: cada uno, con su vida puede hacer lo que le venga en gana, siempre que no perjudique al vecino. Pienso que debe entretenerles, nada más. Ahora, yo no los veo.


Vanesa (arquitecto) pregunta: Anna soy una de tus fans. Después de leer Tinta amarga y Las cicatrices mudas me gustaría que la historia continuara... ¿Tienes pensado una tercera entrega de thriller neo-noir con Vera Carmona a la cabeza?
Ciertamente le he cogido un cariño especial, a esa femme fatale sevillana con corazón de titanio y alma intrépida llamada, Vera Carmona. Pero, en realidad, no tengo claro si darle más cuerda o dejar de saltar con ella. Estoy en un momento vital en el que no sé hacia dónde tirar. Desconozco si seguiré escribiendo thriller policíaco o novela histórica. Quizás combine los géneros... O me dedique en cuerpo y alma, a la poesía. También existe otra opción: que lo deje todo.

Cuando dije estas palabras, mis amigas enmudecieron.


Detalles del thriller neo-noir Las cicatrices mudas
Versión eBook y papel: 310 páginas llenas de adrenalina
Editor: C.S. I. Publishi Platform; Edición: 1 (31/08/2015)                  
Colección: Thriller neonoir
Idioma: Español
ISBN-10: 1517129850
ISBN-13: 978-1517129859
ASIN: B014OGOI3K

Enlace e-book (lectura gratuita de los primeros capítulos) Las cicatrices mudas

Si te apetece estar al día: entrevistas, promociones, publicaciones, reseñas... visita mi página de autor en FB

©Anna Genovés
22/11/2015

P.D. Si te apetece hacerme alguna pregunta sobre el tema, los comentarios están abiertos. Contestaré. Gracias.

Jeff Buckley - Forget Her (Subtitulada)


Entrevista por chat

by on 14:41:00
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           Reseña de Tinta amarga en Todo Negro por Josevi Blender

Dicen que los deseos se cumplen cuando no los buscas. Y puede que sea cierto...

En mayo de 2014, cuando publiqué el thriller neo-noir Tinta amarga, me hubiera gustado que la hubieran reseñado. Pero, exceptuando la historia de el porqué de su existencia, en El inquietante bypass, nadie dijo ni ‘mu’. Este verano, Luis Martínez, hizo una reseña en su blog Learning true.

Hoy, Josevi Blender, lo ha hecho en Todo Negro. Me ha llenado de satisfacción que un valenciano hable, por primera vez, de mi obra. Siempre me he sentido rechazada por mi tierra, literalmente hablando, claro. JB me ha subido la moral. 

El encabezado de su reseña, dice lo siguiente: «Quienes busquen en esta historia una novela negra, la encontrarán, pero a dosis. Una novela dispar, que se sale de cánones establecidos y que conjugan de buena manera diferentes realidades, a saber: espionaje, policial, existencial, erótica, sentimental,…humana.

Podría comparar esta novela de Anna con la reiterada Cincuenta sombras de Grey (que ni he leído ni leeré) por el consabido tirón mediático y de ventas que tiene lo erótico, que Anna iguala y supera como en una partida de póquer, demostrando que solamente sexo no sirve de mucho. No, no es su singularidad.»...

Sigue leyendo la reseña en Todo Negro


Serie trhiller neo-noir









Si has leído Tinta amarga, te recomiendo Las cicatrices mudas, la segunda entrega de la serie 'thriller neo-noir'. Las cicatrices mudas tiene menos sexo y mucho más noir. Si todavía no las has ojeados, te invito a hacerlo. 

Que te apetece leer directamente, Las cicatrices mudas, no hay problema; pertenecen a la misma serie pero son novelas independientes.

Lectura de los primeros capítulos gratuitos de Tinta amarga

Sinopsis de Tinta amarga
La agente del CNI Vera Carmona, es una mujer con doble personalidad; adicta al riesgo y el sexo. Se halla inmersa en una oscura y peligrosa operación contra las mafias del Este y las triadas orientales, llamada Tatuador. Un día conoce a un peligroso capo ucraniano, que la llevará por un submundo donde nada es lo que parece. El contacto con el comisario de policía Antonio Velasco la devolverá a un punto de partida inesperado y surrealista. Acción, riesgo y lugares increíbles, nos deparan un juego endiablado de espías dobles envueltos de cinismo y violencia. 


Lectura de los primeros capítulos gratuitos de Las cicatrices mudas

Sinopsis de Las cicatrices mudas
El cadáver de una mujer sin identificar, aparece flotando por el Guadalquivir. El inspector Juan Utrera, encargado del caso, tiene que determinar si se trata de una muerte fortuita o de un asesinato. A medida que descubre datos sobre la fallecida, surgen personajes de un pasado casi olvidado en el que era agente de Asuntos Internos y cooperante del CNI, junto a su compañera Vera Carmona, la Espía. Un thriller neo-noir trepidante, rodeado de acción, intriga y antihéroes que recorren los oscuros pasadizos del hampa y esconde una relación de amor/odio truculenta con un toque shakesperiano, donde nada es lo que parece. 
Las cicatrices mudas es atrevida, moderna, turbadora y divertida: un chute de adrenalina con una ‘previus’ que muestra a los personajes principales y 68.000 palabras para alegrar la vida a cualquiera; nadie bostezará mientras la lea. La trama comienza en Qatar, se planifica en Sevilla, se resuelve entre Río de Janeiro y Shanghái, y se finiquita en España… más concretamente en Valencia. ¿Qué más se puede pedir? Que tenga una chica peligrosa y un policía atractivo: los tiene.

P.D. Aprovecho la ocasión para invitaros a mi página de autor FB. Gracias.

 Jeff Buckley - Forget Her (Subtitulada)







Entrevistamos a Anna Genovés autora de Las cicatrices mudas

Por Olga Navarro


Estoy muy agradecida al diario El cotidiano, en especial a Olga Navarro y a Javier Vázquez, por haberme dado la oportunidad de hablar de Las cicatrices mudas, mi última novela. 

Estas son algunas de las preguntas que me han hecho en una entrevista íntima que me ha salido del corazón…

¿Dentro de que generación te incluirías, Anna?
En realidad no me gustan este tipo de etiquetas porque creo que son ficticias. Me crié en un barrio obrero en el que todos éramos iguales. Traslado la misma sensación a la escritura. Pese a ser una escribidora de última fila o aunque me lean dos gatos, siempre pongo alma y corazón, en todo lo que escribo.

¿Cuáles son tus iconos literarios?
Haría dos listados; uno para poesía y otro para narrativa. No puedo vivir sin Leopoldo Mª Panero, Alejandra Pizarnik, Charles de Baudelaire y Emily Dickinson. Si hablamos de narrativa, mencionaría a Nelson Algren, Truman Capote, Charles Bukowski, William Burroughs, Robert Louis Stevenson, Gustave Flaubert… La lista es interminable. Digamos que todos, por dispares que sean sus obras, me aportan algo de lo que no puedo prescindir. (Risas…). Pero, Elmore Leonard se ha convertido en mi maestro.

¿Cuál es tu relación con Elmore…? Quiero decir, ¿por qué lo llamas maestro…?
Tengo una disgrafía acusada y sus diálogos me están enseñando a puntuar lo que nunca he aprendido con la asignatura de la Lengua Española. Jajajaaa… ¡Parece mentira! ¡Menudos soponcios me llevé en la escuela! Siempre sacaba buenas notas en todo, menos en esta asignatura.

¿Sería muy duro, verdad?
Lo fue en su momento. Ahora, estoy acostumbrada. Pese a ello, en muchas ocasiones, dudo si el adjetivo va delante o detrás… o del signo de puntuación que corresponde… o del tiempo verbal que debo utilizar. Al final, puede la lógica: o sea, leer alguna ‘chuleta’ de la nueva gramática o algún párrafo de un libro bien traducido.

¿Crees que un escritor debe leer para seguir escribiendo?

Sigue descubriendo mis secretos en el diario El cotidiano.




ANNA GENOVÉS
Las cicatrices mudas



Copyright © 2015 Anna Genovés
Todos los derechos reservados a su autora
Autora: Anna Genovés
Título: Las cicatrices mudas
Serie: Thriller neo-noir (volumen 2)
Propiedad Intelectual
V ― 489 ― 14
ISBN-10: 1517129850
ISBN-13: 978-1517129859
ASIN: B014OGOI3K





Dedicado a Jon Alonso,
amigo, compañero y esposo



«La guerra es la mejor escuela del cirujano».
Hipócrates



Sobre los personajes

Vera Carmona, la Espía, es una agente del CNI en la reserva que ha trabajado como infiltrada en diversas misiones internacionales. En la última, llamada Operación Tatuador u OT, actuó con diversos cuerpos de la ley para desmantelar una red de tráfico de drogas y pornografía en la que estaba implicado el comisario del CNP, Antonio Velasco. Días antes de comenzar la última fase, es víctima de un atentado en el que, tanto ella como su hija, sufren lesiones graves; la vida de ambas corre peligro. Por este motivo, cambian de identidad y viven en el anonimato. Públicamente, han fallecido.

Juan Utrera es un ex agente de asuntos internos, cooperante del CNI con un futuro prometedor. Misión: atrapar a los policías corruptos. Tras la supuesta muerte de Vera Carmona, compañera y amante, es reubicado en la comisaría de Sevilla-Centro como oficial de la sección de Homicidios y Desaparecidos. Cercano a la cincuentena, es un inspector que ha cambiado su ojo de lince por una silla con ruedas giratorias tras el escritorio. Tiene buena mano para descubrir a rateros de poca monta y habla de tú a tú con todo tipo de traficantes.

Carlota Vera Mojón Carmona, hija de La Espía y Manuel Mojón, es una muchacha osada, resignada e inteligente, educada por su abuela al margen de la ocupación materna. Al descubrir la verdad, tras el atentado en el que estuvo a punto de morir, comienza una nueva vida. Con su nueva documentación accede al CNI y suplanta el rol de La Espía. En una de sus primeras misiones, se infiltra en la última fase de la OT en Qatar con el nombre de Tania Pérez. Finalizado el trabajo, le quedan unas semanas para regresar a España.

Antonio Velasco es un personaje oscuro y violento. Chico de los recados de mafiosos y delincuentes. Ahijado de un capo sevillano de los 60 que lo introdujo en el CNP para su beneficio. A falta de descendencia, ocupó su lugar después de su muerte. En la década siguiente, amplió el círculo delictivo hasta Asia. Veinte años después, se convirtió en el comisario más corrupto y poderoso de España. La Espía descubrió el entramado ilegal de sus negocios; razón por la que intentó asesinarla en el atentado que cambió su vida para siempre. Actualmente, en paradero desconocido.


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Tania Pérez está mirando la excelsa panorámica de Doha desde el ático de la suite privé del Doha Marriott Hotel. Las cortinas están recogidas y una luna mayestática ilumina el golfo Pérsico; los yates del puerto deportivo, los rascacielos iluminados, y, en el fondo lejano e invisible donde solo su imaginación reside, la antigua Persia. Desde el sur de Irán, traza una línea imaginaria y recta que atraviesa Pakistán e India hasta llegar a China. Con los pensamientos centrados en el lejano Oriente, se enciende un Virginia Slims, y se recuesta sobre el confortable diván de brocado grana. Un folio de tonalidad cáscara de huevo con el encabezado del hotel, junto a una estilográfica Marte de Omas, reposan sobre sus piernas. Las volutas de humo se convierten en pequeños círculos que ascienden hasta el techo. Cuando acaba el pitillo, coge la pluma y comienza a escribir una carta:

Madre:
Espero que estés bien, aunque desconozco por qué te lo pregunto, siempre me contestas: «Mejor que nunca, hija.» Nunca me lo creo, claro. Bueno, tú misma. Estoy entrado en una fase vital; ciertamente, he decidió retirarme. El CNI me ha propuesto que sea instructora de los nuevos cachorros, pero necesito un cambio radical... En unas semanas, regresaré a España. La última fase de la misión que tú comenzaste en Sevilla, está a punto de finalizar en Qatar. Estoy segura que la península arábiga es solo una pieza del gran puzle que mueve el tráfico ilegal desde el Pacífico al Mediterráneo. Y desde nuestro país, al resto del mundo. La Operación Tatuador seguirá en China bajo el nombre de Operación Dragón u OD, ya sabes que siempre utilizamos acrónimos para mencionarlas. Pero yo no estaré implicada. Enviarán a otro agente al verdadero centro neurálgico: Shanghái. Desde esa monstruosa ciudad, se manejan todos los hilos.
Por otro lado, ya sabrás que me he separado. Mi ex marido es solo un vividor adicto a la cocaína, el alcohol y, cómo no, a las jovencitas; ambas sabíamos que era un matrimonio de convencía ex profeso para vigilar Qatar de cerca. Sea como fuere, he vivido a cuerpo de reina en un país sexista y ultra religioso, que únicamente mira a Occidente para su conveniencia: somos los idiotas que les proporcionamos algo más del 10% del producto interior bruto en turismo. Además, los cataríes son depravados y pretensiosos: los amos del petróleo; no los aguanto. No hace falta que me preguntes si he visto algún miembro yihadista entre los círculos aristocráticos en los que me he movido. La respuesta es rotunda: no.

De repente, suena el móvil de Tania. Al mirar el número, tuerce el morro: responde al nombre de Lucía Bvlgari, pero en realidad, es el CNI. Minutos después, recoge sus enseres y se marcha de la suite. Guarda la carta sin acabar en un compartimento especial donde está la copia del diario de su madre, y otras notas: todas destinadas a su progenitora. Mensajes comprometidos que una agente secreto nunca debería redactar. Ella lo ha hecho, pero nunca las ha enviado.


2
Muelle del paseo Marqués de Contadero. Río Guadalquivir, Sevilla. El cielo índigo realza la belleza del astro nocturno; la humedad roza el setenta por ciento y los 31 ºC de temperatura no dejan descansar a nadie. Las señoras mueven los abanicos al ritmo frenético de sus agotadas muñecas; los señores están sudorosos como lechones a punto de llegar al matadero. Son las once y media de la noche. El crucero turístico nocturno, con un grupo numeroso de ingleses, emprende el regreso al embarcadero. De repente, una mujer grita desde proa.
―A body! A body! ―vocea señalando un punto indeterminado de las aguas.
Tres horas más tarde, se levanta el cadáver de una mujer.
En el Instituto Anatómico Forense, una camilla trasporta los restos hasta la sala de autopsias. El doctor comienza a trabajar minuciosamente, anotando todas las prendas que lleva. Después, la desviste con inusitado mimo. Cuando llega el inspector Juan Utrera, asignado al caso, los restos yacen impolutos sobre la mesa de disecciones. El patólogo forense comienza su vía crucis bajo los atentos ojos del  inspector. Grabadora en marcha.
―Mujer de unos cuarenta y cinco años. Caucásica. Uno setenta. Pupilas dilatadas. No presenta traumatismos recientes. Por su rigor mortis, estimo que falleció hace unas seis horas; sobre las nueve de la noche. En apariencia, se trata de una muerte por ahogamiento. Aunque puedo adelantarle, Utrera, que bebió de lo lindo antes de morir...

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Anna Genovés es diplomada en Magisterio, licenciada en Historia Antigua y en Arqueología-Prehistoria por la Universidad de Valencia. Desarrolló gran parte de su trayectoria profesional trabajando como profesora de Sociales y monitora de Gimnasia Rítmica y Deportes, en diferentes IES de la Comunidad Valenciana. Así mismo, trabajó en RTVV. Mientras cursaba los estudios universitarios, trabajó como encargada de moda. Escribe desde la infancia, tiene publicadas en Amazon (formato e-book y papel)  las novelas Tinta amarga, Las cicatrices mudas y El Legado de la Rosa Negra. Amén del libro de relatos, La caja pública |relatos. Asimismo, ha trabajado en distintas publicaciones editoriales (Aldea poética VI, Bovary 21, Cachitos de amor II…), y colabora o ha colaborado en diversas plataformas digitales: Diario El Cotidiano, Canal Literatura, Revista Dos disparos, Blog El arte de la costura, Portal erótico Pasionis… En 2011, fue finalista del Certamen Literario Clave de microrrelatos, y dos de sus poemas fueron seleccionados para publicarse en 2013.

Las cicatrices mudas, es la segunda novela de la serie thriller neo-noir de la autora. Tinta amarga es la primera obra literaria de esta colección.