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Nuestras queridas mascotas




Que el perro se parece a su dueño, es un refrán muy conocido. Cuando lo escuché por primera vez, paseaba por la playa y vi a un caballero con un buldog. Los miré y me entró la risa floja: eran iguales.


Bromas aparte, el mero hecho de abrir las puertas de casa a una mascota, puede cambiar radicalmente nuestras vidas. Además, conlleva muchas responsabilidades. Ellas piden poco y saben recompensarnos. Tienen la capacidad de animarnos cuando lo necesitamos. Suelen comprendernos mejor que nadie y se convierten en un miembro más de la familia al que mimar, cuidar, pasear, amar y comprar todo lo que necesite.


Tener un animal de compañía nos hace menos egoístas y nos enseña a dar lo mejor de nosotros. A ellos no les importa nuestra economía ni nuestros defectos; sólo nos piden cariño. Algo que puede ser muy positivo. Pero, ¡ojo al elegirlos! Cuanto más exóticos sean más cuidados requieren. Los expertos se decantan por los canes o los gatos. Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, ¡por algo será!


En el presente, es fácil encontrar espacios dedicados exclusivamente para ellos: guarderías, servicios de acicalamiento, clínicas y hospitales, ferias, exposiciones, concursos, asociaciones para su defensa y protección, y lugares públicos de esparcimiento. Aunque no todos los dueños están concienciados para su uso.


No obstante, en algunas ocasiones, el mero hecho de adquirir una mascota es puro capricho, y pasado un tiempo, se descuidan: sobre todo, en verano. Las asociaciones de protección de animales, alertan de los múltiples abandonos. Recordemos que el desamparo de cualquier animal en la vía pública puede provocar accidentes graves. Por no hablar del maltrato que sufren algunos… La tortura, es algo aterrador que ningún ser vivo debería padecer. ¡Qué fácil es aprovecharse de los más débiles!


Los entendidos indican que la mejor mascota, es el perro labrador; una raza canina originaria de Terranova que se ha extendido por todo el planeta hasta convertirse en el linaje más popular y prolífero. El perro labrador es afable, inteligente, enérgico, gentil, bondadoso, trabajador y precioso. Suelen formar parte de las brigadas caninas de la policía en operativos antidroga, antiexplosivos, búsqueda y rescate de víctimas… Comportándose como verdaderos héroes. 


Adiestrados, los perros labradores son una de las especies más dóciles, obedientes y talentosas que existen. Ideal para convivir con los niños. Sin embargo, necesita mucho cariño. Para educarlo se requiere paciencia y autocontrol. Al mismo tiempo, hay que tener cuidado con la comida porque es un perro muy comedor que necesita paseos diarios prolongados.




Tu decides


Si te has decido por un cachorro de perro, al principio echará de menos a su madre; para contrarrestar la falta de afecto materno, puedes ponerle una bolsa de agua caliente envuelta en una toalla o cojines para que se sienta mejor.


Si has elegido un gatito, recuerda que son tan mimosos y juguetones como independientes. Para que no se afile las uñas en los muebles, deberás ponerle una cesta de mimbre.


Si tienes un pajarito, tienes que saber que son súper inteligentes y que necesitan mucha atención.


Si eres tan especial como para tener una ranita preciosa de mascota, debes saber que duermen mucho y suelen alimentarse por las noches.




Mi opinión personal


Cualquier animalito es ideal para tenerlo cerca siempre que lo cuidemos y le demos amor. La mejor mascota será la que nos haga más felices. 



Mahatma Gandhi  decía... Un país, una civilización, se puede juzgar por la forma de tratar a sus animales.


©Anna Genovés
Escrito el 15/08/2015
Revisado el domingo cinco de mayo de 2024



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Se dice que la belleza es completamente superficial.
Tal vez. Pero al menos, no es tan superficial como el pensamiento.
Para mí, la belleza es la maravilla de las maravillas.
Las personas superficiales son las únicas que no juzgan por las apariencias.
El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve...”




Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray














Esclavos de la belleza






Es obvio que desde tiempos remotos la belleza se ha impuesto ante otras virtudes, quizá, más admirables. Desconozco qué resortes de nuestra maquinaria se ponen en funcionamiento cuando admiramos un óleo que nos parece hermoso, un edificio de belleza singular, un poema que nos hace llorar de emoción o la perfección de una persona; pero, de seguro, que, si estamos envueltos de esa aureola mágica denominada belleza, el mundo nos abre las puertas de par en par. ¡Qué insensatez! A lo mejor, por este motivo, la Humanidad experimenta un deterioro continuo y progresivo.




Pese a que se han encontrado papiros egipcios del año 3000 a. C. y tratados sánscritos datados cronológicamente en el 2600 a. C. en los que se ven intervenciones estéticas, el concepto belleza como tal –con otras palabras y un significado similar—, amor por la belleza o filocalia, es una terminología que se recoge en la Grecia clásica con el vocablo φιλοκαλία. De igual modo sucede con estética, cuya locución griega se acoplaría a αἴσθησις (aísthêsis), con un sentido próximo a «sensación». De manera muy acertada, porque, de uno u otro modo, la belleza –no sólo física, sino también la relacionada con cualquiera de las artes— provoca, dependiendo del juicio de quienes la valoren, la alteración en alguno de nuestros sentidos.










En el siglo XVIII Alexander Gottlieb Baumgarten alza la estética a una rama de la Filosofía que se aplica a objetos artísticos y naturales que provocan un determinado juicio en quienes los juzgan, con ideas objetivas o subjetivas. A tener en cuenta que, a medida que las sociedades evolucionan, los cánones de perfección, se trasforman. Esta filosofía baumgarteniana, a posteriori, influyó en las teorías de Kant y Hegel de manera muy distinta. Mientras que para Kant entendimiento y razón están unidos por la estética, para Hegel –que buscaba un sistema filosófico absoluto—, era algo muy distinto.











Muchos siglos han pasado desde que nuestros antepasados expresaron sus dudas y credos sobre la belleza, y parece que cuanta más inteligencia demostraban más la buscaban. Obras como: El hombre de Vitrubio de Da Vinci, El nacimiento de Venus de Botticelli, Los cinco sentidos de Hans Makart, El Diadumeno de Policleto, Laocoonte y sus hijos de Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, entre otras… –de épocas dispares en el tiempo—, buscaban las proporciones ideales del cuerpo humano.





Con estos antecedentes es lógico que deseemos acercarnos a la perfección. Admiremos estos rostros hermosos con unos cuerpos desnudos perfectamente dibujados o esculpidos: sublimes. Al respecto, hoy en día, existe una dicotomía social que, en algunos sectores, puede llegar a ser un tanto kafkiana, pues obras con estilos parejos se tachan de pecaminosas; sin ir más lejos FB te cierra la cuenta temporalmente si, por ejemplo, escribes un poema y lo acompañas de un desnudo artístico íntegro. Nos hemos vuelto unos mojigatos.
















Pero, la belleza, es un arma de doble filo y cuanto más se posee, más se desea y menos se le permite el deterioro, por pequeño que sea. Cuantas preciosidades –ellos y ellas—, no se desarrollan en otros campos por culpa de sus atributos visuales. ¿Quién sabe si hemos perdido genios a tutiplén? Dicen que, detrás de esa apariencia frívola y bobalicona de Marilyn, existía una persona con un CI de 165, superior al de Einstein o Hawking. ¡Qué mal se lo tuvo que pasar! Y es que, el oficio de tonto es difícil de interpretar.











En las últimas décadas, los comercios –porque todo se trata de comprar y vender— de medicina estética y cirugía plástica, han proliferado como los champiñones. Antes los tratamientos rejuvenecedores sólo estaban al alcance de las clases privilegiadas. Sin embargo, hoy en día, con tantas subvenciones, la mayoría de conciudadanos podemos optar a los mismos. Si un vecino se financia la compra de un coche, de un traje regional, de un convite y etcétera…, ¿por qué no puede abrirse una línea de crédito para arreglarse los dientes, injertarse cabello, ponerse rellenos, quitarse volúmenes, cambiar de nariz, realizarse una otoplastia o inyectarse bótox? Tenemos todo el derecho del mundo a sentirnos más seductores. El sexo no importa, tan legítimo es para las féminas como para los varones, los transexuales o los travestis. En el Hollywood dorado solo podían permitírselo las estrellas.

















Claro está, hay que diferenciar entre cirugía reconstructiva o reparadora, cirugía estética o cosmética y medicina estética; aunque, a veces, forman parte del mismo pack. Cuando hablamos de cirugía nos referimos a una intervención mayor –con quirófano, anestesia general, e ingreso hospitalario—; mientras que la medicina estética restaura, mantiene y promociona la belleza mediante técnicas médicas, poco invasivas, en las que se utiliza anestesia tópica o local y tratamientos ambulatorios.





Este culto endémico de la belleza que padecemos nos arrastra a querer ser más deseables y ansiar la eterna juventud o incluso la inmortalidad –otro tema atemporal—. ¿Qué es si no el Santo Grial? Todo se reduce al miedo a envejecer, a morir y no despertar.





La publicidad y los innumerables adelantos de la medicina estética son tantos que se han vuelto irresistibles. A precios relativamente asequibles, podemos rejuvenecer unos años o sentirnos algo más bellos. Para gustos el Arcoíris que para eso existe. Cada uno puede hacer con su cuerpo lo que le venga en gana. Eso sí, no está garantizado que los resultados sean los deseados; de por medio existen muchos factores: las manos del hacedor, el mimbre del cliente, lo que se busca –a veces con algún que otro imposible—, las mentirijillas que puedan decirnos, los efectos secundarios y la vida, más o menos ordenada, que llevemos. La estética se ha perpetuado en todos los círculos sociales y para todas las edades. Mientras que, en el pasado se intentaba ocultar los retoques estéticos, en nuestros días, sucede todo lo contrario: está bien visto que uno se cuide. Opinad vosotros mismos…





































No obstante, siempre existirán las críticas de algunas personas… digamos, malintencionadas o envidiosillas que enjuician a todo hijo de vecino que se haya hecho algún que otro arreglito. Recuerdo que cuando vi el film Striptease, aparecía una Demi Moore escultural que bailaba fenomenal para el público. Mis amigas, dijeron: «Para todo lo que lleva no está tan perfecta como dicen por ahí…». Y yo, que siempre he sido tímida y calladita –hablando, escribiendo ya veis que no me muerdo la lengua—, contesté: «Ya quisieras estar la décima parte de espectacular que está Demi. ¿O no?».  (Silencio absoluto).











Si pasáis de la medicina estética, dabuti. Pero, el respeto y la libertad, lo primero.





©Anna Genovés 1/11/2019

Revisado el sábado seis de mayo de 2014

Imágenes de dominio público tomadas de la red 

Versión corta publicada en el diario El cotidiano




*Si vives en Valencia o Castellón, mi recomendación:


Juan Pablo Cisneros Urdaneta

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El doctor Juan Pablo Cisneros tiene su consulta en la Clínica Malilla de Valencia


 




Los bonopos proliferan en las cities





Ayer fue un día excepcional. No hice nada fuera de lo normal, pero disfruté de todo lo que hice.


Al salir a la calle, un golpe cálido de aire seco bañó mi rostro enmascarado y fue muy placentero recordar los viajes de mi juventud, cuando apenas salían los curreles de la piel de toro cañí que ahora nos encierra por narices.


Por aquel entonces, me dejaba la vida en la Seguridad Social y tenía un poder adquisitivo elevado que me permitía disfrutar de las pirámides, la ciudad roja o la mismísima Jerusalén, entre otros enclaves maravillosos. Está claro que no viajaba con las personas adecuadas. Pero, gracias a ellas pude desplazarse a países lejanos, ya que era demasiado cobarde para viajar sola.


Actualmente, mi posición económica es frágil. Y, aun así, puedo comprarme algún que otro trapito de Desigual u otras marcas populares durante el remate final de las rebajas. No echo de menos viajar ni tan siquiera ser una reina del rock & roll: soy una superviviente que procura vivir ilusionada, aunque el camino sea más duro que el ascenso al Everest en un mal invierno o la covid19 aceche.


Esto no va del coronavirus, es un hecho que, poco a poco, como buena observadora, he apreciado a lo largo de los años. Tal vez se deba –como dice Don Reverte— a la poca cultura existente o simplemente se trate de que la evolución humana sea una involución que nos encamine hacia los bonopos. Adiós Asimov.


Desde que surgió el movimiento del 15M –envuelto de cartelería prosoviética con mensajes subliminales directos— allá por 2011, la sociedad ha cambiado. Hagamos memoria… Un grupo social heterogéneo indignado por el bipartidismo político, PP/ PSOE, y el poder de los bancos y las corporaciones. La corriente invocó manifestaciones pacíficas que acabaron con verdaderos campamentos en diversas ciudades españolas. A la mayoría de la población nos daban pena esos pobres chicos que no tenían donde caerse muertos y que perseguían una democracia más participativa. Recuerdo que en Valencia se asentaron en la plaza del Ayuntamiento.






Un día, se me ocurrió visitarlos. Me acerqué a ellos con recelo, pero, al verlos tan guais, la suspicacia cedió e intercambiamos algunas opiniones. Me dijeron, poco más o menos, lo que ya sabía… protestaban por diversas injusticias.


Lo primero que me llamó la atención, fue la privación que reinaba en sus viviendas nómadas; vestidos casi con harapos, sin apenas mobiliario y con la comida justa. Sin embargo, lo que me dijeron carecía de una base lo suficientemente sólida como para cambiar mi vida y acompañarlos. Nuestra conversación estuvo rodeada de un hedor a suciedad bastante notorio. No lo comprendía… parte de mi familia es ganadera y sus casas, aunque humildes, están limpias como una patena y, ellos, aseados. Allí, había mierda.


Desde ese día advertí que los ideales del 15M podían ser nobles para sus dirigentes, con todo, para los que estaban acampados en un tótum revolútum, significaba poco más que… «Estoy aquí para tocarme los huevos y dar la nota porque mola». Entre ellos, reinaba un colectivo de niños y niñas de casa bien a los que no les apetecía estudiar o trabajar en los negocios de papá o talluditos que se habían acomodado sin saber muy bien la razón de la protesta. Bonopos en plena expansión.






Mi conclusión era un tanto dispar, me agradaba su rebeldía, pero me desalentaba su verdad. Claro, desde mi casita de papel y a buen recaudo, era como mirar los toros desde la barrera. Tampoco es que entienda demasiado de política; siempre he pensado que un buen gobierno debe ser ecuánime. Por desgracia, todavía no he conocido ninguno.






Los meses pasaron a la par que los años. Me salieron canas y cada vez tenía menos dinero en el bolsillo. Además, el mercado laboral huía de mi notabilísimo CV pues me había convertido en una madura de las que nadie contrata. No era la única: el deterioro del baby boom iba en crescendo. Cambio de planes. Las cremas del tocador desecharon a Estee Lauder y se convirtieron en Deliplus de Mercadona. La sociedad del bienestar se desmoronaba, día a día, ante mis ojos y la clase media agonizaba mientras despuntaban ciertos multimillonarios –futbolistas, jeques, celebrities hollywoodienses y una retahíla de personajes adinerados que hacían palmas a los más guapos de la fiesta para obtener su gracia y chupar del bote—. En el lado opuesto, los trabajadores de toda la vida y los autónomos, se empobrecían. Por ende, otra casta tomaba las calles inmersas en… «Me tumbó al sol y aprendo a mal escribir. El resto no me importa».    


Y así, con una piedrecita por aquí y otra por allá, como Pulgarcito, los bonopos 15M tuvieron voz y voto en todas las estructuras sociales y gubernamentales con tanto peso que comenzó la decadencia de las ciudades más dignas. Aunque ellos, los ideólogos, habían olvidado su propia doctrina una vez instaurados en verdaderos tenderetes de excesivos metros cuadrados, piscinas riñoneras con yacusi y picoletos cansados de hacer la guardia a la puerta del grupeto elegido. Amén de establecidas las hembras predominantes allí donde podían hacer y deshacer a su antojo.


Décadas atrás, Barcelona –a la que estuve muy unida por motivos laborales— le pisaba los talones a Madrid. Parecía la nueva capital de España, proyectaba fuerza, modernismo, apertura al exterior; era, sin lugar a dudas, una de las metrópolis cosmopolitas más saludables de su tiempo, casi a la altura de Londres, Milán y Dusseldorf. Hace unos años, cuando volví a visitarla, el panorama me pareció aterrador. La apertura era cerradura y el futuro se había convertido –para mis ojos— en una máquina del tiempo que me había trasportado a una ciudad que apuntaba maneras de medievo.  


A día de hoy, a Valencia le sucede algo similar. Proliferan las obras, algunas, sin ton ni son. Otras a destiempo. La dejadez generalizada y la suciedad, es algo que se palpa. La plaza del Ayuntamiento se ha convertido en la plaza Mayor de un pueblo olvidado de la mano de Dios donde por un lado brilla el asfalto recién horneado y por otra una serie de numeraciones –sobre una especie de chapopote antiguo— que albergan, frente a la puerta de consistorio, un mercadillo de venta ambulante sin ápice de pedigrí. Vamos, ¡ojalá tuviera la solera del mercadillo de Astorga! Por ejemplo.






En ese lado peatonal, abundan los botellones diurnos sin alcohol de diferentes pandillas. Quizá, la plaza, se ha convertido en el punto G de esas quedadas tan molonas llamadas hacer una campal. O tal vez, sean ninis que se reúnen al albor de un espacio abierto y amplio por la situación sanitaria. Lo desconozco, pero el corazón me dio un vuelco y pensé: «¿Dónde estoy? Esta no es la Valencia de la Ciudad de las Ciencias ni tan siquiera es la ciudad cuya festividad patronal se consolidó como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esto es un núcleo urbano venido a menos y abatido.


De camino a casa, observé a los sintecho habituales fruto de las mafias extranjeras, situados en lugares estratégicos para dar pena, y a numerosos MENAS bambando sin rumbo fijo –algo natural en las sociedades, otrora, del primer mundo occidental. Pues es nuestro deber acoger a los menores sin acompañar que llegan en pateras a las costas—. Tampoco hablo de esas familias que por falta de alimentos hacen cola diaria en las cercanías del Banco de alimentos o la Cruz Roja. No son ellos, son otros como nosotros o como los trabajadores de otros lugares que se han tirado al ruedo y prefieren Los lunes al Sol.




En mi barrio, cercano al centro neurálgico comercial de la ciudad, duermen numerosas personas a la intemperie y hasta familias completas de bonopos hacen picnic –incluido el trapo en el suelo para tumbarse a tomar el sol sin importarles si hay o no hay bichitos que puedan dañar los pulmones e incluso  asesinar a los papis o a las crías bebé—. Lo dicho, yo misma, era una curranta de los pies a la cabeza y me he ‘abonopado’. La verdad, me siento bien. ¿Ha sido la pandemia o la mala gestión del ejecutivo?


Desconozco si estamos más cerca de Venezuela que antes, pero, esto no pinta bien. Si malo es el capitalismo, peores son las dictaduras, sean rojas o azules. Blancas o negras.


Empero, como soy optimista, voy a echarme unas risas a la luz de las nubes que enturbian el firmamento para convertir el domingo en un día tan excepcional como el sábado.

 

@Anna Genovés

Domingo ocho de agosto de 2021

Revisado el viernes veintiséis de abril de 2024




 

* Aclaración: la terminología ‘bonopo’ adaptada al humano, no es algo que he utilizado por aquello de faltar a las personas que otros llaman ‘podemitas’ –cada uno que viva como quiera y pueda—, sino que es un palabro utilizado por algunos psicólogos del funcionariado público que, en apariencia, lucen como ellos, pero son más clasistas que los pijos.

 


Lecturas recomendadas


Las comunidades de bonobos: un comportamiento esclarecedor

https://mujeresconciencia.com/2015/06/17/las-comunidades-de-bonobos-un-comportamiento-esclarecedor/


Extracto

 …“Según de Waal (1997), y otros expertos, las relaciones sexuales entre los bonobos actúan como un factor relajante entre ellos. Los estudiosos han detectado que estos animales tienen un temperamento mucho menos agresivo y exaltado que los chimpancés, con una tendencia a la violencia física claramente menor y los conflictos graves entre grupos de bonobos parecen ser bastante raros. Cualquier cosa que despierte a la vez el interés de más de uno de ellos suele acabar en contacto sexual (machos/hembras, machos/machos, hembras/hembras) lo que no significa que se trate, como se ha sugerido, de una especie hipersexual. Tras cientos de horas de observación, de Waal concluye que en realidad practican el sexo de manera bastante relajada, como una faceta completamente natural de su vida en grupo y no se detecta en ellos ansiedad alguna.”…




 




Conversaciones de hombres

 

 

Rubias, morenas

pequeñas o grandes

todas gustan

al hombre que sabe

 

 

Desde hace dos décadas, a principios de septiembre, Manolo y su grey se reúnen en la Cervecería Toribio para contarse las hazañas veraniegas. Forman un conjunto de hombres de la misma generación en el que entran los compañeros de pupitre y los hermanos mayores o pequeños de alguno de ellos. El grupeto formó una piña viendo el fútbol y acabó en una amalgama de somarros para vestir santos, como decían las abuelas.


—¡Xe Manolo! ¡Qué bien te veo! —dice uno de los veteranos tras un choque vigoroso de manos.

—¡Nano! Tú siempre animando. Has echado un poco de panza —suelta Manolo, dando una palmada en la barriga abultada de su colega; semilla de un futuro Homer Simpson.

—¡Ya te vale! Y tú siempre jodiendo la marrana. Ya se sabe… unas cervecitas de más, unos vermuts, otro poquito de comida basura al buche y... Pero, con unas sesiones de gimnasio recupero la figura —contesta el implicado.

—¡Mira quién viene por ahí! —dice efusivo al ver a otro colega y prosigue—: Toni, hombre. Has adelgazado, ¿no? ¡Xe! Dame un abrazo.

—Mucha marcha, nanos. Mucha marcha —contesta Toni con los ojos brillantes y levantando una ceja.


Con el discurso de me la clavas y yo te doy un capote, van entrando los especímenes —todos, incluso Manolo (que está desempleado) socarraos—. Se nota que han estado tomando el Sol. Canarias, Benidorm, Caribe, Ibiza o la piscina del barrio. Las conversaciones son las de siempre: los nuevos fichajes futbolísticos, el curro y las mujeres. En este último apartado, se explayan.


—Tíos me he ligado a una pavita de dieciocho añitos que es un caramelín para mojar a todas horas —suelta Paco.

—¡Va! —hace un ademán peyorativo otro de los tunantes.

—Ni va ni hostias. ¡La niña está espectacular! ¡Mirar uno de los selfis que nos hicimos!


De golpe, se le echan encima como antropófagos a la caza de una buena pieza para ver quién ve las imágenes desde la primera fila.


—¡Joder! ¡Si que está buena! —dice uno.

—Mira qué culazo tiene... —insinúa otro.

—Ya podrías. Casi cuarentón y te buscas a una Lolita —suelta Toni.

—Envidia tío. ¡Envidia! Uno que lo vale. Además, me gustan tiernas —el comprometido saca pecho mientras todos babean.

—¡Va a ser que no! Yo también he ligado. La mía madurita, ¿y qué? –concluye otro de los machitos.


Las caras de los acólitos se alzan: mirando al Séneca respondón.


—A ver. ¿Qué quiere decir madurita? Qué tú todavía eres un pipiolo de treinta recién cumplidos, pajarito. ¿Qué has hecho en Ibiza? —pregunta otro.

—De todo, tíos. De todo. Además, la estancia me ha salido gratis porque me he ligado a una ibicenca por Facebook. He mojado el churro a diario. No me miréis con cara de alucinados que parecéis la cotilla de mi vecina. A ver si tengo que contaros hasta del color que llevo los calzoncillos.

—A ver, que soy tu hermano mayor. Explícate. ¿No te habrás enrollado con una yaya?

—¡Hey! ¡Que la virginidad la perdí hace años! Y me trajino a quien me da la gana. La chica me dijo que tenía cuarenta y cuatro, pero tiene algunos más… –su hermano y el resto de la troupe lo miran con cara de alucinados y, él, contesta alzando el cuello como un pavo real—: Cuando veáis las fotos no pondréis esos caretos de frikis.


Todos olvidan a la Lolita y se enfrascan en las imágenes de la suculenta MILF. Una sabrosa pieza siliconada más apetecible que la mismísima Megan Fox en Jennifer’s body. Las imágenes de los trofeos se intercambian por wasap y cada cual saca sus conclusiones. Todos menos Manolo. Toni lo mira con cara de pena y le dice—:


—Tranquilo, Manolo. Todo llegará. Antes, me has dicho que tienes una chapuza entre manos. Cuenta, cuenta... —le da unas palmadas en la espalda, animándolo.


El chico se hace el remolón. Pero al final les sugiere que él también tiene unos selfis muy picantes. Su móvil rula por los aires. Todos quieren verlos.


—¡Cabrón! ¡Qué calladito te lo tenías! Te gusta el porno hard. Me estoy poniendo cachondo —suelta Toni.

—No querrás que pensemos que eres el suertudo de la pantalla, ¿verdad? Con ese rabo de Rocco Siffredi —concluye Paco.


En la pantalla aparece un manubrio potente dentro de la boca de una mature jocosa a cuatro patas. Detrás una veinteañera introduciéndole un dildo de última generación. En ese instante, aparece el rostro del agasajado. Uno de los compinches le pega un codazo para que cierre la boca.


—Paco, ¡cállate y mira!  —le dice.

—¡Me caguen en la leche! Manolo… tu polla es gigante. ¿Cómo puede ser?

—Todos tenemos secretillos —contesta Manolo.

—¡Y tanto! Ya nos contarás que hacías montándotelo con una tiernita y una madura, a la vez —comenta otro de los cofrades. Manolo sonríe antes de hablar.

—Os he dicho que me había salido un currillo. ¡Ahí lo tenéis! Soy director, productor y actor de películas para adultos. Estaba hasta los huevos de estar sin blanca. En el último cursillo del INEM conocí a esas nenas. Compenetramos y nos tiramos al pisto. Ya que tengo un buen pilón lo aprovecharé mientras pueda.


Los colegas se quedan con un palmo de narices –boquiabiertos y con cara de gilipollas.


—Tranquilos.  A vosotros os pasaré las pelis gratis. Por cierto, las mujeres ardientes siguen igual de jugosas a los veinte que a los setenta. Todas me la ponen dura —Manolo se toca la entrepierna—. Os lo dice un profesional. Nos vemos en el derbi del próximo domingo. Ahora, tengo trabajo —dice socarrón, antes de marcharse.

 


©Anna Genovés

Rectificado el domingo diez de marzo de 2024

Relato incluido en el libro La caja pública. Publicado en Amazon. 2014.

 

* Este relato se lo dediqué a José Luis Moreno-Ruíz hace años y, en la actualidad, al visionar la serie de Netflix Supersex que cuenta la vida del actor porno mencionado e interpreta de manera magistral el que fue Aureliano –Alessandro Borghi— en Suburra, lo he republicarlo.

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Te lo prometí mamuchi

 

Las promesas se las lleva el viento

el corazón permanece alerta

 

Mi madre era una ávida lectora. Su escritora preferida era Agatha Christie: tenía la colección completa. Pasados los 75 años, le enseñé a manejar el ordenador. Un día le abrí uno de mis manuscritos –un tocho bien grueso que había escaneado página a página para tenerlo a buen recaudo dentro del PC—. Una de las muchas novelas que rulan por mis cajones. Estaba absorta leyendo mientras yo la controlaba de lejos, observando sus reacciones…

 

― ¿No te cansas mami? ―pregunté.

―No hija. Es muy interesante ―contestó.

 

Cuando acabó el primer capítulo, le dije que era mío.

 

― ¡No puedes ser! Me estás engañando ―insinuó moviendo la cabeza y con los ojos brillantes.

― ¿Por qué dices eso?

―Porque me ha gustado mucho y es muy entretenida. ¿Cómo puede ser tuya?

― ¿Tan poco crees en mí?

―Siempre he creído en todo lo que te hacías. Está mal que lo diga, pero es una gran novela.

―Tengo algunos secretillos… ―sugerí con una mueca.

 

Ella ignoraba que escribía desde que tenía uso de razón. Primero en la memoria. Y cuando aprendí el abecedario, en cualquier sitio.

 

― ¿Y por qué no me lo has dicho antes?

― ¿Para qué?

―Te hubiera ayudado. Ahora, poco puedo hacer.

 

Me encogí de hombros y la besé.

 

―Prométeme que nunca dejarás de escribir ―me dijo.

―Te lo prometo mamuchi ―aseveré reprimiendo mis lágrimas.

 

Para mí fue como ganar el Nobel de Literatura. Desconocía que sus palabras eran premonitorias: se estaba despidiendo de mí. Cuando deseo tirar la toalla y dejar de escribir, escucho sus palabras como si la tuviera al lado. Eso, me ayuda a seguir. Gracias mamá.

 

©Anna Genovés

Relato incluido en el libro La caja pública. Publicado en Amazon. 2014.

 

*Dedicado a mi mamuchi.

 

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Te lo prometí mamuchi

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  Te lo prometí mamuchi   Las promesas se las lleva el viento el corazón permanece alerta   Mi madre era una ávida lectora. Su esc...