Bailarina
Cuando me siento y tecleo el ordenador
o tomo un lapicero
Mis dedos se introducen en un tutú
de altos vuelos.
Me deslizo por las líneas
y me revuelvo entre versos
No dejo que nada se apodere de mí
que no sea mis roídas punteras
y mi dúctil cuerpo.
Y ni como ni bebo ni hablo ni meo
No sé hacer otra cosa
que no sea bailar
y moverme en el firmamento.
La Tierra queda lejos, ¿o no?
Cerca… A mis pies,
como una gran mota
por la que hago piruetas y revoloteo.
Un salto aquí
y un demi-plié allá,
un chassé en avant
y un piqué que caerá.
Siento que sólo vivo
para el infortunio de mis escritos
Aquellos que no ven más luz,
que la de mis ojos cobaltinos.
Angustia que aparece
cuando lucho por mi vida
Y temo al olvido de la muerte tardía,
de la pérdida de lo ajeno.
Mis pies están descalzos
porque ya no pueden bailar,
el tutú se quedo pequeño
el cuerpo torcido y yermo.
Sin embargo,
algo me susurra
que siempre sentiré el aplauso
del público que, a oscuras,
sigue y seguirá a mi lado.
©Anna Genovés
25/01/2012
