Esmalte de uñas
Esmalte de uñas
Por fin un domingo como toca: 24º y una brisa
estupenda. Me encantaría que esta temperatura se quedará para siempre. Pero nos
aclimataremos a lo que venga. Os cuento una historieta que me ha sucedido esta
mañana…
Me he levantado, desayunado y duchado… Como de
costumbre. De repente, he dicho: “Voy a ser un poco sofisticada. ¡Voy a
pintarme las uñas!”. Primero me las he aseado, y, después, he cogido el Maletín
de la Señorita Pepis. He barruntado entre los esmaltes de la paleta, y
me he decidido por un fresa oscuro. Marca: Leticia Well. ¡Cómo no! Del gran
bazar Lin Chu, a 1€.
Vaya… He repetido con ese soliloquio íntimo que solo
yo escucho. Sí. Hablo sola. Siempre lo he hecho. Pero de un tiempo a esta
parte, la cosa va en aumento. Pienso que será alguna fase de prechochez o
algo por el estilo... Me la trufa: seguiré haciéndolo. En esta ocasión, el
asunto va de letizios. A ver, ya sabemos que en
España, somos muy antimonárquicos, pero la reina está en boga por todos los
sitios. El runrún de si está demasiado delgada… Si sus zapatos marcan
tendencias… Si su look a lo Rania de Jordania con peinado reconvertido en
Victoria Beckham le confiere un poso muy chic y un largo bla, bla, bla...
Bueno, la cosa es que la reina ha puesto de moda hasta los pintauñas de los
Fumanchú. ¡A no! Ella es Letizia con zeta. Va a resultar que los asiáticos
tienen mejor ortografía que algunos empleados de los juzgados. Bueno, en esta
vida se ve de todo.
A lo mío, toda femenina con el pincelito y tarareando
una canción —con ese tono horríbilis de voz carajillera—. A
cada pincelada, mi rostro ponía una mueca diferente, siempre he sido pésima con
eso de los acicalamientos... pero, tanto tiempo sin niquelarlas, ha convertido
el jueguecito en desternillante. Al final, me he pintado las uñas de los
pies. Sí. Y de paso, los bordes, los dedos y las palmas de las manos. En fin,
que el fresa oscuro me sale por las orejas. Si me hubiera visto cualquiera de
mis amigas, me hubiera dicho: “Nena, tú, dedícate a escribir que yo te pinto
las uñas”. Como si solo sirviera para darle a las teclas. ¿A ver si
tienen razón?
Lo mejor de todo es que no tengo quitaesmalte. Así que
iré con los dedos a lo comanche en son de guerra y con sandalias, hasta que
pueda acercarme a otro garito de: “Tengo de todo, señola. Balato, mu
balato”. Y me compraré uno balato, balato; con un poco de
suerte, se me caen las uñas y me ahorro este riguroso trabajo. Más tarde,
vendrá la segunda parte: maquear el estropicio con bastoncitos de bebé ungidos
en el caldo mágico. Ya veremos si no acabo colocada como si me hubiera fumado
unas cuantas cachimbas de AK47 y con las uñas a lo cebra keniana. Al final, me
quitaré las fresitas por completo y seguiré luciendo mis pies de Picapiedra al
natural.
No va de coña: una es así de cómica.
©Anna Genovés
17/05/2015
Imagen
tomada de la red.
Muy ingenioso... Como siempre Anna
ResponderEliminarUn gusto volver a leerte, se me había perdido tu blog.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encantan tus relatos sobre lo cotidiano. ¿Qué haríamos sin los bazares chinos? Hoy he descubierto porque los dependientes tienen larga la uña del meñique: para teclear en el móvil. Todo un detalle fumanchuesco.
ResponderEliminarSaludos!
Ciertamente, tengo muy poco tiempo... Pero agradezco muchísimo vuestros comentarios. Un abrazo. Anna Genovés
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