Fusión de mitos
Fusión
de mitos
Cuando escuché por
primera vez que las religiones actuales eran reproducciones cosmogónicas de los
antiguos credos, por casi me da un pasmo. Claro, era una jovencita que acababa
de salir del cascarón y anidaba en las aulas universitarias con unas libertades
que, por desgracia, desconocía. Siempre fui muy retraída, y mi educación estuvo
guiada por una vara de obediencia que pocas veces me atreví a cruzar. No porque
me dieran tundas: nunca lo hicieron. Sino porque mi entorno estaba marcado por
una aureola temerosa que prefería evitar. En fin, cosas de la inmadurez de
antaño.
El caso es que, este
cisma, me carcomió las entrañas durante meses; no quería entender que La
trinidad cristiana estaba
relatada en Los Textos de las Pirámides, tal cual: «Yo
soy la vida, el señor de lo ilimitado, que Atum el antiguo ha creado para su
potencia, cuando nacieron Chu y Tefnut en Helióplis, cuando lo único existía y
se convirtió en tres». Hasta
que lo leí en la página 155 del libro Los mitos y la teología de la religión
egipcia. Un
ejemplar que guardo con verdadera devoción. Tampoco imaginaba que los símbolos
místicos existían desde el principio de los tiempos, como por ejemplo en el
cartucho de la reina Nefertiti, donde aparecen varias cruces...
O que Ana derivase de
una diosa pagana llamada Danna, Anu, Eanna… u otros nombres, dependiendo de la
religión predecesora. Esta deidad, estaba tan arraigada en las gentes que, en
el Medievo, durante la cristianización celta, se optó por aprovecharla para la
figura de Santa Ana. Esta fórmula, se repite en el santoral en numerosas
ocasiones. Ahora, lo tengo muy claro, pero entonces hasta creí que era una herejía.
Ya lo dice el refrán: «La ignorancia es muy atrevida».
Que, ¿por qué os
cuento esto? Porque quiero hablar de una fiesta muy en boga, de la que muchos
huyen por su perspectiva anglosajona, cuando a lo largo de la historia han
existido tantos sincretismos religiosos. Sí, hablo de Halloween, cuyo origen
también procede de los moradores de la antigua Europa Oriental, Occidental y
parte de Asia Menor. Allí, hace bastantes siglos, vivieron los druidas:
adoradores del roble que creían en la inmortalidad del alma. Ésta, cuando moría
un individuo, se introducía en otro cuerpo hasta la caída de las hojas en
otoño; entonces regresaba a su antiguo hogar. Allí le proporcionaban
los víveres necesarios para seguir su camino –de donde surgió el juego del truco/trato con las
golosinas—. Y así, sucesivamente...
Esta
tradición, con el tiempo, se unió a la invocación del señor de los muertos o
Samagin, justo el mismo día. A esta omnipotencia pagana, se le consultaba para
predecir el futuro, la salud y la prosperidad. Con la llegada del cristianismo,
no todos olvidaron sus antiguos ritos. De modo que se añadió dicha celebración
a la fiesta de los difuntos. Y, como hablamos de una sociedad medieval repleta
de mixturas étnicas, y muy supersticiosa, el culto se sazonó de brujas,
demonios, fantasmas, monstruos y toda la parafernalia existente.
Se puede
decir, que Halloween es una práctica ancestral, que ha seguido viva de
generación en generación, principalmente, en el mundo inglés, y que cada vez
está más extendida por el planeta. Así que, si os apetece, ¡celebrad Halloween!
Y si no, pues, ¡vosotros mismos! Eso sí, hagáis lo que hagáis, divertíos; en el
fondo, todos somos unos pequeños monstruitos.
©Anna Genovés
25/10/2015
Revisado el 31 de octubre de 2022
En la actualidad algunas de estas fusiones se dejan ver en la notabilísima serie: Vikings
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