¿Dime que no es un sueño?
Solas, reinas. Su desgracia
es evidente. Abocadas las dos a la difamación debido a la naturaleza del cuerpo
que poseen, acariciado por los amantes, besado por sus bocas, entregadas a la
infamia del goce hasta morir, dicen, hasta morir de ese amor misterioso de los
amantes sin amor. De eso es de lo que se trata, de esas ganas de morir. Eso
emana de ellas, de sus habitaciones, esa muerte tan poderosa que la ciudad
entera está al corriente, los puestos de la selva, las capitales de provincias,
las recepciones, los bailes lentos de las administraciones generales.
La dama acaba precisamente
de reemprender esas recepciones oficiales, cree que se acabó, que el joven de
Savannakhet ha entrado en el olvido. Así pues la dama ha reemprendido esas
veladas que considera a propósito para que la gente pueda verse de vez en
cuando y para, también de vez en cuando, salir de la espantosa soledad en la
que se hallan los puestos de la selva perdidos en las extensiones cuadriláteras
de arroz, del miedo, de la locura, de las fiebres, del olvido.
Por la tarde, a la salida
del instituto, la misma limusina negra, el mismo sombrero insolente e infantil,
los mismos zapatos de lame y ella va, va a hacerse descubrir el cuerpo por el
millonario chino, que la lavará en la ducha, detenidamente, como la pequeña
hacía cada noche en casa de su madre, con el agua fresca de una tinaja que el
hombre reserva para ella, y después la llevará mojada a la cama, pondrá el
ventilador y la besará una y otra vez por todas partes y ella pedirá más y más,
y después regresará al pensionado, y nadie la castigará, ni le pegará, ni la
desfigurará, ni la insultará.
El se mató al final de la
noche, en la gran plaza del puesto resplandeciente de luz. Ella bailaba.
Después, amaneció. Había siluetado el cuerpo. Después, transcurrido un tiempo,
el sol había deformado la forma. Nadie se había atrevido a acercarse. La
policía lo hará. Al mediodía, después de la llegada de las chalupas, ya no
habrá nada, la plaza estará limpia. 54 Mi madre dijo a la directora del
pensionado: no importa, todo eso carece de importancia, ¿ve? ¿ve qué bien le
sientan esos vestidos usados, ese sombrero rosa y esos zapatos dorados? Cuando
habla de sus hijos la madre está ebria de alegría y, entonces, su encanto es
aún mayor.
Las jóvenes vigilantas del
pensionado escuchan apasionadamente a la madre. Todos, dice la madre, todos la
rondan, todos los hombres del puesto, casados o no, la rodean, requieren a esa
niña, esa cosa, aún indefinida, miren, una niña aún. ¿Deshonrada, dice la
gente? Y yo digo: ¿cómo se las arreglaría la inocencia para deshonrarse? La
madre habla, habla. Habla de la prostitución manifiesta y ríe, del escándalo,
de esta payasada, de ese sombrero fuera de lugar, de esta elegancia sublime de
la niña de la travesía del río, y ríe de esa cosa irresistible aquí, en las
colonias francesas, hablo, dice, de esa piel blanca, de esa joven criatura que
estaba hasta ahí escondida en los puestos de la selva y que de repente sale a
la luz del día y se compromete en la ciudad a la vista y al conocimiento de
todos, con el deshecho del millonario chino, diamante en el dedo como una joven
banquera, y llora.
Extracto de El
amante
¿Dime
que no es un sueño?
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
pasión desbordada
amor y sosiego.
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
dime un requiebro
moja mis nalgas.
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
pezones dilatados
caderas que hablan.
Muerde mi cuello
Y araña mi espalda
la mariposa alada
tu única mirada.
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
hinca tu espada
mi templo te llama.
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
duerme conmigo
no te vayas.
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
sabes que te amo
eres mi alma.
Muerde mi cuello
y araña mi espalda
¿dime que no es un sueño?
El semen mana.
©Anna Genovés
04/08/2014
Todos los derechos
reservados a su autora.
Imagen tomada de la
red.
Keaton Henson - Lying to you Sub español
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