Y marchaba...








Y marchaba...




Y marchaba con los pies por delante
y la cara truncada
Lucía se fue como si nada
sin abrir la boca, sin mencionar palabra
abandonada en un lecho de hierros gangrenados
Lucía callaba.




Y acabó en el cementerio
como si nada
como una inocente que va al paredón
porque al paredón la mandan.




Sin mala acción
y con el perdón en su alma
caja de pino barato y lloros a mansalva.




Lágrimas de cocodrilo
que nunca antes la acunaban
suspiros de amor prolongado
congoja por la mentira y la infamia.




Pero era Lucía
Lucía la extraña
Lucía la que nunca se quejaba
la renegona con sus amigos
y la simpática con las muchachas.



©Anna Genovés

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