Juego de tronos
Juego de tronos
Anteanoche vi el último episodio de “Juego de tronos” y ya tengo ganas de ver la segunda entrega. Me niego a leerme los libros porque soy de las personas que tan sólo lee un libro de cada escritor: manías.
Estuve esperando ver este capítulo diciendo: bueno llegarán los guardianes del Muro y le salvarán el pescuezo al más honorable de todos los personajes: Mr. Sean Bean, Lord Eddard Stark… pero no fue así. La primera escena con la espada ensangrentada lo confirmaba. Nos queda su familia, todos ellos personas honestas, salvo Sansa a la que hay que perdonar porque es una adolescente, y como tal, sus deseos varían dependiendo de otras muchas cosas: esperemos se comporte en un futuro con la honorabilidad de sus ancestros.
Por razones que ahora no vienen al cuento, soy serieadicta pero, pese a ello, Juego de Tronos es la única serie que me devuelve a mi infancia: cuando soñaba que era una princesa y que un príncipe me rescataba.
De momento, no hay ningún actor que físicamente se acople al de mis sueños. El guapo está claro que es Jaime, pero es tan vil que espero corra la misma suerte que Lord Eddard. Ya lo dice el refrán: quien a hierro mata con hierro termina, y él lleva haciendo fechorías desde el inicio de la saga.
Con respecto a la personalidad de los actores, son muchos los que bien podrían ser mis príncipes y lores, volvemos a los Stark: a todos. Además son buenos actores. Quizás sueñe que soy Catelyn Stark, la bien amada esposa o Arya Stark, a quien no dudo le espera un largo futuro cargado de aventuras, y por supuesto con un final de estrella: es un diablillo entrañable, el ojito derecho de Lord Stark… quizás esté llamada a representar a los Stark en su madurez o a ser el general de las tropas de los siete reinos.
Tan sólo he leído en Wikipedia al personaje de Lord Snow, quizás por las muchas dudas que tengo sobre mi origen, y, quiero pensar que es hijo del Príncipe Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark.
Targaryen… el fuego, la locura, la maldad, los dragones y las mazmorras… “la salvación final”. Igual sólo son elucubraciones imprecisas de una mujer madura como yo, soñadora y aventurera, romántica y solitaria, a la que siempre le ha encantado escribir.
Por ello, ayer cuando vi la escena final de la primera entrega con Daenerys Targaryen, pensé que, renacida de sus cenizas, como el Ave Fénix, estaba envuelta de una plástica destructiva y a la vez, perfecta. Una composición que considero ha querido recordar el “Nacimiento de Venus” de Botticelli. Hermosa como ninguna, Daenerys, iba elevándose hasta quedarse erguida y despojada de toda ropa, sin embargo, sus hijos: la trilogía de dragones que percibo la cobijarán de por vida, nacidos del fuego mutuo con Khal Drogo, cubrían sus partes púdicas; mientras que sus pechos, desnudos, aparecían virginales, exentos de impurezas.
No la empujan el soplo de los dioses alados ni la rodea una lluvia de flores, pero sí aparece como una diosa cercada por rocas, cenizas, caballos y aquellos que la seguirán allí donde vaya.
Que la comparación es exagerada y hasta desvergonzada, sí, pero sólo hay que tener un poco de imaginación y cambiar la belleza renacentista de Botticcelli, el mago de la pintura, y rodear a la Venus, Daenerys Targaryen, de tierra yerma. Su preciosidad e inmaculada apariencia, hacen el resto. La criatura sobresale, muchísimo, en hermosura con el resto de personajes. ¡Por algo será!
En mi fantasía quisiera que se uniera al recién nombrado rey del norte Robb Stark por aquello de que si los enemigos reales son los muertos de ojos azules, sólo el fuego puede combatirlos, Daenerys Targaryen. ¿Quién podría paliar su exceso de combustión sino el rey de Invernalia?. Aunque imagino que otros pretendientes serán el hijo ilegítimo del rey Robert o Lord Snow en caso de que no sea su hermanastro, aunque lo prefiero de maestre del Muro, como un verdadero caballero, como un templario solitario y duro. Lord Stark, perdón, Mr. Bean, usted siga haciendo cualquier film o serial competentes, estuvo exquisito en Red Ridding. Nosotros: los cinéfilos, los televidentes, siempre se lo agradeceremos.
¿Quién ha dicho que soñar es sólo para los teenagers?. Jua, jua, jua…
©Anna Genovés
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