Engendro





“…Desde aquel día no tuve otra ocupación que la física y especialmente la química, en el sentido más amplio de la palabra. Leía con avidez las obras, tan llenas de genio, que seguramente los investigadores modernos habían escrito sobre estos temas.

Tras días y noches de trabajos y fatigas, logré descubrir la causa de la generación vital. Más aún, conseguí dar vida a la materia inerte.

Nadie puede imaginar la variedad de emociones que me arrastraban como un huracán en el primer entusiasmo del triunfo. Prosiguiendo con mis cavilaciones, llegué a pensar que si podía otorgar vida a la materia inerte, podría con el tiempo, aunque entonces me resultaba imposible, renovar la vida en los cuerpos a los que la muerte había condenado a la putrefacción.

En una lúgubre noche de noviembre llegué al término de mis esfuerzos. Con una ansiedad agónica, dispuse a mi alrededor los instrumentos que me permitieron infundir una chispa vital a aquel ser muerto, que yacía a mis pies.

Era la una de la mañana y mi candil estaba casi consumido cuando gracias a su tenue resplandor contemplé como los ojos amarillentos de mi obra comenzaban a abrirse, al mismo tiempo que inspiraba profundamente. Un movimiento compulsivo hizo mover sus extremidades…”

Extracto de Frankenstein

MARY SHELLEY








Engendro



Muertos que hablan
vivos que enmudecen,
los días caen en la noche
la noche entristece.


Ataúd quebrado
Campo Santo que tirita
miradas de ultratumba;
el cadáver cobra vida.


Entre los árboles
alguien mira;
lleva una hoz en las manos
y capa negra, tupida.


Sonrisa sin dientes
músculo vacíos,
la muerte llama a tu puerta
reclama tu vida. Vigila.


Las campanas tañen
en la sacristía,
lápidas mojadas
lágrimas sin carne.


Ojos sin pupilas
vientre hueco
venas sin sangre;
engendro que camina.


©Anna Genovés
31/10/2014
Todos los derechos reservados a su autora


La verdadera historia de Frankenstein