Lágrimas
…”Y
June, que me ama ciegamente, busca también mi destrucción. Mis páginas sobre
ella, que son una obra de arte, no la satisfacen. Ignora su fuerza y su belleza
y repite la queja de todo lo que digo. Pero en ningún momento me dejo
confundir. Con independencia de June, conozco el valor exacto de esas páginas.
Mi
obra, pues, en primer lugar. Tambaleante mi poder como artista, ¿qué otro poder
me queda? Mi estímulo natural, mi vitalidad, mi verdadera imaginación, mi
salud, mi vida creativa. ¿Y qué hará June con ellas? Drogarlas. June me ofrece
muerte y destrucción. June me hechiza —habla con su rostro, sus caricias, me
seduce, usa el amor que siento por ella para la destrucción—. Una muerte por
partida doble. La frescura de mi cuerpo ha de destruirse para que mi cuerpo sea
como el suyo. Dice: «Tu cuerpo es tan fresco y el mío tan estropeado». Y así,
ciega, sin nada reprochable, inocente, matará mi frescura, lo intacto que ella
ama. Matará todo cuanto ama.
¿De
dónde viene este conocimiento oscuro? Del humo, de la locura, del champagne, de
la intoxicación de las caricias, de los besos y de la exaltación. Estamos en el
Poisson d'Or, tocándonos las rodillas, ebrias la una de la otra; y June está
embriagada de sí misma. Le ha dicho a Henry que no es nadie, que ha fracasado
en su intento de ser un dios y un Dostoyevski, que es ella quien sí es un dios,
su propio dios. Así se realiza el milagro. El engaño. Henry, está muerto. June
ha vuelto a ser aniquiladora. «Henry», dice ella, «es un niño». Pero yo
protesto y le digo que creo en Henry como artista y luego confieso que lo amo
como hombre. Convertido de nuevo en un dios. Nadie, salvo un dios —dice ella—,
puede ser amado por ella o por mí. Por lo tanto, Henry sería un dios. Y ella,
en la inocencia de su enorme egoísmo, me pregunta: «¿Tienes celos de Henry?».
Dios,
¿yo celosa del amor de Henry por June o del amor de June por Henry?
Es
entonces cuando me siento fluida, disuelta, fuyante. Y huyo de la
tortura que me espera como un gigantesco exprimidor de sangre que oprimiera mi
carne entre June y Henry. Escapo haciendo un esfuerzo sobrehumano para librarme
de la destrucción y la locura. Quedo presa por un momento. June advierte en mis
ojos el infinito dolor. He hecho a ambos mi gran ofrenda. Entrego el uno al
otro, dando a cada uno la más bella imagen de ellos mismos. Soy únicamente la reveladora,
la armonizadora. Y cuando vuelven a encontrarse, a ella le doy un Dostoyevski y
a él una June creativa. Yo sólo quedo aniquilada humanamente. Ambos me han amado.”…
Extracto
de Incesto,
Diario Amoroso
Anaïs Nin
Lágrimas
No sé nada
mi mundo se derrumba
y me quedo sin palabras,
cada mañana que despierto
la juventud se marcha
y la mente se relaja
mi cuerpo,
exento de
sentimientos,
corroe el alma,
el fuego se hizo
hielo
y el cielo se hizo
llaga,
la soledad me invade
y la ausencia me reclama,
el viento se tornó aire
y la tierra, ciénaga
la alegría se marcha
de mi vida
y cuanto anhelo
se disipa en la alborada.
No le temo a la
muerte
que sí, a la calma,
a mirarme
y no reconocerme,
cuando mis ojos se
agrieten
y
pierdan su llama,
cuando las pupilas
olviden el anhelo de verte
y retenerte en la mirada,
cuando
mi rostro ajado
represente la nada.
Hoy te he visto
y el corazón siguió
su pausa,
hoy te he visto
y sólo he visto un
rostro,
hoy te he visto
y no he buscado tus
ojos,
Hoy
te he visto
y
no he visto nada.
Lágrimas.
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©Anna Genovés
22/06/2012
Propiedad Intelectual
V-488-14
Imagen tomada de la
red
Aretha Franklin: Don't Play That Song (Subtitulada)
Me quedé mudo. Escuchando tus versos, ese ir y venir de la soledad a la lágrima, de la lágrima a la soledad. Me pareció lorquiano, un quejío verdadero, hondo, de notas negras, de pena negra. Y el texto de Annais, bueno, sinceramente, qué envidia no ser Henry Miller, por tantos motivos y me callo uno.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amiga.
Vaya piropo que me has echado... Realmente me dejaste sin palabras. Muchísimas gracias. Un abrazo
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