Conversaciones de hombres
Conversaciones de hombres
Rubias, morenas
pequeñas o grandes
todas gustan
al hombre que sabe
Desde hace dos décadas, a
principios de septiembre, Manolo y su grey se reúnen en la Cervecería Toribio
para contarse las hazañas veraniegas. Forman un conjunto de hombres de la misma
generación en el que entran los compañeros de pupitre y los hermanos mayores o
pequeños de alguno de ellos. El grupeto formó una piña viendo el fútbol y acabó
en una amalgama de somarros para vestir santos, como decían las abuelas.
—¡Xe Manolo! ¡Qué bien te veo!
—dice uno de los veteranos tras un choque vigoroso de manos.
—¡Nano! Tú siempre animando. Has
echado un poco de panza —suelta Manolo, dando una palmada en la barriga
abultada de su colega; semilla de un futuro Homer Simpson.
—¡Ya te vale! Y tú siempre
jodiendo la marrana. Ya se sabe… unas cervecitas de más, unos vermuts, otro
poquito de comida basura al buche y... Pero, con unas sesiones de gimnasio
recupero la figura —contesta el implicado.
—¡Mira quién viene por ahí! —dice
efusivo al ver a otro colega y prosigue—: Toni, hombre. Has adelgazado, ¿no? ¡Xe!
Dame un abrazo.
—Mucha marcha, nanos. Mucha
marcha —contesta Toni con los ojos brillantes y levantando una ceja.
Con el discurso de me la clavas y
yo te doy un capote, van entrando los especímenes —todos, incluso Manolo (que
está desempleado) socarraos—. Se nota que han estado tomando el Sol. Canarias,
Benidorm, Caribe, Ibiza o la piscina del barrio. Las conversaciones son las de
siempre: los nuevos fichajes futbolísticos, el curro y las mujeres. En este
último apartado, se explayan.
—Tíos me he ligado a una pavita
de dieciocho añitos que es un caramelín para mojar a todas horas —suelta Paco.
—¡Va! —hace un ademán peyorativo otro
de los tunantes.
—Ni va ni hostias. ¡La niña está
espectacular! ¡Mirar uno de los selfis que nos hicimos!
De golpe, se le echan encima como
antropófagos a la caza de una buena pieza para ver quién ve las imágenes desde
la primera fila.
—¡Joder! ¡Si que está buena!
—dice uno.
—Mira qué culazo tiene...
—insinúa otro.
—Ya podrías. Casi cuarentón y te
buscas a una Lolita —suelta Toni.
—Envidia tío. ¡Envidia! Uno que lo
vale. Además, me gustan tiernas —el comprometido saca pecho mientras todos
babean.
—¡Va a ser que no! Yo también he
ligado. La mía madurita, ¿y qué? –concluye otro de los machitos.
Las caras de los acólitos se
alzan: mirando al Séneca respondón.
—A ver. ¿Qué quiere decir
madurita? Qué tú todavía eres un pipiolo de treinta recién cumplidos, pajarito.
¿Qué has hecho en Ibiza? —pregunta otro.
—De todo, tíos. De todo. Además, la
estancia me ha salido gratis porque me he ligado a una ibicenca por Facebook. He
mojado el churro a diario. No me miréis con cara de alucinados que parecéis la
cotilla de mi vecina. A ver si tengo que contaros hasta del color que llevo los
calzoncillos.
—A ver, que soy tu hermano mayor.
Explícate. ¿No te habrás enrollado con una yaya?
—¡Hey! ¡Que la virginidad la
perdí hace años! Y me trajino a quien me da la gana. La chica me dijo que tenía
cuarenta y cuatro, pero tiene algunos más… –su hermano y el resto de la troupe
lo miran con cara de alucinados y, él, contesta alzando el cuello como un pavo
real—: Cuando veáis las fotos no pondréis esos caretos de frikis.
Todos olvidan a la Lolita y se
enfrascan en las imágenes de la suculenta MILF. Una sabrosa pieza siliconada
más apetecible que la mismísima Megan Fox en Jennifer’s body. Las
imágenes de los trofeos se intercambian por wasap y cada cual saca sus
conclusiones. Todos menos Manolo. Toni lo mira con cara de pena y le dice—:
—Tranquilo, Manolo. Todo llegará.
Antes, me has dicho que tienes una chapuza entre manos. Cuenta, cuenta... —le
da unas palmadas en la espalda, animándolo.
El chico se hace el remolón. Pero
al final les sugiere que él también tiene unos selfis muy picantes. Su móvil
rula por los aires. Todos quieren verlos.
—¡Cabrón! ¡Qué calladito te lo
tenías! Te gusta el porno hard. Me estoy poniendo cachondo —suelta Toni.
—No querrás que pensemos que eres
el suertudo de la pantalla, ¿verdad? Con ese rabo de Rocco Siffredi —concluye
Paco.
En la pantalla aparece un
manubrio potente dentro de la boca de una mature jocosa a cuatro patas. Detrás
una veinteañera introduciéndole un dildo de última generación. En ese instante,
aparece el rostro del agasajado. Uno de los compinches le pega un codazo para
que cierre la boca.
—Paco, ¡cállate y mira! —le dice.
—¡Me caguen en la leche! Manolo…
tu polla es gigante. ¿Cómo puede ser?
—Todos tenemos secretillos
—contesta Manolo.
—¡Y tanto! Ya nos contarás que
hacías montándotelo con una tiernita y una madura, a la vez —comenta otro de
los cofrades. Manolo sonríe antes de hablar.
—Os he dicho que me había salido
un currillo. ¡Ahí lo tenéis! Soy director, productor y actor de películas para
adultos. Estaba hasta los huevos de estar sin blanca. En el último cursillo del
INEM conocí a esas nenas. Compenetramos y nos tiramos al pisto. Ya que tengo un
buen pilón lo aprovecharé mientras pueda.
Los colegas se quedan con un
palmo de narices –boquiabiertos y con cara de gilipollas.
—Tranquilos. A vosotros os pasaré las pelis gratis. Por
cierto, las mujeres ardientes siguen igual de jugosas a los veinte que a los setenta.
Todas me la ponen dura —Manolo se toca la entrepierna—. Os lo dice un
profesional. Nos vemos en el derbi del próximo domingo. Ahora, tengo trabajo
—dice socarrón, antes de marcharse.
©Anna Genovés
Rectificado el domingo diez de marzo de 2024
Relato incluido en el libro La caja pública. Publicado en
Amazon. 2014.
*
Este relato se lo dediqué a José Luis Moreno-Ruíz hace años y, en la
actualidad, al visionar la serie de Netflix Supersex
que cuenta la vida del actor porno mencionado e interpreta de manera magistral el
que fue Aureliano –Alessandro Borghi— en Suburra, lo he republicarlo.
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