Doctorcita
Doctorcita
Doctorcita esté
atenta
no vaya a creer
que mi apéndice
es la cabeza
Situación: sala de espera de la Clínica del barrio. Carmen entra a consulta y ve a la simpática María —la DUE de toda la vida— junto a una chavalita de veintipocos años.
—Hola Carmen. ¿Qué tal estás?
—pregunta la enfermera.
—Bien, bien… Vengo a que me pongas la
vacuna de la gripe —contesta Carmen.
—Haces bien. Prevenir siempre que se
pueda —dice la DUE.
—Por supuesto —asevera la paciente.
—Mira, esta es mi sobrina. La tengo de
prácticas.
María presenta a la muchacha de melena
larguísima y ojos azulinos enormes.
—Hola —dice la jovencita con una
sonrisa repleta de inocencia.
—Hola guapa… Así que tú serás la nueva
banderillera dentro de unos años —dice Carmen por hacerse la simpática.
—No, no —contesta María—. Está
estudiando segundo de medicina. Lo que pasa es que quiero que se vaya
familiarizando… —asevera con orgullo María.
—¡Ah! ¡Qué guay! Yo también quería ser
médico. Pero al final, estudié arqueología —recuerda Carmen con guasa.
—¿No me digas? —comenta María.
—Sí. ¿No sabías que soy arqueóloga?
—Pues no…
—Arque… ¿Qué? —sugiere la doctorcita
asombrada.
—Arqueóloga —refunfuña Carmen de mala
gaita.
—¿Y eso qué es? —pregunta la futura
doctorcita.
—Es una especie de Indiana Jones —dice
Carmen para disimular su perplejidad.
—¿Eh…? —la joven no conoce al mítico
personaje.
—¡Ah claro! Es que eres muy jovencita
—disimula Carmen—. Pero a Lara Croft sí la conoces, ¿verdad?
—¡Ah! Sí. Ahora sé a qué te refieres…
¡Qué chulo! —asevera la sonriente universitaria.
—Sí, muy chulo… No obstante, más me hubiera valido estudiar
medicina —ratifica Carmen torciendo el morro.
—Pues de arqueóloga hay trabajillo,
¿no?... —sugiere la DUE.
—Sí. En Atapuerca o de profesora de
alguna de las asignaturas que están en vías de extinción… —contesta Carmen.
—Ata… ¿qué? —interfiere la doctorcita.
—Nada, cariño… —objeta la encandilada
tía como diciéndole: «Es cosa de mayores».
—Claro —asiente Carmen sin salir de su
asombro.
—Pues yo estudio Medicina porque me
gusta Anatomía de Grey. ¡A ver si me
sale un novio tan guapo como el Dr. Shepard! —dice la preciosa mujercita.
—¿Ahhh??? —contesta Carmen poniendo
cara de incrédula.
—¡Ayyy! ¿Qué no sabes de quién te
hablo? Jua, jua, jua… —ríe la joven dando por sentado que la paciente es una
carca.
Carmen sigue la cháchara haciéndose la tonta.
Fuera de la consulta piensa que le ha faltado preguntarle:
—Doctorcita. ¿Sabe usted dónde está el
apéndice o todavía no se lo ha enseñado ese doctor tan guapo?
De regreso a casa, anda cabizbaja rememorando
su juventud. Por aquel entonces, sabía latín, griego, ecuaciones de segundo
grado, las constelaciones del firmamento, hacía el pino puente lo mismo que
bordaba una almohada con punto de cruz o dibujaba diferentes curvas elípticas
para pintar a carboncillo una bóveda. Carmen conocía a los héroes
cinematográficos del momento y a los del pleistoceno como John Wayne… Sabía el
nombre y la ubicación de todos los huesos del cuerpo humano, los músculos…
Sabía muchas cosas, como la mayoría de jóvenes que preparaban la selectividad.
¿Cómo una señorita que está en segundo de medicina no sabe lo que es la
arqueología? Es obvio que algo no funciona bien. Esta es la pura realidad de la
sociedad actual. ¡Qué pena damos! —termina por decir en un soliloquio sombrío.
©Anna Genovés
Revisado el cinco de abril de 2025
Imagen tomada de la red
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*Microrrelato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon.
ISBN-10: 1502468433 ISBN-13: 978-1502468437
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