Huesitos a tutiplén





Huesitos a tutiplén

 



Huesitos a tutiplén

Los millonarios y sus excentricidades

los sirvientes y su conformismo

cada uno en su mundo

cada uno es lo que es

 



Marcel es una millonaria francesa excéntrica y caprichosa, descendiente directa de una familia aristocrática de la ciudad de Mulhouse. Esteticohólica; la última vez que visitó a su cirujano plástico le dijo que quería ser Nefertiti. Y, ahí está, convertida en el plagio actual de la mítica reina.



Desde hace unas horas, se prepara para el party más cool del Carnaval de la ciudad en su Villa Berninger-Knopf de estilo Art Nouveau sita en el barrio residencial de Rebberg. Nadie la ha visto con su nuevo rostro. La crème de la crème francesa adicta al Bótox y a los estiramientos anotados en sus iPhone 16 Pro Max como fueran la lista de la compra, están al quite. No faltará nadie. El palacete está decorado en color púrpura y oro con banderas, guirnaldas y otros adornos festivos. Los colores son excitantes y la iluminación especial crea un ambiente mágico, satírico y alegre. Todo excesivamente exuberante y de una riqueza visual desmedida.



El carnaval de Mulhouse rememora las Saturnales y las Lupercales romanas. Los participantes usan máscaras y disfraces. Recorren las calles en carrozas al son de una música alegre que anima al exceso de comida y bebida. Al exceso de placeres carnales. Cuando llega la aurora se recogerán en la villa y premiarán al mejor disfraz con un Porsche 911 Turbo S de un bermellón vibrante, financiado por la anfitriona. Ella, se prepara en los aposentos privados para el evento. Su traje nada tiene que ver con la conmemoración de la noche. Pero, tiene el poder suficiente como para hacer lo que le plazca y será la viva estampa de Nefertiti. Y su nuevo amante, el faraón. Ambos con las mejores galas; como si se tratara de una ceremonia nupcial.



 

—Bernadette, ayuda a vestirse al señor —dice la millonaria a su ayudante de cámara.

 



La doncella la mira de reojo.

 



—¡Ya está bien, querida! Me aseguraron que eras la mejor; por eso te contraté. Además, estás muy bien pagada. No obstante, te daré un plus. Ahora, ¡viste a mi Faraón de una puñetera vez! ―vocea, cabreada.


—Sí madame ―contesta la ortopédica dama con una genuflexión de tronco.


—No soy Madame. Ya te he dicho que a partir de ahora soy alteza —increpa la excéntrica dama.


―Sí, mi reina.


—Mucho mejor. Ya sabes que mi amor, es muy callado y no entiende demasiado nuestro idioma. ¡Es el hombre perfecto! —sigue parloteando la señora. Inmediato, se acerca a su partenaire y le da un beso.


—¡Mmm! —insinúa el hombre con ojos de tortolito.


—¡Date aire, Bernadette!


—Perdone Alteza. ¿Cómo desea que lo vista? —pregunta con los brazos en jarras y una sonrisa Profidén.


—Con sus mejores galas.


—Como guste su alteza.




 

La doncella —siguiendo un ritual metódico— saca una a una las piezas del majestuoso aderezo.



Los invitados esperan a las puertas de la villa con las carrozas preparadas para el desfile. Media hora después, el mayordomo jefe, anuncia la salida de los anfitriones. La cofradía se queda anonadada: Marcel está bellísima.

 



—Eres el vivo retrato de Nefertiti, querida —le dice la Condesa de Chitón. Su mejor amiga.


—Amigos antes de desfilar, voy a presentaros a mi nuevo amante. Este es el definitivo… Je, je, je... Se llama Akenatón —dice, presumiendo como una pava real.

 



Suenan las trompetas y cuando aparece el consorte, los reunidos aplauden. Se escucha un: «¡Ahhh!!!». Explosivo. El carnaval es un completo éxito y Akenatón recibe el Porsche al final de la velada: su disfraz es sublime. Ya en la cama, Marcel le comenta…

 



—Los has visto, ¡qué vulgares son! ¡Siempre con los mismos modelitos!


—Mmm… —contesta él.


—Sí. Son trajes disparatados y divertidos. Pero a mí me aburren porque los repiten año tras año. La Condesa de Milloneti siempre va de "Tarta Explosiva de Merengue", con una falda de tul rosa y un sombrero gigante de nata montada. ¡Qué usurera! La verdad es que todos son un poco tacaños. ¿Cómo van a ganar el Porsche?


—Mmm…


—Ya sé que estás feliz porque lo has ganado tú. Mañana lo probaremos.


—Mmm…


—Que te has divertido porque es la primera vez que los ves, aunque no los entiendes demasiado.


—Mmm…


—Ahora te recito el repertorio de memoria: el conde de Oro iba vestido de "Chorizo Volador", con alas de salchichón y un casco de morcilla. La duquesa de Rubí, como siempre, lucía su traje de "Sardina Bailarina", plateado y con aletas brillantes. El príncipe de Manteca, repetía su disfraz de "Monstruo de Espaguetis", con fideos colgando por todas partes y una olla de tomate en la cabeza —hace una mueca de asco—. Su mujer iba de "Cacahuete saltarín" con un vestido de globo con música incorporada que crujía. El millonario de París iba de "Payaso de Pennywise" abriendo su boca enorme; daba miedo. El pobre es muy mayor y se ha confundido: iba de Halloween.  Ja, ja, ja… A ver ―cuenta en alto― 1, 2, 3, 4, 5, 6… Me falta uno.


—Mmm…


—Claro, ¡qué listo eres! Lulu de Bretaña se disfrazó de "Helado de coco con frambuesas". Esta sí ha cambiado de disfraz por eso se me había olvidado; la había confundido con alguien de otro grupo. Pero a ti te ha llamado la atención es cucurucho alto con sombrero de fruta grana.


—Mmm…


—¡Ah! Lo siento. No te he entendido. A partir de mañana, te voy a poner un profesor particular de francés porque, a veces, me cuesta comprenderte. Amor.


—Mmm…


—¡Ah! Ya te comprendo. Y, mira, voy a hacerte caso: es el último año que monto un carnaval privé. Son muy aburridos.


—Mmm… 


—¿Has visto el síncope que le ha dado a la Baronesa de Tiquismiquis?


—Mmm…


―Eso es. Total, porque al abrir la boca se te ha caído un gusanito de esos morritos tan lindos que tienes —lo besa subida de tono.


—Mmm…


—Te estás poniendo cariñosito... Lo noto. Siempre preparado para el ataque. El sexo es tu fuerte, cielito.

—Mmm…


—A no. De posturitas raras, nada de nada. La última vez que lo intentamos me tocó enviar a Bernadette a la fábrica de Loctite. Recuerda que compró todo el stock de pegamento. Estuvimos varias horas quitándote las vendas y un día entero pegando tus huesitos —le hace un mimo.


—Mmm…


—¡Qué no! El misionero o me enfado.




Bernadette los ve desde la puerta. La señora tumbada bocarriba y la momia que sustrajeron del museo de El Cairo, encima. Nunca mejor dicho: moviendo el esqueleto.



 

©Anna Genovés

Revisado el siete de marzo de 2025

 

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