Lecturas que dejan huella
Lecturas que
dejan huella
Proemio
Soy una mujer atípica; no me agrada cocinar ni sacarle brillo a los muebles u otras
labores de este trabajo tan poco gratificado que hacían las madres de antaño
con esmerada pulcritud. Pero, este Fin de Año, me ha dado un loco y me he dicho a mí misma: «Anna, o limpias tu casa a
fondo o cogerás un libro y se te pegará a los dedos».
Antes, cuando mi
esposo no estaba enfermo y ambos teníamos un trabajo como Dios manda, una amiga
me arreglaba la casa por un buen estipendio. Amén de recoger el guardarropa en
desuso; más nuevo que los atavíos de muchos obreros.
Los tiempos han cambiado a peor y los
nubarrones que acechan las manchas de humedad de las paredes de casa, no
pronostican nada bueno. El pariente no puede trabajar por patologías
diversas, crónicas y graves. Soy ama de casa y cuidadora a tiempo completo. ¡Ah! Pero
escribo: es perfecto. Lo que siempre he hecho bajo manga, actualmente es vox populi aunque no me coma un torrado
y los únicos lectores que tenga se descarguen las publicaciones regaladas o hackeadas.
A lo que iba: la
mugre. Estaba de Ratita presumida que
asea el hogar, por huevos; venga a pasar el paño húmedo por portadas,
contraportadas, cabezas, lomos y huecos de todos los libros que hay en las
estanterías –he acabado hasta el orto de los mismos—. Cuando un pensamiento ha oscurecido mi raciocinio:
«Anna, ¿por qué no regalas los
puñeteros libros a una biblioteca y te dejas de rollos patateros. Además, hace
tiempo que lees en digital?».
¡Ayyy…!!! Pero no puedo, me gusta ordenarlos y mirarlos al
pasar, pese a leer en la Tab. Aunque lo puristas me llamen apóstata sacrílega. Da
lo mismo. Seguro que Asimov, Huxley, Lovecraft, Wells y etcétera… estarían
conmigo. Con todo mi respeto para quienes prefieren oler la fragancia del libro
físico y de las hojas al comenzar un nuevo capítulo. Como dice el refrán:
¡Que cada uno haga de su capa un sayo!
Para que veáis
que el digital no quita la afición por
la lectura, os dejo el listado de las novelas que han dejado huella en este
cerebro atolondrado a lo largo del año.
Listado de
lecturas que dejan huella
12.
Amada bruja mía, de Lou Carrigan – Divierte
15.
El delta de Venus, de Anaïs Nin – Muy recomendable
Reseña de A sangre fría, de Truman Capote
Asangre fría, de Truman Capote
ISBN: 978-84-339-7123-4
EAN: 9788433971234
Páginas: 440
Colección: Panorama de narrativas
Traducción: Jesús Zulaika
Publicación: 18/04/2006
Sinopsis
Si bien la historia narra la tragedia acaecida el
15 de noviembre de 1959 en una ciudad pequeña y tranquila de Kansas llamada
Holcomb, donde cuatro miembros de la familia Clutter fueron asesinados en
su casa. Nunca mejor dicho: «A sangre fría». Maniatados y con disparos a
bocajarro. La novela es un retrato
profundo y psicológico de la sociedad que, directa o indirectamente, tuvo
relación con víctimas y asesinos.
En un principio,
las investigaciones policiales ultimaron que los crímenes carecían de
justificación. La ausencia de pruebas imposibilitó la identificación de los
asesinos. De manera que la mayoría de
vecinos de Holcomb pasaron una larga temporada como hipotéticos sospechosos.
Años más tarde, Dick Hickock y Perry Smith, fueron
encarcelados como presuntos ejecutores. Posteriormente, el 14 de abril de 1965,
ahorcados como culpables. Pasaron más de cuatro años en el corredor de la
muerte. En una de las confesiones, se descubrió el leitmotiv de la masacre: mientras cumplían condena en la prisión/correccional
de Lansing, otro preso –que anteriormente había trabajado para las víctimas—,
le conto a Perry que, estos, guardaban una caja fuerte llena de dinero en casa.
Algo completamente falso.
Capote dedica el primer episodio: «Los
últimos que los vieron vivos». A la vida de los sacrificados en un apartado
extenso escrito con la objetividad, el respeto y la sensibilidad necesarios
para que el lector empatice con los difuntos. Pero también lo hace con los reos a quienes les dedica el último
episodio de la historia: «El Rincón». Donde detalla el ahorcamiento de los mismos.
Apartado escabroso y difícil de digerir
porque nunca mostraron arrepentimiento. Una lectura incómoda para los
norteamericanos pues demuestra que la marginación social rompe el sentido de
unidad del país; el sueño americano
fragmentado por completo.
El autor, que esperó seis años para
publicar el libro por las numerosas apelaciones del caso, nos introduce en el escenario de los hechos con una sabiduría inusitada.
Yuxtapone diferentes historias de manera minuciosa, como si fueran piezas
necesarias para completar el escalofriante puzle que vomita en su delírium trémens.
…“Por
una autopista de Arizona una caravana de dos coches cruza como un rayo el país
de la salvia, el país de las mesas, los halcones, las serpientes de cascabel,
las imponentes rocas rojas. Dewey conduce el coche que va delante, Perry Smith
va sentado junto a él y Duntz en el asiento de atrás. Smith lleva las esposas
puestas y las esposas van atadas a un cinturón de seguridad por una corta
cadena, lo que limita tanto sus movimientos, que no puede fumar si no le
ayudan. Cuando quiere un cigarrillo, Dewey ha de encenderlo y ponérselo entre
los labios, tarea que el detective encuentra «repelente» por lo que tiene de
íntima... cosa que hacía cuando cortejaba a su esposa.
En conjunto, el
prisionero ignora a sus guardianes y sus esporádicas tentativas de pincharlo,
repitiendo partes de la confesión de Dick que duró una hora y fue grabada en magnetofón:
-Dice que trató
de detenerte, Perry. Pero que no pudo. Mantiene que tenía miedo de que lo
mataras a él también.
O bien:
-Sí señor, Perry.
Toda la culpa es tuya. Hickock dice que él no es capaz de matar ni las pulgas
de un perro.
Nada de esto, por
lo menos exteriormente, le hace efecto a Perry. Sigue contemplando el paisaje,
leyendo la publicidad de Burma-Shave, contando los esqueletos de los coyotes
que adornan las cercas de los ranchos.
Dewey, sin prever
especial respuesta, dice:
-Hickock nos ha
dicho que eres un asesino nato. Dice que a ti matar no te causa efecto.
Dice que una vez
en Las Vegas te cargaste a un negro con una cadena de bicicleta. Que le diste
hasta dejarlo muerto. Así, por diversión.
Sorprendido,
Dewey ve que el prisionero ahoga un grito. Se retuerce en su sitio hasta poder
ver, a través de la ventanilla posterior, el segundo coche de la caravana y su
interior:
-¡El duro!
Le vuelve la
espalda otra vez y contempla la negra veta de la autopista que atraviesa el desierto:
-¡Pensé que era
un truco! No me lo creía. Que Dick se hubiera ido de la lengua. ¡El duro! ¡Oh,
un auténtico hombre de hierro! No se atrevería a matarle las pulgas a un perro.
Se limitaría a atropellarlo. -Escupe-. No he matado jamás a ningún negro.
Duntz le da la
razón. Ha estudiado los archivos de los homicidios no resueltos de Las
Vegas y sabe que
Smith es inocente de aquel delito en particular.
-Yo no he matado
jamás a ningún negro. Pero él lo creía. Lo he sabido siempre, que si nos
pescaban, que si Dick de verdad cantaba, cantaba hasta la última cosa, sabía
que diría lo del negro -escupe otra vez-. ¿Así que Dick me tenía miedo? ¡Qué
divertido! Me divierte mucho saberlo. Lo que no sabe es que por poco lo mato a
él.
Dewey enciende
dos cigarrillos, uno para el preso, otra para él.
-Cuéntanoslo,
Perry.
Smith fuma con
los ojos cerrados y empieza:
-Lo estoy
pensando. Quiero recordar exactamente cómo fue -guarda silencio un buen rato y
luego añade-: Bueno, todo empezó con una carta que recibí cuando estaba en
Buhl, 150 Idaho. Sería en setiembre u octubre. Era una carta de Dick en la que
me decía que tenía una breva a la vista. El golpe perfecto. No le contesté pero
volvió a escribirme apremiándome para que fuera a Kansas y diéramos el golpe,
juntos. Nunca me dijo la clase de golpe. Sólo que era una breva madura «de
éxito seguro». La verdad era que yo tenía otra razón para estar en Kansas por
entonces. Un asunto personal, que me guardo y que nada tiene que ver con todo esto.
Sólo que si no hubiera sido por eso, yo no hubiera vuelto. Pero lo hice. Y Dick
fue a esperarme a la estación de autobuses de Kansas City. Me llevó en su coche
a la granja de sus padres. Pero no me querían allí. Yo soy muy sensible,
siempre sé lo que la gente siente.”…
Extracto de A
sangre fría, de Truman Capote
Sobre la novela
A
sangre fría, está descrita con una prosa realista que, en ocasiones, roza
la crueldad desde un punto de vista imparcial que distingue la intensa investigación llevada a cabo por el escritor y
su inseparable ayudante, Nelle Harper Lee. Está escrita en una tercera
persona narrativa que evita el sensacionalismo y trata los acontecimientos del
magnicidio con esmerada legitimidad. De igual modo, menciona otros crímenes
similares sucedidos en los años posteriores al regicidio de los Clutter; tratados
por lo que las autoridades con la denominación de imitadores de Dick y Perry.
Desde el encarcelamiento de los homicidas,
TC mantuvo una investigación prolongada y escrupulosa con todas las personas
relacionadas con el cruento asesinato, incluidos los reos. Lo que le
confiere un realismo absoluto que te introduce en cada una de sus páginas;
dejas de ser un espectador y pasas a formar parte de la obra. Sufres, lloras,
expías las penas y descansas. En esta extensa crónica periodística formateada
como una novela, Capote se valió de todo
tipo de testimonios para retratar la vida de un inestable Perry (mestizo, con
una existencia bastante dolorosa: el ejecutor) y la frialdad de Dick (de
inclinaciones pederastas, con una vida cómoda y superdotado: el cerebro). De
igual modo, fotografía a los Clutter como una familia metodista, caritativa,
acomodada y admirada por todos.
A
sangre fría consagró al autor
como uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX. Amén de
demostrar que escritura y periodismo van de la mano. Desde mi humilde punto
de vista, TC diseccionó del mismo modo que lo hiciera Proust en Los
placeres y los días, la sociedad del momento. Si bien, en el caso que
nos ocupa, la génesis no es el hedonismo de la misma, sino muy al contrario, el
crimen. Cuando acabas la novela, con ese poso a crónica periodística intensa,
sabes desde la marca de la ropa interior que llevaban las víctimas, hasta por
qué Perry tomaba aspirinas o Dick tocaba la guitarra. Es, como ya he mencionado,
un retrato psicológico profundo de todas y cada una de sus figuras.
En un principio, TC bautizó su obra con el
nombre de Non fiction novel. Más tarde, con este nombre quedo acuñado el género
literario en el que a partir de un testimonio
periodístico, se recrean hechos reales. El precursor del mismo fue el
argentino Rodolfo Walsh con su Operación Masacre (1957), en la que
profundiza en la trama oculta en los «fusilamientos de José León Suárez». A
sangre fría es un libro estremecedor que, desde su publicación, se
convirtió en un clásico que se ha llevado al cine en diversas ocasiones.
A
sangre fría es la novela idónea para
tener a mano y releer sus párrafos en cualquier momento; da lo mismo por donde
la abras. Seguro que te deja helado o te sorprende la magnífica adjetivación
del autor. TC demuestra que es capaz de explorar cualquier crimen, por
perverso que sea, y describirlo con esa crueldad exquisita que a la mayoría de
autores se nos escapa. Lo dicho, una obra maestra.
©Anna Genovés
27/12/2016
P.D. Amigos, gracias por visitar este espacio. ¡Feliz 2017! ¡Salud!En 2017 cambiaré de registro. Ya he comenzado Soy leyenda de Richard Matheson. ¡Alucinante!
Albert King -
Born under a bad sign (subtitulado al español)
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