Charo, Choni, Maruja. ¿Y qué?

 





Charo, Choni, Maruja. ¿Y qué?




Hechos recientes sobre la terminología ‘Charo’.


El Ministerio de Igualdad denunció públicamente y anunció que monitoreará el uso del término "Charo" en internet, considerándolo una forma de misoginia digital.


  1. Argumento: El Ministerio señala que esta etiqueta funciona como una "forma de desprecio disfrazada de ironía"...
  2. Contexto: El informe del Ministerio incluye el término "Charo" como estrategia usada en la "manosfera"...


Llevo unos días reflexionando sobre el asunto y, finalmente, he decidido plasmar mi opinión en el blog.


Al respecto, opino que existen muchas cortinas de humo que explotan en las redes de esta piel de toro que agoniza y se atraganta con una flema tenue. 


Esta semana han sido las 'Charos' para olvidar a los ‘Luises’ y acallar los galimatías enrevesados del Evangelio de San Mateo sobre ‘El señor del castillo y su dama’. Qué ucronía más phildickiana.


¿Desde cuándo que te llamen con el castizo nombre de Rosario o sus diminutivos es un agravio tal como para monitorizar tus huellas internautas?


¿Acaso las Marujas de toda la vida se alzaron en el pasado? O los aburridos Tíos Pacos. Las Chonis jovenzuelas o maduras. Los Palomos y Palomitas abobados. Los Rodríguez solitarios y los Torrentes descuidados. Los San Benitos que te caen en esta vida. Y los neonatos Sánchez que postulan sin miramiento para gobernar como el mismísimo Cleón asimoviano.


Estos sobrenombres son referencias en nuestro idioma tan suculento, que se gestan en la persona que en origen se comportó o hizo algo que marcó su reputación de una determinada forma y, por extensión, a todo hijo de vecino con igual denominación. El tiempo, imperecedero, olvidadizo y popular, hizo el resto por los siglos de los siglos y amén: estandarizarlo.


Vivimos en un mundo en el que te etiquetan al nacer. Con la primera bocanada de aire fuera del útero nos colocan una pulsera con nuestro santo y seña. Y a partir de ese momento, llevaremos colgado ese San Benito, aunque cambiemos de nombre o nos manipulen en un laboratorio para convertirnos en otro ser.


Y es que el español es una lengua tan antigua y extendida que posee un potencial de matiz extraordinario. Ya lo dijo Gabriel García Márquez:


«El castellano es un idioma tan vasto que en él caben las dos orillas del mar, y sus palabras tienen la resonancia de los viejos galeones que venían cargados de oro y de especias.»


 


Conclusión


El término ‘Charo’ ha evolucionado de un desaire específico a una herramienta política cuyo debate se intensifica cada vez que una figura pública, un utilitario de las redes o una institución lo menciona.


Para la derecha y ultraderecha, parece ser un código rápido que descalifica a una oponente por su postura ideológica y feminista, intentando anular su autoridad.

Para la izquierda y ultraizquierda, es un ejemplo de menosprecio hacia ciertas mujeres que se manifiesta en el lenguaje digital, intentando silenciarlas..


¿Y quiénes tienen razón? Pienso que el asunto no debía revolotear como las criaturas asilvestradas de la monumental alquería cibernética en la que pululamos. Pero los asuntos de internet y las IAs son peores que las balas que carga el demonio del Tártaro.




El cuento


Esta mañana el Tío Paco de mi vecino paseaba con su Maruja de la mano. Detrás, no muy lejos de esta pareja de Palomos, andaban su Lolita charlando con el Rodríguez de su primo, a quien le había caído el San Benito de ser un Sánchez por llamarse Luis. ¡Menudo Koldobika estaba hecho! Y su parienta, toda una Choni de los pies a la cabeza, asesorada por el Torrente de su abogado; casado con una Charo jurisconsulta que lo cubría todo.


Y, de repente, esta última dice a viva voz en medio del gentío:


—Amigos, fiscalicemos a los progresistas que aplaudan la Rebelión en la granja de Orwell. ¡Fuera Cayetanas y Cayetanos! Dejemos a las Livias y a las Mesalinas para otra charadita.

 

Aquí la firmante, Anna Genovés. Esa que tiene un porcentaje de Charo y que, a veces, se torna Choni o Cayetana, según le dé. Por eso, por ser una Maruja juntaletras que, en un pasado, fue Lolita. La misma que un comercio vulgar confundió con una Kolda, sin serlo. Porque en este país, más que nombres, somos etiquetas con patas. ¿Y qué?


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