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©Anna genovés
Revisado el
catorce de junio de 2025
*En
reconocimiento a este gran escritor español que tantas alegrías dejó a nuestros
mayores y nosotros mismos.
Espacio de actualidad, narrativa, opinión y poesía.
©Anna genovés
Revisado el
catorce de junio de 2025
*En
reconocimiento a este gran escritor español que tantas alegrías dejó a nuestros
mayores y nosotros mismos.
Deporte: Fuente de Bienestar
Si me preguntan desde cuándo
hago gimnasia, me da mucha risa y, por lo general, contesto que desde
siempre. Al leer este post descubriréis el porqué.
A los seis meses toqué los
primeros hierros, y a los nueve, el tacatá me resultaba tan pequeño que decidí
caminar y correr por mi cuenta. Sí, soy hiperactiva. A los dos años me
compraron un triciclo con el que iba a toda pastilla por donde fuera. Me di más
de un chichón y me hice alguna que otra brecha, pero nada mermaba mi ansiedad
por brincar. Meses después recorría la casa con los tacones de mami. Taconeaba
a todas horas; me sobraban tanto que, a la hora de comer, era un calvario estar
conmigo porque se me caían constantemente y el ruido ponía de los nervios a
todos.
Mi trayectoria escolar fue
intensa y, con siete años, llegué a un colegio religioso con un gran
patio y numerosos cachivaches con los que jugar y entrenarme. Allí descubrí
la gimnasia. Era la primera en dar volteretas, hacer el pino, el puente… o
lo que hiciera falta. Aunque me cayera, me levantaba como un rayo y nunca me
quejaba porque quería seguir moviéndome. ¡Me encantaba! A la misma edad
aprendí natación en el Club Ferca y ballet clásico en el conservatorio de Valencia.
En la calle patinaba, jugaba a la cuerda, a la goma, a churro va, al escondite,
al sambori… En fin, era una niña muelle que nunca se cansaba.
Pero fue en el Instituto Juan
de Garay cuando el deporte se convirtió en algo imprescindible en mi vida.
Descubrí que poseía las cualidades básicas de los deportistas: flexibilidad,
fuerza, resistencia y velocidad. Fui portera de balonmano, central de voleibol
y formé parte del equipo de atletismo. Me chiflaba el plinton, el potro, la
barra y las paralelas... Subía cuerda, pegaba puñetazos, estiraba mi organismo
hasta cotas yoguis y dejaba mi cuerpo suspendido en las espalderas y en las
anillas. La asignatura de Educación Física y Deportes de mi época era muy
completa; se practicaban casi todos los tipos de entrenamiento que actualmente
están en boga.
Deseaba ser profesora de
Educación Física con todas mis fuerzas. Pero, por desgracia, por aquel
entonces solo podías acceder a dicha especialidad en Barcelona o Madrid, y yo
vivía en Valencia. El asunto se torció, y tuve que conformarme con otra carrera
universitaria. Aunque mi amor por el mundo deportivo me llevó a sacarme el
título de monitora de gimnasia rítmica y de aerobic.
Entrevista con preguntas generadas por la IA Copilot
¿Qué te motivó a iniciar tu
camino en el mundo del fitness y el aerobic?
Durante varios años di clases en
colegios y en gimnasios donde entrenaban deportistas de diversas modalidades,
entre ellas el culturismo. Conocí a culturistas federados que leían la revista Muscle
& Fitness y me aficioné a ella. Esto rellenó mi vademécum
particular y me mostró que ambos sexos podían entrenar la fuerza a cualquier
edad. Como, por otro lado, era acólita de Jane Fonda, fusioné ambas
prácticas en las clases que impartía y en mi entrenamiento personal.
¿Cómo fue la experiencia de
salir en la portada de una revista en 1990?
En uno de los polideportivos
donde trabajaba, tuve bastante aceptación y los supermercados de mi zona me
propusieron hacerme una entrevista y ser portada de su revista. Accedí. Fue un
momento maravilloso que guardo en mi corazón con mucho cariño.
Me hizo mucha ilusión, sobre
todo por la repercusión positiva que podía tener en las personas que me
conocían. Y, la verdad, los gimnasios de mi barrio vieron incrementados
sus socios. Esa fue la mayor satisfacción que sentí. Por un tiempo,
me convertí en un modelo a seguir porque mantenía hábitos equilibrados:
bebía agua, cuidaba mi alimentación y practicaba deporte.
Fue una colaboración altruista
y desinteresada cuyo propósito era incentivar a las personas a adoptar un
estilo de vida activo y saludable, disfrutando de sus beneficios tanto físicos
como emocionales. Mantenerse en movimiento no solo contribuye al bienestar
físico, sino que también influye positivamente en el estado de ánimo.
Cuando algo interviene positivamente en el estado de ánimo, lo hace
igualmente en las relaciones laborales y sociales.
¿Cómo has adaptado tu rutina
deportiva con el paso de los años?
El deporte, lejos de ser una
moda, me ha acompañado a lo largo de los años y forma parte de mi estilo de
vida. Nunca me he sacrificado entrenando, porque he disfrutado con lo que
he hecho y lo que sigo haciendo. No he dejado de practicar gimnasia en ninguna
etapa de mi vida, adaptando los entrenamientos a las
horas libres que he tenido; ya fuera por la mañana o la tarde, siempre
encontraba el momento necesario para seguir activa. Considero el ejercicio
como una hermosa extensión de los juegos de niña y las clases de Educación
Física del colegio.
Cuando no he podido ir al
gimnasio, me he ejercitado en casa. He reunido un micro gym en mi hogar.
Ahora es muy fácil seguir activa si no puedes o no te apetece ir al club
deportivo; basta con comprar algunas pesas, buscar un vídeo en YouTube sobre
cómo mantenerte en forma en casa y seguirlo. Si quieres, puedes.
Este método lo utilizo cuando,
por cualquier motivo, no puedo desplazarme al gimnasio. La última vez que recurrí
a él fue durante la pandemia, y me ayudó a seguir adelante porque la actividad
física es el mayor antidepresivo que conozco. Sin lugar a dudas, tiene
beneficios emocionales y físicos durante todas las etapas de nuestra
existencia.
¿Qué tipos de ejercicio
disfrutas más en la actualidad?
En la actualidad disfruto con los
mismos ejercicios de siempre. Quiero decir, practico fitness y ejercicios
aeróbicos, ya sea participando en clases dirigidas –body pump, body combat,
zumba, pilates, yoga…— o recurriendo a las máquinas donde ejercito el core:
caminar en cinta con pendiente, remo, elíptica o stepper. O, ¿por qué no?,
algún circuito de CrossFit o Tabata.
Realizo rutinas variadas en las que procuro equilibrar los ejercicios de fuerza con los que fortalecen el sistema cardiovascular. Por lo general, se traduce en un entrenamiento de una a dos horas tres o cuatro veces por semana. ¡Ah! Y procuro que nunca se me olvide estar bien hidratados y tener siempre una botella de agua a mano.
¿Qué importancia tiene para ti
el ejercicio físico en el envejecimiento saludable?
En las redes sociales he
comprobado que hay una fijación por el deporte en personas mayores que va en
crescendo. Entras en cualquiera y surgen reels de hombres y mujeres de +60,
70 y hasta 100 años ejercitándose: es maravilloso. Antes, era cosa de
jóvenes. Y estaban esos refranes anticuados como: «De los cuarenta para arriba,
no te mojes la barriga». Tonterías. No se debe generalizar.
Los humanos tenemos tres edades:
la biológica, la cronológica y la psicológica. Y, dependiendo de la genética,
el estilo de vida y el pensamiento, podemos llegar a la senectud en mejores o
peores condiciones. Está claro que llevar una vida sana, exenta de alcohol,
tabaco y comida basura, ayuda a mejorar o incluso alargar nuestras vidas. Si,
además, haces deporte, la ecuación puede dar unos resultados magníficos contra
el envejecimiento.
¿Qué beneficios emocionales y
físicos has experimentado gracias al deporte?
Hace cuatro décadas, ir al
gimnasio era algo poco habitual, sobre todo para las mujeres. Me siento
feliz solo con pensar que he sido una precursora de los mismos.
A punto de cumplir sesenta y
cinco años, siempre salgo del gimnasio con una sonrisa porque soy
consciente de que libero la serotonina que necesito. Recordemos que esta es
conocida como la "hormona de la felicidad", clave en la regulación
del estado de ánimo, el sueño y el bienestar emocional. Además, estimula la
producción de endorfinas, que generan sensaciones de placer y alivio del
estrés. Y conste que no voy al gimnasio a distraerme, sino a entrenar. Pero, es
magnífico llegar cansada y salir como una rosa.
¿Qué consejo le darías a
alguien que quiere empezar a entrenar después de los 60?
Veo personas mayores que hacen
esfuerzos sobrehumanos y, en pocos años, pasan de tener un cuerpo con sobrepeso
a una musculatura potente. No soy nadie para decir lo que se debe o no
hacer, pero lo que sí tengo claro es que, para someterse a estos cambios
radicales, hay que mantener una dieta rigurosa, tomar una batería considerable
de suplementos y llevar un control exhaustivo con el entrenamiento, que supongo
diario y de varias horas, o incluso dos o más sesiones en una misma jornada. O
sea, tienes que sacrificarte. Y como ya he dicho, lo que es un sacrificio,
si no tienes una fuerza de voluntad poderosa, más pronto o más tarde, se
abandona. ¿Qué sucede cuando lo dejas? Que en pocas semanas estás como
antes de comenzar.
Mi consejo: si nunca te ha
motivado el ejercicio, piensa en algo que te agrade. ¿El fútbol, por
ejemplo? Pues busca en internet o consulta con la IA para encontrar un listado
de clubes senior. ¿Te gusta ir de excursión por el monte? Lo mismo. Haz lo que
te satisfaga, porque cuando comiences, la mejoría que te proporcionará la actividad
que realices te hará sentirte feliz y no lo dejarás.
Si te decides por el gimnasio,
busca uno que esté cerca de tu domicilio o trabajo y ve a verlo. Si te
convence, prueba. Seguro que hasta te dejan ir algún día sin costo alguno.
Además, tendrás a tu disposición opciones alucinantes: fitness, calistenia y
cualquier tipo de actividad dirigida. Lo que al principio verás más difícil
que escalar el Everest, en unos meses se convertirá en una cuesta chiquita por
la que pasearás alegre. Verte físicamente más parecido al que fuiste años atrás
te sentará bien. Estarás más contento, y la vida, aunque tenga dificultades,
será más llevadera.
¿Qué opinas de los suplementos
deportivos?
Me parecen una buena opción si
son productos confiables y realmente necesarios. Por ejemplo, pueden ser
útiles cuando el nivel de entrenamiento es competitivo o demasiado exigente, y
la alimentación por sí sola no cubre las necesidades energéticas y
nutricionales. Hace unos meses descubrí en los supermercados Consum una línea
deportiva que me pareció de calidad.
En los clubes deportivos, la
ingesta de proteínas en polvo es bastante habitual. No obstante, cuando se
sigue una dieta equilibrada con carnes, huevos, legumbres y lácteos, en general
no es imprescindible. Ante la duda, siempre es recomendable consultar con un
profesional, ya que el exceso puede ser perjudicial.
Recuerdo que conocí a un
personal trainer que comenzó a trabajar siendo delgado y logró desarrollar
una gran musculatura, pero a base de suplementos sin control alguno. Hasta que
un día su cuerpo "explotó": sus órganos vitales estaban
sobrecargados, y sus potentes bíceps comenzaron a llenarse de estrías.
¿Qué mensaje te gustaría
transmitir a las nuevas generaciones sobre mantenerse activos?
A los jóvenes les diría que
adopten la actividad física como parte de su rutina diaria, que prolonguen
las clases de gimnasia o el deporte que más les agrade del instituto o la
universidad a sus horas de ocio, porque es algo que les beneficiará de por
vida. No solo los fortalecerá físicamente, sino que los protegerá de ciertas
enfermedades como la obesidad, algo que el hábito de los ordenadores ha hecho
que aumente. Y no nos engañemos: no es ni será una moda, es una enfermedad.
Si planificas tu vida, hay
tiempo para todo: para estar con los amigos, estudiar, trabajar, ver
series, cotillear los perfiles de las redes, jugar a videojuegos o montar
grupos de WhatsApp…
Unas palabras para finalizar…
Recordando mi pasado con el
deporte, me doy cuenta que he hecho de todo, menos artes marciales.
Llego un poco tarde, pero me gusta mucho el Aikido y, más todavía, el Kendo.
Tal vez en otra vida… Aunque, ¿quién sabe? Nunca es tarde si la dicha es buena.
Una frase…
El deporte es el mayor
antidepresivo que existe
No es culto al cuerpo, sino
bienestar personal
©Anna Genovés
Las preguntas de la entrevista están generadas por la IA
Copilot
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He subido unos vídeos a YouTube para que veáis que se puede hacer de casi todo, incluso al entrar en la edad de la Senexcelencia.
Doctorcita
Doctorcita esté
atenta
no vaya a creer
que mi apéndice
es la cabeza
Situación: sala de espera de la Clínica del barrio. Carmen entra a consulta y ve a la simpática María —la DUE de toda la vida— junto a una chavalita de veintipocos años.
—Hola Carmen. ¿Qué tal estás?
—pregunta la enfermera.
—Bien, bien… Vengo a que me pongas la
vacuna de la gripe —contesta Carmen.
—Haces bien. Prevenir siempre que se
pueda —dice la DUE.
—Por supuesto —asevera la paciente.
—Mira, esta es mi sobrina. La tengo de
prácticas.
María presenta a la muchacha de melena
larguísima y ojos azulinos enormes.
—Hola —dice la jovencita con una
sonrisa repleta de inocencia.
—Hola guapa… Así que tú serás la nueva
banderillera dentro de unos años —dice Carmen por hacerse la simpática.
—No, no —contesta María—. Está
estudiando segundo de medicina. Lo que pasa es que quiero que se vaya
familiarizando… —asevera con orgullo María.
—¡Ah! ¡Qué guay! Yo también quería ser
médico. Pero al final, estudié arqueología —recuerda Carmen con guasa.
—¿No me digas? —comenta María.
—Sí. ¿No sabías que soy arqueóloga?
—Pues no…
—Arque… ¿Qué? —sugiere la doctorcita
asombrada.
—Arqueóloga —refunfuña Carmen de mala
gaita.
—¿Y eso qué es? —pregunta la futura
doctorcita.
—Es una especie de Indiana Jones —dice
Carmen para disimular su perplejidad.
—¿Eh…? —la joven no conoce al mítico
personaje.
—¡Ah claro! Es que eres muy jovencita
—disimula Carmen—. Pero a Lara Croft sí la conoces, ¿verdad?
—¡Ah! Sí. Ahora sé a qué te refieres…
¡Qué chulo! —asevera la sonriente universitaria.
—Sí, muy chulo… No obstante, más me hubiera valido estudiar
medicina —ratifica Carmen torciendo el morro.
—Pues de arqueóloga hay trabajillo,
¿no?... —sugiere la DUE.
—Sí. En Atapuerca o de profesora de
alguna de las asignaturas que están en vías de extinción… —contesta Carmen.
—Ata… ¿qué? —interfiere la doctorcita.
—Nada, cariño… —objeta la encandilada
tía como diciéndole: «Es cosa de mayores».
—Claro —asiente Carmen sin salir de su
asombro.
—Pues yo estudio Medicina porque me
gusta Anatomía de Grey. ¡A ver si me
sale un novio tan guapo como el Dr. Shepard! —dice la preciosa mujercita.
—¿Ahhh??? —contesta Carmen poniendo
cara de incrédula.
—¡Ayyy! ¿Qué no sabes de quién te
hablo? Jua, jua, jua… —ríe la joven dando por sentado que la paciente es una
carca.
Carmen sigue la cháchara haciéndose la tonta.
Fuera de la consulta piensa que le ha faltado preguntarle:
—Doctorcita. ¿Sabe usted dónde está el
apéndice o todavía no se lo ha enseñado ese doctor tan guapo?
De regreso a casa, anda cabizbaja rememorando
su juventud. Por aquel entonces, sabía latín, griego, ecuaciones de segundo
grado, las constelaciones del firmamento, hacía el pino puente lo mismo que
bordaba una almohada con punto de cruz o dibujaba diferentes curvas elípticas
para pintar a carboncillo una bóveda. Carmen conocía a los héroes
cinematográficos del momento y a los del pleistoceno como John Wayne… Sabía el
nombre y la ubicación de todos los huesos del cuerpo humano, los músculos…
Sabía muchas cosas, como la mayoría de jóvenes que preparaban la selectividad.
¿Cómo una señorita que está en segundo de medicina no sabe lo que es la
arqueología? Es obvio que algo no funciona bien. Esta es la pura realidad de la
sociedad actual. ¡Qué pena damos! —termina por decir en un soliloquio sombrío.
©Anna Genovés
Revisado el cinco de abril de 2025
Imagen tomada de la red
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*Microrrelato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon.
ISBN-10: 1502468433 ISBN-13: 978-1502468437