Halloween en Motherland
Halloween en Motherland
En el plató 13 de la ciudad
cinematográfica de Vancouver se está grabando un capítulo de la afamada serie
sobrenatural Motherland. Las actrices principales: Raelle, Anacostia, Scylla,
Abigail, entre otras… Uniformadas de brujitas soldado, tienen ganas de acabar.
Halloween está al caer y aún no tienen preparada ninguna fiesta.
Horas más tarde, al finalizar el
rodaje, el estudio se inunda de un gorgoteo divertido que envuelve el ambiente.
Las actrices, que entre ellas se llamaban con los nombres de los personajes del
serial, ríen y hacen planes. De repente, Anacostia
dice a su grupito—:
–Ya lo tengo claro.
–¿El qué? –pregunta Raelle.
–Los disfraces.
–Cuenta, cuenta… –dice Scylla mientras Abigail agudizaba su sexto sentido.
–Nos disfrazaremos de nosotras
mismas e iremos a alguna fiesta en la que no estemos invitadas a ver qué pasa.
¿Qué os parece?
–Es una idea magnífica –contesta
Scylla y, pensativa, prosigue—. ¡Uyuyuy! Fijaos… ¿Y si vamos a una fiesta de personajes
con los que estemos enemistadas?
–Sería total –dice Raelle—. Es
una excusa buenísima para acabar con alguno de esos demonios que veneran al
oscuro. Por ejemplo.
La cara de las actrices se constriñe
–cada una haciendo sus cábalas con los brazos cruzados—pensando a quién engañar
para después… fulminar. El representar a brujas defensoras de la Humanidad, las
ha hecho creer poseedoras de algunos de los extraordinarios dotes de los que
gozan en la pequeña pantalla.
–No os lo toméis a guasa –dice
Anacostia que ha leído la mente de sus—. Muchas asociaciones querrían vernos
bajo tierra. Hay que saber elegir y, si hay guerra, que sea por una buena causa.
Llamemos a Tally, que hoy tiene libre, para que se una a nosotras. Le haríamos
un gran favor si acabáramos con los demontres que trituraron a su familia…
–Sería
total –sentencia Raelle antes de coger el móvil y llamarla por Skype.
***
Tres días después, se visten con
el uniforme de gala de Fort Salem y cogen un jet privado hacia New
York. Tal y como han convenido, se
presentan en la puerta de la fiesta más cool de la city. El portero les pide
las invitaciones—:
–Me ensañáis las invitaciones,
por favor.
–Disculpa –dice Raelle que lleva
la voz cantante—. ¿De qué hablas? ¿Qué no sabes quiénes somos?
–Claro que lo sé, guapita. Sois las
brujitas de la popular serie Motherland de Prime Vídeo.
–Entonces… ¿Imagino que no
necesitamos credenciales?
–Pues estás equivocada. Esto no
es una fiesta de actores que en la TV salen de brujos o de otros tantos freaks
sobrenaturales. Esto es una celebración seria donde los disfraces son la
verdadera personalidad de los asociados.
Abigail se falca en el suelo con
las piernas ligeramente abiertas y le planta cara—:
–Uno: no nos vaciles. Dos: no te
burles de nosotras… –antes de que siga hablando, el portero la corta y dice—:
–Y...
¿Tres?
–Déjanos
pasar.
–A ver. Me caéis bien –contesta
el vigilante—. Por eso os advierto. ¡Largaos!
–Lo tienes claro –corean.
–Puedes decir lo que te dé la gana,
me has cabreado –de improviso, Abigail, extiende los brazos a la vez que emite
un latigazo sonoro muy felino y lo deja inconsciente sobre el pavimento.
***
La antesala de la mansión es
decimonónica y lúgubre. Los espejos están cubiertos con velos negros y los
cuadros tienen crisoles y exvotos formando medias lunas como si fueran de
altares. El resto de mobiliario aparece engalanado con velones oscuros.
Un sobresalto irrumpe en sus
cuerpos cuando el portón de la entrada se cierra de golpe.
–Me encanta la decoración.
–Anacostia eres más tenebrosa que
el señor de los infiernos –insinúa Abigail.
–¿No me diréis que no mola?
–pregunta ella.
–Si no fuera porque mi sexto
sentido me muestra imágenes de crímenes abominables, te diría que el escenario
es perfecto para Halloween –sugiere Raelle—. ¿No lo notáis?
–Yo no noto nada –contesta
Abigail con cara de póker—. ¿Qué tal si buscamos de dónde viene la música?
–Scylla
¿y a ti qué te sucede? –pregunta Tally.
–Perdonad. Estoy rara.
De improviso, la bella actriz, comienza
a chillar y su cuerpo sufre convulsiones diversas que la elevan hasta el techo
y la dejan caer varias veces. Parece una muñeca de trapo maltratada. En una
ocasión, sus miembros están a punto de descuajarse como si estuviera sobre un
potro de la Santa Inquisición para descuartizarla. En otra, su organismo parece
deshuesado y se dobla como si un diablo la hubiera poseído y jugara con ella.
Su cabeza se gira y sus ojos, se abren. Convertida en niña del exorcista, habla
con voz agónica y les dice el camino a seguir...
–Seguid recto hasta la puerta del
fondo y me conoceréis –su brazo se alarga como un gusano interminable y sus
uñas ennegrecidas y afiladas, rasgan el ornamento de madera hasta llegar al
pomo y abrirlo.
Un ruido de ultratumba, chirriante
e insoportable, deja al descubierto un camino fosco y semioculto por la niebla.
Scylla, en su posesión infernal, las precede en el aire con sus uñas de lanza
sangrante y su cuerpo girado.
Raelle lanza un conjuro para
salvar a su amiga—:
–Por la fuerza que el aquelarre que Fort
Salem me ha dado, te ordeno que bajes –pero ella se ríe y su hermosura se
deforma: en un segundo, miles de rostros de las cloacas del inframundo,
aparecen y desaparecen buscando el adecuado.
–Y yo te digo, aprendiza de
hechicera, que te hemos avisado en la puerta. Este no es vuestro Halloween
–habla el semblante cornudo de macho cabrío que ha surgido del otrora virginal
rostro de Scylla.
–Sigámosla
–dice Tally. Ya tendremos tiempo de deshacer el hechizo que la atrapada.
El camino, cada vez más oscuro y
tenebroso, se llena de una bruma espesa y amenazante. Las amigas lo siguen en
fila de a uno cogidas de la mano. Unos sonidos agudos y extraños, como si rezaran
el rosario de una misa negra, las llevan hasta una explanada en la que están
presentes los personajes de los cuadros del pasillo. Cada uno ataviado con los
ropajes de la época en las que fueron pintados. Algunos llevan harapos. Otros, trajes
renacentistas. Al fondo, un altar con el cuerpo de una Scylla durmiente como la
bella del cuento.
Entre ellas, utilizan la
telepatía para comunicarse. «¿Qué es esto?» «¿Quiénes son?» «¿Por
qué está Scylla sobre una mesa de…?» «Sí. Acertaste.» Contesta
uno de los comensales que ha leídos sus mentes. «Estáis en un ritual de
sacrificios. Nosotros os hemos llamado porque sabíamos que, ciertamente, poseéis
cualidades sobrenaturales y queremos probar vuestra sangre y vuestra carne para
permanecer más tiempo incorruptos.»
Raelle se acerca a uno de los
pilares y, del mismo, sale la silueta desdibujada de un demonio putrefacto que
la acaricia. Pega un salto hacia atrás y la figura desaparece. «Apelemos
a la magia ancestral». Les dice a sus compañeras mentalmente. Las brujitas se
concentran y hacen un círculo; sus cánticos inundan el habitáculo mágico. Pero,
de repente, sus gargantas se tornan ácidas y sus voces se apagan. Gritan mudas
retorciéndose de dolor en la sombra que las devora lentamente.
–Aquí no sirven vuestros sortilegios.
El señor oculto nos ampara –dice uno de los malditos.
La oscuridad se cierne sobre sus
mentes. Las actrices cierran los ojos y se dejan engullir por unas hilaturas
negras y pegajosas que las enrolla en un capullo gangrenado.
***
Horas más tarde, el banquete ha
terminado y los demonios salen a la calle con sus ropas y fisonomía, al aire.
En la casa maldita, cinco de los cuadros han cambiado de personajes; en cada
uno de ellos aparece una actriz de Motherland. Las velas expiran. Y, en
ese instante, la magia negra hace aparición y los demonios caníbales se
transforman en las actrices. Mientras que los óleos vuelven a sustentar a los
personajes antiguos.
El grupeto de falsas actrices
camina a sus anchas por la barrios de la ciudad hasta que una pareja de zombis
–que las ha reconocido— las para…
–Raelle
me puedo hacer un selfi contigo –dice uno de los muertos vivientes—. Mis amigos
van a flipar.
–¡Claro! –dice la replicada bruja
soldado.
Cuando se acerca el fan, abre sus fauces y unos dientes puntiagudos y mugrientos asoman babeantes. La boca se agranda y de su interior surge la fealdad personificada de un cráneo demoniaco que lo traga. Acabado el ágape, unos regueros sanguinolentos se deslizan hasta la barbilla del monstruo.
El otro zombi se ha quedado
cataléptico. La adulterada Raelle le pregunta—:
–¿Tú también quieres un selfi o
prefieres un autógrafo para hacer negocio en TikTok?
–No.
No. Yo no quiero nada y no he visto nada –la chica sale corriendo, pero el
brazo alargado y de mano afilada con cuchillas como el mítico Freddy Krueger de
Pesadilla en Elm Street, la retiene y le rasga la máscara. Unos pequeños
arañazos hacen que sus pómulos se ensucien de hematíes. El demonio alarga su
lengua punzante y lame su cara.
–Me lo creo, preciosa –le dice—. Tienes
suerte de que esté saciado, hoy no te comeré. Pero estaré cerca de ti siempre
para que guardes nuestro secreto. ¡Ah! Y, voy a darte un consejo: Cuidado con
los disfraces y los disfrazados.
El quinteto demoniaco ríe
macabro.
@Anna Genovés
Sábado, treinta y uno de octubre de
2021
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