Lost 11-21
Lost 11-21
Todos los domingos un grupo de
escritores amateur se reúne –vía telemática— para escribir relatos encadenados.
Eligen un tema y comienzan la historia. Las reglas del juego hacen posible que,
cada semana, sea uno el que comience a narrar un máximo de ciento cincuenta
palabras que seguirán sus compañeros, por turnos.
El grupo se llama Lost por
el mero hecho de recoger a seis personas desempleadas que ni tan siquiera se
conocen; los contactos surgieron a partir de Instagram. Saben del vecino los
datos personales que se han enviado y unos selfis para verse las caras. Sin
embargo, para el grupo, han elegido usar unos avatares relacionados con sus
personalidades. Así pues, tenemos a un hípster, una pija, un liberal, una
lesbiana, un jubilado y una mamá.
Esta jornada, el tema se centrará
en María y Lucas –dos supervivientes de un accidente aéreo que aparecen en una
isla desierta—. Junto a ellos, una caja de cervezas, un espejo de tocador, un
frigorífico con alimentos, un baúl lleno de libros, algunas prendas de vestir y
un perro.
Por orden y siguiendo los
parámetros marcados, un cuarto de hora después El hípster inicia el principio
del cuento…
HÍPSTER
María y Lucas
aparecen en una isla boqueando como peces. A lo lejos, los restos de un Boing
747 humeante, desaparecen en el piélago grisáceo y profundo. Lucas se acerca a
la chica, la reclina en sus muslos:
–¿Estás bien? –pregunta zarandeándola.
La joven tose repetidas veces.
–Creo que sí. ¿Qué ha sucedido, no recuerdo
nada…?
–No te acuerdas de haber tomado un avión?
–Bueno, de eso sí, mi asiento estaba en la
cola. Había muchos movimientos y me quedé adormilada… –de repente, se tapa la
boca y chilla desesperadamente.
–Tranquila. Llora todo lo que necesites
–Lucas la consuela.
Ha comprendido que la pobre chica ha
recordado la explosión que precedió al accidente; cuando se abrió un boquete en
el lateral del ala izquierda y el avión cayó al océano en picado. Seguramente se
imagina el resto…
PIJA
Unas
semanas más tarde, el escenario ha cambiado por completo y la pareja ha
intimidado. El amor ha irrumpido en la isla y la vida es, tal cual, la película
de El lago azul.
Pese
a que están mucho más delgados, han tenido la suerte de encontrar comida
flotando por el agua o varada en la arena. La piel está curtida y la ropa hecha
girones. Sin embargo, se aman y han hecho una cabaña donde pasan las noches.
–María,
corre. Escucho un motor.
–Ya
voy Lucas.
Se
ponen la mano sobre los ojos y miran hacia el firmamento zafiro que se abre
ante ellos. No obstante, pasados unos minutos… el único sonido que oyen, son
las olas rompiendo en la orilla.
–Si
este es nuestro fin que sea como en las películas de antaño –sugiere Lucas.
Inmediato,
abraza a María y la besa con la ferviente pasión de un galán de los 20.
LIBERAL
Una
tarde, una luz fulgurante, aparece en el firmamento; cuando se acerca, ven
que es una nave extraterrestre. La abducción de ambos es casi inmediata. Dentro,
les esperaban unos seres extraordinarios –altos y flexibles— de ojos
rasgados como Akenatón y cráneos similares al de Nefertiti que les cuentan la
verdadera historia de la raza humana.
La
pareja descubre que los humanos son hijos de un linaje superior que vivía en el
exterior del universo conocido. Cuando hombres y mujeres se hicieron avariciosos
y rencorosos, los abandonaron, aunque siguieron vigilando la evolución de sus
engendros terrícolas.
Tras
analizar sus ADN y sus buenos sentimientos, los devuelven a la isla con
provisiones suficientes para subsistir toda una vida al margen de las
sociedades desarrolladas.
Cinco
minutos más tarde, la pareja despierta en la choza y cree haber tenido un
sueño. Empero, encuentran las provisiones necesarias para no preocuparse en
mucho tiempo.
LESBIANA
Días más tarde, otro avión colisiona y
rescatan a los supervivientes: tres chicas y un hombre joven.
De inmediato, congenian y se ayudan
mutuamente. Les enseñan a sobrevivir con lo que tienen y los frutos isleños: la
comida se raciona concienzudamente. Los animan cuando hace falta y los
acurrucan cuando necesitan amor. Como resultado, las parejas fluyen… El recién
llegado se empareja con Lucas que siempre había sido bisexual, y, las tres
chicas nuevas y María, forman una familia polisexual que se apareja entre ellas
o con los mozos de la isla.
La felicidad reina en el grupo hasta que, dos
de las chicas, deciden no compartir cama con el resto porque se han enamorado
de verdad y son monógamas.
Meditan y una de las hembras –oriunda de polinesia— ejerce de sacerdotisa y las casa al estilo de sus ancestros. Celebran una gran fiesta y se emborrachan con cerveza.
JUBILADO
Pasan
los años y siguen en el islote viviendo en núcleo tribal. El matrimonio de
lesbianas se deshace y, como era obvio, Lucas vuelve con María. El hombre
joven, hace su nido de amor con Luisa –una de las chicas del segundo accidente
que, encima era su mujer—. Lo habían mantenido en secreto porque en el momento
de la colisión, estaban enfadados y, después, se acoplaron a lo que vino.
Si
bien, no estaban a gusto con sus vivencias, ya que, lo que había comenzado como
un cuento de hadas, había terminado como Sodoma y Gomorra. Claro, ellos, como
parte de los recién llegados, tuvieron que amoldarse a lo que, los más castizos
–Lucas y María— decidían. Estaba feo llevarle la contraria a los jefes.
Las
otras dos mujeres vivieron la existencia como anacoretas y célibes que practicaban
la fe y rezaban.
No
hubo embarazos y el perro murió.
MAMÁ
Las labores de rescate de ambos
aviones, se dio por cerrado y tanto fallecidos como supervivientes, pasaron al
cajón de los desaparecidos hasta que, en la década posterior –en una playa
lejana— un niño encontró una botella con un mensaje dentro.
El chiquillo intentó sacarlo, pero no pudo y se la dio a su papá, quien más docto por la edad, consiguió sustraerlo y leer su contenido: «Escribo este mensaje como última superviviente de los dos Boing que se estrellaron en una playa desierta del Pacífico en el año dos mil once. Solo seis personas lo logramos. Vivimos un tiempo como pudimos hasta que escaseó el alimento y empezamos a morir. A falta de comida, comenzamos a descarnar a los muertos. Al final solo quedaba yo y me comí a mí misma hasta que tuve uso de razón. Una mamá sin hijos a los que acunar no sirve de nada».
@Anna genovés
Escrito el domingo diecisiete de
enero de 2021
Revisado el domingo veintiocho de
noviembre de 2021
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