El tercer sexo
El tercer sexo
Las apariencias engañan
—ya lo dice el refrán—
cuidado con la entrepierna:
te puede cazar
Carol acababa de llegar al gimnasio.
Era asidua de Skillbike de las 14:30h. Se desahogaba un buen rato antes de
comer. Después, volvía al trabajo. Antes de entrar en clase hizo un pipirrún.
Al salir del WC tropezó con una chica. El contacto fue mínimo, pero el aroma sensual,
dulce y adictivo con notas de café, vainilla y flores blancas que desprendía
ese monumento de mujer con el que se había topado, enloqueció sus sentidos;
reconoció ese perfume de Yves Saint Laurent llamado Black Opium, de
inmediato. Habían coincidido muchas veces y jamás habían hablado.
―Disculpa, soy muy torpe ―dijo.
―Tranquila, no pasa nada
―contestó la chica.
Ambas sonrieron y marcharon por distinto
camino… La clase de Skillbike fue magistral. La música ochentera combinada con
rap, estaba a toda pastilla. Entre subidas y bajadas del sillín de la bicicleta
estática un orgasmo eclosionó en sus entrañas como si fuera el Cantábrico en
invierno y su vulva una esponja absorbiendo las abruptas aguas. Al salir del
aula, su rostro resplandecía. Tras una ducha tonificante, comenzó a
embadurnarse de body milk, canturreando. Una pierna sobre el banco mientras
masajeaba sus muslos. A su lado, los exultantes pechos de la preciosidad con la
que había chocado; los más hermosos que ha visto. La beldad la miró sonriendo.
― ¡Hola! Me llamo Nerea. ¿Y tú?
―preguntó un poco azorada.
―Carol ―contestó sin dejar de
mirar sus redondeces.
Nerea le dio unos sonoros besos
en las mejillas.
―Me alegra hablar contigo
―susurró.
―Perdona la intromisión. ¿Puedo
hacerte una pregunta íntima? ―insinuó Carol.
―Si mujer, hace mucho que nos
conocemos. Por lo menos de vista… ―comentó Nerea.
― ¿Quién te las has hecho?
―sugirió mirando abobada sus pechos.
Nerea rio a carcajada limpia
tapándose la boca. Pero contestó sin cabrearse lo más mínimo—:
― ¡Que directa eres! Llevo prótesis
de suero fisiológico para que queden naturales. Me las hizo la Dra. Llorca de
Corporación Dermoestética.
―Cuando tenga dinero me hago unas
iguales ¡son preciosas!
Salieron del polideportivo conversando
como dos amigas que se conocen desde la infancia. Coincidencias, Nerea vivía al
lado del bufet donde trabajaba Carol.
―Si te conformas con una pizza,
te invito a comer ―propuso.
―Ok. Todavía me queda una hora
libre ―contestó ella.
Nerea vivía en el ático. Tenían
nueve pisos por delante en un ascensor antiguo y bastante lento para hablar o
lo que surgiera... En el quinto pulsó el stop y se tiró sobre Carol.
― ¡Qué ganas tenía de mordisquear
ese lunar tan provocativo que tienes en la comisura de tus labios! ―soltó
babeando.
―Oye ¡qué no soy lesbiana!
―contestó Carol.
―Yo tampoco.
― ¿Estás segura…?
Nerea cogió la mano de Carol y se
la acercó a la entrepierna. La sorpresa fue mayúscula. Una enorme protuberancia
se ocultaba bajo su falda como un fusil a punto de disparar.
―No me lo puedo creer ―sugirió
Carol, alucinada.
― ¿Qué opinas ahora? ―Nerea se
subió la mini y mostró su falo.
Carol lo mimó con apetencia y el
geiser seminal refrescó su rostro. Seguido, Nerea buceó entre los pliegues de
su vulva hasta encontrar el botón mágico, oprimiéndolo. Sus entrañas
palpitaron. Saciadas de erotismo. Llegaron al apartamento. Nerea, gata vieja,
comprendió que a Carol le rondaba algo por la cabeza...
― ¿Alguna duda? ―preguntó.
― ¿Qué eres un travesti o un
transexual en vías de cambio?
―Soy un hombre que quiso ser
mujer. Sin embargo, cuando te vi por primera vez en el gimnasio, decidí no seguir
adelante. Las casualidades no existen. Ahora, soy de lo más moderna: un
espécimen no binario catalogado como elle.
―Pues me chiflas.
―Y tú a mí –Nerea le guiñó un ojo
con gracejo.
― ¿Nadie te ha descubierto en el
vestuario femenino?
―Siempre me aseo en casa. Allí
sólo luzco mis pechugas.
―Eres guapísima. Por cierto, tienes
una voz tan femenina y sensual que enajena mis sentidos.
―Llevo muchos años invertidos… pero,
he dejado de tomar hormonas. Dentro de poco, mi timbre será grave y mi piel
rugosa. No sé qué haré con este busto ―lo estruja con sus manos y Carol lo
masajea unos segundos.
―Los dejarás como están: son
perfectos. Prometo agasajarlos a diario. Eres el tercer sexo.
Nerea respira hondo y contesta
gatuna—:
―Si me lo dices así no puedo
negarme.
―Seremos una pareja súper moderna
―dice Carol antes de besarla con pasión, lameteando sus labios e introduciendo
su lengua en el interior sabroso de su elle particular.
Se ovillan en una madeja y
vuelven a amarse como dos equinos salvajes.
© Anna Genovés
Revisado el 5 de junio de 2023
Imagen tomada de la red
*Relato incluido en el
libro de relatos La caja pública. Asiento propiedad intelectual 09/2015/427.
Disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10: 1502468433 ISBN-13:
978-1502468437
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