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Al barrizal

Pinta el mundo de rosa aunque sea negro. La mácula de la aurora, el trigo siniestro. El vientre llora, lo toma en un cesto. Acunado cual niño que gime. Cual madre que muere en el hospital sin enfermeras que la mimen o manos que la acojan.

El velo se cae
La vida se hunde
El mundo se derrumba
¿Cuál es el ajuste?

La habitación está callada aunque la llenen personas. El nido se cae del árbol. La noche aploma. El bebé dejó de llorar. La madre dejó de amar. Murió en brazos de un hombre que nunca la quiso aliviar.

El velo se cae
La vida se hunde
El mundo se derrumba
¿Cuál es el ajuste?

Gira la rueda. Mira en uno y otro canal. La televisión siempre dice lo mismo. Muchos perros con el mismo collar. El film acabó con un fundido en blanco. No es para reír: es para llorar. Los muertos caminan sobre la tierra. Los vivos al barrizal.

El velo se cae
La vida se hunde
El mundo se derrumba
¿Cuál es el ajuste?

No hay ajuste
Nunca lo ha habido
Nunca lo habrá
Solo la muerte camina con paso firme
Solo la muerte le dará libertad.


©Anna Genovés
06/02/2017
Revisado en febrero 2020




Al barrizal

by on 17:17:00
Al barrizal Pinta  el mundo de rosa aunque sea negro. La mácula de la aurora, el trigo siniestro. El vientre llora, lo toma en un cesto. Ac...



…Hacía mucho tiempo que Jimmy había aprendido a ver la diferencia entre la gente que callaba porque desconocía el significado de muchas palabras y la que lo hacía porque era reservada y le gustaba observar, escuchar y comprender. Brendan tenía esa cualidad; uno tenía la sensación de que comprendía demasiado bien a la gente, y eso le ponía nervioso.

***

…Levantó los ojos y vio la mirada dolorida de Jimmy. Deseaba decirle algo. Quería contarle que él también había pensado qué habría sido de ellos si se hubieran subido al coche. Que el pensamiento de lo que podría haber sido su vida a veces lo obsesionaba, girando a su alrededor, flotando en el aire como el eco de un hombre que se pronuncia desde una ventana.

Fragmentos de Mystic River
Dennis Lehane





Un hoyo en la tierra

La mañana es cálida, nada detiene al hombre que pasa. Sus ojos miran al horizonte, sus manos sangran, los pies andan descalzos. Nada tiene. Nada ama.

Un día tras otro, la cinta esmeralda. La nuca clavada en los ojos. Los ojos perdidos en la noche clara.

La muñeca juega sola; niña solitaria de manos rosas y mente ávida. Desconoce el mal del mediodía y de la tarde gacha.

Cutis níveo. Falda a rayas. Juntos los talones, rosario que se escapa. Campanas al vuelo en esa jornada.

El hombre escucha risas, apaga su voz con manos blandas. No teme por su vida ni tampoco por sus ansias.

Camina dos pasos y excava un hoyo profundo en la tierra mojada: allí deposita a la niña santa. Peinada de domingo con las uñas rojas y la cara blanca.

©Anna Genovés
08/08/2016
Revisado en febrero 2020
Imágenes tomadas de la red






Un hoyo en la tierra

by on 20:20:00
…Hacía mucho tiempo que Jimmy había aprendido a ver la diferencia entre la gente que callaba porque desconocía el significado de muchas pa...




Mujer florero

Pasó el mes de las flores
capullos abiertos
rodeados por sogas.

Pasó el mes de las flores
marchitas, acuosas
insolentes, morbosas...



Pasó el mes de las flores
arena y desierto
la llaga se abre
el cuerpo está muerto.

Pasó el mes de las flores
nacer y morir,
un soplo de viento.



Pasó el mes de las flores
adiós amor
me marcho sin ti
al lugar sin nombre.

No llores
no me sigas,
aunque el aire azote tu cuerpo
y el corazón gima.



Pasó el mes de las flores
mujer florero,
mujer decadente y viva.

30 de mayo de 2017
©Anna Genovés
Poema ilustrado con unas composiciones,
tomadas de la red,
de los mejores ceramistas de 2016



Mujer florero

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Mujer florero Pasó el mes de las flores capullos abiertos rodeados por sogas. Pasó el mes de las flores marchitas, ...


…“Él era sociable, un «jefe nato». Ella no y renunció a intentar serlo. Y así, por caminos bordeados de tiernas miradas y con una fidelidad íntegra y total, comenzaron a discurrir sus sendas separadas, la de él, una senda pública, una marcha de satisfactorias conquistas; la de ella, una senda apartada y solitaria, que eventualmente recorrería los pasillos de hospital. Pero no carecía de esperanzas. La fe en Dios le daba fuerzas y, de vez en cuando, acontecimientos terrenos complementaban su fe en su infinita misericordia: leía acerca de un milagroso medicamento, oía hablar de una nueva terapéutica o, como acababa de ocurrir, decidía creer que todo se debía a un «nervio atenazado».

—Los objetos pequeñitos le pertenecen a uno del todo —dijo cerrando el abanico—. No hay que dejarlos: siempre se pueden llevar; caben en una caja de zapatos.
—¿Llevarlos adonde?
—Pues adondequiera que vayas. Puede que un día tengas que pasar mucho tiempo fuera de tu casa.

Algunos años atrás, la señora Clutter tuvo que ir a Wichita para un tratamiento de dos semanas y pasó allí dos meses. Por consejo de un médico que creyó que aquella experiencia la ayudaría a recuperar «la sensación de bastarse a sí misma y de ser útil», tomó un piso y buscó trabajo. La admitieron en la YWCA1 en la sección de ficheros. Su esposo, completamente de acuerdo, la animó en la aventura; pero a ella le gustó mucho, tanto que le pareció poco cristiano y el sentimiento de culpabilidad que despertó en ella fue mayor que el valor terapéutico del experimento.

—O quizá no regreses jamás a tu casa. Y... siempre es importante tener algo propio consigo. Estas cosas nos pertenecen, sin discusión.

Llamaron al timbre. Era la madre de Jolene. La señora Clutter le dijo:

—Adiós, hija —y apretó el abanico de papel en la mano de Jolene—. Sólo vale unos centavos... pero es bonito.

Después, la señora Clutter quedó sola en la casa. Kenyon y Herb estaban en Garden City. Gerald van Vleet había terminado su trabajo. La bendita señora Helm, la asistenta doméstica a la que podía confiarle todo, no iba los sábados. Podía volverse a la cama, a aquella cama que tan raramente abandonaba, hasta el punto que la pobre señora Helm tenía que librar una batalla para cambiar las sábanas dos veces por semana.
En el piso superior había cuatro dormitorios; el suyo estaba al extremo de un espacioso vestíbulo en el que no había más que una cuna, comprada para las visitas de su nieto. Si se traían literas y el vestíbulo se empleaba como dormitorio, la señora Clutter calculaba que la casa podía albergar a veinte invitados durante la festividad de la Acción de Gracias; los demás tendrían que acomodarse en el motel o en casa de algún vecino.
Era tradición, cada año repetida, que el Día de Acción de Gracias los Clutter se reunieran en pleno en casa de uno de sus miembros, y como aquel año le tocaba a Herb hacer de anfitrión, no había más remedio que tenerlo todo dispuesto. Pero como esto coincidía con los preparativos de la boda de Beverly, la señora Clutter no estaba segura de lograr sobrevivir a ambos proyectos. Los dos exigían tomar muchas decisiones, algo que ella detestaba y que la vida le había enseñado a temer, porque cuando su marido salía de viaje, todos pretendían que ella tomara decisiones de emergencia sobre cosas de la finca que no podían esperar y eso le resultaba intolerable, una auténtica tortura. ¿Y si se equivocaba? ¿Y si hacía algo que luego le parecía mal a Herb? Lo mejor era encerrarse con llave en su cuarto y pretender no oír nada o sencillamente decir:

—No puedo. No sé. Por favor.

La habitación que tan raramente abandonaba era austera; si la cama estaba hecha, un extraño hubiera imaginado que no la ocupaba nadie. Una cama de roble, un escritorio de nogal, una mesita de noche. Nada más, salvo lámparas, la cortina de una ventana y una imagen de Jesús caminando sobre las aguas. Era como si, manteniendo aquella habitación impersonal, no teniendo en ella sus objetos íntimos sino dejándolos en la del esposo, atenuase la culpa de no compartir sus dominios. El único cajón que usaba del escritorio contenía un frasco de Vick's Vaporub, un paquete de Kleenex, una esterilla eléctrica, unos cuantos camisones blancos y calcetines de algodón. Para meterse en cama se ponía siempre calcetines porque invariablemente tenía frío. Y por la misma razón, mantenía la ventana siempre cerrada. Dos veranos atrás, un sofocante domingo de agosto por la mañana, estando recluida en su cuarto, había ocurrido un incidente desagradable.
Tenían invitados, un grupo de amigos que se había reunido en la casa para ir luego a coger moras. Entre ellos estaba Wilma Kidwell, la madre de Susan. Como la mayoría de personas que frecuentaban la casa de los Clutter, la señora Kidwell aceptaba sin comentarios la ausencia del ama de casa y daba por supuesto que estaba «indispuesta» o «allá en Wichita». Aquel día, cuando llegó el momento de ir por moras, la señora Kidwell se excusó, mujer de ciudad se cansaba enseguida de andar por el campo. Al cabo de un rato de estar en la casa, oyó un llanto desconsolado y desconsolador.

—¿Bonnie? —llamó, y corrió escaleras arriba cruzando el vestíbulo, hasta llegar a la puerta de la habitación de Bonnie.

Abrió la puerta y la sofocante atmósfera de la habitación fue como una terrible mano que de pronto le tapara la boca. Corrió a abrir la ventana.

—¡No! —gritó Bonnie—. No tengo calor. Tengo frío. Estoy helada. ¡Señor! ¡Señor! ¡Señor! —y agitando los brazos continuó—: Te lo ruego, Señor. No dejes que nadie me vea en este estado.

La señora Kidwell se sentó en la cama. Quería tomar a Bonnie en sus brazos y al final Bonnie dejó que lo hiciera.

—Wilma —le dijo—. Os he estado escuchando, Wilma. A todos vosotros. ¡Cómo os reíais! ¡Cómo os divertíais! Yo me lo pierdo todo. Los años mejores, los niños... todo. Un poco más, y Kenyon habrá crecido, será un hombre. ¿Y cómo me recordará? Como una especie de fantasma, Wilma.

Hoy, en el último día de su vida, la señora Clutter guardó en el armario la bata de cretona que llevaba puesta, se puso uno de sus largos camisones y un par de calcetines blancos limpios. Antes de acostarse, se cambió las gafas normales por las de lectura. A pesar de que estaba suscrita a varias revistas (al Ladies'Home Journal, al McCall's, al Reader's Digest y al Together; Midmonth Magazine for Methodist Families) no tenía ninguna en su mesita de noche. Sólo una Biblia entre cuyas páginas, un marcador de seda rígida y desvaída tenía bordada la inscripción: «Atiende, ora y vigila, porque no sabes cuándo te llegará la hora».”...

Extracto de A sangre fría de Truman Capote.









Coronas sin agua



El tiempo vuela: pájaro alado. Ayer era niña, Hoy es madre.

El tiempo vuela: viento místico. Ayer fue hermosa, hOy es deforme.

El tiempo vuela: pan mojado. Ayer estaba alegre, hoy es tRisteza.

La vida es cruel: espada que guillotina cuerpos. CueRda que ahoga escotes.

La muerte blande su arma; guadaña en el horizOnte, oscuridad que cubre el rostro.

Lluvia de suelos, pavimento de lodo blanco, cuerpos enteRrados: loco.

Gusanos que hablan
huesos que se rompen.
La carne marcha al agujero.

Cruz de mármol
estacas clavadAs
tierra húMeda
cORonas sin agua.
Miedo atenazado.


©Anna Genovés
30/07/2016



Coronas sin agua

by on 21:21:00
…“Él era sociable, un «jefe nato». Ella no y renunció a intentar serlo. Y así, por caminos bordeados de tiernas miradas y con una f...



Se  acaba


Manos agrietadas asidas a una jarra de alcohol. Pitillo humeante en cenicero de porcelana. Gafas rotas en el suelo de la casa.

Mente que expía, adormecida, embotada. Corazón ausente; butaca de cine vacía: panorámica.

Manos blandas, mirada fría, muerte.

Yelmo en los ojos, coraza en la espalda. El aliento tirita a la par que su mirada.

Mañana clara, tarde lánguida, noche oscura: la vida se acaba.


©Anna Genovés
29/08/2016


Kaleo - Way Down We Go



Se acaba

by on 17:17:00
Se  acaba Manos agrietadas asidas a una jarra de alcohol. Pitillo humeante en cenicero de porcelana. Gafas rotas en el ...




Ojos de gata


La vida sangra
se escapa de los dedos
hilos de azafrán
perdidos en la memoria de un agujero.


Manantial cristalino
que desemboca en la mar
amapola escarchada
que gira al andar.


El pasado se perdió
el presente agoniza
el futuro no existe
la muerte se aproxima.


Campanas al vuelo
sedal en una caña
pez que muerde el anzuelo
ojos de gata.


Anna Genovés
16/07/2016


Los Secretos - Ojos De Gata


Ojos de gata

by on 19:19:00
Ojos de gata La vida sangra se escapa de los dedos hilos de azafrán perdidos en la memoria de un agujero. Manantial...


—La casa fue construida en una atmósfera de desdicha, ha sido habitada en una atmósfera de desdicha [no sé si sabes o no, Bones, que mi tío Randolph estuvo implicado en un accidente, en la escalera del sótano, que le costó la vida a su hija Marcella, y después él se suicidó en un acceso de remordimiento. Stephen me contó el episodio en una de sus cartas, en la triste circunstancia del cumpleaños de su difunta hermana], y en ella se han producido desapariciones y accidente.
He trabajado aquí, señor Boone, y no soy ciega ni sorda. He oído ruidos espantosos en las paredes, señor, ruidos espantosos: golpes y crujidos y una vez un extraño aullido que era mitad risa. Aquello me congeló la sangre. Éste es un lugar sórdido, señor.
Al decir esto calló, quizá tenía miedo de haberse excedido.
En cuanto a mí, no sabía si sentirme ofendido o divertido, curioso o sencillamente indiferente. Temo que la socarronería se impuso sobre mis otros sentimientos.
—¿Y qué sospecha, señora Cloris? ¿Que los fantasmas hacen rechinar las cadenas? Pero ella se limitó a dirigirme una mirada enigmática.
—Es posible que haya fantasmas. Pero no en las paredes. No son fantasmas los que aúllan y sollozan como condenados y chocan y tropiezan en la oscuridad. Son...
—Vamos, señora Cloris –la azucé-. Si ha llegado hasta este punto, ¿por qué no completa lo que empezó? En su rostro asomó la expresión más rara de terror, resentimiento y, lo juraría, respeto religioso.
—Algunos no mueren –susurró-. Algunos viven en las sombras crepusculares, entre los dos mundos, para servirlo... ¡a Él! Y eso fue todo. Seguí acosándola con mis preguntas durante unos minutos, pero ella se empecinó aún más y se resistió a agregar una palabra. Por fin desistí, temiendo que recogiera sus trastos y abandonara la casa.

Extracto de El umbral de la noche
Stephen King





Con la muerte


Vecina de pared con la muerte anunciada,
antes, fue el hijo de cabello blondo
ahora, la madre desmembrada.


Sus ojos no ven y sus pies no se plantan,
manos sin tacto, ojos sin agua;
yerma y encamada
vacía de pensamientos, prisionera en su casa.


Defensoras de la vida con el peso que caiga
aunque la carne vomite penas
y se abran llagas.


Aunque las palabras huyan blancas
y la calma no sea calma.


El niño de sus ojos marchó por delante
sin apenas mirarlas.


Guardan su recuerdo en la sangre atenazada
las colillas de sus pitillos
los útiles sanitarios que cambian y cambian.


El amor hecho odio
el odio hecho trauma.


Vida sin vida
mañana sin mañana.


Vecina de pared con la muerte anunciada,
por eso no la temo
por eso pronuncia mi nombre
y, después, se marcha.


Anna Genovés
13/06/2016

Mark Lanegan - The Lonely Night – subtitulado

 


Con la muerte

by on 18:18:00
—La casa fue construida en una atmósfera de desdicha, ha sido habitada en una atmósfera de desdicha [no sé si sabes o no, Bones, que...



…«Esas sombras de recuerdo me muestran, borrosamente, altas siluetas que me alzaron y me llevaron en silencio, descendiendo... descendiendo... siempre descendiendo... hasta que un horrible mareo me oprimió a la sola idea de lo interminable de ese descenso. También evocan el vago horror que sentía mi corazón, precisamente a causa de la monstruosa calma que me invadía. Viene luego una sensación de súbita inmovilidad que invade todas las cosas, como si aquellos que me llevaban (¡atroz cortejo!) hubieran superado en su descenso los límites de lo ilimitado y descansaran de la fatiga de su tarea. Después de esto viene a la mente como un desabrimiento y humedad, y luego, todo es locura —la locura de un recuerdo que se afana entre cosas prohibidas—. Súbitamente, el movimiento y el sonido ganaron otra vez mi espíritu: el tumultuoso movimiento de mi corazón y, en mis oídos, el sonido de su latir. Sucedió una pausa, en la que todo era confuso. Otra vez sonido, movimiento y tacto —una sensación de hormigueo en todo mi cuerpo—. Y luego la mera conciencia de existir, sin pensamiento; algo que duró largo tiempo. De pronto, bruscamente, el pensamiento, un espanto estremecedor y el esfuerzo más intenso por comprender mi verdadera situación. A esto sucedió un profundo deseo de recaer en la insensibilidad. Otra vez un violento revivir del espíritu y un esfuerzo por moverme, hasta conseguirlo.»...
Extracto de El pozo y el péndulo
Edgar Allan Poe







Una vela se apaga


Una vela se apaga en la niña de tus ojos
en los suspiros ahogados
en los oídos sordos
el paladar marchito
los labios susurrados.


Una vela se apaga en la niña de tus ojos
la primavera ha llegado
con un abrazo de otoño
tu cuerpo espera calor
tus manos, dedos sinuosos.


Una vela se apaga en la niña de tus ojos
la flor azuza tu mente
en un cuenco de arroz
mientras la cera se acaba
y el Sol dejó de ser Sol.


Una vela se apaga en la niña de tus ojos
esos que ya nos son azules
esos que ya no son ojos
las cuencas están vacías
la tierra cubre tu rostro.





©Anna Genovés
18/04/2016
Imágenes tomadas de la red

She Wants Revenge -Tear you Apart (Subtitulos en español)


Una vela se apaga

by on 21:12:00
…«Esas sombras de recuerdo me muestran, borrosamente, altas siluetas que me alzaron y me llevaron en silencio, descendiendo... desc...



La muerte se viste de blanco


La muerte se viste de blanco
con sus ojos oscuros
y su guadaña en lo alto.



Es un asalariado
que nunca descansa
que no detiene sus manos.



Te besa en la frente
y te lleva de paseo
en una barca de hielo
que se ancla en el Hades.



La muerte se viste de blanco
superposición de colores
lágrimas en su manto
ganzúa de inmaculados.



Pero, la belleza de la muerte,
nunca pasa de largo
cierras los ojos
los labios, los oídos santos.



Y tu cutis, por unos segundos eternos,
se cubren de porcelana
de sosiego perfecto.



La muerte se viste de blanco
pasea por la vida que te han dado
no corras, ve despacio.



La muerte se viste de blanco
alondras en el cielo
lirios en lápidas de mármol.



©Anna Genovés
28/01/2016
Modificada 02/04/2016


Strange Day - The Cure [Subtitulos Español]







"Ahora, en cuanto a usted, señora Mina, esta noche es el fin, hasta que todo vaya bien. Nos es usted demasiado preciosa para correr riesgos semejantes. Cuando nos separemos esta noche, usted no deberá ya volver a hacernos preguntas. Se lo explicaremos todo a su debido tiempo. Nosotros somos hombres, y estamos en condiciones de soportarlo, pero usted debe ser nuestra estrella y esperanza, y actuaremos con mayor libertad si no se encuentra usted en peligro, como nosotros."

Todos los hombres, incluso Jonathan, parecieron sentir alivio, pero no me parecía bueno que tuvieran que enfrentarse al peligro y quizá reducir su seguridad, siendo la fuerza la mejor seguridad..., sólo por tener que cuidarme; pero estaban decididos, y aunque era una píldora difícil de tragar para mí, no podía decir nada. Me limité a aceptar aquel cuidado quijotesco de mi persona. El señor Morris resumió la discusión: —Como no hay tiempo que perder, propongo que le echemos una ojeada a esa casa ahora mismo. El tiempo es importante y una acción rápida nuestra puede salvar a otra víctima.

Sentí que el corazón me fallaba, cuando vi que se acercaba el momento de entrar en acción, pero no dije nada, pues tenía miedo, ya que si parecía ser un estorbo o una carga para sus trabajos, podrían dejarme incluso fuera de sus consejos. Ahora se han ido a Carfax, lo cual quiere decir que van a entrar en la casa. De manera muy varonil, me han dicho que me acueste y que duerma, como si una mujer pudiera dormir cuando las personas a quienes ama se encuentran en peligro. Tengo que acostarme y fingir que duermo, para que Jonathan no sienta más ansiedad por mí cuando regrese.

Extracto de Drácula


Bram Stoker   




Falta de amor

Falta de amor
rosa con espinas
pétalos de hielo
besos almibarados
caricias en el espejo.


Árboles sin ramas
raíces sin techo
cuerpos sudorosos
letargo de invierno.


Mente de cristal
recompuesta con Loctite
hachazos en el alma
mujer que se derrite.


Caminos sinuosos
con pendientes diáfanas
montañas abruptas
mañanas claras.
Pide amor
pide amar
pide perdón
nada le dan.


Interior de fuego
exterior de niña pequeña,
el cigarrillo se acaba
y la mesa se pliega.


La orilla se llena de espuma
las olas portan calaveras
muñeca de trapo
juguetes sin tregua.


Caprichos de la vida
que se van sin un te quiero
princesa sin príncipe
vientre materno
capullo que no se abre
sol sin fuego.


© 2015 Anna Genovés
Asiento de la Propiedad Intelectual
09/2015/430
ISBN-10 1522923373
ISBN-13 9781522923374


P.D. 2º Poema del poemario Pasillos nocturnos de lectura gratuita en Amazon.



Björk - Come to me (Subtitulada al Español)



Falta de amor

by on 14:41:00
"Ahora, en cuanto a usted, señora Mina, esta noche es el fin, hasta que todo vaya bien. Nos es usted demasiado preciosa ...