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Doctorcita

 

 

Doctorcita esté atenta

no vaya a creer que mi apéndice

es la cabeza



 

Situación: sala de espera de la Clínica del barrio. Carmen entra a consulta y ve a la simpática María —la DUE de toda la vida— junto a una chavalita de veintipocos años.




—Hola Carmen. ¿Qué tal estás? —pregunta la enfermera.


—Bien, bien… Vengo a que me pongas la vacuna de la gripe —contesta Carmen.


—Haces bien. Prevenir siempre que se pueda —dice la DUE.


—Por supuesto —asevera la paciente.


—Mira, esta es mi sobrina. La tengo de prácticas.



 

María presenta a la muchacha de melena larguísima y ojos azulinos enormes.

 



—Hola —dice la jovencita con una sonrisa repleta de inocencia.


—Hola guapa… Así que tú serás la nueva banderillera dentro de unos años —dice Carmen por hacerse la simpática.


—No, no —contesta María—. Está estudiando segundo de medicina. Lo que pasa es que quiero que se vaya familiarizando… —asevera con orgullo María.


—¡Ah! ¡Qué guay! Yo también quería ser médico. Pero al final, estudié arqueología —recuerda Carmen con guasa.


—¿No me digas? —comenta María.


—Sí. ¿No sabías que soy arqueóloga?


—Pues no…


—Arque… ¿Qué? —sugiere la doctorcita asombrada.


—Arqueóloga —refunfuña Carmen de mala gaita.


—¿Y eso qué es? —pregunta la futura doctorcita.


—Es una especie de Indiana Jones —dice Carmen para disimular su perplejidad.


—¿Eh…? —la joven no conoce al mítico personaje.


—¡Ah claro! Es que eres muy jovencita —disimula Carmen—. Pero a Lara Croft sí la conoces, ¿verdad?


—¡Ah! Sí. Ahora sé a qué te refieres… ¡Qué chulo! —asevera la sonriente universitaria.


—Sí, muy chulo…  No obstante, más me hubiera valido estudiar medicina —ratifica Carmen torciendo el morro.


—Pues de arqueóloga hay trabajillo, ¿no?... —sugiere la DUE.


—Sí. En Atapuerca o de profesora de alguna de las asignaturas que están en vías de extinción… —contesta Carmen.


—Ata… ¿qué? —interfiere la doctorcita.


—Nada, cariño… —objeta la encandilada tía como diciéndole: «Es cosa de mayores».


—Claro —asiente Carmen sin salir de su asombro.


—Pues yo estudio Medicina porque me gusta Anatomía de Grey. ¡A ver si me sale un novio tan guapo como el Dr. Shepard! —dice la preciosa mujercita.


—¿Ahhh??? —contesta Carmen poniendo cara de incrédula.


—¡Ayyy! ¿Qué no sabes de quién te hablo? Jua, jua, jua… —ríe la joven dando por sentado que la paciente es una carca.

 



Carmen sigue la cháchara haciéndose la tonta. Fuera de la consulta piensa que le ha faltado preguntarle:

 



—Doctorcita. ¿Sabe usted dónde está el apéndice o todavía no se lo ha enseñado ese doctor tan guapo?

 



De regreso a casa, anda cabizbaja rememorando su juventud. Por aquel entonces, sabía latín, griego, ecuaciones de segundo grado, las constelaciones del firmamento, hacía el pino puente lo mismo que bordaba una almohada con punto de cruz o dibujaba diferentes curvas elípticas para pintar a carboncillo una bóveda. Carmen conocía a los héroes cinematográficos del momento y a los del pleistoceno como John Wayne… Sabía el nombre y la ubicación de todos los huesos del cuerpo humano, los músculos… Sabía muchas cosas, como la mayoría de jóvenes que preparaban la selectividad. ¿Cómo una señorita que está en segundo de medicina no sabe lo que es la arqueología? Es obvio que algo no funciona bien. Esta es la pura realidad de la sociedad actual. ¡Qué pena damos! —termina por decir en un soliloquio sombrío.




©Anna Genovés

Revisado el cinco de abril de 2025

Imagen tomada de la red

 #microrrelato #actualidad #relato #realismo #annagenoves #humornegro

 

*Microrrelato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon.

ISBN-10‏: ‎ 1502468433 ISBN-13‏: ‎ 978-1502468437

Doctorcita

by on 17:17:00
  Doctorcita     Doctorcita esté atenta no vaya a creer que mi apéndice es la cabeza   Situación: sala de espera de la Clínica...












Xunara



Alienígenas viviendo entre nosotros
con máscaras
y rostros de buenos.
Voraces, sangrientos.



Cuando abrí los ojos por primera vez, estaba rodeada de una luz tenue, envuelta por tejidos violetas: era mi cuna. Unas siluetas negras y traslúcidas, con forma humanoide y ojos de serpiente, me observaban jocosos. Esperaban los sollozos de bienvenida. Despegué mis fantasmagóricas ventanas, oliváceas y opacas, rodeadas de pestañas largas y cortantes como varas de acero. Emití mis primeros lloros; estrepitosos para oídos humanos y angelicales para nosotros, a través de una majestuosa hilera de dientes puntiagudos y gelatinosos.


Mi madre,  sonrío y dijo:


―Te llamaremos Xunara. Preciosa hijita. Ahora tomarás tu primer almuerzo.


Sonaron unas chirriantes trompetas y las puertas lúgubres de doble hoja, se dividieron en dos enormes paneles. Asomó un armazón de forja oscura con ruedas, que transportaba una jaula enlutada de terciopelo azabache. Dentro, un humano arrugado, meditando. Cráneo rasurado; ataviado con una túnica azafrán. La carroza se deslizo por la estancia hasta donde yo me encontraba. Una especie de baba grasienta, pendía de mis fauces; tenía hambre. Sabía que iba a comer. El anciano pronunció unas palabras lánguidas…


―Haz lo que tengas que hacer, soy tu dádiva. Cuando engullas mi organismo, poseerás todos mis conocimientos. Estoy preparado para el sacrificio.


Mis amorfos labios, salivaron en exceso. Abrí la boca,  saqué mi lengua gelatinosa y la introduje por los barrotes de la celda. Mastiqué su piel, sus músculos, sus huesos, sus entrañas y hasta el último retículo de su cerebro. De repente, comprendí a la raza humana. Descubrí sus deseos, sus secretos, sus sentimientos y mucho más… Todo lo supe de esa raza inferior creada para ser nuestro alimento.



©Anna Genovés
02/02/2014
Modificado el 25/01/2025
Propiedad Intelectual V-490-14

P.D. Este microtexto, forma parte de un proyecto fantástico llamado Xunara que nunca se llevará a cabo. Letras que salen de las entrañas en los días negros y misteriosos. Tal vez haya otros...






                        

Xunara

by on 18:18:00
Xunara Alienígenas viviendo entre nosotros con máscaras y rostros de buenos. Voraces, sangrientos. Cuando ab...




             



Cara de Ángel 
Primer relato del libro EROTIKA



Erotika recopila una serie de 24 relatos carnales que finalizan con un cuento más extenso –con el mismo título que el libro— donde Adriana tiene encuentros sexuales con diferentes compañeros/as a partir de su entrada en una red de contactos para adultos.



Un libro de historias cortas para disfrutar de esa picaresca que levanta el ánimo a cualquiera.


               






EROTIKA

Anna Genovés

Copyright © 2016 Anna Genovés

Todos los derechos reservados a su autora

Título de la edición: Erótika

Autora: Anna Genovés

Propiedad intelectual:

09/2015/427

ISBN-13: 978-1539188759

ISBN-10: 1539188752

ASIN: B01M2270Q9






1. Cara de Ángel







La belleza es un arma

de doble filo

el asesino es un Apolo

que delinque

 



Christian era tan guapo que todos le conocían por su apodo: Cara de ángel. Era hijo de una cuarterona senegalesa con sangre iraní y de un medio libanés cuyo padre había llegado a Colombia desde Dinamarca.



El chico había heredado unos preciosos ojos turquesa de mirada seráfica a lo Monty Clift; un óvalo como Fredrik Ljungberg cuando anunciaba slips Calvin Klein. Un cuerpo igual de esculpido que Brad Pitt en El club de la Lucha y una piel sedosa con un puntito de café Illy arábigo.



Un espécimen más suculento que un queso Gran Reserva de la Dehesa de Llanos. Sin embargo, el querube tenía genes depredadores.



Comenzó a delinquir a una edad temprana. Por su vasto historial policial existían todo tipo de delitos por los que cumplía condena en la cárcel de La Picota de Bogotá. Empero, Cara de ángel, sabía camelarse a todo el mundo con apenas una caída de párpados.



En comisaría había intimidado con una policía y, ésta, había difundido sus fotografías por las redes sociales. ¡Madre mía el club de fans que tenía! Y las animaladas que le ponían las mujeres, como si nunca hubieran visto a un hombre atractivo. Ni Sandokán cuando llegó a España allá por los 70 y salieron todas las madres del Cuéntame con pancartas que decían: «Queremos un hijo tuyo». Por lo menos, el actor hindú era todo un gentleman.



Cara de ángel superaba todas las pruebas. Había conseguido su propio trono por razones obvias. Hasta el gobierno colombiano dejó que la prensa rosa de USA entrara en prisión y lo fotografiara a cambio de untar sus bolsillos. Al final, se fugó de la penitenciaría y fue a parar a una banda criminal que operaba en la famosa colina de Los Ángeles, muy a juego con su sobrenombre.



***



Pam era una actriz decadente. A sus 55 años nadie le ofrecía un papel en TV y menos en la gran pantalla. Pese a ello, vivía en una lujosa mansión de Hollywood. No obstante, como tantas estrellas venidas a menos, estaba más sola que la una.



Una corte de siervos amenizaba sus días embalsamados en champagne y Beluga. Reían sus gracias, esnifaban cocaína y follaban como locos. Después, cada uno volvía a su cuchitril de oro y diamantes de sangre.



La servidumbre recogía los excesos de las orgías, mientras ella dormitaba repleta de barbitúricos con un antifaz de colágeno y diversos vibradores: los coleccionaba por si en algún momento se terciaba utilizarlos.



Esa noche, sus caprichos la habían mantenido como una espectadora VIP: voyeur de luxe. Le apetecía un totum revolutum de cuerpos gimiendo. Era feliz viendo cómo goteaban las vaginas repletas de semen y cómo lo machitos del celuloide se fornicaban unos a otros.



Al final, había conseguido formar un trenecito en el salón de su excelsa residencia. Esfínteres ligados por las vergas de sus vecinos. Cuando acabó la bacanal, se retiró a sus aposentos privados. Dormía profundamente cuando escuchó a su chihuahua albino ladrar.



–Tarzán –dijo soñolienta—. Ya sé que te he dejado fuera de la habitación. Hoy quiero dormir sola.



Pero no pudo conciliar el sueño.


Se dispuso a introducirse un vibrador de última generación con secreción seminal y turbo orgasmo de Victoria Secret –una colección muy cool que la celebrity vendía en exclusiva a sus íntimos—. No obstante, tras acariciar sus labios vulvares y sentirse húmeda. Los chillidos de Tarzán la desorientaron. Se puso la bata de satén con cristales de Swarovski y salió al pasillo. Al abrir la puerta, descubrió al primoroso chucho con el cuello roto. Cubrió su boca para no chillar. La sombra de un hombre encapuchado husmeaba por el despacho de la caja fuerte.



Pam regresó a su cuarto, sigilosa. Minutos después, volvió a salir y se deslizo, agazapada, hasta la estancia inferior.


 

***

 



 

Cara de ángel había abierto el cofre de las joyas; estaba claro que alguien le había dado el soplo. Se había quitado el pasamontaña, le gustaba trabajar a rostro descubierto. Cuando Pam lo vio, supo de inmediato de quién se trataba. Sabía que su cuerpo lucía con múltiples tatuajes carcelarios: uno por cada delito cometido. Y también lo apetecible que estaba. Relamió sus labios golosos; su cuerpo experimentó una secreción extrema. La misma que cuando practicaba cualquier deporte de riesgo: se había excitado al ver a ese delincuente con tesitura de Apolo. Apretó sus muslos mirando la boca del adonis; imaginándola lamiendo su clítoris. Unos salvajes temblores brotaron de su vientre.


 

—No te muevas o te vuelo los sesos —dijo cara de ángel en un inglés chapucero.



—¿Por qué no hablamos primero? —propuso la vieja gloria abriéndose la bata y exhibiendo sus perfectos senos siliconados, talla 100.



—¡Pendeja! Aunque estés muy buena me he follado a tantas tías que paso. Se abren la cuca sólo con olerme —cara de ángel se tocó la entrepierna con vulgaridad—. Además, me gustan jovencitas. Niñas, no momias.



—Si quieres pasamos un buen rato. Después, te doy las joyas. El seguro me pagará su valor y los dos saldremos ganando —insinuó Pam con sigilo.



—¡Joder! ¡Corta el rollo! ¿A ver qué sabes hacer? —sugirió cara de ángel apuntándola con su Glock.



 

Pam sacó el súper vibrador de un bolsillo y lo deslizó por su piel aterciopelada; hasta introducirlo en su hendidura, jadeante. El falo de cara de ángel se puso como una barra de acero al rojo vivo. Dejó el arma y se acercó a ella.

 



—Eres una mature con la totona muy caliente. A ver si tu culo responde igual —le pegó una palmada extremadamente fuerte. Un latigazo que dejó las nalgas de Pam marcadas. Gritó de placer.



—Te gusta clavarla por detrás y con fuerza, ¿verdad? —preguntó la actriz, sensual.



—¡Ponte a cuatro patas y cállate de una puta vez! —ordenó cara de ángel antes de pegarle una leche. Pam se tocó la mejilla y sonrió.



—A ti te consiento lo que quieras. Seré tu perra. Pero antes dame un besito —Pam puso morritos besucones.



 

Cara de ángel pellizcó sus pezones y mordió sus brazos. Ella se agitó. Las bocas se unieron. La estrella lamió la lengua del intruso como si fuera un helado de frambuesa. Después, sumergió la suya entre los labios divinos del soberbio macho. Segundos más tarde, el bicho la empujó encarando su falo hacia las grietas perianales. De repente, Pam sacó un spray antivioladores y literalmente embadurnó su rostro. El malhechor restregó sus ojos, chillando. Quemaban como si tuvieran gas mostaza.



 

—¡Cabronazo! ¿Con que te gustan muy jovencitas o casi niñas? Que enfermo está el mundo para que millones de jóvenes suspiren pensando en ti. Solo eres basura criminal. Más vulgar que Sacha Baron Cohen en Borat.



 

Acabados los exabruptos, Pam cogió el Óscar, que un día pretérito le había concedido La Academia y le destrozó el cráneo a golpes. Cara de ángel yacía ensangrentado y completamente desfigurado sobre la alfombra Persian Vase del siglo XVII –única en el mundo—. Ipso facto, llamó al Sr. Lobo –una especie de Ray Donovan que limpiaba la mierda de todos los hollywoodenses.



 

—Erik soy Pam. Ven: es urgente cielo. He matado a una verdadera cucaracha. Quiero que te deshagas del cuerpo.



 

Cara de ángel no volvió a delinquir. Su cuerpo yacería in aeternum a dos metros bajo tierra en algún lugar desconocido.




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Cuando Leónidas Targaryen desposó a Margarita la Flor 

 

 


 

Fantasmas, perfiles falsos

bipolares o personalidades múltiples

cada uno es lo que es

amén, amén y amén.

 

 

 

Damián Bizarro es sargento primero de Infantería Mecanizada. Se ha comido todos los marrones desde que las Fuerzas Armadas españolas tuvieron misiones en el extranjero; como fuerzas humanitarias u observadores: Albania (1999), Mozambique (2000), República de Macedonia (2001), Irak (2003-04), Haití (2004), Indonesia (2005), Sudán (2006), Bosnia-Herzegovina (2007), República Democrática del Congo (2007), Líbano (2010). Para rematar, desde 2011 está con la ISAF (Fuerza Internacional de asistencia para la Seguridad de Afganistán. Misión: Libertad Duradera). Apoyo avanzado en la base de Herat.

 

 

Tras ver cómo ha quedado el cabo Vicente Fuster –totalmente desmembrado en un ataque terrorista— regresa a España por baja post traumática. Al poco de recibir ayuda psiquiátrica lo remiten a un gabinete de terapeutas. Allí, le asiste una woke empoderada que, como terapia, le aconseja escribir su vida. Él, que siempre ha sido muy cumplidor, abre un blog en la plataforma WordPress con el nombre Hazañas Bélicas. Sin embargo, nadie lo lee. El nombre. Los tiempos que han cambiado. Que es un boomer y cuenta historias de guerras caducas que nadie entiende. Damián se hace mil preguntas que el mismo se contesta por que no comprende por qué no funciona bien ese pedazo de web que ha desplegado en la blogosfera después de desmenuzar muchos videos en YouTube y aprender lo que no está en las escrituras sobre informática. Autodidáctico de nacimiento, se ha hecho un experto en el manejo de ordenadores y el diseño gráfico. Amén de descubrir la faceta creativa de su personalidad, por que escribir, escribe de todo y lo hace bien.

 

 

En una de las visitas a la psicóloga, le dice—:

 

 

Lo siento Amina. Me pediste que contara mi vida y te hice caso. El blog y tal pascual… Pero nadie lo lee.

 

–Damián es que cuentas historias muy… muy violentas. Con mucha sangre. Con crímenes. ¡Vamos! Hasta os portabais mal con los animalitos.

 

–Amina, bonica, me he pasado la existencia de batalla en batalla allí donde me mandaba el Ejército Español. ¿Qué te crees que hay en las guerras? Vida wonderful que decís ahora. Los militares no somos hermanitas de la caridad con el enemigo ni tenemos tiendas de campaña preciosas con mascotas. Tampoco invitamos a los que nos apuntan con un arma a cenar con nosotros.

 

–Esas historias las vemos en las películas bélicas… Salvar al soldado Ryan, Apocalypse Now y etcétera… Y tienen los días contados porque vamos a revisarlas y a eliminar las mentiras que relatan. Ninguna contienda fue tan exagerada como la pintan.

 

Que las guerras fueron más light. ¡Madre del amor hermoso! ¿Has estado en alguna, corazón? –Amina lo mira como diciendo: «¡¿Cómo te atreves a llamarme corazón?! Eso insulta mi feminidad porque yo no te he dado permiso».

 

 

Él se apresura a pedirle perdón. Ella carraspea y se estira sobre el respaldo del sillón perdonándole la vida, antes de preguntarle—:

 

 

–¿Quieres que te ayude o no?

 

–Disculpa mujer, no te enojes. ¿Dime?

 

–A ver, léeme un microrrelato del blog.

 

 

Damián recapacita, se pasa la mano por la barbilla y dice—:

 

 

 

–Vale. Pues este mismo –se aclara la garganta y recita—: Microrrelato Las ametralladoras. En Herat estábamos rodeados de talibanes y las ametralladoras no dejaban de lanzar ráfagas de balas por doquier. Eran ellos o nosotros. Los matamos como a perros. Sus cuerpos quedaron desmembrados y esparcidos sobre la calzada de barro sanguinolento. Ya está. ¿Te ha gustado?

 

 

 

La cara de Amina es un poema expelido de Leopoldo María Panero. Tose unas cuantas veces, bebe un sorbo de agua y le contesta—:

 

 

 

–Hombre, no está mal. No está mal. Con unas cositas por ahí y otras por allá –mueve los dedos como tocando el piano. Quedará perfecto. Vamos a ver… ¿Qué te parece si publicas esto? Microrrelato Las ametralladoras. En una ciudad preciosa de Afganistán había muchos señores con turbantes en la cabeza y calzones anchos –escribe en el portátil mientras narra—. Al principio parecían enfadados, pero pronto nos dimos cuenta que era gente amable. Hasta nos regalaron un par de canes para hacernos compañía. Fin. A ver, voy a repasarlo –murmura entre dientes lo leído y suelta—: Perfecto. Ha quedado perfecto.

 

 

 

Damián se queda estupefacto. No puede ni responder. Sale de la consulta cagándose en todos los santos del firmamento y en todos los wokes que quieren falsear la historia y mentir a los niños para que crezcan sin maldad. O sea, convertirlos en bobos engañados. Presas fáciles para los innumerables lobos que caminan ostentosamente por el planeta, reflexiona.

 

 

 

Una vez en casa piensa y repiensa y se dice así mismo: «Paso de la doctorcita que, además, no es doctorcita sino grado en psicología. O sea, menos incluso que los psicólogos antiguos. Aquellos blablablás…, sabían algo más. Actualmente, les enseñan poco o nada y logran unos sueldos… ¡wonderful! Claro. ¿Cómo no? Te sacas el carné del partido político que esté en boga y, después de un adoctrinamiento feroz donde te lavan la cabeza al son del badajo ecuménico de una bolsita de oro para que aplaudas a todo lo que digan y hagan, tocas el cielo.  Por tu cara bonita o tu trasero hermoso. O por otros cauces... De lo contrario, no te comes ni un colín. Ya me inventaré algo para salir adelante sin comecocos».

 

 

 

Una semana más tarde, abre seis blogs nuevos con los perfiles correspondientes en las redes sociales. Tres con nombre de mujer y tres con nombres masculinos. Seudónimos llamativos con avatares estudiados. Todos falsos como tantos cientos de miles de perfiles que pululan por Internet. Los seudónimos atienden a… La disléxica impenitente, Caperucita roja, Margarita la Flor, Bernardo el asturiano, El príncipe sin capa y Leónidas Targaryen. Busca y rebusca fotografías sin copyright y se convierte en un individuo con personalidad múltiple. Entabla conversaciones con otros miembros y se contesta a sí mismo.

 



Su perseverancia y las muchas horas invertidas en poner likes en las redes y comentarios en los webs, tiene su recompensa; los perfiles recolectan numerosos seguidores y los blogs se convierten en referentes del mundo cibernético. La virtualidad le sienta de maravilla. ¡Se lo pasa en grande! Igual es una Lolita nabokoviana que un pensionista fracasado. Sin embargo, cuando le llega la carta del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social con la invalidez absoluta, llora a moco tendido. ¡Quiero seguir en activo! Dice a grito pelado por el pasillo de su apartamento. Pero nadie le responde porque está más solo que la una. Pasado el sofoco, se disfraza de mujer y se convierte en Margarita la Flor ―poeta y socióloga ―. Bajo este disfraz publica el poema Llevo en blog de Leónidas Targaryen –el más visitado por la pomposidad del nombre y la iconografía adragonada de la página—. Los versos descarnados baten récords de audiencia.

 

 

 

 

Llevo

 

 

Llevo el cuerpo molido,

no me ha golpeado

pero sus palabras lo han mordido.

 

 

Llevo el alma con pena,

no la ha mancillado

pero su cercanía la flagela.

 

 

Llevo los huesos rotos,

no me dio con un bate

pero sus silencios son balas de plomo.

 

 

Llevo la boca con sangre,

no me la rajó de parte a parte

pero hizo que callara y no hablase.

 

 

Llevo el organismo hecho jirones,

porque no sé qué hacer

en este mundo sin ilusiones.

 

 

Ya no sueño, los sueños me los robaron

ya no amo, el amor me fue negado

ya no vivo, aunque suspire y hable.

 

 

Mi cuerpo se muere, mi alma se lapida

mis sentimientos se suicidan

y mi corazón no late.

 


 

 

© Margarita la Flor

Valenciana de nacimiento y madrileña de corazón

 

 

 


Al signarlo mueve la cabeza. Desconoce por qué se siente tan a gusto cuando se comporta como una fémina. Una voz interior le habla: «Venga, pata negra, sal del armario y no te engañes más. Tú y yo sabemos que eres gay desde el día que te parieron. Por eso no soportaste la muerte del cabo Vicente Fuster: tu amante. No pasa nada, ser homosexual, es de lo más cool». Sin embargo, Damián Bizarro, es tan machote que le da vergüenza mostrar sus verdaderos sentimientos. Aunque, cada día dedica más tiempo a su parte femenina y hasta se hace amante de Leónidas Targaryen como si estuviera presente y fuera su amado cabo. Habla con él. Come con él y hace el amor con él. Por lo menos, eso cree la esquizofrenia que ha adquirido al llevar tantos personajes simultáneamente. Un día sale del armario y cuenta su verdadera crónica en la web de su amigo imaginario. La historia se hace viral. Un editor importante contacta con él y le publica su autobiografía.

 

 

 

Años más tarde, y en contra de lo que pensaban todas las aminas del mundo, el sargento Damián Bizarro, se ha convertido en el transexual Margarita la Flor de Targaryen. Una prestigiosa escritora que vende sus novelas como churros y que gana el célebre Premio Planeta 2025 con su obra Hazañas bélicas.

 

 

 

© Anna Genovés

Revisado el cuatro de agosto de 2024

Imágenes tomadas de la red

 

 *El relato original se incluye en el libro La caja pública. Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10‏: ‎ 1502468433 ISBN-13‏: ‎ 978-1502468437. Pero, uno de mis juegos preferidos es cambiar casi por completo lo que ya he escrito. Y, este cuento, tiene más de planta nueva que de otra cosa. Hay momentos en los que me he reído a carrillo suelto. Espero que os haya sucedido lo mismo. Gracias.

 

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