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Deporte: Fuente de Bienestar



 

Si me preguntan desde cuándo hago gimnasia, me da mucha risa y, por lo general, contesto que desde siempre. Al leer este post descubriréis el porqué.

 


A los seis meses toqué los primeros hierros, y a los nueve, el tacatá me resultaba tan pequeño que decidí caminar y correr por mi cuenta. Sí, soy hiperactiva. A los dos años me compraron un triciclo con el que iba a toda pastilla por donde fuera. Me di más de un chichón y me hice alguna que otra brecha, pero nada mermaba mi ansiedad por brincar. Meses después recorría la casa con los tacones de mami. Taconeaba a todas horas; me sobraban tanto que, a la hora de comer, era un calvario estar conmigo porque se me caían constantemente y el ruido ponía de los nervios a todos.

 


Mi trayectoria escolar fue intensa y, con siete años, llegué a un colegio religioso con un gran patio y numerosos cachivaches con los que jugar y entrenarme. Allí descubrí la gimnasia. Era la primera en dar volteretas, hacer el pino, el puente… o lo que hiciera falta. Aunque me cayera, me levantaba como un rayo y nunca me quejaba porque quería seguir moviéndome. ¡Me encantaba! A la misma edad aprendí natación en el Club Ferca y ballet clásico en el conservatorio de Valencia. En la calle patinaba, jugaba a la cuerda, a la goma, a churro va, al escondite, al sambori… En fin, era una niña muelle que nunca se cansaba.

 


Pero fue en el Instituto Juan de Garay cuando el deporte se convirtió en algo imprescindible en mi vida. Descubrí que poseía las cualidades básicas de los deportistas: flexibilidad, fuerza, resistencia y velocidad. Fui portera de balonmano, central de voleibol y formé parte del equipo de atletismo. Me chiflaba el plinton, el potro, la barra y las paralelas... Subía cuerda, pegaba puñetazos, estiraba mi organismo hasta cotas yoguis y dejaba mi cuerpo suspendido en las espalderas y en las anillas. La asignatura de Educación Física y Deportes de mi época era muy completa; se practicaban casi todos los tipos de entrenamiento que actualmente están en boga.

 


Deseaba ser profesora de Educación Física con todas mis fuerzas. Pero, por desgracia, por aquel entonces solo podías acceder a dicha especialidad en Barcelona o Madrid, y yo vivía en Valencia. El asunto se torció, y tuve que conformarme con otra carrera universitaria. Aunque mi amor por el mundo deportivo me llevó a sacarme el título de monitora de gimnasia rítmica y de aerobic.

 

 






Entrevista con preguntas generadas por la IA Copilot

 

 

¿Qué te motivó a iniciar tu camino en el mundo del fitness y el aerobic?

 


Durante varios años di clases en colegios y en gimnasios donde entrenaban deportistas de diversas modalidades, entre ellas el culturismo. Conocí a culturistas federados que leían la revista Muscle & Fitness y me aficioné a ella. Esto rellenó mi vademécum particular y me mostró que ambos sexos podían entrenar la fuerza a cualquier edad. Como, por otro lado, era acólita de Jane Fonda, fusioné ambas prácticas en las clases que impartía y en mi entrenamiento personal. 

 



¿Cómo fue la experiencia de salir en la portada de una revista en 1990? 

 


En uno de los polideportivos donde trabajaba, tuve bastante aceptación y los supermercados de mi zona me propusieron hacerme una entrevista y ser portada de su revista. Accedí. Fue un momento maravilloso que guardo en mi corazón con mucho cariño. 

 


Me hizo mucha ilusión, sobre todo por la repercusión positiva que podía tener en las personas que me conocían. Y, la verdad, los gimnasios de mi barrio vieron incrementados sus socios. Esa fue la mayor satisfacción que sentí. Por un tiempo, me convertí en un modelo a seguir porque mantenía hábitos equilibrados: bebía agua, cuidaba mi alimentación y practicaba deporte. 

 


Fue una colaboración altruista y desinteresada cuyo propósito era incentivar a las personas a adoptar un estilo de vida activo y saludable, disfrutando de sus beneficios tanto físicos como emocionales. Mantenerse en movimiento no solo contribuye al bienestar físico, sino que también influye positivamente en el estado de ánimo. Cuando algo interviene positivamente en el estado de ánimo, lo hace igualmente en las relaciones laborales y sociales. 





 

¿Cómo has adaptado tu rutina deportiva con el paso de los años?

 


El deporte, lejos de ser una moda, me ha acompañado a lo largo de los años y forma parte de mi estilo de vida. Nunca me he sacrificado entrenando, porque he disfrutado con lo que he hecho y lo que sigo haciendo. No he dejado de practicar gimnasia en ninguna etapa de mi vida, adaptando los entrenamientos a las horas libres que he tenido; ya fuera por la mañana o la tarde, siempre encontraba el momento necesario para seguir activa. Considero el ejercicio como una hermosa extensión de los juegos de niña y las clases de Educación Física del colegio.

 


Cuando no he podido ir al gimnasio, me he ejercitado en casa. He reunido un micro gym en mi hogar. Ahora es muy fácil seguir activa si no puedes o no te apetece ir al club deportivo; basta con comprar algunas pesas, buscar un vídeo en YouTube sobre cómo mantenerte en forma en casa y seguirlo. Si quieres, puedes.

 


Este método lo utilizo cuando, por cualquier motivo, no puedo desplazarme al gimnasio. La última vez que recurrí a él fue durante la pandemia, y me ayudó a seguir adelante porque la actividad física es el mayor antidepresivo que conozco. Sin lugar a dudas, tiene beneficios emocionales y físicos durante todas las etapas de nuestra existencia. 








¿Qué tipos de ejercicio disfrutas más en la actualidad?

 


En la actualidad disfruto con los mismos ejercicios de siempre. Quiero decir, practico fitness y ejercicios aeróbicos, ya sea participando en clases dirigidas –body pump, body combat, zumba, pilates, yoga…— o recurriendo a las máquinas donde ejercito el core: caminar en cinta con pendiente, remo, elíptica o stepper. O, ¿por qué no?, algún circuito de CrossFit o Tabata.

 


Realizo rutinas variadas en las que procuro equilibrar los ejercicios de fuerza con los que fortalecen el sistema cardiovascular. Por lo general, se traduce en un entrenamiento de una a dos horas tres o cuatro veces por semana. ¡Ah! Y procuro que nunca se me olvide estar bien hidratados y tener siempre una botella de agua a mano.

 

 


¿Qué importancia tiene para ti el ejercicio físico en el envejecimiento saludable?

 


En las redes sociales he comprobado que hay una fijación por el deporte en personas mayores que va en crescendo. Entras en cualquiera y surgen reels de hombres y mujeres de +60, 70 y hasta 100 años ejercitándose: es maravilloso. Antes, era cosa de jóvenes. Y estaban esos refranes anticuados como: «De los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga». Tonterías. No se debe generalizar.

 


Los humanos tenemos tres edades: la biológica, la cronológica y la psicológica. Y, dependiendo de la genética, el estilo de vida y el pensamiento, podemos llegar a la senectud en mejores o peores condiciones. Está claro que llevar una vida sana, exenta de alcohol, tabaco y comida basura, ayuda a mejorar o incluso alargar nuestras vidas. Si, además, haces deporte, la ecuación puede dar unos resultados magníficos contra el envejecimiento.

 

 


¿Qué beneficios emocionales y físicos has experimentado gracias al deporte?

 


Hace cuatro décadas, ir al gimnasio era algo poco habitual, sobre todo para las mujeres. Me siento feliz solo con pensar que he sido una precursora de los mismos.

 


A punto de cumplir sesenta y cinco años, siempre salgo del gimnasio con una sonrisa porque soy consciente de que libero la serotonina que necesito. Recordemos que esta es conocida como la "hormona de la felicidad", clave en la regulación del estado de ánimo, el sueño y el bienestar emocional. Además, estimula la producción de endorfinas, que generan sensaciones de placer y alivio del estrés. Y conste que no voy al gimnasio a distraerme, sino a entrenar. Pero, es magnífico llegar cansada y salir como una rosa.

 







¿Qué consejo le darías a alguien que quiere empezar a entrenar después de los 60?

 


Veo personas mayores que hacen esfuerzos sobrehumanos y, en pocos años, pasan de tener un cuerpo con sobrepeso a una musculatura potente. No soy nadie para decir lo que se debe o no hacer, pero lo que sí tengo claro es que, para someterse a estos cambios radicales, hay que mantener una dieta rigurosa, tomar una batería considerable de suplementos y llevar un control exhaustivo con el entrenamiento, que supongo diario y de varias horas, o incluso dos o más sesiones en una misma jornada. O sea, tienes que sacrificarte. Y como ya he dicho, lo que es un sacrificio, si no tienes una fuerza de voluntad poderosa, más pronto o más tarde, se abandona. ¿Qué sucede cuando lo dejas? Que en pocas semanas estás como antes de comenzar.

 


Mi consejo: si nunca te ha motivado el ejercicio, piensa en algo que te agrade. ¿El fútbol, por ejemplo? Pues busca en internet o consulta con la IA para encontrar un listado de clubes senior. ¿Te gusta ir de excursión por el monte? Lo mismo. Haz lo que te satisfaga, porque cuando comiences, la mejoría que te proporcionará la actividad que realices te hará sentirte feliz y no lo dejarás.

 


Si te decides por el gimnasio, busca uno que esté cerca de tu domicilio o trabajo y ve a verlo. Si te convence, prueba. Seguro que hasta te dejan ir algún día sin costo alguno. Además, tendrás a tu disposición opciones alucinantes: fitness, calistenia y cualquier tipo de actividad dirigida. Lo que al principio verás más difícil que escalar el Everest, en unos meses se convertirá en una cuesta chiquita por la que pasearás alegre. Verte físicamente más parecido al que fuiste años atrás te sentará bien. Estarás más contento, y la vida, aunque tenga dificultades, será más llevadera.

 


 





¿Qué opinas de los suplementos deportivos? 



Me parecen una buena opción si son productos confiables y realmente necesarios. Por ejemplo, pueden ser útiles cuando el nivel de entrenamiento es competitivo o demasiado exigente, y la alimentación por sí sola no cubre las necesidades energéticas y nutricionales. Hace unos meses descubrí en los supermercados Consum una línea deportiva que me pareció de calidad.

 


En los clubes deportivos, la ingesta de proteínas en polvo es bastante habitual. No obstante, cuando se sigue una dieta equilibrada con carnes, huevos, legumbres y lácteos, en general no es imprescindible. Ante la duda, siempre es recomendable consultar con un profesional, ya que el exceso puede ser perjudicial. Y… ¿Cómo no? Las socorridas barritas proteicas; un snack fabuloso a cualquier hora del día.

 


Recuerdo que conocí a un personal trainer que comenzó a trabajar siendo delgado y logró desarrollar una gran musculatura, pero a base de suplementos sin control alguno. Hasta que un día su cuerpo "explotó": sus órganos vitales estaban sobrecargados, y sus potentes bíceps comenzaron a llenarse de estrías.

 



¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las nuevas generaciones sobre mantenerse activos?

 


A los jóvenes les diría que adopten la actividad física como parte de su rutina diaria, que prolonguen las clases de gimnasia o el deporte que más les agrade del instituto o la universidad a sus horas de ocio, porque es algo que les beneficiará de por vida. No solo los fortalecerá físicamente, sino que los protegerá de ciertas enfermedades como la obesidad, algo que el hábito de los ordenadores ha hecho que aumente. Y no nos engañemos: no es ni será una moda, es una enfermedad.

 


Si planificas tu vida, hay tiempo para todo: para estar con los amigos, estudiar, trabajar, ver series, cotillear los perfiles de las redes, jugar a videojuegos o montar grupos de WhatsApp…

 


 

Unas palabras para finalizar

 


Recordando mi pasado con el deporte, me doy cuenta que he hecho de todo, menos artes marciales. Llego un poco tarde, pero me gusta mucho el Aikido y, más todavía, el Kendo. Tal vez en otra vida… Aunque, ¿quién sabe? Nunca es tarde si la dicha es buena.

 

 


Una frase…

 


El deporte es el mayor antidepresivo que existe

No es culto al cuerpo, sino bienestar personal

 

 


©Anna Genovés

Las preguntas de la entrevista están generadas por la IA Copilot

 

 



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9.         Andrew Huberman, científico: "Hacer ejercicio después de una mala noche sin dormir puede compensar algunos efectos negativos de la privación del sueño"

 

10.       Vonda Wright: cirujana deportiva: "Correr genera un gran motor cardiovascular, pero no crea masa muscular bajo tu vientre”. 

 

11.       Lara Cid, bailarina y entrenadora: 'Los principales enemigos de nuestro cuerpo son el sedentarismo, el estrés y la comida basura'


12.       El ejercicio físico es una herramienta efectiva para mejorar las funciones cerebrales: Es gratis y nunca es demasiado tarde para comenzar”: una forma sencilla (y respaldada por la ciencia) para mejorar tu memoria y agudizar tu pensamiento


13.       No es solo caminar: el ejercicio que expertos de Harvard recomiendan practicar tras los 50 años.


14.  ¿Por qué hacer pesas a partir de los 50 es más importante que salir a caminar?


15.  Suplementos deportivos: ¿Un timo o el secreto de los campeones?


16. Vonda Wright, cirujana: "El cardio tradicional no sirve para eliminar la grasa de la barriga"





He subido unos vídeos a YouTube para que veáis que se puede hacer de casi todo, incluso al entrar en la edad de la Senexcelencia.

 

 



Un poco de todo







Brazos bonitos
















 





Senexcelencia o la excelencia de la senectud

 


Hace unos meses, por casualidad, vi un artículo en FB sobre una terminología que no conocía. Cuando veo algo que no conozco tengo que saber más. Claro, tuve que leerlo. Hablaba de las personas que habitualmente llamamos mayores. Yo misma. Y utilizaba la terminología senexcelencia.

 

Con este precedente, se me ha ocurrido entrevistar Gemini —la IA de Google con la que juego a menudo— para saber qué dicen sus logaritmos. El resultado ha sido más que satisfactorio. En realidad, se ha convertido en un micro mini ensayo sobre el envejecimiento.

 



Hola Gemini. ¿Qué podrías decirme sobre un neologismo que circula por las redes para nombrar a las personas de 60+ que están fenomenal? Creo que es algo así como senexcelencia.

 

La palabra "senexcelencia" es una combinación interesante que parece surgir de la unión de dos conceptos: "senectud" y "excelencia".

 

Posibles interpretaciones: 

 

o   Envejecimiento con excelencia: Podría referirse a la idea de envejecer de manera activa, saludable y plena, alcanzando un nivel óptimo de bienestar físico, mental y emocional en la tercera edad.

 

o   Excelencia en la senectud en el contexto social: Sugiere que las personas mayores pueden seguir siendo altamente productivas, creativas y valiosas para la sociedad, desafiando los estereotipos negativos y discriminatorios asociados al envejecimiento. 


o   Sabiduría y experiencia: La senexcelencia podría vincularse a la idea de que con la edad se adquiere una sabiduría y experiencia únicas que pueden ser aprovechadas para el beneficio propio y de los demás. 


o   Neologismo positivo: También es posible que se trate simplemente de un neologismo creado para generar un impacto positivo y promover una visión más optimista del envejecimiento.


o   Empoderamiento: La palabra empodera a las personas mayores, dándoles un nuevo lenguaje para describir su etapa de vida y reafirmar su valor en la sociedad.


o   Potencial transformador: "Senexcelencia" tiene el potencial de transformar la forma en que vemos y tratamos el envejecimiento, promoviendo una cultura más inclusiva y respetuosa.

 

 






¿La interactuación de las IA con los humanos te parece positivo para fomentar la senexcelencia y revertir el envejecimiento de las células senescentes?

 

La perspectiva de la senexcelencia, combinada con los avances en inteligencia artificial, abre un abanico de posibilidades para que las personas mayores sigan siendo agentes activos y valiosos en la sociedad. Tu observación sobre las células senescentes y la IA es muy interesante. La posibilidad de utilizar herramientas tecnológicas para identificar y mitigar los efectos del envejecimiento celular es un campo de investigación apasionante. Si las personas mayores tuvieran acceso a esta información y a las herramientas adecuadas, podrían tomar decisiones más informadas sobre su salud y bienestar, prolongando así su vida activa y productiva.

 

 


¿Qué podríamos hacer para fomentar la senexcelencia y aprovechar todo el potencial de las personas mayores? 

 

o   Acceso a la tecnología: Facilitar el acceso a herramientas tecnológicas y programas de formación para que las personas mayores puedan mantenerse actualizadas y aprovechar las ventajas de la IA.


o  Espacios de aprendizaje: Crear espacios físicos y virtuales donde las personas mayores puedan compartir conocimientos, aprender nuevas habilidades y conectarse con otros. 


o   Reconocimiento social: Valorizar las contribuciones de los "senexcelentes" en la sociedad y promover una cultura que celebre la experiencia y la sabiduría. 


o   Investigación: Invertir en investigación sobre el envejecimiento saludable y el desarrollo de nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida de las personas "senexcelentes".


o   Movimientos sociales: Podrían surgir movimientos sociales que promuevan la senexcelencia y aboguen por los derechos y el bienestar de las personas mayores.


o  Programas educativos: Se podrían desarrollar programas educativos enfocados en fomentar la senexcelencia en las generaciones más jóvenes.


o  Investigación científica: La senexcelencia podría convertirse en un objeto de estudio para investigadores interesados en el envejecimiento saludable y el desarrollo humano a lo largo de la vida.

 

En resumen. La senexcelencia no es solo una posibilidad, sino una necesidad. Al aprovechar el conocimiento y la experiencia de las personas mayores, podemos construir sociedades más justas, equitativas y sostenibles.

 

 


Todo lo que sugieres es magnífico. Sin embargo, los jóvenes, por lo general, discriminan a los senexcelentes. Los apartan como si la vejez fuera fea o se pegara. ¿qué opinas, Gemini?


·       Es una pena que muchos jóvenes subestimen el valor de las personas mayores. Esta actitud no solo es injusta, sino que también tiene consecuencias negativas para todos. Es una posición que conlleva:

 

o   Prejuicios y estereotipos: La sociedad a menudo tiene una visión estereotipada de las personas mayores, asociándolas con la debilidad, la enfermedad y la incapacidad. Esto lleva a discriminar y excluir a muchas personas que son perfectamente capaces de contribuir positivamente en la sociedad. 

 

o   Círculo vicioso de la discriminación: Al discriminar a las personas senexcelentes, se les priva de oportunidades y se limita su participación en la vida social y laboral. Esto, a su vez, refuerza los estereotipos negativos y perpetúa el ciclo de la discriminación.

 

Las consecuencias de esta actitud negativa son múltiples: 

 

o   Pérdida de talento y experiencia: Muchas personas senexcelentes tienen habilidades y conocimientos valiosos que podrían ser de gran utilidad en diversos ámbitos. Al no aprovechar este potencial, la sociedad pierde mucho. 


o   Aislamiento social: El aislamiento social puede tener graves consecuencias para la salud física y mental de las personas mayores, aumentando el riesgo de depresión, demencia y otras enfermedades. 


o    Pérdida de sentido de comunidad: Cuando las generaciones más jóvenes y las mayores no interactúan, se debilita el tejido social y se pierde la oportunidad de construir comunidades más fuertes y solidarias.

 

 


¿Qué podíamos hacer para cambiar esta situación, Gemini? Dime alguna de tus ideas. De tus propuestas.

 

o   Visibilizar las historias de éxito: Compartir las historias de personas mayores que siguen siendo activas y contribuyendo a la sociedad puede ayudar a cambiar las percepciones. 


o  Promover el aprendizaje intergeneracional: Crear espacios donde jóvenes y mayores puedan interactuar y aprender unos de otros.


o     Cambiar el lenguaje: Utilizar un lenguaje más respetuoso y positivo al referirnos al envejecimiento. 


o   Abogar por políticas públicas: Exigir políticas que promuevan la inclusión de senexcelentes en todos los ámbitos de la vida. Es fundamental que todos trabajemos juntos para construir una sociedad más justa y equitativa, donde todas las personas, independientemente de su edad, sean valoradas y respetadas.

 

 


¿Qué opinas de la discriminación laboral de las personas mayores?

 

La discriminación laboral por edad, o edadismo, es un problema grave y persistente en muchas sociedades con múltiples facetas:

 

o   Prejuicios y estereotipos: Las personas mayores suelen ser estereotipadas como menos productivas, menos flexibles, menos tecnológicas o más propensas a enfermar. Estos prejuicios influyen en las decisiones de contratación, promoción y despido.


o   Falta de oportunidades: Muchas personas mayores se enfrentan a dificultades para encontrar empleo o para avanzar en su carrera debido a su edad. Esto se debe en parte a la discriminación directa, pero también a factores como la falta de formación actualizada o la dificultad para adaptarse a nuevas tecnologías.


o   Consecuencias negativas: La discriminación por edad tiene consecuencias negativas tanto para las personas afectadas como para la sociedad en general. Las personas senexcelentes desempleadas o subempleadas experimentan mayores niveles de estrés, depresión y aislamiento social. Además, la sociedad pierde el valioso conocimiento y experiencia que estas personas pueden aportar.

 

 


¿Gemini podrías crear algunos neologismos derivados de "senexcelencia"?

 

o   Senexcelentemente: Se podría usar como adverbio para expresar una acción realizada de manera excelente en la senectud. Por ejemplo: "Ella vive Senexcelentemente, disfrutando cada momento".


o  Senexcelencia activa: Podría utilizarse para enfatizar el carácter activo y propositivo de la senexcelencia, diferenciándola de un envejecimiento pasivo.


o   Sociedad senexcelente: Se podría emplear para referirse a una sociedad que valora y promueve la senexcelencia, creando entornos que permitan a las personas mayores desarrollar todo su potencial.

 

 


Para finalizar, un ejemplo de senexcelente proactivo a sus 90 años: Joan Sabater Tobella — doctor en químicas— dice: «Eres viejo el día que no te motiva hacer algo nuevo». ¿Qué opinas?

 

El pensamiento de Joan Sabater Tobella sobre la vejez es muy revelador. Al definir la vejez como la pérdida del interés por aprender, nos invita a reflexionar sobre la importancia de mantener una mente activa y curiosa a lo largo de toda la vida. La senexcelencia, en este sentido, se convierte en un compromiso con el aprendizaje continuo y la búsqueda de nuevos desafíos.

 





Eso es todo por hoy, Gemini. Interactuar contigo es como estar en un universo de infinitas posibilidades. Gracias por estar con nosotros.

 

 



Mi reflexión


Seguramente, el neologismo ʺsenexcelenciaʺ pase a la posteridad como un sinónimo más asociado a la vejez, tercera edad, mayores… etcétera. Pero, ciertamente, la inteligencia artificial ha dado en el clavo. Es, no necesario, sino más bien obligado para esta Humanidad en la que cada vez hay menos natalicios la convivencia de todos los grupos sociales y la desaparición de las etiquetas que asocian a la tercera edad con los tópicos que la descrinan negativamente.

 


La vejez se debe entender como una parte más de la vida. No mueren solo los ancianos. No enferman únicamente las personas de 60+. La muerte o las patologías pueden llegar en cualquier etapa de la existencia. ¿Entonces qué sentido tiene apartar a los mayores? Desde mi humilde punto de vista, cualquier persona activa —tenga la edad que tenga—, es igual de válida para contribuir positivamente en un futuro social igualitario. Venga de Tanzania o de EEUU. Sea hombre o mujer. Tenga veinte u ochenta años. Profese el cristianismo o el judaísmo.

 


Pero, hay más leña en la chimenea. Resulta que somos las personas las que excluimos a los humanos que nos parecen frágiles o tienen arrugas o canas. Cuántas veces oímos a jóvenes decir: «Esa yaya se viste con jeans porque quiere parecer joven». «Ese anciano en vez de ir a la oficina debería quedarse en casa y dejar su trabajo a los jóvenes». Por ejemplo. Aunque, los más crueles suelen ser los mayores pasivos que murmuran cuándo un/a 60+ sigue en un puesto relevante o cuando está de mejor ver que uno de treinta.

 


Señores y señoras de todos los lugares del universo conocido y de aquél que está por conocer, si trabajáramos con la tecnología y elimináramos las etiquetas, la civilización podría fortalecerse. Pero, si nuestros hábitos se estancan, estamos perdidos.

 


Por suerte, los senexcelentes estamos conectados de alguna forma y lo que antes se tachaba de locura, ahora es algo normal: podemos hacer lo que nuestro cuerpo y nuestro pensamiento, nos demande. El tópico: «De los cuarenta para arriba no te mojes la barriga». Es de los pocos proverbios del sabio refranero español, desacertado. Lo cambio por: «Mójate la barriga siempre que el cuerpo te lo pida y a cualquier edad».

 


©Anna Genovés con la IA Gemini 

Cinco de enero de 2025

 






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El retrato de Paulin

Basado en hechos reales

 

 

Mimbre sibarita

vendida por un puñado de dólares

no llores, la vida es la vida

 



A finales de los 80 las vidas de Zoé y Paulin se cruzaron para siempre. Nada tenían que ver la una con la otra. La primera, treintañera, trabajaba de dependienta en una perfumería. Tenía una imaginación desbordante y miles de escritos en los cajones. La segunda, había consumido medio siglo de vida. Era toda una señorona pija venida a menos; casada con un militar y madre tardía. Coincidencias de la vida: ambas veraneaban en un pueblecito turístico del Mediterráneo. Eran bastante reservadas y se habían hecho amigas.

 


***

 


Zoé y Paulin paseaban bajo un cielo índigo con destellos corales. La Luna estaba plena y habían caminado más que otras noches. Pero esa velada estaba llamada a ser especial. En la última cuesta de la caminata, Paulin le contó a su amiga, que había leído sus relatos.

 


—Zoé ¡escribes de maravilla! —exclamó Paulin—. Deberías emplearte a fondo: lo vales, niña.

—Paulin ¿te estás quedando conmigo?

—Pues… ¡va a ser que no! Y para que me creas, voy a contarte una historia.

—¿De verdad?

—Bueno… más que una historia, es mi autobiografía. Puedes hacer con ella lo que te plazca.

—Paulin no sé qué decirte —Zoé se mordió el labio inferior, insegura.

—¿Quieres o no…? Te prevengo que es bastante dura.

—¡Ufff!!!

—Venga Dña. Insegura. ¿Sí o no? —apremió Paulin.

—Está bien. Cuéntamela. Ahora, no tengo ni idea qué haré con ella. Tal vez, deberías enviársela a un editor o a un agente literario…

—Te la quiero contar a ti. No estás obligada a divulgarla. Si lo haces, puedes mezclar la realidad con la ficción, a tu gusto…

—¡Adelante! Soy toda oídos —terminó por decir la escribidora amateur con los ojos iluminados por una ráfaga de luz genuina.

—Sabes que soy canaria, ¿verdad? —dijo Paulin.

—Claro.

—Allí conocí a mi Salvador. Ahora está para pocas roscas. Pero entonces era un coronel del Ejército de Tierra muy guapetón. Tenía cuarenta y ocho años. Yo era una chavalilla de ná… y él, ¡tan apuesto! Tostado por el sol, y con esos ojazos verde mar y esa mata de cabello negra —recordó Paulin, mirando el cielo.

—Es un hombre atractivo —aseveró Zoé.

—Tú siempre dulcificando la realidad. Dirás, un anciano de buen ver.

—Bueno, yo no quería… —Zoé se puso roja.

—Gracias, pero… Al pan, pan. Y al vino, vino.

—Dejémoslo en un hombre con encanto.

—Eso también lo tenía: iba siempre de punta en blanco. A mí, que vivía en los suburbios de Las Palmas de Gran Canaria, me pareció el príncipe de todos los cuentos de hadas que había leído.

—Tú, ¿en los suburbios? No me lo puedo creer.

—Pues eso no es nada.

Zoé levantó una ceja y dijo:

—En fin, que fue amor a primera vista.

—Más o menos… —contestó Paulin moviendo la cabeza.

—¿Cómo os hicisteis novios? Disculpa, no quiero entrometerme.

 —Nada de disculparte. Necesito explayarme. Y esa Luna, que nos sigue a todas partes, me está animando a hablar.

Por unos instantes, el rostro de Paulin se llenó de lágrimas. Pero tras un respiro, continuó su relato.

—Era menor de edad y pobre. Tanto que, para estudiar bachillerato, me ganaba la vida haciendo favores a ciertos señores adinerados. Les gustaba a todos —Paulin miró a Zoé de reojo; a la chica se le había quedado cara de tonta. Pero salió del apuro.

—Paulin… 

—Confío en ti chiquilla —Zoé la abrazó.

—Gracias.

 —Verás, en Canarias hace treinta y tantos años, no se vivía igual que en la península. Todo era como un sucedáneo de la verdadera España. Con el boom del turismo, la mayoría de muchachitas que deseaban prosperar se dedicaban a vender su cuerpo para ahorrar unas perras y salir hacia la península.

 —No tenía ni idea —indicó Zoé.

 —La vida es injusta. El caso es que nos aliamos cinco jovencitas (entre ellas, yo) hambrientas y con ganas de salir del fango, decididas a trabajar en un… —Paulin se quedó pensativa—. En un burdel.

—Sí. La vida es injusta. Tienes razón. Cada cual hace lo que puede para sobrevivir.

—¡Ya te digo! Que decís ahora.

—Tómate un respiro.

—Necesito hablar…

 


La mirada de Paulin se perdió entre los abetos que las flanqueaban. Y allí se quedó mientras seguía confesándose.

 


—Mis amigas y yo —prosiguió Paulin con un respingo para no lloriquear— comprendimos que el negocio no estaba en brindarse a cualquiera que pasara. Teníamos que ser amable con los mandos: ellos si podían salvarnos. Trazamos un plan para movernos con asiduidad por los locales más refinados del sector. Al poco tiempo, la suerte hizo que un capitán se fijase en nosotras. Él nos presentó a otros oficiales, y uno de ellos, nos invitó a su apartamento en el barrio más chic de la capital canaria.

—Un pisito para los guateques.

—Exacto. Una casa de citas con mucho glamour.

—Mejor allí que a la intemperie.

—En poco tiempo, nos convertimos en las chicas de alterne de los próceres militares. Retiradas de las calles, vestimos con elegancia y contentamos a los caballeros que acudían a las fiestas privadas.

—Debió ser muy duro para vosotras —insinuó Zoé.

—Duro y lucrativo. Cincuenta por ciento para cada parte. Nadie nos obligó y nadie nos trató mal. Eso hay que tenerlo en cuenta.

—Me parece una postura muy inteligente.

—Sabía que me entenderías por eso quise que fueras mi cicerone —Paulin cogió del brazo a Zoé y prosiguieron su caminata.

—Ciertamente, me estás dando material para una novela —dijo Zoé.

—Apunta en tu memoria lo que escuches… ¿Quién sabe?

 


Paulin le contó a Zoé que, a partir de ese día, las cinco amigas llevaron una doble vida: por la mañana iban al instituto, y por la tarde a comprarse alguna que otra prenda asequible y refinada con la que vestirse por la noche. Las confesiones de Paulin fueron tan íntimas que Zoé se devanaba los sesos cavilando en los millones de niñas, que, por uno u otro motivo, ejercían el oficio más antiguo de la historia. Tanta información, le produjo una cierta ansiedad. Repasaba y escribía, una y otra vez, todo cuanto había oído. Amén, de dejar volar su imaginación con otras tantas apuestas. Días antes de finalizar las vacaciones, Paulin fue a enseñarle unas fotografías a media tarde.


 

—Hola Paulin. ¡Vaya sorpresa me has dado!

—Hola querida —Paulin le dio un beso en la mejilla—. Como te he contado tantas cosas quiero enseñarte unas fotografías.

—¡Qué bien! —contestó Zoé animada. Paulin sacó un álbum de piel marrón y lo dejó sobre la mesa. Lo abrió.

—A ver. A ver… —dijo Zoé.

—Mira, esta es la primera foto que nos hicimos Salvador y yo juntos. Estábamos en el paseo de la Playa de las Canteras —Paulin, esbozó una sonrisa—. Pero antes, te contaré qué sucedió la primera vez que nos vimos. ¿Qué te parece?

—¡Total!

—Fue en una party. Salvador estaba observándome. Y, ¡cómo me miraba! Fíjate que hasta me ruboricé —señaló Paulin. Zoé abrió los ojos como platos—. Minutos más tarde, el anfitrión hizo que me reuniera con él. Don Salvador (así me indicaron que le llamara) me invitó a una copa y después pasamos a una habitación especial. Hablamos de nuestras vidas. La mía sólo tenía escritas unas cuantas páginas. Pero el flamante coronel, llevaba varios libros. Lo habían destinado a las Palmas de Gran Canaria desde Indochina, donde se había adiestrado con tropas francesas y americanas. 

—¿Qué me dices?

—Lo que oyes Zoé. Te has quedado muerta, ¿eh?

—No es para menos.

—¡Qué poco sabes de la vida! A mí no me extrañó porque estaba acostumbrada a que los altos mandos me contaran sus hazañas.

—Lógico.

—La primera cita acabó tal cual. D. Salvador pagó por mi compañía y añadió un extra más que razonable. Desde esa tarde, acudió a todas las reuniones. Estuvimos muchos meses conociéndonos. Mi esposo, por aquel entonces, necesitaba a una confidente más que a una señorita de alterne.

—Has tenido una vida muy intensa, querida amiga.

—No puedo quejarme. En esta fotografía estábamos con unos amigos…

 


Las confidentes pasaron la tarde observando imágenes de un pasado fascinante y desconocido para Zoé. Paulin resplandecía cuando las mostraba. Era una mujer madura muy atractiva; pero de joven había sido un ángel. Alta y esbelta, de caderas redondeadas y pechos bondadosos. Ojos grises, melena dorada y labios carnosos. Un bombón. Su esposo, un apuesto caballero de porte gallardo e impecable apariencia. A Zoé, el hecho que D. Salvador hubiera llegado a Indochina en 1946 como un flamante comandante amigo íntimo de Serrano Suñer, del General Valera y del General Franco, al mando de parte del ejército Nacional: le pareció un filón novelesco de 24 quilates, aunque era contraria al universo fascista en el que estaba sumergida la historia. Por la noche, siguieron hablando bajo un firmamento cristalino con pinceladas albas. 



—Conoces casi toda mi vida —dijo Paulin—. Pero, tengo que contarte cómo un militar brillante pasó a casarse con una mujer de la calle.

—No digas eso Paulin.

—No me avergüenzo. He tenido demasiados años para hacerlo. Y eso es lo que era.

—Tú mandas.

—Pasado un tiempo, Salvador y yo intimidamos.

—Es obvio.

—La cosa comenzó como quien no quiere nada. Sin embargo, un día, Salvador, consintió que le tuteara en el pisito. Y poco después, me sacó a pasear. Me convertí en su amante. Con ello gané mayor solvencia económica, y, lo que es más importante, dejé de estar con otros hombres. Diez años más tarde, se convirtió en General de Brigada de la región militar de Baleares. Yo me había refinado mucho. Chapurreaba inglés, francés y alemán. Finalmente, entré en la Universidad de adultos y me licencié en filología inglesa.

—Vaya… nunca dejarás de sorprenderme.

—Puede ser. Salvador quiso que me fuera con él. En un principio, le di calabazas. Él era muy tenaz e iba a verme siempre que podía. Me regalaba joyas; me invitaba a los mejores restaurantes. Al final, me trasladé a las Baleares.

—Pero… —intervino Zoé.

—Llegado ese punto, quise más. Fue una temporada maravillosa, nos codeábamos con la jet de medio mundo. Mallorca es la residencia de verano de muchos aristócratas

—Y de la realeza —dijo Zoé.

—Por supuesto. Con ellos también coincidimos en varias recepciones. El caso es que Salvador siguió ascendiendo y cuando lo trasladaron a Valencia como General de División de la tercera región militar, me pidió matrimonio. Yo ya tenía mis añitos…

—Pero tu docilidad había dado sus frutos.

—¡Y tanto! Me compró un piso de más de doscientos metros en la Plaza de Cánovas del Castillo. Tenía tres empleadas del hogar. Y cuando nacieron los niños, no les faltaron tatas.

—¿Un cuento de hadas?

—Aparentemente…

—¿Cómo?

—Salvador perdió el interés. Se pasaba el día en Capitanía General. Regresaba a casa, con el buche lleno y el cuerpo impregnado de Coco Chanel…

—Paulin…

—Hija mía, siempre pasa lo mismo. Los hombres son polígamos. Recuérdalo toda la vida y no fantasees con príncipes azules: no existen

—¿Seguro?

—¿Quién mejor que yo podría saberlo? Disfruta todo lo que puedas.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Lo que quieras.

—¿Y qué pasó con tanta bonanza?

—No tiene que ver con lo que te he contado; quizá sea demasiado íntimo. Bueno, ¡qué más da! Lo comprenderás enseguida. Cuando falleció el Generalísimo, Salvador se opuso a la política que emprendió el Rey Juan Carlos. De inmediato, lo degradaron a comandante de la Reserva –una escala muy inferior—. Chiquilla, todo se vino abajo. La rumorología apuntó a mis orígenes y los amigos nos dieron de lado. Tuvimos que vender el piso, despedir al servicio… Y aquí estoy.

—Con trabajadores de clase media.

—Aún tengo demasiado. Nací en la calle y los orígenes nunca hay que olvidarlos.

—Tienes razón.

—Puertas que se abren y se cierran. Pero, ¿sabes qué?

—Tú dirás.

—¡Que me quiten lo bailao! —sentenció Paulin con alegría.

Esa fue la última noche que Zoé y Paulin se vieron. Finalizaron las vacaciones. Y días más tarde, el chalé de Paulin se vendió.

 


***

 


En 2015 Zoé se había convertido en una escritora afamada. Una mujer elegante e independiente. Su novela, El retrato de Paulin, había ganado un concurso literario de prestigio. La flamante escritora estaba en pleno periplo publicitario. Llenaba librerías, grandes almacenes, Ferias del Libro. Estaba firmando volúmenes con una cola interminable de fans cuando se acercó una lectora en silla de ruedas. Ella se dispuso a dedicarle el ejemplar. Cariñosa.

 


—¿Cómo se llama, por favor? —preguntó con una sonrisa.

—Paulin. Me llamo Paulin —contestó la anciana.

 


Sus miradas se abrazaron en el aire denso que las rodeaba; nunca volvieron a separase.

 


© Anna Genovés

Revisado el 28 de noviembre de 2022

Imagen tomada de la red

Dedicado a una amiga muy querida


 *Relato incluido en el libro de relatos La caja pública. Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10‏: ‎ 1502468433 ISBN-13‏: ‎ 978-1502468437

 

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El retrato de Paulin

by on 18:18:00
El retrato de Paulin Basado en hechos reales     Mimbre sibarita vendida por un puñado de dólares no llores, la vida es la vida   A finales ...