MY CITY
Me perdí en mi ciudad buscando inspiración… Sucesos que me hicieran concebir un microrrelato de 200 palabras y vodeviles en cada rincón.
Primera parada: el puerto. Barcos anclados -importación y exportación- contenedores repletos de materiales diversos y El Mediterráneo… Una inmensa balsa de agua calma y amor.
Segunda parada: la plaza del Ayuntamiento. Vehículos en movimientos, transeúntes -con facciones divertidas o apagadas- y edificios neoclásicos con hermosas pinceladas.
Tercera parada: los Viveros. Jardines -flores y plantas- árboles exóticos, fauna variada, caminos pedregosos, conciertos de rockeros o de música clásica y familias encantadas.
Cuarta parada: la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Calatrava y su ingenio -estructuras de dinosaurios huecos- el futuro en nuestras manos… Silente y eterno, diseminado en la mirada.
Quinta parada: EL barrio de Torrefiel… Vestigios de “Las Baratas” –The Wire- habitadas por un Benetton de cuchitril que rezuma a poco trabajo y a podredumbre insana.
Sexta parada. El cementerio. Fosas comunes -lápidas sin nombres y otras habladas- mausoleos de siglos pasados con cruces talladas… Muertos redimidos y otros vagando por la eternidad de la nada.
Séptima parada: el barrio Chino. Mujerzuelas en esquinas –jóvenes o maduras, blancas o mulatas- chulos con gafas tornasoladas y drogas en los bolsillos, vida que gotea cháchara…
Valencia dibujada: my ciudad, mi casa…
Crisol de civilizaciones: un enorme queso gruyere con multitud de costumbres y gente variada.
Ann@ Genovés
P.D. Este microrrelato lo escribí en un banco del Parque Oeste. Antes, tuve el infortunio de dar una vuelta a la manzana…
Hace años el complejo –íntegro- era el antiguo Cuartel de Ejército del Aire. Hogaño se ha dividido en varias zonas: el parque mencionado, una piscina municipal, un centro de día para ancianos, una casal fallero, la sede de una orquesta, las viviendas militares travestidas en apartamentos para civiles, la Central de la Policía Local…
Giré hacia la calle Santa Cruz de Tenerife y –de improviso- me topé con una serpenteante cola de personas… ¡Mosquis! ¡Cómo hay tanta gente! –pienso- ¡Qué extraño! Además, todos esperan callados y mirando al suelo… Pasaré como si nada.
Cuando estoy a la altura del gentío, distingo rostros conocidos que -al verme- agachan más y más la cabeza –como lo hacen las gallinas cluecas cuando no quieren que se les vea- La escena –dantesca- me traslada a la niñez. No levantaba un palmo del suelo cuando acompañé a mi madre a votar…
La cola estaba llena de vecinos que siempre me agasajaban y que –en esa ocasión- miraron al suelo como si nadie pasara. Apostados –a ambos lados- la benemérita con sus tricornios, sus mostachos y sus fusiles…
Vuelvo a la realidad; me fijo en un cartel que pende de la puerta a la que todos se dirigen –como las ratas de laboratorio expuestas a experimentos- y leo “Banco de alimentos para los pobres de España”
El mundo se me cae a los pies… ¡Ya sé porque he recordado mi infancia! Porque –tanto a estas personas como a las del pasado- les une una máxima: el miedo.
Miedo a su futuro, miedo a perderlo todo…
Y me pregunto ¿Llegaré a ser una más de esta larga fila de parias?
Ann@ Genovés
01/05/2012
Escuchemos una canción de la estrella
del rock valenciano BRUNO LOMAS