CASTILLOS EN EL AGUA


 

La semana ha pasado volando…
Estábamos a lunes y ya es sábado.



Me he deslizado por un hilo de alambre,
para ralentizar mis pasos,
y ha sido al contrario…



Como si el año que acaba
quisiera marcharse antes de hora,
harto de la fealdad que trajo
harto de caminar sin tregua ni ocasos.



 
Las horas, los relojes, se han adelantado,
los minutos, los segundos, los instantes,
se han esfumado.



Materia opaca que diluida en agua
se ha desdibujado…



 
Corre, corre, que te pillo
gritan las manillas del despertador
que no se para.



Corre, corre que te pillo,
muñeco de carne y hueso,
muñeco de paja.



Mañana será otro día
diminuto y sin habla..



Nacerá llorando y a gritos...
Y andará a horcajadas.



 
Parará de golpe, como si nada…
y vendrá el estío y la calma,
y otra vez las carreras
y otra vez desear el mañana…



Porque el hoy, desagrada,
porque el hoy, es la nada.


 

No me digas que estoy depresiva
no me digas que hago chorradas...



 
Miro mi cuerpo,  vacío,
mi mundo, sin futuro
sin tristezas ni mañana,
y sé que se apaga.



Paso del universo,
de ese lado que se calla.



De la grandeza de Júpiter
y la opacidad de Urano,
pero a la tierra la amo
porque, ella, me amamanta.




Con ella pasaré la vida,
con ella volveré a la nada…
No quiero castillos en el aire
ni tampoco en el agua. 

 

Ann@ Genovés











NOTA * En el apartado vertedero, están las entradas prescindibles o la que necesitan revisión. 

Amigos, espero que estos días sean buenos para todos, para los que creen en la Navidad y para los que viven al margen de ella….

Sean cuales sean, todos seguimos unos dogmas, igual de mágicos para quienes los profesan.
Intentemos ser Felices con lo que tenemos y que 2012 haga nuestros sueños realidad.

Me tomaré un alto en el camino. Cuando regrese, espero seguir entreteniéndoos a todos.

Abrazos,

Anna Genovés



FELICES... TODO

by on 19:44:00
NOTA *   En el apartado   vertedero,   están las entradas prescindibles o la que necesitan revisión.  Amigos, es...
















EN UNA ESQUINA DEL SOHO


Te vi de pasada, cuando nadie nos miraba,
y supe que eras tú, mi dulce hada.
Cabellos rojos como el fuego
y violeta la mirada.
Nunca me abandonarás
y a tu lado estaré, hasta que me vaya...


Kim es una joven entusiasta que dirige una academia de artes plásticas en el corazón de Manhattan. Le gusta ir al teatro con su amigo Thomas, un gay descarado y seductor al que ama porque sabe que la idolatra.

A Thomas le gustaría ser idéntico a Kim, aunque con algunos matices. Su amiga es pelirroja, y él siempre quiso ser rubia. Ella utiliza la talla noventa de sujetador y él querría llevar la ciento diez.

Por lo demás, se conformaría con lo que tiene Kim: un negocio próspero, un dálmata precioso, un loft de trescientos metros con vistas a la Estatua de la Libertad y un novio que, para Thomas, está como el queso danés, el preferido por su exquisito paladar.

Thomas había nacido en Arizona, en el seno de una familia de rudos ganaderos. Siempre se había sentido como un pececillo verde y, los malos tratos, le habían aislado de todos. Cuando cumplió la mayoría de edad, no lo pudo soportar más… Y, una noche, se escapó del rancho.

Pasó hambre, frío y una insoportable soledad. No le quedó más remedio que robar y prostituirse… Por fin, un veinticinco de diciembre, llegó a Manhattan y tropezó con Kim. De eso hacía cinco años y, desde entonces, se habían vuelto inseparables.

Se conocieron en una esquina del Soho de New York, donde Kim era una reconocida artista en los círculos bohemios. Thomas poseía el don de transformar todo lo que tocaba en una hermosa efigie; trabajaba con toda clase de material que llegara a sus divinas manos.

Comenzaba a llover cuando Kim abrió su paraguas y, de repente, se dio de bruces con Thomas, que caminaba ensimismado mirando los resplandecientes neones.

Hacía mucho frío y Thomas se había enrolladlo una bufanda de cuadros alrededor del cuello, sobre su trenca marrón de Zara. Ella, era la viva imagen del buen gusto: abrigo negro de Dolce & Gabbana y, chalina y boina, rojas.

Sus miradas se cruzaron, y la sensibilidad de Thomas vislumbró la aureola que rodeaba a la chica de la preciosa gorra carmesí… Tenue y nacarada, como una perla recién cautivada, formaba una especie de campanilla desde la borla de su sombrero hasta la parte baja de las suelas de sus botas de Charles Jourdan.

Volvieron a mirarse y sonrieron y, sin mediar palabra, caminaron hasta la galería de Kim. Cuando llegaron, la lluvia se había convertido en pequeños copos de nieve.

Kim abrió las luces de la pinacoteca y, unos diminutos halógenos, esparcidos por el añil del techo a modo de estrellas de un radiante universo, comenzaron a florecer. Por la sala se distinguían óleos, acuarelas y esculturas refinadas… Él comenzó a examinarlos con detenimiento, mientras ella lo observaba desde la puerta: se había quitado la boina, la bufanda y el abrigo. Una melena bermeja y ondulada, se deslizó desde sus hombros hasta la cintura en forma de “u”. Sus risueños ojos violetas, oteaban los distraídos movimientos del recién llegado:

- Anda, no seas tímido -le dijo- acércate a ellos… ¡Tócalos!.

- Son tan hermosos -contestó un embelesado Thomas, observando que todos representaban escenas bucólicas con gnomos y hadas-.

De súbito, se detuvo delante de una acuarela con matices turquesas que representaba la llegada de la luz y del amor.

Como hipnotizado, se acercó y acarició con sus flexibles dedos el suave contorno de sus figuras… Como por obra de magia, un sendero de lucecillas, cobraron vida y se difuminaron ante sus ojos. Cuando volvió a abrirlos se encontraba inmerso en el lienzo; en el país de la Hadas.

Sobre un montículo cubierto de índigo césped, destacaba una hermosa mujer de cabellos azabache, piel alabastrina y ojos esmeralda. Morgana: reina de las deidades. Caminó hacia ella como un pajarillo que sobrevuela el cielo por primera vez…  En su neonato recorrido, la sublime visión desapareció ante sus grisáceas pupilas, y la luz se tornó oscuridad.

- Thomas, ya te has despertado. Estabas tan cansado que has dormido catorce horas seguidas. Miraste esta acuarela, te sentaste en el suelo, y, como si fuera el lecho que siempre habías deseado, entraste en un profundo sopor… Te he cubierto con unas mantas.

- ¿Has estado todo el tiempo conmigo?.

- Sí. Coincidencia, hoy, sólo tenía que terminar ésa acuarela...

Thomas ignoraba si todo había sido un sueño, pero el cuadro representaba el delicioso y onírico vergel que recordaba. En el centro, Morgana señalando justo hacia donde se encontraba Kim... Thomas, la miró, y ella sonrió.

Poco importaba lo sucedido, Thomas sabía que Kim siempre le protegería. Había encontrado a su Hada Madrina.



Anna Genovés














KHEBIR




Anoche te vi por primera vez...
Tus ojos brunos como la noche cerrada
no dejaban de observarme,
me buscabas entre el humo del tabaco
y los vasos de cubalibre...



Deseabas venir hacia mí, se notaba
quizás seas mi deseado Khebir
el príncipe de mis cuentos de hadas...
Ese que me salva de los disturbios
ese que me ama y me ama.



Mujeres bellas te rodearon
y damas de alcurnia se posaron en ti
pero tú, seguías observándome...
Vigilabas mis palabras, mis gestos,
mis movimientos y hasta mis pasos...
Prolongando, en mí, tu inmortal mirada.



Cuando se hizo la hora de marcharme
rendiste tu orgullo a mis pies,
te presentaste 
y me invitaste a un helado de té.



Me hablaste de cielo y  la Luna
me hablaste de amor y locuras...
Me hablaste con palabras mudas
que no llegué a comprender.



Y me marché sin ilusiones,
me marché, sin saber qué hacer.




Ann@ Genovés





PD. Hace unos años, escribí una novela  -
que anda por ahí, olvidada-sensual y romántica.
Me enamoraba de un egipcio de rasgos perfectos. Este poema, lo escribí para ese amante imaginario. Si no logro publicarla en papel,  lo haré -capítulo a capítulo- en el Blog.
Primero fueron las “radionovelas”. Después la “telenovelas”. Quizás, ahora, sea el momento idóneo para las “blogonovelas”...









KHEBIR

by on 0:38:00
KHEBIR Anoche te vi por primera vez... Tus ojos brunos como la noche cerrada no dejaban de observa...





Anna y George 

Anna es una chica entusiasta que dirige una academia de arte plásticas en el corazón de Manhattan. Le gusta ir al teatro con su amigo George, un gay descarado y seductor al que ama porque sabe que la adora. A George le gustaría ser idéntico a Anna, aunque con algunos matices. Su amiga es pelirroja, y él siempre quiso ser rubia. Ella lleva la talla noventa de sujetador y él querría llevar la ciento cinco. Por lo demás, se conformaría con lo que tiene Anna: un negocio próspero, un husky siberiano, un loft de cuatrocientos metros con vistas a la Estatua de la Libertad y un novio que, para George, está como el queso azul, el preferido por su exquisito paladar.


George nació en Texas, en el seno de una familia de rudos ganaderos; por lo que siempre se sintió como un pececillo verde, sufriendo malos tratos y aislado de todos. Cuando cumplió la mayoría de edad, no pudo soportarlo más. Una noche, se escapó del rancho. Pasó hambre, frío y una insufrible soledad. No le quedó más remedio que robar y prostituirse. Por fin, un veinticinco de diciembre, llegó a Manhattan y tropezó con Anna. Desde entonces se hicieron inseparables. Desde entonces, la vida de ambos cambió.

* Relato finalista en el concurso de microrrelatos Clave 2011 de Valencia.


Anna Genovés




                                             







En revisión










      HILOS DE PAJA 



Solitaria y meditabunda,
sin ilusión y sin locura…
con un hombre resquebrajado
que a nadie ama y a nadie tiene.



Soy como una tarántula,
exenta de patas y ojos,
que teje un hilo de paja
quebradizo y tenue.



Una hilatura que sujeta mi vida,
vacía y opaca,
con parches y pegatinas
que a nada se adhieren.



Deslizo mi cuerpo rugoso
por la fibra que vuela y vuela…
Y cuando caigo al suelo
me retuerzo sin odio ni pena.



Soy un caminante que viaja
por sederos tortuosos
una vieja que huele a moho
y que se asusta de todo.



Luciérnaga que se apaga
porque sin luz, siempre, vivió.
Parásito que se acopla a la vida
sin nada que ofrecer y nada de amor.



Deshecho humano
que no se humaniza
y se envuelve con lentejuelas de colores
y luces de marchito neón.



¿Por qué la desdicha inunda
la poca cordura que se me dio?



¿Por qué pido con la mirada
lo que con caricias se me negó?



¿Por qué libre de pesares
siempre consternada estoy?



Nada sé de mi persona,
Nada sé de mi amor…
Pero, me muero por dentro,
como un flor marchita y sin amor.



Ann@ Genovés



HILOS DE PAJA

by on 19:31:00
        HILOS DE PAJA   Solitaria y meditabunda, sin ilusión y sin locura… con un hombre resquebrajado ...