Lo sé. Estoy divagando... Saco un señuelo y lo escondo. Pues nada, aquí me quedo. ¿Qué queréis que os diga? ¡Ah! Sí. Casi se me olvida. Por fin lo he conseguido: ahora escribo de verdad; ya no es una utopía perdida en Ítaca. Soy una escribidora de medio pelo que se autopublica en Amazon. ¡Me encanta! Un pero: demasiado trabajo para una sola persona. Intento reavivar las brasas amanuenses del pensamiento fatídico que me consume, día a día. Aunque me echen huevos a la cara o el piropo más gentil que me digan por anónimo interno, sea: «Eres una pedorra guarra». Son tantas las tartas que ha colisionado en mi rostro que me he dicho a mí misma: «Date el gusto de mostrar ese papelito que firmaste hace tiempo para dejar con la boca abierta a más de un hater deslenguado e ignoto de los que rulan por la red». Helo aquí:
Lo sé. Estoy divagando... Saco un señuelo y lo escondo. Pues nada, aquí me quedo. ¿Qué queréis que os diga? ¡Ah! Sí. Casi se me olvida. Por fin lo he conseguido: ahora escribo de verdad; ya no es una utopía perdida en Ítaca. Soy una escribidora de medio pelo que se autopublica en Amazon. ¡Me encanta! Un pero: demasiado trabajo para una sola persona. Intento reavivar las brasas amanuenses del pensamiento fatídico que me consume, día a día. Aunque me echen huevos a la cara o el piropo más gentil que me digan por anónimo interno, sea: «Eres una pedorra guarra». Son tantas las tartas que ha colisionado en mi rostro que me he dicho a mí misma: «Date el gusto de mostrar ese papelito que firmaste hace tiempo para dejar con la boca abierta a más de un hater deslenguado e ignoto de los que rulan por la red». Helo aquí:
La señorita Merche
Merche olía a jabón
a flores recién cortadas
a deseo entre las piernas
a ternura deseada
Hacía tanto calor que no cantaban
ni las chicharras. La sucursal estaba vacía y yo aburrido como una ostra. De
repente, abrió la puerta y entró; una aparición celeste con pasos distinguidos
de dama. Sus tacones repicaron en mis oídos.
―Buenos días joven. Quiero
ingresar doscientos euros en mi libreta de ahorros ―dijo (con su voz modulada)
haciendo hincapié en la dicción de las palabras agudas y esdrújulas.
Leí: «Mercedes Luján Ródenas».
No me había equivocado. ¿Cómo iba a hacerlo? Su cabello taheño y su rostro de
porcelana. Me puse como un flan. Era incapaz de contestar. La boca me temblaba
y un ligero rubor enardeció mis mejillas.
***
Luces de colores se fundieron en
mi cabeza y ahí estaba yo brincando frente a la Academia Levantinos donde
íbamos los niños de casa bien descarriados...
― ¡Juanito! ¡Juanito! ―gritaron
desde una de las ventanas―. Date prisa que ya viene.
―Ya voy. ¡No me pierdo su
entrada! ―contesté mientras salía como un rayo entre los vehículos aparcados.
Y, ¡zas! Empapelé la luna frontal
del Seiscientos que pasaba. El mundo cambió de color. Pasé de las tonalidades
fuertes a la negrura más absoluta. Después, a los pasteles de las acuarelas de
Sorolla.
―Ya vuelve en sí ―escuché que
decían.
― ¿Y cómo ha vuelto? ―era la voz
de mi madre.
Risas y lloros entre sábanas
blancas de algodón almidonado y monjas con caras circunspectas que desconocían
la sonrisa. Desde entonces, todas las mañanas desperté en esa nebulosa
azucarada de ensoñaciones hermosas. Al final, descubrí que ese fluido que
manchaba la cama podía surgir en cualquier momento.
Mis amigos miraban los
calendarios con la foto de Nadiuska. Yo imaginaba siempre a Mercedes. Sus
tacones de aguja, su cabello recogido con moño italiano, su insinuante Cruzado
Mágico bajo las camisas de popelín recién planchadas y sus faldas de tubo ―con
abertura trasera― resaltado el sensual balanceo de su pelvis.
Cuando llegaba al colegio, los
maestros carraspeaban y el cura escondía las manos en los bolsillos de la
sotana para calmar su rosario. Cada cual hacía sus cábalas: «¿Será
una pervertida con cara de ángel o una ingenua con maneras de Femme Fatale?»
Obviamente, era la única que te dejaba entrar en clase, aunque llevaras los
pantalones unos centímetros por encima del suelo. Sonreía y te guiñaba un ojo
mientras decía: «Mis queridos salvajes, ¡crecéis demasiado rápido!».
***
― ¿Le pasa algo? ―escuché de
pronto.
―Nada, Señorita Merche ―contesté
atribulado.
―Anda, ¡si eres mi Juanito! ¿Por
qué no me lo has dicho antes?
Me había reconocido pese a que
habían pasado más de tres décadas. Me sentí el hombre más afortunado de la
Tierra. Entonces, recordé ese lapsus de vida que se repetía en mis sueños una y
otra vez cuando me trasladaban al hospital resguardado entre sus brazos. Era
ella. La señorita Merche: la profesora de Ciencias Naturales.
©Anna Genovés
Revisado el 3 de agosto de 2022
#relatos #letras #cultura #escribir #leer #vida #adolescencia
*Relato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10: 1502468433 ISBN-13: 978-1502468437
La señorita Merche
Asylum
Cuando era joven,
casi una niña,
mi vida quedo truncada
y dejó de ser vida.
Era bonita e ingenua;
una flor recién nacida,
y los pétalos se truncaron
apareciendo estrías.
La sangre corría por mi cuerpo
mi corazón gemía.
Cuando era joven,
casi una niña,
mi vida quedó truncada
y dejó de ser vida.
Nos conocimos en un guateque.
Éramos las reprimidas que no bailaban ni bebían: chicas del comediscos. Tú, la
guapa. Yo, la fea. Los chavales huían de mí. A ti, te perseguían. Tan iguales
por dentro y tan distintas por fuera. Nos hicimos amigas mediante un pacto a la
vieja usanza: aguijoneamos los dedos y cruzamos nuestros hematíes. Fuimos
hermanas de sangre hasta que me abandonaste por un chico. Entonces, dejé de
hablarte, de mirarte, de reír tus gracias… Un día me arrojé a las vías del tren
con un papelito en la mano que decía: «Tú tienes la culpa». 48 horas después,
mi fotografía yacía sobre un féretro rodeado de pétalos floridos. Mi madre, de
negro riguroso, no quería que oliera mal. Sin embargo, mis restos amputados se
descomponían a marchas forzadas.
En el sepelio, mi ataúd se
deslizaba con una camilla hidráulica entre los hermosos mausoleos de color
ceniciento como tu rostro, hasta el nicho. Tu cuerpo tiritaba cuando lucieron
los adobes que lo emparedaron. Te encerraste en casa. Dejaste de comer, de
hablar, de soñar, de reír… no te apetecía nada. Por desgracia, tu familia
conocía al director del psiquiátrico. Nadie te acompañó a las sesiones:
acabaste sola. Agrietado el corazón que mutilaba tu alma. Cada vez que
traspasabas la verja del sanatorio, los gritos de los confinados irrumpían en
tus oídos: acufenos permanentes. Los enfermos andaban sueltos; hombres y
mujeres deformes con caras enajenadas. No te gustaba ese lugar repleto de
sufrimiento donde los muros sangraban.
Te metieron en una sala con
azulejos blancos como la muerte; estabas muy asustada. Tenías una pesadilla
recurrente: «Bajabas corriendo las escaleras de un garaje sin retorno. Yo te
perseguía. Te atrapaba. Arrancaba tu carótida de un bocado; mi cara llena de
gusanos. Mi sonrisa desdentada». Saliste de esos sacrílegos pensamientos,
cuando entró el Dr. Mortem para conocerte y pautar la botica milagrosa que te
devolvería la vida. Pero pasó el tiempo y no mejoraste. Atiborrada de
barbitúricos, te convertiste en un muerto viviente. El psiquiatra decidió
aplicarte terapia de electroshock. Tu cabeza estaba llena de babosas que se
acoplaban a tu cráneo y succionaban tus pensamientos. Por último, te colocaron
una esponja en la boca para que no sufrieras. La sacudida hizo que te
retorcieras como en un mal ataque de epilepsia. No chillaste. Sin embargo, tus
ojos se quedaron en blanco; parecías la niña del exorcista.
Cuatro meses después, te
internaron en el sanatorio. Llevabas una bata blanca manchada de papilla. Te
cortaron el cabello al uno, y lo poco que te quedada, lo arrancabas de cuajo a
estirones. Unas ojeras profundas incrustadas en tus entrañas ensombrecieron tus
facciones. Te vi desde arriba e imploré que me acompañaras; las cuencas vacías
de mis ojos buscaban alguna lágrima perdida. Esta mañana, has aparecido
ahorcada del techo de la sala común. La lengua fuera, los labios amoratados y
el cuerpo rígido. Me he acercado a ti para consolarte: «Amiga, siempre
estaremos juntas».
©Anna Genovés
Propiedad intelectual: 09/2013/2345
Rectificado el 28 de julio de
2022
* Dedicada a mi amiga Amparo Juárez (fallecida el 28 de abril
de 1975 en accidente de tráfico)
#relatos #terror #relatogotico #relatofantástico #lecturas
#escribir #ficcion #annagenoves
*Relato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10: 1502468433 ISBN-13: 978-1502468437
Asylum
PROMO: Pasillos nocturnos GRATIS
Amigos el poemario Pasillos nocturnos se puede descargar GRATIS hasta el viernes diecisiete de diciembre, en Amazon.
¿De qué trata? Os lo explico en
unas palabras…
Pasillos nocturnos
es una antología poética publicada en 2016 que recoge más de trescientos poemas
escritos en las últimas décadas de diferente género. Aunque, mayoritariamente son
post-simbolistas, incluye poesía clásica, erótica, post-beat, social, prosa
poética… e incluso alguna romántica.
Un tótum revolútum para amantes
de los versos –con poemas, quizá, buenos, y otros, infumables— que no pude
ordenar en su momento y que publiqué con muchas ganas, sabiendo que tendría
poco recorrido, ya que, en el ‘cada vez se lee menos’, tal vez, la poesía sea
la más perjudicada.
Reagrupar este libro me sirvió
para tonificar la memoria y perpetuar algunos sentimientos olvidados.
Los poemas personalizados y
románticos, son los antiguos; los sociales pertenecen a una etapa intermedia;
los desgarradores y los que inhiben algunas palabras, los más actuales.
Os dejo una muestra que he
recogido abriendo el libro por páginas diferentes, si escoger este o aquel… los
que han salido. Cada cinco días subiré GRATIS un libro publicado en Amazon.
Muchas gracias.
Poemario
Anna Genovés
Copyright © 2015 Anna
Genovés
Asiento de la
Propiedad Intelectual
09/2015/430
ISBN-10 1522923373
ISBN-13 9781522923374
La tumba, confidente
de mi ensueño infinito,
(porque la tumba
siempre comprenderá al poeta),
en esas largas
noches donde el sueño ha huido,
Dirá; ¿De qué te
sirve cortesana imperfecta,
no haber sabido de
lo que lloran los muertos? —
Y tu piel roerá el
verme como un remordimiento.
Charles de
Baudelaire
El perdón
El perdón torna pluma
al yunque
hace que el rostro se
relaje
y el cuerpo se limpie
que los ojos rían
y la boca silbe
que los brazos
abracen
y las piernas se
agiten
que el corazón lata
con fuerza
y el alma tirite.
El amor vuelve
a los muertos, vivos
a los solitarios,
accesibles
y a los canallas,
sublimes.
Cruz
Una línea horizontal
cruzada por otra
vertical
señal de la cruz
flor de cuatro brazos
y una cola
perfume de madera
nodriza del mañana
abuela del ayer
mar calmo
espuma mecida por
olas
Jehová y su fuego
un ángel caído:
Jezabel
senectud
discordia
ataúd de hiel.
La vela
Cierra los ojos y
dibuja una curva elíptica
en la sombra de la
noche
en la ventana
pírrica,
sabe que las verdades
la confunden:
puro almizcle.
No desea seguir
cuesta abajo
entre narcisos
blancos
y petunias,
prefiere subir hasta
el monte
donde crecen los
abetos y las flores.
Los arbustos amparan
sus mañanas
el cielo diáfano la
mira
entre nubes en manada
y sol de adobe,
entre girasoles
cerrados
y miel de abejas.
Su simiente es la
vida
su pasión la vela,
esa que surca el
océano
y después se pliega,
esa que camina sobre
tsunamis
y espuma en la
orilla,
esa que dibujan sus
ojos
mientras sueña
perdida.
Beso a la muerte
Todos los días beso a
la muerte
su rostro de
porcelana, sus ojos verdes
su espalada curva, su
cabello blondo
marmórea
risueña
inerte.
Todos los días beso a
la muerte
con su carita de niña
buena
que no se quiere
ingenua
despiadada
efervescente.
Todos los días beso a
la muerte
la veo entre los
ancianos
entre los adultos y
los inocentes
pacífica
solícita
impertinente.
Todos los días beso a
la muerte
a cualquier hora del
día
con el Sol en el
horizonte o la Luna silente
hermosa
resignada
diferente.
Todos los días beso a
la muerte
entre lirios y
orquídeas blancas
entre árboles o
matorrales verdes
grácil
soberbia
decadente.
Todos los días beso a
la muerte
me da pena su soledad
y la abrazo con
ternura
sonriente
lejana
omnipotente.
Todos los días beso a
la muerte
cada mañana tiene una
apariencia
distinta a la
anterior, a veces no la reconozco
mujer
hombre
niño
gato negro
silvestre.
Todos los días beso a
la muerte
y un día caminaré con
ella
atada a su guadaña
con capa negra
humana
infernal
celeste.
Huele
Huele a sangre
a menstruación
a mujer viva
a persona muerta
a entrañas heridas
a útero con pena
a niños que nacen
y ancianos que
marchan
a enfermos tristes
y a viejas sin
nalgas.
Huele a sangre
a menstruación
a carne tierna
a piel desquebrajada
a tumbas abiertas
a huesos flexibles
a músculos rotos
a ojos ensangrentados
a muertos que hablan.
Huele a sangre
a menstruación
a dolor y calmantes
a chillidos sofocados
a vientre hinchado
a hormonas yermas
a senectud en la
niebla
a juventud que llega
a flor que se abre.
Huele a sangre
a sangre seca.
Facebook
La madre de las madres; madeja
que nunca se acaba, que todos adoramos por la noche y la mañana. Sin ti no
somos nadie: nuestra existencia se debilita, convertidos en papeles arrugados
que cristalizan. Muertos vivientes sin ojos ni horizontes, muñecos rotos
exentos de futuro, trigo quemado en los campos, flor marchita en jarrón seco.
Nos das el pan y el vino de cada día, la jarra de agua y el bocadillo.
Tendríamos que adorarte, Facebook; eres el dios terreno. Sabes cuándo
respiramos, cuándo estamos alegres, cuándo lloramos y lo mucho que te queremos.
Ídolo apócrifo que simulas amarnos, siendo simplemente un ritual de cables y
sentimientos aglutinados. Ensamblas la soledad de las personas; eres nuestro
secreto a voces: nuestro cartel publicitario. Hoy nos acoges, mañana nos
rechazas. Hoy vamos al cielo, mañana al infierno. Ángeles o demonios, tenemos
cerebro. Protesto contra el mundo, contra el rebaño que te venera. Si he de
agonizar en soledad, seré un templario defendiendo San Juan de Acre hasta la
muerte. La espada, mi pluma. El credo, mi cielo. La oración, no soy tuya. El
amor, mi libertad: no te la doy y no te la vendo. Los barrotes no me agradan,
aunque sean invisibles y tengan la sonrisa de un te quiero.
Fluido
Siento el veneno en mis entrañas
un chute de morfina
que invalida mi pensar
el cielo es verde
no hay luna, no la hay
el día llegó a su cenit,
fumo un cigarrillo
sin boquilla, para no pensar.
Pero sigo ensimismado en el sol
que no calienta, la nieve que fluye, el fuego iceberg y la tierra manantial.
Mentiras sin despertares, independencia del querer. Nada importa en este mundo
de papel. Un chino y un chapapote, un reducto de conciencia que se esfuma y no
ve. Reducto de nada, porque la nada no quiere ser.
La vena bombea, la sangre mana,
el suero se acaba y tú te evaporas por el aire, ese que respiro con pulmones
lanosos. Ese que sujeta mis entrañas, granas, extrañas… No estás aquí y poco
importa, sigo con la bata verde otra hora.
La una
las dos
las tres
las cuatro
la botella se acaba y también
tu abrazo.
La muerte me
fascina. Me fascina, hermano.
Mi lengua
Mi lengua sisea dentro de tu boca
buscando ese calor ahumado que me gusta entre tus olas. Mi lengua recorre tu
piel con los dientes de tus vertebras quebrados entre mis dedos. Mi lengua vira
en tus recovecos, esos que exploro con lágrimas que brotan. Mi lengua recorre
lo oscuro de tu mente y focaliza tus miedos en las papilas gustativas para
saborear tus aflicciones; eliminando la pena que te martiriza. Mi lengua,
degusta tu rocío, ese que irrumpe, sin remedio, entre tu vientre y el mío. El
mío exhausto de amores, el tuyo cubierto de flores. Mi lengua, mata; es Panero
reencarnado fosilizado en mis manos, las que tiritan de amor las que clavan
clavos, las que maltratan a los hombres. Hombres fuertes y hombres ajados. Mi
lengua, habla con miles de voces, lenguas que no se comprenden, que son
atroces. Mi lengua, ha nacido para amar y odiar al mismo tiempo; es osada y
perspicaz, siente muy adentro. Mi lengua sigue la curvatura de tus brazos,
deslizados en mi tronco, entre mi pubis y mis pezones; sables que desdeñan tus
caricias, sables con un filo que guillotina tus temores. Mi lengua es tuya, si
quieres te amo y si no me marcho por la puerta y sigo mi ruta; sin mirar atrás,
antes de ser tuya. Antes de que perezca.
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Verdades y mentiras
Los chicos de mascarilla y
mirada gacha
Esta mañana al subir la persiana
he visto a dos chicos cruzarse por la acera de enfrente; nada tendría de
singular si no fuera porque ambos llevaban una lata de cerveza en la mano. Eran
las 9:00.
Me ha dado por reflexionar, para
variar. Anoche me enviaron un vídeo que hablaba de unos telares valencianos con
una caída de producción del 94% y de las inexistentes Fallas. También mostraba
curvas sobre esa economía que se esfuma a pasos agigantados por el WC y los
muchos negocios que se han ido al carajo con la consecuente destrucción de
empleo. Pensé en la hostelería, en los comercios –de todo tipo: confecciones,
deporte, automóviles, inmobiliaria…— cualquier PYME entra en este saco lleno de
agujeros que no pueden remendar ni las mejores modistas del mundo.
Vivimos una hecatombe en la que
la producción está a punto de tocar fondo y da igual que hablemos de Nemos que
de Moby Dicks. No se salva nadie. Motivo por el cual y, muy a mi pesar, le contesté
a la colega del envío que no estábamos ni para Fallas ni para Carnavales
venecianos ni para toros embolados de esos pueblos chiquitos en el que, estas fiestas
ancestrales y para mí desagradables, son tan importantes como para nosotros La
Cremá de los monumentos falleros.
No, no y no. No estamos para
ninguna fiesta o para alguna... con muchas, muchísimas precauciones. Solo podemos y debemos preocuparnos por mantener la calma,
seguir las recomendaciones sanitarias a rajatabla –nos gusten o no, se
contradigan por la nueva cepa o por los mercados pulsátiles de las farmacéuticas
que se han vuelto más avariciosas y desagradables que El Avaro de
Molière— y, quien sea religioso, que rece a ver si los dioses nos devuelven un
poquito de por favor a esta castigada sociedad que se derrumba como un castillo
de naipes.
Me pregunto mirando la litografía
de Tolouse Lautrec que tengo enfrente –como si la dama del Moulin Rouge fuera a
contestarme— ¿de qué serviría que la economía estuviera menos castigada si
entramos en una fase de empeoramiento pandémico en el que los contagios, los enfermos
que necesitan hospitalización o UCI o, por desgracia, los decesos, suben? ¿Y si
el personal sanitario cae y no puede atender a los que estén mal? ¿De qué
serviría en esos casos, o en situaciones similares, que volvieran los festejos
del mundo y, de paso, la juerga –que a todos nos agrada—? ¿Quién los
disfrutaría? ¿Quién se lo pasaría en grande? Tal vez, pudiera hacerlo una
población inmunizada. Pero... ¿Cuándo llegaremos a ese escenario que puede
devolvernos parte de la libertad y de las ganas de vivir sin prohibiciones tan
horrorosas como necesarias? Es algo que todavía está por ver. Cada virólogo,
biólogo, inmunólogo… y etcétera. Expone sus pareceres, incluido matemáticos y
estadistas. Muchos se atreven a vaticinar como Nostradamus. Y, a veces,
aciertan. Sin embargo, no deja de ser pura especulación, acertada o no.
Aunque, fijaros, siempre existen ingenios
lo suficientemente divertidos y seguros como para un dance acompañado incluso en pandemia. Los
rockeros del grupo estadounidense Flaming Lips han dado un concierto con
público, sumergidos –tanto músicos como espectadores, práctica que ya habían escenificado
con anterioridad— en burbujas inflables individuales. O sea, hay que montárselo
de alguna forma para seguir adelante; lo dije hace muchos meses, que nos calcen EPIS individuales a todos y solucionado. Es una broma que puede convertirse en realidad. Desde luego, hay que cambiar costumbres e
incluso tradiciones.
Todo está en el aire que
respiramos, hasta el puto coronavirus con todas sus mutaciones. El bicho que
quiere aniquilar la Humanidad. Muchos me llamareis tremendista, pesada,
catastrofista… ¿Y qué? A quien no le agrade mi prosa, que no la lea. Soy de las
que deseo lo mejor y estoy preparada para lo peor. La vida NUNCA fue el cuento
de Princesas de Disney. Por lo general, es un ring. Con el agravante
actual, los monstruos de la novela El que susurra en la oscuridad de
Lovecraft, son lo más parecido. Tenemos que andar con mucho ojo porque son despiadados.
Los jóvenes que se cruzaron esta
mañana en la acera de enfrente, eran los chicos del segundo piso –uno vive en
la puerta tres y el otro en la cuatro—; crecieron juntos, jugaban, reían… eran
buenos amigos y hasta compartieron la primera novia como si fueran gemelos que
juguetean con fuego. Uno trabajaba en una multinacional y el otro tenía una
Pyme. Actualmente, ambos están desempleados y lucen con mascarilla y mirada
gacha. Tan gacha que ni se han visto.
@Anna Genovés
Martes veintiséis de enero de
2021
#economia #actualidad #opinion #panorama #pandemia #mascarillas #distanciasocial #coronavirus #covid19 #tristeza #verdad #ingenio #tradiciones #costumbres
Los chicos de mascarilla y mirada gacha
JL Moreno Ruíz: un irreverente de gran corazón
Cuando me abrí camino por la blogosfera –allá por el lejano
2010— conocí a personas muy diferentes.
Me llamaron la atención muchas... Demasiadas. Pese a ser talludita y escribir, en aquella primera etapa, realismo sucio, se me hacía una montaña leer ciertas cosas...
Pero, era entonces o nunca. Pillé un blog de un tal JL
Moreno-Ruíz en el que aprendí a defenderme –a capa y espada— de envites de esas
gentes descaradas y muy, muy cultivadas que hablaban de fábulas incomprensibles
que me hacían investigar y aprender historias desconcertantes; hasta descubrí
que tenía un punto Retana que se difuminó cuando el jefe cerró el Blog.
El jefe era ese tal JL Moreno-Ruíz del que he hablado y su
blog se llamaba ‘Contradiarios’. Hace unas horas, he descubierto que se ha
marchado.
Pocas personas me han dado la mano con la palma abierta y me han tomado en serio. Sin embargo, JL, que escribía un rato bien, aunque no fuera del agrado de la mayoría por su pluma satírica, criticona y desvergonzada, siempre me guiñaba un ojo y me decía: "Tú, escribe".
Descubrí que, bajo esa apariencia de macho irreverente, existía un hombre generoso y de gran corazón que se brindó, entre otras cosas, a escribir el prólogo de la primera novela que publiqué en Amazon sin pedir nada a cambio. Algo que no olvidaré y que guardaré en la memoria como un pedacito de existencia que mereció la pena vivir. Hoy, al revisarla, he visto que estaba dedicada a mi compañero y a JL. Y me alegro.
Blogger desde 2007, JL, fue un dramaturgo que inventaba
personajes y los dejaba bailar a sus anchas por el ciberespacio; él se
replicaba y hasta podía descojonarse de sus propias chorradas o aplaudirlas,
según le daba. Y, es que, lo hacía con tal gracejo que, sus lectores –amigos,
enemigos, fans, colegas, haters… lo que fuera— nos descojonábamos y entrábamos
en su juego más a gusto que si estuviéramos en una bacanal prolífera. Ciertamente,
le sobraba ingenio y gallardía.
Su vida da para varias enciclopedias, aunque nunca sabré si todo lo que decía era cierto. He ahí el galimatías que se ha llevado a ese lugar que todos visitaremos algún día.
Y, ahora, JL, con tu permiso, me voy a tomar un Bourbon a tu salud. ¡Ah! Recuerda que, el libro que te prometí queda a buen recaudo, en la estantería de casa.
Veintiuno de enero de 2021
José Luis Moreno-Ruíz nació en Santander en 1953 y voló hacia una galaxia perversamente divertida el 21 de enero de 2021
#actualidad #cultura #lecturasrecomendadas #metapensamientos
#opinion #reseñas #JLMorenoRuiz #muertes #dolor #duelo #tristeza #rip #dep
#fallecimientos #obituario #homenajes #recuerdos #defunciones #escritores
Recuerdos y menciones a JL
De la Modernosa Movida y otras cavernas - blog Caminando por la Luna. 30 oct 2016
José Luis Moreno-Ruiz habla de NWTY - En librillo Ramón Buenaventura
Rosa de Sanatorio - Mon Magán
Intraliminal. Ejercicios exudatorios para virofóbicas - José
Luis Moreno-Ruiz, 1994
Jose Luis Moreno-Ruiz - Discogs
Blog de JL Moreno-Ruiz 2018-19
José Luis Moreno Ruiz cierra su blog – Asperezas, 20 de
abril de 2010
Historias Muy Pequeñas III - Al Este de la Luna, 3 de febrero de 2015
Fantasía cuenta El sombrero loco - El Flautista en el Umbral del Alba
Reina de los monos – José Luis Moreno-Ruíz, Estrella Digital