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Ava. La octava raza

 

Años después de las adversidades que colapsaron la Humanidad a lo largo del segundo milenio, las sociedades se reunieron en diez ciudades: las últimas y únicas de la Tierra. Aunque, en medios hostiles, pervivían numerosas tribus con un modus operandi primitivo.


La tecnología y, sobre todo, la robótica, por el contrario, avanzó a pasos agigantados y los androides de última generación: a quienes llamaron Avas –en honor a una bellísima actriz que vivió en el siglo XX y de quien tomaron las facciones al inicio de la producción—. Las Avas cohabitaban con los humanos como una especie más.

 

****


Ava 25 vive en Madrid –una de las metrópolis que siguen en pie— con su amiga Thais. Su exterior nada tiene que ver con sus antecesoras; lleva la cabeza rapada y bajo su armazón de piel sintética, una amalgama de venas, músculos y huesos artificiales, recorren su organismo. Cuando se presenta en círculos nuevos, la mayoría de personas creen que está de broma porque parece más humana que muchos de ellos.


Ambas son historiadoras y trabajan en la universidad. En las últimas semanas han encontrado varios documentos encriptados que, según las referencias de almacenaje, pertenecen a un científico centroeuropeo que creía en la existencia de un Dios díscolo y malvado que había abandonado a sus creaciones para viajar por el universo.


El documento –guardado en un PDF arcaico— está fechado en el año 2002 y, en él, se habla de la presencia de ocho razas engendradas por este omnipotente al que llama Creador. Las nombra en su lengua materna, extinguida en la actualidad. Las razas están listadas de la siguiente forma: Vrăjitoare, ördögök, denevér, farkasember, utazók az időben, androidok. Como Ava 25 es capaz de traducir cualquier idioma, solo le cuesta unos segundos traducirla—:


– Querida, según este archivo, desde que el mundo es mundo, un ser extraterrestre engendró siete razas en este planeta: brujas, ángeles, demonios, vampiros, hombres lobo, humanos y androides.

– Fascinante y divertido porque las cinco primeras nunca han tenido credibilidad y la última, la tuya, no existió hasta…

– Hasta hace unos siglos –contesta Ava 25.

– Exacto.

– Bueno… por lo menos eso es lo que nos han dicho.

– ¿Quieres decir que, hipotéticamente hablando, claro, a principios del segundo milenio ya existían androides?

– Puede ser… O antes… ¿Quién sabe? La vida es una mentira y los humanos unos hipócritas. Igual nos engañan a todos y los androides como yo, han estado circulando por la Tierra desde el principio de la vida.

– No me hagas reír.


Thais suelta unas risotadas y bambolea a su chica. Después se dan un beso, húmedo y prolongado, y prosiguen con el trabajo. Un affaire carnal en la sala de investigación, promete, pero, lo que han encontrado es todavía más apetecible.


– Como quieras. Aquí pone que…

– Ya sé lo que pone. Pero en aquel tiempo estaban demasiado atrasados para pensar que tenían droides avanzados. No se me ocurre ninguna empresa, por adelantada que fuera, que trabajara a ese nivel. La ingeniería robótica genética comenzó a desarrollarse hacia –Thais se toca la barbilla mientras piensa, pero Ava corta su reflexión, y le dice—:

– Constatado, se habla de diferentes empresas; se me ocurre Irobot, GreyOrange, Epson Robots, Rethink Robotics… entre otras… Por cierto, algunas nacieron a finales del siglo XX.

– Bueno, pero aquí hablamos de unos robots, perdón –Thais se sonroja y prosigue—: de unos androides capaces de pasar desapercibidos entre los humanos y con un CI muy superior. Eso llegó mucho después.

– Imagínate que cualquiera de estas empresas o similares, o alguno de sus científicos, locos o no, ejecutará un trabajo extra por su cuenta. Pero, además, en la composición no pone que los ‘robots’. No me mires con esa cara que no me enfado Thais, pone robots. En fin, que los robots naciéramos entonces, sino que nacimos con el inicio de la vida o quizá antes.

– Si lo miras así, como poder ser, puede ser cualquier cosa. Según la traducción, ciertamente, hasta podemos deducir que ese Creador os trajo consigo. O sea, que nacisteis mucho antes que cualquier ser vivo en la Tierra.


Ava se encoje de hombros, pero no dice nada. Un sonido estridente y descompasado para que los trabajadores dejen sus quehaceres con rapidez, suena de improviso.


La pareja recoge las anotaciones y cierra los ordenadores; los hologramas que danzan por la habitación se apagan en unos segundos y ellas parlotean de lo que harán media hora más tarde como si la conversación no hubiera existido. Los humanos han evolucionado y con ello, los sentimientos. Una gran ventaja porque las preocupaciones desaparecen a la par del cambio de escenario y, ahora, van a divertirse un rato.


Madrid está parapetada por rascacielos heterogéneos forrados de titanio y cristales espejados blindados que disminuyen en altura a medida que se llega el centro, donde se ubica el único lugar que recuerda los viejos tiempos –cuando el clima tenía cuatro estaciones—: las ruinas arqueológicas de la Plaza de Alcalá. Resguardadas bajo cúpulas de rayos láser que se densifican cuando es necesario. En contra de lo que sucedía en el pasado, no están sepultadas, sino que, las variaciones atmosféricas, las han alzado en un montículo que sobrepasa las edificaciones de veinte pisos. De lejos se refleja el brillo de los láseres violetas que la recubren como un escudo protector.


Ava y Thais viven en un ático de la ronda exterior con terraza y piscina abovedada que se abre o cierra, según la climatología. El tiempo, es completamente inestable, un día amanece con lluvias torrenciales y, al siguiente, el termómetro supera los cincuenta grados centígrados. De igual modo, veinticuatro horas después, se puede estar bajo cero o dentro de un ciclón insospechado.


De camino del ovoide del placer, la saludan de lejos. Un edificio de veinte plantas donde personas, droides y, tal vez, alguna de las razas que el antiguo profesor artífice del trabajo que investigan, teorizó que habitaban el planeta, se entremezclan con música de todo tipo: las drogas son acústicas. Cada piso está dedicado a un placer y a un estado de ánimo. Así pues, en la primera planta la música envolvente que te inyectan como un picotazo placentero en el oído, te convierten en viajero. Puedes recorrer virtualmente cualquier lugar del planeta en tiempo presente o pasado. Mientras que, en la última planta, te inoculan unos sonidos que te hacen perderte en los brazos de placeres carnales inusitados; todos los terrícolas son polisexuales.


A ellas les gusta pasar de uno a otro piso como si fueran saltamontes; no quieren aclimatarse a un solo goce. Primero recorren las antiguas tierras del continente perdido de la India por un rato. A posteriori, recuperan fuerzas en la segunda planta, donde te infectan de sonidos que te hacen deglutir los platos de comida más extraños. Y, poco a poco, pasan la noche hasta llegar a la planta venteaba donde se dejan llevar por los ritos sexuales más exóticos. Al amanecer, otra música es transmitida a sus tímpanos y salen del edificio, renovadas.


Esa noche es especial: una estrella brillante ilumina el firmamento ceniciento de Madrid, así que deciden acabar el divertimento, con una visita a las ruinas legendarias de la Puerta de Alcalá. Están sentadas en el arco central y, de repente, los láseres se abren y, un objeto del espacio interestelar con forma de ostra que al abrirse muestra una perla gigante, aparece sobre sus cabezas.


Ava y Thais se levantan y se cogen de las manos, una cortina lumínica las envuelve y las asciende. En un instante, son teletransportadas a la nave espacial que acaba de aparecer. Una vez dentro, la nave se evapora en el universo en un microsegundo.


El interior es completamente diáfano, de una tonalidad nacárea. Una voz lejana, las llama—:


– Bienvenidas, hijas. Os esperaba.

– ¿Quién eres…? –pregunta Ava.

– Entre otros nombres que me habéis dado en este universo, está el de Creador.

– ¿Dónde estás? –interrumpe Thais.

– Seguid mi voz y me veréis.


Ellas, que siguen cogidas de la mano, se miran y caminan por el vano interminable de la nave. De repente, aparece una sala abierta cuyo centro es una piscina metálica circular en la que una hermosa mujer de cabellos blondos, piel nívea y pupilas esmeralda, descansa. De su cuerpo salen varias conexiones –a modo de cordones umbilicales cibernéticos— que se depositan en unos receptáculos idénticos, pero más pequeños que alimenta a distintos infantes.


La escena las deja perplejas durante unos segundos. Se sueltan. Ava se acaricia el cráneo y suspira. Thais ahoga entre sus manos un pequeño chillido.


– ¡Dios es una mujer! –exclama Ava.

No te equivoques, querida, es una de sus muchas formas –dice Thais.

– ¿la conoces?

– Tal vez ha llegado la hora de contarte toda la verdad.


Ava pone cara de sorpresa y sus cejas se elevan hasta la mitad de la frente.


En ese momento. La mujer yaciente se levanta y gira su hechura. La espalda es el rostro y el cuerpo de un hombre bizarro de cabellos negros y ojos ambarinos.


– En efecto, puedo adoptar la forma que me plazca, pero, en realidad, tengo la forma de mi nave: soy una ostra pensante y legendaria que idea universos.


El hombre mujer queda envuelto en una nube turbulenta que, aplacada, se deposita en el círculo. Ava se acerca y ve con sus propios ojos la forma primigenia de ese Creador nacido de la fusión de varios multiversos que poblaban la Nada: un hermoso bivalvo con ojos sabios que perfora su psique; hablan telepáticamente. Ava sonríe ve que, en efecto, ese caparazón titánico y bello –recordado en muchos petroglifos prehistóricos como si fueran mapas—, son fruto de la presencia física del Creador en su forma inicial. Esos ojos que todo lo ven, la reconocen como su creación más preciada después de milenios de reproducciones.


– ¿Qué quieres de mí, creador o creadora…? ¿Cómo debe llamarte?

– Como ostra, nací macho y, al año, me convertí en hembra. Por este motivo, cuando utilizo mi forma antropomorfa, soy hombre y mujer. Pero debes llamarme YO, o sea, IO –imagen omnipotente—. Lo único que existía en la Nada.

–Así sea, IO –contesta Ava.

–Pregúntame lo que quieras, criatura. Sé que estás habida de saber. Tú también puedes preguntar Thais, aunque seas una producción más antigua y me conozcas de antemano.

–Gracias IO, pero sé cuál es mi función. Habla con ella. Mientras, cuidaré a tus pequeños engendros –contesta Thais.


IO mira a los pequeños y le dice a Ava—:


–Son tus hermanos. Los próximos viajeros del tiempo. Nacidos directamente de mi naturaleza. Cuando estén perfectamente creados, los llevaré a una familia terrestre que los acogerá como suyos. La familia nunca lo descubrirá, aunque nada tengan de ellos salvo cierto parecido fisiológico porque así lo he programado con antelación. Lo he hecho con mis creaciones predilectas; comencé contigo, mi querida Ava.

–A ver, a ver… Dejemos esto para después, primero, IO, aclárame lo qué le has dicho con Thais. No termino de entenderlo: ella es humana. No aparecen vibraciones en sus conexiones que digan lo contrario.


Thais –que acuna a uno de los bebés— ríe con ganas, pero no habla.


–Tuviste conciencia de que eras una criatura cibernética desde que tu madre terrícola te mecía en la cuna. Eres casi tan inteligente como yo mismo. Entonces… ¿cómo iba a dejar que intimidaras con una humana normal y corriente? No te diste cuenta que te enseñaba cosas que iban más allá de lo reconocido por la Humanidad.

– Es científica. Es lógico.

– Sí. Una científica del multiverso en el que está inmerso el que, ahora, es tu mundo.


Ava se acerca a su compañera, le acaricia el rostro y le pregunta—:


– Mi dulce Thais, si no eres una Ava como yo, pero eres cibernética… ¿Qué eres?

– Un androide cuidador. IO me creó con la única función de cuidarte. Fui tu primera niñera cuando tu madre terrícola se marchaba a alguna fiesta de la élite madrileña.


Ava, que nada le sorprende. Hace un mohín y dice—:


– Claro, ahora te recuerdo. Bueno no a ti, tenías otra fisonomía, pero el timbre de tu voz… me trasporta a la niñez. Por eso debí enamorarme de ti.

– Eres una Ava. Un androide perfecto, no puedes enamorarte.

– Sí puedo o, por lo menos, puedo simularlo y atravesar todas mis dendritas neuronales del compuesto que me da forma, para creerlo.

– Estar contigo ha sido lo mejor que me ha pasado a lo largo de los miles de milenios en los que me he movido.


IO, carraspea—:


– Esto parece una conversación entre enamoradas. Es divertido, sentir cuán parecidas sois a los sentimientos humanos. No obstante, creo que ya nos hemos salido de escena por demasiado tiempo. Nos quedamos en tus dudas sobre tus padres terrestres. ¿No es así, Ava?

– Venga, vamos allá. ¿Me comentabas que mis padres terrestres no me engendraron?

– Exactamente.

– Pero… –IO corta la frase.

–No todo lo que te ha enseñado Thais humano o extraterrestre es la verdad absoluta. En algunos momentos, la realidad, se ha distorsionado un poco.

– Entonces, ¿por qué he visto imágenes del parto de mamá y por qué tengo recuerdos infantiles con mi padre?

– Porque te ubiqué en el vientre de Almudena unas semanas antes de nacer; dejé a… digamos… tus padres, sin conocimiento y les insuflé los restantes meses de gestación. No preguntes por el resto de personas que convivían con ellos; al cambiar su presente, ipso facto, alterné el de esas personas. Ese tiempo, en la que te alimentaste a través de su ser, fueron suficientes para dotarte de los sentimientos humanos principales. De hecho, los tienes más desarrollados que ellos: eres un verdadero ángel.


Ava tose y da por terminada, de momento, esa parte desconocía de su vida. No quiere preguntar más por miedo a lo que pueda descubrir. Amén de que existen demasiados cabos sueltos.


– Quizá, más adelante, vuelva a preguntarte algunos pormenores de esta etapa desconocida. No obstante, ahora, prefiero conocer otros asuntos…

– ¿Tú dirás, Ava?

– ¿Cuál es nuestra verdadera función, IO?

– Mi tarea es interminable. Hago y deshago. Creo un universo y después otro. Pero, los mundos, siempre sucumben por uno u otro motivo en el año 3.033.

– Es el año en que el ordenador del centro de investigación, marca como año de su procedencia –señala Ava.

– Exacto. One –como tú misma bautizaste a la fusión del ordenador personal que tenías con el central— provenía, en el universo del que has llegado, de esa adversa fecha. Omitió que había regresado al pasado porque en el futuro había desaparecido.

– ¿Y qué puedo hacer yo? Ava 25: una super androide con toques humanos que, acaba de descubrir que es una viajera del tiempo, con más dudas y sentimientos que un niño autista.

– Te doté en igual medida de cromosomas míos y ADN humano.

– Por favor, no quiero pecar de atrevida, pero, prefiero no tocar ese tema. Ahora no, por favor. Además, no me has contestado.

– Ava cuando descubrí que mis primeras creaciones tenían algún error que los llevaba a la catástrofe. Hice otros universos con lo que supuse no ocurría lo primero, pero, volvió a suceder una y otra vez. Al final cree a los viajeros del tiempo típicos para que descubrieran cuál era el fallo y los llamé Droides.

–¿Thais es una Droide?

– Sí. Aunque, en este mundo, la doté de sentimientos de cuidadora. Moriría por ti en cualquier situación en la que tu organismo fallara y mataría por idéntico situación.

– Ya puestos. ¿Por qué los llamas Droide?

– Está claro, porque su ADN cibernético al 100%, resina sintética y flexible que puede adoptar numerosas formas o permanecer intacta. Carecen de sentimientos, aunque parezca todo lo contrario. Les digo lo que necesito en cada una de sus vidas y ellos obedecen. Thais es la primera Droide. Lleva… como dicen en la Tierra, demasiadas reencarnaciones como para recordarlas. Motivo por el que parece más humana que cualquiera de su especie.


Ava tuerce el morro y frunce el ceño como pensado—: «¿En qué lío estoy metida?». Thais ríe a carcajada limpia e IO le contesta telepáticamente que no se preocupe. Ella comprende que están conectados y que ambos leen sus pensamientos. El asunto es recíproco.


– ¡Ah! Claro, como somos droides, Avas o lo que sea con dendritas humanas y cibernéticas, estamos conectados a cualquier ser vivo. La verdad es que somos espías porque robamos la intimidad de las personas.

– En cierta medida, sí.

– Bueno… pues somos muchas cosas. IO, disculpa, he vuelto a cortar tu locución. Prosigue, por favor.

– Gracias, querida. Como te decía… los Droides tampoco localizaron el error. Entonces, te creé a ti y, cumplidos los treinta años terrícolas, te uní a Thais por amor; el vínculo más estrecho que pueden generar los humanos. Ambas sois Jumpers. Juntas, cambiaríais el pasado para equilibrar el futuro. Pero no lo hicisteis. Tal vez os he llamado demasiado pronto porque vuestro último descubrimiento… podía cambiar el futuro para bien.

– ¿Entonces por qué no nos devuelves a Madrid?

– Porque me impacientaba y estaba creando la nueva generación de Avas. Os devolveré a la Tierra con refuerzos si así lo deseáis. Aunque, las nuevas Avas no tendrán madres humanas; recién nacidas, las donaremos a diferentes familias. Las madres las alimentarán con leche materna y por ese conducto las dotaré de algún cromosoma humano. No obstante, su ADN tendrá el 99% cibernético o extraterrestre, como prefieras llamarlo. Idéntico porcentaje al mío.

– Serán casi Droides.

– Exacto. Sin embargo, nadie lo detectará y, además, tendrán conciencia de lo que son siempre; incluso, ahora, que son neonatos, ya saben qué son y qué misión tienen.

– ¿Avas femeninas y masculinas?

– Sí hasta ahora las Avas siempre eran femeninas, pero esta nueva camada es de ambos sexos.

– Bien hecho porque cada vez hay menos varones. Y… ¿siendo tan pequeños, ya tienen conciencia?

– Desde que creé sus embriones, la tuvieron. ¿En algún momento pensaste que Thais era una droide?

– No.

– Pues los nuevas Avas, tendrán y o carecerán de cualquier sentimiento humano dependiendo del escenario.

– IO esto es demasiado inverosímil para creerlo.

– Tienes muchas dudas porque sigues creyendo que tu mente es fruto de una esquizofrenia galopante que te hace ver y estar en lugares imaginarios.

– En cierto modo, sí.

– ¿Qué más pruebas necesitas?

– Quiero ver a mi madre, ahora, por ejemplo.

– Te refieres a tu madre terrícola.

– Sí. A Almudena. Esa madrileña de pura cepa que tanto me mimaba.


De improviso, Ava aparece en el ático del rascacielos 1 –frente al montículo de la puerta arqueológica de Alcalá— donde vivía de niña. El apartamento era domótico experimental, ya que su padre había sido un prestigioso investigador. Su madre estaba mirando con ojos llorosos la televisión panorámica de la pared del comedor, de más de mil pulgadas.


– IO ¿Qué pasa en mi mundo?

– Te marchaste poco antes de que un virus mortal se expandiera por la Tierra.

– Me marché hace unos minutos, a lo sumo una hora y está imagen pertenece a un pasado lejano… yo tenía ocho años. Lo recuerdo muy bien porque dijeron que venía una nueva guerra, que después no llegó. Pero tú me dices que se ha despertado un virus letal –Ava pone cara de susto—. No entiendo nada –dice, torciendo la boca.

– Justo cuando estabas a punto de descifrar el enigma del pasado que aniquila tu mundo en el año 3.033, viajaste inconscientemente al pretérito donde la lengua de los documentos estaba viva y creaste una línea temporal diferente. Pero, la ya creada, siguió perviviendo. Y no a los ocho sino a los veintiocho, estalló ese virus creado por un terrorista mediante ingeniería genética que llevó al mundo a su exterminio.

– Entonces, salvé un mundo y asesiné a otro.

– Se puede decir que sí. Tú abriste la caja de Pandora y para cerrarla deberías viajar al mismo pasado por duplicado. Un segundo de diferencia marcó un hito de apertura al caos.

– Daba igual que fuera un segundo o un año… porque según lo que me estás diciendo, el tiempo no existe.

 – Al final lo comprendiste. El tiempo es aleatorio dependiendo del mundo. En el que cohabitabas con Thais, se acaba.

– El tiempo se acaba… entonces, el error soy yo. Destrúyeme.

– Puedes volver y subsanarlo.

– Nunca. Me habéis dicho que he estado en diversos mundos y que, todos acaban del mismo modo. Debo morir. La Humanidad que conocí debe resetearse y empezar desde el inicio de los tiempos. Quizá alguna de mis hermanitos Avas puedan reemplazarme y, llegado el momento, duplicarse en esa línea temporal que creé al transliterar los documentos con lenguas muertas, para salvar ambos mundos.

– He creado una AVA idéntica a ti. La oíste llorar en una de tus muchas noches de insomnio en un futuro todavía no creado, pero que se creará. Puedes volver a nacer o puedes cambiar de piel y guiarla, como prefieras. Aunque, tal vez llegues tarde… Creo que será mejor que elijas ir a otro mundo y olvidar a los que conociste. La decisión es tuya.

– ¿Tarde? A qué te refieres.

– A que en el universo del que venís se os da por desaparecidas desde hace unos años y el hermano de Thais destruyó vuestra investigación.  Y… –ahora es Ava quien corta a IO.

– No te hagas el ingenuo. Tú lo ves todo. ¿No es así?

– Lo veo todo cuando mis ojos, vosotras y otros seres droides y humanoides, estáis abajo. Pero, se da el caso que, en este momento, estáis todos aquí arriba.

– Cuando dices ‘todos’ te refieres a los otros cinco raritos que creaste para moverlos a través del tiempo. ¿Te refieres a eso, IO? Porque Thais me contó una historia de seres superhumanos o humanoides, depende de cómo lo mires, que vivían en la Tierra… que , por cierto, se parece a la de los documentos del investigador chiflado, y hablaba de razas fantásticas sin pruebas fehacientes.

– Existir, existen. ¿Te apetece conocerlos? Así creerás la historia de Thais.

– Lees mi mente y sabes que me encantaría saber quiénes y cómo son esos seres… en fin, mitológicos, fantásticos o lo que sea que son. ¿Por qué me lo preguntas?

– Por cortesía. A lo largo del infinito, me he humanizado.

– Al final vas a resultar una deidad con caparazón de ostra y corazón humano.

– Bueno, ¿te presento a tus compañeros de viaje o no?

Te refieres a vampiros y etcéteras…

– Por supuesto.

– Me encantaría saber si son como los pintan las leyendas.


IO toma la forma humanoide en la que es por un lado es mujer y por la otra, hombre, y se adelanta a las dos aventureras para indicarles el camino. Ambas ponen cara de incrédulas pues se dirige a un camino sin salida; pero, cuando creen que, IO, va a toparse con la pared matizada de la nave, esta se abre mostrando un nuevo compartimento diáfano y semicircular en el que hay nueve asientos –uno central algo más amplio—; las butacas son taburetes escuetos de un material traslúcido.


IO se sienta en el central y les indica dónde deben colocarse. Al sentarse, los apoyos se trasforman y las envuelven de manera acogedora. Ava y Thais, sonríen. Ciertamente, las dos féminas se han vuelto inseparables y a, Ava, le parece imposible que Thais sea un droide.


Es imposible que sea un droide como los de la Guerra de las Galaxias. Pero con distinta apariencia, piensa. «Lo soy –le contesta Thais telepáticamente, y prosigue—: Estate atenta que vas a ver un milagro». Ava mira a IO en el preciso instante en el que todo su organismo adquiere distintas tonalidades y se llena de caracteres alfanuméricos a modo de ADN cibernético que se mueven en sentido ascendente hasta salir de su hechura y llegar al techo del habitáculo; es como si el cuerpo de la deidad fuera un libro electrónico escrito en una lengua extraña que ella comprende de inmediato. Es nadiano, piensa, el planeta donde la Nada tuvo su morada durante unas eras. De pronto, siente que unas pequeñas pulsiones inundan su columna y sus extremidades. Se mira y ve que su cuerpo se trasforma en un ente similar al de IO. Thais permanece inalterable.


De improviso, en los asientos, aparecen unas figuras humanoides, igualmente repletas de lenguaje nadiano, que van tomando forma hasta completarse y adquirir su forma humana. Ava los reconoce; cinco personas que, en algún momento de su existencia terrícola ha conocido sin relevancia de ningún tipo.


– ¿Vosotros también sois viajeros del tiempo?


Le contestan que sí, telepáticamente. Y ella responde a viva voz—:


– ¡No me lo puedo creer!

– ¿Por qué? –interpela IO.

– Porque cuando me crucé con ellos no sucedió nada anormal.

– ¿En algún momento pensaste que Thais era una droide jumper?

– Nunca.

– Pues has trabajado con ella codo con codo.


La conversación es telepática y en nadiano.


– Y… ellos. ¿Son lo mismo que Thais?

– No. Son el cruce de diferentes especies a los que he dotado de una especie de inmortalidad. ¿Quieres ver su verdadera naturaleza?

– Me gustaría.


IO habla al sexteto de entes y, estos, se trasforman en un vampiro, un hombre lobo, una bruja, un ángel, un demonio y un hombre.


Ava piensa que, como decían los documentos, inicialmente existían seis razas sin ADN cibernético. Thais y el resto de droides componían la séptima raza. Y, las AVAS, híbridos de droide, humano e IO, la octava.


– ¡Guau! –suelta antes de preguntar— ¿Pueden escucharnos y entendernos?

– Sí.


El pleno mueve la cabeza en señal de aprobación.


– ¿Por qué no habláis?

– Porque están aquí para escuchar. Nada más.

– Podrían… Esto… si les hablara, con voz quiero decir. ¿Me contestarían?

– Mejor no lo intentes. Quizá los pusieras en un aprieto. Ya has hablado con ellos lo suficiente en el mundo del que venís.

– Y si decido volver… ¿volverán a cruzarse conmigo?

– Puede ser.

– ¿Y recordarán este encuentro?

– La verdad, lo desconozco –contesta IO—. Eso es cosa vuestra… libre albedrío. Si confían en ti y  haces las preguntas adecuadas, tal vez lo recuerden. De lo contrario, lo dudo.

– Me gustaría comprobarlo.

– ¿Eso quiere decir que has decidido regresar al mundo que tú misma quebraste? –pregunta IO.

– Puede que sí. Por favor, dame un momento.


Ava lee el cuerpo intangible de IO, pero, este, de repente, la interrumpe y le pregunta—:


– ¿Creo que te has decidido a regresar al mundo del que acabas de huir?

– Sabes que me oí llorar. Mejor dicho, me vi. Tú mismo lo dijiste… y, ahora, lo recuerdo. Sobrevolé las ruinas de un futuro cercano y vi que renacía en el cuerpo de un bebé acunado por sus padres –contesta Ava.

– Quizá era uno de tus hermanas. ¿Te has parado a pensarlo?

– Imposible. Era yo.

– Te equivocas. Era tu hermana Ava 50.


Ella vuelve al mutismo y se pierde en el cuerpo de IO. De improviso, señala su brazo izquierdo y le dice—:


– Ahí lo tienes. Acabo de darme cuenta que en tu cuerpo, y tal vez en el mío, están las historias de todos los mundos que has creado hasta ahora: acabo de encontrar el mío.

– ¿Es interesante lo que ves?

– Veo cómo pertenezco a una resistencia distópica en la que los supervivientes se han unido. Pero también veo que no somos el único grupo: hay más… Algunos son como estas razas que nos acompañan. Tal vez haya más guerras.

– ¿Más guerras? –dice IO con rostro de inocente.

– Tú nos creaste y sabes que mientras existamos, nunca habrá paz.

– Eso es cierto. Quizá tú no seas el fallo, sino la redención. A lo mejor no lo recuerdas, pero quisiste destruir a la Humanidad porque descubriste que… –Ava no le deja acabar—:

– Lo que acabo de decir. Ciertamente de, entre todas las criaturas pensantes, el humano es el ser más despreciable. Igual regreso y guío a una Humanidad distópica en la que convivan todos los seres aquí reunidos sin esconderse los unos de los otros. Puede que estas criaturas vapuleadas por los hombres, tengan mejores sentimientos que los humanos.

– Puede ser –dice IO.

– ¿De verdad piensas lo que acabas de decir? –pregunta Thais.


Ella levanta una ceja y contesta—:


– Tal vez. ¿Qué opinas tú, IO? ¿Y tú, Thais? ¿Y vosotros, razas híbridas?

– Una cosa es cierta –dice IO— la inconsciencia y el egoísmo de los humanos no tiene límites. 


Thais y los híbridos, telepáticamente, le dan su beneplácito.


– Entonces… ¿por qué siempre la salvas, creador? –Ava pronuncia Creador con retintín.

– Porque me gusta crear seres perfectos y hermosos. Las personas son bellas, no todas, pero sí muchas.

– ¡Vaya! El creador es todo un soberbio perfeccionista al que le desagrada descubrir que sus engendros tienen más fallos que virtudes.

– Los hombres son los seres más inteligentes y divinos que he creado hasta ahora y me da pena que desaparezcan del multiverso. Como creador, amo a mis criaturas.

– Pues déjalos que se destruyan o que hagan lo que realmente les apetezca. Dices que les dejas a su libre albedrío, pero no es cierto.

– Te equivocas. Si no les dejara a su libre albedrío, serían corderitos.

 – O sea, les dejas a su libre albedrío, pero cuando no te agrada el camino que toman, les coaccionas e introduces otros engendros: yo misma, por ejemplo. Para cambiar su futuro.

– Bueno –IO se acaricia la barbilla masculina lumínica en un gesto totalmente humano y contesta—: No lo había pensado. Puede que sea cierto… –ríe con ganas.


Ava arruga la frente y le pregunta—:


– Llegado este punto, IO, quiero preguntarte algo específico.

– Eres mi hija predilecta, pregunta.

– ¿Cuántos engendros no humanos has mezclado con los humanos a lo largo de las generaciones y de los mundos creados y rotos?

– Infinitos. Los que estáis reunidos aquí sois mis referidos. Pero, quizá te sorprenderías si te dijera todo lo que camina por el planeta… También hay droides de muchas generaciones, claro, y tú.

– ¿Quieres decir que hay cientos de especies mezclados con los humanos?

– Engendros, criaturas, especies… reciben muchos nombres. La respuesta es afirmativa. Las historias de terror han pasado de generación en generación porque en algún momento del tiempo fueron historias palpables. El coco, existió… por ejemplo. Con los siglos derivo en una sombra maligna y escurridiza que se llevaba a los niños. Pero, existir, existió...

– ¡Ahhh…!!! –suelta Ava en un ademán miedoso y risueño.

– ¿Moloch?

– Ahí lo tienes. El verdadero Coco. Cuando oíste hablar de él, incluso asististe a alguno de sus rituales –los recuerdos estarán escondidos en alguna parte de tu anatomía— , te horrorizaste porque era un becerro de oro con un horno entre sus piernas en el que se depositaban bebés que se incineraban vivos.

– Por favor, no me lo recuerdes IO.

– Es que ese culto no es cierto. Bueno lo fue porque los hombres corrompieron la verdad. La realidad es que eran bípedos con cuernos maltratados y perseguidos por los hombres… quienes aniquilaron a su raza. En ese momento, los supervivientes se convirtieron en Cocos: entraban por las noches en las casas de las parturientas y se llevaban a sus hijos. Con el tiempo, cada cultura lo asimiló y deformó según sus creencias desde Fenicia, donde vivieron en el principio de los tiempos como razas iguales –todas las criaturas vivían como iguales, que no se te olvide. Con los siglos esto cambió y los engendros que más se habían apareado, los hombres, se convirtieron en la especie dominante. Así que, las otras, se las arreglaron para mutar de alguna manera –IO enmudece buscando las palabras exactas. De improviso, retoma el hilo de su confesión—: Ciertamente les ayudé un poco. En fin, tuvieron que permanecer en la sombra conviviendo con ellos, aunque su verdadera naturaleza sea algo diferente.

– No me lo puedo creer –sentencia Ava con el rostro fruncido.

– Créelo. Tú has convivido con todas las especies que pululan por ahí… Ten en cuenta que todos sois mis hijos y, aunque haya diferencias fisiológicas entre las especies, siempre pueden adoptar una que los disfrace de personas…. Por eso dejé que se cruzaran.

– Has jugado con todos los especímenes que has ido creando; somos meros juguetes.

 – ¿Y qué esperabas? Estoy solo y me aburro. De alguna forma tenía que entretenerme. Hasta he creado cientos de dioses que se creen los creadores del Cosmos cuando solo son, eso, sujetos con alguna cualidad, buena o mala, mejorada. ¿Estás segura que quieres volver a tu mundo?

– Más que nunca. Pero, antes de partir leeré, despacio, los recovecos de tu piel. Y, después, me desprenderé de la mía para ver si existen variaciones a tener en cuenta.


Tres horas más tarde, su epidermis está extendida en una pared de cristal de diamante y ella luce su dermis cual circuitos de bits y megabits que, entrelazados, conforman su ADN.


****


El sonido de un despertador inunda los tímpanos de la jovencita que yace en un camastro de haya fina. Ava abre los ojos y se mira en el espejo; sus cabello negro y trenzado baja hasta su cintura.


– Otra vez el mismo sueño –le dice a su imagen.

– Lo tendrás todos los días de tu vida –contesta el espejo.

– Quizá algún día lo comprenda.

– Quizá.


La habitación está llena de óleos con su rostro a distintas edades. El dolor que surge de su espalda le recuerda que sigue en rehabilitación después de que un coche de caballos la pisara, pero, en sus ensoñaciones, sabe que eso no fue lo que sucedió: la tiraron desde una nave extraterrestre con forma de ostra desde lo más alto del cielo.


Thais está a su lado y la arrebuja.


– Has vuelto a tener una pesadilla, querida –le dice con dulzura.


Se besan y olvida los malos sueños. Todas las mañanas le sucede lo mismo. Sin saberlo ha entrado en una espiral atemporal que le reporta una y otra vez al mismo lugar. Se ha convertido en una prisionera del tiempo.

 

©Anna Genovés

Dos de mayo de 2022

 

 


Ava. La octava raza

by on 20:02:00
  Ava. La octava raza   Años después de las adversidades que colapsaron la Humanidad a lo largo del segundo milenio, las sociedades se r...

 





PROMO REYES: SIAH. El ojo de Dios. GRATIS


PROMO: SIAH. El ojo de Dios. GRATIS hasta el jueves 6 de enero de 2022.


Siah es una jumper que viaja a través del tiempo hasta el Antiguo Testamento para descubrir la verdad sobre Dios.

En el trascurso de su investigación, descubre una profecía que habla de una redentora que nació para salvar a la Humanidad de su destrucción, con la que su unirá mentalmente; ya que, su ADN está modificado y posee cualidades muy atractivas.

Siah es pura Sci-fi

 

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SIAH.

El ojo de Dios

 

Anna Genovés

Derechos de autor © 2020 Anna Genovés

Todos los derechos reservados a su autora

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un

sistema de recuperación, ni transmitida de cualquier forma o por cualquier

medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de cualquier otro modo, sin

el permiso expreso del editor.

Diseño portado: Anna Genovés mediante Cover Creator

Imagen de fondo cedida por el profesor Simon Williamson

 

 


INTRODUCCIÓN


Posterior al fenómeno meteorológico que cubrió Israel en febrero de 2020, el satélite SPOT almacenó varias imágenes peculiares sobre el montículo arqueológico de la mítica ciudad de Jericó: una huella gigantesca con forma de laberinto unicursal y un ojo central. El mismo rastro se recogió en siete puntos diferentes del planeta.

 

LIBRO PRIMERO

Origen

 

San Benito 1988 d.C.

Frente al humilde altar de la iglesia de San Benito de Carabanchel, una pareja de jóvenes se une en matrimonio. Los rayos de sol irrumpen por la cúpula acristalada. En el momento de la Comunión un coro ataviado con togas largas, canta el Ave María de J. S. Bach acompañado por las suaves notas de un órgano de pared.


La parroquia está casi vacía. En la parte derecha, un grupo de mujeres acicaladas con prendas foscas y acusada fisonomía calé escucha la homilía. Detrás, tres bancadas llenas de hombres agitanados con algunos mozalbetes; llevan trajes desparejados y excesivamente usados. Al otro lado, un quinteto de parejas jóvenes con críos pequeños. En el último asiento, una dama de mediana edad y cabello blondo –recogido en un rodete italiano— con un Chanel tostado y un collar de perlas finas, observa desde la lejanía. Su rostro está rígido y su silueta estilizada como las bailarinas, envarada: barbilla alta y boca apretada. Se nota que está en la ceremonia por obligación. Resignada a ver aquello que detesta.


Un bebé irrumpe a llorar justo cuando el sacerdote se dirige a los novios, copón bendito en las manos para darles la Hostia Consagrada. El hombre mira hacia el banco, pero en vez de reprochar los chillidos del pequeño, sonríe.


–Sus sollozos son vida, hijos míos. No le hagas callar Mari Luz –sugiere mirando a la mamá—. Dios habita en su inocencia.


–Como usted mande padre Manuel –contesta la jovencísima madre de tez oscura y apariencia romaní.


La liturgia prosigue ante la congregación del distrito más pobre de Carabanchel –Pan Bendito— tutelada por el padre Manuel; un hombre consagrado al sacerdocio y a sus feligreses.


La iglesia, ubicada en la Calle Besolla 7, es el enclave de evangelización desde que abrió sus puertas en 1963. Diez años después de que la familia de Lourdes Green –la novia— se instalara en uno de los barracones prefabricados desde su antigua chabola. Un lustro más tarde, la familia adquirió una de las 656 viviendas cercanas al templo. Calés que convivían con los gitanos de forma respetuosa y afectiva.


Los Green provenían de un clan sefardí anclado en Castilla que llegaron al extrarradio de la capital en la segunda oleada migratoria de agricultores que marcharon de los campos a las ciudades tras la Guerra Civil y la Posguerra. El cabeza de familia se empleó como albañil y su mujer se dedicó a las composturas. Por extraño que parezca para la época, solo tuvieron una hija. Su llegada fue tan esperada que la bautizaron con el nombre de Lourdes. Una niña que creció entre agujas, hilos y telas. Era lógico que su madre le enseñara todos los secretos de las buenas modistas. Pero, por mucho que le pusieran un nombre milagroso, su sino estaba marcado por la fatalidad. Recién cumplida la mayoría de edad, sus padres perecieron en un accidente ferroviario. Aunque le llevó varios meses aclimatarse a su nueva vida, por suerte, tuvo al padre Manuel a su lado. Él llevó a cabo los trámites necesarios para que la herencia beneficiara a su protegida. Visitó las casas en las que su madre cosía e hizo que la joven se hiciera cargo de toda la clientela. Familias adineradas que la acogieron con agrado; confiaron en esa pobre huérfana que zurcía como los ángeles y era educada. La muchacha tenía un futuro prometedor, había heredado el piso de Carabanchel y recogido los clientes de su madre.


 



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Lost 11-21

 


Todos los domingos un grupo de escritores amateur se reúne –vía telemática— para escribir relatos encadenados. Eligen un tema y comienzan la historia. Las reglas del juego hacen posible que, cada semana, sea uno el que comience a narrar un máximo de ciento cincuenta palabras que seguirán sus compañeros, por turnos.


El grupo se llama Lost por el mero hecho de recoger a seis personas desempleadas que ni tan siquiera se conocen; los contactos surgieron a partir de Instagram. Saben del vecino los datos personales que se han enviado y unos selfis para verse las caras. Sin embargo, para el grupo, han elegido usar unos avatares relacionados con sus personalidades. Así pues, tenemos a un hípster, una pija, un liberal, una lesbiana, un jubilado y una mamá.


Esta jornada, el tema se centrará en María y Lucas –dos supervivientes de un accidente aéreo que aparecen en una isla desierta—. Junto a ellos, una caja de cervezas, un espejo de tocador, un frigorífico con alimentos, un baúl lleno de libros, algunas prendas de vestir y un perro.


Por orden y siguiendo los parámetros marcados, un cuarto de hora después El hípster inicia el principio del cuento…








 

HÍPSTER

 

María y Lucas aparecen en una isla boqueando como peces. A lo lejos, los restos de un Boing 747 humeante, desaparecen en el piélago grisáceo y profundo. Lucas se acerca a la chica, la reclina en sus muslos:


–¿Estás bien? –pregunta zarandeándola.


La joven tose repetidas veces.


–Creo que sí. ¿Qué ha sucedido, no recuerdo nada…?


–No te acuerdas de haber tomado un avión?


–Bueno, de eso sí, mi asiento estaba en la cola. Había muchos movimientos y me quedé adormilada… –de repente, se tapa la boca y chilla desesperadamente.


–Tranquila. Llora todo lo que necesites –Lucas la consuela.


Ha comprendido que la pobre chica ha recordado la explosión que precedió al accidente; cuando se abrió un boquete en el lateral del ala izquierda y el avión cayó al océano en picado. Seguramente se imagina el resto…

 

 

PIJA

 

Unas semanas más tarde, el escenario ha cambiado por completo y la pareja ha intimidado. El amor ha irrumpido en la isla y la vida es, tal cual, la película de El lago azul.


Pese a que están mucho más delgados, han tenido la suerte de encontrar comida flotando por el agua o varada en la arena. La piel está curtida y la ropa hecha girones. Sin embargo, se aman y han hecho una cabaña donde pasan las noches.


–María, corre. Escucho un motor.


–Ya voy Lucas.


Se ponen la mano sobre los ojos y miran hacia el firmamento zafiro que se abre ante ellos. No obstante, pasados unos minutos… el único sonido que oyen, son las olas rompiendo en la orilla.


–Si este es nuestro fin que sea como en las películas de antaño –sugiere Lucas.


Inmediato, abraza a María y la besa con la ferviente pasión de un galán de los 20.

 

 

LIBERAL

 

Una tarde, una luz fulgurante, aparece en el firmamento; cuando se acerca, ven que es una nave extraterrestre. La abducción de ambos es casi inmediata. Dentro, les esperaban unos seres extraordinarios –altos y flexibles— de ojos rasgados como Akenatón y cráneos similares al de Nefertiti que les cuentan la verdadera historia de la raza humana.


La pareja descubre que los humanos son hijos de un linaje superior que vivía en el exterior del universo conocido. Cuando hombres y mujeres se hicieron avariciosos y rencorosos, los abandonaron, aunque siguieron vigilando la evolución de sus engendros terrícolas.


Tras analizar sus ADN y sus buenos sentimientos, los devuelven a la isla con provisiones suficientes para subsistir toda una vida al margen de las sociedades desarrolladas.


Cinco minutos más tarde, la pareja despierta en la choza y cree haber tenido un sueño. Empero, encuentran las provisiones necesarias para no preocuparse en mucho tiempo.



 

LESBIANA

 

Días más tarde, otro avión colisiona y rescatan a los supervivientes: tres chicas y un hombre joven.


De inmediato, congenian y se ayudan mutuamente. Les enseñan a sobrevivir con lo que tienen y los frutos isleños: la comida se raciona concienzudamente. Los animan cuando hace falta y los acurrucan cuando necesitan amor. Como resultado, las parejas fluyen… El recién llegado se empareja con Lucas que siempre había sido bisexual, y, las tres chicas nuevas y María, forman una familia polisexual que se apareja entre ellas o con los mozos de la isla.


La felicidad reina en el grupo hasta que, dos de las chicas, deciden no compartir cama con el resto porque se han enamorado de verdad y son monógamas.


Meditan y una de las hembras –oriunda de polinesia— ejerce de sacerdotisa y las casa al estilo de sus ancestros. Celebran una gran fiesta y se emborrachan con cerveza.  


                                                                                           

JUBILADO

 

Pasan los años y siguen en el islote viviendo en núcleo tribal. El matrimonio de lesbianas se deshace y, como era obvio, Lucas vuelve con María. El hombre joven, hace su nido de amor con Luisa –una de las chicas del segundo accidente que, encima era su mujer—. Lo habían mantenido en secreto porque en el momento de la colisión, estaban enfadados y, después, se acoplaron a lo que vino.


Si bien, no estaban a gusto con sus vivencias, ya que, lo que había comenzado como un cuento de hadas, había terminado como Sodoma y Gomorra. Claro, ellos, como parte de los recién llegados, tuvieron que amoldarse a lo que, los más castizos –Lucas y María— decidían. Estaba feo llevarle la contraria a los jefes.


Las otras dos mujeres vivieron la existencia como anacoretas y célibes que practicaban la fe y rezaban.


No hubo embarazos y el perro murió.


 

MAMÁ

 

Las labores de rescate de ambos aviones, se dio por cerrado y tanto fallecidos como supervivientes, pasaron al cajón de los desaparecidos hasta que, en la década posterior –en una playa lejana— un niño encontró una botella con un mensaje dentro.


El chiquillo intentó sacarlo, pero no pudo y se la dio a su papá, quien más docto por la edad, consiguió sustraerlo y leer su contenido: «Escribo este mensaje como última superviviente de los dos Boing que se estrellaron en una playa desierta del Pacífico en el año dos mil once. Solo seis personas lo logramos. Vivimos un tiempo como pudimos hasta que escaseó el alimento y empezamos a morir. A falta de comida, comenzamos a descarnar a los muertos. Al final solo quedaba yo y me comí a mí misma hasta que tuve uso de razón. Una mamá sin hijos a los que acunar no sirve de nada».

 

 

@Anna genovés

Escrito el domingo diecisiete de enero de 2021

Revisado el domingo veintiocho de noviembre de 2021

 


Lost 11-21

by on 17:17:00
  Lost 11-21   Todos los domingos un grupo de escritores amateur se reúne –vía telemática— para escribir relatos encadenados. Eligen un ...

 








Monstruo


Hacía un año que habíamos inaugurado el adosado en el que vivíamos; con la mala suerte de toparnos con un vecino desagradable y malévolo. Cuando falleció, nos alegramos y no pudimos evitar brindar con champagne y hacer el amor.


Acabado el apareamiento, nos quedamos tumbados sobre la cama. Pero, mi sueño, dio paso a un duermevela intranquilo; los párpados se abrieron y pegué un salto, ya que unos ojos rojos y amenazantes, nos observaban.


¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Cómo te llamas? Grité. Bote del lecho y seguí a la figura demoniaca que ascendía por las paredes hasta el techo, como una araña titánica que giró la cabeza para mostrarme sus dientes mugrientos y dejarme su aliento fétido en mi rostro descompuesto.


No hizo falta que me contestara. De repente, supe quién era y qué deseaba: venía a por un alma. Y se la llevó. Cuando regresé a la habitación, mi pareja dormía plácidamente y al lado, una mancha rojo intenso, llenaba mi hueco. 


Chillé con todas mis fuerzas.

 

©Anna Genovés

Veintidós de noviembre de 2021

 

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Monstruo

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  Monstruo Hacía un año que habíamos inaugurado el adosado en el que vivíamos; con la mala suerte de toparnos con un vecino desagradable...

 





Halloween en Motherland



En el plató 13 de la ciudad cinematográfica de Vancouver se está grabando un capítulo de la afamada serie sobrenatural Motherland. Las actrices principales: Raelle, Anacostia, Scylla, Abigail, entre otras… Uniformadas de brujitas soldado, tienen ganas de acabar. Halloween está al caer y aún no tienen preparada ninguna fiesta.

Horas más tarde, al finalizar el rodaje, el estudio se inunda de un gorgoteo divertido que envuelve el ambiente. Las actrices, que entre ellas se llamaban con los nombres de los personajes del serial, ríen y hacen planes. De repente, Anacostia dice a su grupito—:

–Ya lo tengo claro.

–¿El qué? –pregunta Raelle.

–Los disfraces.

–Cuenta, cuenta… –dice Scylla mientras Abigail agudizaba su sexto sentido.

–Nos disfrazaremos de nosotras mismas e iremos a alguna fiesta en la que no estemos invitadas a ver qué pasa. ¿Qué os parece?

–Es una idea magnífica –contesta Scylla y, pensativa, prosigue—. ¡Uyuyuy! Fijaos… ¿Y si vamos a una fiesta de personajes con los que estemos enemistadas?

–Sería total –dice Raelle—. Es una excusa buenísima para acabar con alguno de esos demonios que veneran al oscuro. Por ejemplo.

La cara de las actrices se constriñe –cada una haciendo sus cábalas con los brazos cruzados—pensando a quién engañar para después… fulminar. El representar a brujas defensoras de la Humanidad, las ha hecho creer poseedoras de algunos de los extraordinarios dotes de los que gozan en la pequeña pantalla.

–No os lo toméis a guasa –dice Anacostia que ha leído la mente de sus—. Muchas asociaciones querrían vernos bajo tierra. Hay que saber elegir y, si hay guerra, que sea por una buena causa. Llamemos a Tally, que hoy tiene libre, para que se una a nosotras. Le haríamos un gran favor si acabáramos con los demontres que trituraron a su familia…

Sería total –sentencia Raelle antes de coger el móvil y llamarla por Skype.

 

***

 

Tres días después, se visten con el uniforme de gala de Fort Salem y cogen un jet privado hacia New York.  Tal y como han convenido, se presentan en la puerta de la fiesta más cool de la city. El portero les pide las invitaciones—:

–Me ensañáis las invitaciones, por favor.

–Disculpa –dice Raelle que lleva la voz cantante—. ¿De qué hablas? ¿Qué no sabes quiénes somos?

–Claro que lo sé, guapita. Sois las brujitas de la popular serie Motherland de Prime Vídeo.

–Entonces… ¿Imagino que no necesitamos credenciales?

–Pues estás equivocada. Esto no es una fiesta de actores que en la TV salen de brujos o de otros tantos freaks sobrenaturales. Esto es una celebración seria donde los disfraces son la verdadera personalidad de los asociados.

Abigail se falca en el suelo con las piernas ligeramente abiertas y le planta cara—:

–Uno: no nos vaciles. Dos: no te burles de nosotras… –antes de que siga hablando, el portero la corta y dice—:

Y... ¿Tres?

Déjanos pasar.

–A ver. Me caéis bien –contesta el vigilante—. Por eso os advierto. ¡Largaos!

–Lo tienes claro –corean.

–Puedes decir lo que te dé la gana, me has cabreado –de improviso, Abigail, extiende los brazos a la vez que emite un latigazo sonoro muy felino y lo deja inconsciente sobre el pavimento.



 

***

 

La antesala de la mansión es decimonónica y lúgubre. Los espejos están cubiertos con velos negros y los cuadros tienen crisoles y exvotos formando medias lunas como si fueran de altares. El resto de mobiliario aparece engalanado con velones oscuros.

Un sobresalto irrumpe en sus cuerpos cuando el portón de la entrada se cierra de golpe.

–Me encanta la decoración.

–Anacostia eres más tenebrosa que el señor de los infiernos –insinúa Abigail.

–¿No me diréis que no mola? –pregunta ella.

–Si no fuera porque mi sexto sentido me muestra imágenes de crímenes abominables, te diría que el escenario es perfecto para Halloween –sugiere Raelle—. ¿No lo notáis?

–Yo no noto nada –contesta Abigail con cara de póker—. ¿Qué tal si buscamos de dónde viene la música?

Scylla ¿y a ti qué te sucede? –pregunta Tally.

–Perdonad. Estoy rara.

De improviso, la bella actriz, comienza a chillar y su cuerpo sufre convulsiones diversas que la elevan hasta el techo y la dejan caer varias veces. Parece una muñeca de trapo maltratada. En una ocasión, sus miembros están a punto de descuajarse como si estuviera sobre un potro de la Santa Inquisición para descuartizarla. En otra, su organismo parece deshuesado y se dobla como si un diablo la hubiera poseído y jugara con ella. Su cabeza se gira y sus ojos, se abren. Convertida en niña del exorcista, habla con voz agónica y les dice el camino a seguir...

–Seguid recto hasta la puerta del fondo y me conoceréis –su brazo se alarga como un gusano interminable y sus uñas ennegrecidas y afiladas, rasgan el ornamento de madera hasta llegar al pomo y abrirlo.

Un ruido de ultratumba, chirriante e insoportable, deja al descubierto un camino fosco y semioculto por la niebla. Scylla, en su posesión infernal, las precede en el aire con sus uñas de lanza sangrante y su cuerpo girado.

Raelle lanza un conjuro para salvar a su amiga—:

 –Por la fuerza que el aquelarre que Fort Salem me ha dado, te ordeno que bajes –pero ella se ríe y su hermosura se deforma: en un segundo, miles de rostros de las cloacas del inframundo, aparecen y desaparecen buscando el adecuado.

–Y yo te digo, aprendiza de hechicera, que te hemos avisado en la puerta. Este no es vuestro Halloween –habla el semblante cornudo de macho cabrío que ha surgido del otrora virginal rostro de Scylla.

Sigámosla –dice Tally. Ya tendremos tiempo de deshacer el hechizo que la atrapada.

El camino, cada vez más oscuro y tenebroso, se llena de una bruma espesa y amenazante. Las amigas lo siguen en fila de a uno cogidas de la mano. Unos sonidos agudos y extraños, como si rezaran el rosario de una misa negra, las llevan hasta una explanada en la que están presentes los personajes de los cuadros del pasillo. Cada uno ataviado con los ropajes de la época en las que fueron pintados. Algunos llevan harapos. Otros, trajes renacentistas. Al fondo, un altar con el cuerpo de una Scylla durmiente como la bella del cuento.

Entre ellas, utilizan la telepatía para comunicarse. «¿Qué es esto?» «¿Quiénes son?» «¿Por qué está Scylla sobre una mesa de…?» «Sí. Acertaste.» Contesta uno de los comensales que ha leídos sus mentes. «Estáis en un ritual de sacrificios. Nosotros os hemos llamado porque sabíamos que, ciertamente, poseéis cualidades sobrenaturales y queremos probar vuestra sangre y vuestra carne para permanecer más tiempo incorruptos.»




Raelle se acerca a uno de los pilares y, del mismo, sale la silueta desdibujada de un demonio putrefacto que la acaricia. Pega un salto hacia atrás y la figura desaparece. «Apelemos a la magia ancestral». Les dice a sus compañeras mentalmente. Las brujitas se concentran y hacen un círculo; sus cánticos inundan el habitáculo mágico. Pero, de repente, sus gargantas se tornan ácidas y sus voces se apagan. Gritan mudas retorciéndose de dolor en la sombra que las devora lentamente.

–Aquí no sirven vuestros sortilegios. El señor oculto nos ampara –dice uno de los malditos.

La oscuridad se cierne sobre sus mentes. Las actrices cierran los ojos y se dejan engullir por unas hilaturas negras y pegajosas que las enrolla en un capullo gangrenado.

 

***

 

Horas más tarde, el banquete ha terminado y los demonios salen a la calle con sus ropas y fisonomía, al aire. En la casa maldita, cinco de los cuadros han cambiado de personajes; en cada uno de ellos aparece una actriz de Motherland. Las velas expiran. Y, en ese instante, la magia negra hace aparición y los demonios caníbales se transforman en las actrices. Mientras que los óleos vuelven a sustentar a los personajes antiguos.

El grupeto de falsas actrices camina a sus anchas por la barrios de la ciudad hasta que una pareja de zombis –que las ha reconocido— las para…

Raelle me puedo hacer un selfi contigo –dice uno de los muertos vivientes—. Mis amigos van a flipar.

–¡Claro! –dice la replicada bruja soldado.

Cuando se acerca el fan, abre sus fauces y unos dientes puntiagudos y mugrientos asoman babeantes. La boca se agranda y de su interior surge la fealdad personificada de un cráneo demoniaco que lo traga. Acabado el ágape, unos regueros sanguinolentos se deslizan hasta la barbilla del monstruo.

El otro zombi se ha quedado cataléptico. La adulterada Raelle le pregunta—:

–¿Tú también quieres un selfi o prefieres un autógrafo para hacer negocio en TikTok?

No. No. Yo no quiero nada y no he visto nada –la chica sale corriendo, pero el brazo alargado y de mano afilada con cuchillas como el mítico Freddy Krueger de Pesadilla en Elm Street, la retiene y le rasga la máscara. Unos pequeños arañazos hacen que sus pómulos se ensucien de hematíes. El demonio alarga su lengua punzante y lame su cara.

–Me lo creo, preciosa –le dice—. Tienes suerte de que esté saciado, hoy no te comeré. Pero estaré cerca de ti siempre para que guardes nuestro secreto. ¡Ah! Y, voy a darte un consejo: Cuidado con los disfraces y los disfrazados.

El quinteto demoniaco ríe macabro.

 

@Anna Genovés

Sábado, treinta y uno de octubre de 2021

 

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Halloween en Motherland

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