Nurse dead





Nurse dead


Tengo alopecia.

Sí. Me dieron una medicación para la depresión y mis pechos se hincharon como balones. Mis pezones duros como estiletes, hasta que empezaron a supurar. Imaginaos; me convertí en  una vaca lechera.

Fue algo así como un postparto psicológico, efectos secundarios –nocivos- incluidos. Las pastillas de la felicidad hicieron que contrajera galactorrea.

Tras prescripción facultativa del dermatólogo, en la farmacia me prepararon un potingue con Minoxidil al 6 por ciento; amén de comprarme inyectables de Medebiotin –fuerte- y Bepanthene para no quedarme a los Jason Statham en “Los Mercenarios”… Sí, está muy potente; pero, prefiero mi melena caoba con ondulaciones esporádicas.  
Las inyecciones me las pone mi amiga la enfermera.

Lo hacemos en la academia de “salsa” donde coincidimos –cuatro veces por semana- a última hora de la tarde; cuando hay con pocos alumnos. Entonces, vamos al vestuario y entramos al WC para discapacitados.

Allí montamos el chiringuito, que –previamente- introduzco en un neceser para no pegar el cante.  Y ¡zas! Me endiña la banderilla.

Hasta que di con el combinado mágico de mejunje “crecepelo” más “chutes” fortalecedores de los folículos capilares. Anduve con todo tipo de pócimas… A modo de cataplasma envuelta con Albal, que debías mantener durante las noches. Los guarretes tipo “Torrente”, se levantaban y –tal cual-, a rular por la vida. ¡Ya te digo el pestuzo!

También, probé con un elixir chino que encontré en el herbolario. Echaba cincuenta gotas de la botellita –con restos (más que visibles) de bichejos- en una perola llena de agua. Dejaba la cocción, un cuarto de hora y me tomaba tres infusiones al día. Estaba malísima. Además, debía lavarme la cabeza con huevo y aceite. ¡Menuda caca!

Al final, decidí chorimangarle “Finasteride” a mi padre –Propecia marca blanca. Desde luego, era más cómodo y el cabello dejó de caerme. Qué digo caerme, lo que empezó fue a creerme por más partes de las que debiera. Un día, vi que mis piernas pinchaban y mi cara lucía un mostacho tipo “Borat”. ¡Ahhh!!!! Una Braun Silk-épil  7.

Pero, eso es pasado… Hoy, toca banderilla milagros.

Me ha hecho más daño que de costumbre. Estoy mareada… La luz de mis ojos se apaga. Caigo redonda al suelo.

Desde arriba, veo, cómo “Nurse Dead” se descojona de mí: estaba harta de soportarme y me ha endiñado el suficiente aire como para espicharla.
Sabía que no era la primera vez que se convertía en el “Ángel exterminador de las penas”. Entre enfermos terminales y vejestorios olvidados en asilos esperpénticos. Pero, nunca imaginé que lo utilizara conmigo.

A lo mejor temía que me fuera de la lengua…
Igual tengo que agradecérselo: ahora no debo preocuparme por mi cabello, mis tetas, las inyecciones en mi trasero o un sinfín de estupideces de ahí abajo.
Tomad nota del combinado; el resultado es más rápido y visible que el Propecia –ya lo he dicho. Eso sí, cuidado con la elección del rejoneador… No sea que os salga caro.


Anna  Genovés
03/10/2012