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Mundo basura


 



Mundo basura

Solo importa el dinero

Vales lo que tienes y ya está


 


Mundo basura

Nada que comer y nada que cantar

Ni juegos ni alegría, solo verdad

 



   Mundo basura

La muerte tiene un precio

Bomba de racimo o virus letal


 


Mundo basura

La indolencia nos consume

El fuego se apagará 




Mundo basura

Hipocresía regalada

Hacer la cobra es lo más


 


Mundo basura

Amistades peligrosas

Glenn Close se quedará


 


Mundo basura

Lujuria, tiranía y violencia

 Nada bueno quedará




Mundo basura

En el cielo hay nubes

En el infierno, mal

 



Mundo basura

Si odias la mentira

habrá soledad


 


Mundo basura

La vida en una botella

Que huye por el mar

 



Mundo basura

Rebaños de ovejas

Y peces que quieren volar

 

 



©Anna Genovés

Miércoles veintidós de junio de 2022

 

 





Mundo basura

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Positivo en Covid


Sirva mi testimonio para cualquier lector que se encuentre en una situación similar y, de algún modo, pueda socorrerle.

 

****

 

El domingo uno de mayo noté unas punzadas en la cabeza que me extrañaron porque nunca me duele. Pero no le di demasiada importancia, no tenía fiebre y mi estado general era perfecto: había pasado un día maravilloso.

El lunes tenía una agenda muy apretada; recorrí varios sitios públicos y concurridísimos de Valencia. Correos, Ayuntamiento, alguna que otra tienda de moda... Todo ello, andando y con mascarilla cuando había afluencia de gente. Anduve unos siete mil pasos según el podómetro de móvil; me sentía genial por haberme aireado durante unas cuantas horas –algo que no suelo hacer porque, desde que comenzó la pandemia (mi esposo es un enfermo crónico), me he montado un pequeño gimnasio en casa y nuestras salidas se reducen a los Super y a un paseo largo por lugares despejados. Ambos con mask salvo en algún parque perdido y un banco olvidado.

Todo lo bien que estaba pasó, en unas horas, a un estado muy extraño en el que mi nariz era un grifo de agua infinito, comenzaron algunos dolores intermitentes en algunas articulaciones y decidí hacerme un test de antígenos de los que teníamos desde hacía meses. Dio positivo. Me tomé paracetamol y un antihistamínico recomendado en rinitis alérgicas -Alerlisin, para ser exactos—.  Como procuro estar informada, supe que, por lo menos esa mañana –en las calles en las que me quité por unos minutos el cubrebocas—, había ocupado el puesto de supercontagiadora, sin saberlo. Algo que asumiré porque no puedo hacer otra cosa y que procuraré no repetir. Tenía claro que, la incubación, suele ser aproximadamente de tres días; por lo tanto, el contagio debió suceder entre el viernes-sábado. ¡Qué casualidad! El viernes también había realizado un periplo: Junta municipal, casa de comidas, supermercados, cajeros bancarios y entidad financiera repleta de personas sin cubrebocas y sus toses, mocos… Movilidad.

Soy defensora de las mascarillas porque su uso obligatorio en ámbitos sanitarios y/o científicos se determinó tras la pandemia de la gripe española en 1918. Si utilizarla no fuera beneficioso para la salud de los pacientes y la protección de los especialisatas, su uso hubiera decaído a lo largo de los años. La ministra de Sanidad anunció poco después de Semana Santa –20 de abril— que se podía estar en interiores sin mascarilla. Desde mi punto de vista, fue muy precipitado y, ahora se están viendo los resultados negativos; por cierto, falseados: solo se sigue la IA en mayores de sesenta años, ¿qué los menores de sesenta años no se contagian? Según el artículo: España camina hacia la séptima ola

…“El documento del departamento que dirige Carolina Darias notifica 57.329 contagios más, con lo que la cifra total hasta el momento asciende a 11.953.481. De los nuevos diagnósticos 28.434 se han registrado entre las personas de más de 60 años”…

Esto quiere decir que los contagios entre menores de la franja de edad denominada ‘diana’ –en la que entré el año pasado— es de una cifra similar. Por tanto, la IA real es más o menos, el doble. Hablamos de 1.300… 1.400… Sin contar a los asintomáticos. ¿Qué me decís?

Sigo con mi covid19… Decidí que debía acercarme al Centro de Salud para que me hicieran una PCR, me recetaran la medicación adecuada y, de paso, preguntar cómo actuar si mi esposo caía. Sin embargo, el martes diluvió durante todo el día y con una congestión de caballo y sin dormir –por el bicho o por los nervios— no pude ir. Pasé el día adormilada, con la cabeza embotada, el grifo nasal interminable y un frío aterrador. Claro, tenía fiebre. Era como un enfriamiento –no una gripe— de los que, en tantas ocasiones, he tenido.

El miércoles –después de otra noche blanca, algo que no es excesivamente significativo en personas con con mal dormir como yo—, me levanté un tanto zombi. Desayuné y me fui al Centro de Salud evitando acercarme a las personas, con mi bien falcada mascarilla FPP2. Entré directa al mostrador que hay junto en la puerta con mampara y sin gente—. Pero como tenía un dolor agudo y punzante de garganta que me impedía hablar, les dije a las enfermeras, por señas, que me dejaran un papel. Describí la situación en unos segundos y me dijeron que me realizarían un segundo test, ya que, las PCR habían pasado a la reserva. Esperé fuera mientras hablaban con mi doctora. Minutos más tarde, me dijeron que me marchara a casa que la facultativa iba a telefonearme.

Se me quedó cara de gilipollas. Bajé la cabeza y de regreso a casa, sonó el móvil.

Conversación con la doctorcita:

– ¿Cuenta, cuenta…?

Como pude, le expliqué y sinteticé el escenario. Ella contestó—:

– Sí. Son los síntomas normales. Hay muchísimos casos. No pasa nada.

– ¿Y si Jon…?

– ¡Ah! Él aún no ha llegado a la franja diana y como, ahora, no es necesario que ningún contacto, aunque sea estrecho, se haga un test, si no tiene síntomas no necesita ninguna prueba.

– Sí, doctora, pero tiene numerosas patologías.

– Pues si se pone enfermo, lo llevas a urgencias. Tú puedes ir a dónde quieras, con tu mascarilla y ya está.

Trágame tierra.

– Doctora y… ¿qué me tomo?

Lo que te has tomado: Alerlisin y paracetamol. Si empeoras, al hospital. Si sigues como ahora, mejorarás en unos siete días y en diez, estarás al cien por cien. No hace falta que te hagas otro test ni ahora ni después de los diez días. Hay que seguir el protocolo.

– Es que han quitado las mas demasiado pronto en interiores.

– Si te cruzas con un infectado –asintomático o no— en un lugar abierto en el momento de un estornudo o etcétera y ninguno lleváis cubrebocas, lo normal es que también haya contagio.

¡Acabáramos! En ese instante, ¡cuánto eché de menos al médico anterior! Recién jubilado unas semanas antes del inicio de la pandemia. Ahora solo tengo una dispensadora de medicamentos que no se sale de la línea marcada por Sanidad ni un micro milímetro con una tranquilidad pasmosa. Cualquiera de mis droides es más humano que la doña. Al margen, ya sabéis cuál es el seguimiento de Sanidad. Solo conque hubiera añadido: Coge una nueva cita para dentro de una semana y me dicés cómo estás y dentro de un mes, te vienes y te echo un vistazo o algo similar, suficiente. Me voy a casa tan tranquila. 

Bueno, sigo con mi historia… eso… esto sucedió miércoles al mediodía. Aunque estaba molesta, decepcionada y mi garganta dolía como si fuera un estigma perenne, como todos los días, tuve los ovarios de hacer los ejercicios que he repetido a diario, estuviera como estuviera: andar un buen rato como los reclusos, algún estiramiento y alguna cosilla más; poquito, lo necesario para intentar no anquilosarme más de lo normal. Unos quince minutos que me ayudan a no hundirme en la miseria: no he vuelto a salir a la calle. Luego una ducha sostenible de agua supercaliente y a seguir con la mascarilla durante casi toda la jornada, beber unos cuatro litros de agua diarios y permanecer en mi recinto. Por la noche dormí algo mejor, pero me desperté en una ocasión completamente sudada. Tuve que usar el secador, cambiarme de ropa, sábanas… un rollo, pero, hay que secarse lo máximo posible y el colchón o el edredón, si están húmedos, lo mismo. Mi hogar no está acondicionado para darse una ducha de madrugada.

El jueves el flujo perpetuo, había decaído. De igual modo, había desaparecido la pesadez de cabeza e incluso ese duermevela tonto que me sumía en una realidad ligeramente alterada. Sin embargo, comencé a toser con esputos incluidos; no cortaros cuando llegue esta fase, lo mejor que podemos hacer es expectorar para que los órganos se limpien de mucosidad. Además, tampoco podía tragar. Para colmo, mi voz estaba cascada y ronca, lo mejor era no decir ni mu. Hablaba lo justo y necesario.

Viernes. Por fin, noto una verdadera mejoría, aún con afonía. Hago mis ejercicios, escribo un rato, recojo información, leo, inspecciono si ha habido adelantos positivos en Ucrania… Toso más, pero con menos mucosidad. La cabeza y el resto del organismo, mejorando. La noche es mala: he dormido mal y vuelto a sudar con el consecuente secado de todo lo que he podido.

Sábado, aquí sigo, parece que mejor, aunque los medicamentos me han descompuesto un poco el cuerpo y, claro, noto un poco de flojera. Es lo lógico en cualquier enfermedad de tipo respiratorio. Y, además, toso más. Ahora es diferente, parece, digo parece porque no lo sé, que la tos se debe al picor que aun sigo teniendo en la garganta. Mi timbre de voz se está recuperando: ¡menos mal!

Domingo ocho de mayo. Justo el domingo pasado por la tarde fue cuando tuve unos pinchazos raros en la cabeza que a los que no hice caso porque me encontraba fenomenal. Y que resultó que sí tenía que haberles hecho caso. ¿Recordáis? O sea, justo, ocho días. Anoche la pasé bien, por lo menos no sudé –espero que está noche siga la misma pauta: dormir es sanador— y me he levantado casi como nueva. Toso, de vez en cuando como un perro, pero apenas esputo, más bien es por la irritación bucofaríngea. La nariz solo gotea de tarde en tarde. Y mi estado general es bastante óptimo. He salido a la calle –con FPP2, por supuesto— manteniéndome alejada posible de las personas y me ha sentado bien que me diera el aire.

Lunes nueve de mayo. A una semana de realizarme el Test de antígenos, apenas se aprecian los síntomas y mejorando.

Ha doce días del positivo, he superdo el covid y me encuentro bien.


@Anna Gernoves 

Dos de mayo de 2022


Para recordar


1.       Hidrataros al máximo, por lo menos con dos litros de agua. Podéis sustituirlo por zumos, leche... Líquidos sin alcohol.

   Lavaos las manos a menudo y poneros hidrogel  -a estas alturas estñá de sobra decirlo porque lo sabemos requetebién.

2.       Alimentaros lo mejor que podáis. Estoy comiendo algo más de lo habitual, tenga o no ganas.

3.      Si os sentís con ánimo y podéis, moveros por la casa o por la calle con mascarilla si decidís pasear. Creo que dentro de un rato, me animaré a dar una vuelta.

4.       Si sudáis por la noche y no podéis ducharos, secaros bien con el secador, cambiaros de ropa  y todo eso...

5.       La ventilación que no falte en casa.

6.       Tomaros las medicinas que os hayan aconsejado; sea un especialista o un farmacéutico.

7.       Sin empeoráis, acercaros al hospital: no tengáis miedo.

8.     Si sois animales sociales, decirlo. Tened covid19 no es una lacra ni una vergüenza, es algo normal.

    He tenido fiebre los cuatro primeros días, algo lógico; no os preocupéis demasiado

     Haz algo que te agrade: escucha música –soy adicta al rap, lo confieso, aunque escucho de todo—, lee, escribe, mira la TV, revisa esa serie que no terminaste de ver o que se te pasó, haz ganchillo, pinta, teje, reza, desguaza las redes sociales, medita, recicla en Vinted... Todo vale.. Haz lo que puedas y te agrade. Lo superaremos 😉

   

* Llevo dos vacunas de AstraZeneca y una de refuerzo de Moderna. Además, estoy vacunada de la gripe. Soy defensora de las mismas cuando están debidamente estudiadas y cotejadas. Las actuales, por falta de tiempo, se está viendo, tal como dijo el doctor Cavadas, que aún tienen faltas. Pero, es normal: han hecho lo que han podido en tiempo record. Hay que vacunarse. Somos un gran laboratorio para las generaciones futuras.



Documentación de medios dispares y distintas fechas


Cuando varias personas que conviven tienen covid, ¿deben aislarse entre ellas?

 

Motivos por los que el test de antígenos puede dar unresultado falso 

 

Cuatro errores comunes que pueden dar un falso positivo enlos test de antígenos


¿Cuántos tipos de coronavirus existen?


Los 7 tipos de coronavirus que infectan humanos


Ómicron: sus ocho síntomas iniciales... y otros seis nuevos


Coronavirus en España: la subida de la incidencia en mayoresde 60


España camina hacia la séptima ola


Qué se sabe de ómicron: sus síntomas, mayor riesgo de reinfección y resistencia ante las vacunas


Mascarillas a lo largo de la historia


 

Positivo en Covid

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La bestia – Premio Planeta 2021




La bestia de Carmen Mola (tomada de la Ed. Planeta)


Corre el año 1834 y Madrid, una pequeña ciudad que trata de abrirse paso más allá de las murallas que la rodean, sufre una terrible epidemia de cólera. Pero la peste no es lo único que aterroriza a sus habitantes: en los arrabales aparecen cadáveres desmembrados de niñas que nadie reclama. Todos los rumores apuntan a la Bestia, un ser a quien nadie ha visto pero al que todos temen.


Cuando la pequeña Clara desaparece, su hermana Lucía, junto con Donoso, un policía tuerto, y Diego, un periodista buscavidas, inician una frenética cuenta atrás para encontrar a la niña con vida. En su camino tropiezan con fray Braulio, un monje guerrillero, y con un misterioso anillo de oro con dos mazas cruzadas que todo el mundo codicia y por el que algunos están dispuestos a matar.



 

Reseña personal


Desde mi punto de vista, La bestia, es un caballo de Troya que intenta atrapar a diferente público; de un lado, a lectores abigarrados habituados a las historias que, el marketing editorial denomina “literatura femenina”. De otro, a los leedores del popularmente apelado “realismo sucio”. Pero, al estar llena de descripciones detalladísimas –cuanto más, mejor— queda apartada del minimalismo de esta corriente. Encuadrada, por tanto, dentro de un realismo con énfasis en el contexto histórico y social de la época. Me atrevería a decir que, el verdadero género literario del manuscrito, es el naturalismo. Wikipedia nos lo aclara…

 


… “El naturalismo literario está basado en reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares, desagradables o sórdidos. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el escritor Émile Zola” …

 


Es evidente que, Mola, no es Zola ni de lejos. Sin embargo, gustará a los amantes de la “literatura femenina” que quieran experimentar con escenarios más sucios de lo habitual, hasta les cautivará y emocionará recordando las historias que nuestros mayores nos contaron alguna vez: esos tiempos añorados por tantas personas. Por el contrario, los apasionados del “realismo sucio” puro, tal vez, puedan cansarse de los minuciosos e innecesarios relatos encajados en las tramas principales como verdaderos ágapes para rellenar y finalizar el compendio con algo más de quinientas páginas. En ocasiones, La bestia, se convierte en un manual híperpedagógico de un viaje en el tiempo al Madrid del XIX. Quizá, Mola, pretenda hacernos ver cómo ha cambiado.


Se presenta en cuatro partes. La primera nos habla de la bestia, bestia: monstruo abominable que se encarga de secuestrar y descuartizar a niñas pequeñas de baja ráela; habitantes de los arrabales construidos fuera de las murallas de la ciudad.


Algunos flashes me recordaron a las descripciones empleadas por de Patrick Süskind en El perfume –aunque la misma se desarrolle en París un siglo antes—: la putrefacción, obscenidad y malignidad, contrastando con la pureza de las víctimas.


Esta primera historia –para mí la más interesante—, queda cuasi olvidada en el segundo y tercer libro donde las historietas se suceden, a veces, sin una guía lo suficientemente consistente como para darle la credibilidad que se persigue.


Es, por tanto, en esta parte central, donde se desarrollan la mayoría de personajes –entre ellos la bestia hermosa y carnívora como la flor de la portada—, algunos con más peso que otros, pero, que los autores, como patres familias, guillotinan a su antojo para dar paso a héroes desconocidos que te llevan al quid de la cuestión, el escenario religioso/político del período: los frailes contra el pueblo y los carlistas contra los isabelinos. Todo ello aderezado con los restos de nigromancias del medievo rivalizando con los adelantos científicos.


El tramo final da paso al ansiado desenlace que, como una nueva matrioska, nos muestra dos finales: el primero, el consecuente con los acontecimientos vividos. El segundo, el archiconocido, de lágrima fácil para conmover a la platea.


El estilo gramatical del volumen es sencillo con algunos grandilocuentes o inusuales calificativos que la adornan. Si bien, hay que resaltar que, en ocasiones, se utilizan expresiones e ideas inverosímiles para la época en cuestión –recordemos que la obra sucede, íntegramente, en el Madrid del año 1834—. Este hecho, disminuye el rigor histórico. La puntuación, opino que no es tan rigurosa como debería.

 


… “Clara tirita de frío en el rincón de su celda. La sangre ha empapado el jirón de vestido que le dio Miriam. Un coágulo se extiende desde la tela hasta su vagina cuando la separa y se mira con curiosidad los genitales. Le duelen las piernas como si estuvieran a punto de explotar, pero, más allá de ese dolor, no se nota diferente. En las Peñuelas, su madre le hablaba de la transformación que el menstruo obraría en ella: convertida en mujer, preparada para engendrar” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 421). Editorial Planeta. Edición de Kindle.



Dudo que, en esa etapa, las madres hablaran a sus hijas –con diez años y del último escalón jerárquico social— de la menstruación, cuando a mediados del XX solía ser hasta pecado mencionarla. Actualmente, sí se les habla de la misma con naturalidad.


Otra expresión dudosa para la época es, por ejemplo, «hacer un francés» si nos atenemos a algunas fuentes que hablan de su origen.


 

…” Las francesas no le hacen ascos a nada, por algo le llaman «hacer el francés». Y la verdad es que nos lo deberíamos pensar porque a los hombres les gusta” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 482). Editorial Planeta. Edición de Kindle.

 



Distinguí cuatro bestias. El cólera –que pasa desapercibido en un tortuoso teatro de cadáveres malolientes y aprensión—. El esclavo que –a modo de asistente de Drácula— secuestra y deja los cadáveres esparcidos por oscuros lugares pestilentes. La ejecutora –belleza y señora que, hace y deshace no como se le antoja sino como le ordenan—. La verdadera bestia, aquella que mueve los hilos cubierta de un tupido velo al que nunca se asoma.


Así mismo, hay que señalar los paralelismos que muestra la obra con los tiempos calamitosos que vivíamos en la fecha del galardón. Puesto que La bestia nos revelaba un Madrid pavoroso, en plena epidemia de cólera, en la realidad, vivíamos la violenta pandemia de la covid19. El mundo —implícito el jurado del Premio en cuestión— estaba altamente sensibilizado. Este hecho, unido a la ponderación femenina de los últimos años, pudo inclinar la balanza para que, La bestia, se hiciera con el Premio Planeta 2021.


Imagino al jurado revisando el manuscrito: «¿Cómo? Por fin una mujer se atreve a escribir sin pelos en la lengua, como los hombres. ¡Viva el feminismo!». ¡Cómo se quedarían al descubrir el pastel! Pues Carmen Mola son, como todos sabemos: Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz, quienes con anterioridad habían publicado la trilogía de La novia gitana.


Del otro lado, los escritores, pudieron indicar todo lo contrario: «¡Jaque mate a todas las feministas! En una sociedad casposa, está mal visto que la pluma femenina sea tan minuciosa como depravada».


Carmen Mola es la bestia de las bestias porque en un solo cuerpo reúne tres cabezas pensantes. Hay que reconocer que, el folletín, tiene gancho. ¿Quién sabe si en la próxima edición será un solo cerebro con dos ovarios quien obtenga el trofeo, incluso sin ser guionista o presentadora/or de televisión?


 

©Anna Genovés

20 de marzo de 2022

 


 




Vístete como quieras

 

La sociedad está, no enferma, sino, muy enferma. Juzgar vosotros mismos…


En mi época moza me tacharon de drogadicta por llevar imperdibles en los pantalones. Por aquel entonces…, me gustaban los Sex Pistols, pero nunca me drogué, aunque me moviera con gente que sí lo hacía –una pena, porque la vida es corta y cada etapa tienes sus historias. «Hay que experimentar». Como me dijo un amigo millennials hace poco.


Cuando cumplí treinta, cercanos a mí, hicieron fuerza –sin éxito. ¡Menos mal! — para que me pusiera traje de chaqueta porque… ¿qué era eso de ir con pantalones morunos y cintas en la cabeza como si fuera joven? Fue mi etapa Adam and the Ants & CIA. La movida en pleno apogeo. Barraca y Spook Factory para echarse unos dancing los sábados por la noche.


Mirado a toro pasado, hasta tenía su lógica ya que hablamos del periodo tardofranquista e inicios de la democracia con el apogeo de la etapa de transición de por medio; todavía quedaban escollos del Generalísimo, aunque quisiéramos ser muy modernos. Solo hay que ver Cuéntame.


Lo que es anormal, por ejemplo, es que unos meses antes de la pandemia, mientras hablaba con una vecina, otra pasara y, no recuerdo el quid de la cuestión, pero la cosa quedó en que ya teníamos años para llevar ropa suelta. Nosotras nos miramos alucinadas. No sé lo que pensó mi colega, pero yo cavilé que, seguramente lo decía por ella que, pasada de kilos, no se atrevía a ir ceñidita. ¿Y qué más da? A estas alturas, reconozco que no me importan un bledo esas gilipolleces.


No las nombraría si no fuera porque, hoy, me han llamado la atención dos noticias que tienen que ver con diferentes atuendos y distintas señoritas. La primera se llama Cristina y ha denunciado a la EMT pues, el conductor, no la dejó subir a un autobús porque su vestimenta podía herir el respeto de otros pasajeros; la chavala llevaba un top lencero. La segunda es la cantante Zahara, Vox espeta al consistorio de Toledo para que no actúe porque su póster la revela como si fuera una madona y dicen que le falta el respeto a la virgen.


¿De verdad que estamos en el siglo XXI?


Caso 1. Cristina y el autobús. No hay derecho que se impida a una joven a subir al autobús por enseñar parte de sus senos. En otros siglos las damas portaban insinuantes escotes en los que asomaban hasta los pezones. No hablo de taberneras o similares..., sino de damas nobles como muestro en las diferentes imágenes de los siglos XIV y XVIII e incluyo la de Cris que aparece en sus redes sociales.









También puede suceder que la chica en cuestión haya ideado un montaje para ver qué sucedía o, simplemente, para hacerse de notar. Pero, tal y como lo cuenta, creo que es cierto. Si no es así, bien lista es. Le aconsejaría que estudiara antropología.


En realidad, no es el hecho lo que más me preocupa, sino las contestaciones de bastantes jóvenes que, poco más o menos, le dicen cómo se debe vestir dependiendo de dónde esté. ¡Jolines! Que cada cual se vista como le dé la gana. Esto es vergonzoso. Sí, aunque parezca mentira, estamos en el primer tercio del segundo milenio, en occidente, en el primer mundo, no es broma. ¿Qué sucedería si fuéramos en bolas como algunas tribus africanas? ¿Acaso es pecado enseñar las carnes? ¿Dónde quedan los nudistas?


A fecha de hoy, las chavalas visten con tops lenceros y ‘hot pant' –todas las colecciones de prêt-à-porter e incluso la alta costura, presentan modelos similares—. Tal vez, a las personas catetas, pueden parecerles ropa interior. No obstante, son prendas exteriores para usar a diario o en ocasiones puntuales, a gusto del consumidor. Es lo mismo que si nos metiéramos con los ministros que acuden a los consejos vestidos con bermudas y camiseta. ¿O no? Los tiempos cambian.


Por si queréis leer el caso al completo, os dejo dos artículos.


“Una joven valenciana denuncia que no la dejan subir a un autobús por vestir un top lencero”



“Vetada en el autobús por su escote: ¿Qué dice la normativa municipal de Valencia?”

 

Que señala textualmente:

…” El reglamento sí explica, entre los deberes de los clientes, que «no se permite viajar en situación que atente contra el respeto del resto de clientes», argumento que utilizó el conductor del autobús, según indicó Durán en sus redes sociales.”…



Caso 2.  Zahara y la Virgen. Lo de esta cantante es otra historia, también relacionada con la vestimenta. El artículo que la tacha poco más que de hereje, dice así…


“Vox acusa a Zahara de "ofensa extrema a la Virgen" y pide que se cancele su concierto en Toledo”.


¿Qué queréis que os diga? Provocación, puede ser. Tiene precedentes en Rihanna –vestida de Papa, incluido papamóvil— y Madonna –de virgen o de Jesucristo—. La chica quiere llegar lejos. El ayuntamiento sabía que el álbum de Zahara se titulaba Puta, estaba claro que conocían a quién contrataban. Después del revuelo, han quitado los carteles; me parece fatal. La cantante se habrá gastado su dinero en cartelería y promociones, si estuviera en su caso, igual ni actuaba. Que yo sepa, cada cual puede ser de la religión que le de la real gana o incluso ateo o agnóstico. Por otro lado, creo recordar que hay libertad de expresión. O por lo menos, eso nos hacen creer…









Si nos ponemos así, no debería molestarnos que los musulmanes se excretaran en los cristianos por nuestras burlas a Mahoma. Sin embargo, en este caso, aplaudimos las mofas. Pues igual. De eso se trata, de no darle importancia a lo que no la tiene. Quien lo hace es intolerante y rancio.


Me da vergüenza que, actualmente, nos hayamos convertido en verdaderos hipócritas. Cara al público, mostramos unos hábitos modernistas y somos más retrógrados que nuestros predecesores. Estamos enfermos, muy enfermos.


Al final, creeré que España es un país de lerdos.

 

@Anna Genovés

Miércoles 11 de agosto de 2021





Vístete como quieras

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  Vístete como quieras   La sociedad está, no enferma, sino, muy enferma. Juzgar vosotros mismos… En mi época moza me tacharon de dro...

 




La cárcel se abrió y los presos se amotinaron

 

Al principio de las restricciones en Valencia, recuerdo haberle dicho a mi esposo que tantas limitaciones traerían sus consecuencias. «Eres una pesimista de narices. Al final, te contratará tu admirada Margarita del Vall para que le lleves lo cafés». Me soltó sin cortarse ni un duro. Así que no volví a decirle nada al respecto, pero seguí cavilando lo que me dio la gana.


Para mí, lo más importante en la vida es la libertad –la salud y etcétera… son sagrados y no cuentan—. Con las prohibiciones impuestas en mi comunidad, tuvimos menos libertad que los encarcelados del Procés. Eso no podía acabar bien.


No obstante, al día siguiente, los medios de comunicación volvían a ensalzar los métodos del ejecutivo valenciano porque nuestra IA bajaba y bajaba. Ciertamente, estuvimos durante varias semanas, en el Edén. ¡Ah! Pero resulta que este magnífico paraíso también tenía manzanas apetecibles y víboras pecadoras.


España con IA que sobrepasaba los 100. Valencia 31. Una, hasta las narices de tanta falacia. ¿No se da cuen qué vivimos una realidad virtual? En algún momento esto explotará como un grano purulento en un rostro acneico, pensaba. Lo que baja, después sube y viceversa le comenté a una vecina. «Chica no. Lo peor ya ha pasado y seguimos bien. Eso es lo importante». Me dijo.


Yo con cara de póker, pensé, «O cambio el discurso o me quedo más sola de lo que estoy desde… desde que nací. ¡Qué narices! Soy una solitaria empedernida». Tal vez, por este motivo, en mi calidad de antropóloga amateur, veo el conjunto de la humanidad sin fijarme en los detalles. Y, ese todo de mi universo, se adelanta a los acontecimientos. Aun así, me hice el firme propósito de ponerme la máscara favorita de esta sociedad del bienestar venida a menos: la hipócrita. Y, cuando, hablo con alguien solo digo—: “Todo va de maravilla”. Aunque vea las orejas del lobo y lo que está por venir.


Y, llegó, la hora de bailar el cancán cogidos del brazo y sin mascarilla. El 21 de mayo nuestro meritorio presidente dijo como un tenor desde la Ópera del Real que las mascarillas pasaban a no ser obligatorias en la calle. ¡Olé! ¡Olé! Y ¡olé! Que felices todos y todas enseñando nuestros morros con dientes blancos de sonrisas Profidén.


El anuncio fue tan apetecible como la manzana de Eva: a babear chicos. ¡Yupi, yupi, hey! Ya no hace falta que llevemos cubrebocas en la boca, aunque sigue siendo necesario tener una a mano. El dónde ya es cosa de cada uno. Nos la ponemos en la muñeca, en el codo, en la barbilla, en el pantalón o donde haga falta, cualquier sitito es guay con tal de que no sea en la cara.


¡Qué cerriles somos! Que cada uno la lleve donde le dé la gana, sí. Siempre que mantenga la distancia de seguridad: eso es lo verdaderamente importante. A mí no me tienen que decir las cosas dos veces, ni ahora que soy talludita ni cuando tenía veinte años y soñaba con ser la más guapa del barrio. Metro y medio entre personas que el bicho sigue suelto… y todos no estamos vacunados. Si es imposible mantener esa distancia, ¡joder! ¡No seamos burros! Llevémosla donde manda. No es un complemento de moda es una protección. ¿Qué más da un mes arriba o un mes abajo si con ella nos va la vida?


Ante ayer, una amiga –médico de Urgencias en Navarra— me comentó que no hay remedio. Y, hoy, otra que vive en Bruselas, me ha dicho que no puede venir porque España vuelve a estar en rojo. Hasta Francia nos ha vetado y no recomienda viajar a la península ibérica.


Ocho de julio, mi comunidad –que por otro lado tenía montados los tinglados del turismo a tope en verano y del pegote de Fallas por septiembre, como es natural para ver si la economía dejaba de desfallecer un poco—, tiene una IA de 262 y sigue en alza. Rozando el riesgo extremo. El Consell habla de volver a ciertas restricciones: fuera ocio nocturno, prohibido venta de alcohol a partir de la 20:00h, cierre de algunas playas en horas conflictivas, toque de queda en los municipios con mayor incidencia.


Hace unas horas, quedó retratado el asunto en la mismísima Gran Vía de Fernando el Católico de mi ciudad. Llevaba el carro de la compra a rebosar y me senté a descansar en un banco. Por aquí y por allá otras personas distanciadas. Y, de repente, pasa un sintecho –que iba con el torso al descubierto— se mete entre los jardinillos se baja el pantalón y se cisca. Estaba, justo, delante de la Jefatura Central de la Policía Nacional.


¿Qué me decís? ¿Qué cómo es eso? Está claro, nada importa. Jóvenes, maduros, enfermos, jubilados y bien pagados, papis y mamis de todas las edades. El conjunto de la sociedad está fracturado; en un lado, los reos que no queremos la perpetua. En el opuesto, los que por un cachito de libertad son capaces de saltarse la condicional, aunque ello signifique regresar a la cárcel y arrastrar a la tropa de enfrente que intenta cuidarse y cuidar. Caca, culo, pedo.


 


@Anna Genovés

Jueves ocho de julio de 2021

Publicada en el diario El Cotidiano