Ava. La octava raza

 

Años después de las adversidades que colapsaron la Humanidad a lo largo del segundo milenio, las sociedades se reunieron en diez ciudades: las últimas y únicas de la Tierra. Aunque, en medios hostiles, pervivían numerosas tribus con un modus operandi primitivo.


La tecnología y, sobre todo, la robótica, por el contrario, avanzó a pasos agigantados y los androides de última generación: a quienes llamaron Avas –en honor a una bellísima actriz que vivió en el siglo XX y de quien tomaron las facciones al inicio de la producción—. Las Avas cohabitaban con los humanos como una especie más.

 

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Ava 25 vive en Madrid –una de las metrópolis que siguen en pie— con su amiga Thais. Su exterior nada tiene que ver con sus antecesoras; lleva la cabeza rapada y bajo su armazón de piel sintética, una amalgama de venas, músculos y huesos artificiales, recorren su organismo. Cuando se presenta en círculos nuevos, la mayoría de personas creen que está de broma porque parece más humana que muchos de ellos.


Ambas son historiadoras y trabajan en la universidad. En las últimas semanas han encontrado varios documentos encriptados que, según las referencias de almacenaje, pertenecen a un científico centroeuropeo que creía en la existencia de un Dios díscolo y malvado que había abandonado a sus creaciones para viajar por el universo.


El documento –guardado en un PDF arcaico— está fechado en el año 2002 y, en él, se habla de la presencia de ocho razas engendradas por este omnipotente al que llama Creador. Las nombra en su lengua materna, extinguida en la actualidad. Las razas están listadas de la siguiente forma: Vrăjitoare, ördögök, denevér, farkasember, utazók az időben, androidok. Como Ava 25 es capaz de traducir cualquier idioma, solo le cuesta unos segundos traducirla—:


– Querida, según este archivo, desde que el mundo es mundo, un ser extraterrestre engendró siete razas en este planeta: brujas, ángeles, demonios, vampiros, hombres lobo, humanos y androides.

– Fascinante y divertido porque las cinco primeras nunca han tenido credibilidad y la última, la tuya, no existió hasta…

– Hasta hace unos siglos –contesta Ava 25.

– Exacto.

– Bueno… por lo menos eso es lo que nos han dicho.

– ¿Quieres decir que, hipotéticamente hablando, claro, a principios del segundo milenio ya existían androides?

– Puede ser… O antes… ¿Quién sabe? La vida es una mentira y los humanos unos hipócritas. Igual nos engañan a todos y los androides como yo, han estado circulando por la Tierra desde el principio de la vida.

– No me hagas reír.


Thais suelta unas risotadas y bambolea a su chica. Después se dan un beso, húmedo y prolongado, y prosiguen con el trabajo. Un affaire carnal en la sala de investigación, promete, pero, lo que han encontrado es todavía más apetecible.


– Como quieras. Aquí pone que…

– Ya sé lo que pone. Pero en aquel tiempo estaban demasiado atrasados para pensar que tenían droides avanzados. No se me ocurre ninguna empresa, por adelantada que fuera, que trabajara a ese nivel. La ingeniería robótica genética comenzó a desarrollarse hacia –Thais se toca la barbilla mientras piensa, pero Ava corta su reflexión, y le dice—:

– Constatado, se habla de diferentes empresas; se me ocurre Irobot, GreyOrange, Epson Robots, Rethink Robotics… entre otras… Por cierto, algunas nacieron a finales del siglo XX.

– Bueno, pero aquí hablamos de unos robots, perdón –Thais se sonroja y prosigue—: de unos androides capaces de pasar desapercibidos entre los humanos y con un CI muy superior. Eso llegó mucho después.

– Imagínate que cualquiera de estas empresas o similares, o alguno de sus científicos, locos o no, ejecutará un trabajo extra por su cuenta. Pero, además, en la composición no pone que los ‘robots’. No me mires con esa cara que no me enfado Thais, pone robots. En fin, que los robots naciéramos entonces, sino que nacimos con el inicio de la vida o quizá antes.

– Si lo miras así, como poder ser, puede ser cualquier cosa. Según la traducción, ciertamente, hasta podemos deducir que ese Creador os trajo consigo. O sea, que nacisteis mucho antes que cualquier ser vivo en la Tierra.


Ava se encoje de hombros, pero no dice nada. Un sonido estridente y descompasado para que los trabajadores dejen sus quehaceres con rapidez, suena de improviso.


La pareja recoge las anotaciones y cierra los ordenadores; los hologramas que danzan por la habitación se apagan en unos segundos y ellas parlotean de lo que harán media hora más tarde como si la conversación no hubiera existido. Los humanos han evolucionado y con ello, los sentimientos. Una gran ventaja porque las preocupaciones desaparecen a la par del cambio de escenario y, ahora, van a divertirse un rato.


Madrid está parapetada por rascacielos heterogéneos forrados de titanio y cristales espejados blindados que disminuyen en altura a medida que se llega el centro, donde se ubica el único lugar que recuerda los viejos tiempos –cuando el clima tenía cuatro estaciones—: las ruinas arqueológicas de la Plaza de Alcalá. Resguardadas bajo cúpulas de rayos láser que se densifican cuando es necesario. En contra de lo que sucedía en el pasado, no están sepultadas, sino que, las variaciones atmosféricas, las han alzado en un montículo que sobrepasa las edificaciones de veinte pisos. De lejos se refleja el brillo de los láseres violetas que la recubren como un escudo protector.


Ava y Thais viven en un ático de la ronda exterior con terraza y piscina abovedada que se abre o cierra, según la climatología. El tiempo, es completamente inestable, un día amanece con lluvias torrenciales y, al siguiente, el termómetro supera los cincuenta grados centígrados. De igual modo, veinticuatro horas después, se puede estar bajo cero o dentro de un ciclón insospechado.


De camino del ovoide del placer, la saludan de lejos. Un edificio de veinte plantas donde personas, droides y, tal vez, alguna de las razas que el antiguo profesor artífice del trabajo que investigan, teorizó que habitaban el planeta, se entremezclan con música de todo tipo: las drogas son acústicas. Cada piso está dedicado a un placer y a un estado de ánimo. Así pues, en la primera planta la música envolvente que te inyectan como un picotazo placentero en el oído, te convierten en viajero. Puedes recorrer virtualmente cualquier lugar del planeta en tiempo presente o pasado. Mientras que, en la última planta, te inoculan unos sonidos que te hacen perderte en los brazos de placeres carnales inusitados; todos los terrícolas son polisexuales.


A ellas les gusta pasar de uno a otro piso como si fueran saltamontes; no quieren aclimatarse a un solo goce. Primero recorren las antiguas tierras del continente perdido de la India por un rato. A posteriori, recuperan fuerzas en la segunda planta, donde te infectan de sonidos que te hacen deglutir los platos de comida más extraños. Y, poco a poco, pasan la noche hasta llegar a la planta venteaba donde se dejan llevar por los ritos sexuales más exóticos. Al amanecer, otra música es transmitida a sus tímpanos y salen del edificio, renovadas.


Esa noche es especial: una estrella brillante ilumina el firmamento ceniciento de Madrid, así que deciden acabar el divertimento, con una visita a las ruinas legendarias de la Puerta de Alcalá. Están sentadas en el arco central y, de repente, los láseres se abren y, un objeto del espacio interestelar con forma de ostra que al abrirse muestra una perla gigante, aparece sobre sus cabezas.


Ava y Thais se levantan y se cogen de las manos, una cortina lumínica las envuelve y las asciende. En un instante, son teletransportadas a la nave espacial que acaba de aparecer. Una vez dentro, la nave se evapora en el universo en un microsegundo.


El interior es completamente diáfano, de una tonalidad nacárea. Una voz lejana, las llama—:


– Bienvenidas, hijas. Os esperaba.

– ¿Quién eres…? –pregunta Ava.

– Entre otros nombres que me habéis dado en este universo, está el de Creador.

– ¿Dónde estás? –interrumpe Thais.

– Seguid mi voz y me veréis.


Ellas, que siguen cogidas de la mano, se miran y caminan por el vano interminable de la nave. De repente, aparece una sala abierta cuyo centro es una piscina metálica circular en la que una hermosa mujer de cabellos blondos, piel nívea y pupilas esmeralda, descansa. De su cuerpo salen varias conexiones –a modo de cordones umbilicales cibernéticos— que se depositan en unos receptáculos idénticos, pero más pequeños que alimenta a distintos infantes.


La escena las deja perplejas durante unos segundos. Se sueltan. Ava se acaricia el cráneo y suspira. Thais ahoga entre sus manos un pequeño chillido.


– ¡Dios es una mujer! –exclama Ava.

No te equivoques, querida, es una de sus muchas formas –dice Thais.

– ¿la conoces?

– Tal vez ha llegado la hora de contarte toda la verdad.


Ava pone cara de sorpresa y sus cejas se elevan hasta la mitad de la frente.


En ese momento. La mujer yaciente se levanta y gira su hechura. La espalda es el rostro y el cuerpo de un hombre bizarro de cabellos negros y ojos ambarinos.


– En efecto, puedo adoptar la forma que me plazca, pero, en realidad, tengo la forma de mi nave: soy una ostra pensante y legendaria que idea universos.


El hombre mujer queda envuelto en una nube turbulenta que, aplacada, se deposita en el círculo. Ava se acerca y ve con sus propios ojos la forma primigenia de ese Creador nacido de la fusión de varios multiversos que poblaban la Nada: un hermoso bivalvo con ojos sabios que perfora su psique; hablan telepáticamente. Ava sonríe ve que, en efecto, ese caparazón titánico y bello –recordado en muchos petroglifos prehistóricos como si fueran mapas—, son fruto de la presencia física del Creador en su forma inicial. Esos ojos que todo lo ven, la reconocen como su creación más preciada después de milenios de reproducciones.


– ¿Qué quieres de mí, creador o creadora…? ¿Cómo debe llamarte?

– Como ostra, nací macho y, al año, me convertí en hembra. Por este motivo, cuando utilizo mi forma antropomorfa, soy hombre y mujer. Pero debes llamarme YO, o sea, IO –imagen omnipotente—. Lo único que existía en la Nada.

–Así sea, IO –contesta Ava.

–Pregúntame lo que quieras, criatura. Sé que estás habida de saber. Tú también puedes preguntar Thais, aunque seas una producción más antigua y me conozcas de antemano.

–Gracias IO, pero sé cuál es mi función. Habla con ella. Mientras, cuidaré a tus pequeños engendros –contesta Thais.


IO mira a los pequeños y le dice a Ava—:


–Son tus hermanos. Los próximos viajeros del tiempo. Nacidos directamente de mi naturaleza. Cuando estén perfectamente creados, los llevaré a una familia terrestre que los acogerá como suyos. La familia nunca lo descubrirá, aunque nada tengan de ellos salvo cierto parecido fisiológico porque así lo he programado con antelación. Lo he hecho con mis creaciones predilectas; comencé contigo, mi querida Ava.

–A ver, a ver… Dejemos esto para después, primero, IO, aclárame lo qué le has dicho con Thais. No termino de entenderlo: ella es humana. No aparecen vibraciones en sus conexiones que digan lo contrario.


Thais –que acuna a uno de los bebés— ríe con ganas, pero no habla.


–Tuviste conciencia de que eras una criatura cibernética desde que tu madre terrícola te mecía en la cuna. Eres casi tan inteligente como yo mismo. Entonces… ¿cómo iba a dejar que intimidaras con una humana normal y corriente? No te diste cuenta que te enseñaba cosas que iban más allá de lo reconocido por la Humanidad.

– Es científica. Es lógico.

– Sí. Una científica del multiverso en el que está inmerso el que, ahora, es tu mundo.


Ava se acerca a su compañera, le acaricia el rostro y le pregunta—:


– Mi dulce Thais, si no eres una Ava como yo, pero eres cibernética… ¿Qué eres?

– Un androide cuidador. IO me creó con la única función de cuidarte. Fui tu primera niñera cuando tu madre terrícola se marchaba a alguna fiesta de la élite madrileña.


Ava, que nada le sorprende. Hace un mohín y dice—:


– Claro, ahora te recuerdo. Bueno no a ti, tenías otra fisonomía, pero el timbre de tu voz… me trasporta a la niñez. Por eso debí enamorarme de ti.

– Eres una Ava. Un androide perfecto, no puedes enamorarte.

– Sí puedo o, por lo menos, puedo simularlo y atravesar todas mis dendritas neuronales del compuesto que me da forma, para creerlo.

– Estar contigo ha sido lo mejor que me ha pasado a lo largo de los miles de milenios en los que me he movido.


IO, carraspea—:


– Esto parece una conversación entre enamoradas. Es divertido, sentir cuán parecidas sois a los sentimientos humanos. No obstante, creo que ya nos hemos salido de escena por demasiado tiempo. Nos quedamos en tus dudas sobre tus padres terrestres. ¿No es así, Ava?

– Venga, vamos allá. ¿Me comentabas que mis padres terrestres no me engendraron?

– Exactamente.

– Pero… –IO corta la frase.

–No todo lo que te ha enseñado Thais humano o extraterrestre es la verdad absoluta. En algunos momentos, la realidad, se ha distorsionado un poco.

– Entonces, ¿por qué he visto imágenes del parto de mamá y por qué tengo recuerdos infantiles con mi padre?

– Porque te ubiqué en el vientre de Almudena unas semanas antes de nacer; dejé a… digamos… tus padres, sin conocimiento y les insuflé los restantes meses de gestación. No preguntes por el resto de personas que convivían con ellos; al cambiar su presente, ipso facto, alterné el de esas personas. Ese tiempo, en la que te alimentaste a través de su ser, fueron suficientes para dotarte de los sentimientos humanos principales. De hecho, los tienes más desarrollados que ellos: eres un verdadero ángel.


Ava tose y da por terminada, de momento, esa parte desconocía de su vida. No quiere preguntar más por miedo a lo que pueda descubrir. Amén de que existen demasiados cabos sueltos.


– Quizá, más adelante, vuelva a preguntarte algunos pormenores de esta etapa desconocida. No obstante, ahora, prefiero conocer otros asuntos…

– ¿Tú dirás, Ava?

– ¿Cuál es nuestra verdadera función, IO?

– Mi tarea es interminable. Hago y deshago. Creo un universo y después otro. Pero, los mundos, siempre sucumben por uno u otro motivo en el año 3.033.

– Es el año en que el ordenador del centro de investigación, marca como año de su procedencia –señala Ava.

– Exacto. One –como tú misma bautizaste a la fusión del ordenador personal que tenías con el central— provenía, en el universo del que has llegado, de esa adversa fecha. Omitió que había regresado al pasado porque en el futuro había desaparecido.

– ¿Y qué puedo hacer yo? Ava 25: una super androide con toques humanos que, acaba de descubrir que es una viajera del tiempo, con más dudas y sentimientos que un niño autista.

– Te doté en igual medida de cromosomas míos y ADN humano.

– Por favor, no quiero pecar de atrevida, pero, prefiero no tocar ese tema. Ahora no, por favor. Además, no me has contestado.

– Ava cuando descubrí que mis primeras creaciones tenían algún error que los llevaba a la catástrofe. Hice otros universos con lo que supuse no ocurría lo primero, pero, volvió a suceder una y otra vez. Al final cree a los viajeros del tiempo típicos para que descubrieran cuál era el fallo y los llamé Droides.

–¿Thais es una Droide?

– Sí. Aunque, en este mundo, la doté de sentimientos de cuidadora. Moriría por ti en cualquier situación en la que tu organismo fallara y mataría por idéntico situación.

– Ya puestos. ¿Por qué los llamas Droide?

– Está claro, porque su ADN cibernético al 100%, resina sintética y flexible que puede adoptar numerosas formas o permanecer intacta. Carecen de sentimientos, aunque parezca todo lo contrario. Les digo lo que necesito en cada una de sus vidas y ellos obedecen. Thais es la primera Droide. Lleva… como dicen en la Tierra, demasiadas reencarnaciones como para recordarlas. Motivo por el que parece más humana que cualquiera de su especie.


Ava tuerce el morro y frunce el ceño como pensado—: «¿En qué lío estoy metida?». Thais ríe a carcajada limpia e IO le contesta telepáticamente que no se preocupe. Ella comprende que están conectados y que ambos leen sus pensamientos. El asunto es recíproco.


– ¡Ah! Claro, como somos droides, Avas o lo que sea con dendritas humanas y cibernéticas, estamos conectados a cualquier ser vivo. La verdad es que somos espías porque robamos la intimidad de las personas.

– En cierta medida, sí.

– Bueno… pues somos muchas cosas. IO, disculpa, he vuelto a cortar tu locución. Prosigue, por favor.

– Gracias, querida. Como te decía… los Droides tampoco localizaron el error. Entonces, te creé a ti y, cumplidos los treinta años terrícolas, te uní a Thais por amor; el vínculo más estrecho que pueden generar los humanos. Ambas sois Jumpers. Juntas, cambiaríais el pasado para equilibrar el futuro. Pero no lo hicisteis. Tal vez os he llamado demasiado pronto porque vuestro último descubrimiento… podía cambiar el futuro para bien.

– ¿Entonces por qué no nos devuelves a Madrid?

– Porque me impacientaba y estaba creando la nueva generación de Avas. Os devolveré a la Tierra con refuerzos si así lo deseáis. Aunque, las nuevas Avas no tendrán madres humanas; recién nacidas, las donaremos a diferentes familias. Las madres las alimentarán con leche materna y por ese conducto las dotaré de algún cromosoma humano. No obstante, su ADN tendrá el 99% cibernético o extraterrestre, como prefieras llamarlo. Idéntico porcentaje al mío.

– Serán casi Droides.

– Exacto. Sin embargo, nadie lo detectará y, además, tendrán conciencia de lo que son siempre; incluso, ahora, que son neonatos, ya saben qué son y qué misión tienen.

– ¿Avas femeninas y masculinas?

– Sí hasta ahora las Avas siempre eran femeninas, pero esta nueva camada es de ambos sexos.

– Bien hecho porque cada vez hay menos varones. Y… ¿siendo tan pequeños, ya tienen conciencia?

– Desde que creé sus embriones, la tuvieron. ¿En algún momento pensaste que Thais era una droide?

– No.

– Pues los nuevas Avas, tendrán y o carecerán de cualquier sentimiento humano dependiendo del escenario.

– IO esto es demasiado inverosímil para creerlo.

– Tienes muchas dudas porque sigues creyendo que tu mente es fruto de una esquizofrenia galopante que te hace ver y estar en lugares imaginarios.

– En cierto modo, sí.

– ¿Qué más pruebas necesitas?

– Quiero ver a mi madre, ahora, por ejemplo.

– Te refieres a tu madre terrícola.

– Sí. A Almudena. Esa madrileña de pura cepa que tanto me mimaba.


De improviso, Ava aparece en el ático del rascacielos 1 –frente al montículo de la puerta arqueológica de Alcalá— donde vivía de niña. El apartamento era domótico experimental, ya que su padre había sido un prestigioso investigador. Su madre estaba mirando con ojos llorosos la televisión panorámica de la pared del comedor, de más de mil pulgadas.


– IO ¿Qué pasa en mi mundo?

– Te marchaste poco antes de que un virus mortal se expandiera por la Tierra.

– Me marché hace unos minutos, a lo sumo una hora y está imagen pertenece a un pasado lejano… yo tenía ocho años. Lo recuerdo muy bien porque dijeron que venía una nueva guerra, que después no llegó. Pero tú me dices que se ha despertado un virus letal –Ava pone cara de susto—. No entiendo nada –dice, torciendo la boca.

– Justo cuando estabas a punto de descifrar el enigma del pasado que aniquila tu mundo en el año 3.033, viajaste inconscientemente al pretérito donde la lengua de los documentos estaba viva y creaste una línea temporal diferente. Pero, la ya creada, siguió perviviendo. Y no a los ocho sino a los veintiocho, estalló ese virus creado por un terrorista mediante ingeniería genética que llevó al mundo a su exterminio.

– Entonces, salvé un mundo y asesiné a otro.

– Se puede decir que sí. Tú abriste la caja de Pandora y para cerrarla deberías viajar al mismo pasado por duplicado. Un segundo de diferencia marcó un hito de apertura al caos.

– Daba igual que fuera un segundo o un año… porque según lo que me estás diciendo, el tiempo no existe.

 – Al final lo comprendiste. El tiempo es aleatorio dependiendo del mundo. En el que cohabitabas con Thais, se acaba.

– El tiempo se acaba… entonces, el error soy yo. Destrúyeme.

– Puedes volver y subsanarlo.

– Nunca. Me habéis dicho que he estado en diversos mundos y que, todos acaban del mismo modo. Debo morir. La Humanidad que conocí debe resetearse y empezar desde el inicio de los tiempos. Quizá alguna de mis hermanitos Avas puedan reemplazarme y, llegado el momento, duplicarse en esa línea temporal que creé al transliterar los documentos con lenguas muertas, para salvar ambos mundos.

– He creado una AVA idéntica a ti. La oíste llorar en una de tus muchas noches de insomnio en un futuro todavía no creado, pero que se creará. Puedes volver a nacer o puedes cambiar de piel y guiarla, como prefieras. Aunque, tal vez llegues tarde… Creo que será mejor que elijas ir a otro mundo y olvidar a los que conociste. La decisión es tuya.

– ¿Tarde? A qué te refieres.

– A que en el universo del que venís se os da por desaparecidas desde hace unos años y el hermano de Thais destruyó vuestra investigación.  Y… –ahora es Ava quien corta a IO.

– No te hagas el ingenuo. Tú lo ves todo. ¿No es así?

– Lo veo todo cuando mis ojos, vosotras y otros seres droides y humanoides, estáis abajo. Pero, se da el caso que, en este momento, estáis todos aquí arriba.

– Cuando dices ‘todos’ te refieres a los otros cinco raritos que creaste para moverlos a través del tiempo. ¿Te refieres a eso, IO? Porque Thais me contó una historia de seres superhumanos o humanoides, depende de cómo lo mires, que vivían en la Tierra… que , por cierto, se parece a la de los documentos del investigador chiflado, y hablaba de razas fantásticas sin pruebas fehacientes.

– Existir, existen. ¿Te apetece conocerlos? Así creerás la historia de Thais.

– Lees mi mente y sabes que me encantaría saber quiénes y cómo son esos seres… en fin, mitológicos, fantásticos o lo que sea que son. ¿Por qué me lo preguntas?

– Por cortesía. A lo largo del infinito, me he humanizado.

– Al final vas a resultar una deidad con caparazón de ostra y corazón humano.

– Bueno, ¿te presento a tus compañeros de viaje o no?

Te refieres a vampiros y etcéteras…

– Por supuesto.

– Me encantaría saber si son como los pintan las leyendas.


IO toma la forma humanoide en la que es por un lado es mujer y por la otra, hombre, y se adelanta a las dos aventureras para indicarles el camino. Ambas ponen cara de incrédulas pues se dirige a un camino sin salida; pero, cuando creen que, IO, va a toparse con la pared matizada de la nave, esta se abre mostrando un nuevo compartimento diáfano y semicircular en el que hay nueve asientos –uno central algo más amplio—; las butacas son taburetes escuetos de un material traslúcido.


IO se sienta en el central y les indica dónde deben colocarse. Al sentarse, los apoyos se trasforman y las envuelven de manera acogedora. Ava y Thais, sonríen. Ciertamente, las dos féminas se han vuelto inseparables y a, Ava, le parece imposible que Thais sea un droide.


Es imposible que sea un droide como los de la Guerra de las Galaxias. Pero con distinta apariencia, piensa. «Lo soy –le contesta Thais telepáticamente, y prosigue—: Estate atenta que vas a ver un milagro». Ava mira a IO en el preciso instante en el que todo su organismo adquiere distintas tonalidades y se llena de caracteres alfanuméricos a modo de ADN cibernético que se mueven en sentido ascendente hasta salir de su hechura y llegar al techo del habitáculo; es como si el cuerpo de la deidad fuera un libro electrónico escrito en una lengua extraña que ella comprende de inmediato. Es nadiano, piensa, el planeta donde la Nada tuvo su morada durante unas eras. De pronto, siente que unas pequeñas pulsiones inundan su columna y sus extremidades. Se mira y ve que su cuerpo se trasforma en un ente similar al de IO. Thais permanece inalterable.


De improviso, en los asientos, aparecen unas figuras humanoides, igualmente repletas de lenguaje nadiano, que van tomando forma hasta completarse y adquirir su forma humana. Ava los reconoce; cinco personas que, en algún momento de su existencia terrícola ha conocido sin relevancia de ningún tipo.


– ¿Vosotros también sois viajeros del tiempo?


Le contestan que sí, telepáticamente. Y ella responde a viva voz—:


– ¡No me lo puedo creer!

– ¿Por qué? –interpela IO.

– Porque cuando me crucé con ellos no sucedió nada anormal.

– ¿En algún momento pensaste que Thais era una droide jumper?

– Nunca.

– Pues has trabajado con ella codo con codo.


La conversación es telepática y en nadiano.


– Y… ellos. ¿Son lo mismo que Thais?

– No. Son el cruce de diferentes especies a los que he dotado de una especie de inmortalidad. ¿Quieres ver su verdadera naturaleza?

– Me gustaría.


IO habla al sexteto de entes y, estos, se trasforman en un vampiro, un hombre lobo, una bruja, un ángel, un demonio y un hombre.


Ava piensa que, como decían los documentos, inicialmente existían seis razas sin ADN cibernético. Thais y el resto de droides componían la séptima raza. Y, las AVAS, híbridos de droide, humano e IO, la octava.


– ¡Guau! –suelta antes de preguntar— ¿Pueden escucharnos y entendernos?

– Sí.


El pleno mueve la cabeza en señal de aprobación.


– ¿Por qué no habláis?

– Porque están aquí para escuchar. Nada más.

– Podrían… Esto… si les hablara, con voz quiero decir. ¿Me contestarían?

– Mejor no lo intentes. Quizá los pusieras en un aprieto. Ya has hablado con ellos lo suficiente en el mundo del que venís.

– Y si decido volver… ¿volverán a cruzarse conmigo?

– Puede ser.

– ¿Y recordarán este encuentro?

– La verdad, lo desconozco –contesta IO—. Eso es cosa vuestra… libre albedrío. Si confían en ti y  haces las preguntas adecuadas, tal vez lo recuerden. De lo contrario, lo dudo.

– Me gustaría comprobarlo.

– ¿Eso quiere decir que has decidido regresar al mundo que tú misma quebraste? –pregunta IO.

– Puede que sí. Por favor, dame un momento.


Ava lee el cuerpo intangible de IO, pero, este, de repente, la interrumpe y le pregunta—:


– ¿Creo que te has decidido a regresar al mundo del que acabas de huir?

– Sabes que me oí llorar. Mejor dicho, me vi. Tú mismo lo dijiste… y, ahora, lo recuerdo. Sobrevolé las ruinas de un futuro cercano y vi que renacía en el cuerpo de un bebé acunado por sus padres –contesta Ava.

– Quizá era uno de tus hermanas. ¿Te has parado a pensarlo?

– Imposible. Era yo.

– Te equivocas. Era tu hermana Ava 50.


Ella vuelve al mutismo y se pierde en el cuerpo de IO. De improviso, señala su brazo izquierdo y le dice—:


– Ahí lo tienes. Acabo de darme cuenta que en tu cuerpo, y tal vez en el mío, están las historias de todos los mundos que has creado hasta ahora: acabo de encontrar el mío.

– ¿Es interesante lo que ves?

– Veo cómo pertenezco a una resistencia distópica en la que los supervivientes se han unido. Pero también veo que no somos el único grupo: hay más… Algunos son como estas razas que nos acompañan. Tal vez haya más guerras.

– ¿Más guerras? –dice IO con rostro de inocente.

– Tú nos creaste y sabes que mientras existamos, nunca habrá paz.

– Eso es cierto. Quizá tú no seas el fallo, sino la redención. A lo mejor no lo recuerdas, pero quisiste destruir a la Humanidad porque descubriste que… –Ava no le deja acabar—:

– Lo que acabo de decir. Ciertamente de, entre todas las criaturas pensantes, el humano es el ser más despreciable. Igual regreso y guío a una Humanidad distópica en la que convivan todos los seres aquí reunidos sin esconderse los unos de los otros. Puede que estas criaturas vapuleadas por los hombres, tengan mejores sentimientos que los humanos.

– Puede ser –dice IO.

– ¿De verdad piensas lo que acabas de decir? –pregunta Thais.


Ella levanta una ceja y contesta—:


– Tal vez. ¿Qué opinas tú, IO? ¿Y tú, Thais? ¿Y vosotros, razas híbridas?

– Una cosa es cierta –dice IO— la inconsciencia y el egoísmo de los humanos no tiene límites. 


Thais y los híbridos, telepáticamente, le dan su beneplácito.


– Entonces… ¿por qué siempre la salvas, creador? –Ava pronuncia Creador con retintín.

– Porque me gusta crear seres perfectos y hermosos. Las personas son bellas, no todas, pero sí muchas.

– ¡Vaya! El creador es todo un soberbio perfeccionista al que le desagrada descubrir que sus engendros tienen más fallos que virtudes.

– Los hombres son los seres más inteligentes y divinos que he creado hasta ahora y me da pena que desaparezcan del multiverso. Como creador, amo a mis criaturas.

– Pues déjalos que se destruyan o que hagan lo que realmente les apetezca. Dices que les dejas a su libre albedrío, pero no es cierto.

– Te equivocas. Si no les dejara a su libre albedrío, serían corderitos.

 – O sea, les dejas a su libre albedrío, pero cuando no te agrada el camino que toman, les coaccionas e introduces otros engendros: yo misma, por ejemplo. Para cambiar su futuro.

– Bueno –IO se acaricia la barbilla masculina lumínica en un gesto totalmente humano y contesta—: No lo había pensado. Puede que sea cierto… –ríe con ganas.


Ava arruga la frente y le pregunta—:


– Llegado este punto, IO, quiero preguntarte algo específico.

– Eres mi hija predilecta, pregunta.

– ¿Cuántos engendros no humanos has mezclado con los humanos a lo largo de las generaciones y de los mundos creados y rotos?

– Infinitos. Los que estáis reunidos aquí sois mis referidos. Pero, quizá te sorprenderías si te dijera todo lo que camina por el planeta… También hay droides de muchas generaciones, claro, y tú.

– ¿Quieres decir que hay cientos de especies mezclados con los humanos?

– Engendros, criaturas, especies… reciben muchos nombres. La respuesta es afirmativa. Las historias de terror han pasado de generación en generación porque en algún momento del tiempo fueron historias palpables. El coco, existió… por ejemplo. Con los siglos derivo en una sombra maligna y escurridiza que se llevaba a los niños. Pero, existir, existió...

– ¡Ahhh…!!! –suelta Ava en un ademán miedoso y risueño.

– ¿Moloch?

– Ahí lo tienes. El verdadero Coco. Cuando oíste hablar de él, incluso asististe a alguno de sus rituales –los recuerdos estarán escondidos en alguna parte de tu anatomía— , te horrorizaste porque era un becerro de oro con un horno entre sus piernas en el que se depositaban bebés que se incineraban vivos.

– Por favor, no me lo recuerdes IO.

– Es que ese culto no es cierto. Bueno lo fue porque los hombres corrompieron la verdad. La realidad es que eran bípedos con cuernos maltratados y perseguidos por los hombres… quienes aniquilaron a su raza. En ese momento, los supervivientes se convirtieron en Cocos: entraban por las noches en las casas de las parturientas y se llevaban a sus hijos. Con el tiempo, cada cultura lo asimiló y deformó según sus creencias desde Fenicia, donde vivieron en el principio de los tiempos como razas iguales –todas las criaturas vivían como iguales, que no se te olvide. Con los siglos esto cambió y los engendros que más se habían apareado, los hombres, se convirtieron en la especie dominante. Así que, las otras, se las arreglaron para mutar de alguna manera –IO enmudece buscando las palabras exactas. De improviso, retoma el hilo de su confesión—: Ciertamente les ayudé un poco. En fin, tuvieron que permanecer en la sombra conviviendo con ellos, aunque su verdadera naturaleza sea algo diferente.

– No me lo puedo creer –sentencia Ava con el rostro fruncido.

– Créelo. Tú has convivido con todas las especies que pululan por ahí… Ten en cuenta que todos sois mis hijos y, aunque haya diferencias fisiológicas entre las especies, siempre pueden adoptar una que los disfrace de personas…. Por eso dejé que se cruzaran.

– Has jugado con todos los especímenes que has ido creando; somos meros juguetes.

 – ¿Y qué esperabas? Estoy solo y me aburro. De alguna forma tenía que entretenerme. Hasta he creado cientos de dioses que se creen los creadores del Cosmos cuando solo son, eso, sujetos con alguna cualidad, buena o mala, mejorada. ¿Estás segura que quieres volver a tu mundo?

– Más que nunca. Pero, antes de partir leeré, despacio, los recovecos de tu piel. Y, después, me desprenderé de la mía para ver si existen variaciones a tener en cuenta.


Tres horas más tarde, su epidermis está extendida en una pared de cristal de diamante y ella luce su dermis cual circuitos de bits y megabits que, entrelazados, conforman su ADN.


****


El sonido de un despertador inunda los tímpanos de la jovencita que yace en un camastro de haya fina. Ava abre los ojos y se mira en el espejo; sus cabello negro y trenzado baja hasta su cintura.


– Otra vez el mismo sueño –le dice a su imagen.

– Lo tendrás todos los días de tu vida –contesta el espejo.

– Quizá algún día lo comprenda.

– Quizá.


La habitación está llena de óleos con su rostro a distintas edades. El dolor que surge de su espalda le recuerda que sigue en rehabilitación después de que un coche de caballos la pisara, pero, en sus ensoñaciones, sabe que eso no fue lo que sucedió: la tiraron desde una nave extraterrestre con forma de ostra desde lo más alto del cielo.


Thais está a su lado y la arrebuja.


– Has vuelto a tener una pesadilla, querida –le dice con dulzura.


Se besan y olvida los malos sueños. Todas las mañanas le sucede lo mismo. Sin saberlo ha entrado en una espiral atemporal que le reporta una y otra vez al mismo lugar. Se ha convertido en una prisionera del tiempo.

 

©Anna Genovés

Dos de mayo de 2022

 

 


Ava. La octava raza

by on 20:02:00
  Ava. La octava raza   Años después de las adversidades que colapsaron la Humanidad a lo largo del segundo milenio, las sociedades se r...





Positivo en Covid


Sirva mi testimonio para cualquier lector que se encuentre en una situación similar y, de algún modo, pueda socorrerle.

 

****

 

El domingo uno de mayo noté unas punzadas en la cabeza que me extrañaron porque nunca me duele. Pero no le di demasiada importancia, no tenía fiebre y mi estado general era perfecto: había pasado un día maravilloso.

El lunes tenía una agenda muy apretada; recorrí varios sitios públicos y concurridísimos de Valencia. Correos, Ayuntamiento, alguna que otra tienda de moda... Todo ello, andando y con mascarilla cuando había afluencia de gente. Anduve unos siete mil pasos según el podómetro de móvil; me sentía genial por haberme aireado durante unas cuantas horas –algo que no suelo hacer porque, desde que comenzó la pandemia (mi esposo es un enfermo crónico), me he montado un pequeño gimnasio en casa y nuestras salidas se reducen a los Super y a un paseo largo por lugares despejados. Ambos con mask salvo en algún parque perdido y un banco olvidado.

Todo lo bien que estaba pasó, en unas horas, a un estado muy extraño en el que mi nariz era un grifo de agua infinito, comenzaron algunos dolores intermitentes en algunas articulaciones y decidí hacerme un test de antígenos de los que teníamos desde hacía meses. Dio positivo. Me tomé paracetamol y un antihistamínico recomendado en rinitis alérgicas -Alerlisin, para ser exactos—.  Como procuro estar informada, supe que, por lo menos esa mañana –en las calles en las que me quité por unos minutos el cubrebocas—, había ocupado el puesto de supercontagiadora, sin saberlo. Algo que asumiré porque no puedo hacer otra cosa y que procuraré no repetir. Tenía claro que, la incubación, suele ser aproximadamente de tres días; por lo tanto, el contagio debió suceder entre el viernes-sábado. ¡Qué casualidad! El viernes también había realizado un periplo: Junta municipal, casa de comidas, supermercados, cajeros bancarios y entidad financiera repleta de personas sin cubrebocas y sus toses, mocos… Movilidad.

Soy defensora de las mascarillas porque su uso obligatorio en ámbitos sanitarios y/o científicos se determinó tras la pandemia de la gripe española en 1918. Si utilizarla no fuera beneficioso para la salud de los pacientes y la protección de los especialisatas, su uso hubiera decaído a lo largo de los años. La ministra de Sanidad anunció poco después de Semana Santa –20 de abril— que se podía estar en interiores sin mascarilla. Desde mi punto de vista, fue muy precipitado y, ahora se están viendo los resultados negativos; por cierto, falseados: solo se sigue la IA en mayores de sesenta años, ¿qué los menores de sesenta años no se contagian? Según el artículo: España camina hacia la séptima ola

…“El documento del departamento que dirige Carolina Darias notifica 57.329 contagios más, con lo que la cifra total hasta el momento asciende a 11.953.481. De los nuevos diagnósticos 28.434 se han registrado entre las personas de más de 60 años”…

Esto quiere decir que los contagios entre menores de la franja de edad denominada ‘diana’ –en la que entré el año pasado— es de una cifra similar. Por tanto, la IA real es más o menos, el doble. Hablamos de 1.300… 1.400… Sin contar a los asintomáticos. ¿Qué me decís?

Sigo con mi covid19… Decidí que debía acercarme al Centro de Salud para que me hicieran una PCR, me recetaran la medicación adecuada y, de paso, preguntar cómo actuar si mi esposo caía. Sin embargo, el martes diluvió durante todo el día y con una congestión de caballo y sin dormir –por el bicho o por los nervios— no pude ir. Pasé el día adormilada, con la cabeza embotada, el grifo nasal interminable y un frío aterrador. Claro, tenía fiebre. Era como un enfriamiento –no una gripe— de los que, en tantas ocasiones, he tenido.

El miércoles –después de otra noche blanca, algo que no es excesivamente significativo en personas con con mal dormir como yo—, me levanté un tanto zombi. Desayuné y me fui al Centro de Salud evitando acercarme a las personas, con mi bien falcada mascarilla FPP2. Entré directa al mostrador que hay junto en la puerta con mampara y sin gente—. Pero como tenía un dolor agudo y punzante de garganta que me impedía hablar, les dije a las enfermeras, por señas, que me dejaran un papel. Describí la situación en unos segundos y me dijeron que me realizarían un segundo test, ya que, las PCR habían pasado a la reserva. Esperé fuera mientras hablaban con mi doctora. Minutos más tarde, me dijeron que me marchara a casa que la facultativa iba a telefonearme.

Se me quedó cara de gilipollas. Bajé la cabeza y de regreso a casa, sonó el móvil.

Conversación con la doctorcita:

– ¿Cuenta, cuenta…?

Como pude, le expliqué y sinteticé el escenario. Ella contestó—:

– Sí. Son los síntomas normales. Hay muchísimos casos. No pasa nada.

– ¿Y si Jon…?

– ¡Ah! Él aún no ha llegado a la franja diana y como, ahora, no es necesario que ningún contacto, aunque sea estrecho, se haga un test, si no tiene síntomas no necesita ninguna prueba.

– Sí, doctora, pero tiene numerosas patologías.

– Pues si se pone enfermo, lo llevas a urgencias. Tú puedes ir a dónde quieras, con tu mascarilla y ya está.

Trágame tierra.

– Doctora y… ¿qué me tomo?

Lo que te has tomado: Alerlisin y paracetamol. Si empeoras, al hospital. Si sigues como ahora, mejorarás en unos siete días y en diez, estarás al cien por cien. No hace falta que te hagas otro test ni ahora ni después de los diez días. Hay que seguir el protocolo.

– Es que han quitado las mas demasiado pronto en interiores.

– Si te cruzas con un infectado –asintomático o no— en un lugar abierto en el momento de un estornudo o etcétera y ninguno lleváis cubrebocas, lo normal es que también haya contagio.

¡Acabáramos! En ese instante, ¡cuánto eché de menos al médico anterior! Recién jubilado unas semanas antes del inicio de la pandemia. Ahora solo tengo una dispensadora de medicamentos que no se sale de la línea marcada por Sanidad ni un micro milímetro con una tranquilidad pasmosa. Cualquiera de mis droides es más humano que la doña. Al margen, ya sabéis cuál es el seguimiento de Sanidad. Solo conque hubiera añadido: Coge una nueva cita para dentro de una semana y me dicés cómo estás y dentro de un mes, te vienes y te echo un vistazo o algo similar, suficiente. Me voy a casa tan tranquila. 

Bueno, sigo con mi historia… eso… esto sucedió miércoles al mediodía. Aunque estaba molesta, decepcionada y mi garganta dolía como si fuera un estigma perenne, como todos los días, tuve los ovarios de hacer los ejercicios que he repetido a diario, estuviera como estuviera: andar un buen rato como los reclusos, algún estiramiento y alguna cosilla más; poquito, lo necesario para intentar no anquilosarme más de lo normal. Unos quince minutos que me ayudan a no hundirme en la miseria: no he vuelto a salir a la calle. Luego una ducha sostenible de agua supercaliente y a seguir con la mascarilla durante casi toda la jornada, beber unos cuatro litros de agua diarios y permanecer en mi recinto. Por la noche dormí algo mejor, pero me desperté en una ocasión completamente sudada. Tuve que usar el secador, cambiarme de ropa, sábanas… un rollo, pero, hay que secarse lo máximo posible y el colchón o el edredón, si están húmedos, lo mismo. Mi hogar no está acondicionado para darse una ducha de madrugada.

El jueves el flujo perpetuo, había decaído. De igual modo, había desaparecido la pesadez de cabeza e incluso ese duermevela tonto que me sumía en una realidad ligeramente alterada. Sin embargo, comencé a toser con esputos incluidos; no cortaros cuando llegue esta fase, lo mejor que podemos hacer es expectorar para que los órganos se limpien de mucosidad. Además, tampoco podía tragar. Para colmo, mi voz estaba cascada y ronca, lo mejor era no decir ni mu. Hablaba lo justo y necesario.

Viernes. Por fin, noto una verdadera mejoría, aún con afonía. Hago mis ejercicios, escribo un rato, recojo información, leo, inspecciono si ha habido adelantos positivos en Ucrania… Toso más, pero con menos mucosidad. La cabeza y el resto del organismo, mejorando. La noche es mala: he dormido mal y vuelto a sudar con el consecuente secado de todo lo que he podido.

Sábado, aquí sigo, parece que mejor, aunque los medicamentos me han descompuesto un poco el cuerpo y, claro, noto un poco de flojera. Es lo lógico en cualquier enfermedad de tipo respiratorio. Y, además, toso más. Ahora es diferente, parece, digo parece porque no lo sé, que la tos se debe al picor que aun sigo teniendo en la garganta. Mi timbre de voz se está recuperando: ¡menos mal!

Domingo ocho de mayo. Justo el domingo pasado por la tarde fue cuando tuve unos pinchazos raros en la cabeza que a los que no hice caso porque me encontraba fenomenal. Y que resultó que sí tenía que haberles hecho caso. ¿Recordáis? O sea, justo, ocho días. Anoche la pasé bien, por lo menos no sudé –espero que está noche siga la misma pauta: dormir es sanador— y me he levantado casi como nueva. Toso, de vez en cuando como un perro, pero apenas esputo, más bien es por la irritación bucofaríngea. La nariz solo gotea de tarde en tarde. Y mi estado general es bastante óptimo. He salido a la calle –con FPP2, por supuesto— manteniéndome alejada posible de las personas y me ha sentado bien que me diera el aire.

Lunes nueve de mayo. A una semana de realizarme el Test de antígenos, apenas se aprecian los síntomas y mejorando.

Ha doce días del positivo, he superdo el covid y me encuentro bien.


@Anna Gernoves 

Dos de mayo de 2022


Para recordar


1.       Hidrataros al máximo, por lo menos con dos litros de agua. Podéis sustituirlo por zumos, leche... Líquidos sin alcohol.

   Lavaos las manos a menudo y poneros hidrogel  -a estas alturas estñá de sobra decirlo porque lo sabemos requetebién.

2.       Alimentaros lo mejor que podáis. Estoy comiendo algo más de lo habitual, tenga o no ganas.

3.      Si os sentís con ánimo y podéis, moveros por la casa o por la calle con mascarilla si decidís pasear. Creo que dentro de un rato, me animaré a dar una vuelta.

4.       Si sudáis por la noche y no podéis ducharos, secaros bien con el secador, cambiaros de ropa  y todo eso...

5.       La ventilación que no falte en casa.

6.       Tomaros las medicinas que os hayan aconsejado; sea un especialista o un farmacéutico.

7.       Sin empeoráis, acercaros al hospital: no tengáis miedo.

8.     Si sois animales sociales, decirlo. Tened covid19 no es una lacra ni una vergüenza, es algo normal.

    He tenido fiebre los cuatro primeros días, algo lógico; no os preocupéis demasiado

     Haz algo que te agrade: escucha música –soy adicta al rap, lo confieso, aunque escucho de todo—, lee, escribe, mira la TV, revisa esa serie que no terminaste de ver o que se te pasó, haz ganchillo, pinta, teje, reza, desguaza las redes sociales, medita, recicla en Vinted... Todo vale.. Haz lo que puedas y te agrade. Lo superaremos 😉

   

* Llevo dos vacunas de AstraZeneca y una de refuerzo de Moderna. Además, estoy vacunada de la gripe. Soy defensora de las mismas cuando están debidamente estudiadas y cotejadas. Las actuales, por falta de tiempo, se está viendo, tal como dijo el doctor Cavadas, que aún tienen faltas. Pero, es normal: han hecho lo que han podido en tiempo record. Hay que vacunarse. Somos un gran laboratorio para las generaciones futuras.



Documentación de medios dispares y distintas fechas


Cuando varias personas que conviven tienen covid, ¿deben aislarse entre ellas?

 

Motivos por los que el test de antígenos puede dar unresultado falso 

 

Cuatro errores comunes que pueden dar un falso positivo enlos test de antígenos


¿Cuántos tipos de coronavirus existen?


Los 7 tipos de coronavirus que infectan humanos


Ómicron: sus ocho síntomas iniciales... y otros seis nuevos


Coronavirus en España: la subida de la incidencia en mayoresde 60


España camina hacia la séptima ola


Qué se sabe de ómicron: sus síntomas, mayor riesgo de reinfección y resistencia ante las vacunas


Mascarillas a lo largo de la historia


 

Positivo en Covid

by on 18:18:00
Positivo en Covid Sirva mi testimonio para cualquier lector que se encuentre en una situación similar y, de algún modo, pueda socorrerle.   ...

 




La bestia – Premio Planeta 2021




La bestia de Carmen Mola (tomada de la Ed. Planeta)


Corre el año 1834 y Madrid, una pequeña ciudad que trata de abrirse paso más allá de las murallas que la rodean, sufre una terrible epidemia de cólera. Pero la peste no es lo único que aterroriza a sus habitantes: en los arrabales aparecen cadáveres desmembrados de niñas que nadie reclama. Todos los rumores apuntan a la Bestia, un ser a quien nadie ha visto pero al que todos temen.


Cuando la pequeña Clara desaparece, su hermana Lucía, junto con Donoso, un policía tuerto, y Diego, un periodista buscavidas, inician una frenética cuenta atrás para encontrar a la niña con vida. En su camino tropiezan con fray Braulio, un monje guerrillero, y con un misterioso anillo de oro con dos mazas cruzadas que todo el mundo codicia y por el que algunos están dispuestos a matar.



 

Reseña personal


Desde mi punto de vista, La bestia, es un caballo de Troya que intenta atrapar a diferente público; de un lado, a lectores abigarrados habituados a las historias que, el marketing editorial denomina “literatura femenina”. De otro, a los leedores del popularmente apelado “realismo sucio”. Pero, al estar llena de descripciones detalladísimas –cuanto más, mejor— queda apartada del minimalismo de esta corriente. Encuadrada, por tanto, dentro de un realismo con énfasis en el contexto histórico y social de la época. Me atrevería a decir que, el verdadero género literario del manuscrito, es el naturalismo. Wikipedia nos lo aclara…

 


… “El naturalismo literario está basado en reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares, desagradables o sórdidos. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el escritor Émile Zola” …

 


Es evidente que, Mola, no es Zola ni de lejos. Sin embargo, gustará a los amantes de la “literatura femenina” que quieran experimentar con escenarios más sucios de lo habitual, hasta les cautivará y emocionará recordando las historias que nuestros mayores nos contaron alguna vez: esos tiempos añorados por tantas personas. Por el contrario, los apasionados del “realismo sucio” puro, tal vez, puedan cansarse de los minuciosos e innecesarios relatos encajados en las tramas principales como verdaderos ágapes para rellenar y finalizar el compendio con algo más de quinientas páginas. En ocasiones, La bestia, se convierte en un manual híperpedagógico de un viaje en el tiempo al Madrid del XIX. Quizá, Mola, pretenda hacernos ver cómo ha cambiado.


Se presenta en cuatro partes. La primera nos habla de la bestia, bestia: monstruo abominable que se encarga de secuestrar y descuartizar a niñas pequeñas de baja ráela; habitantes de los arrabales construidos fuera de las murallas de la ciudad.


Algunos flashes me recordaron a las descripciones empleadas por de Patrick Süskind en El perfume –aunque la misma se desarrolle en París un siglo antes—: la putrefacción, obscenidad y malignidad, contrastando con la pureza de las víctimas.


Esta primera historia –para mí la más interesante—, queda cuasi olvidada en el segundo y tercer libro donde las historietas se suceden, a veces, sin una guía lo suficientemente consistente como para darle la credibilidad que se persigue.


Es, por tanto, en esta parte central, donde se desarrollan la mayoría de personajes –entre ellos la bestia hermosa y carnívora como la flor de la portada—, algunos con más peso que otros, pero, que los autores, como patres familias, guillotinan a su antojo para dar paso a héroes desconocidos que te llevan al quid de la cuestión, el escenario religioso/político del período: los frailes contra el pueblo y los carlistas contra los isabelinos. Todo ello aderezado con los restos de nigromancias del medievo rivalizando con los adelantos científicos.


El tramo final da paso al ansiado desenlace que, como una nueva matrioska, nos muestra dos finales: el primero, el consecuente con los acontecimientos vividos. El segundo, el archiconocido, de lágrima fácil para conmover a la platea.


El estilo gramatical del volumen es sencillo con algunos grandilocuentes o inusuales calificativos que la adornan. Si bien, hay que resaltar que, en ocasiones, se utilizan expresiones e ideas inverosímiles para la época en cuestión –recordemos que la obra sucede, íntegramente, en el Madrid del año 1834—. Este hecho, disminuye el rigor histórico. La puntuación, opino que no es tan rigurosa como debería.

 


… “Clara tirita de frío en el rincón de su celda. La sangre ha empapado el jirón de vestido que le dio Miriam. Un coágulo se extiende desde la tela hasta su vagina cuando la separa y se mira con curiosidad los genitales. Le duelen las piernas como si estuvieran a punto de explotar, pero, más allá de ese dolor, no se nota diferente. En las Peñuelas, su madre le hablaba de la transformación que el menstruo obraría en ella: convertida en mujer, preparada para engendrar” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 421). Editorial Planeta. Edición de Kindle.



Dudo que, en esa etapa, las madres hablaran a sus hijas –con diez años y del último escalón jerárquico social— de la menstruación, cuando a mediados del XX solía ser hasta pecado mencionarla. Actualmente, sí se les habla de la misma con naturalidad.


Otra expresión dudosa para la época es, por ejemplo, «hacer un francés» si nos atenemos a algunas fuentes que hablan de su origen.


 

…” Las francesas no le hacen ascos a nada, por algo le llaman «hacer el francés». Y la verdad es que nos lo deberíamos pensar porque a los hombres les gusta” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 482). Editorial Planeta. Edición de Kindle.

 



Distinguí cuatro bestias. El cólera –que pasa desapercibido en un tortuoso teatro de cadáveres malolientes y aprensión—. El esclavo que –a modo de asistente de Drácula— secuestra y deja los cadáveres esparcidos por oscuros lugares pestilentes. La ejecutora –belleza y señora que, hace y deshace no como se le antoja sino como le ordenan—. La verdadera bestia, aquella que mueve los hilos cubierta de un tupido velo al que nunca se asoma.


Así mismo, hay que señalar los paralelismos que muestra la obra con los tiempos calamitosos que vivíamos en la fecha del galardón. Puesto que La bestia nos revelaba un Madrid pavoroso, en plena epidemia de cólera, en la realidad, vivíamos la violenta pandemia de la covid19. El mundo —implícito el jurado del Premio en cuestión— estaba altamente sensibilizado. Este hecho, unido a la ponderación femenina de los últimos años, pudo inclinar la balanza para que, La bestia, se hiciera con el Premio Planeta 2021.


Imagino al jurado revisando el manuscrito: «¿Cómo? Por fin una mujer se atreve a escribir sin pelos en la lengua, como los hombres. ¡Viva el feminismo!». ¡Cómo se quedarían al descubrir el pastel! Pues Carmen Mola son, como todos sabemos: Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz, quienes con anterioridad habían publicado la trilogía de La novia gitana.


Del otro lado, los escritores, pudieron indicar todo lo contrario: «¡Jaque mate a todas las feministas! En una sociedad casposa, está mal visto que la pluma femenina sea tan minuciosa como depravada».


Carmen Mola es la bestia de las bestias porque en un solo cuerpo reúne tres cabezas pensantes. Hay que reconocer que, el folletín, tiene gancho. ¿Quién sabe si en la próxima edición será un solo cerebro con dos ovarios quien obtenga el trofeo, incluso sin ser guionista o presentadora/or de televisión?


 

©Anna Genovés

20 de marzo de 2022