Lo sé. Estoy divagando... Saco un señuelo y lo escondo. Pues nada, aquí me quedo. ¿Qué queréis que os diga? ¡Ah! Sí. Casi se me olvida. Por fin lo he conseguido: ahora escribo de verdad; ya no es una utopía perdida en Ítaca. Soy una escribidora de medio pelo que se autopublica en Amazon. ¡Me encanta! Un pero: demasiado trabajo para una sola persona. Intento reavivar las brasas amanuenses del pensamiento fatídico que me consume, día a día. Aunque me echen huevos a la cara o el piropo más gentil que me digan por anónimo interno, sea: «Eres una pedorra guarra». Son tantas las tartas que ha colisionado en mi rostro que me he dicho a mí misma: «Date el gusto de mostrar ese papelito que firmaste hace tiempo para dejar con la boca abierta a más de un hater deslenguado e ignoto de los que rulan por la red». Helo aquí:
Lo sé. Estoy divagando... Saco un señuelo y lo escondo. Pues nada, aquí me quedo. ¿Qué queréis que os diga? ¡Ah! Sí. Casi se me olvida. Por fin lo he conseguido: ahora escribo de verdad; ya no es una utopía perdida en Ítaca. Soy una escribidora de medio pelo que se autopublica en Amazon. ¡Me encanta! Un pero: demasiado trabajo para una sola persona. Intento reavivar las brasas amanuenses del pensamiento fatídico que me consume, día a día. Aunque me echen huevos a la cara o el piropo más gentil que me digan por anónimo interno, sea: «Eres una pedorra guarra». Son tantas las tartas que ha colisionado en mi rostro que me he dicho a mí misma: «Date el gusto de mostrar ese papelito que firmaste hace tiempo para dejar con la boca abierta a más de un hater deslenguado e ignoto de los que rulan por la red». Helo aquí:
El tercer sexo
Las apariencias engañan
—ya lo dice el refrán—
cuidado con la entrepierna:
te puede cazar
Carol acababa de llegar al gimnasio.
Era asidua de Skillbike de las 14:30h. Se desahogaba un buen rato antes de
comer. Después, volvía al trabajo. Antes de entrar en clase hizo un pipirrún.
Al salir del WC tropezó con una chica. El contacto fue mínimo, pero el aroma sensual,
dulce y adictivo con notas de café, vainilla y flores blancas que desprendía
ese monumento de mujer con el que se había topado, enloqueció sus sentidos;
reconoció ese perfume de Yves Saint Laurent llamado Black Opium, de
inmediato. Habían coincidido muchas veces y jamás habían hablado.
―Disculpa, soy muy torpe ―dijo.
―Tranquila, no pasa nada
―contestó la chica.
Ambas sonrieron y marcharon por distinto
camino… La clase de Skillbike fue magistral. La música ochentera combinada con
rap, estaba a toda pastilla. Entre subidas y bajadas del sillín de la bicicleta
estática un orgasmo eclosionó en sus entrañas como si fuera el Cantábrico en
invierno y su vulva una esponja absorbiendo las abruptas aguas. Al salir del
aula, su rostro resplandecía. Tras una ducha tonificante, comenzó a
embadurnarse de body milk, canturreando. Una pierna sobre el banco mientras
masajeaba sus muslos. A su lado, los exultantes pechos de la preciosidad con la
que había chocado; los más hermosos que ha visto. La beldad la miró sonriendo.
― ¡Hola! Me llamo Nerea. ¿Y tú?
―preguntó un poco azorada.
―Carol ―contestó sin dejar de
mirar sus redondeces.
Nerea le dio unos sonoros besos
en las mejillas.
―Me alegra hablar contigo
―susurró.
―Perdona la intromisión. ¿Puedo
hacerte una pregunta íntima? ―insinuó Carol.
―Si mujer, hace mucho que nos
conocemos. Por lo menos de vista… ―comentó Nerea.
― ¿Quién te las has hecho?
―sugirió mirando abobada sus pechos.
Nerea rio a carcajada limpia
tapándose la boca. Pero contestó sin cabrearse lo más mínimo—:
― ¡Que directa eres! Llevo prótesis
de suero fisiológico para que queden naturales. Me las hizo la Dra. Llorca de
Corporación Dermoestética.
―Cuando tenga dinero me hago unas
iguales ¡son preciosas!
Salieron del polideportivo conversando
como dos amigas que se conocen desde la infancia. Coincidencias, Nerea vivía al
lado del bufet donde trabajaba Carol.
―Si te conformas con una pizza,
te invito a comer ―propuso.
―Ok. Todavía me queda una hora
libre ―contestó ella.
Nerea vivía en el ático. Tenían
nueve pisos por delante en un ascensor antiguo y bastante lento para hablar o
lo que surgiera... En el quinto pulsó el stop y se tiró sobre Carol.
― ¡Qué ganas tenía de mordisquear
ese lunar tan provocativo que tienes en la comisura de tus labios! ―soltó
babeando.
―Oye ¡qué no soy lesbiana!
―contestó Carol.
―Yo tampoco.
― ¿Estás segura…?
Nerea cogió la mano de Carol y se
la acercó a la entrepierna. La sorpresa fue mayúscula. Una enorme protuberancia
se ocultaba bajo su falda como un fusil a punto de disparar.
―No me lo puedo creer ―sugirió
Carol, alucinada.
― ¿Qué opinas ahora? ―Nerea se
subió la mini y mostró su falo.
Carol lo mimó con apetencia y el
geiser seminal refrescó su rostro. Seguido, Nerea buceó entre los pliegues de
su vulva hasta encontrar el botón mágico, oprimiéndolo. Sus entrañas
palpitaron. Saciadas de erotismo. Llegaron al apartamento. Nerea, gata vieja,
comprendió que a Carol le rondaba algo por la cabeza...
― ¿Alguna duda? ―preguntó.
― ¿Qué eres un travesti o un
transexual en vías de cambio?
―Soy un hombre que quiso ser
mujer. Sin embargo, cuando te vi por primera vez en el gimnasio, decidí no seguir
adelante. Las casualidades no existen. Ahora, soy de lo más moderna: un
espécimen no binario catalogado como elle.
―Pues me chiflas.
―Y tú a mí –Nerea le guiñó un ojo
con gracejo.
― ¿Nadie te ha descubierto en el
vestuario femenino?
―Siempre me aseo en casa. Allí
sólo luzco mis pechugas.
―Eres guapísima. Por cierto, tienes
una voz tan femenina y sensual que enajena mis sentidos.
―Llevo muchos años invertidos… pero,
he dejado de tomar hormonas. Dentro de poco, mi timbre será grave y mi piel
rugosa. No sé qué haré con este busto ―lo estruja con sus manos y Carol lo
masajea unos segundos.
―Los dejarás como están: son
perfectos. Prometo agasajarlos a diario. Eres el tercer sexo.
Nerea respira hondo y contesta
gatuna—:
―Si me lo dices así no puedo
negarme.
―Seremos una pareja súper moderna
―dice Carol antes de besarla con pasión, lameteando sus labios e introduciendo
su lengua en el interior sabroso de su elle particular.
Se ovillan en una madeja y
vuelven a amarse como dos equinos salvajes.
© Anna Genovés
Revisado el 5 de junio de 2023
Imagen tomada de la red
*Relato incluido en el
libro de relatos La caja pública. Asiento propiedad intelectual 09/2015/427.
Disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10: 1502468433 ISBN-13:
978-1502468437
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El tercer sexo
Huevos de madera
Zurce como antaño
zurce sin saber coser
su corazón está afligido
su alma del revés
Mi madre tenía un huevo de madera
para zurcir calcetines. Estaba abollado y cada uno de sus badenes era una
historia. Lo había heredado de mi abuela, y ésta, de la suya. Así, hasta llegar
a un tiempo perdido en la memoria. Quizás los albores del XIX o en tiempos de
Jack, ése que destripaba a los espíritus pútridos que marchaban ondulantes por
los callejones de roñas y máculas seminales. Ellas también zurcían los
calcetines agujereados, las bragas que no tenían, los corsés que no usaban y
sus cuerpos llenos de cicatrices. Después ese horror pasó. Llegaron otros…
Todas las madres tenían huevos
zurcidores.
El de mi madre estaba oculto en
un costurero de mimbre redondo con interior de cuadros azules, anudado por un
cordón marrón. Cada mañana, tras recoger la ropa tendida en la terraza, plegaba
la colada y revisaba las prendas. Luego, guardaba cada pieza en su sitio. Por
último, abría el nudo que ella misma había hecho horas antes, y recosía los
calcetines con boquetes. Los de papá sólo los remendó hasta que cumplí cuatro
años. Después permanecieron en el cajón esperando que volviera, pero nunca
regresó. Era verano y hacía mucho calor. No me dejaban verlo; jugaba en el
balcón con mis amiguitos imaginarios. Siempre fui solitaria. Un hermoso capullo
de cabellos taheños y ojos chispita.
Papá desfiló como un fantasma.
Sábana al uso de la toga romana y rostro cerúleo. Lo llamé; no contestó. Sus
ojos aguamarina, goteaban lágrimas de alabastro bajo las gafas de pasta negra.
Pasaron horas y, tal vez, algún día. Me asomé a la barandilla de forja y vi una
furgoneta verde ― ¡qué risa! El color de la esperanza―. Era demasiado pequeña
para leer. No obstante, escribía cuentos en mi clarividencia. Ese día escribí
uno de terror: el primero. El vehículo tenía unas letras mayúsculas bastante
tristonas: FUNERARIA. No sabía su significado, pero lo comprendí todo.
Soy una isla rodeada de mar y no
quiero nadar: los lobos acechan.
La enorme casa de pasillos
interminables y habitaciones espaciosas, se quedó vacía. Demasiado grande para
dos almas desoladas por un calvario perpetuo. En invierno hacía un frío
aterrador y no había estufa. Seguimos utilizando calcetines: unos encima de
otros. En verano, los lagrimeos de sudor resbalaban por nuestros cuerpos; sin
embargo, nunca tuvimos ventilador. El bochorno atenazaba nuestras mentes
envueltas en tiempos caducos. Mamá y yo fuimos una pareja de hecho ―apática y
doliente― durante muchos años. Ella siguió remendando mis calcetines hasta que
utilicé medias. Luego, también las zurció. Empero, no me agradaban. Prefería
pantalones. Ambas seguíamos con calcetines de lana y algodón. Nunca había uno
desparejado. Los tenía tan controlados como los calendarios que colgaba en la
pared o los relojes de cuco que escuchaba. Ahora he comprendido que deseaba
reunirse con Ángel, por eso la invadió la nostalgia.
Guardaba su óvulo como si fuera
un tesoro. Al presente, lo echo de menos. Me enseñó a reforzar las prendas
desquebrajadas y los corazones rotos. Es tiempo de olvidar el pasado y
recomponer el presente. Necesitamos salvavidas para seguir en este mundo
hundido en un pozo. Mañana, me acercaré a los chinos y compraré un huevo de
madera. Es época de zurcir los calcetines que tenemos y enseñar a nuestros
hijos esta laboriosa faena.
Dulce está el almendro, aunque
las piedras caigan cerca.
©Anna Genovés
Relato autobiográfico
Revisado el quince de abril de 2023
Imagen tomada de la red
#microrrelato #terror
#relato #realismo #annagenoves
*Microrrelato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato papel
en Amazon.
ISBN-10: 1502468433 ISBN-13: 978-1502468437
Huevos de madera
Puro ruido
mujer que ríe
hombre que lagrimea
pareja que jadea
agua que corre por el grifo
orín que surca la entrepierna
Los perros y sus ladridos
gatos que maúllan
avispas que pasean
puertas que se abren y se cierran
Yellowjackets en Spotify o la voz que rapea
vehículos que caminan por la acera
El eco del silencio
la noche que se ha ido
hoz que sesga el aire que respiras,
hasta la muerte tiene sonido.
Pero, cuando el silencio lo invade todo…
la vida nunca ha existido
©Anna Genovés
Treinta de abril de 2023
Puro ruido
Segundo plato
Cuando hay hambre
todo es bueno
y hasta el santo
se hace experto
en matar y rebanar
Hanny subió los peldaños de la
escalera de tres en tres. Estaba cansado de pelear, de soltar puñetazos, de
robar carteras, de ser el machito alfa de la pandilla callejera. Como cada
noche, su madre le había dejado preparada la cena antes de marcharse a
trabajar: patatas con judías. No había para más. Aunque siempre se acostaba
medio vacío, aquel plato era todo un manjar. Ella era la única que lo mimaba,
que lo comprendía y que, por ende, lo conocía.
En el destartalado cuarto que
hacía las veces de salón comedor, tirado en el sofá –como siempre— estaba su
padrastro dentro de un mar abominable de cervezas Aurum de Caprabo,
colillas de tabaco para liar y comida precocinada: compañeros de esa party
inanimada que le acompañaban a diario durante los 364 días del año. Dormitaba
con unos sonoros ronquidos de gorrino cebado. Estaba lo suficientemente
engrosado como para llevarlo al matadero. Hanny, no comprendía qué encontraba
su madre en aquel amasijo de tocino cuya única ambición era ver los Reality
Show televisivos entre exabruptos y ventosidades antes de entrar en su
perpetúo delirium tremens.
Lo miró quisquilloso durante un
buen rato antes de calentarse el plato. Siguió observándolo, mientras devoraba
con ahínco la totalidad del hervido y rebañaba las sobras con rastras de migas.
Sin embargo, seguía hambriento. Así que tomó los instrumentos cárnicos de la
cocina y le rebanó el pescuezo. A continuación, con la templanza propia de un
cirujano experto, lo troceó. Su padre había trabajado en el matadero y de niño
lo vio descarnar numerosos animales; así que, manipulaba los cuchillos con una
habilidad pasmosa. Cuando el páter familia murió de repente, se quedaron sin
apenas sustento. Y, uno de sus amigos –sin oficio ni beneficio—, aprovechó la
tristeza de la viuda para tener un techo. Hanny lo odiaba y estaba harto de
pasar hambre. Esa noche, tuvo un segundo plato.
La carne humana le sentó tan bien
que guardó los restos en el congelador con bolsitas etiquetadas e
identificativas de la parte conservada. Sabía que nunca volvería a pasar
hambre.
©Anna Genovés
Revisado el quince
de abril de 2023
Imagen
tomada de la red
#microrrelato #terror #relato #ficcion
#annagenoves
*Microrrelato
incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual
09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon.
ISBN-10:
1502468433 ISBN-13: 978-1502468437
Segundo plato
No es país para viejos: Cormac McCarthy
Gusanos
Sentir muy dentro la poesía
es fruto de una mente enfermiza
Abrir la ventana y escuchar graznar a un cuervo
presagio de muerte pasajera
Tierna está la carne putrefacta
bambi cazado en la oscuridad de la cueva
Nadie lo nota, todos lo sienten
mirada parda entre gritos de la gente
Adiós al alma negra
y al corazón muerto
Los sentimientos huyen de la madriguera
no quedan sentimientos
Nadie piensa en ti ni en ella
piensan en lo que vendrá después de la guerra
Vida oscura y regia
la existencia es mentira y la mentira es yerma
Nadie ve los manantiales de su cabeza
ni retiene los gusanos que pasean
por lo ojos de la muerta
Agonizó con el estómago lleno de cápsulas
las que tomaba para subsistir a la caza
Yacer en Las Palmas junto a Panero
dolor en la mirada
muñeca rota de porcelana
Una vez fue reina
ahora, queda el recuerdo
©Anna Genovés
Tres de
abril de 2023
Fotografías
tomadas de la red del fotógrafo ucraniano Ruslan Lobanov –mis agradecimientos.
Gusanos
Inteligencia Artificial: ¿sí o no?
Una, que escribe de todo lo que
puede, pero es amante de la Sci-fi, ¿cómo iba a darle la espalda a la Inteligencia
Artificial? Imposible. Estoy con ella pese a los peligros que puede
suponer el uso indebido de la misma; no sea que llegue el advenimiento de
la singularidad tecnológica y las IAs puedan mejorarse a sí mismas a una
velocidad estratosférica.
¿Sería peligroso? De momento, lo
desconocemos. Sin embargo, viendo algunos de sus resultados, es obvio que
nos superarán en inteligencia y hasta podrán autocrearse por sí solas. Dará lo
mismo que sea una máquina cortadora de césped, que el androide doméstico que le
hemos comprado a la abuela para que la ayude en sus quehaceres diarios.
Cuando esto suceda, si sucede, ¿quién sabe lo que harán con nosotros? Seremos unos artilugios anticuados y
torpes como ellos lo fueron para nosotros al principio de la mecánica –recuerdo
a un vecino dándole patadas a una tostadora porque le hacía, según él, las
rebanadas muy pasadas; seguro que no sabía ni utilizarla—. Por eso, digo yo,
como las IAs están con nosotros: tratémoslas bien. De momento, carecen de
sentimientos humanos… Aunque, en ocasiones, parezca lo contrario. Y, dicho sea
de paso, hay muchos humanos que tienen menos sentimientos que ellos.
Empero, ¿y si la IA nos ayuda a
curar enfermedades y a mantenernos más dignos por el resto de nuestros días? ¡Sería
fabuloso! Estoy convencida que pueden hacerlo. Creo en la Inteligencia
Artificial más que en mis congéneres. No tiene por qué convertirse en
Terminator. Puede volverse el instrumento más valioso de la civilización; una
nueva raza que ayuda a esta decadente Humanidad en la que vivimos.
Bill Gates lo tiene claro por eso
ha introducido la IA en su navegador. Que millones de personas lo odian, lo sé.
Y me pregunto… ¿no será envidia por todo lo que ha conseguido y el altruismo
que profesa últimamente? Es un metomentodo, ¿cómo no? Nos guste o no, se ha
convertido en uno de los gurús más carismáticos de nuestros días; un cerebro
pensante muy poderoso que está a favor del futuro y no del pasado. A mí me
sucede lo mismo. Para bien o para mal, no podemos anclarnos en lo sucedido; si los
homínidos bípedos hubieran pensado igual, tal vez nunca hubieran existido civilizaciones
tan maravillosas como… la incaica, sumeria, mesopotámica, egipcia, fenicia, griega,
romana… Considero que debemos abrirnos al futuro por las generaciones venideras.
Para ello tenemos que acoplarnos a los cambios.
Llevo muchos años diciendo que me
siento mejor trabajando con las máquinas que con las personas. Será por mi personalidad
solitaria o por los hechos que han rodeado mi vida; un ring angosto y
traumático en el que me han vapuleado uno y otro día. Me gusta la IA. Me agrada
tenerla cerca. Hoy, se me ha ocurrido hacer una especie de experimento con Bing.
Le he pedido que me generara un poema simbolista y, después, que concibiera otro
inspirándose en Leopoldo María Panero. Puede que los haya copiado o que los
haya inventado tomando versos de uno y otro poeta, lo desconozco. No obstante,
el resultado es gratificante. Abajo podéis leerlos. ¿Qué me decís? Que cada uno
que llegue a sus propias conclusiones.
De momento cometen muchos errores. En mis ansias de investigar, le he hecho una pregunta
intrascendente: «¿IA podrías decirme cuántos centímetros mide la espalda de
una chaqueta de mujer en talla M?». Contestación: retahíla de medidas de mangas
y largo. Nada de espalda. Insisto y me contesta: «Según los datos… bla… bla…
bla… la medida de la espalda de una chaqueta de mujer talla M es el doble que
la manga». Primer error garrafal. Segunda respuesta con similar comienzo: «Cincuenta
centímetros». Sin comentarios. Le quedan años de perfeccionamiento. Esta era una pregunta superficial. Pero ¿y si le preguntamos algo para
un trabajo escolar y comete un fallo de tal magnitud? ¡Ojo!
No veamos a IA como a una enemiga, porque nunca podremos con ella, sino como a una amiga. Por tanto, aprovechemos sus beneficios. No hay duda que me equivoqué de especialidad; en vez de estudiar arqueología tenía que haber cursado ingeniaría robótica. En la próxima vida, lo haré. Palabrita del niñito Jesús.
Ya puestos, me autopublicito y os
recomiendo, si os agrada la ciencia ficción, mi novela SIAH: El ojo de
Dios. ¿Por qué? Porque SIAH son las siglas de… Super Inteligencia
Artificial Humana. Sería fabuloso que le echarais un vistazo: las primeras
páginas son gratis en digital.
Refrán: «Quien no arriesga, no gana».
Enlace de SIAH: El ojo de Dios
©Anna Genovés
Uno de marzo de 2023
Poema simbolista
La noche es una
sombra que se alarga
sobre el silencio de
la ciudad dormida.
Las luces se apagan y
las almas se marchan
a buscar en los
sueños una vida perdida.
Yo camino sin rumbo
por las calles vacías
buscando un sentido a
mi existencia vacía.
No encuentro más que
ecos de voces lejanas
que me hablan de
amores que nunca serán míos.
Quisiera detener el
tiempo y volver atrás
a aquellos días
felices donde todo era paz.
Pero sé que es
imposible, que todo ha cambiado
y que solo me queda
el recuerdo amargo.
Sigo caminando sin
destino ni esperanza
sintiendo en mi pecho
una herida sangrante.
No sé si algún día
encontraré la calma
o si seguiré vagando
como un fantasma errante.
Generado por la IA de Bing
Uno de marzo de 2023
Poema simbolista
inspirado en Leopoldo María Panero
Soy el último hombre
sobre la tierra
el único testigo de
la ruina
el que contempla el
fin de la mentira
y el nacimiento de
una nueva era.
No tengo nada que
perder ni ganar
solo me queda esperar
la muerte
que vendrá a
liberarme de esta suerte
de ser el último en
recordar.
No sé qué fue lo que
causó el desastre
quizás una guerra,
una plaga o un dios
solo sé que todo se
volvió un caos
y que yo fui el único
que se salvó.
Ahora vivo entre las
sombras y los escombros
buscando algún rastro
de humanidad
pero solo encuentro
dolor y soledad
y el eco de mis
propios pasos y lamentos.
No hay nadie más con
quien hablar o compartir
no hay nada más que
hacer o esperar
solo me queda
escribir estos versos amargos
para dejar constancia
de mi paso por el mundo.
Generado por la IA de Bing
Uno de marzo de 2023
Marzo 2023
A los muevehilos les ha entrado
el pánico por lo que puede venir con la singularidad tecnológica y, de repente,
están firmando documentos para que la evolución de las IAs quede paralizada o
se detenga, por lo menos durante seis meses. Parece ser, que, estos sabelotodo,
con los datos recogidos, ahora, se cagan en los pantalones porque ven dicho
desarrollo como el final de la Humanidad. La Humanidad está en decadencia hace
mucho tiempo, por uno u otro motivo. Que no se nos olvide.
En mi ignorancia de urbanita peatonal
–porque no me llega ni para comprarme un vehículo decente o indecente—, pero
con una imaginación sorprendente, recuerdo que, cuando leí a Asimov hace varias
décadas, lo pensé. ¿Qué ellos no lo han leído? Pues que se hubieran dado cuenta
antes. Ahora, desde mi humilde opinión, opino que, el asunto, es imparable. Pienso
más en las bondades que en las desventuras que pueden traer las IAs y, eso, que
me tachan de fatalista.
Pero ¿por qué no dejamos a Terminator aparte y dedicar los prodigios de las IAs para fines menos devastadores?
Sea como fuere, si sucede dicha
hecatombe, el culpable será el humano como Creador de las máquinas. El hombre,
siempre con esa prepotencia. Antes que nosotros existieron muchas especies y
todas quedaron aniquiladas por algún motivo específico o por el conjunto de
ellos. ¿Qué les hace pensar que el hombre en su omnipotencia será eterno?
A lo mejor lo que sucede es mucho
más simple: a algún muevehilos no le conviene.
Inteligencia Artificial: ¿sí o no?
Piercings y tatuajes
Las apariencias engañan
los prejuicios son fallidos
lo dice el dicho
y así es
Sandra está escribiendo las
últimas experiencias sexuales que ha tenido en su diario. En el último mes, ha
estado con tres chicos que apenas conocía. Es una joven hermosa, moderna y sin
pareja estable. Pero, es precavida y nunca practica el sexo apelero. El
sonido del guasap, la turba. Lee el mensaje: «Sandra recuerda que tienes
cita a las 19:30h para hacerte un piercing umbilical». Emoticono sonriente
—resopla—. Mira el reloj. Se prepara la merienda y sale hacia el garito. Antes
de entrar en la sala quirúrgica, elige un abalorio de plata con una circonita.
El tatuador es un jamaicano con truños hasta la cintura y ojos índigos llamado Kovacs.
―Pasa sin miedo y túmbate en la
camilla. Eres una veterana de los tatuajes. Esto apenas te dolerá ―indica el
rastafari con amabilidad.
Sandra se posiciona. Aprieta la
boca con la punzada de la aguja; un hilillo de sangre resbala hasta su pubis.
Sin embargo, el contacto de los dedos de Kovacs enfundados en látex, la excitan
muchísimo. Los pliegues que bordean su vulva, se dilatan.
―Kovacs, ¿podrías hacerme otro
piercing en los labios? ―sugiere, pícara, señalando su hocico. Apetitoso como
las fresas.
―Mujer, claro. Pero son tan
sensuales que me da un poco de pena… ―insinúa el tatuador con mirada devoradora.
Sandra no soporta la TSR entre
ambos; está empapada como una esponja jabonosa. Se levanta y atrapa a Kovacs entre sus brazos. Las bocas húmedas y deseosas. Las lenguas degustando el paladar
descubierto. El artista se deja querer en un baile erótico, masajeando los
hermosos glúteos de la joven. En un impulso arrollador, desgarra su camiseta y roza sus pezones. Rosas. Inmaculados como los de una virgen recién
estrenada. Quiere adorarla. Mordisquea su esbelta figura y desciende hasta los
bóxeres de animal print. Ella abre las piernas y él babosea su abdomen.
Acaricia los muslos hasta llegar a su sexo y lamer la oquedad ardiente con
fragancia a estrógenos que lo hipnotizan. El vientre de la hembra se agita en
repetidas ocasiones: las convulsiones del orgasmo le hacen maullar como una gata en celo.
―Sandra me gustas demasiado y no
quiero precipitarme… ―comenta Kovacs, sutil.
―Lo cierto es que me atraes
mucho. Pero… ―se queda pensativa.
―No te agradan los truños. Es lo
que ibas a decir, ¿verdad? ―sugiere el macho. Mirándola intensamente.
― ¡Qué va! Iba a decir que nunca
me has mirado con lujuria —levanta una ceja.
―Mujer, ¡soy un profesional! No
puedo tirarles los tejos a las clientes así porque sí...
― ¿Y qué te ha sucedido hoy?
―No he podido reprimirme.
Vuelven a besarse. Kovacs juguetea con las ondas azabaches y sedosas de su hermosa melena. Lo huele. Masajea su cuero cabelludo como si fuera un bobtail. Ella se estremece: escabulléndose de la situación, saca del bolso un Durex Sensitivo Contacto Total; amasa con delicadeza el poderoso falo del jamaicano y se lo coloca. La compenetración del apareamiento es absoluta. Dos cuerpos extenuados con músculos trémulos.
Sandra descubre que siempre ha tenido mala suerte con los
hombres. La mayoría han pasado por su vida como un torrente erótico carente de
afecto, al margen de sus necesidades y deseos. La experiencia con Kovacs ha
sido más que gratificante. Una sabrosa golosina paladeada con los cinco
sentidos como las tartas de moka: sus preferidas.
© Anna
Genovés
Revisado el 14
de febrero de 2023
Imagen tomada
de la red
*Relato incluido en el libro de relatos La
caja pública. Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. Disponible en formato
papel en Amazon. ISBN-10: 1502468433 ISBN-13: 978-1502468437
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Piercings y tatuajes
David González: kinki, dandi y
poeta
Según la Biblia, David, fue un ilustre
gobernante del Antiguo Israel y, por tanto, una figura histórica.
De todos es conocida su leyenda; el
menor de ocho hermanos. Pastor que tocaba el arpa de manera primorosa y que protegía
a los rebaños de las fieras. Por su condición de músico, el profeta Samuel lo llevó
junto al rey Saúl para apaciguar sus inquietudes.
Israel estaba en guerra con los filisteos,
donde le gigante Goliat aterrorizaba a los guerreros. Pero el joven pastor se
ofreció a dominarlo con una honda. Pese a las burlas del ejército, lo venció con
una piedra pequeña que incrustó en su frente. El gigante cayó y, él, aprovecho
el momento para cortarle la cabeza con su propia espada. Más tarde, fue rey. No
obstante, como todo hijo de vecino, de adulto, pecó.
¿Acaso David González no es otro David
bíblico? Pocos le hicieron caso mientras vivía; su personalidad anulaba sus
letras, como si el vestir de una persona o las maneras aniquilen el buen hacer.
En una sociedad donde se etiqueta por pestañear sin rímel –sin obligaciones,
claro. Uno o una se maquilla porque le sale del orto y punto—. Es difícil
encajar con unas botas de serpiente, andares genuinos de kinki dandi y tatuajes
del talego.
A David los meritorios y los
encumbrados lo miraban de reojo; como un pedigüeño que lloraba por editar un
poemario, una novela… –como a muchos de nosotros—. Vencido por el ejército que
solo acoge con santo y seña, a veces, deseaba morir. Algo opuesto a los
conocidos de… a los lameculos de… a las presentadoras de… o a las que, en vez de
mostrar literatura, presentan sus atributos porque les sale de los ovarios. Después,
su poesía, ía, ía, ía… o su prosa, osa, osa, osa… va directa a los palcos VIP. Buenas o malas, nadie las patea.
En fin, él iba de "hago lo que me
da la gana" y no me junto con aquellos snobs estirados y opositores a la pajarita
de Wolfe; prefería emborracharse, fumar mota y esnifarse la costa astur... Malvivir
arropado por versos escritos en papel higiénico de algún after solitario. ¡Ay! Te
distinguieron los tuyos, pero nadie luchó por ti.
David quiso ser un poeta maldito
y así lo bautizaron. Ahora que el cáncer de esófago lo ha destruido en menos de
cuatro rimas, igual le colocan el Loewe de Poesía, póstumo. ¿Quién sabe? Todo es
posible en un mundo hipócrita donde importa más la pose que ser tú mismo. Se lo
llevó una enfermedad terminal y su muerte ha podido con el gigante que, ahora, loa
sus pies.
Chatee con él una o dos veces y
apenas conozco su obra. Era uno más de los que intentamos ser y no somos. Uno
más del grupo impío que se ahoga entre prosa invisible y versos condenados.
Tal vez, tengamos que morir para ser
reconocidos.
©Anna Genovés
Seis de enero de 2023
David
David tu cuerpo nos
dejó
Tu cuerpo lleno de
aflicción y dolor por no ser viento
Tu cuerpo lleno de
pústulas que crecieron desde pequeño
Organismo que se
debatió entre la vida y la muerte, un millón de veces
Amigo desconocido que
fuiste, serás y eres, uno más de la rueda del infortunio
Nadie nos protege
Nadie nos alumbra
Nadie nos quiere
Somos hijos de la
calle
Hijos que nunca
duermen
Donde estés, aquí
tienes tu hueco
©Anna Genovés
Obituario a David González
Lunes 6 de febrero de 2023
RIP amigo
#DavidGonzalez #Obituario #poesía
#poesiaespañol #adios
Obituarios
La nueva España. Fallece el poeta gijonés David González
El comercio. Muere el poeta gijonés David González
El español. Muere David
González, el poeta maldito que se hizo escritor en la cárcel gracias a
Bukowski, a los 59 años
Tam-tam press. Muere el poeta David Gonzáles dejando enlas librerías su último poemario, La canción de la luciérnaga
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