SIAH. El 👁 de Dios ¡Gratis!

 

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Siah. Una jumper joven, feminista, realista y avanzada a su tiempo que os llevará por caminos inolvidables y repletos de fantasía. Una novela de sci-fi que os hará disfrutar durante muchos días…



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Detalles del producto

ASIN: B08NC3HFHZ

Editorial: Anna Genovés; N.º 1 edición (11 noviembre 2020)

Idioma: español

Tamaño del archivo: 1963 KB

Texto a voz: Activado

Lector de pantalla: Compatibles

Tipografía mejorada: Activado

Longitud de impresión: 446 páginas

Números de página - ISBN de origen: B08NDZ2S51

 


Clasificación en los más vendidos de Amazon - sábado nueve de diciembre 2021

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nº75 en Literatura y Ciencia ficción (Libros)

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Reseñas de escritores


Joseph Berna –maestro del Pulp— dice de SIAH. El 👁 de Dios




 

Detalle de Aurea-Vicenta González –escritora.






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Ranking de ventas - domingo diez de diciembre de 2021





Sinopsis

Dioses antiguos, enigmas del pasado, héroes y villanos del Antiguo Testamento y personajes ficticios se dan cita en esta narración estructurada en tres libros: Origen, conocimiento y trasposición, donde la historia se torna ciencia ficción y convierte el presente en el escenario central de un multiverso cuántico.

 

Siah es una niña de ascendencia hebrea que vive en Carabanchel y crece rodeada de delincuencia. Precoz, inteligente y descreída, posee un sixth sense que la perturba y la arrastra a la drogadicción. Convertida en politóxica sus visiones se transforman en pesadillas enigmáticas que la empujarán al precipicio. Su vida dará un giro radical gracias a la ayuda económica de su familia. En su nuevo hogar emprenderá una vida completamente distinta en la que retoma los estudios y se inhibe de los perjuicios que conlleva ser lesbiana.

 

Tras una década de lucha, logra licenciarse en filología hebrea y se desplaza a Israel para terminar su tesis doctoral. En Tel-Aviv, Doron Leví –hermano de su tutora y jefe de la mayoría de excavaciones del país—, le propone trasladarse a Jerusalén para trabajar a su lado como traductora de lenguas muertas. Los primeros manuscritos que caen en sus manos, despiertan su yo interno. Hecho que desarrolla sus capacidades perceptivas y la trasportan a las escenas que visualiza.

 

A medida que se adentra en su trabajo asimilará su condición de jumper. Desde ese instante, descifrará papiros antiquísimos y vivirá en primera persona distintos pasajes del AT en el que personajes del linaje davídico le revelarán diferentes enigmas del pasado. Su existencia se convertirá en una duplicidad simultánea en el que el tiempo desaparece y cuya finalidad será conocer la verdadera naturaleza de Dios y el porqué de su existencia.

 




La cárcel se abrió y los presos se amotinaron

 

Al principio de las restricciones en Valencia, recuerdo haberle dicho a mi esposo que tantas limitaciones traerían sus consecuencias. «Eres una pesimista de narices. Al final, te contratará tu admirada Margarita del Vall para que le lleves lo cafés». Me soltó sin cortarse ni un duro. Así que no volví a decirle nada al respecto, pero seguí cavilando lo que me dio la gana.


Para mí, lo más importante en la vida es la libertad –la salud y etcétera… son sagrados y no cuentan—. Con las prohibiciones impuestas en mi comunidad, tuvimos menos libertad que los encarcelados del Procés. Eso no podía acabar bien.


No obstante, al día siguiente, los medios de comunicación volvían a ensalzar los métodos del ejecutivo valenciano porque nuestra IA bajaba y bajaba. Ciertamente, estuvimos durante varias semanas, en el Edén. ¡Ah! Pero resulta que este magnífico paraíso también tenía manzanas apetecibles y víboras pecadoras.


España con IA que sobrepasaba los 100. Valencia 31. Una, hasta las narices de tanta falacia. ¿No se da cuen qué vivimos una realidad virtual? En algún momento esto explotará como un grano purulento en un rostro acneico, pensaba. Lo que baja, después sube y viceversa le comenté a una vecina. «Chica no. Lo peor ya ha pasado y seguimos bien. Eso es lo importante». Me dijo.


Yo con cara de póker, pensé, «O cambio el discurso o me quedo más sola de lo que estoy desde… desde que nací. ¡Qué narices! Soy una solitaria empedernida». Tal vez, por este motivo, en mi calidad de antropóloga amateur, veo el conjunto de la humanidad sin fijarme en los detalles. Y, ese todo de mi universo, se adelanta a los acontecimientos. Aun así, me hice el firme propósito de ponerme la máscara favorita de esta sociedad del bienestar venida a menos: la hipócrita. Y, cuando, hablo con alguien solo digo—: “Todo va de maravilla”. Aunque vea las orejas del lobo y lo que está por venir.


Y, llegó, la hora de bailar el cancán cogidos del brazo y sin mascarilla. El 21 de mayo nuestro meritorio presidente dijo como un tenor desde la Ópera del Real que las mascarillas pasaban a no ser obligatorias en la calle. ¡Olé! ¡Olé! Y ¡olé! Que felices todos y todas enseñando nuestros morros con dientes blancos de sonrisas Profidén.


El anuncio fue tan apetecible como la manzana de Eva: a babear chicos. ¡Yupi, yupi, hey! Ya no hace falta que llevemos cubrebocas en la boca, aunque sigue siendo necesario tener una a mano. El dónde ya es cosa de cada uno. Nos la ponemos en la muñeca, en el codo, en la barbilla, en el pantalón o donde haga falta, cualquier sitito es guay con tal de que no sea en la cara.


¡Qué cerriles somos! Que cada uno la lleve donde le dé la gana, sí. Siempre que mantenga la distancia de seguridad: eso es lo verdaderamente importante. A mí no me tienen que decir las cosas dos veces, ni ahora que soy talludita ni cuando tenía veinte años y soñaba con ser la más guapa del barrio. Metro y medio entre personas que el bicho sigue suelto… y todos no estamos vacunados. Si es imposible mantener esa distancia, ¡joder! ¡No seamos burros! Llevémosla donde manda. No es un complemento de moda es una protección. ¿Qué más da un mes arriba o un mes abajo si con ella nos va la vida?


Ante ayer, una amiga –médico de Urgencias en Navarra— me comentó que no hay remedio. Y, hoy, otra que vive en Bruselas, me ha dicho que no puede venir porque España vuelve a estar en rojo. Hasta Francia nos ha vetado y no recomienda viajar a la península ibérica.


Ocho de julio, mi comunidad –que por otro lado tenía montados los tinglados del turismo a tope en verano y del pegote de Fallas por septiembre, como es natural para ver si la economía dejaba de desfallecer un poco—, tiene una IA de 262 y sigue en alza. Rozando el riesgo extremo. El Consell habla de volver a ciertas restricciones: fuera ocio nocturno, prohibido venta de alcohol a partir de la 20:00h, cierre de algunas playas en horas conflictivas, toque de queda en los municipios con mayor incidencia.


Hace unas horas, quedó retratado el asunto en la mismísima Gran Vía de Fernando el Católico de mi ciudad. Llevaba el carro de la compra a rebosar y me senté a descansar en un banco. Por aquí y por allá otras personas distanciadas. Y, de repente, pasa un sintecho –que iba con el torso al descubierto— se mete entre los jardinillos se baja el pantalón y se cisca. Estaba, justo, delante de la Jefatura Central de la Policía Nacional.


¿Qué me decís? ¿Qué cómo es eso? Está claro, nada importa. Jóvenes, maduros, enfermos, jubilados y bien pagados, papis y mamis de todas las edades. El conjunto de la sociedad está fracturado; en un lado, los reos que no queremos la perpetua. En el opuesto, los que por un cachito de libertad son capaces de saltarse la condicional, aunque ello signifique regresar a la cárcel y arrastrar a la tropa de enfrente que intenta cuidarse y cuidar. Caca, culo, pedo.


 


@Anna Genovés

Jueves ocho de julio de 2021

Publicada en el diario El Cotidiano




 Bailemos el cacán cogidos del brazo y sin mascarillas 

 

Es la consigna de la pospandemia que mañana estrena nueva relajación: ¡Fuera las mascarillas! ¡Qué ganas teníamos! Y, ¡qué caray! Nos lo merecemos porque estamos a cara cubierta desde hace más de un año.


Os preguntareis ¿por qué el cancán? Lo entenderéis enseguida, y cito textualmente del cajón de sastre más guay de la red: Wikipedia.


… “El cancán apareció por primera vez en los salones de baile de la clase trabajadora del barrio parisino de Montparnasse alrededor de 1830. Era una versión más animada del galope, un baile rápido en un compás de 2/4, el cual solía ser la figura final en la cuadrilla –en la que participaban tanto hombres como mujeres—. Por lo tanto, el cancán era originalmente una danza para parejas, las cuales realizaban patadas altas y otros gestos con los brazos y las entrepiernas.

Para este momento, y durante la mayor parte del siglo XIX en Francia, el baile fue también conocido como el chahut. Cancán significa ‘escándalo’ y ‘chahut 'ruido' o 'alboroto'.” …



Después de la cuarentena nos dejaron salir por parejas; nunca había visto tantos pares de personas –de todas las edades, sexos, colores…— cogidos de la mano. Era alentador como le retour de l'amour. Creo que muchos emparejamientos que, antes de la pandemia ni se miraban, con este varapalo que nos ha dado la vida, o se han separado o están más unido que nunca. Además, en ocasiones, hasta dábamos no patadas altas, pero sí largas o movíamos los brazos como las gallinas si veíamos a algún conocido, por aquello de la distancia… recordemos que estaba prohibido las reuniones de más de dos personas no convivientes, aunque fuera en la calle. Pues, eso, a adaptarse. Y nos adaptamos.


Pasaron los meses, y llegaron las relajaciones. Podíamos pasear de cuatro en cuatro o hacer grupos de seis –todo dependía de la normativa de la comunidad en la que viviéramos—. Igual que en el cancán que comenzó con pares y acabó en el vaudeville. En pocas horas, no hará falta salir a la calle con cubrebocas. ¡Hala! Todos a lucir nuestras mejores sonrisas –aunque sean más falsas que Judas— como animan los psicólogos positivistas y los coach.


Mañana los casi 4M de muertos por coronavirus y los casi 200M de contagios –muchos de ellos con las secuelas de por vida— ya no existirán. Soy una amargahipócritas, lo reconozco y me importa un bledo; prefiero la sinceridad que la mentira. O por lo menos, lo intento. Al margen de que la covid19 sigue con nosotros. Lo cual, hay que tener muy en cuenta. Ayer, me decía una amiga que ya habíamos pasado lo peor. ¡Ojalá tenga razón!


He leído la letra pequeña de fuera las mascarillas y por casi me meo encima. Resulta que podemos quitárnosla siempre que mantengamos la distancia de seguridad y estemos en el exterior. ¡Ah! Pero hay que llevarla encima por si, de repente, te encuentras en un semáforo concurrido y tienes que ponértela a toda prisa porque la cuadrilla de personas está al mogollón; a la sazón, solo nos faltará echar las piernas al alto y bailar despreocupados.





Anteriormente, el accesorio en cuestión, no se podía llevar ni en el brazo ni en la barbilla, solo puesto o guardado a buen recaudo en aquellos lugares sacrosantos en los que podíamos prescindir del mismo. O sea, en casa y poco más. De la noche a la mañana, ¡qué más da! Mucha gente le daba pluriempleo a este complemento médico que llevaban en la cara u otra parte corporal. Al presente… ¡ya me diréis las horas que rularán sin cambio de pañal!


Idiotas no somos. Con la obligación vigente de llevar cubrebocas, muchas personas se pasaron el precepto por el forro de los ovarios o los testículos, y no hablo solo de la juventud que son, al fin y al cabo, los menos peligrosos siendo los que más incumplen y contagian. Los mayores debemos dar ejemplo. Como unos lo hemos dado y otros no, pues, a callar que estamos en el mismo saco. Y, por desgracia, el bicho no distingue entre los que hacen y los que deshacen. ¿Qué pasa, que como estoy vacunado me la trufa el de al lado? Hipócritas y egoístas.


Al respecto de fuera la mascarilla en exteriores, la experta en transmisión aérea de virus y profesora estadounidense Linsey Marr, ha creado una regla con el nombre de 2 x 3 que se basa en…


1.       Mascarilla

2.       Distancia

3.       Aire libre


Para que funcione, siempre hay que cumplir dos de estas tres normas. Si estás al exterior con distancia de seguridad entre personas: NO MASCARILLA. En la misma situación sin distancia de seguridad: SÍ MASCARILLA porque de lo contrario, puedes infectarte.


Por otro lado, los psicólogos se han sacado de la manga un síndrome de lo más moderno: el síndrome de la cara vacía. Pues… ¡qué bien! Síndrome de la cara vacía o tener miedo o malestar de quitarnos la mascarilla o de hablar con alguien que no la lleve o de haber olvidado cómo mover agradablemente las facciones... ¿Por qué a todo hay que ponerle etiquetas? ¿Por qué no nos dejan en paz en vez de aprovecharse de la situación e inventarse sintomatologías para que seamos ovejitas baladoras al son de sus consejos? El asunto es obvio; si todos fuéramos responsables, dentro de unas horas, nadie llevaría mascarilla en los exteriores sin aglomeraciones. Sin embargo, esto no es así. No existe el síndrome de la cara vacía, hay personas irresponsables.


Sinceramente, no creo en la psicología. Por motivos trágicos en mi infancia y adolescencia, recorrí unos cuantos durante la juventud. La verdad, solo me sirvieron para descubrir que era una gilipollez pagarles: te dicen qué hacer para estar guay y punto. Algo que ya sabes antes de entrar en consulta. Que te digan lo que tienes que hacer no arregla nada porque te quedas igual de jodido. Seamos sinceros. ¿Cuántas sonrisas y palabritas bonitas de buenos días amigos, que paséis buen finde, somos los mejores y etcéteras… tienen realmente una capacidad sanadora si no fueran acompañadas de antidepresivos, betabloqueantes, hipnóticos, antiinflamatorios, ansiolíticos, alcohol, tabaco, petas, drogas duras o lo que sea que ingiramos para estar un poco más mejor de lo que realmente estamos? Pocas o ninguna. Colegas, que cada uno ponga la cara que le dé la gana con o sin cubrebocas, cada uno es como es y, dejémonos de monsergas.


Pues… ya lo sabéis, dentro de unas horas, bailaremos el cancán al estilo gallineta y con mascarillas de collar. ¡Genial!

 


Enlaces de interés


·         La regla 'dos de tres' para usar mascarilla en exteriores, M. G. redacción de Las provincias 

 

·      Basta de pensamiento positivo, Carmen Posadas   



·         El fin de la mascarilla y el síndrome de la ‘cara vacía’, Redacción RTVC.


 

·         Los psicólogos advierten del 'Síndrome de la cara vacía' con la desaparición de las mascarillas 

 

 

@Anna Genovés

Viernes 25 de junio de 2021

Publicado en el diario El cotidiano

 

En memoria de mi amigo Jose Luis Moreno-Ruíz y a todas las víctimas de la covid19


#actualidad #mascarillas #covid19 #sociedad #pandemia









Todas las noches


Tic tac, tic tac, tic tac…

Suena el reloj al lado del oído. Un sonido monótono que atraviesa los tímpanos. Lo escucha perpetuo, clavándose en la masa encefálica de su cabeza huera. La una, las dos, las tres de la madrugada. Las cuatro, las cinco…

En su lecho, Manuel da vueltas; el cansancio hace mella en su hechura. Sin embargo, no quiere dormir: tiene miedo a la oscuridad. Y los terrores nocturnos lo mantienen en vela. A veces, una vigilia infinita acompaña las horas de reposo de su vida monótona y solitaria.

Cuando el sueño arrebata los sentidos. Penetra en un maremágnum de historias que sobrecogen a su mismísimo espíritu. Morfeo lo pasea por el camino del horror; cuando los sapiens eran bípedos recién nacidos que apenas se sostenían en pie y los dinosaurios seguían gobernando sobre la faz de la Tierra. Después, sonámbulo, dibuja lo que ve en sus pesadillas.

Manuel es un pastor ágrafo que nunca ha ido a la escuela. Apeas ha tenido contacto con otros humanos; un anacoreta rodeado de naturaleza, aperos de labranza y ovejas. ¿Cómo puede ilustrar los cuerpos de esos monstruosos animales con la precisión de un paleontólogo? ¿Cómo puede sentir esos ojos crueles y repulsivos de los colosales reptiles de finales del cretácico, acechándole? Desconoce la respuesta. Pero todos los crepúsculos, se despierta sobresaltado; empapado de sudor frío. El pulso agitado. El horror ceñido hasta la médula.

Todas las noches, abre los ojos, falto de aire. Todas las noches, siente los dientes ensangrentados de los demonios gigantescos, hincados en su carne prieta. Todas las noches, percibe cómo es engullido por unas fauces bestiales. El dolor es tan agudo, que su corazón galopa desbocado como un caballo salvaje lazado a un espino. Desgarrada la piel, los músculos; los huesos astillados como palillos. El mismísimo nazareno crucificado en el último hálito vivido.

Después, la negrura más absoluta se abre ante sus ojos despavoridos. Su cuerpo mutilado yace devorado por afilados estiletes que despedazan su cadáver vivo.


©Anna Genovés
03/03/2013
Modificado el 09/02/2015
Propiedad Intelectual V-488-14



Todas las noches

by on 14:14:00
Todas las noches Tic tac, tic tac, tic tac… Suena el reloj al lado del oído. Un sonido monótono que atraviesa los tí...




La zona oscura: resiliencia

Hace años, después de sufrir un aparatoso accidente, un amigo permaneció varios días en coma. Cuando despertó, pasó bastantes meses en rehabilitación hasta que su existencia volvió, poco a poco, a la normalidad.

Nunca hablábamos del tema: era tabú. Como si el mero hecho de recordarlo supusiera un drama; lógico si pensamos en la trágica experiencia por la que había pasado. A todos nos sucedería lo mismo en mayor o menor medida, cada persona tiene un grado de resiliencia. O dicho de otra forma, capacidad de adaptación frente a una situación adversa. Un tema muy interesante que, tal vez, diseccionaremos más adelante...


Sin embargo, hoy, nos centraremos en la esa zona oscura por la que paseó mi compañero.  El otro día rompió el hielo y me contó su vivencia... ¡Me quedé muerta! Sin previo aviso, me soltó:

–Fue tan rápido como una ráfaga de viento. Pero estuve en el otro lado…

–Pero… ¿qué dices? –pregunté escéptica.

–A alguien tenía que contárselo... –me miró con ojos triste y comprendí que debía escucharlo. No oírlo como quien oye sonidos ambiguos, sino escuchar todas y cada una de las palabras que me revelara.

–Adelante, cuéntame lo que quieras… te escucho –dije de corazón.

–Verás, en los minutos que estuve clínicamente muerto, no vi nada de nada.

Abrí los ojos como platos.

»Sí. No me mires con cara de chiflada. Me vi rodeado de batas verdes y, de repente, se hizo el frío…, la oscuridad.

–¿Y ya está? –indiqué algo perturbada.

–Por desgracia, sí. No vi ni túneles ni luces blancas ni siluetas difuminadas ni al gran hacedor del Universo. Tampoco escuché cánticos celestes o sonido diabólicos... Te lo juro. No vi ni sentí una mierda. Nada tía, nada –comentó encogiéndose de hombros. Un segundo más tarde, añadió—: Cuando me reanimaron tuve arcadas; me estaban desentubando. Después, vislumbré las mismas batas verdes y etcétera… –Su mirada se perdió en el reguero interminable de hormigas que pululaban por el césped.

–Tranquilo no sigas. Te veo afligido –comenté asiendo su mano a la par que agregaba—: Otro día me cuentas el resto. ¿Qué te parece?

–Poco más puedo decir... ¿No lo entiendes? No hay nada más. Te mueres y punto.

–Anda, recordemos cosas más agradables, ¿vale? –insinué para cambiar de tema. Pero él siguió erre que erre con la mirada extraviada en el afanoso ir y venir de esos insectos eurosociales que tan a gusto trabajaban. Y su lengua, como si el mismísimo Leopoldo Mª Panero le hubiera poseído, siguió hablando...

–Fue como si la vida se hubiera parado en un determinado instante y hubiera regresado minutos después. El fundido en negro de un film noir en el que ha salido el cartel de The end. El interruptor que se apaga y no vuelve a generar electricidad. El androide cuyo programa se asfixia por el capricho del amo o por una avería fatal. ¡Leche! Morí sin remedio y sin perdón… ¡Aghgggggh! –soltó con cara de asco. Inmediato, chafó con todas sus fuerzas a los formícidos que bailaban al ritmo del chachachá por sus pies, y exclamo—: ¡Puta vida!


Su rostro se frunció, y el mío, también. Pero, por suerte, ahí quedó la cosa. Me estaban entrando verdaderos escalofríos. No puedo negar mis creencias. Ni voy a misa ni rezo…  empero, creo en algo superior; llámese Dios o como más os agrade. Y tengo fe: a menudo me repito que existe algo después de la muerte terrena. Quizá, por este motivo, su secreto me afectó bastante. Deseaba que me contara algo especial, necesitaba ese halo de esperanza para seguir creyendo en lo intangible.



La vida después de la muerte es un pensamiento recurrente entre los mortales sean o no devotos. Algo que no podemos obviar y que nos persigue desde el inicio de la Humanidad. Pongamos por ejemplo la civilización egipcia donde cuidaban más los detalles de El más allá que los tangibles. En la actualidad, bien mirado, la esencia del culto a los muertos no ha variado demasiado. Los diferentes dogmas que cohabitan en nuestro mundo siguen teniendo una devoción especial y espiritual por los seres queridos que fallecen y no volvemos a ver jamás. Por lo menos, no en esta vida y en este planeta que hemos llamado Tierra.

No cuentan los muertos arrojados al Dios-Río Ganges, donde los hindúes igual se bañan que lavan los platos. Tampoco hablamos de los cuerpos sin vida que aparecen en cualquier parte del Globo Terráqueo fruto de homicidios perniciosos. O de la Granja de cadáveres del complejo de Investigación Antropológica de Tennessee. Si apartamos algunas situaciones determinadas, como estos ejemplos, descubrimos que todas las religiones, de uno u otro modo, veneran a sus antepasados de forma extraordinaria.

Por eso no es de extrañar que existan creencias, mayormente pseudocientíficas, que buscan testimonios alentadores sobre la vida después de la vida. ¿Por qué? Porque son muchas las personas que tras pasar por una muerte clínica, una fase comatosa o a una resucitación cardiaca, contemplan o perciben algo similar a túneles largos, luces blancas, universos paralelos, abrazos de allegados fallecidos o al mismísimo Caronte llevándote al Hades después del Judicium Divinum donde se pesan los actos piadosos y maléficos de cada hombre. Y un largo etcétera...


Al margen de estas evidencias, poco ortodoxas, he encontrado diversas pruebas médicas que hablan de las experiencias cercanas a la muerte o ECM, de algunos pacientes. El doctor en Psiquiatría y licenciado en Filosofía Raymond Moody es un experto en el tema. Entre sus numerosos estudios científicos, destaca el realizado a más de un centenar de afectados por diferentes estadios ECM.

Humildemente, como la mujer pacata y mística que soy, tras hojear abundante documentación sobre dicha temática he percibido algo un tanto sospechoso... Veo demasiada casualidad que los paraísos y/o personajes omnipotentes visualizados por los afectados adopten las formas del credo que profesan. ¡Ojo! No me río de nadie. En alguna ocasión he sentido fenómenos paranormales en mis carnes. Es solo una apreciación.

Sin olvidar que algunos pacientes afectados por ECM tuvieron vivencias aterradoras, el patrón general asociado a dichos enfermos es placentero y sigue unas pautas concretas que podemos resumir en el siguiente listado:

1.                  Lo primero que sienten es la percepción de salir fuera de su cuerpo y ver lo que les rodea a modo de viaje astral. Incluso escuchan la hora de su fallecimiento.

2.          A continuación, tras caminar por un túnel, algunos afectados por ECM experimentan ascensiones celestes. (Esto me recuerda el serial The Leftovers).

3.                  Sucesivo, visualizan la silueta de una figura luminosa; acompañada o no por música. (Me pregunto si será un ángel, arcángel o el mismísimo y todopoderoso Señor del Cielo y la Tierra).

4.                  Un instante más tarde, la sensación de paz se acrecienta y desaparece todo tipo de dolor: físico y psíquico.

5.                  Durante este período aparecen las primeras visiones de personas fallecidas que agasajan al recién llegado. 

6.                Poco después, la silueta resplandeciente entabla una conversación telepática con el advenedizo. (En este apartado es donde he descubierto más testimonios sobre el cambio de formas del Creador y El Paraíso. Ambos se modelan según el credo que profesa el paciente aquejado por ECM).

7.                  De inmediato, este ser superior revisa la existencia del individuo.

8.                  A posteriori, evalúa su ética y costumbres a modo del Judicium Divinum.




9.                  Entonces, el afectado por ECM encuentra una especie de obstáculo que no le deja proseguir por ese camino de perfección, y recuerda que todavía sigue vivo.

10.               Consecutivo, le sobreviene una aversión a la hipotética resurrección terrenal. No obstante, comienza a sentirse vivo en un plano diferente a ese mundo feliz en el que ha vivido por unos instantes cuasi perfectos. Y, de repente, el Edén Celestial desaparece.

11.               Justo entonces, abre los ojos y ve la realidad que le rodea. Siente miedo a contar su vivencia extrasensorial. Miedo a no ser creído.

12.               Paralelamente a este estupor, desaparece el miedo a la Dama de la Hoz reconvertida en el ángel redentor que les llevará a un plano superior.

13.               Tras la rehabilitación necesaria, los afectados por ECM regresan a su rutina cotidiana. Desde ese instante, tanto su vida como sus valores personales, mejoran.

Estas confusas investigaciones se explican desde cuatro vertientes:

1.                  Espiritual
2.                  Psicoanalítica.
3.                  Fisiológica
4.                  Telepática.

Y aquí lo dejo, amigos, el tema da para tanto que de seguir investigando podría escribir más de una novela. ¿Quién sabe? Opinad vosotros mismos…

©Anna Genovés
Publicada en este blog el 11/05/2017

Revisada 2021

Ilustraciones tomadas de la red: El Bosco y Gustave Doré




 

 

Nunca habrás nacido

 

Joven retraída y mujer declinada, caminas por la vida con pies de metralla. Las manos son largas, teclean un sonido eterno. Los labios no dejan de amar entre el mundo imaginario y el verdadero. Desconoces en qué momento te pusiste a caminar; el sendero no era recto, la montaña no te dejaba hablar. La cumbre estaba lejos.

El rostro colmado de arrugas finas

Tejidas por los años

Verdades y mentiras, odio y sosiego.


 

El cuerpo camina esbelto apoyado en un bastón de cristal. El corazón apenas siente y la mente se fragua de maldad. Dulce niña que olvida la juventud y se disuelve en un vaso lleno de azafrán.

Fe, esperanza y caridad

El señuelo de tu vida

Sin ir a misa ni rezar.



 

Te apiadas de los sintecho, de los rumanos que escarban la basura, de los pedigüeños, de las personas cuya salud deja mucho que desear. Y sigues tu existencia sin mucho que decir y poco que dar.

Volutas de humo se alzan al techo

copa de vidrio con líquido espeso

la sangre brota

el aire se agota,

olvida los sueños.


 

Yacerás en el camposanto un día de estos. La mañana clara morirá en tus ojos. Las nubes no serán rebaños de borregos; las campanas no tañerán tu muerte, las flores se marchitarán y los gusanos brillarán en la carne corrompida y el también en el cerebro.

Bebida por la muerte

Nutrida por despecho

Café de molinillo

Tiritas de miedo


 

Tu cuerpo hermoso, estará deshecho en un cajón de madera sin cruz en la tapa ni nombre en la lápida de otro. Nadie recordará cómo te llamabas ni tampoco tus ojos.

Nunca habrás existido

Nunca habrás nacido

Nunca saliste del lodo.

 


@Anna Genovés 

Dos de mayo de 2021


*Anoche vi el primer capítulo de la cuarta temporada de 'El cuento de la criada' y recordé que este poema podría acompañar a June



Nunca habrás nacido

by on 18:18:00
    Nunca habrás nacido   Joven retraída y mujer declinada, caminas por la vida con pies de metralla. Las manos son largas, teclean un sonid...