Examinamos la habitación, los armarios, el cuarto de baño, y no encontramos nada importante, ya fuera positivo o negativo. Mientras avanzamos entre las prendas resplandecientes y desordenadas que Una se había quitado, me volví hacia la señora Dreen.
Ross McDonald/Lew Archer
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realista y avanzada a su tiempo que os llevará por caminos inolvidables y
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Detalles del producto
ASIN: B08NC3HFHZ
Editorial: Anna Genovés; N.º 1 edición (11 noviembre 2020)
Idioma: español
Tamaño del archivo: 1963 KB
Texto a voz: Activado
Lector de pantalla: Compatibles
Tipografía mejorada: Activado
Longitud de impresión: 446 páginas
Números de página - ISBN de origen: B08NDZ2S51
Clasificación en los más vendidos de Amazon - sábado nueve de diciembre 2021
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Reseñas de escritores
Joseph Berna –maestro del Pulp— dice de SIAH. El 👁 de Dios
Detalle de Aurea-Vicenta González
–escritora.
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Sinopsis
Dioses antiguos, enigmas del
pasado, héroes y villanos del Antiguo Testamento y personajes ficticios se dan
cita en esta narración estructurada en tres libros: Origen, conocimiento y
trasposición, donde la historia se torna ciencia ficción y convierte el
presente en el escenario central de un multiverso cuántico.
Siah es una niña de ascendencia
hebrea que vive en Carabanchel y crece rodeada de delincuencia. Precoz,
inteligente y descreída, posee un sixth sense que la perturba y la arrastra a
la drogadicción. Convertida en politóxica sus visiones se transforman en
pesadillas enigmáticas que la empujarán al precipicio. Su vida dará un giro
radical gracias a la ayuda económica de su familia. En su nuevo hogar
emprenderá una vida completamente distinta en la que retoma los estudios y se
inhibe de los perjuicios que conlleva ser lesbiana.
Tras una década de lucha, logra
licenciarse en filología hebrea y se desplaza a Israel para terminar su tesis
doctoral. En Tel-Aviv, Doron Leví –hermano de su tutora y jefe de la mayoría de
excavaciones del país—, le propone trasladarse a Jerusalén para trabajar a su
lado como traductora de lenguas muertas. Los primeros manuscritos que caen en
sus manos, despiertan su yo interno. Hecho que desarrolla sus capacidades
perceptivas y la trasportan a las escenas que visualiza.
A medida que se adentra en su
trabajo asimilará su condición de jumper. Desde ese instante, descifrará
papiros antiquísimos y vivirá en primera persona distintos pasajes del AT en el
que personajes del linaje davídico le revelarán diferentes enigmas del pasado.
Su existencia se convertirá en una duplicidad simultánea en el que el tiempo
desaparece y cuya finalidad será conocer la verdadera naturaleza de Dios y el
porqué de su existencia.
SIAH. El 👁 de Dios ¡Gratis!
La cárcel se abrió y los presos
se amotinaron
Al principio de las restricciones
en Valencia, recuerdo haberle dicho a mi esposo que tantas limitaciones
traerían sus consecuencias. «Eres una pesimista de narices. Al final,
te contratará tu admirada Margarita del Vall para que le lleves lo cafés». Me
soltó sin cortarse ni un duro. Así que no volví a decirle nada al respecto,
pero seguí cavilando lo que me dio la gana.
Para mí, lo más importante en la
vida es la libertad –la salud y etcétera… son sagrados y no cuentan—. Con las
prohibiciones impuestas en mi comunidad, tuvimos menos libertad que los encarcelados
del Procés. Eso no podía acabar bien.
No obstante, al día siguiente,
los medios de comunicación volvían a ensalzar los métodos del ejecutivo
valenciano porque nuestra IA bajaba y bajaba. Ciertamente, estuvimos durante
varias semanas, en el Edén. ¡Ah! Pero resulta que este magnífico paraíso también
tenía manzanas apetecibles y víboras pecadoras.
España con IA que sobrepasaba
los 100. Valencia 31. Una, hasta las narices de tanta falacia. ¿No se da cuen
qué vivimos una realidad virtual? En algún momento esto explotará como un grano
purulento en un rostro acneico, pensaba. Lo que baja, después sube y viceversa le
comenté a una vecina. «Chica no. Lo peor ya ha pasado y seguimos bien. Eso es lo
importante».
Me dijo.
Yo con cara de póker, pensé, «O
cambio el discurso o me quedo más sola de lo que estoy desde… desde que nací.
¡Qué narices! Soy una solitaria empedernida». Tal vez, por este motivo, en
mi calidad de antropóloga amateur, veo el conjunto de la humanidad sin
fijarme en los detalles. Y, ese todo de mi universo, se adelanta a los
acontecimientos. Aun así, me hice el firme propósito de ponerme la máscara favorita
de esta sociedad del bienestar venida a menos: la hipócrita. Y, cuando, hablo
con alguien solo digo—: “Todo va de maravilla”. Aunque vea las orejas del lobo y lo que está por venir.
Y, llegó, la hora de bailar el
cancán cogidos del brazo y sin mascarilla. El 21 de mayo nuestro meritorio presidente
dijo como un tenor desde la Ópera del Real que las mascarillas pasaban a no ser
obligatorias en la calle. ¡Olé! ¡Olé! Y ¡olé! Que felices todos y todas
enseñando nuestros morros con dientes blancos de sonrisas Profidén.
El anuncio fue tan apetecible como
la manzana de Eva: a babear chicos. ¡Yupi, yupi, hey! Ya no hace falta que llevemos
cubrebocas en la boca, aunque sigue siendo necesario tener una a mano. El dónde
ya es cosa de cada uno. Nos la ponemos en la muñeca, en el codo, en la barbilla,
en el pantalón o donde haga falta, cualquier sitito es guay con tal de que no
sea en la cara.
¡Qué cerriles somos! Que cada
uno la lleve donde le dé la gana, sí. Siempre que mantenga la distancia de
seguridad: eso es lo verdaderamente importante. A mí no me tienen
que decir las cosas dos veces, ni ahora que soy talludita ni cuando tenía
veinte años y soñaba con ser la más guapa del barrio. Metro y medio entre
personas que el bicho sigue suelto… y todos no estamos vacunados. Si es
imposible mantener esa distancia, ¡joder! ¡No seamos burros! Llevémosla donde
manda. No es un complemento de moda es una protección. ¿Qué más da un
mes arriba o un mes abajo si con ella nos va la vida?
Ante ayer, una amiga –médico
de Urgencias en Navarra— me comentó que no hay remedio. Y, hoy, otra que
vive en Bruselas, me ha dicho que no puede venir porque España vuelve a estar
en rojo. Hasta Francia nos ha vetado y no recomienda viajar a la península ibérica.
Ocho de julio, mi comunidad –que
por otro lado tenía montados los tinglados del turismo a tope en verano y del pegote
de Fallas por septiembre, como es natural para ver si la economía dejaba de
desfallecer un poco—, tiene una IA de 262 y sigue en alza. Rozando el riesgo
extremo. El Consell habla de volver a ciertas restricciones: fuera ocio
nocturno, prohibido venta de alcohol a partir de la 20:00h, cierre de algunas
playas en horas conflictivas, toque de queda en los municipios con mayor
incidencia.
Hace unas horas, quedó retratado el asunto en la mismísima Gran Vía de Fernando el Católico de mi
ciudad. Llevaba el carro de la compra a rebosar y me senté a descansar en
un banco. Por aquí y por allá otras personas distanciadas. Y, de repente, pasa
un sintecho –que iba con el torso al descubierto— se mete entre los jardinillos
se baja el pantalón y se cisca. Estaba, justo, delante de la Jefatura Central
de la Policía Nacional.
¿Qué me decís? ¿Qué cómo es eso? Está
claro, nada importa. Jóvenes, maduros, enfermos, jubilados y bien pagados,
papis y mamis de todas las edades. El conjunto de la sociedad está fracturado;
en un lado, los reos que no queremos la perpetua. En el opuesto, los que por un
cachito de libertad son capaces de saltarse la condicional, aunque ello
signifique regresar a la cárcel y arrastrar a la tropa de enfrente que intenta
cuidarse y cuidar. Caca, culo, pedo.
@Anna Genovés
Jueves ocho de julio de 2021
Publicada en el diario El Cotidiano
La cárcel se abrió y los presos se amotinaron
Bailemos el cacán cogidos del brazo y sin mascarillas
Es la consigna de la
pospandemia que mañana estrena nueva relajación: ¡Fuera las mascarillas! ¡Qué
ganas teníamos! Y, ¡qué caray! Nos lo merecemos porque estamos a cara cubierta
desde hace más de un año.
Os preguntareis ¿por qué el cancán?
Lo entenderéis enseguida, y cito textualmente del cajón de sastre más guay de
la red: Wikipedia.
… “El cancán apareció por primera vez en
los salones de baile de la clase trabajadora del barrio parisino de
Montparnasse alrededor de 1830. Era una versión más animada del galope, un
baile rápido en un compás de 2/4, el cual solía ser la figura final en la
cuadrilla –en la que participaban tanto hombres como mujeres—. Por lo
tanto, el cancán era originalmente una danza para parejas, las cuales
realizaban patadas altas y otros gestos con los brazos y las
entrepiernas.
Para este momento, y durante la mayor
parte del siglo XIX en Francia, el baile fue también conocido como el chahut. Cancán
significa ‘escándalo’ y ‘chahut 'ruido' o 'alboroto'.” …
Después de la cuarentena nos
dejaron salir por parejas; nunca había visto tantos pares de personas –de
todas las edades, sexos, colores…— cogidos de la mano. Era alentador como le
retour de l'amour. Creo que muchos emparejamientos que, antes de
la pandemia ni se miraban, con este varapalo que nos ha dado la vida, o se
han separado o están más unido que nunca. Además, en ocasiones, hasta
dábamos no patadas altas, pero sí largas o movíamos los brazos como las
gallinas si veíamos a algún conocido, por aquello de la distancia… recordemos
que estaba prohibido las reuniones de más de dos personas no convivientes, aunque
fuera en la calle. Pues, eso, a adaptarse. Y nos adaptamos.
Pasaron los meses, y llegaron
las relajaciones. Podíamos pasear de cuatro en cuatro o hacer grupos de
seis –todo dependía de la normativa de la comunidad en la que viviéramos—. Igual
que en el cancán que comenzó con pares y acabó en el vaudeville. En pocas
horas, no hará falta salir a la calle con cubrebocas. ¡Hala! Todos a lucir nuestras
mejores sonrisas –aunque sean más falsas que Judas— como animan los psicólogos positivistas
y los coach.
Mañana los casi 4M de muertos
por coronavirus y los casi 200M de contagios –muchos de ellos con las secuelas
de por vida— ya no existirán. Soy una amargahipócritas, lo reconozco
y me importa un bledo; prefiero la sinceridad que la mentira. O por lo menos, lo
intento. Al margen de que la covid19 sigue con nosotros. Lo cual, hay que tener
muy en cuenta. Ayer, me decía una amiga que ya habíamos pasado lo peor. ¡Ojalá
tenga razón!
He leído la letra pequeña de fuera
las mascarillas y por casi me meo encima. Resulta que podemos
quitárnosla siempre que mantengamos la distancia de seguridad y estemos en el
exterior. ¡Ah! Pero hay que llevarla encima por si, de repente, te
encuentras en un semáforo concurrido y tienes que ponértela a toda prisa porque
la cuadrilla de personas está al mogollón; a la sazón, solo nos faltará echar
las piernas al alto y bailar despreocupados.
Anteriormente, el accesorio en
cuestión, no se podía llevar ni en el brazo ni en la barbilla, solo puesto o
guardado a buen recaudo en aquellos lugares sacrosantos en los que podíamos prescindir
del mismo. O sea, en casa y poco más. De la noche a la mañana, ¡qué más da! Mucha
gente le daba pluriempleo a este complemento médico que llevaban en la cara u
otra parte corporal. Al presente… ¡ya me diréis las horas que rularán sin
cambio de pañal!
Idiotas no somos. Con la
obligación vigente de llevar cubrebocas, muchas personas se pasaron el precepto
por el forro de los ovarios o los testículos, y no hablo solo de la
juventud que son, al fin y al cabo, los menos peligrosos siendo los que más
incumplen y contagian. Los mayores debemos dar ejemplo. Como unos lo hemos dado
y otros no, pues, a callar que estamos en el mismo saco. Y, por desgracia, el
bicho no distingue entre los que hacen y los que deshacen.
Al respecto de fuera la
mascarilla en exteriores, la experta en transmisión aérea de virus y
profesora estadounidense Linsey Marr, ha creado una regla con el
nombre de 2 x 3 que se basa en…
1. Mascarilla
2. Distancia
3. Aire
libre
Para que funcione, siempre hay
que cumplir dos de estas tres normas. Si estás al exterior con distancia de
seguridad entre personas: NO MASCARILLA. En la misma situación sin distancia de
seguridad: SÍ MASCARILLA porque de lo contrario, puedes infectarte.
Por otro lado, los psicólogos
se han sacado de la manga un síndrome de lo más moderno: el síndrome de la cara
vacía. Pues… ¡qué bien! Síndrome de la cara vacía o tener miedo
o malestar de quitarnos la mascarilla o de hablar con alguien que no la lleve o
de haber olvidado cómo mover agradablemente las facciones... ¿Por qué a todo
hay que ponerle etiquetas? ¿Por qué no nos dejan en paz en vez de aprovecharse
de la situación e inventarse sintomatologías para que seamos ovejitas baladoras
al son de sus consejos? El asunto es obvio; si todos fuéramos
responsables, dentro de unas horas, nadie llevaría mascarilla en los exteriores sin aglomeraciones. Sin embargo, esto no es así. No existe el síndrome de la cara
vacía, hay personas irresponsables.
Sinceramente, no creo en la
psicología. Por motivos trágicos en mi infancia y adolescencia, recorrí unos cuantos durante la
juventud. La verdad, solo me sirvieron para descubrir que
era una gilipollez pagarles: te dicen qué hacer para estar guay y punto. Algo que ya sabes antes de entrar en consulta. Que te
digan lo que tienes que hacer no arregla nada porque te quedas igual de jodido.
Seamos sinceros. ¿Cuántas sonrisas y palabritas bonitas de buenos días
amigos, que paséis buen finde, somos los mejores y etcéteras… tienen realmente
una capacidad sanadora si no fueran acompañadas de antidepresivos,
betabloqueantes, hipnóticos, antiinflamatorios, ansiolíticos, alcohol, tabaco, petas,
drogas duras o lo que sea que ingiramos para estar un poco más mejor de
lo que realmente estamos? Pocas o ninguna. Colegas, que cada uno ponga la
cara que le dé la gana con o sin cubrebocas, cada uno es como es y, dejémonos
de monsergas.
Pues… ya lo sabéis, dentro de
unas horas, bailaremos el cancán al estilo gallineta y con mascarillas de
collar. ¡Genial!
Enlaces de interés
·
La regla 'dos de tres' para usar mascarilla en
exteriores, M. G. redacción de Las provincias
· Basta de pensamiento positivo, Carmen Posadas
·
El fin de la mascarilla y el síndrome de la
‘cara vacía’, Redacción RTVC.
·
Los psicólogos advierten del 'Síndrome de la
cara vacía' con la desaparición de las mascarillas
@Anna Genovés
Viernes 25 de junio de 2021
Publicado en el diario El cotidiano
En memoria de mi amigo Jose Luis Moreno-Ruíz y a todas las
víctimas de la covid19
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