Barbie de extrarradio


es joven y guapa, eso parece,
con melena extralarga
y curvas inciertas
que muestra cuando quiere

mide uno cincuenta
de carne prieta,
y pechos exuberantes
que enseña cuando puede

el local está repleto de gays
si quieres descubrirlos
pon a Barbie delante,
si no la miran, ¡ya lo sabes!

aunque va de pica flor
los heteros, la desean
y te sientes trasparente
como el aire que vuela

llama a los machos
y reclama sus apetencias
es tan joven, es tan bella
¡mira! ¡si tiene grasita en la delantera!

¡oh! ¡oh! quítale el maquillaje
y, también, las pestañas
la silicona de labios y pechos,
el dorado de los UVA

las plataformas ortopédicas
las extensiones del cabello,
las uñas postizas
y la ropa con realce

¿la miran igual?
¿o llega una catástrofe?
me daría lo mismo
si no la mirara, azabache

pero, la mira y remira
y huele tanto a hombre,
que me hierve la sangre
¿estás celosa?

siempre lo he sido.
ahora, es diferente
descubro que no soy joven
que –a mí- me llega el desastre

Barbie de extrarradio
aunque seas rubia de bote
y menos hermosa con desarme,
eres la atracción de la feria

antes, era la reina
te cedo el puesto, señora
disfruta de tu momento,
princesa del almanaque

rellena tu cuerpo
y vístelo con plexiglás que hable
realza tu belleza, al máximo,
pronto, llegará otra gobernante

Anna Genovés
16/03/2013
Derechos reservados a su
autora, Ana Mª Genovés Badenes
PROPIEDAD INTELECTUAL
V-490-14


Poema con los Derechos cedidos –en cualquiera de los formatos- a la editorial Ópera prima. Enviado, seleccionado y publicado en la antología Aldea Poética VI. 



VV.AA (Antología)
1ª Edición, enero 2013
Páginas: 152
Tamaño: 15 x 22 cm
Encuadernación: Rústica
PVP: 18 €
ISBN: 978-84-95461-51-3









Mujer concurso

 

Cuando aparece un título como este, uno piensa que se trata de la publicidad de alguna joven en un concurso de belleza, danza o música.

 

Nada más lejos de la realidad. En este caso, se refiere –tal cual– a una servidora que construye y destruye miles de poemas y/o relatos que –a posteriori– remite a las direcciones de correo electrónico que indican las bases de los concursos a los que opta y nunca gana: es más difícil que buscar una aguja en un pajar.

 

¿Por qué lo hago? Porque estoy convencida de que un día de estos, mis envíos serán galardonados con una colección de e-books, una edición de bolsillo o algunos "eurillos" para refrescos o un día de fama en la villa en la que se realiza el concurso, y que solo conocen sus habitantes y, una, por referencias internautas. Me creo merecedora de distinción literaria. Jajajá...

 

Es difícil de creer, ¿verdad? En esta sociedad, donde hasta para ir al baño te piden el documento de identidad, ¿por qué en algunos concursos literarios nos exigen un currículum literario junto con la obra? ¿Acaso tener publicaciones previas garantiza que mi texto sea mejor que el de una persona que no ha ganado ningún premio? ¿Qué importa si soy la prima Nobel o una escritora novel llena de entusiasmo? Me pregunto si los hombres se enfrentan a las mismas exigencias en estos concursos. Aunque mi relato se centra en personajes femeninos, estoy segura de que tanto hombres como mujeres nos hemos sentido confundidos ante estas bases.

 

¡Pues sí, los milagros existen! De lo contrario, que se lo pregunten a los afortunados ganadores del Euromillón o la Primitiva. O a esas señoras cuyas tuberías, antes llenas de telarañas, quedan relucientes tras la visita del fontanero de turno (con un físico de infarto sacado de una revista de contactos). ¡Y si no les cobra, mejor que mejor!

 

L'amour... ¡Una explosión de sentidos! La fuerza que nos impulsa a vivir, un torbellino de caricias y gemidos. Amor, amar... Un juego de palabras que enciende la pasión, un lenguaje que no necesita explicaciones. Palabras que, liberadas de ataduras, se entregan sin miedo, sin buscar redención ni justificación.

 

Este cuento va de cuarentañeras y más... Esas mujeres que queremos sentir la gloria, cuando solo nos queda el tacataca, las papillas y los Dodot de la tercera edad. Pero nos empecinamos en llevar laureles... Literarios, laborales, románticos o sexuales. No queremos envejecer, aunque ya seamos viejas —me incluyo, por supuesto—. Pertenezco a esa amalgama de féminas interminables que se sienten más transparentes que el agua clara de un manantial recién nacido. Todo por un poquito de "por favor". Un trocito de ese cielo que se ha esfumado sobre nuestros rostros, con arrugas incipientes, cuerpos con flacidez perpetua y sentidos enajenados por la edad.

 

Nadie quiere envejecer ni morir... A menos que la enfermedad invada tu organismo y te arrebate la decencia. Quien diga lo contrario, miente. Por eso, sentimos fascinación por lo vampírico. Se ha vuelto a poner de moda —entre las celebrities— lo gótico: en honor a los colmilleros. El personaje más remakeado de la historia del celuloide y la televisión. Desde Bela Lugosi hasta Gary Oldman, hay un sinfín de películas y series que representan a este personaje. Guapo o feo: da igual.

 

De Lolita, nació mi fantasía sexual desde que vi El baile de los vampiros en el cine "Pompeya" de la avenida Gaspar Aguilar de mi ciudad. Soñaba despierta que un vampiro guapísimo que venía y me hacía proposiciones indecentes... Deseaba que me mordiera la yugular, pero antes, hacerme el amor de manera endiablada. Por aquel entonces, sentía la llamada del deseo. Algo inmoral a finales de los setenta y en mi familia, de rosario y mantellina. Mis pensamientos hicieron un pacto con mi cuerpo: si me violaban, podía tener sexo. ¡Ah! No quería, me habían forzado... Resulta que la dominatrix es una sumisa: nadie lo diría.

 

Mis noches calenturientas comenzaban con mi Drácula particular que, dependiendo de mi estado de ánimo, variaba su fisonomía. Eso sí, siempre estaba para chuparse los dedos. Solo que me chupaba él. Vaya, esa jovencita de "Clerosil" y escote sonrosado tenía una doble vida... Una doble moral. Era la perfecta púber para todos, aunque por las noches se transformara en la femme fatale de los infiernos mortecinos.

 

Las películas de zombis también estaban entre mis favoritas. Lo mejor de aquella época, cuasi olvidada, y de la actualidad. No por la inmortalidad, sino por el terror de la muerte... ¡Qué masoquista soy! La Noche de los Muertos vivientes me aterrorizó. Ahora, lo hace Walking Dead. Me lo paspo genial viéndola, aunque sea un poco seré Z en ocasiones. Mi familia es cinéfila. Mi abuelo era el proyeccionista de un cine que ahora es un garito salsero. En aquella época, el cine era al aire libre y cada persona se llevaba su propia silla. Me gusta tanto el celuloide que, a veces, deseo fusionarme con la gran pantalla.

 

¿Qué hubiera pasado si Internet hubiera llegado en el XIX y los noir se hubieran hecho a lo Gangster Squad? Quizás hubiera sido una pasada o, por el contrario, algo catastrófico. Empero, la historia hubiera cambiado radicalmente. La red es, sin lugar a dudas, el invento del siglo XX y de muchos más.

 

¡Estoy hasta las narices de desparramar! Desconozco adónde me llevarán mis elucubraciones… Poco importa. ¡Qué más da! Nadie leerá esta bazofia enrarecida con mala hostia y licor. Me he bebido una botella de Terry Centenario. Llevo una cogorza como para decir y escribir un montón de majaderías. Llevo más de tres meses adosada a una silla tecleando en mi Dell de color chicle.

 

Un día, me toca un relato. Al otro, un poema. Al otro, publicar en el blog. Al siguiente, leer a los que sigo. De paso, miro Facebook: el amante más deseado y el más odiado. Una prostituta que se vende al mejor postor. Siempre la misma historia… C’est la vie. Un día que sigue a otro día. Una hora que se acaba con el inicio de otra. Un suspiro que se ahoga cuando otro nace. Una vida que se apaga cuando otra alumbra.

 

Nacer, vivir y morir. Hamlet de Shakespeare: ser o no ser. Si somos, existimos. Y si existimos, somos. Cagamos, comemos, follamos, lloramos, meamos, reímos y sentimos. ¿Por qué temer a la muerte? Cuando nacemos para morir, y cada día que pasa, el ataúd de pino con cruz en la tapa está más cerca. El agujero oscuro y tétrico en el que nos meten. Los gusanos que nacerán de nuestro cuerpo putrefacto o el fuego que calcinará nuestra hechura interfecta. ¿Y si resulta que, al comenzar la incineración, tienes catalepsia como la mujer de Poe y te despiertas, requemada, mientras lloran tu pérdida?

 

Parece mentira… Pero llevo más de mil palabras, entre frases inconexas y verborrea barata. Hablando de todo un poco, sin rumbo fijo y a la deriva, tecleando como Stigmata las teclas plata de mi amada chicle. Es el nombre de la única hija que pariré en esta vida que he desperdiciado sin saber por qué. Chicle: mi ordenata.

 

Quizás, con unos padres imaginativos y modernos, mi vida hubiera sido diferente. Quizás, con un carácter más fuerte y menos esperpéntico, mi mundo no hubiera estado envuelto en papel couché con lazo soberbio —cuando dentro (solo) existía una niña, perdida y boba, que no sabía qué hacer. Quizás, si hubiera estudiado informática en vez de arqueología, que no sirve para nada, tendría un trabajo guay… No haría la necia creyendo mentiras. Hay tantos "quizáses" en mi vida que mi mente se descompone mientras divago entre lo que podría haber sido y lo que soy.

 

Ahora, voy a ubicar un poema que viene muy al cuento de esta locura que tecleo. He buscado en mi baúl poético alguna poesía "freak". Pero, no las malgastaré en este cajón desastre que he querido y me da la gana de seguir escribiendo. Así que, voy a inventármela in situ:

 

Mujer concurso

 

escribes relatos

escribes poemas

escribes "posteos"

y todo lo escribes

 

Mujer concurso

de cabellos con canas

y manos de paja

 

Mujer concurso

que te miras al espejo

y no te reconoces

 

Mujer concurso

que no eres bella ni joven

pero sigues en tu empeño

y con él duermes

soñando tus ficciones…

 

Mujer concurso

¡Qué pena!

Malgastando tu vida

con la tristeza;

malgastando tus horas

con alucinógenos

copas de orujo

y mentiras de corcho

 

Mujer concurso

deja tu angustia

deja tu pena

todavía te queda un trecho,

todavía te quedas.

 

 

Un pensamiento recurrente me invade: «Nena abre la caja de las chuches —antidepresivos, benzodiacepinas, hipnóticos— y trágatelas todas de una tacada». Soy una persona retraída, de corazón sensible y alma de poeta. Siempre quise ser escritora, siempre quise que me leyeran. Una cuentacuentos feliz con su pena.

 

Son las nueve y veintiséis minutos del sábado seis de octubre de dos mil doce. Estoy hipoglucémica y sigo con cavilaciones que no me llevan a ninguna parte. No aparece Drácula, no aparece un zombi, no aparece nadie que me haga sonreír, en esta tarde repleta de lo de siempre. Siempre la misma historia… La pescadilla que se muerde la cola.

 

Esta fábula me ha salido anárquica y destructiva. Con esto no se gana ni para tacos de escopeta —que decía mi abuela—. Pero estoy harta de ser alemana y aplicada. No me sirve para nada. Así que hoy ha tocado… a ver… IX Certamen de Narrativa Breve de Canal Literatura. Presidente del jurado, el galardonado Lorenzo Silva… ¡Y yo, con estos zorros! Máximo dos mil palabras. Pues vamos a escribir por el mero hecho de hacerlo. A lo Kafka, de mi horóscopo: cáncer. El de los grandes escritores: Cocteau de Encina, Hawthorne, Hemingway, Hesse, Leopardi, Neruda, Proust, Sábato, Sand, Orwell, Petrarca, Pirandello, Remarque, Rousseau, Saint-Exupéry…

 

Todos hombres, excepto Sand… George Sand, seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa de Dudevant, quien vestía como "ellos" para tener ciertos privilegios acotados a las damas. ¡Qué buena era! Mi santoral dice que la lea…

 

No sabía si sería capaz de escribir lo indescifrable sentada y de una tacada por mis ovarios: enormes —como las bolas de los miuras—, castizos y españoles, ¡por la gracia de Dios! Pero ya voy por la palabra mil seiscientas y pico... Sigo como un forúnculo purulento en un trasero derrocado, dando por todos los sitios a los convocantes, al jurado o a quien le toque leer este mamotreto.

 

Lo siento. Le ha tocado el concurso en el que la Mujer Concurso ya no puede más y, a modo de maratón incomprensible, sigue en su empeño de acabar esta sandez para chingarle a usted.

 

Tengo un blog hermoso, ¡parece mentira! Pero así es. Escribo bien… Aunque digo lo que me apetece y eso no gusta. Sonrío cuando otros lloran, lloro cuando otros sonríen… o flirtean o se ponen plastas como ahora yo.

 

Soy una mujer capaz de cualquier cosa, por el mero hecho de su testarudez. Podría ser buena escritora, pero no lo soy. Podría tocar el cielo, pero me quedo en el infierno. Podría ser un ángel, pero prefiero tener cola. He estado tantos años callada —como los que tienen síndrome de Asperger— que ahora escribo lo que me sale del orto, aunque moleste.

 

Las críticas me la bufan. Siempre me han criticado… ¿Por…? ¡Ah, sí! Envidia. Siempre igual, ¡qué asco! Ahora soy diáfana y nadie me mira ni me acosa… Mejor. Se me olvidaba… ¡Eso, hay que joderse!, todavía lo hacen vía internet. En realidad, me desmorono por una cuesta sin curvas ni frenos.

 

Un escritor veterano me dijo: «Niña, nunca había visto escribir tan rápido».

 

Y es que la Mujer Concurso es una loca de las letras. Aprendió a escribir antes que a leer. Aprendió a inventar historias antes que a comprenderlas. Aprendió muchas cosas cuando nadie las aprendía. Es autodidacta, además de estúpida.

 

©Anna Genovés

Nueve de marzo de 2013

20:20 h

Revisada el cuatro de febrero de 2025

 

Derechos reservados a su autora,

Ana María Genovés Badenes

PROPIEDAD INTELECTUAL

V-1825-12

Mujer concurso

by on 20:20:00
Mujer concurso   Cuando aparece un título como este, uno piensa que se trata de la publicidad de alguna joven en un concurso de bell...