UNA DE TANTAS BLANCANIEVES





Era un día cualquiera, paseaba cabizbaja por las calles tortuosas  del casco antiguo de mi ciudad y, de repente, me atrajo una fachada restaurada de la que pendía un cartel “vintage” en el que se leía Librería Dimiarco.
-                     Dimiarco  –dije en alto.

El mero hecho de pronunciar su nombre ejerció una especie de hipnosis que hizo que entrara por esa puerta de dintel castaño y espejos traslúcidos… Para mi sorpresa todos los libros estaban colocados por colores: desde el blanco hasta el azabache; pasando por la gama de beige, amarillos, rosas, malvas, granas, verdes, azules y grises, hasta llegar al negro más oscuro que jamás habían visto mis incautos ojos.
Era como estar frente a un hermoso Arco Iris de la literatura. Cada estantería decorada con idéntica tonalidad a los libros que albergaba y cada fila –igualmente- ubicada desde el matiz más diáfano hasta el más intenso.
Me dirigí al azul –mi color preferido- y descubrí que todos los tomos dispuestos en dicho anaquel contenían una estrecha relación con la simbología del pigmento.
Recordé haber leído que -el color azul- es un matiz fresco y tranquilizante que se asocia con la parte más profunda e intelectual de la mente. Si es oscuro, equivale a la noche; mientras que si es claro representa el cielo matutino.
Se relaciona con lo femenino y con los signos zodiacales de Piscis, Libra, Acuario y Sagitario. Llegado este punto, admití que los signos del zodiaco son una farsa: soy cáncer.
A esas alturas, sonreía como una boba pensando qué habría en el violeta o en el caqui, pero me dirigí al carmesí por la pasión que dicha coloración despierta en los animales, racionales o no…
En efecto -en ese recoveco- se aposentaban todos los kamasutra habidos y por haber, pero también todas las novelas de crímenes sangrientos y hasta las obras más “gore”.
Era divertido perderte en los colores y descubrir lo que encerraba cada uno…
En un momento –impreciso- uno de los dependientes –a los que todavía no había vislumbrado ni por asomo- se dirigió a mí. Escuché una voz grave:
- Señorita ¿Puedo ayudarla en algo? -Mi primera reacción fue otear a mi altura y, quedé confundida al ver que, aquel vozarrón provenía de un hombrecillo.
Mi reacción fue mirar en todas las direcciones obviando los colores –lo cual era un ejercicio de reflexión complicado. Descubrí otra singularidad de tan exclusiva librería: sus dependientes eran varones diminutos. En la caja, sobre una escalera, en la estantería de la esquina o en la del fondo –cada uno con su tarea… Además, iban ataviados del color que imperaba en ese lugar.
Me maravilló la habilidad del propietario –diminuto o no- para una ordenación tan peculiar y unos trabajadores tan especiales. Contabilicé siete… Entonces, no pude más que reír a carcajadas.
Paré en seco cuando vi la expresión tristona del liliputiense que me había preguntado.
-         Perdón. No quise ofenderte.
-         Pues lo has logrado, pequeña…
-         Sólo he reído porque me he sentido como si fuera la mismísima Blancanieves. Sabes, resulta que –además de ser mi cuento preferido- mi antigua jefa me llamaba por ese nombre… Los culpables: mi color de piel y mi inocencia. Ahora de cádida tengo bien poco.
-         De eso nada. Lo sigues siendo. ¿Crees que has cambiado mucho desde entonces? Pues no.
-         ¿Y tú qué sabes? Es la primera vez que nos vemos.
-         ¿Estás segura?
-         ¿Te estás quedando conmigo?
-         No criatura –dijo la voz del pequeño que iba vestido de verde. Te estábamos esperando.
-         A mí… ¿Para qué?
-         Para enseñarte tu verdadero mundo. Para que descubras que eres la Blancanieves del cuento.
-         Muy aguda tu jefa –dijo el que vestía de rojo- seguro que era una bruja.
-         Hombre –reí de nuevo- no llevaba cucurucho en la cabeza, ni tenía una verruga impresionante en la nariz… Pero, la verdad es que se portó bastante mal conmigo.

Sin darme cuenta estaba rodeada de siete diminutos –entonces- recordé sus nombres. Gruñón, Tímido, Perezoso, Mocoso, Mudito, Feliz y Dormilón.

-         Bueno, esto es un broma… ¿No?.
-         Pues no –corearon al unísono.
-         Lo siento, no estoy preparada para algo así… Mi cabeza ya está lo suficiente azorada como para situaciones límite –manifesté intentado llegar a la salida. Algo que me fue imposible porque los hombrecillos se apostaron unos sobre otros a modo de trinchera improvisada.


Poco después -tras hablar y rememorar mi existencia- me hicieron comprender que -mi vida- era paralela a la del personaje de Disney: había crecido rodeada de envidia. Era virtuosa y bella. Al final, creí todo cuanto me dijeron…

Apenas me vieron convencida -Gruñón- apretó un botón situado en la parte inferior de la caja registradora y -la estantería naranja, donde se encontraban los volúmenes de la sabiduría- comenzó a girar sobre sí misma. Abrí los ojos como platos: no podía creerlo. Tras el conocimiento que adosaban sus cuentos, existía un mundo mágico que reconocí al instante: era mi mundo.

Mis nuevos amigos, confesaron que mi padre era un hombre trabajador y bueno –algo que ya conocía- y que mi verdadera madre era un Hada. Volví a reír, pero ellos siguieron narrándome la historia y sucumbí a sus ilusorias realidades…

Parece ser que a papi le apodaban “mofeta” por el intenso olor que emanaba su piel. Su aroma no respondía a una falta de higiene, simplemente su organismo tenía más feromonas de lo habitual y desprendía ese fragancia distintiva que enloqueció a mamá… El apareamiento entre seres fantásticos y humanos, cuanto menos es difícil y –por lo general- son encuentros estériles.

Entre las virtudes de mi progenitor estaba la virilidad: encargada de que su dermis provocara ese perfume que sedujo a mamá desde el día en que sus miradas se cruzaron por primera vez. Vivieron una efímera e intensa historia de amor en el país de las Fábulas. La Reina de las Hadas los envidió por ello… Castigó a Diamantina –el Hada que me dio la vida- a la perpetuidad de la eternidad, convertida en una estrella. A mí me exilió –junto a papá- de ese mundo maravilloso en el que había nacido.

Abel –mi padre- tenía una familia en el universo conocido: ellos me adoptaron. Pero cuando él feneció de tristeza, las cosas cambiaron... Ya no me querían como antes y mi existencia se fue convirtiendo en un camino de rosas punzantes que me hacían sangrar a diario. Por suerte, había nacido con unos poderes sobrenaturales que me proporcionaban protección ante las discordias, aunque mi interior estuviera lacerado por el horror que vivía.

De pronto, escucho un sonido impertinente… Las caras de mis amigos se desdibujan, las estanterías de colores se difuminan y el mundo con una luminosidad apabullante: deja de existir.

RINGGGGGGGGG… Ring... Ring… ring… ring…

Es el sonido del despertador:

- ¡Coño! Siempre con los despertadores…

Lo miro atontada, inmersa –todavía- en mi maravilloso sueño. Son las siete y media de la mañana.

- ¡NOOOOOOO!!!!!!!!!!! –Pataleo y grito como una chiquilla.
- ¿Por qué has tenido que sonar? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? –Lo estampo contra la pared. Así dejarás de meterte en mis sueños. Siempre haces lo mismo, siempre me despiertas en lo más interesante… Da igual que sueñe que muero, que soy millonaria, que estoy pegándome un revolcón con mi amante o que soy un Hada. Tu infernal ruido me hace volver a la realidad. ¡Te odioooo!!!!!

Estoy sentada en la cama recordando lo vivido…

Unos lagrimones –inmensos- recorren mis pómulos-. Alzo mi brazo derecho y los seco con el reverso del pijama. Voy al cuarto de baño y –tras una buena ducha- pienso que nada está perdido que –en cualquier momento- me toparé con la librería de colores Dimiarco por sus dependiente diminutos y sus tonalidades semejantes al Arco Iris.

Al salir del patio -los rayos del Sol vespertino- me sumergen entre sus fauces. Ese es el día elegido –me digo a mi misma. Hoy, alguno de mis sueños se hará realidad.

Paso una jornada de perros: me tiran del trabajo, me llegan los papeles del divorcio, le pego un golpetazo al vehículo de delante, vuelvo a fumar, me paso la mitad de la tarde en el WC defecando líquido y -por la noche- cuando voy a encerrarme en casa, veo el kiosco abierto: hecho un euro millón.

Horas más tarde, soy millonaria.

RINGGGGGGGGG… Ring... Ring… ring… ring…

Es el sonido del despertador:

- ¡Coño! Siempre con los despertadores…

Lo miro atontada, inmersa –todavía- en mi maravilloso sueño. Son las siete y media de la mañana.
- ¡NOOOOOOO!!!!!!!!!!! –Pataleo y grito como una chiquilla.

Paso una jornada de perros: me tiran del trabajo, me llegan los papeles del divorcio, le pego un golpetazo al vehículo de delante, vuelvo a fumar, me paso la mitad de la tarde en el WC defecando líquido y -por la noche- cuando voy a encerrarme en casa, veo a mi vecino -ese que me pone como una moto: me invita a cenar.

Horas más tarde, estoy con él en la cama.

RINGGGGGGGGG… Ring... Ring… ring… ring…

Es el sonido del despertador:

- ¡Coño! Siempre con los despertadores…

Lo miro atontada, inmersa –todavía- en mi maravilloso sueño. Son las siete y media de la mañana.

- ¡NOOOOOOO!!!!!!!!!!! –Pataleo y grito como una chiquilla.

Paso una jornada de perros: me tiran del trabajo, me llegan los papeles del divorcio, le pego un golpetazo al vehículo de delante, vuelvo a fumar, me paso la mitad de la tarde en el WC defecando líquido y -por la noche- cuando voy a encerrarme en casa, veo un perro que cruza a galope la calzada: me tiro para que no lo atropellen.

Horas más tarde estoy en la morgue.

Ya no hay sonidos, ya no hay despertadores que me molesten. Estoy en una bolsa de plástico negra, toda yo un amasijo de huesos, músculos y entrañas…

-         Ahora que te necesito, no sonarás. ¡Qué estúpido eres!




Anna Genovés

Rectificado 31/05/2012












CUMPLE 10.000



Este BLOG –hoy- ha sobrepasado las 10.000 visitas y los 800 comentarios.
Por ello quiero agradecerlo a TODOS los que –de alguna forma- soy seguidores: lo que PARTICIPAIS en él, los que ponéis comentarios, los que leéis, los que entráis por error, los incondicionales, los seguidores pasivos y/o camuflados…
Intentaré que sigáis entreteniéndoos con mis cuentos y mis poemas enrevesados. Gracias por soportarme, besos...


Ann@ Genovés
27/05/2012




                                                             


CUMPLE 10.000

by on 18:42:00
CUMPLE 10.000 Este BLOG –hoy- ha sobrepasado las 10.000 visitas y los 800 comentarios. Por ello quiero agradecerlo...








                   
                          SABROSO
         NÉCTAR

La mesa       
                                             está prepArada,
                para Nuestro
                                sacRificio…
                parA que me tomes
                  Como amada
            y cOnsumas
      mi dEstino
           entre tuS brazos
                  de hiErro
                         y mi ombligo,
                                       Divino.
             Derrama la sangre
        de nUestras copas
   por mi roStro
          Y mi cuello…
                 Y lAme mi piel,
                                      si Dejar
                                                                   ni una gotA
                    del néctaR       
                                                  de tu deseo.
   Después,
       abre mIs piernas
           y araña
                                                     Mi cuerpo…
                 EnvUélvelo
                            a tu torSo
                    y consumE,
                                                        Con él,
                                             tu tiempo.
                                     Una vEz y
    cUantas veces
                                                  Quieras
               eres mi dueño
                       y yO tu sierva…
               La escLava de
                                                tu corazóN y de
tus suEños.
                                    Ámame,
pues a ti, 
                                            junto a estE
        buen vino,
                                                       Me entrego.
                Ann@
                                                   Genovés
                            20/05/2012

                                                     

NÉCTAR SABROSO

by on 14:42:00
                                               SABROSO          NÉCTAR L a mesa                     ...










Este relato es ficticio… Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.



CAFÉ PARA TODOS


Yo tenía una granja… Recordaba Norma, una escritora de novela erótica que vive en el Paseo de Pereda de Santander.
-         Yo no tenía una granja, nunca la tuve… La tuvo Meryl Streep en “Memorias de África”. Yo tuve una tienda de ropa. Sí, una Boutique que era la gallina de los huevos de oro y después fui una escritora afamada. Escribía de todo, aunque mis preferidas eran las novelas al estilo Anaïs Nin ¿Cómo he podido llegar hasta aquí? ¡A unos años huecos y horribles que no deseo vivir! –dijo, de repente, en voz alta.
Se miró en el espejo y casi no reconoció a esa mujer alicaída y con el rostro arrugado como una pasa. Con la templanza de una persona exenta de sentimientos, asió la toalla turquesa cercana a su mano derecha -que pendía justo del toallero- y cubrió ese reflejo execrable que veía frente a ella. Seguido, se sentó en el inodoro y defecó.
No había dormido bien, se había tomado sus acostumbradas benzodiacepinas y su hipnótico, amén del antidepresivo que, desde hacía cuatro décadas, era su mejor aliado. Algo se revolvía en su interior, algo quería dar rienda suelta a ese amasijo de carne abatida que cubría su osamenta. La conciencia no la dejaba en paz…
- Si hubiera hecho esto o aquello… Si no me hubiera marchado lejos de mi familia… Si me hubiera casado con el hombre adecuado… Si no hubiera desperdiciado las oportunidades… Si hubiera sido más decidida. ¡Coño! -grito-. Dejarme en paz, síes de las narices.
De repente -con cara de susto- se asoma al lavabo una porteña con cráneo chupa chup y piel tostada.
-         Señora, ¿le pasa algo? -pregunta con reservas.
-         ¿Qué si me pasa algo? No Carmita… No me pasa más que lo que me pasa todos los días de esta vida acabada que no tiene razón de ser. Y…  ¡Mira tú! Aquí sigo. Ya podría irme al otro barrio. Claro que tú te quedarías sin empleo… Y con lo maja que eres. ¡Qué penica!
-         Señora, si está muy bien. ¡Qué más quiere! Tiene su paguita, está de buen ver, y la cabeza le rige de maravilla…
-         Anda, ven aquí, siéntate a mi lado -la invita señalando la tapa del bidet colindante al inodoro del que se escucha el surgir del agua tras haber estirado la cadena.

Carmita, sumisa, hace caso a su señora. Un olor lejano a excrementos inunda su olfato, pero ya no le importa; son muchas las veces que Dña. Norma y ella han hablado de sus intimidades en ese templo del descanso de la evacuación humana.

-         Usted dirá…
-         Te he contado alguna vez, Carmita, cuando trabajé en televisión.
-         ¡Uyyyyy! Una y mil veces -contesta la chica moviendo las manos sin parar.
-         ¿Y qué te he contado?
-         Pues… Que trabajaba en el departamento de vestidos…
-         De vestuario, Carmita, de Vestuario. ¿Y?…
-         Pues que conocía a muchas de las estrellas del momento. Hemos vista sus fotos muchas veces -Carmita cruza los brazos y los posiciona en el mandil blanco que luce sobre su falda de algodón rosa.
-         ¡Ah! Claro… Conocí a muchos de la “Jet”, tipos de poca monta que se creían los reyes del mambo y alguna que otra estrella de la pantalla grande venida a menos. Se dejaban ver por ese burdel de freaks y mentecatos agoreros. Eso es lo que era la tele de las narices.
-         Señora… -recrimina Carmita moviendo la cabeza porque al sobrino no le gusta que su tía utilice palabras soeces.
-         Ya lo sé. Borjita te ha dicho que no me dejes que hable mal… También te ha dicho que no me ponga esta ropa -le dice señalando su camiseta de Custo deslucida –de épocas gloriosas. ¿Y qué? Jajajaaaa…
-         Señora… Es que siempre se sale con la suya. Jajajaaaa…

Acaban las dos por desternillarse entre risotada y risotada.

-         Carmita, sabes que tengo razón. Borjita es un pijo insoportable y viene a verme cuatro veces al año, lo demás son órdenes telefónicas. ¡Será gilipollas! Que mi tía vaya a la calle como una señora, que no diga palabras malsonantes, que vaya a hacer aquagym que patatín que patatán… ¡Vaya niño cursi nos ha salido! Jajajaaaa…
-         Jajajaaa -corea Carmita.
-         A lo que iba. Te he contado muchas cosas de la tele… Pero nunca te he dicho cómo llegué a ella. ¿Verdad?

Carmita -un cielo de chica pero con los pensamientos calmos- piensa durante unos minutos, ante la atenta mirada de Norma y, de repente, dice....

-         Pues que yo recuerde no, señora.
-         ¡Cuántas veces tengo que decirte que me llames Norma! ¡Eh! ¡Cuántas veces!
-         Es que después si llama Borja se me escapa…
-         Pues que no se te escape, niña. Ya sé que soy más vieja que Matusalén.
-         ¿Qué quién?
-         Nada… Quiere decir que tengo muchos años. Ochenta y ocho, para ser exactos.
-         ¡Y mire qué bien está!
-         Si hija… Como una rosa. Anda no te burles de este carcamal.
-         No me burlo, señora -Carmita se ha levantado de un salto y está santiguándose.
-         Que ya lo sé, mujer. Es un decir. Siéntate -señala de nuevo la tapa del bidet.
-         ¿Seguro que no está enfadada?
-         Que no. Hoy tengo ganas de hablar, y tú, vas a escribir todo lo que te diga.
-         Señora…
-         Sabes escribir muy pero que muy bien, que para eso te pagué una academia, para que me hicieras compañía y escribieras todo lo que te contara… O ¿no?
-         Sí. Pero hace tanto que no escribe…
-         Pues hoy, me apetece. A lo mejor es lo último que te dicto.
-         ¡Cómo dice eso!.
-         Es un decir. Aunque no me importaría espicharla. ¡Estoy harta de vivir, chica!
-         Seño…
-         ¡Chuuuuu! Vamos al comedor. Coge la libreta del escritorio.

Norma se encamina al comedor y Carmita al dormitorio. Minutos después -llega al salón- libreta en mano.

-         A ver… -Recapacita Norma- Eso es, me gusta. ¿Estás preparada?.
-         Sí señora -Norma pone mala cara- Quiero decir… Cuando quieras, Norma.
-         Eso está mejor.

Se han sentado en un diván tostado con una cheslón en el lateral derecho, donde Norma se ha acomodado. En el opuesto, Carmita, ha acercado una mesita larga que, a modo de escritorio portátil, encaja a la perfección con el asidero del sofá. Parece toda una secretaria. Claro, ha cambiado su uniforme por un conjunto de punto malva.

-         Mira, mi familia tenía un comercio muy próspero…

Norma comienza a soñar despierta. Se imagina cuando era una mujer hermosa, simpática y llena de vida. Y, de repente, como si fuera Meryl Streep, le dice a Carmita…

Yo tenía… Yo tenía una Boutique de ropa en el extrarradio de Santander -a finales de la década de los setenta- con los primeros zarpazos del punk. Era una muchachita con mucho futuro; bella y aplicada. Estudiaba en el Instituto Juan de Gata. Recuerdo que estaba terminando cuarto de bachillerato, con unas notas excelentes… Un día, cuando llegué de clase, mi madre me dijo que tenía que trabajar en la tienda. Creí que se trataba de una broma, hasta que mamá dijo:

-         Norma tu hermana tenía la misma edad que tú cuando empezó a trabajar y -si tengo que daros lo mismo a las dos- tengo que ser justa. Así que tienes que dejar de estudiar. Te pondrás a trabajar a su lado. La tienda es de las dos, pero tú serás la aprendiza.
-         Mamá… Pero yo quiero estudiar.
-         Y yo quisiera que tu padre siguiera entre nosotras, pero hace mucho que falleció.
-         Ma…
-         La decisión está tomada. Trabajarás por el día y -si quieres estudiar- lo harás por las noches.

Ya no dije nada más… Me fui  a mi cuarto y lloré desconsoladamente.
Norma se queda mirando el techo níveo de la estancia… Unas lágrimas enormes y espesas, revolotean por sus mejillas huecas de carne y con unos pómulos destacados.

 - Norma… ¿Se encuentra bien?

Norma le contesta que sí. Inmediato, sigue narrando. Carmita apunta que iba a contarle cómo entró a trabajar en la tele y que lo que le ha dicho, sucedió mucho antes. Norma sonríe…

-         Bobita mía -dice con cariño- toda historia tiene unos antecedentes y si no te cuento cómo empecé a trabajar en la tienda, no te puedo contar cómo llegué a la televisión.
-         ¡Ahhhh! -asiente Carmita con cara de póker.
-         Mira, te lo voy a resumir para que lo entiendas. Resulta que un buen día, salieron las fechas para una Bolsa de Trabajo de tan excelsa y mentecata tele-mierda… Era demasiado turbio, como si se reservaran el derecho de admisión: extraño… Muy extraño. Según citaban los periódicos, se convocaban  puestos para todas las categorías laborales… Inmediato -por aquello de haber trabajado en la boutique- pensé en presentarme como Especialista en Vestuario y llamé a una clienta que trabajaba –justo- en nuestra tele: la TV de la Comunidad Cántabra.
-         Josefina? …
-         ¿Si soy yo? ¿Quién eres?
-         Soy Norma la hermana de Conchita de “Todo Moda”.
-         ¡Ah!. ¡Hola maja! Dime, dime… -Me contestó.
-         Bueno, Carmita -prosigue la anciana- el caso es que le conté que quería presentarme a las pruebas y que no sabía dónde buscar los temarios para prepararlas. Josefina, me dijo que no tenía ni idea. Pues nada. Gracias. Ya me las apañaré -le contesté.

Norma hace un alto para beber agua y cuando retoma el hilo le cuenta a su compañera toda la historia de una tajada. Carmita boquiabierta, escribe sin parar todo lo que su señora le narra.

De repente, a pocos días del examen -comienza Norma con tono misterioso-, me llama Josefina por teléfono, y -como una gata que ronronea- me suelta que, justamente está en el tribunal de la especialidad a la que opto y que si podía echarle una mano. No entendía nada, Carmita, pero -ya en su casa- comprendí que estaba en una encerrona.

La cosa era que, tanto ella como un amigo cercano, estaban en el tribunal que corregía las pruebas de mi categoría y habían pensado que podía ayudarlos. Cada miembro del tribunal, seis en total, debían entregar veinticinco preguntas, las cuales se introducirían en un bombo. Al azar, saldrían las preguntas del examen.

Fue meteórico. Busqué en internet y en bibliotecas públicas, y le entregué -siguiendo su petición de rastrera que se aprovecha de una incauta- cincuenta preguntas. Un día antes del examen, recibí un borrador -con más tachones que otra cosa- que contenía varias de las preguntas confeccionadas por una menda -junto con otras similares-. en las que con puño y letra de “la Josefina”, se me indicaba que podían salir en la prueba. Por su puesto -la muy cerda- antes me telefoneó y me dijo que no se lo dijera a nadie porque estábamos incurriendo en delitos graves de Prevaricación y Cohecho, entre otros…

Yo estaba angustiada. No sabía por dónde tirar… Recuerdo que no pegué ojo en toda la noche y que cuando llegué al examen era un manojo de nervios. Trágame tierra -pensé- cuando empecé a ver las preguntas. De las cincuenta, cuarenta y ocho -¡qué coincidencia!- las había confeccionado yo. Por supuesto, saqué la mejor nota de todas las aspirantes.

La última vez que hablé con dicha elementa, fue para decírmelo. Después se tiró dos años de baja, para pasar por el quirófano y quitarse todas las arrugas del rostro, amén de ponerse unas tetas del ciento diez. Seguramente -pensé cuando volví a verla- a cuenta del “extra” que le habría pagado su empresa por elaborar “ella solita” las preguntas de esa pseudo-oposición a la que yo me había presentado. Por cierto, ella ni me saludó.

Pese a haber quedado la primera, nunca me llamaban para trabajar. Yo veía que las que tenía menos nota, sí ocupaban puestos laborales en el engendro televisivo… Sus nombres aparecían en los créditos de los programas.

Un día, ni corta ni perezosa, me encaminé al sindicato más potente…. Tras pasar de despacho en despacho y de abogado en abogado, mi caso se llevó ante la justicia. Sí, denuncié a la TV de la Comunidad Cántabra y asociados -Carmita arquea las cejas pero sigue escribiendo la apasionante historia que Norma le está contando.

Bueno, pues fíjate, minutos antes del juicio, y sin presencia del abogado de la empresa televisiva. El mío, me dice que le ha llegado una propuesta laboral suculenta... Claro, si anulo la denuncia. Cosa que hice de inmediato porque necesitaba trabajar.

Por eso, mi querida copista -le dice Norma guiñándole un ojo- empecé a trabajar en nuestra querida tele. Aunque nunca formé parte de ella. Siempre llevé la cruz de los marcados. Sólo me contrataban cuando el trabajo era desagradable y nadie quería hacerlo… Así me tuvieron doce años, dentro-fuera, dentro-fuera... En fin, lo que se dice: mareando la perdiz.  

Por aquel entonces pensé que era agónico, hogaño pienso que fue profético. La crisis en la que me vi inmersa agudizó mi ingenio… Justo entonces, comencé a escribir. Aunque esta historia es inédita, se me ocurre –dice Norma llevándose la mano a la boca y asintiendo para sí- quizás te regale los derechos de su autoría… Será un bombazo que te permitirá vivir como una reina y ¡que le den a Borjita y a su troupe de pijos! No digas nada que aún tengo que narrarte muchas más cosas –corta Norma al ver que Carmita va a decir algo.

A ver ¿por dónde iba? … ¡Ah! Sí, Carmita, imagínate el mogollón de los mogollones: si yo entré a trabajar como te he dicho ¿cuánto mamoneo había? ¡Cómo te lo explicaría! Todos eran familia de… Acosados de…Amantes de… Becarios de… Cabrones de… Camellos de… Conocidos de…   Chaperos de...  Lameculos de… Putas de… Sumisos de…   El noventa por ciento de sus empleados trabajaban por enchufe, el nueve por ciento cobraba y ni tan siquiera se les veía por el ente, aunque tuvieran despachos a su nombre. Mierda sobre mierda y más mierda…

Entonces, querida Carmita, ¿por qué no hubo una taza de café para mí?

-         ¿Eh? -contesta la contertulia que no entiende a qué se refiere su señora.
-         ¡Ay mi niña! -dice Norma mirando al embravecido Cantábrico. ¡Cómo expresarlo! Nadie te ha dicho que la democracia no es perfecta… Pues nadie es perfecto pero todos podemos participar en ella… Imagina que hay muchas personas y muchos cafetales. Todos queremos un poco de ese fruto tan sabroso… Ok? -ok asiente Carmita. Pues, entonces… ¡Café para todos!





Ann@ Genovés

23/03/2012