Positivo en Covid
Sirva mi testimonio para
cualquier lector que se encuentre en una situación similar y, de algún modo,
pueda socorrerle.
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El domingo uno de mayo
noté unas punzadas en la cabeza que me extrañaron porque nunca me duele. Pero
no le di demasiada importancia, no tenía fiebre y mi estado general era
perfecto: había pasado un día maravilloso.
El lunes tenía una agenda
muy apretada; recorrí varios sitios públicos y concurridísimos de Valencia. Correos, Ayuntamiento, alguna que otra tienda de moda... Todo ello, andando y con
mascarilla cuando había afluencia de gente. Anduve unos siete mil pasos según el podómetro de móvil; me sentía
genial por haberme aireado durante unas cuantas horas –algo que no suelo hacer
porque, desde que comenzó la pandemia (mi esposo es un enfermo crónico), me he
montado un pequeño gimnasio en casa y nuestras salidas se reducen a los Super y
a un paseo largo por lugares despejados. Ambos con mask salvo
en algún parque perdido y un banco olvidado.
Todo lo bien que estaba pasó, en
unas horas, a un estado muy extraño en el que mi nariz era un grifo de agua
infinito, comenzaron algunos dolores intermitentes en algunas articulaciones y
decidí hacerme un test de antígenos de los que teníamos desde hacía meses. Dio positivo. Me tomé paracetamol y un antihistamínico recomendado en
rinitis alérgicas -Alerlisin, para ser exactos—. Como procuro estar informada, supe que, por lo
menos esa mañana –en las calles en las que me quité por unos minutos el
cubrebocas—, había ocupado el puesto de supercontagiadora, sin saberlo. Algo
que asumiré porque no puedo hacer otra cosa y que procuraré no repetir. Tenía
claro que, la incubación, suele ser aproximadamente de tres días; por lo tanto,
el contagio debió suceder entre el viernes-sábado. ¡Qué casualidad! El viernes
también había realizado un periplo: Junta municipal, casa de comidas,
supermercados, cajeros bancarios y entidad financiera repleta de personas sin
cubrebocas y sus toses, mocos… Movilidad.
Soy defensora de las mascarillas
porque su uso obligatorio en ámbitos sanitarios y/o científicos se determinó tras
la pandemia de la gripe española en 1918. Si utilizarla no fuera beneficioso
para la salud de los pacientes y la protección de los especialisatas, su uso
hubiera decaído a lo largo de los años. La ministra de Sanidad anunció poco
después de Semana Santa –20 de abril— que se podía estar en interiores sin
mascarilla. Desde mi punto de vista, fue muy precipitado y, ahora se están
viendo los resultados negativos; por cierto, falseados: solo se sigue la IA en
mayores de sesenta años, ¿qué los menores de sesenta años no se contagian? Según
el artículo: España camina hacia la séptima ola
…“El documento del
departamento que dirige Carolina Darias notifica 57.329 contagios más,
con lo que la cifra total hasta el momento asciende a 11.953.481. De los nuevos
diagnósticos 28.434 se han registrado entre las personas de más de 60 años”…
Esto quiere decir que los
contagios entre menores de la franja de edad denominada ‘diana’ –en la que
entré el año pasado— es de una cifra similar. Por tanto, la IA real es más o
menos, el doble. Hablamos de 1.300… 1.400… Sin contar a los asintomáticos. ¿Qué
me decís?
Sigo con mi covid19… Decidí que
debía acercarme al Centro de Salud para que me hicieran una PCR, me recetaran
la medicación adecuada y, de paso, preguntar cómo actuar si mi esposo caía. Sin
embargo, el martes diluvió durante todo el día y con una congestión de
caballo y sin dormir –por el bicho o por los nervios— no pude ir. Pasé el día
adormilada, con la cabeza embotada, el grifo nasal interminable y un frío
aterrador. Claro, tenía fiebre. Era como un enfriamiento –no una gripe— de los
que, en tantas ocasiones, he tenido.
El miércoles –después de
otra noche blanca, algo que no es excesivamente significativo en personas con con mal dormir como yo—, me levanté un tanto
zombi. Desayuné y me fui al Centro de Salud evitando acercarme a las personas, con
mi bien falcada mascarilla FPP2. Entré directa al mostrador que hay junto en la
puerta –con mampara y sin gente—. Pero como tenía
un dolor agudo y punzante de garganta que me impedía hablar, les dije a las
enfermeras, por señas, que me dejaran un papel. Describí la situación en unos
segundos y me dijeron que me realizarían un segundo test, ya que, las PCR
habían pasado a la reserva. Esperé fuera mientras hablaban con mi doctora.
Minutos más tarde, me dijeron que me marchara a casa que la facultativa iba a
telefonearme.
Se me quedó cara de gilipollas.
Bajé la cabeza y de regreso a casa, sonó el móvil.
Conversación con la
doctorcita:
– ¿Cuenta, cuenta…?
Como pude, le expliqué y
sinteticé el escenario. Ella contestó—:
– Sí. Son los síntomas normales.
Hay muchísimos casos. No pasa nada.
– ¿Y si Jon…?
– ¡Ah! Él aún no ha llegado a la
franja diana y como, ahora, no es necesario que ningún contacto, aunque sea
estrecho, se haga un test, si no tiene síntomas no necesita ninguna prueba.
– Sí, doctora, pero tiene numerosas
patologías.
– Pues si se pone enfermo, lo
llevas a urgencias. Tú puedes ir a dónde quieras, con tu mascarilla y ya está.
Trágame tierra.
– Doctora y… ¿qué me tomo?
– Lo
que te has tomado: Alerlisin y paracetamol. Si empeoras, al hospital. Si sigues
como ahora, mejorarás en unos siete días y en diez, estarás al cien por cien. No
hace falta que te hagas otro test ni ahora ni después de los diez días. Hay que
seguir el protocolo.
– Es que han quitado las mas
demasiado pronto en interiores.
– Si te cruzas con un infectado –asintomático
o no— en un lugar abierto en el momento de un estornudo o etcétera y ninguno
lleváis cubrebocas, lo normal es que también haya contagio.
¡Acabáramos! En ese instante, ¡cuánto
eché de menos al médico anterior! Recién jubilado unas semanas antes del inicio
de la pandemia. Ahora solo tengo una dispensadora de medicamentos que no se sale
de la línea marcada por Sanidad ni un micro milímetro con una tranquilidad
pasmosa. Cualquiera de mis droides es más humano que la doña. Al margen, ya
sabéis cuál es el seguimiento de Sanidad. Solo conque hubiera añadido: Coge una nueva cita para dentro de una semana y me dicés cómo estás y dentro de un mes, te vienes y te echo un vistazo o algo similar, suficiente. Me voy a casa tan tranquila.
Bueno, sigo con mi historia… eso…
esto sucedió miércoles al mediodía. Aunque estaba molesta, decepcionada y mi
garganta dolía como si fuera un estigma perenne, como todos los días, tuve los
ovarios de hacer los ejercicios que he repetido a diario, estuviera como
estuviera: andar un buen rato como los reclusos, algún estiramiento y alguna
cosilla más; poquito, lo necesario para intentar no anquilosarme más de lo
normal. Unos quince minutos que me ayudan a no hundirme en la miseria: no he
vuelto a salir a la calle. Luego una ducha sostenible de agua supercaliente y a
seguir con la mascarilla durante casi toda la jornada, beber unos cuatro litros
de agua diarios y permanecer en mi recinto. Por la noche dormí algo mejor, pero
me desperté en una ocasión completamente sudada. Tuve que usar el secador,
cambiarme de ropa, sábanas… un rollo, pero, hay que secarse lo máximo posible y el colchón o el edredón, si están húmedos, lo mismo. Mi hogar no está
acondicionado para darse una ducha de madrugada.
El jueves el flujo
perpetuo, había decaído. De igual modo, había desaparecido la pesadez de cabeza
e incluso ese duermevela tonto que me sumía en una realidad ligeramente
alterada. Sin embargo, comencé a toser con esputos incluidos; no cortaros
cuando llegue esta fase, lo mejor que podemos hacer es expectorar para que los
órganos se limpien de mucosidad. Además, tampoco podía tragar. Para colmo, mi
voz estaba cascada y ronca, lo mejor era no decir ni mu. Hablaba lo justo y necesario.
Viernes. Por fin, noto una
verdadera mejoría, aún con afonía. Hago mis ejercicios, escribo un rato, recojo
información, leo, inspecciono si ha habido adelantos positivos en Ucrania… Toso
más, pero con menos mucosidad. La cabeza y el resto del organismo, mejorando. La
noche es mala: he dormido mal y vuelto a sudar con el consecuente secado de
todo lo que he podido.
Sábado, aquí sigo, parece
que mejor, aunque los medicamentos me han descompuesto un poco el cuerpo y, claro,
noto un poco de flojera. Es lo lógico en cualquier enfermedad de tipo respiratorio.
Y, además, toso más. Ahora es diferente, parece, digo parece porque no lo sé,
que la tos se debe al picor que aun sigo teniendo en la garganta. Mi timbre de
voz se está recuperando: ¡menos mal!
Domingo ocho de mayo. Justo
el domingo pasado por la tarde fue cuando tuve unos pinchazos raros en la
cabeza que a los que no hice caso porque me encontraba fenomenal. Y que resultó
que sí tenía que haberles hecho caso. ¿Recordáis? O sea, justo, ocho días. Anoche
la pasé bien, por lo menos no sudé –espero que está noche siga la misma pauta:
dormir es sanador— y me he levantado casi como nueva. Toso, de vez en cuando
como un perro, pero apenas esputo, más bien es por la irritación bucofaríngea. La
nariz solo gotea de tarde en tarde. Y mi estado general es bastante óptimo. He salido
a la calle –con FPP2, por supuesto— manteniéndome alejada posible de las
personas y me ha sentado bien que me diera el aire.
Lunes nueve de mayo. A una semana de realizarme el Test de antígenos, apenas se aprecian los síntomas y mejorando.
Ha doce días del positivo, he superdo el covid y me encuentro bien.
@Anna Gernoves
Dos de mayo de 2022
Para recordar
1.
Hidrataros al máximo, por lo menos con dos litros de agua. Podéis sustituirlo por zumos, leche... Líquidos sin alcohol.
Lavaos las manos a menudo y poneros hidrogel -a estas alturas estñá de sobra decirlo porque lo sabemos requetebién.
2.
Alimentaros lo mejor que podáis. Estoy comiendo algo más de lo habitual, tenga o no
ganas.
3. Si os sentís con ánimo y podéis, moveros por la casa o por la calle con
mascarilla si decidís pasear. Creo que dentro de un rato, me animaré a dar una
vuelta.
4.
Si sudáis por la noche y no podéis ducharos, secaros bien con el
secador, cambiaros de ropa y todo eso...
5.
La ventilación que no falte en casa.
6.
Tomaros las medicinas que os hayan aconsejado; sea un especialista o un farmacéutico.
7.
Sin empeoráis, acercaros al hospital: no tengáis miedo.
8. Si sois animales sociales, decirlo. Tened
covid19 no es una lacra ni una vergüenza, es algo normal.
He tenido fiebre los cuatro primeros días, algo lógico; no os preocupéis
demasiado.
Haz algo
que te agrade: escucha música –soy adicta al rap, lo confieso, aunque escucho
de todo—, lee, escribe, mira la TV, revisa esa serie que no terminaste de ver o
que se te pasó, haz
ganchillo, pinta, teje, reza, desguaza las redes sociales, medita, recicla en Vinted... Todo vale.. Haz lo que puedas y te agrade. Lo superaremos 😉
* Llevo dos vacunas de
AstraZeneca y una de refuerzo de Moderna. Además, estoy vacunada de la gripe. Soy
defensora de las mismas cuando están debidamente estudiadas y cotejadas. Las actuales,
por falta de tiempo, se está viendo, tal como dijo el doctor Cavadas, que aún tienen
faltas. Pero, es normal: han hecho lo que han podido en tiempo record. Hay que vacunarse. Somos un gran laboratorio para las generaciones futuras.
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