El secreto del emperador

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El secreto del emperador




📖 Capítulos inéditos

 

A veces, las historias no se escriben de una vez. Se fragmentan, se esconden, se transforman. Hoy comparto con vosotros unos capítulos entreverados de “SIAH: El ojo de Dios” y “La concubina 111”. Pudieron ser de una novela o de la otra. Pero nunca llegaron a ver la luz. No son meros restos. Son piezas vivas, intensas, que merecen ser leídas. Tal vez os atrapen. Tal vez os lleven a descubrir el universo completo de los manuscritos en los que pudieron formar parte.

 

 


🏯 Primera audiencia con Qin Shi Huang


 

Las primeras jornadas del nuevo año apenas despuntaban cuando Daniel cruzó por fin el umbral de la sala del trono. Había sido convocado por el emperador Qin Shi Huang, tras días de expectación entre los sabios y los oráculos. Desde su llegada, el pueblo murmuraba sobre aquel hombre de cabellos de fuego y ojos aguamarina. Decían que era un presagio. Un enviado.


Daniel avanzó con paso firme. Iba limpio como una patena, vestido con un kimono verde musgo bordado con hilos de plata. Su cabello rojizo brillaba bajo la luz de las lámparas de aceite, y su tez, antes curtida por el viaje, se había vuelto clara y serena. Su rostro, hermoso e inescrutable, parecía tallado en jade. Pero eran sus ojos añiles los que más llamaban la atención: despedían un fulgor especial, casi sobrenatural.

 

La sala del trono era un despliegue de opulencia. Columnas repujadas en pan de oro, adornos de marfil y jade, y un sitial cincelado con filigranas de los materiales más preciados del mundo. Daniel lo observó todo sin asombro. Sabía que entre el pueblo y el poder había un abismo que ni el mármol podía ocultar.

 

Un gong metálico resonó en lo alto, anunciando su presencia. Por alguna razón que desconocía, su presentación se hizo en mandarín arcaico, pero su nombre fue pronunciado en arameo, como en los rituales de Qumrán.

 

Entonces ocurrió lo inesperado. Qin Shi Huang se levantó del trono y descendió hasta el suelo. Un gesto inusual, casi sacrílego. Al instante, los congregados —un centenar de cortesanos y guardias— se tumbaron sobre las losas de cerámica pulida, pues nadie podía estar por encima del soberano. Daniel los imitó.

El emperador se acercó, se agachó frente a él y, con una mezcla de curiosidad y reverencia, comenzó a tocar su cabello.

 

—¡Es de fuego! Es un tigre rojo, como han augurado los oráculos —exclamó, inquieto.

 

Daniel no tembló. Sabía que aquellas palabras eran una bendición.

 

—¡Alzaos! —ordenó Qin, clavando sus pupilas azabachinas en las de Daniel, oceánicas y plácidas como el Mare Nostrum—. ¡Alzaos! He dicho.

 

Daniel se incorporó, y los presentes, aún tumbados, ladeaban la cabeza para observar el prodigio. Qin continuó:

 

—Sois fuerte y más alto que yo. Las profecías me hablaron de ti. Sé que eres mi amigo. Has venido para ayudarme a unificar el país.

 

—En verdad que ese es uno de mis propósitos —respondió Daniel—. Por él he recorrido el mundo desde mi país natal.

 

El emperador se acercó aún más y, en tono íntimo, le susurró:

 

—Cuando estemos solos, puedes llamarme Zheng (). Es el nombre del primer mes del año chino en el que nací.

 

Daniel arqueó una ceja, sorprendido.

 

—Es una coincidencia, mi rey —dijo con cautela—. Disculpe, augusto emperador, todavía debo hablarle con el respeto que su posición merece. Máxime cuando los súbditos siguen tumbados sobre el suelo.

 

Qin, que ni los recordaba, hizo un ademán para que se levantaran y abandonaran la sala. Cuando quedaron solos, preguntó:

 

—¿Qué es coincidencia, Daniel?

 

—Que su fecha de nacimiento coincida con la mía. Nací el último mes del año 270 antes de la venida al mundo del hijo de YWHW, mi Dios. He comparado nuestros calendarios. No tengo duda: nacimos el mismo año y el mismo día.

 

Qin guardó silencio. Luego, con voz grave, dijo:

 

—Los oráculos nunca mienten. Somos hermanos por muchos motivos.

 



📜 Diario del emperador 


 

A finales del año 280 a. C., El Tigre Rojo y sus compañeros llegaron a mi ciudad durante la celebración del 33º aniversario de mi coronación. Todo extranjero era bien recibido. Se desplegaban estandartes carmesíes con mi nombre: 秦始皇. Fue realmente hermoso.

 



🏛️ Relato de Persépolis







 

El Tigre Rojo me habló de su viaje como quien desvela un secreto antiguo. Había partido de Persépolis con la determinación de alcanzar Xi’an, llevando consigo una caravana cargada de productos de su tierra. Pero lo que más me impresionó no fue el viaje, sino la ciudad que dejó atrás.

 

—Persépolis fue la más bella del mundo —me dijo con nostalgia en la voz—. Aunque Alejandro la conquistó y la redujo a cenizas, su reconstrucción la hizo aún más majestuosa.

 

Me describió la entrada dedicada al rey Jerjes: una puerta de doble hoja, tallada en madera noble y engarzada con piedras preciosas. A ambos lados, dos toros titánicos custodiaban el acceso, elevándose por encima de los muros de mármol. Las columnas, esbeltas y coronadas por hojas de palma estilizadas, daban la impresión de que la ciudad respiraba bajo un dosel vegetal. Por las vías procesionales, estatuas de hombres-toro se alzaban como guardianes mitológicos.

 

—Pero lo más impresionante —añadió— era el palacio. Un atrio con cien columnas, y en el muro norte, tres escalas talladas con figuras en hileras. En la superior, la guardia personal del rey Ciro II: “Los Inmortales”. Sus lanzas descansaban a sus pies, como si esperaran una nueva batalla.

 

Escuché cada detalle con atención. Tomé nota mental de todo. Algún día, pensé, construiré algo parecido para mi pueblo.

 

Luego me habló de la espiritualidad de Persépolis. Era una ciudad abierta, donde convivían múltiples tradiciones religiosas. El hinduismo servía de paraguas para diversas creencias metafísicas, pero la dinastía seléucida se inclinaba hacia el zoroastrismo. Adoraban al sol, personificado en Mitra o en Ahura Mazda, aunque permitían que el pueblo siguiera otros credos.

 

La familia de Daniel provenía de Canaán. Aunque rendidos a Mitra, su abuelo insistió en bautizarlo con el nombre israelita de Daniel. Ese gesto, me dijo, fue una forma de preservar la luz ancestral.

 

El viaje hasta mi corte fue largo y cruel. Cruzaron cuencas montañosas, mesetas elevadas y desiertos salados como Dasht-e-Kavir y Dash-e-Lut. Durante semanas, no encontraron más que arena y silencio. Pero al fin, dieron con tribus nómadas: Yuezhi, Sakas, Tocarios. Fue su aspecto lo que les salvó. Los Tocarios, de piel clara, ojos claros y cabellos de fuego, lo reconocieron como uno de los suyos.

 

Con el tiempo, Daniel cambió. Su perfil se volvió rígido, cetrino, como una estatua de ámbar. Pero sus ojos azulinos permanecieron intactos, como el remanso de agua en el que solía bañarse en Qumrán. Su carne se curtió, pero su alma siguió pura.

 

Era el elegido. El portador del tesoro de los ‘Hermanos de la Luz’. Lo trajo hasta Qin, mi país. Y ese tesoro —invisible para todos salvo para mí— fue el que sanó mis heridas y cerró mis llagas.

 

Yo, Qin Shi Huang, emperador legalista y escéptico, destructor de manuscritos taoístas, creí en el Dios monoteísta de mi hermano de luz. Aunque nadie lo sabrá. Porque este diario quedará sepultado en la tumba que guardará mi cuerpo en el descanso eterno.








 

Autora: Anna Genovés


 





El secreto del emperador




📖 Capítulos inéditos

 

A veces, las historias no se escriben de una vez. Se fragmentan, se esconden, se transforman. Hoy comparto con vosotros unos capítulos entreverados de “SIAH: El ojo de Dios” y “La concubina 111”. Pudieron ser de una novela o de la otra. Pero nunca llegaron a ver la luz. No son meros restos. Son piezas vivas, intensas, que merecen ser leídas. Tal vez os atrapen. Tal vez os lleven a descubrir el universo completo de los manuscritos en los que pudieron formar parte.

 

 


🏯 Primera audiencia con Qin Shi Huang


 

Las primeras jornadas del nuevo año apenas despuntaban cuando Daniel cruzó por fin el umbral de la sala del trono. Había sido convocado por el emperador Qin Shi Huang, tras días de expectación entre los sabios y los oráculos. Desde su llegada, el pueblo murmuraba sobre aquel hombre de cabellos de fuego y ojos aguamarina. Decían que era un presagio. Un enviado.


Daniel avanzó con paso firme. Iba limpio como una patena, vestido con un kimono verde musgo bordado con hilos de plata. Su cabello rojizo brillaba bajo la luz de las lámparas de aceite, y su tez, antes curtida por el viaje, se había vuelto clara y serena. Su rostro, hermoso e inescrutable, parecía tallado en jade. Pero eran sus ojos añiles los que más llamaban la atención: despedían un fulgor especial, casi sobrenatural.

 

La sala del trono era un despliegue de opulencia. Columnas repujadas en pan de oro, adornos de marfil y jade, y un sitial cincelado con filigranas de los materiales más preciados del mundo. Daniel lo observó todo sin asombro. Sabía que entre el pueblo y el poder había un abismo que ni el mármol podía ocultar.

 

Un gong metálico resonó en lo alto, anunciando su presencia. Por alguna razón que desconocía, su presentación se hizo en mandarín arcaico, pero su nombre fue pronunciado en arameo, como en los rituales de Qumrán.

 

Entonces ocurrió lo inesperado. Qin Shi Huang se levantó del trono y descendió hasta el suelo. Un gesto inusual, casi sacrílego. Al instante, los congregados —un centenar de cortesanos y guardias— se tumbaron sobre las losas de cerámica pulida, pues nadie podía estar por encima del soberano. Daniel los imitó.

El emperador se acercó, se agachó frente a él y, con una mezcla de curiosidad y reverencia, comenzó a tocar su cabello.

 

—¡Es de fuego! Es un tigre rojo, como han augurado los oráculos —exclamó, inquieto.

 

Daniel no tembló. Sabía que aquellas palabras eran una bendición.

 

—¡Alzaos! —ordenó Qin, clavando sus pupilas azabachinas en las de Daniel, oceánicas y plácidas como el Mare Nostrum—. ¡Alzaos! He dicho.

 

Daniel se incorporó, y los presentes, aún tumbados, ladeaban la cabeza para observar el prodigio. Qin continuó:

 

—Sois fuerte y más alto que yo. Las profecías me hablaron de ti. Sé que eres mi amigo. Has venido para ayudarme a unificar el país.

 

—En verdad que ese es uno de mis propósitos —respondió Daniel—. Por él he recorrido el mundo desde mi país natal.

 

El emperador se acercó aún más y, en tono íntimo, le susurró:

 

—Cuando estemos solos, puedes llamarme Zheng (). Es el nombre del primer mes del año chino en el que nací.

 

Daniel arqueó una ceja, sorprendido.

 

—Es una coincidencia, mi rey —dijo con cautela—. Disculpe, augusto emperador, todavía debo hablarle con el respeto que su posición merece. Máxime cuando los súbditos siguen tumbados sobre el suelo.

 

Qin, que ni los recordaba, hizo un ademán para que se levantaran y abandonaran la sala. Cuando quedaron solos, preguntó:

 

—¿Qué es coincidencia, Daniel?

 

—Que su fecha de nacimiento coincida con la mía. Nací el último mes del año 270 antes de la venida al mundo del hijo de YWHW, mi Dios. He comparado nuestros calendarios. No tengo duda: nacimos el mismo año y el mismo día.

 

Qin guardó silencio. Luego, con voz grave, dijo:

 

—Los oráculos nunca mienten. Somos hermanos por muchos motivos.

 



📜 Diario del emperador 


 

A finales del año 280 a. C., El Tigre Rojo y sus compañeros llegaron a mi ciudad durante la celebración del 33º aniversario de mi coronación. Todo extranjero era bien recibido. Se desplegaban estandartes carmesíes con mi nombre: 秦始皇. Fue realmente hermoso.

 



🏛️ Relato de Persépolis







 

El Tigre Rojo me habló de su viaje como quien desvela un secreto antiguo. Había partido de Persépolis con la determinación de alcanzar Xi’an, llevando consigo una caravana cargada de productos de su tierra. Pero lo que más me impresionó no fue el viaje, sino la ciudad que dejó atrás.

 

—Persépolis fue la más bella del mundo —me dijo con nostalgia en la voz—. Aunque Alejandro la conquistó y la redujo a cenizas, su reconstrucción la hizo aún más majestuosa.

 

Me describió la entrada dedicada al rey Jerjes: una puerta de doble hoja, tallada en madera noble y engarzada con piedras preciosas. A ambos lados, dos toros titánicos custodiaban el acceso, elevándose por encima de los muros de mármol. Las columnas, esbeltas y coronadas por hojas de palma estilizadas, daban la impresión de que la ciudad respiraba bajo un dosel vegetal. Por las vías procesionales, estatuas de hombres-toro se alzaban como guardianes mitológicos.

 

—Pero lo más impresionante —añadió— era el palacio. Un atrio con cien columnas, y en el muro norte, tres escalas talladas con figuras en hileras. En la superior, la guardia personal del rey Ciro II: “Los Inmortales”. Sus lanzas descansaban a sus pies, como si esperaran una nueva batalla.

 

Escuché cada detalle con atención. Tomé nota mental de todo. Algún día, pensé, construiré algo parecido para mi pueblo.

 

Luego me habló de la espiritualidad de Persépolis. Era una ciudad abierta, donde convivían múltiples tradiciones religiosas. El hinduismo servía de paraguas para diversas creencias metafísicas, pero la dinastía seléucida se inclinaba hacia el zoroastrismo. Adoraban al sol, personificado en Mitra o en Ahura Mazda, aunque permitían que el pueblo siguiera otros credos.

 

La familia de Daniel provenía de Canaán. Aunque rendidos a Mitra, su abuelo insistió en bautizarlo con el nombre israelita de Daniel. Ese gesto, me dijo, fue una forma de preservar la luz ancestral.

 

El viaje hasta mi corte fue largo y cruel. Cruzaron cuencas montañosas, mesetas elevadas y desiertos salados como Dasht-e-Kavir y Dash-e-Lut. Durante semanas, no encontraron más que arena y silencio. Pero al fin, dieron con tribus nómadas: Yuezhi, Sakas, Tocarios. Fue su aspecto lo que les salvó. Los Tocarios, de piel clara, ojos claros y cabellos de fuego, lo reconocieron como uno de los suyos.

 

Con el tiempo, Daniel cambió. Su perfil se volvió rígido, cetrino, como una estatua de ámbar. Pero sus ojos azulinos permanecieron intactos, como el remanso de agua en el que solía bañarse en Qumrán. Su carne se curtió, pero su alma siguió pura.

 

Era el elegido. El portador del tesoro de los ‘Hermanos de la Luz’. Lo trajo hasta Qin, mi país. Y ese tesoro —invisible para todos salvo para mí— fue el que sanó mis heridas y cerró mis llagas.

 

Yo, Qin Shi Huang, emperador legalista y escéptico, destructor de manuscritos taoístas, creí en el Dios monoteísta de mi hermano de luz. Aunque nadie lo sabrá. Porque este diario quedará sepultado en la tumba que guardará mi cuerpo en el descanso eterno.








 

Autora: Anna Genovés


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¿Segunda mano o reciclaje?


En estos tiempos de crisis, la mayoría de negocios cierran sus puertas. En las ciudades aparecen calles repletas de bajos con carteles de “se alquila”, “se traspasa”, “se vende” o “liquidación por cierre”. Es parte del pan nuestro de cada día; la interminable crisis de la destrucción de toda economía visible. Esencialmente, la de los ciudadanos de a pie. Los inmuebles desmantelados se han convertido en el nuevo escenario artístico que empobrece la imagen global de la metrópoli. Cuando la economía era fructífera, muchas personas tuvimos la suerte de viajar a otros países. Recuerdo que siempre me apenaba ver una localidad con anuncios similares: ahora nos ha tocado a nosotros vivir en el reverso de la moneda.

Pese a ello, algunos negocios se libran de la quema e incluso proliferan en esta nueva coyuntura. Es el caso de los negocios de compra y venta de oro. La tentación de golpear los escaparates repletos de oropel, es grande. No porque deseemos enjoyarnos al modo del mítico Mr. T del Equipo A, sino porque lo revenderíamos de inmediato para adquirir las cosas que realmente necesitamos: pagar el agua, la luz, el gas, la conexión a internet, el teléfono móvil, y lo principal; la cesta de la compra. Sin alimento dentro del estómago: mal asunto. Por ello, ideas tan peregrinas como la de usurpar y delinquir, es mejor mantenerlas alejadas de nuestro valores. Ni podemos, ni debemos caer por los senderos del crimen. Posiblemente, si lo hiciéramos, todo aquello por lo que hemos luchado se iría al traste. 









En la misma línea, están los establecimientos de compra-venta de segunda, tercera, cuarta o quinta mano, de cualquier objeto con un mínimo de valor. El rey del sector es la multinacional australiana Cash Converters. Donde te compran hasta un cargador de móvil o un DVD por unos céntimos de euros. Entre una larga lista de objetos dispares: artículos para el espía aficionado, guantes de beisbol, muñecas de porcelana antigua, zuecos suizos… Son negocios que crecen en geografías donde la crisis se está cebando con sus modelos de trabajo, empresa y la podredumbre de sus congéneres. Sin embargo, sus orígenes parten de una filosofía muy diferente. En los países anglosajones, la cultura de la segunda mano es una forma de conseguir auténticas gangas. Pues también se puede cambiar o empeñar un producto. Inclusive han llegado a la TV en el segundo canal del grupo Sexta, donde se emite un reality sobre el día a día de una tienda de USA.


Hace años, en la España poderosa se consideraban los bazares de los apestados. Veías series interminables de emigrantes malvendiendo lo poco que tenían. En la actualidad, casi todos vendemos alguna cosilla por aquello de: “no lo necesito”. Para limpiar nuestra conciencia de: “no tengo ni un puñetero céntimo”. El instinto de supervivencia se mantiene intacto hasta la muerte. El interior de estos emporios, se caracteriza por un ambiente interminable de personas que entran y salen. La mezcla de los enseres polvorientos que dejaron otros ciudadanos de a pie. Ahí es cuando comprendemos lo que tenemos y lo que teníamos. La esencia de la próspera sociedad de consumo que nos vende una mejor vida cuando es un consorcio con más agujeros que los pantalones de Oliver Twist, está implícita en cada recoveco de estos establecimientos.

Pero no todo es malo en estos comercios de tropecientas manos. Tenía un amigo, licenciado y con un piquito de oro, que trabajaba en un C&C. Siempre que había algún chollo me lo decía. Compré un portátil Toshiba valorado en 800€, por 400€. A estrenar, revendido por un yuppie: un regalo que le había hecho su empresa y que él desestimaba porque sólo utilizaba Apple. ¡Me dio un resultado estupendo! ¡Ojo! Ellos lo habían adquirido por 100€. El negocio es redondo. Las tiendas de segunda mano siempre tienen superávit. Aunque sus empleados cobren sueldos paupérrimos y nos compren lo que les llevemos a un precio irrisorio. El director general de Second Market, Santiago Bartolomé, confiesa: "es un sector que está evolucionando mucho en nuestro país y que no precisa de fuertes inversiones”. Actualmente, el compendio de este tipo de negocios factura unos 7.000 millones de euros anuales. Pero en unos años, podría alcanzar la cifra de 30.000 millones de euros.


Compra-venta…
“Hay una oferta para cada demanda”.
Florence Scovel


©Anna Genovés




Este artículo lo escribí hace más de doce años. Actualmente, he cambiado bastante y pienso que todos debemos reciclar. Tengo un armario en Vinted donde paso a otras manos mi ropa y compro lo de otras personas. Reciclo en Cash Converters y en Cex. Recupero algunos euros y le doy una segunda oportunidad a artículos que ya no uso o que otros han desechado.


"Reducir, reutilizar, reciclar: una fórmula para un futuro más verde y limpio".

Pete Seeger


Las tres R de este cantante, compositor, músico y activista social estadounidense resume la importancia del reciclaje para un 🌍 sostenible. 

La verdad es que se pueden encontrar artículos usados muy interesantes. 



#PeteSeeger #pensameintos #reflexiones #reciclar



Nada mejor que acerarse a una tienda de segunda mano para comprar algún cachivache para casa o, tal vez, unos palos de golf de un pretérito olvidado en el tiempo para recordar Funny Games.










Reseña de Peores maneras de morir






Reseña de Peores maneras de morir, de Francisco González Ledesma




Conocer al autor









Francisco González Ledesma, nació en Barcelona, en 1927. La primera novela que escribió de la serie negra fue La ciudad sin tiempo, publicada en diez países y con más de 100.000 lectores.
 

En varias obras firma como Enrique Moriel: escritor y protagonista de la novela Sombras viejas, prohibida por el franquismo y recuperada recientemente por la editorial Destino.


Francisco González Ledesma se dedicó primero a la abogacía y después, al periodismo; fue redactor jefe de La Vanguardia.


También escribió bajo los seudónimos de Silver Kane, Taylor Nummy, Silvia Valdemar, Rosa Alcázar, Fernando Robles y Enrique Moriel.


Recibió el Premio Planeta 1984 por Crónica sentimental en rojo, protagonizada por el desengañado policía Méndez, hijo de los barrios bajos barceloneses y conocedor impío de los altos. La serie policiaca de Méndez, de éxito internacional, incluye El expediente Barcelona, Las calles de nuestros padres, La dama de Cachemira, Historia de Dios en una esquina, El pecado o algo parecido (Premio Dashiell Hammett 2003), Cinco mujeres y media y Una novela de barrio (Premio RBA 2007).


El Premio Pepe Carvalho 2005 reconoció su trayectoria como autor de novela negra. Asimismo, recibió el Premio Ciudad de Barcelona de Cine y el Premio Roda Ventura del Colegio de Abogados.



Resumen y sinopsis de Peores maneras de morir de Francisco González Ledesma








El asesinato de dos mujeres jóvenes, en un edificio a punto de ser derruido en el distrito barcelonés del Raval, alarma al inspector Méndez, que acude a lugar del siniestro antes que sus compañeros. Su olfato de perro viejo le hace descubrir el quid de la cuestión: una organización internacional de prostitución que trafica con mujeres de Europa del Este. Para ello, usará métodos poco ortodoxos. Barcelona ha cambiado y, por ende, sus formas de vida; sin embargo, este policía conocedor de personajes y personajillos de la misma, reniega de la modernez y sigue su camino sin pasar página.


Autor: Francisco González Ledesma


Título: Peores maneras de morir
Género: novela negra, intriga, terror
Editorial: Planeta
Año de edición: 2013
ISBN: 9788408034919
ISBN digital: 9788408051817
Idioma: español



Las novelas de Francisco González Ledesma son de las que dejan huella; quizá porque su escritura es purista; con esos puntos, esas comas o esos punto y coma que actualmente están en desuso y que son tan indispensables para los que, como yo, necesitamos aprender. Leer a este autor te deja un sabor a ese buen café que tanto apetece por las mañanas. Sobre todo, cuando describe a la Barcelona decadente que se resiste al cambio: castiza y única, donde la tradición se eterniza sin motivo aparente. Es el último volumen en el que aparece el inspector Méndez, conocido del género negro nacional como otros tantos personajes novelescos cotidianos.


Peores maneras de morir es una novela cruda, directa y reflexiva, donde autor/personaje coexisten como uno solo intérprete, como el tiempo que se esfuma en un reloj de arena imparable y esquizofrénico que habla con los muertos de todos los lugares que frecuenta… Méndez es un tipo mayor, amante de los vinos y de las mujeres de mal vivir. Solitario, chapado a la antigua, asiduo de tugurio y de barrios populares, con una cháchara invalida a la que pocos recurren. Pero él sigue con sus maneras huyendo de ese futuro incierto que le rodea.




Fragmento de la novela


«Y la niña de Hiroshima murió abrasada por la explosión de mil soles mientras hacía mariposas de papel, o intentaba hacerlas. Murió creyendo en una mentira, como al fin y al cabo nos han enseñado a creer a todos. Sépalo, Méndez, cada día inventamos muertes más horribles y al mismo tiempo más palabras de piedad, como si aún quisiéramos creer en algo que no fuese nuestra propia mentira. Yo sigo viviendo porque aún creo en ellas. No sé si lo ha pensado, Méndez, pero cuanto más cruel es la humanidad más falta hace la mentira de un poeta...»



El escritor, ducho en la materia, es capaz de crear una trama social amena y viva, con una pizca de ese gracejo que atrapa al lector. Pero a la vez, deja al descubierto una crítica social palpable en la humanidad de los protagonistas.  




Fragmento de la novela

«…Méndez entró en un bar de aspecto siniestro al que solo se atrevían a acceder los clientes con instinto suicida. Se sentó en la barra y pidió algo con el suficiente alcohol para neutralizar el universo protozoario del vaso. Charló con algunos habituales del local y sacó algunas conclusiones de gran calado cultural: que las prostitutas que ejercían en la zona lucían cada vez las caderas más anchas, que sus clientes tenían hombros más estrechos y que la relación puta-cliente había perdido el encanto de otras épocas, convirtiéndose en algo similar a pedir un menú en un McDonald´s...»



La trama de Peores maneras de morir gira alrededor de una banda de criminales que prostituyen a chicas eslavas a las que atraen con mentiras: captadas como futuras actrices, bailarinas o cantantes. La cruel realidad se ciñe una vez llegan a España; más concretamente a Barcelona. ¿Y qué hacen para iniciarlas en la prostitución? ¡Horror! Primero son violadas reiteradamente –hasta convertirlas en sumisas— por un elemento ciclópeo con unos atributos sexuales descomunales. Debo reconocer que cuando leía estas páginas sentía verdadero dolor. Sin embargo, también debo decir que, como reza el refrán: “Quien a hierro mata a hierro termina”. Sí. El autor, describe estas y otras secuencias minuciosamente. Del mismo modo, los criminales pagan por sus actos como gorrinos en la piara: de ahí el nombre de la historia. ¡Qué maneras tan horrendas de morir! ¡Por Dios! Por suerte, no todas las chicas son domadas.
 

El personaje principal es el inspector Méndez, un policía bastante especial a quien no se le confían casos importantes por pecar de ‘tomarse la justicia por su mano’. Y es que, este personaje casposo y entrañable, sabe al dedillo que La justicia es despótica en muchas ocasiones. Por este motivo, sabe ponerse en el lugar de las víctimas, y si se tercia, actuar como ellas lo harían si pudieran. Sus razonamientos están llenos de un realismo arrebatador



Fragmento de la novela


«Nunca he aspirado a un cargo y encima soy un policía que no cumple los reglamentos ni cree en las leyes. Si alguien ha violado a una mujer y la ha martirizado, o si alguien ha matado a un niño, yo no tengo piedad e incumplo la ley si es necesario. En los tribunales pasan tantas cosas que yo he llegado a creer en la norma de la calle, o sea, la justicia directa. No es el buen camino, desde luego, como tampoco es buen camino sentir piedad de un delincuente que empieza, mientras los grandes estafadores salen de la cárcel y encima conservan el dinero estafado. Bien… Por eso soy un policía con pasado, pero sin futuro...»


Las coprotagonistas de Peores maneras de morir son dos mujeres completamente opuestas: de un lado, Mónica Arrabal, una viuda de la clase alta barcelonesa. Y por el otro, Eva Ostrova, una joven ucraniana que logra fugarse de la organización criminal que la había persuadido para viajar a España, y que acabará con una vieja conocida del comisario –una mujer de la calle, retirada— que la recoge en su hogar. La vida de estas mujeres tan diferentes, se entrelazan desde el momento en que Méndez investiga a su manera...



Fragmento de la novela


«Las piernas que se juntan en el borde de la silla, las piernas que de repente cambian el color de la habitación con el tenue brillo de sus medias. Las piernas que se cruzan con elegancia, que tienen un relieve suave, que por sí solas trazan en el aire toda una teoría de la curva. Las piernas de una mujer que sabe sentarse, mostrar sus formas compactas, adivinar el borde de la falda, intuir un final donde hasta el aire se hace secreto. Méndez habría reconocido aquellas piernas por la suave línea de las rodillas, la longitud certera de los tobillos o el exceso tenso que se insinuaba en el nacimiento de los muslos, pero las habría reconocido sobre todo porque estaban grabadas en su imaginación de hombre solitario...»


Leer Peores maneras de morir de Ledesma es introducirse en el realismo sucio y casposo de la España postfranquista, en la que, si bien, no es bueno regocijarse, si es necesario conocer para saber el porqué de nuestro presente. El autor habla de bofetadas en los rostros de las mujeres, de putas que por vocación hacen la calle, de sintecho que deciden morir en el banco del parque, de bares llenos de humo, de eslavas sodomizada, de señoras bien –con tacones de aguja y medias de costura— espectaculares, y de crápulas despiadados.


Que nadie piense que el comisario Méndez es machista porque estará completamente equivocado; este policía cansado de la vida y con maneras de otros tiempos… Es un defensor a ultranza de las mujeres: un completo feminista. Las defiende, las protege, las ayuda o se deja ayudar por las mismas; de igual modo, no le importa trabajar con ellas de tú a tú. Puede tener pensamientos sensuales si está cerca de una hermosa dama, es lógico. Pero las respeta de los pies a la cabeza y se pondrá de su lado siempre que pueda, por encima de la ley.


En conclusión, recomiendo la lectura de esta u otra novela de este fructífero autor de pluma ágil y pulcra: un maestro de las letras sin lugar a dudas.




Fragmento de la novela



«Miró las dos casas en el silencio sideral de la noche. Antes, a aquella hora, siempre había bares abiertos que vendían una copa y mujeres de piernas largas que vendían a la vez una ilusión y una mentira, pero ahora no había más que sombras. Seguramente la izquierda había dado grandes libertades, pero había quitado todas las pequeñas libertades, incluso la de fumar. Sin mujeres y sin tabaco se vive más años, según el Boletín Oficial...»




Bibliografía relevante del autor



Como Francisco González Ledesma






Sombras viejas (1948), Premio Internacional de Novela
El mosquetero azul (1962)
Los Napoleones (1977)
Soldados (1985)
42 kilómetros de Compasión (1986)
Los símbolos (1987)
Cine Soledad (1993)
El adoquín azul (2002)
Tiempo de venganza (2003)
Historia de mis calles (2006)

Serie Méndez





Expediente Barcelona (1983)
Las calles de nuestros padres (1984)
Crónica sentimental en rojo (1984), Premio Planeta de Novela
La Dama de Cachemira (1986), Premio Mystère
Historia de Dios en una esquina (1991)
El pecado o algo parecido (2002), Premio Hammett
Cinco mujeres y media (2005), Premio Mystère
Méndez (2006)
Una novela de barrio (2007), Premio RBA de Novela Policiaca
No hay que morir dos veces (2009)
Peores maneras de morir (2013)




Como Rosa Alcázar






Dueña y señora (1957)
El lago de las vírgenes (1957)
Nuestra última noche (1957)
Prisión para corazones (1957)
Tan sólo una mujer (1957)
Tres pasos por el cielo (1957)
Un beso por compasión (1957)
Crecemos en nuestro amor (1958)
Desde que nos vimos (1958)
La segunda mujer (1958)
La vida de una mujer (1958)
Mi segundo amor (1958)
Nuestra tía Maribel (1958)
Un mundo para ti (1958)
La fugitiva (1959)
Las almas también lloran (1959)
Mi novio, el Marqués (1959)
Su último adiós (1959)
Vida (1959)
La chica del coche rojo (1960)
Las olvidadas (1960)
Tres hombres en la noche (1960)
Un hombre sin piedad (1960)
Un día para amar (1961)
Bonita y nada más (1963)
Enamorados sin amor   (1963)
Los tres destinos de Ketty (1963)
Prohibido enamorarse (1963)
Estrella del sur (1965)



Como Silver Kane






Rancho Drácula (1960)
Doscientos millones de muertos (1968)
Recuérdame al morir (2007)
La dama y el recuerdo (2010)



Como Enrique Moriel






La ciudad sin tiempo (2007)
El candidato de Dios (2008)


©Anna genovés

Revisado el catorce de junio de 2025

*En reconocimiento a este gran escritor español que tantas alegrías dejó a nuestros mayores y nosotros mismos.