Boticarias, padrinos y otras hierbas...
Loctite
MY CITY
Después escuché a la canción Lisergic Bliss y flipé. Je, je, je…
LAS SETAS MÁGICAS
MUJERES
MUJERES
Hoy se puede decir que empiezan las
FALLAS, las fiestas más populares de Valencia. Motivo por el cual voy a
publicar un microrrelato que nada tiene que ver con las publicaciones
habituales. Para aquellos seguidores que no conocen nuestras fiestas, incluyo
en este vídeo explicativo de las fiestas grandes de la ciudad.
Amparito gimoteó cuando escuchó
la primera mascletá de su vida y, lloró a moco tendido, cuando la cobijaron del
ruido. Deseaba escucharla de cerca. Había nacido la fallera perfecta. Desde
entonces, se la conoce como Amparito, la fallera.
Por su cuerpo curvado y sus
mallas postizas, han pasado cientos de trajes de valenciana; oficiales o del
siglo XVIII, pero ni un solo año desde su nacimiento, ha dejado de lucirse en
las Fallas.
Ahora, a sus sesenta años
cumplidos, sigue desfilando en la ofrenda de flores a su Virgen más preciada.
Viste un jubón violeta y una
falda adamascada con fondo negro y relieves en tonalidades malvas. Guardapiés
plisado y Flock bordado con pedrería.
De su cuello, todavía esbelto,
pende una hermosa joia plateada, como su aderezo –con arracades de
racimo- y sus peinetas.
Cada año luce su mejor rostro al
desfilar por la calle del Micalet; se le ilumina al ver a la Mare de Déu
dels Desamparats. Algunas lágrimas se derraman por sus marcados pómulos… Lágrimas
de emoción, que la hacen rejuvenecer.
Llanto que se repite la noche del
diecinueve de marzo, cuando ve que las llamas consumen todos los monumentos
que, horas antes, han colmado la ciudad de Valencia.
Tras unos suspiros, Amparito se
sosiega y vuelve a sonreír pensando en la fiesta del año venidero; en la
preparación de la nueva Falla.
Amparito representa a la mujer valenciana
por excelencia.
©Anna Genovés
16/03/2012
Revisado en mayo de 2024
Amparito, la fallera
Drive - Bande Originale (extraits)
Chico solitario
Un orujo por favor
Anna es una chica entusiasta que
dirige una academia de arte plásticas en el corazón de Manhattan. Le gusta ir
al teatro con su amigo George, un gay descarado y seductor al que ama porque la
adora.
A George le gustaría ser idéntico
a Anna, aunque con algunos matices. Su amiga es pelirroja, y él siempre quiso
ser rubia. Ella lleva la talla noventa de sujetador y él querría llevar la
ciento cinco.
Por lo demás, se conformaría con
lo que tiene Anna: un negocio próspero, un husky siberiano, un loft de
cuatrocientos metros con vistas a la Estatua de la Libertad y un novio que,
para George, está como el queso azul –su preferido.
George nació en Texas, en el seno
de una familia de rudos ganaderos –siempre se sintió como un pececillo verde—
sufrió malos tratos y vivió aislado de todos. Cuando cumplió la mayoría de
edad, no pudo soportarlo más… Y, una noche, se escapó.
Pasó hambre, frío y una
insoportable soledad. No tuvo más remedio que robar y prostituirse. Por fin, un
veintidós de noviembre –gris y lluvioso— llegó a Manhattan y tropezó con Anna. Desde
entonces son inseparables.
Desde entonces, la vida de ambos,
cambió.
©Anna Genovés