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La bestia – Premio Planeta 2021




La bestia de Carmen Mola (tomada de la Ed. Planeta)


Corre el año 1834 y Madrid, una pequeña ciudad que trata de abrirse paso más allá de las murallas que la rodean, sufre una terrible epidemia de cólera. Pero la peste no es lo único que aterroriza a sus habitantes: en los arrabales aparecen cadáveres desmembrados de niñas que nadie reclama. Todos los rumores apuntan a la Bestia, un ser a quien nadie ha visto pero al que todos temen.


Cuando la pequeña Clara desaparece, su hermana Lucía, junto con Donoso, un policía tuerto, y Diego, un periodista buscavidas, inician una frenética cuenta atrás para encontrar a la niña con vida. En su camino tropiezan con fray Braulio, un monje guerrillero, y con un misterioso anillo de oro con dos mazas cruzadas que todo el mundo codicia y por el que algunos están dispuestos a matar.



 

Reseña personal


Desde mi punto de vista, La bestia, es un caballo de Troya que intenta atrapar a diferente público; de un lado, a lectores abigarrados habituados a las historias que, el marketing editorial denomina “literatura femenina”. De otro, a los leedores del popularmente apelado “realismo sucio”. Pero, al estar llena de descripciones detalladísimas –cuanto más, mejor— queda apartada del minimalismo de esta corriente. Encuadrada, por tanto, dentro de un realismo con énfasis en el contexto histórico y social de la época. Me atrevería a decir que, el verdadero género literario del manuscrito, es el naturalismo. Wikipedia nos lo aclara…

 


… “El naturalismo literario está basado en reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares, desagradables o sórdidos. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el escritor Émile Zola” …

 


Es evidente que, Mola, no es Zola ni de lejos. Sin embargo, gustará a los amantes de la “literatura femenina” que quieran experimentar con escenarios más sucios de lo habitual, hasta les cautivará y emocionará recordando las historias que nuestros mayores nos contaron alguna vez: esos tiempos añorados por tantas personas. Por el contrario, los apasionados del “realismo sucio” puro, tal vez, puedan cansarse de los minuciosos e innecesarios relatos encajados en las tramas principales como verdaderos ágapes para rellenar y finalizar el compendio con algo más de quinientas páginas. En ocasiones, La bestia, se convierte en un manual híperpedagógico de un viaje en el tiempo al Madrid del XIX. Quizá, Mola, pretenda hacernos ver cómo ha cambiado.


Se presenta en cuatro partes. La primera nos habla de la bestia, bestia: monstruo abominable que se encarga de secuestrar y descuartizar a niñas pequeñas de baja ráela; habitantes de los arrabales construidos fuera de las murallas de la ciudad.


Algunos flashes me recordaron a las descripciones empleadas por de Patrick Süskind en El perfume –aunque la misma se desarrolle en París un siglo antes—: la putrefacción, obscenidad y malignidad, contrastando con la pureza de las víctimas.


Esta primera historia –para mí la más interesante—, queda cuasi olvidada en el segundo y tercer libro donde las historietas se suceden, a veces, sin una guía lo suficientemente consistente como para darle la credibilidad que se persigue.


Es, por tanto, en esta parte central, donde se desarrollan la mayoría de personajes –entre ellos la bestia hermosa y carnívora como la flor de la portada—, algunos con más peso que otros, pero, que los autores, como patres familias, guillotinan a su antojo para dar paso a héroes desconocidos que te llevan al quid de la cuestión, el escenario religioso/político del período: los frailes contra el pueblo y los carlistas contra los isabelinos. Todo ello aderezado con los restos de nigromancias del medievo rivalizando con los adelantos científicos.


El tramo final da paso al ansiado desenlace que, como una nueva matrioska, nos muestra dos finales: el primero, el consecuente con los acontecimientos vividos. El segundo, el archiconocido, de lágrima fácil para conmover a la platea.


El estilo gramatical del volumen es sencillo con algunos grandilocuentes o inusuales calificativos que la adornan. Si bien, hay que resaltar que, en ocasiones, se utilizan expresiones e ideas inverosímiles para la época en cuestión –recordemos que la obra sucede, íntegramente, en el Madrid del año 1834—. Este hecho, disminuye el rigor histórico. La puntuación, opino que no es tan rigurosa como debería.

 


… “Clara tirita de frío en el rincón de su celda. La sangre ha empapado el jirón de vestido que le dio Miriam. Un coágulo se extiende desde la tela hasta su vagina cuando la separa y se mira con curiosidad los genitales. Le duelen las piernas como si estuvieran a punto de explotar, pero, más allá de ese dolor, no se nota diferente. En las Peñuelas, su madre le hablaba de la transformación que el menstruo obraría en ella: convertida en mujer, preparada para engendrar” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 421). Editorial Planeta. Edición de Kindle.



Dudo que, en esa etapa, las madres hablaran a sus hijas –con diez años y del último escalón jerárquico social— de la menstruación, cuando a mediados del XX solía ser hasta pecado mencionarla. Actualmente, sí se les habla de la misma con naturalidad.


Otra expresión dudosa para la época es, por ejemplo, «hacer un francés» si nos atenemos a algunas fuentes que hablan de su origen.


 

…” Las francesas no le hacen ascos a nada, por algo le llaman «hacer el francés». Y la verdad es que nos lo deberíamos pensar porque a los hombres les gusta” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 482). Editorial Planeta. Edición de Kindle.

 



Distinguí cuatro bestias. El cólera –que pasa desapercibido en un tortuoso teatro de cadáveres malolientes y aprensión—. El esclavo que –a modo de asistente de Drácula— secuestra y deja los cadáveres esparcidos por oscuros lugares pestilentes. La ejecutora –belleza y señora que, hace y deshace no como se le antoja sino como le ordenan—. La verdadera bestia, aquella que mueve los hilos cubierta de un tupido velo al que nunca se asoma.


Así mismo, hay que señalar los paralelismos que muestra la obra con los tiempos calamitosos que vivíamos en la fecha del galardón. Puesto que La bestia nos revelaba un Madrid pavoroso, en plena epidemia de cólera, en la realidad, vivíamos la violenta pandemia de la covid19. El mundo —implícito el jurado del Premio en cuestión— estaba altamente sensibilizado. Este hecho, unido a la ponderación femenina de los últimos años, pudo inclinar la balanza para que, La bestia, se hiciera con el Premio Planeta 2021.


Imagino al jurado revisando el manuscrito: «¿Cómo? Por fin una mujer se atreve a escribir sin pelos en la lengua, como los hombres. ¡Viva el feminismo!». ¡Cómo se quedarían al descubrir el pastel! Pues Carmen Mola son, como todos sabemos: Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz, quienes con anterioridad habían publicado la trilogía de La novia gitana.


Del otro lado, los escritores, pudieron indicar todo lo contrario: «¡Jaque mate a todas las feministas! En una sociedad casposa, está mal visto que la pluma femenina sea tan minuciosa como depravada».


Carmen Mola es la bestia de las bestias porque en un solo cuerpo reúne tres cabezas pensantes. Hay que reconocer que, el folletín, tiene gancho. ¿Quién sabe si en la próxima edición será un solo cerebro con dos ovarios quien obtenga el trofeo, incluso sin ser guionista o presentadora/or de televisión?


 

©Anna Genovés

20 de marzo de 2022

 


 




Vístete como quieras

 

La sociedad está, no enferma, sino, muy enferma. Juzgar vosotros mismos…


En mi época moza me tacharon de drogadicta por llevar imperdibles en los pantalones. Por aquel entonces…, me gustaban los Sex Pistols, pero nunca me drogué, aunque me moviera con gente que sí lo hacía –una pena, porque la vida es corta y cada etapa tienes sus historias. «Hay que experimentar». Como me dijo un amigo millennials hace poco.


Cuando cumplí treinta, cercanos a mí, hicieron fuerza –sin éxito. ¡Menos mal! — para que me pusiera traje de chaqueta porque… ¿qué era eso de ir con pantalones morunos y cintas en la cabeza como si fuera joven? Fue mi etapa Adam and the Ants & CIA. La movida en pleno apogeo. Barraca y Spook Factory para echarse unos dancing los sábados por la noche.


Mirado a toro pasado, hasta tenía su lógica ya que hablamos del periodo tardofranquista e inicios de la democracia con el apogeo de la etapa de transición de por medio; todavía quedaban escollos del Generalísimo, aunque quisiéramos ser muy modernos. Solo hay que ver Cuéntame.


Lo que es anormal, por ejemplo, es que unos meses antes de la pandemia, mientras hablaba con una vecina, otra pasara y, no recuerdo el quid de la cuestión, pero la cosa quedó en que ya teníamos años para llevar ropa suelta. Nosotras nos miramos alucinadas. No sé lo que pensó mi colega, pero yo cavilé que, seguramente lo decía por ella que, pasada de kilos, no se atrevía a ir ceñidita. ¿Y qué más da? A estas alturas, reconozco que no me importan un bledo esas gilipolleces.


No las nombraría si no fuera porque, hoy, me han llamado la atención dos noticias que tienen que ver con diferentes atuendos y distintas señoritas. La primera se llama Cristina y ha denunciado a la EMT pues, el conductor, no la dejó subir a un autobús porque su vestimenta podía herir el respeto de otros pasajeros; la chavala llevaba un top lencero. La segunda es la cantante Zahara, Vox espeta al consistorio de Toledo para que no actúe porque su póster la revela como si fuera una madona y dicen que le falta el respeto a la virgen.


¿De verdad que estamos en el siglo XXI?


Caso 1. Cristina y el autobús. No hay derecho que se impida a una joven a subir al autobús por enseñar parte de sus senos. En otros siglos las damas portaban insinuantes escotes en los que asomaban hasta los pezones. No hablo de taberneras o similares..., sino de damas nobles como muestro en las diferentes imágenes de los siglos XIV y XVIII e incluyo la de Cris que aparece en sus redes sociales.









También puede suceder que la chica en cuestión haya ideado un montaje para ver qué sucedía o, simplemente, para hacerse de notar. Pero, tal y como lo cuenta, creo que es cierto. Si no es así, bien lista es. Le aconsejaría que estudiara antropología.


En realidad, no es el hecho lo que más me preocupa, sino las contestaciones de bastantes jóvenes que, poco más o menos, le dicen cómo se debe vestir dependiendo de dónde esté. ¡Jolines! Que cada cual se vista como le dé la gana. Esto es vergonzoso. Sí, aunque parezca mentira, estamos en el primer tercio del segundo milenio, en occidente, en el primer mundo, no es broma. ¿Qué sucedería si fuéramos en bolas como algunas tribus africanas? ¿Acaso es pecado enseñar las carnes? ¿Dónde quedan los nudistas?


A fecha de hoy, las chavalas visten con tops lenceros y ‘hot pant' –todas las colecciones de prêt-à-porter e incluso la alta costura, presentan modelos similares—. Tal vez, a las personas catetas, pueden parecerles ropa interior. No obstante, son prendas exteriores para usar a diario o en ocasiones puntuales, a gusto del consumidor. Es lo mismo que si nos metiéramos con los ministros que acuden a los consejos vestidos con bermudas y camiseta. ¿O no? Los tiempos cambian.


Por si queréis leer el caso al completo, os dejo dos artículos.


“Una joven valenciana denuncia que no la dejan subir a un autobús por vestir un top lencero”



“Vetada en el autobús por su escote: ¿Qué dice la normativa municipal de Valencia?”

 

Que señala textualmente:

…” El reglamento sí explica, entre los deberes de los clientes, que «no se permite viajar en situación que atente contra el respeto del resto de clientes», argumento que utilizó el conductor del autobús, según indicó Durán en sus redes sociales.”…



Caso 2.  Zahara y la Virgen. Lo de esta cantante es otra historia, también relacionada con la vestimenta. El artículo que la tacha poco más que de hereje, dice así…


“Vox acusa a Zahara de "ofensa extrema a la Virgen" y pide que se cancele su concierto en Toledo”.


¿Qué queréis que os diga? Provocación, puede ser. Tiene precedentes en Rihanna –vestida de Papa, incluido papamóvil— y Madonna –de virgen o de Jesucristo—. La chica quiere llegar lejos. El ayuntamiento sabía que el álbum de Zahara se titulaba Puta, estaba claro que conocían a quién contrataban. Después del revuelo, han quitado los carteles; me parece fatal. La cantante se habrá gastado su dinero en cartelería y promociones, si estuviera en su caso, igual ni actuaba. Que yo sepa, cada cual puede ser de la religión que le de la real gana o incluso ateo o agnóstico. Por otro lado, creo recordar que hay libertad de expresión. O por lo menos, eso nos hacen creer…









Si nos ponemos así, no debería molestarnos que los musulmanes se excretaran en los cristianos por nuestras burlas a Mahoma. Sin embargo, en este caso, aplaudimos las mofas. Pues igual. De eso se trata, de no darle importancia a lo que no la tiene. Quien lo hace es intolerante y rancio.


Me da vergüenza que, actualmente, nos hayamos convertido en verdaderos hipócritas. Cara al público, mostramos unos hábitos modernistas y somos más retrógrados que nuestros predecesores. Estamos enfermos, muy enfermos.


Al final, creeré que España es un país de lerdos.

 

@Anna Genovés

Miércoles 11 de agosto de 2021





Vístete como quieras

by on 18:18:00
  Vístete como quieras   La sociedad está, no enferma, sino, muy enferma. Juzgar vosotros mismos… En mi época moza me tacharon de dro...

 




La cárcel se abrió y los presos se amotinaron

 

Al principio de las restricciones en Valencia, recuerdo haberle dicho a mi esposo que tantas limitaciones traerían sus consecuencias. «Eres una pesimista de narices. Al final, te contratará tu admirada Margarita del Vall para que le lleves lo cafés». Me soltó sin cortarse ni un duro. Así que no volví a decirle nada al respecto, pero seguí cavilando lo que me dio la gana.


Para mí, lo más importante en la vida es la libertad –la salud y etcétera… son sagrados y no cuentan—. Con las prohibiciones impuestas en mi comunidad, tuvimos menos libertad que los encarcelados del Procés. Eso no podía acabar bien.


No obstante, al día siguiente, los medios de comunicación volvían a ensalzar los métodos del ejecutivo valenciano porque nuestra IA bajaba y bajaba. Ciertamente, estuvimos durante varias semanas, en el Edén. ¡Ah! Pero resulta que este magnífico paraíso también tenía manzanas apetecibles y víboras pecadoras.


España con IA que sobrepasaba los 100. Valencia 31. Una, hasta las narices de tanta falacia. ¿No se da cuen qué vivimos una realidad virtual? En algún momento esto explotará como un grano purulento en un rostro acneico, pensaba. Lo que baja, después sube y viceversa le comenté a una vecina. «Chica no. Lo peor ya ha pasado y seguimos bien. Eso es lo importante». Me dijo.


Yo con cara de póker, pensé, «O cambio el discurso o me quedo más sola de lo que estoy desde… desde que nací. ¡Qué narices! Soy una solitaria empedernida». Tal vez, por este motivo, en mi calidad de antropóloga amateur, veo el conjunto de la humanidad sin fijarme en los detalles. Y, ese todo de mi universo, se adelanta a los acontecimientos. Aun así, me hice el firme propósito de ponerme la máscara favorita de esta sociedad del bienestar venida a menos: la hipócrita. Y, cuando, hablo con alguien solo digo—: “Todo va de maravilla”. Aunque vea las orejas del lobo y lo que está por venir.


Y, llegó, la hora de bailar el cancán cogidos del brazo y sin mascarilla. El 21 de mayo nuestro meritorio presidente dijo como un tenor desde la Ópera del Real que las mascarillas pasaban a no ser obligatorias en la calle. ¡Olé! ¡Olé! Y ¡olé! Que felices todos y todas enseñando nuestros morros con dientes blancos de sonrisas Profidén.


El anuncio fue tan apetecible como la manzana de Eva: a babear chicos. ¡Yupi, yupi, hey! Ya no hace falta que llevemos cubrebocas en la boca, aunque sigue siendo necesario tener una a mano. El dónde ya es cosa de cada uno. Nos la ponemos en la muñeca, en el codo, en la barbilla, en el pantalón o donde haga falta, cualquier sitito es guay con tal de que no sea en la cara.


¡Qué cerriles somos! Que cada uno la lleve donde le dé la gana, sí. Siempre que mantenga la distancia de seguridad: eso es lo verdaderamente importante. A mí no me tienen que decir las cosas dos veces, ni ahora que soy talludita ni cuando tenía veinte años y soñaba con ser la más guapa del barrio. Metro y medio entre personas que el bicho sigue suelto… y todos no estamos vacunados. Si es imposible mantener esa distancia, ¡joder! ¡No seamos burros! Llevémosla donde manda. No es un complemento de moda es una protección. ¿Qué más da un mes arriba o un mes abajo si con ella nos va la vida?


Ante ayer, una amiga –médico de Urgencias en Navarra— me comentó que no hay remedio. Y, hoy, otra que vive en Bruselas, me ha dicho que no puede venir porque España vuelve a estar en rojo. Hasta Francia nos ha vetado y no recomienda viajar a la península ibérica.


Ocho de julio, mi comunidad –que por otro lado tenía montados los tinglados del turismo a tope en verano y del pegote de Fallas por septiembre, como es natural para ver si la economía dejaba de desfallecer un poco—, tiene una IA de 262 y sigue en alza. Rozando el riesgo extremo. El Consell habla de volver a ciertas restricciones: fuera ocio nocturno, prohibido venta de alcohol a partir de la 20:00h, cierre de algunas playas en horas conflictivas, toque de queda en los municipios con mayor incidencia.


Hace unas horas, quedó retratado el asunto en la mismísima Gran Vía de Fernando el Católico de mi ciudad. Llevaba el carro de la compra a rebosar y me senté a descansar en un banco. Por aquí y por allá otras personas distanciadas. Y, de repente, pasa un sintecho –que iba con el torso al descubierto— se mete entre los jardinillos se baja el pantalón y se cisca. Estaba, justo, delante de la Jefatura Central de la Policía Nacional.


¿Qué me decís? ¿Qué cómo es eso? Está claro, nada importa. Jóvenes, maduros, enfermos, jubilados y bien pagados, papis y mamis de todas las edades. El conjunto de la sociedad está fracturado; en un lado, los reos que no queremos la perpetua. En el opuesto, los que por un cachito de libertad son capaces de saltarse la condicional, aunque ello signifique regresar a la cárcel y arrastrar a la tropa de enfrente que intenta cuidarse y cuidar. Caca, culo, pedo.


 


@Anna Genovés

Jueves ocho de julio de 2021

Publicada en el diario El Cotidiano






Vinted: una adicción sana

 


En 2017 escribí un artículo sobre la empresa de compraventa de ropa de segunda mano online más fructífera del momento en territorio españolChicfy: la startup de moda. No hacía falta más, pues todos sabíamos de qué se trataba.


El anuncio simpático y de música pegadiza que lanzó la empresa, inundaba a diario los televisores de nuestros hogares. En sus momentos álgido facturara más que el Avecrem de antaño. Muchas personas que, habitualmente, dejábamos la ropa que ya no usábamos en los contenedores de Cáritas, en ONG o en las iglesias, cambiamos de hábitos y nos subimos al tren del comercio online. En parte, desmotivados al descubrir que las prendas que donábamos, iban a parar a mercadillos de segunda o a redes oscuras que se beneficiaban de nuestro buen hacer en vez de llegar a esas personas desprotegidas a las que nosotros pretendíamos ayudar.


Llegó un momento en el que proliferó tanto este tipo de redes –porque, de eso se trata, de redes sociales— que, el pez grande se comió al chico. Chicfy cerró sus puertas virtuales sin avisar. Pestañeó una vez y dijo adiós dando la oportunidad de pasar el perfil de las usuarias a la nueva startup que se comía Europa, llamada Vinted.


En un principio, me produjo mal sabor de boca pues, realmente, me sentía muy cómoda en Chicfy: puro entretenimiento. Nunca ganaba dinero, más bien se trataba de un intercambio o una donación a través de Correos con el plus que te brindaba la oportunidad de hacer sonreír por unos instantes a la persona que recibía el envío. Ya que, además de haberlo adquirido a precio de súper ganga, estaba mejor empacado que los virtuosos paquetes de Zara.


Empero, los tiempos, cambian. ¡Y tanto!


La pandemia, nos ha dejado del revés, y, además de las pérdidas y los daños emocionales que todos sufrimos, ha traído consigo la destrucción de muchos empleos y, por contra, la propagación de otros. Así pues, como dijo Darwin: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Y, nos guste o no, nos han cambiado sin previo aviso. A la fuerza y con el yunque y el martillo de la despiadada fragua de Vulcano.


Entre las empresas que han sobrevivido a la hecatombe sanitaria y económica que ha segado la vida de millones de personas, ha enfermado a muchas más y, ya veremos cómo acaba… están aquellas que cambiaron o abrieron un apartado en el que se podía acceder a sus productos de manera online. Dentro de las mismas, aunque hayan pasado por momentos amargos, las grandes privilegiadas son las que llevaban tiempo en el mundo Matrix. Por ejemplo, el gigante Amazon o, por qué no, la plataforma Vinted, que, entre otras cosas, ofrece el trueque de ropa y diferentes artículos hogareños en todo el territorio europeo.


Fiel heredera de la mítica Chicfy, Vinted ha recogido lo mejor de aquel startup que brillo durante una década por los lindes españoles, añadiéndole ingredientes tan sugestivos como es el mercado europeo. Los productos se pueden comercializar dentro o fuera del país en el que viva el vendedor. Wikipedia nos aclara el porqué de esta idea tan bien formada y, de paso, nos cuenta cómo empezó esta empresa de origen lituano.


En realidad, el asunto es sencillo, porque puedes trabajar a partir del PC, portátil o app móvil. Solo tienes que ingresar tus datos –incluida cuenta bancaria— y fotografiar lo que quieres vender con un breve resumen de sus detalles, amén de ojear aquello que necesitas y en Vinted seguro que encuentras a bajo coste.


Como me desagradan las comparativas, solo voy a resaltar algunas de las atractivas cualidades de la plataforma y alguno que otro punto débil:


1.       Posee un catecismo exento de lo que puedes o no vender muy detallado. Aquí he encontrado algunos puntos flacos. Por ejemplo, no se pueden vender chaquetas u otra prenda de pelaje natural y, sin embargo, sí puedes vender artículos o accesorios de piel, edredones de oca, cinturones de cocodrilo… Es una incongruencia absoluta.

 

2.       Es fascinante la rapidez en la que tu ‘armario’ –así se llaman los espacios virtuales de las ‘vinties’ o vendedoras— puede descontar ‘x’ euros por un conjunto de piezas adquiridas a la vez. Existe un botón en la configuración, que, al activarlo, accedes a vender lotes con descuento. Si vendes 2 artículos, ipso facto, la compradora, por defecto; luego puedes personalizarlo, tendrá un descuento del 25%. Si quiere 3, al pagar –insuperable las formas de pago y, por supuesto de total confianza—, obtendrá el 30% y si te hace una compra de 5 artículos, se llevará un botín al 50%.

 

3.       Los métodos de envío son inigualables, puedes acceder a diferentes tipos de transportista e incluso personalizar el envío.

 

4.       La atractiva publicidad es apabullante. Por ejemplo, cuando una vintie te da un ‘like’ en una prenda, de inmediato recibes un mensaje que te lo indica y, de paso, surge un desplegable que te incita a que le hagas una oferta rebajándole el precio por interno. Al respecto no tenía muy claro si era bueno utilizar esta herramienta, así que lo he experimentado y he llegado a la conclusión de que es mejor pasar. Sin embargo, a la inversa, que también funciona, suele ser una venta segura. Quiero decir, quienes van a comprar, suelen pedirte una rebaja por interno. Como vendedora puedes o no aceptarlo e incluso regatear el precio hasta llegar a un acuerdo. ¡Es fabuloso! Al más puro mercado de las especias de la antigua Ruta de la Seda o de los actuales zocos del Magreb. Es tan divertido que, mientras estás en la app, olvidas la realidad…

 

5.       Sobre los pagos… Bueno, tu envías el paquete y cuando la compradora lo recibe y da el visto bueno, se ingresa el dinero o bien en tu cuenta Vinted para gastarlo en otro armario o bien en tu cuenta bancaria. Nadie te obliga a uno u otro método, es el vendedor quien lo elige e incluso puede tener otros métodos que le convengan más. He visto armarios que aceptan Paypal, por ejemplo.


6.       Los trueques son otra forma de compraventa. Si te gustan algunos productos de otros armarios y los propietarios están interesados en los tuyos, se habla por interno y se pasa a un intercambio de especias.

 

7.       Si quieres encontrar verdaderos chollos, es interesante realizar una búsqueda por marcas. Existen numerosos filtros: activas el que te interesa e igual encuentras verdaderas gangas de firmas con pedigrí en muy buen estado.

 

8.       En los armarios, como en otras redes, se puede reseñar la experiencia que has tenido al comprar algo. Del mismo modo, puedes hacerte seguidor.

 

9.     Algo que me desagrada son ciertas vinties que se dedican a vigilar las prendas nuevas que se publican… porque, si creen que incumplen alguna de las reglas… pues… imaginaros… La prenda llega a oídos de atención al público de Vinted –por cierto, bastante mediocre, pues los trabajadores solo saben el abecedario y si les comentas sobre algún carácter cirílico no saben responder— y te quitan ese artículo que subiste, cuanto no te cierran el armario por un tiempo y sin aviso. Y, lo que puede indignarte, es que otro guardarropa tenga cositas parecidas y nadie les diga nada… ¿Armarios VIP? ¿Enchufismo? Puede ser.


10. Después de andar varios meses en la plataforma, opino que tener un armario en Vinted es un mero entretenimiento con el que puedes reciclar las prendas que no usas, pero no esperes ganar dinero -por lo menos en mi caso-. He comprendido que el truco está en poner algo y que se lo lleven... porque cuando recibes el pago crees que has ganado un dinero extra y no es cierto: son euros completamente virtuales, pues recuperas parte de aquello que pagaste en su día. No obstante, la acción de percibir euros, te engancha e incluso llegas a comprar cosillas para subirlas con etiquetas y que entren en la sección: 'Nuevo con etiquetas'. Pero, ¿de verdad ganas dinero? No. Para que algo salga de tu armario debes tener los precios -por lo general- muy, muy bajos. Y, después, entra tu propia ética. A mí, por ejemplo, me es imposible hacer un paquete cutre. Hacerlo con amor y con ganas de hacer felices a quienes lo reciben -por lo menos por unos segundos-, tiene un costo adicional que nunca percibirás.


11. Po otro lado, hay vinties que te piden más imágenes, verlo puesto o mil historias... -con el tiempo que esto supone-. E incluso te hacen lotes que van a llevarse o te lanzan una oferta porque les interesa este o aquello, y, después, te dejan empantanada y ni tan siquiera te contestan cuando les preguntas amablemente qué han decidido. No obstante, las buenas compradoras, si tienen la suerte de ver varias cosas en un armario, pueden recoger prendas a bajo costo, y, en perfectas condiciones, gracias a los descuentos de comprar un lote.


12. Tampoco tengo claro que invertir algunos euros en la promoción de tu armario o de un artículo determinado, sea algo que de verdad favorezca las ventas. Opino, que sirve de bien poco e incluso dudo de su veracidad, por mucho que tengas un desplegable que te indique un número de visitas bastante superior a las habituales.. 

 

12. Lo verdaderamente importante, es que Vinted fomenta el reciclaje y esto es algo muy loable y beneficioso para el planeta y sus habitantes. Así como para las generaciones venideras. Por otro lado, si estás en el mercado laboral, te ayuda a desconectar y si no lo estás, a sentirte un poco útil. O sea... Sigamos con el juego: es necesario.

 

Al comenzar la pandemia cerré mi escaparate, pero, lo he vuelto a abrir –Theflappergirl. Creo que solo se puede entrar si estás registrado, lo cual es bien fácil y no te obliga a nada—, y, reconozco que me da muchos alicientes. He recuperado a varias amigas; entre nosotras hablamos por interno e intercambiamos trucos para darle alas a nuestros artículos. Por otro lado, puedes conocer a personas de distintas comunidades y distintos países. Me encanta conocer gente nueva, virtualmente hablando, claro. Pero, si lo pensamos bien, inmersos en la era de la tecnología y con todos los bichejos del mundo caminando a sus anchas por calles y plazas… ¡ya os digo! O nos subimos al carro o nos aislamos por completo.


Por otro lado, en Vinted, puedes obtener un retrato fidedigno de la sociedad actual. O sea, que os recomiendo haceros un hueco en esta red para desquitaros de los sinsabores de la vida; sale más económico que una visita al psicólogo y, de paso, las prendas que no utilizamos circulan a otras manos. Aunque económicamente nuestras arcas no se llenen, ganamos psicológicamente y recuperamos algún que otro euro para reutilizarlo en lo que nos interese.


Una válvula de escape. Un entretenimiento de lo más agradecido si le pones un poquito de corazón porque las ganas llegan solas cuando recibes un pedido y, al final, tu armario se convierte en la sala de juego que te pide más y siempre sacas algo olvidado que subes a tu armario para que otra persona la recoja. Nos hacemos vinteros. ¿Y qué? Algún vicio hay que tener.


¿Qué por qué Vinted es una adición sana? Entretiene, recicla, equilibra, conoces a personas guais. ¿Qué mas queremos? Pues… ¡Hala! Todos a Vinted aunque le falte lo 'chic' de Chicfy.

 


© Anna Genovés

Domingo cuatro de abril de 2021

 

 #vinted #compraventa #online #ropa #fashionmoda #theflappergirl #annanoves #actualidad 


 



Los chicos de mascarilla y mirada gacha

 

Esta mañana al subir la persiana he visto a dos chicos cruzarse por la acera de enfrente; nada tendría de singular si no fuera porque ambos llevaban una lata de cerveza en la mano. Eran las 9:00.


Me ha dado por reflexionar, para variar. Anoche me enviaron un vídeo que hablaba de unos telares valencianos con una caída de producción del 94% y de las inexistentes Fallas. También mostraba curvas sobre esa economía que se esfuma a pasos agigantados por el WC y los muchos negocios que se han ido al carajo con la consecuente destrucción de empleo. Pensé en la hostelería, en los comercios –de todo tipo: confecciones, deporte, automóviles, inmobiliaria…— cualquier PYME entra en este saco lleno de agujeros que no pueden remendar ni las mejores modistas del mundo.


Vivimos una hecatombe en la que la producción está a punto de tocar fondo y da igual que hablemos de Nemos que de Moby Dicks. No se salva nadie. Motivo por el cual y, muy a mi pesar, le contesté a la colega del envío que no estábamos ni para Fallas ni para Carnavales venecianos ni para toros embolados de esos pueblos chiquitos en el que, estas fiestas ancestrales y para mí desagradables, son tan importantes como para nosotros La Cremá de los monumentos falleros.


No, no y no. No estamos para ninguna fiesta o para alguna... con muchas, muchísimas precauciones. Solo podemos y debemos preocuparnos por mantener la calma, seguir las recomendaciones sanitarias a rajatabla –nos gusten o no, se contradigan por la nueva cepa o por los mercados pulsátiles de las farmacéuticas que se han vuelto más avariciosas y desagradables que El Avaro de Molière— y, quien sea religioso, que rece a ver si los dioses nos devuelven un poquito de por favor a esta castigada sociedad que se derrumba como un castillo de naipes.


Me pregunto mirando la litografía de Tolouse Lautrec que tengo enfrente –como si la dama del Moulin Rouge fuera a contestarme— ¿de qué serviría que la economía estuviera menos castigada si entramos en una fase de empeoramiento pandémico en el que los contagios, los enfermos que necesitan hospitalización o UCI o, por desgracia, los decesos, suben? ¿Y si el personal sanitario cae y no puede atender a los que estén mal? ¿De qué serviría en esos casos, o en situaciones similares, que volvieran los festejos del mundo y, de paso, la juerga –que a todos nos agrada—? ¿Quién los disfrutaría? ¿Quién se lo pasaría en grande? Tal vez, pudiera hacerlo una población inmunizada. Pero... ¿Cuándo llegaremos a ese escenario que puede devolvernos parte de la libertad y de las ganas de vivir sin prohibiciones tan horrorosas como necesarias? Es algo que todavía está por ver. Cada virólogo, biólogo, inmunólogo… y etcétera. Expone sus pareceres, incluido matemáticos y estadistas. Muchos se atreven a vaticinar como Nostradamus. Y, a veces, aciertan. Sin embargo, no deja de ser pura especulación, acertada o no.


Aunque, fijaros, siempre existen ingenios lo suficientemente divertidos y seguros como para un dance acompañado incluso en pandemia. Los rockeros del grupo estadounidense Flaming Lips han dado un concierto con público, sumergidos –tanto músicos como espectadores, práctica que ya habían escenificado con anterioridad— en burbujas inflables individuales. O sea, hay que montárselo de alguna forma para seguir adelante; lo dije hace muchos meses, que nos calcen EPIS individuales a todos y solucionado. Es una broma que puede convertirse en realidad. Desde luego, hay que cambiar costumbres e incluso tradiciones.




Todo está en el aire que respiramos, hasta el puto coronavirus con todas sus mutaciones. El bicho que quiere aniquilar la Humanidad. Muchos me llamareis tremendista, pesada, catastrofista… ¿Y qué? A quien no le agrade mi prosa, que no la lea. Soy de las que deseo lo mejor y estoy preparada para lo peor. La vida NUNCA fue el cuento de Princesas de Disney. Por lo general, es un ring. Con el agravante actual, los monstruos de la novela El que susurra en la oscuridad de Lovecraft, son lo más parecido. Tenemos que andar con mucho ojo porque son despiadados. 


Los jóvenes que se cruzaron esta mañana en la acera de enfrente, eran los chicos del segundo piso –uno vive en la puerta tres y el otro en la cuatro—; crecieron juntos, jugaban, reían… eran buenos amigos y hasta compartieron la primera novia como si fueran gemelos que juguetean con fuego. Uno trabajaba en una multinacional y el otro tenía una Pyme. Actualmente, ambos están desempleados y lucen con mascarilla y mirada gacha. Tan gacha que ni se han visto.

 

@Anna Genovés

Martes veintiséis de enero de 2021


#economia #actualidad #opinion #panorama #pandemia #mascarillas #distanciasocial #coronavirus #covid19 #tristeza #verdad #ingenio #tradiciones #costumbres 


 

JL Moreno Ruíz: un irreverente de gran corazón 


Cuando me abrí camino por la blogosfera –allá por el lejano 2010— conocí a personas muy diferentes.


Me llamaron la atención muchas... Demasiadas. Pese a ser talludita y escribir, en aquella primera etapa, realismo sucio, se me hacía una montaña leer ciertas cosas...

 

Pero, era entonces o nunca. Pillé un blog de un tal JL Moreno-Ruíz en el que aprendí a defenderme –a capa y espada— de envites de esas gentes descaradas y muy, muy cultivadas que hablaban de fábulas incomprensibles que me hacían investigar y aprender historias desconcertantes; hasta descubrí que tenía un punto Retana que se difuminó cuando el jefe cerró el Blog.


El jefe era ese tal JL Moreno-Ruíz del que he hablado y su blog se llamaba ‘Contradiarios’. Hace unas horas, he descubierto que se ha marchado. 


Pocas personas me han dado la mano con la palma abierta y me han tomado en serio. Sin embargo, JL, que escribía un rato bien, aunque no fuera del agrado de la mayoría por su pluma satírica, criticona y desvergonzada, siempre me guiñaba un ojo y me decía: "Tú, escribe". 


Descubrí que, bajo esa apariencia de macho irreverente, existía un hombre generoso y de gran corazón que se brindó, entre otras cosas, a escribir el prólogo de la primera novela que publiqué en Amazon sin pedir nada a cambio. Algo que no olvidaré y que guardaré en la memoria como un pedacito de existencia que mereció la pena vivir. Hoy, al revisarla, he visto que estaba dedicada a mi compañero y a JL. Y me alegro. 





Blogger desde 2007, JL, fue un dramaturgo que inventaba personajes y los dejaba bailar a sus anchas por el ciberespacio; él se replicaba y hasta podía descojonarse de sus propias chorradas o aplaudirlas, según le daba. Y, es que, lo hacía con tal gracejo que, sus lectores –amigos, enemigos, fans, colegas, haters… lo que fuera— nos descojonábamos y entrábamos en su juego más a gusto que si estuviéramos en una bacanal prolífera. Ciertamente, le sobraba ingenio y gallardía.


Su vida da para varias enciclopedias, aunque nunca sabré si todo lo que decía era cierto. He ahí el galimatías que se ha llevado a ese lugar que todos visitaremos algún día.


Y, ahora, JL, con tu permiso, me voy a tomar un Bourbon a tu salud. ¡Ah! Recuerda que, el libro que te prometí queda a buen recaudo, en la estantería de casa. 





 @Anna Genovés

Veintiuno de enero de 2021


José Luis Moreno-Ruíz nació en Santander en 1953 y voló hacia una galaxia perversamente divertida el 21 de enero de 2021



#actualidad #cultura #lecturasrecomendadas #metapensamientos #opinion #reseñas #JLMorenoRuiz #muertes #dolor #duelo #tristeza #rip #dep #fallecimientos #obituario #homenajes #recuerdos #defunciones #escritores

 


 

Recuerdos y menciones a JL

De la Modernosa Movida y otras cavernas - blog Caminando por la Luna. 30 oct 2016  


José Luis Moreno-Ruiz habla de NWTY - En librillo Ramón Buenaventura


Rosa de Sanatorio - Mon Magán


Intraliminal. Ejercicios exudatorios para virofóbicas - José Luis Moreno-Ruiz, 1994


Jose Luis Moreno-Ruiz - Discogs


Blog de JL Moreno-Ruiz  2018-19


José Luis Moreno Ruiz cierra su blog – Asperezas, 20 de abril de 2010


Historias Muy Pequeñas III - Al Este de la Luna, 3 de febrero de 2015


Fantasía cuenta El sombrero loco - El Flautista en el Umbral del Alba  


Reina de los monos – José Luis Moreno-Ruíz, Estrella Digital


 

 

 





Sillón azul

 

El sillón azul de ruedas migratorias como las aves, es el abrazo cercano de un amigo; junto a lirios que escupen tinta y libros por leer


La noche atenaza los sentidos… ¿O los abre? Nunca lo sabré; todo depende del día que hayas tenido: de lo hecho o dejado de hacer.


Seguiremos los sueños tangibles hasta llegar a las nubes; algodones que pululan por el cielo como bolitas de azufre.


@Anna Genovés

Treinta de agosto de 2020


 

#coronavirus #covid19 #rebrotes #segundaola #pandemia #mascarillas #distanciamientosocial #poemas #annagenoves

 


Sillón azul

by on 13:13:00
  Sillón azul   El sillón azul de ruedas migratorias como las aves, es el abrazo cercano de un amigo; junto a lirios que escupen tinta y lib...

 



Me dijeron

 

Me dijeron que la vida era rosa, eso me dijeron.


Que la luna brillaba en el cielo, eso me dijeron.


Que sol calentaba, eso me dijeron.


Que la lluvia era agua, eso me dijeron.


Pero, no. Se equivocaban.


Es un sueño dentro de una botella plana. La vida es un caracol que se arrastra. A su paso deja baba, y sigue su camino, sin prisa ni pausa. Sin habla.


La montaña se evapora y solidifica el agua. Un pañuelo con una gota de sangre. Una manzana gacha. Un árbol que crece hacia abajo. Y, entre las ramas, las piernas de los ahorcados, bailan.


El tiempo ha pasado, los ojos están huecos. No hay almas. El cinturón queda en el aire, denso, hecho jirones, y los jirones matan.


No me olvides. No me ames. No sigas a mi lado porque nunca ganas. Estoy un precipicio del que nadie se salva. Estoy en la noche blanca. Mi cuerpo llora sangre. Mis venas son de hojalata.


Me dijeron que la vida era rosa, eso me dijeron.


Que la luna brillaba en el cielo, eso me dijeron.


Que sol calentaba, eso me dijeron.


Que la lluvia era agua, eso me dijeron.


Pero, no. Se equivocaban.

 

@Anna Genovés

Quince de agosto de 2020


Me dijeron

by on 17:17:00
  Me dijeron   Me dijeron que la vida era rosa, eso me dijeron. Que la luna brillaba en el cielo, eso me dijeron. Que sol calentaba,...



Enrique Tamayo: el taxista poeta

Después de una larga ausencia en las redes por motivos personales, regresé y encontré a mi gente en el mismo lugar; esperaban mi vuelta, fieles como los buenos amigos, los amigos de verdad que no preguntan y te aman como eres. Los juramentos cibernéticos tienen más validez que los casamientos eclesiásticos, y quien diga lo contrario o mancille nuestros sentimientos, no sabe lo que dice ni lo que tenemos.

Os preguntareis: «¿A santo de qué viene esto?». Lo entenderéis rápidamente. Veréis, hace nueve años que abrí este blog y uno de mis primeros seguidores fue el poeta y amigo Enrique Tamayo Borrás. El otro día supe que ya no estaba con nosotros. Por suerte, su esposa sigue con la movilidad de su obra. Y, es que, aunque Enrique no esté físicamente en la realidad del día a día, su legado permanecerá siempre entre nosotros. La noticia me vino como un jarro de agua fría y sentí la necesidad de dedicarle una merecida entrada en este espacio.

Por desgracia no conocí personalmente a Enrique, pero al poco tiempo de contactar con él supe que era una buena persona con un corazón tan grande que traspasaba los límites de las pantallas de los ordenadores y sus teclas.

Sus poemas reflejan una sensibilidad inherente en su tesitura y la necesidad de dar amor, como si la vida se le escapara de los dedos de esas manos que escribían sus emociones y los pensamientos nunca dichos. Enrique deseaba recuperar el tiempo perdido en horas y horas de taxímetro por las calles de su amada Barcelona. 



Sí era taxista. Un taxista con corazón de poeta conocedor como nadie de la naturaleza humana y de sus peculiaridades. Pero sobre todo era un buen amigo; un hombre agradecido y sencillo: una gran persona.

Conocer al autor

Enrique nació en Barcelona en la década de los 60 de padre emigrante y madre catalana. Tuvo una juventud a caballo entre el franquismo y la democracia. Estudio lo justo, como la mayoría de hijos de familias humildes de aquella época lejana y perdida en el siglo XX, máxime al perder a su madre en plena juventud.

Comenzó a trabajar a los 16 años y recién acabado el servicio militar, su vida laboral se encaminó hacia el sector terciario. Más concretamente hacia los transportes públicos. Primero fue conductor de autobús por cuenta ajena y después, con el sudor de su frente y sus ahorros, logró comprarse un taxi y convertirse en autónomo.

Fue a partir de entonces cuando su vademécum personal fraguó un Enrique Tamayo Borrás sabio y experimentado con la documentada e insustituible universidad de la calle. Ansioso de más... Como el mismo dijo en la entrevista: Poemas Tardíos de Enrique Tamayo Borrás para toda Hispanoamérica donde también explica, y que recojo de igual modo, el por qué de su dedicación a la poesía. 

…“  Me aportó un aprendizaje muy amplio de mi ciudad y a la vez una mirada a todo lo que me rodeaba... al fluir de la vida de una gran ciudad, lo que me enseñó a comprender todas las capas sociales y aprender de todo tipo de costumbres, miserias, riquezas…
Con este trabajo empleaba de doce a catorce horas diarias, las cuales no me permitían mucho el relajarme en lo que más me gustaba, como pudiera ser la literatura o las aficiones en hacer excursiones a la naturaleza que es una de mis grandes pasiones. Lo único que me permitía era descansar después de mis largas jornadas. ”…

No hay que olvidar que nuestro amigo Tamayo era un entusiasta y un completo soñador; dos elementos esenciales para escribir esa poesía que destilan sus estrofas, esos versos que surgen desde los lugares más profundos del alma.

…” Poemas tardíos (estrofas perdidas) son poemas y relatos breves, poesías que comienzo a escribir durante el verano del 2011, en un pequeño pueblo de la comarca del Alt Maestrat castellonense (levante español). Nunca antes había escrito ninguna poesía y apenas las había leído, no es que me vanaglorié de ello, pero el trabajo me ocupaba gran parte del día y fue a raíz de una convalecencia que comencé a escribir en la tranquilidad de este lugar, (por eso lo de poemas tardíos). Seguramente pueden parecer simples palabras, pero son letras que salen desde lo más hondo de mi imaginación y de mis pensamientos, poemas de mis lugares, sueños y añoranzas vividas, rincones de la imaginación, sencillas letras que nos ayudan a vivir un poco más entretenido, apartándonos de nuestras preocupaciones diarias. Letras del ambiente rural, de la vida en la ciudad, la naturaleza, la sociedad, el amor y el desamor y, sobre todo: los “sueños” ¡los que nunca deben faltar! “…

De los años en que se forjó nuestra amistad, recuerdo con un cariño especial aquellos momentos en los que nos convertimos en un grupo de artistas poco convencionales: poetas, escribidores, retratistas, amantes de las letras, dibujantes de cómics… etcétera, que mutuamente nos felicitábamos por nuestras creaciones.



Cuando publiqué mi primera novela, Enrique me preguntó qué tal me había ido y yo le contesté decepcionada por el duro trabajo que supone autopublicarte o publicar en una editorial mediante coedición y no ver ganancias económicas. Pero a él no le importó mi desánimo y siguió en su empeño hasta ver su obra plasmada en papel. En la actualidad, podemos encontrarla en Amazon recogida en el poemario Poemas tardíos.




Y qué decir de la presentación del mismo, ante una congregación amplia de íntimos y conocidos amantes de sus poemas clasicistas y románticos como si la parte masculina de la mismísima Rosalía de Castro hubiera renacido en el espíritu de nuestro amigo. Sí, Enrique tenía un don: la dádiva de transmitir sus sentimientos a través de las letras.






Leer su poesía es sentir que tu vello se eriza y que una pequeña descarga eléctrica circula a la velocidad de la luz por tu columna vertebral. Recitar sus versos es sentir amor y una elegante sensualidad.

A lo largo de estos años he podido apreciar la metamorfosis de Enrique. Nació como una pequeña larva y, en poco tiempo, se convirtió en una hermosa crisálida que expandía sus alas por el Universo. ¡Chapó, amigo!

El legado de Enrique: obra, poemario, perfil en distintas redes sociales, entrevistas, su voz recitando y sus merecidos e innumerables reconocimientos, es algo que pasará a la posteridad, aunque ninguno de nosotros estemos en este universo. ¿Quién sabe? Igual estamos en un universo paralelo en el que podamos hablar los unos a los otros y dedicarnos, en cuerpo y alma a esa pasión que llevamos dentro y que, por avatares más o menos acertados o agradables de esta vida, hemos tenido que abandonar. Amigo Tamayo, allí donde estés… ¡Salud y felicidad!










Canal Youtube de Enrique Tamayo Borrás


Poemas y canciones en mi voz, Fríos silencios, por Enrique TamayoBorrás


Solitarias sábanas planchadas. Autor: Enrique Tamayo Borrás