Fanes, haters y seguidores

Cuando decidí convertir mi hobby en trabahobby, un virtuamigo que aprecio y respeto como escritor, me dijo:

–El mundo de las letras está lleno de envidias. Para hacerte de escuchar tienes que pensar como una granjera. Todos los días tendrás que dar de comer a los pollitos. Así, los animalitos estarán contentos y picotearán lo que les pongas. ¡Ah! Y recuerda que todos somos granjeros y pollitos dependiendo desde donde nos miremos; si estamos en nuestro espacio seremos granjeros. Si visitamos el de algún conocido, pollitos a la busca de un buen picoteo.
–Me apuesto los dedos de la mano izquierda a que eres fan de George Orwell —le dije.
–¡Me has pillado! Rebelión en la granja es una de mis novelas preferidas –me contestó.

Ahí quedó el asunto... En realidad no tenía muy claro a qué se refería hasta que estuve en el meollo de la cuestión. Pasaré por alto ese pecado capital llamado envidia. Tal como dijo Borges: «El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: Es envidiable».



La siguiente cuestión: granjeros y pollitos. Es el equivalente a la autopromoción. Para ello el pretendiente ‘a’... deberá pasear asiduamente por aquellos lugares interesantes para su hipotético negocio a la espera de ser correspondido. Mi virtuamigo estaba en lo cierto. Por experiencia puedo deciros que cuando abrí el blog era muy activa en la blogosfera y en las redes; tenía muchas visitas y multitud de comentarios. En la actualidad estoy en una fase más tranquila y mis productos tienen menor salida. Si no estás todos los días de visita..., pues eso: no te visitan. Al final, hasta se olvidan de ti. C’est la vie!

Lo que mi virtuamigo omitió, a propósito o inconscientemente, fue que en el mundo virtual existen por lo menos tres grupos de personas: fanes, haters y seguidores. Las primeras siempre te dirán que todo lo que haces es estupendo, sea bueno o malo. Las segundas, bajo el mismo modus operandi, te dirán lo opuesto. Las terceras, simplemente te seguirán, y, por lo general, serán sinceras. Si lo que muestras es notable te darán el like. Si no has estado fino, te harán una crítica constructiva respetuosa.

La etimología de los grupos mencionados está clara. Para que veáis algunos ejemplos, incluyo las reseñas de una de mis novelas...

Fan: fan (en plural: fanes), simpatizante, aficionado, admirador o fanático. Persona que siente gusto y entusiasmo por algo. El término se utiliza en particular en el deporte y el arte, para referirse a admiradores de una persona, grupo, equipo u obra. Los fanes de algo o alguien constituyen el fandom de la persona o cosa que se admira. A veces demuestran su afición siendo miembros de un club de fanes, creando fanzines y promoviendo lo que les interesa.


Fan… Viniking ha puntuado los cinco libros que tengo publicados con 5 estrellas: entiendo que debe ser un/una fan.

Haters: personas que muestran sistemáticamente actitudes negativas u hostiles ante cualquier asunto. La palabra hater es un sustantivo inglés que se traduce como 'odiador', o 'persona  que odia' o 'que aborrece' algo o a alguien. También se puede traducir como 'envidioso', 'odioso' o 'aborrecedor'.


Hater… Este anónimo con 1 estrella, que encabeza la reseña del libro como 'malísimo' es un hater. No por lo mencionado, sino porque la conclusión que agrega. Falta de ortografía, incluida: «Por cierto comentar que todos los libros gratis que me he bajado de kindlelton son del mismo estilo, ninguno ‘a sido’ ni siquiera mediocre». 

Seguirdor/a: 1) persona que sigue o persigue a otra. 2) Persona que es partidaria de otra y que sigue su desarrollo o evolución.


Seguidor… Creo que las 4 estrellas de este lector/a, por lo que comenta, podría tratarse de un nuevo seguidor.

Los tres grupos, fanes, haters y seguidores, tienen un sinfín de matices: pueden ser ocasionales, habituales, pasivos, activos... y un largo etcétera. Entre seguidor y fan existe una delgada línea que, en ocasiones, se cruza y viene a significar lo mismo; además, tanto seguidores como fanes, por lo general, son guais. Sin embargo, los haters son unos puñeteros envidiosos que viven bajo tierra como los vampiros. Por eso suelen actuar detrás de un anónimo; solo que ellos no desean chuparnos la sangre, quieren chuparnos las ilusiones: ni agua. A los haters, en el caso de la literatura, por ejemplo, les dará igual que una obra esté escrita por Borges, Orwell o un 'sin nombre' como yo. Para ellos todo lo que lean será ‘malísimo’. Seguramente porque son incapaces de escribir una sola línea.

Es curioso que mi deseo de obviar la 'envidia' se haya truncado... Así que, con permiso del maestro, añadiré: «La envidia es algo innato en la condición humana. Nazcas donde nazcas».

P.D. Versión corta publicada en el diario El Cotidiano

©Anna Genovés
03/09/2016

Fuentes
Wikipedia
Diccionario de la RAE
La red

Imágenes
Amazon
La red


 




Un affaire de carretera


 

Vehículos y carreteras

cafés y pica piedras

el mundo es un pañuelo

buscas lo que encuentras

 


Magdalena está preparada para ir a pasar unos días con su madre. Hace unos meses que se ha quedado sin trabajo y tiene la moral por los suelos. A la postre, ha descubierto que su esposo se la pega con otras... Lleva años sospechándolo. Hogaño, con tiempo libre, se ha cerciorado. No es la primera vez que descubre manchas de carmín en su ropa. Cuando le preguntaba, Jesús, siempre le contestaba lo mismo: «Cariño he ido a ver nuestra pequeña —una veinteañera emancipada—, ya sabes que es muy besucona…». Con las horas de asueto hace sus cábalas. En la perfumería, le dicen el color exacto del labial. Así que, ni corta ni perezosa, se marcha a casa de su hija y, ¡zas! La niña nunca ha utilizado el tono rojo coral de Astor.


Siempre ha pensado que los humanos, como el resto de mamíferos, son bisexuales y polígamos. Sin embargo, las mujeres —por lo general— son las que llevan la cornamenta. Las de su género, saben aguantar el temporal y los sudores de la entrepierna. Los machos no, piensa. Con este panorama, sólo le falta descubrir si su partenaire tiene una pilingui o se va de putas. Está a punto de contratar a un detective. Pero, en el último instante, se arrepiente.


Dos semanas más tarde, ha cambiado de idea. Así que, llama por teléfono a su amiga Dolores a ver qué le parece su nuevo plan.


—Mira, lo he decidido. Desde que el comebolas me dio botica, estoy feliz y a gusto con mis protuberancias –se toca la cabeza para ver si las astas son demasiado exageradas. Le entra la risa tonta—. ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Me encanta el Prozac! Qué Jesús haga lo que le dé la gana. Una, se va con mamá. 


—¡Muy buena idea, querida amiga! Ve a pasar unos días con tu mami; te sentarán bien —insinúa Dolores a través del auricular.


—No Dolores. No me voy para unos días; me voy para unos meses… Tal vez, vuelva cuando haga calor.


—Y me dejas sola. ¡Qué mala eres!


—¡Estoy harta de mi marido! Qué se quede de Rodríguez todo el invierno. Ya se acordará de mí cuando haga frío… —sentencia Magdalena.


Camino de Almagro —donde vive su progenitora—, Magdalena canturrea. Está escuchando a Camarón. Se engancha en una estrofa y le sale la risa floja. Seguido, necesita orinar. ¡Mierda, qué me meo! Hasta dentro de cincuenta kilómetros no hay un área de servicio. ¿Qué hago? Tengo que parar por narices —parlotea consigo misma con es gracejo inmenso de las manchegas; todas ellas Dulcineas del Toboso—. Minutos más tarde, aparca en el arcén y se pone en cuclillas entre unos matojos. El potorro al aire y el rostro extasiado cuando sale el chorro. La mismísima Santa Teresa en uno de sus trances. ¡Piii!!! ¡Piii!!! Un ensordecedor claxon, hace que mire hacia la carretera. Justo, pasa un tráiler. Desde la ventana, el copiloto le vocea:


—¡Quién fuera hierba para acariciar tus bajos! ¡Wapa!


—¡Ay Dios! ¡Ay Dios! —repite (persignándose en la frente, en la boca y en el pecho) con el culo al aire y subiéndose los pantalones como puede.


El camión se esfuma en el horizonte. Magdalena vuelve a su Ford, roja como una fresa madura.


—¡La madre que lo parió! —sermonea—. Si llega unos segundos antes, me corta la meada.


Al decir estas palabras, se percata de algo inusual: está húmeda. La lívido por los aires...


—¡Madre mía! Me he puesto como una moto. Si me ve la ginecóloga me dice que, de óvulos lubricantes, nada de nada. Jejejeee… ¡Estoy hecha una jabata! —se alaba.


Emprende la marcha, más feliz que unas castañuelas. Enciende el DVD y cambia de artista. Toca algo más sexy; unos R&B de su hija. La música hace que la carretera se le antoje diferente. Se apea en el Área de servicio para llenar el depósito. Baja, carga el tanque con gasolina sin plomo y vuelve a subir. Cuando pasa por la zona de vehículos pesados, ve el camión del mulato que le ha piropeado.


«Y si paro y veo como está de cerca. Pero, ¿dónde vas Alfonso XII? Si tienes más años que Matusalén». Se dice a sí misma, mientras repasa sus labios en el retrovisor. No puede evitarlo. Para el motor del vehículo y va la cafetería. Está vacía. Entra con su melena negra, cantoneándose. Sara Montiel en plena madurez. En la barra, el oscurito con otro bizcochito, de la edad de su vástaga.


—¡Joder! Si los dos están de rechupete. Unos ciervos para mojar —murmura por lo bajini.


Se acerca a la barra y le dice a la camarera:


—Ponme lo que estén tomando los chicos. Pago la ronda.


Media hora después, entra en una habitación del Motel con el cuarterón de uno noventa. Se siente como la Bassinger en Una mujer difícil o, quizá, la Dunaway En los brazos de la mujer madura. Recapacitado el asunto, resuelve que si los hombres se lo pueden montar con jovencitas; las mujeres se pueden calzar a polluelos. En la suite sin estrellas, se desviste a lo leona. Poniéndose a cuatro patas sobre la cama. ¡Gr…!!! Gruñe con sus zarpas de gel. El camionero, se quita la ropa despacio… Cuando termina el bailecito sexi, la exuberante felina, es una gatita que quiere huir.


—¡Qué pasa! ¿No te gusto? —le pregunta el joven; ciclado como una tableta de chocolate puro.


—No hijo, no. ¿Cómo no me vas a gustar? Eres una estatua de ébano.


—¿Qué? ¿Qué?


—Nada, nada… Que estás muy bien dotado. Demasiado. No estaba preparada para esto.


El chico no le hace caso, la tumba; le abre las piernas con sus musculados brazos. Ronronea por su pubis y le desabrocha el body de encaje negro, que tanto estiliza su figura, con la boca. Juguetea con todo lo que atisba su lengua, larga y dúctil. Magdalena tiene un orgasmo. Tal cual, se la carga el torso, la apoya contra la pared y la penetra hasta la garganta. Ella gime de placer. Chilla como una endemoniada. Un segundo orgasmo hace que su cuerpo experimente una ola de sacudidas perpetuas. En uno de los brutales movimientos, se percata que, el acompañante —rubio y con ojos almendrados—, está sentado. Desnudo, masturbándose.


—Oye, que tu compañero ha entrado —le suelta al negraco.


—Tranquila —contesta el Apolo tostado que la mantiene en el Nirvana.


Su fantasía la lleva a otro film del que no recuerda el nombre. Sólo sabe que la chica se convierte en un sándwich. Uno por delante y otro por detrás. Se relame, pensándolo… El rubiales se acerca. Magdalena está convencida, que, en breve, se convertirá en un bocadillo. De repente, alucina. El nibelungo arremete al mandinga. Forman un trenecito. La pared, ella, el mestizo y el caucásico.


El affaire de Magdalena es un regalo del cielo. Pese a tener familia y muchos amigos, tal vez, demasiados. Es la imagen perfecta de la soledad.


 

©Anna Genovés

Revisado el dieciséis de agosto de 2022

Imagen tomada de la red

 

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*Relato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10‏: ‎ 1502468433 ISBN-13‏: ‎ 978-1502468437

 

 








1280 almas de Jim Thompson




Idioma original: español
Título original: Pop. 1280
Año de publicación: 1964
Traducción: Antonio Prometeo Moya
Valoración: muy recomendable
Dibujos: Jordi Bernet
Portada: Xis 


Sinopsis
El título de 1280 almas alude al número de habitantes de la pequeña población de Pottsville; una localidad ficticia de USA donde se acercan las elecciones y el sheriff Nick Corey duda de su reelección. En primera instancia, Corey aparece como un hombre apático y simple. Sin embargo, a medida que se desarrolla la trama: descubres que no tiene escrúpulos. Es un ser ambicioso y corrupto que no duda en asesinar a quien se tercie si con ello obtiene su fin. En el marco familiar es donde muestra su cara más aterradora. La novela presenta un protagonista/narrador que no se inmuta lo más mínimo por sus actos, sino que llega a pensar que tiene que limpiar Pottsville de la escoria que la habita.


Reseña
Considerada como una de las mejores obras del autor, es una novela dura, cuyo realismo muestra su rostro más cruento. Nadie mejor que JT para retratar el lumpen social adentrándose en la psicología de sus personajes; de sus porqués más íntimos. 1280 almas demuestra que el sueño americano, como el de cualquier hijo de vecino, por lo general, es una pesadilla.

El sheriff Corey, para más inri, vive con su esposa y su cuñado, un discapacitado psíquico del que se mofa y al que utiliza, en el Palacio de Justicia. Su esposa, mujer feocia, desagradable y manipuladora, lo llevó al altar empleando artimañas deshonestas. Obviamente, le viene al pelo. Es como decir: «Quien a hierro mata, a hierro muere». Algo que no le importa demasiado porque alardea de superávit sexual. Se considera un macho con el arma preparada en cualquier situación; orgulloso de gustar a las mujeres.



No puedo hablar en profundidad de JT porque no conozco su obra en demasía. Pero el trato que nos da a las féminas en 1280 almas denota; que no nos aprecia mucho. Quizás esta forma de retratarnos esté relacionada con su etapa de vendedor a puerta fría; las amas de casa podemos ser verdaderas arpías con ellos. No es una novela femenina, pero tampoco, es que yo, escriba ficción para mujeres. No me han asustado sus salidas de tono. Más bien he analizado aquellas partes en las que reflexiona sobre la vida y el comportamiento humano...

…“—Encantado de conocerle, George —asentí—, y puede seguir llamándome Nick.
—Gracias, Nick —tomó otro trago de whisky—. Bueno, eso es lo que iba a preguntarle, Nick, algo que me preocupa mucho. ¿Puede disculparnos el hecho de que no podamos hacer otra cosa?
—Bueno —dije—, ¿disculpa usted a un poste por encajar en un hoyo? Es posible que haya una madriguera de conejos en el hoyo y que el poste los aplaste. Pero, ¿es culpa del poste el que entre en un agujero hecho para que encaje?
—No es un ejemplo muy exacto, Nick. Usted habla de objetos inanimados.
—¿Usted cree? —dije—. ¿No somos todos relativamente inanimados, George? ¿De cuanta libertad disponemos? Se nos controla por todas partes, nuestra estructura física, nuestra estructura mental, nuestro pasado; se nos moldea a todos en su sentido concreto, se nos determina para desempeñar cierto papel en la vida y, George, lo mejor es jugarlo, llenar el agujero o como mierda quiera usted decirlo, porque si no se derrumbarán los cielos y se nos caerán encima. Lo mejor es hacer lo que hacemos, porque si no, ocurrirá que nos lo harán a nosotros.
—¿Quiere decir usted que es cuestión de matar o ser muertos? —Barnes sacudió la cabeza—. Detesto pensar en eso, Nick.
—Puede que no me refiera a eso —dije—. Puede que no esté seguro De lo que quiero decir. Creo que me refiero principalmente a que no puede haber infierno personal, porque no hay pecados individuales. Todos son colectivos, George, todos compartimos los de los demás y los demás comparten los nuestros. O quizá, George, quiera decir que yo soy el Salvador, el Cristo en la Cruz que ha bajado a Pottsville porque Dios sabe que aquí me necesitan, y que voy por el mundo haciendo buenas obras para que la gente sepa que no tiene nada que temer, porque si se preocupan por el infierno no tendrán necesidad de buscarlo, Santo Dios, esto parece sensato, ¿no, George? Quiero decir que el deber no corre totalmente a cargo del individuo que lo acepta, tampoco la responsabilidad. Quiero decir que, bueno, George, ¿qué es peor? ¿El tipo que hace saltar una cerradura o el que llama al timbre? George echó atrás la cabeza y se echó a reír.
—¡Es asombroso, Nick! ¡Para morirse de risa¡ —Bueno, no es del todo original —dije—. Como dice el poema, no se puede culpar al cántaro de la torcedura que causó el desliz de la mano del alfarero. Así que dígame quien es peor, si el que jode la cerradura o el que llama al timbre, y yo le diré qué quedó torcido y quien hizo la torcedura.
—Pero... ¿y si es la misma persona quien hace ambas cosas?
—No es probable —dije—. Como tipo que tiene que asistir a muchas fiestas de órgano, y que me cuelguen si no me parece vivir en un paraíso de mentiras de vez en cuando, puedo decir que esos pequeños quehaceres se encuentran generalmente repartidos. Pero si no fuera éste el caso, George, entonces hemos establecido otro campo de obligaciones y responsabilidades. Porque el tipo tiene que comer para forzar la cerradura, ¿no? ¿Y de donde sale la comida? ”...



XXIII
…“Me enderecé y me dirigí a la casa. Pero nada más dar el primer paso tropecé con una raíz y me di tal porrazo que quedé sin aliento. Durante un par de minutos me falto aire para quejarme, y cuando finalmente me las apañé para ponerme en pie no podía ir muy rápido. Así que tardé tal vez unos cinco minutos largos en llegar a la casa y en encontrar una ventana desde donde ver y oír. 
Pues señor, la cosa resultó muy graciosa, graciosísima, terriblemente graciosa. Porque lo que llamó mi atención no fue lo que sin duda habrás supuesto ya. Ni Rose asustada y aturdida, preguntándose qué coño habría salido mal. Ni Lennie y Myra sonrientes, rencorosos y divertidos. Ni nada que hubiera en la habitación, sino la nada precisamente. El vacío. La ausencia de objetos. Yo había estado en aquella casa cientos de veces, cientos de veces en aquella casa y en otras cien como ella. Pero aquélla fue la primera vez que vi lo que eran todas en realidad. Ni hogares, ni habitaciones humanas, ni nada. Sólo paredes de pino que encerraban el vacío. Sin cuadros, sin libros, sin nada que pudiera mirarse o sobre lo que reflexionar. Solo el vacío que me estaba calando en aquel lugar. De pronto dejó de existir en aquel punto concreto y se aposentó en todas partes, en todos los lugares como aquel. Y, súbitamente, el vacío se lleno de sonidos y volúmenes, de todos los sucesos implacables que los individuos habían conjurado en el vacío. Niñas indefensas que gritaban cuando sus propios padres se metían en la cama con ellas. Hombres que maltrataban a sus mujeres, mujeres que suplicaban piedad. Niños que se meaban en la cama de miedo y angustia, y madres que los castigaban dándoles a comer pimienta roja. Caras ojerosas, pálidas a causa de los parásitos intestinales, manchadas a causa del escorbuto. El hambre, la insatisfacción continua, las deudas que traen siempre los plazos. El cómo-comeremos, el cómo-dormiremos, el cómo-nos-taparemos-el-roñoso-culo. El tipo de ideas que persiguen y acosan cuando no se tiene más que eso y cuando se está mucho mejor muerto. Porque es el vacío el que piensa, y uno se encuentra ya muerto interiormente; y lo único que se hace es propagar el hedor y el hastío, las lagrimas, los gemidos, la tortura, el hambre, la vergüenza de la propia mortalidad. El propio vacío. Me estremecí y pensé en lo maravilloso que había sido nuestro Creador al crear algo tan repugnante y nauseabundo, tanto que cuando se comparaba con un asesinato éste resultaba mucho mejor. Sí, verdaderamente había sido una obra magna la suya, magnífica y misericordiosa.  ”...


Desde mi humilde punto de vista, El sheriff Nick Corey recoge un fragmento, bueno o malo, de cada alma que vive en Pottsville; de ahí su facultad camaleónica y su ambivalencia entre el bien y el mal en una sola persona: él mismo. No podemos pasar por alto que Pottsville es una localidad en la que nunca sucede nada, a menos que estudies con atención a sus habitantes: extremadamente xenófobos. Una inyección opiácea brutal que te incita a seguir leyendo: engancha.


©Anna Genovés

16/04/2016
Imágenes tomadas de la red

«Hay treinta y dos formas de escribir una historia y yo las he usado todas, pero sólo hay una trama: las cosas no son lo que parecen».

Jim Thompson



 


La señorita Merche

 

 

Merche olía a jabón

a flores recién cortadas

a deseo entre las piernas

a ternura deseada

 

 

Hacía tanto calor que no cantaban ni las chicharras. La sucursal estaba vacía y yo aburrido como una ostra. De repente, abrió la puerta y entró; una aparición celeste con pasos distinguidos de dama. Sus tacones repicaron en mis oídos.

 

―Buenos días joven. Quiero ingresar doscientos euros en mi libreta de ahorros ―dijo (con su voz modulada) haciendo hincapié en la dicción de las palabras agudas y esdrújulas.

 

Leí: «Mercedes Luján Ródenas». No me había equivocado. ¿Cómo iba a hacerlo? Su cabello taheño y su rostro de porcelana. Me puse como un flan. Era incapaz de contestar. La boca me temblaba y un ligero rubor enardeció mis mejillas.

 

***

 

Luces de colores se fundieron en mi cabeza y ahí estaba yo brincando frente a la Academia Levantinos donde íbamos los niños de casa bien descarriados...

 

― ¡Juanito! ¡Juanito! ―gritaron desde una de las ventanas―. Date prisa que ya viene.

 

―Ya voy. ¡No me pierdo su entrada! ―contesté mientras salía como un rayo entre los vehículos aparcados.

 

Y, ¡zas! Empapelé la luna frontal del Seiscientos que pasaba. El mundo cambió de color. Pasé de las tonalidades fuertes a la negrura más absoluta. Después, a los pasteles de las acuarelas de Sorolla.

 

―Ya vuelve en sí ―escuché que decían.

 

― ¿Y cómo ha vuelto? ―era la voz de mi madre.

 

Risas y lloros entre sábanas blancas de algodón almidonado y monjas con caras circunspectas que desconocían la sonrisa. Desde entonces, todas las mañanas desperté en esa nebulosa azucarada de ensoñaciones hermosas. Al final, descubrí que ese fluido que manchaba la cama podía surgir en cualquier momento.

 

Mis amigos miraban los calendarios con la foto de Nadiuska. Yo imaginaba siempre a Mercedes. Sus tacones de aguja, su cabello recogido con moño italiano, su insinuante Cruzado Mágico bajo las camisas de popelín recién planchadas y sus faldas de tubo ―con abertura trasera― resaltado el sensual balanceo de su pelvis.

 

Cuando llegaba al colegio, los maestros carraspeaban y el cura escondía las manos en los bolsillos de la sotana para calmar su rosario. Cada cual hacía sus cábalas: «¿Será una pervertida con cara de ángel o una ingenua con maneras de Femme Fatale?» Obviamente, era la única que te dejaba entrar en clase, aunque llevaras los pantalones unos centímetros por encima del suelo. Sonreía y te guiñaba un ojo mientras decía: «Mis queridos salvajes, ¡crecéis demasiado rápido!».

 

***

 

― ¿Le pasa algo? ―escuché de pronto.

 

―Nada, Señorita Merche ―contesté atribulado.

 

―Anda, ¡si eres mi Juanito! ¿Por qué no me lo has dicho antes?

 

Me había reconocido pese a que habían pasado más de tres décadas. Me sentí el hombre más afortunado de la Tierra. Entonces, recordé ese lapsus de vida que se repetía en mis sueños una y otra vez cuando me trasladaban al hospital resguardado entre sus brazos. Era ella. La señorita Merche: la profesora de Ciencias Naturales.

 


©Anna Genovés

Revisado el 3 de agosto de 2022

 


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*Relato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10‏: ‎ 1502468433 ISBN-13‏: ‎ 978-1502468437

 

 


La señorita Merche

by on 20:20:00
  La señorita Merche     Merche olía a jabón a flores recién cortadas a deseo entre las piernas a ternura deseada     Hacía tanto calor que ...

 

 

Mujeres maduras con hombres jóvenes

 

El hecho de tener una invitación de boda, incluye, a día de hoy, toda una serie de quebraderos de cabeza. ¿Qué me pongo, cómo me maquillo, qué regalo…? Al margen de estas vicisitudes, tradicionalmente, pensamos con un hombre de mayor edad que la mujer. Sin embargo, en las sociedades actuales, están normalizándose otros tipos de relaciones: matrimonios de homosexuales (gais o lesbianas), diferentes etnias, distintas religiones, y, ¿por qué no? Mujeres maduras con hombres jóvenes o viceversa.

El otro día, una amiga me comentó que había ido a una boda católica en la que la novia tenía 39a y el novio 24a. Pensé que los moldes se estaban rompiendo. Empero, mi amiga demonizó la unión: “¿Cómo un chico tan joven puede casarse con una cuarentona pudiendo ir con jovenzuelas? Está claro que es una cougar [1] –afirmó ridiculizando a la esposada—. Comprendí, que en la mayoría de ocasiones, somos las mujeres quienes fomentamos un hábito machista porque a la inversa, lo vemos normal, pues siempre ha sucedido.

Todo tipo de relación puede o no fracasar, al margen del sexo, edad y demás variables. Sólo hay que encontrar a tu media naranja. Hablamos de personas, no de géneros. Alguien afín a tus gustos y deseos.

Sexualmente, un hombre llega a su plenitud, en torno a los 30 años; mientras que una mujer tiene mayores fantasías sexuales entre los 27 y los 45. Respecto a la maternidad, puede existir el problema de infertilidad femenina. No obstante, podría darse esta circunstancia en los hombres. Todos sabemos, que la fecundidad en la hembra, desciende a la par que corre su reloj biológico: a los 20 años tiene un 25% de posibilidades de quedarse embarazada. A los 30 el 15%. Y a los 40, el 5%. No obstante, no todos los humanos desean ser padres. Y, si se quieren hijos, hay otros métodos: FIV o adopciones.

 

Como paradigma de este tipo de uniones, tenemos a la pareja Furness/Jackman. Hugh Jackman tiene 52a y Deborra-Lee Furness 65a. Llevan juntos desde 1996 y tienen dos hijos adoptivos. Para acallar las malas lenguas, precisaremos que HJ aporta mayor capital económico, y, encima, es uno de los hombres más deseados del globo terráqueo. Pero hay o habido otros casos entre las celebrities: Shakira/Piqué, Jennifer López/Casper Smart o un largo etcétera... ¿Entonces, por qué no entre los ciudadanos de a pie?

 

Estudios de la psicoanalista Margarita Solé, afirman que las parejas en las que él es más joven que ella, pueden ser tan sanas y equilibradas como a la inversa. Según el Instituto Nacional de Estadística, la proporción de matrimonios en el que la esposa es mayor que el hombre, ha pasado del 7,8% en 1976 al 16,4% en el 2010.

 

Clara Cortina, profesora del departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, comenta que, a partir de las segundas parejas, se dan mayor diferencia de edad, a favor de hombres o de mujeres. Las primeras parejas suelen unirse en el barrio o en la universidad. Mientras que las restantes, cuajan en el ámbito laboral o a través de grupos de amigos.

 

En la actualidad, las rupturas matrimoniales en España son muy elevadas. Antes, el divorcio no existía y el casamiento era para toda la vida. En 1990, se contabilizaron 59.538 desavenencias maritales. Mientras, que en 2011 se produjeron 117.179. Datos que no incluyen otros tipos de uniones. Las separaciones fomentan idilios de corta o larga duración. La persona se siente desvalida y la falta de cariño le hace ser más sensible, ante la posibilidad de un nuevo enamoramiento.

 

Pero se nos olvida algo… A lo largo de la historia, han existido uniones o deseos entre mujeres mayores que los hombres. Descartando la endogamia o los complejos de Edipo/Electra, la mitología griega lo recoge en la historia de Freda. La Antigua Roma, aceptaba estos matrimonios. Otros ejemplos…  Catalina la Grande con Alexander Zuboc (40 años más joven que ella). Los amantes de las escritoras Anaïs Nin o Sidonie Gabrielle Colette’s. Y un largo etcétera…

 

La atracción sensual o el amor, no conoce edad, género, color de piel o ideologías dispares.

 

©Anna Genovés

24/10/2014

Revisada el 1 de enero de 2021

Todos los derechos reservados a su autora

 

[1] Cougar es una expresión del argot inglés para definir a las mujeres que buscan una pareja bastante más joven. En el uso normal lingüístico significa "puma". Se establece un paralelismo con el mundo animal, es decir, con la caza de hombres más jóvenes (polos) por parte de estas mujeres (camisas).

 


 


Asylum

 

 

Cuando era joven,

casi una niña,

mi vida quedo truncada

y dejó de ser vida.

 

Era bonita e ingenua;

una flor recién nacida,

y los pétalos se truncaron

apareciendo estrías.

 

La sangre corría por mi cuerpo

mi corazón gemía.

 

Cuando era joven,

casi una niña,

mi vida quedó truncada

y dejó de ser vida.

 

 

 

Nos conocimos en un guateque. Éramos las reprimidas que no bailaban ni bebían: chicas del comediscos. Tú, la guapa. Yo, la fea. Los chavales huían de mí. A ti, te perseguían. Tan iguales por dentro y tan distintas por fuera. Nos hicimos amigas mediante un pacto a la vieja usanza: aguijoneamos los dedos y cruzamos nuestros hematíes. Fuimos hermanas de sangre hasta que me abandonaste por un chico. Entonces, dejé de hablarte, de mirarte, de reír tus gracias… Un día me arrojé a las vías del tren con un papelito en la mano que decía: «Tú tienes la culpa». 48 horas después, mi fotografía yacía sobre un féretro rodeado de pétalos floridos. Mi madre, de negro riguroso, no quería que oliera mal. Sin embargo, mis restos amputados se descomponían a marchas forzadas.

 

 

En el sepelio, mi ataúd se deslizaba con una camilla hidráulica entre los hermosos mausoleos de color ceniciento como tu rostro, hasta el nicho. Tu cuerpo tiritaba cuando lucieron los adobes que lo emparedaron. Te encerraste en casa. Dejaste de comer, de hablar, de soñar, de reír… no te apetecía nada. Por desgracia, tu familia conocía al director del psiquiátrico. Nadie te acompañó a las sesiones: acabaste sola. Agrietado el corazón que mutilaba tu alma. Cada vez que traspasabas la verja del sanatorio, los gritos de los confinados irrumpían en tus oídos: acufenos permanentes. Los enfermos andaban sueltos; hombres y mujeres deformes con caras enajenadas. No te gustaba ese lugar repleto de sufrimiento donde los muros sangraban.

 

 

Te metieron en una sala con azulejos blancos como la muerte; estabas muy asustada. Tenías una pesadilla recurrente: «Bajabas corriendo las escaleras de un garaje sin retorno. Yo te perseguía. Te atrapaba. Arrancaba tu carótida de un bocado; mi cara llena de gusanos. Mi sonrisa desdentada». Saliste de esos sacrílegos pensamientos, cuando entró el Dr. Mortem para conocerte y pautar la botica milagrosa que te devolvería la vida. Pero pasó el tiempo y no mejoraste. Atiborrada de barbitúricos, te convertiste en un muerto viviente. El psiquiatra decidió aplicarte terapia de electroshock. Tu cabeza estaba llena de babosas que se acoplaban a tu cráneo y succionaban tus pensamientos. Por último, te colocaron una esponja en la boca para que no sufrieras. La sacudida hizo que te retorcieras como en un mal ataque de epilepsia. No chillaste. Sin embargo, tus ojos se quedaron en blanco; parecías la niña del exorcista.

 

 

Cuatro meses después, te internaron en el sanatorio. Llevabas una bata blanca manchada de papilla. Te cortaron el cabello al uno, y lo poco que te quedada, lo arrancabas de cuajo a estirones. Unas ojeras profundas incrustadas en tus entrañas ensombrecieron tus facciones. Te vi desde arriba e imploré que me acompañaras; las cuencas vacías de mis ojos buscaban alguna lágrima perdida. Esta mañana, has aparecido ahorcada del techo de la sala común. La lengua fuera, los labios amoratados y el cuerpo rígido. Me he acercado a ti para consolarte: «Amiga, siempre estaremos juntas».

 

 

©Anna Genovés

Propiedad intelectual: 09/2013/2345

Rectificado el 28 de julio de 2022

 

* Dedicada a mi amiga Amparo Juárez (fallecida el 28 de abril de 1975 en accidente de tráfico)


#relatos #terror #relatogotico #relatofantástico #lecturas #escribir #ficcion #annagenoves #realismo #realismosucio


*Relato incluido en el libro de relatos La caja pública, Asiento propiedad intelectual 09/2015/427. disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10‏: ‎ 1502468433 ISBN-13‏: ‎ 978-1502468437

 

 


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Reseña de Peores maneras de morir






Reseña de Peores maneras de morir, de Francisco González Ledesma


Conocer al autor




Francisco González Ledesma, nació en Barcelona, en 1927. La primera novela que escribió de la serie negra fue La ciudad sin tiempo, publicada en diez países y con más de 100.000 lectores.

En varias obras firma como Enrique Moriel: escritor y protagonista de la novela Sombras viejas, prohibida por el franquismo y recuperada recientemente por la editorial Destino.

Francisco González Ledesma se dedicó primero a la abogacía y después, al periodismo; fue redactor jefe de La Vanguardia.

También escribió bajo los seudónimos de Silver Kane, Taylor Nummy, Silvia Valdemar, Rosa Alcázar, Fernando Robles y Enrique Moriel.

Recibió el Premio Planeta 1984 por Crónica sentimental en rojo, protagonizada por el desengañado policía Méndez, hijo de los barrios bajos barceloneses y conocedor impío de los altos. La serie policiaca de Méndez, de éxito internacional, incluye El expediente Barcelona, Las calles de nuestros padres, La dama de Cachemira, Historia de Dios en una esquina, El pecado o algo parecido (Premio Dashiell Hammett 2003), Cinco mujeres y media y Una novela de barrio (Premio RBA 2007).

El Premio Pepe Carvalho 2005 reconoció su trayectoria como autor de novela negra. Asimismo, recibió el Premio Ciudad de Barcelona de Cine y el Premio Roda Ventura del Colegio de Abogados.


Resumen y sinopsis de Peores maneras de morir de Francisco González Ledesma





El asesinato de dos mujeres jóvenes, en un edificio a punto de ser derruido en el distrito barcelonés del Raval, alarma al inspector Méndez, que acude a lugar del siniestro antes que sus compañeros. Su olfato de perro viejo le hace descubrir el quid de la cuestión: una organización internacional de prostitución que trafica con mujeres de Europa del Este. Para ello, usará métodos poco ortodoxos. Barcelona ha cambiado y, por ende, sus formas de vida; sin embargo, este policía conocedor de personajes y personajillos de la misma, reniega de la modernez y sigue su camino sin pasar página.

Autor: Francisco González Ledesma

Título: Peores maneras de morir
Género: novela negra, intriga, terror
Editorial: Planeta
Año de edición: 2013
ISBN: 9788408034919
ISBN digital: 9788408051817
Idioma: español

Las novelas de Francisco González Ledesma son de las que dejan huella; quizá porque su escritura es purista; con esos puntos, esas comas o esos punto y coma que actualmente están en desuso y que son tan indispensables para los que, como yo, necesitamos aprender. Leer a este autor te deja un sabor a ese buen café que tanto apetece por las mañanas. Sobre todo, cuando describe a la Barcelona decadente que se resiste al cambio: castiza y única, donde la tradición se eterniza sin motivo aparente. Es el último volumen en el que aparece el inspector Méndez, conocido del género negro nacional como otros tantos personajes novelescos cotidianos.

Peores maneras de morir es una novela cruda, directa y reflexiva, donde autor/personaje coexisten como uno solo intérprete, como el tiempo que se esfuma en un reloj de arena imparable y esquizofrénico que habla con los muertos de todos los lugares que frecuenta… Méndez es un tipo mayor, amante de los vinos y de las mujeres de mal vivir. Solitario, chapado a la antigua, asiduo de tugurio y de barrios populares, con una cháchara invalida a la que pocos recurren. Pero él sigue con sus maneras huyendo de ese futuro incierto que le rodea.


Fragmento de la novela

«Y la niña de Hiroshima murió abrasada por la explosión de mil soles mientras hacía mariposas de papel, o intentaba hacerlas. Murió creyendo en una mentira, como al fin y al cabo nos han enseñado a creer a todos. Sépalo, Méndez, cada día inventamos muertes más horribles y al mismo tiempo más palabras de piedad, como si aún quisiéramos creer en algo que no fuese nuestra propia mentira. Yo sigo viviendo porque aún creo en ellas. No sé si lo ha pensado, Méndez, pero cuanto más cruel es la humanidad más falta hace la mentira de un poeta...»

El escritor, ducho en la materia, es capaz de crear una trama social amena y viva, con una pizca de ese gracejo que atrapa al lector. Pero a la vez, deja al descubierto una crítica social palpable en la humanidad de los protagonistas.  


Fragmento de la novela

«…Méndez entró en un bar de aspecto siniestro al que solo se atrevían a acceder los clientes con instinto suicida. Se sentó en la barra y pidió algo con el suficiente alcohol para neutralizar el universo protozoario del vaso. Charló con algunos habituales del local y sacó algunas conclusiones de gran calado cultural: que las prostitutas que ejercían en la zona lucían cada vez las caderas más anchas, que sus clientes tenían hombros más estrechos y que la relación puta-cliente había perdido el encanto de otras épocas, convirtiéndose en algo similar a pedir un menú en un McDonald´s...»

La trama de Peores maneras de morir gira alrededor de una banda de criminales que prostituyen a chicas eslavas a las que atraen con mentiras: captadas como futuras actrices, bailarinas o cantantes. La cruel realidad se ciñe una vez llegan a España; más concretamente a Barcelona. ¿Y qué hacen para iniciarlas en la prostitución? ¡Horror! Primero son violadas reiteradamente –hasta convertirlas en sumisas— por un elemento ciclópeo con unos atributos sexuales descomunales. Debo reconocer que cuando leía estas páginas sentía verdadero dolor. Sin embargo, también debo decir que, como reza el refrán: “Quien a hierro mata a hierro termina”. Sí. El autor, describe estas y otras secuencias minuciosamente. Del mismo modo, los criminales pagan por sus actos como gorrinos en la piara: de ahí el nombre de la historia. ¡Qué maneras tan horrendas de morir! ¡Por Dios! Por suerte, no todas las chicas son domadas.

El personaje principal es el inspector Méndez, un policía bastante especial a quien no se le confían casos importantes por pecar de ‘tomarse la justicia por su mano’. Y es que, este personaje casposo y entrañable, sabe al dedillo que La justicia es despótica en muchas ocasiones. Por este motivo, sabe ponerse en el lugar de las víctimas, y si se tercia, actuar como ellas lo harían si pudieran. Sus razonamientos están llenos de un realismo arrebatador

Fragmento de la novela

«Nunca he aspirado a un cargo y encima soy un policía que no cumple los reglamentos ni cree en las leyes. Si alguien ha violado a una mujer y la ha martirizado, o si alguien ha matado a un niño, yo no tengo piedad e incumplo la ley si es necesario. En los tribunales pasan tantas cosas que yo he llegado a creer en la norma de la calle, o sea, la justicia directa. No es el buen camino, desde luego, como tampoco es buen camino sentir piedad de un delincuente que empieza, mientras los grandes estafadores salen de la cárcel y encima conservan el dinero estafado. Bien… Por eso soy un policía con pasado, pero sin futuro...»

Las coprotagonistas de Peores maneras de morir son dos mujeres completamente opuestas: de un lado, Mónica Arrabal, una viuda de la clase alta barcelonesa. Y por el otro, Eva Ostrova, una joven ucraniana que logra fugarse de la organización criminal que la había persuadido para viajar a España, y que acabará con una vieja conocida del comisario –una mujer de la calle, retirada— que la recoge en su hogar. La vida de estas mujeres tan diferentes, se entrelazan desde el momento en que Méndez investiga a su manera…

Fragmento de la novela

«Las piernas que se juntan en el borde de la silla, las piernas que de repente cambian el color de la habitación con el tenue brillo de sus medias. Las piernas que se cruzan con elegancia, que tienen un relieve suave, que por sí solas trazan en el aire toda una teoría de la curva. Las piernas de una mujer que sabe sentarse, mostrar sus formas compactas, adivinar el borde de la falda, intuir un final donde hasta el aire se hace secreto. Méndez habría reconocido aquellas piernas por la suave línea de las rodillas, la longitud certera de los tobillos o el exceso tenso que se insinuaba en el nacimiento de los muslos, pero las habría reconocido sobre todo porque estaban grabadas en su imaginación de hombre solitario...»

Leer Peores maneras de morir de Ledesma es introducirse en el realismo sucio y casposo de la España postfranquista, en la que, si bien, no es bueno regocijarse, si es necesario conocer para saber el porqué de nuestro presente. El autor habla de bofetadas en los rostros de las mujeres, de putas que por vocación hacen la calle, de sintecho que deciden morir en el banco del parque, de bares llenos de humo, de eslavas sodomizada, de señoras bien –con tacones de aguja y medias de costura— espectaculares, y de crápulas despiadados.

Que nadie piense que el comisario Méndez es machista porque estará completamente equivocado; este policía cansado de la vida y con maneras de otros tiempos… Es un defensor a ultranza de las mujeres: un completo feminista. Las defiende, las protege, las ayuda o se deja ayudar por las mismas; de igual modo, no le importa trabajar con ellas de tú a tú. Puede tener pensamientos sensuales si está cerca de una hermosa dama, es lógico. Pero las respeta de los pies a la cabeza y se pondrá de su lado siempre que pueda, por encima de la ley.

En conclusión, recomiendo la lectura de esta u otra novela de este fructífero autor de pluma ágil y pulcra: un maestro de las letras sin lugar a dudas.



Fragmento de la novela

«Miró las dos casas en el silencio sideral de la noche. Antes, a aquella hora, siempre había bares abiertos que vendían una copa y mujeres de piernas largas que vendían a la vez una ilusión y una mentira, pero ahora no había más que sombras. Seguramente la izquierda había dado grandes libertades, pero había quitado todas las pequeñas libertades, incluso la de fumar. Sin mujeres y sin tabaco se vive más años, según el Boletín Oficial...»


Bibliografía relevante del autor

Como Francisco González Ledesma




Sombras viejas (1948), Premio Internacional de Novela
El mosquetero azul (1962)
Los Napoleones (1977)
Soldados (1985)
42 kilómetros de Compasión (1986)
Los símbolos (1987)
Cine Soledad (1993)
El adoquín azul (2002)
Tiempo de venganza (2003)
Historia de mis calles (2006)

Serie Méndez



Expediente Barcelona (1983)
Las calles de nuestros padres (1984)
Crónica sentimental en rojo (1984), Premio Planeta de Novela
La Dama de Cachemira (1986), Premio Mystère
Historia de Dios en una esquina (1991)
El pecado o algo parecido (2002), Premio Hammett
Cinco mujeres y media (2005), Premio Mystère
Méndez (2006)
Una novela de barrio (2007), Premio RBA de Novela Policiaca
No hay que morir dos veces (2009)
Peores maneras de morir (2013)

Como Rosa Alcázar



Dueña y señora (1957)
El lago de las vírgenes (1957)
Nuestra última noche (1957)
Prisión para corazones (1957)
Tan sólo una mujer (1957)
Tres pasos por el cielo (1957)
Un beso por compasión (1957)
Crecemos en nuestro amor (1958)
Desde que nos vimos (1958)
La segunda mujer (1958)
La vida de una mujer (1958)
Mi segundo amor (1958)
Nuestra tía Maribel (1958)
Un mundo para ti (1958)
La fugitiva (1959)
Las almas también lloran (1959)
Mi novio, el Marqués (1959)
Su último adiós (1959)
Vida (1959)
La chica del coche rojo (1960)
Las olvidadas (1960)
Tres hombres en la noche (1960)
Un hombre sin piedad (1960)
Un día para amar (1961)
Bonita y nada más (1963)
Enamorados sin amor   (1963)
Los tres destinos de Ketty (1963)
Prohibido enamorarse (1963)
Estrella del sur (1965)

Como Silver Kane



Rancho Drácula (1960)
Doscientos millones de muertos (1968)
Recuérdame al morir (2007)
La dama y el recuerdo (2010)

Como Enrique Moriel



La ciudad sin tiempo (2007)
El candidato de Dios (2008)