Positivo en Covid


Sirva mi testimonio para cualquier lector que se encuentre en una situación similar y, de algún modo, pueda socorrerle.

 

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El domingo uno de mayo noté unas punzadas en la cabeza que me extrañaron porque nunca me duele. Pero no le di demasiada importancia, no tenía fiebre y mi estado general era perfecto: había pasado un día maravilloso.

El lunes tenía una agenda muy apretada; recorrí varios sitios públicos y concurridísimos de Valencia. Correos, Ayuntamiento, alguna que otra tienda de moda... Todo ello, andando y con mascarilla cuando había afluencia de gente. Anduve unos siete mil pasos según el podómetro de móvil; me sentía genial por haberme aireado durante unas cuantas horas –algo que no suelo hacer porque, desde que comenzó la pandemia (mi esposo es un enfermo crónico), me he montado un pequeño gimnasio en casa y nuestras salidas se reducen a los Super y a un paseo largo por lugares despejados. Ambos con mask salvo en algún parque perdido y un banco olvidado.

Todo lo bien que estaba pasó, en unas horas, a un estado muy extraño en el que mi nariz era un grifo de agua infinito, comenzaron algunos dolores intermitentes en algunas articulaciones y decidí hacerme un test de antígenos de los que teníamos desde hacía meses. Dio positivo. Me tomé paracetamol y un antihistamínico recomendado en rinitis alérgicas -Alerlisin, para ser exactos—.  Como procuro estar informada, supe que, por lo menos esa mañana –en las calles en las que me quité por unos minutos el cubrebocas—, había ocupado el puesto de supercontagiadora, sin saberlo. Algo que asumiré porque no puedo hacer otra cosa y que procuraré no repetir. Tenía claro que, la incubación, suele ser aproximadamente de tres días; por lo tanto, el contagio debió suceder entre el viernes-sábado. ¡Qué casualidad! El viernes también había realizado un periplo: Junta municipal, casa de comidas, supermercados, cajeros bancarios y entidad financiera repleta de personas sin cubrebocas y sus toses, mocos… Movilidad.

Soy defensora de las mascarillas porque su uso obligatorio en ámbitos sanitarios y/o científicos se determinó tras la pandemia de la gripe española en 1918. Si utilizarla no fuera beneficioso para la salud de los pacientes y la protección de los especialisatas, su uso hubiera decaído a lo largo de los años. La ministra de Sanidad anunció poco después de Semana Santa –20 de abril— que se podía estar en interiores sin mascarilla. Desde mi punto de vista, fue muy precipitado y, ahora se están viendo los resultados negativos; por cierto, falseados: solo se sigue la IA en mayores de sesenta años, ¿qué los menores de sesenta años no se contagian? Según el artículo: España camina hacia la séptima ola

…“El documento del departamento que dirige Carolina Darias notifica 57.329 contagios más, con lo que la cifra total hasta el momento asciende a 11.953.481. De los nuevos diagnósticos 28.434 se han registrado entre las personas de más de 60 años”…

Esto quiere decir que los contagios entre menores de la franja de edad denominada ‘diana’ –en la que entré el año pasado— es de una cifra similar. Por tanto, la IA real es más o menos, el doble. Hablamos de 1.300… 1.400… Sin contar a los asintomáticos. ¿Qué me decís?

Sigo con mi covid19… Decidí que debía acercarme al Centro de Salud para que me hicieran una PCR, me recetaran la medicación adecuada y, de paso, preguntar cómo actuar si mi esposo caía. Sin embargo, el martes diluvió durante todo el día y con una congestión de caballo y sin dormir –por el bicho o por los nervios— no pude ir. Pasé el día adormilada, con la cabeza embotada, el grifo nasal interminable y un frío aterrador. Claro, tenía fiebre. Era como un enfriamiento –no una gripe— de los que, en tantas ocasiones, he tenido.

El miércoles –después de otra noche blanca, algo que no es excesivamente significativo en personas con con mal dormir como yo—, me levanté un tanto zombi. Desayuné y me fui al Centro de Salud evitando acercarme a las personas, con mi bien falcada mascarilla FPP2. Entré directa al mostrador que hay junto en la puerta con mampara y sin gente—. Pero como tenía un dolor agudo y punzante de garganta que me impedía hablar, les dije a las enfermeras, por señas, que me dejaran un papel. Describí la situación en unos segundos y me dijeron que me realizarían un segundo test, ya que, las PCR habían pasado a la reserva. Esperé fuera mientras hablaban con mi doctora. Minutos más tarde, me dijeron que me marchara a casa que la facultativa iba a telefonearme.

Se me quedó cara de gilipollas. Bajé la cabeza y de regreso a casa, sonó el móvil.

Conversación con la doctorcita:

– ¿Cuenta, cuenta…?

Como pude, le expliqué y sinteticé el escenario. Ella contestó—:

– Sí. Son los síntomas normales. Hay muchísimos casos. No pasa nada.

– ¿Y si Jon…?

– ¡Ah! Él aún no ha llegado a la franja diana y como, ahora, no es necesario que ningún contacto, aunque sea estrecho, se haga un test, si no tiene síntomas no necesita ninguna prueba.

– Sí, doctora, pero tiene numerosas patologías.

– Pues si se pone enfermo, lo llevas a urgencias. Tú puedes ir a dónde quieras, con tu mascarilla y ya está.

Trágame tierra.

– Doctora y… ¿qué me tomo?

Lo que te has tomado: Alerlisin y paracetamol. Si empeoras, al hospital. Si sigues como ahora, mejorarás en unos siete días y en diez, estarás al cien por cien. No hace falta que te hagas otro test ni ahora ni después de los diez días. Hay que seguir el protocolo.

– Es que han quitado las mas demasiado pronto en interiores.

– Si te cruzas con un infectado –asintomático o no— en un lugar abierto en el momento de un estornudo o etcétera y ninguno lleváis cubrebocas, lo normal es que también haya contagio.

¡Acabáramos! En ese instante, ¡cuánto eché de menos al médico anterior! Recién jubilado unas semanas antes del inicio de la pandemia. Ahora solo tengo una dispensadora de medicamentos que no se sale de la línea marcada por Sanidad ni un micro milímetro con una tranquilidad pasmosa. Cualquiera de mis droides es más humano que la doña. Al margen, ya sabéis cuál es el seguimiento de Sanidad. Solo conque hubiera añadido: Coge una nueva cita para dentro de una semana y me dicés cómo estás y dentro de un mes, te vienes y te echo un vistazo o algo similar, suficiente. Me voy a casa tan tranquila. 

Bueno, sigo con mi historia… eso… esto sucedió miércoles al mediodía. Aunque estaba molesta, decepcionada y mi garganta dolía como si fuera un estigma perenne, como todos los días, tuve los ovarios de hacer los ejercicios que he repetido a diario, estuviera como estuviera: andar un buen rato como los reclusos, algún estiramiento y alguna cosilla más; poquito, lo necesario para intentar no anquilosarme más de lo normal. Unos quince minutos que me ayudan a no hundirme en la miseria: no he vuelto a salir a la calle. Luego una ducha sostenible de agua supercaliente y a seguir con la mascarilla durante casi toda la jornada, beber unos cuatro litros de agua diarios y permanecer en mi recinto. Por la noche dormí algo mejor, pero me desperté en una ocasión completamente sudada. Tuve que usar el secador, cambiarme de ropa, sábanas… un rollo, pero, hay que secarse lo máximo posible y el colchón o el edredón, si están húmedos, lo mismo. Mi hogar no está acondicionado para darse una ducha de madrugada.

El jueves el flujo perpetuo, había decaído. De igual modo, había desaparecido la pesadez de cabeza e incluso ese duermevela tonto que me sumía en una realidad ligeramente alterada. Sin embargo, comencé a toser con esputos incluidos; no cortaros cuando llegue esta fase, lo mejor que podemos hacer es expectorar para que los órganos se limpien de mucosidad. Además, tampoco podía tragar. Para colmo, mi voz estaba cascada y ronca, lo mejor era no decir ni mu. Hablaba lo justo y necesario.

Viernes. Por fin, noto una verdadera mejoría, aún con afonía. Hago mis ejercicios, escribo un rato, recojo información, leo, inspecciono si ha habido adelantos positivos en Ucrania… Toso más, pero con menos mucosidad. La cabeza y el resto del organismo, mejorando. La noche es mala: he dormido mal y vuelto a sudar con el consecuente secado de todo lo que he podido.

Sábado, aquí sigo, parece que mejor, aunque los medicamentos me han descompuesto un poco el cuerpo y, claro, noto un poco de flojera. Es lo lógico en cualquier enfermedad de tipo respiratorio. Y, además, toso más. Ahora es diferente, parece, digo parece porque no lo sé, que la tos se debe al picor que aun sigo teniendo en la garganta. Mi timbre de voz se está recuperando: ¡menos mal!

Domingo ocho de mayo. Justo el domingo pasado por la tarde fue cuando tuve unos pinchazos raros en la cabeza que a los que no hice caso porque me encontraba fenomenal. Y que resultó que sí tenía que haberles hecho caso. ¿Recordáis? O sea, justo, ocho días. Anoche la pasé bien, por lo menos no sudé –espero que está noche siga la misma pauta: dormir es sanador— y me he levantado casi como nueva. Toso, de vez en cuando como un perro, pero apenas esputo, más bien es por la irritación bucofaríngea. La nariz solo gotea de tarde en tarde. Y mi estado general es bastante óptimo. He salido a la calle –con FPP2, por supuesto— manteniéndome alejada posible de las personas y me ha sentado bien que me diera el aire.

Lunes nueve de mayo. A una semana de realizarme el Test de antígenos, apenas se aprecian los síntomas y mejorando.

Ha doce días del positivo, he superdo el covid y me encuentro bien.


@Anna Gernoves 

Dos de mayo de 2022


Para recordar


1.       Hidrataros al máximo, por lo menos con dos litros de agua. Podéis sustituirlo por zumos, leche... Líquidos sin alcohol.

   Lavaos las manos a menudo y poneros hidrogel  -a estas alturas estñá de sobra decirlo porque lo sabemos requetebién.

2.       Alimentaros lo mejor que podáis. Estoy comiendo algo más de lo habitual, tenga o no ganas.

3.      Si os sentís con ánimo y podéis, moveros por la casa o por la calle con mascarilla si decidís pasear. Creo que dentro de un rato, me animaré a dar una vuelta.

4.       Si sudáis por la noche y no podéis ducharos, secaros bien con el secador, cambiaros de ropa  y todo eso...

5.       La ventilación que no falte en casa.

6.       Tomaros las medicinas que os hayan aconsejado; sea un especialista o un farmacéutico.

7.       Sin empeoráis, acercaros al hospital: no tengáis miedo.

8.     Si sois animales sociales, decirlo. Tened covid19 no es una lacra ni una vergüenza, es algo normal.

    He tenido fiebre los cuatro primeros días, algo lógico; no os preocupéis demasiado

     Haz algo que te agrade: escucha música –soy adicta al rap, lo confieso, aunque escucho de todo—, lee, escribe, mira la TV, revisa esa serie que no terminaste de ver o que se te pasó, haz ganchillo, pinta, teje, reza, desguaza las redes sociales, medita, recicla en Vinted... Todo vale.. Haz lo que puedas y te agrade. Lo superaremos 😉

   

* Llevo dos vacunas de AstraZeneca y una de refuerzo de Moderna. Además, estoy vacunada de la gripe. Soy defensora de las mismas cuando están debidamente estudiadas y cotejadas. Las actuales, por falta de tiempo, se está viendo, tal como dijo el doctor Cavadas, que aún tienen faltas. Pero, es normal: han hecho lo que han podido en tiempo record. Hay que vacunarse. Somos un gran laboratorio para las generaciones futuras.



Documentación de medios dispares y distintas fechas


Cuando varias personas que conviven tienen covid, ¿deben aislarse entre ellas?

 

Motivos por los que el test de antígenos puede dar unresultado falso 

 

Cuatro errores comunes que pueden dar un falso positivo enlos test de antígenos


¿Cuántos tipos de coronavirus existen?


Los 7 tipos de coronavirus que infectan humanos


Ómicron: sus ocho síntomas iniciales... y otros seis nuevos


Coronavirus en España: la subida de la incidencia en mayoresde 60


España camina hacia la séptima ola


Qué se sabe de ómicron: sus síntomas, mayor riesgo de reinfección y resistencia ante las vacunas


Mascarillas a lo largo de la historia


 

Positivo en Covid

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Positivo en Covid Sirva mi testimonio para cualquier lector que se encuentre en una situación similar y, de algún modo, pueda socorrerle.   ...

 




La bestia – Premio Planeta 2021




La bestia de Carmen Mola (tomada de la Ed. Planeta)


Corre el año 1834 y Madrid, una pequeña ciudad que trata de abrirse paso más allá de las murallas que la rodean, sufre una terrible epidemia de cólera. Pero la peste no es lo único que aterroriza a sus habitantes: en los arrabales aparecen cadáveres desmembrados de niñas que nadie reclama. Todos los rumores apuntan a la Bestia, un ser a quien nadie ha visto pero al que todos temen.


Cuando la pequeña Clara desaparece, su hermana Lucía, junto con Donoso, un policía tuerto, y Diego, un periodista buscavidas, inician una frenética cuenta atrás para encontrar a la niña con vida. En su camino tropiezan con fray Braulio, un monje guerrillero, y con un misterioso anillo de oro con dos mazas cruzadas que todo el mundo codicia y por el que algunos están dispuestos a matar.



 

Reseña personal


Desde mi punto de vista, La bestia, es un caballo de Troya que intenta atrapar a diferente público; de un lado, a lectores abigarrados habituados a las historias que, el marketing editorial denomina “literatura femenina”. De otro, a los leedores del popularmente apelado “realismo sucio”. Pero, al estar llena de descripciones detalladísimas –cuanto más, mejor— queda apartada del minimalismo de esta corriente. Encuadrada, por tanto, dentro de un realismo con énfasis en el contexto histórico y social de la época. Me atrevería a decir que, el verdadero género literario del manuscrito, es el naturalismo. Wikipedia nos lo aclara…

 


… “El naturalismo literario está basado en reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares, desagradables o sórdidos. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el escritor Émile Zola” …

 


Es evidente que, Mola, no es Zola ni de lejos. Sin embargo, gustará a los amantes de la “literatura femenina” que quieran experimentar con escenarios más sucios de lo habitual, hasta les cautivará y emocionará recordando las historias que nuestros mayores nos contaron alguna vez: esos tiempos añorados por tantas personas. Por el contrario, los apasionados del “realismo sucio” puro, tal vez, puedan cansarse de los minuciosos e innecesarios relatos encajados en las tramas principales como verdaderos ágapes para rellenar y finalizar el compendio con algo más de quinientas páginas. En ocasiones, La bestia, se convierte en un manual híperpedagógico de un viaje en el tiempo al Madrid del XIX. Quizá, Mola, pretenda hacernos ver cómo ha cambiado.


Se presenta en cuatro partes. La primera nos habla de la bestia, bestia: monstruo abominable que se encarga de secuestrar y descuartizar a niñas pequeñas de baja ráela; habitantes de los arrabales construidos fuera de las murallas de la ciudad.


Algunos flashes me recordaron a las descripciones empleadas por de Patrick Süskind en El perfume –aunque la misma se desarrolle en París un siglo antes—: la putrefacción, obscenidad y malignidad, contrastando con la pureza de las víctimas.


Esta primera historia –para mí la más interesante—, queda cuasi olvidada en el segundo y tercer libro donde las historietas se suceden, a veces, sin una guía lo suficientemente consistente como para darle la credibilidad que se persigue.


Es, por tanto, en esta parte central, donde se desarrollan la mayoría de personajes –entre ellos la bestia hermosa y carnívora como la flor de la portada—, algunos con más peso que otros, pero, que los autores, como patres familias, guillotinan a su antojo para dar paso a héroes desconocidos que te llevan al quid de la cuestión, el escenario religioso/político del período: los frailes contra el pueblo y los carlistas contra los isabelinos. Todo ello aderezado con los restos de nigromancias del medievo rivalizando con los adelantos científicos.


El tramo final da paso al ansiado desenlace que, como una nueva matrioska, nos muestra dos finales: el primero, el consecuente con los acontecimientos vividos. El segundo, el archiconocido, de lágrima fácil para conmover a la platea.


El estilo gramatical del volumen es sencillo con algunos grandilocuentes o inusuales calificativos que la adornan. Si bien, hay que resaltar que, en ocasiones, se utilizan expresiones e ideas inverosímiles para la época en cuestión –recordemos que la obra sucede, íntegramente, en el Madrid del año 1834—. Este hecho, disminuye el rigor histórico. La puntuación, opino que no es tan rigurosa como debería.

 


… “Clara tirita de frío en el rincón de su celda. La sangre ha empapado el jirón de vestido que le dio Miriam. Un coágulo se extiende desde la tela hasta su vagina cuando la separa y se mira con curiosidad los genitales. Le duelen las piernas como si estuvieran a punto de explotar, pero, más allá de ese dolor, no se nota diferente. En las Peñuelas, su madre le hablaba de la transformación que el menstruo obraría en ella: convertida en mujer, preparada para engendrar” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 421). Editorial Planeta. Edición de Kindle.



Dudo que, en esa etapa, las madres hablaran a sus hijas –con diez años y del último escalón jerárquico social— de la menstruación, cuando a mediados del XX solía ser hasta pecado mencionarla. Actualmente, sí se les habla de la misma con naturalidad.


Otra expresión dudosa para la época es, por ejemplo, «hacer un francés» si nos atenemos a algunas fuentes que hablan de su origen.


 

…” Las francesas no le hacen ascos a nada, por algo le llaman «hacer el francés». Y la verdad es que nos lo deberíamos pensar porque a los hombres les gusta” …

Mola, Carmen. La Bestia (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition) (p. 482). Editorial Planeta. Edición de Kindle.

 



Distinguí cuatro bestias. El cólera –que pasa desapercibido en un tortuoso teatro de cadáveres malolientes y aprensión—. El esclavo que –a modo de asistente de Drácula— secuestra y deja los cadáveres esparcidos por oscuros lugares pestilentes. La ejecutora –belleza y señora que, hace y deshace no como se le antoja sino como le ordenan—. La verdadera bestia, aquella que mueve los hilos cubierta de un tupido velo al que nunca se asoma.


Así mismo, hay que señalar los paralelismos que muestra la obra con los tiempos calamitosos que vivíamos en la fecha del galardón. Puesto que La bestia nos revelaba un Madrid pavoroso, en plena epidemia de cólera, en la realidad, vivíamos la violenta pandemia de la covid19. El mundo —implícito el jurado del Premio en cuestión— estaba altamente sensibilizado. Este hecho, unido a la ponderación femenina de los últimos años, pudo inclinar la balanza para que, La bestia, se hiciera con el Premio Planeta 2021.


Imagino al jurado revisando el manuscrito: «¿Cómo? Por fin una mujer se atreve a escribir sin pelos en la lengua, como los hombres. ¡Viva el feminismo!». ¡Cómo se quedarían al descubrir el pastel! Pues Carmen Mola son, como todos sabemos: Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz, quienes con anterioridad habían publicado la trilogía de La novia gitana.


Del otro lado, los escritores, pudieron indicar todo lo contrario: «¡Jaque mate a todas las feministas! En una sociedad casposa, está mal visto que la pluma femenina sea tan minuciosa como depravada».


Carmen Mola es la bestia de las bestias porque en un solo cuerpo reúne tres cabezas pensantes. Hay que reconocer que, el folletín, tiene gancho. ¿Quién sabe si en la próxima edición será un solo cerebro con dos ovarios quien obtenga el trofeo, incluso sin ser guionista o presentadora/or de televisión?


 

©Anna Genovés

20 de marzo de 2022

 









La concubina 111 en digital y papel



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La concubina 111 Una novela repleta de aventuras, ágil, divertida 😊 entretenida, mágica 🧙‍️🧜🧚‍️ optimista, solidaria, con imágenes y TSR 💞 entre los protas: la Dra. Lin Yu Puen y el investigador Daniel Davison 💥



La combinación es perfecta 👌








⭐⭐⭐⭐⭐ Sinopsis


La concubina 111 es una novela contemporánea de ficción y aventuras –con algunas ilustraciones— que refleja los cambios estatales y la desigualdad social y de género. Los personajes hablan, consciente o inconscientemente, de los problemas a los que se enfrentan. Rompiendo con la voz única del narrador: existen, por tanto, varios puntos de vista. 



El argumento principal narra el viaje del antropólogo británico Daniel Davison a Beijín para estudiar los ultimo hallazgos del emperador que unificó China a finales del siglo III a. C. –Qin Shi Huang Ti.



Cuando, DD, se traslada al Museo Nacional y comienza a investigar, comprende que nada es lo que parece y que, China, está llena de costumbres antiguas que cohabitan con las nuevas tecnologías. Se siente espiado las 24h del día, sobre todo por su tutora: la doctora Lin Yu Puen; una mujer fascinante y misteriosa de temperamento férreo. Por este motivo, pedirá ayuda a sus amigos británicos y Xong –el tatuador que le dibujo un tigre rojo en la espalda y con el que coincide en el país asiático.



DD le cuenta parte de su investigación a Xong y, el artista, le pone en contacto con una red de personas de confianza que le ayudarán a traducir el diario secreto del emperador.





Sobre la autora



La concubina 111 es el noveno libro que Anna Genovés se autopublica en Amazon.


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Asimismo, tiene varias publicaciones compartidas, mantiene un blog personal y participa tanto en redes sociales como en diversos medios digitales.



Estudió la diplomatura de Magisterio y dos especialidades de la Licenciatura de Geografía e Historia en la Universidad de Valencia, España.












La concubina 111

Anna Genovés




Copyright © 2022 Anna Genovés All rights reserved


The characters and events portrayed in this book are fictitious. Any similarity to real persons, living or dead, is coincidental and not intended by the author.


No part of this book may be reproduced, or stored in a retrieval system, or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording, or otherwise, without express written permission of the publisher.


ASIN ‏ : ‎ B09P9LWFCL
ISBN-13: 9781234567890
ISBN-10: 1477123456

Cover design by: Art Painter
Library of Congress Control Number: 2018675309
Printed in the United States of America






A mi sobrina Irene. Aunque
vivamos en mundos diferentes,
siempre estarás en mi corazón





He pensado en la locura.
He llorado rogando al cielo
que me dejaran enloquecer.
No salir nunca de los ensueños.
Esta es mi imagen del paraíso.

Alejandra Pizarnik











Vuela pajarillo. 2003



En la terminal número 4 del aeropuerto londinense de Heathrow –destinada a los vuelos asiáticos— un grupo considerable de personas despiden a Daniel. En un lateral, su familia. En el otro, sus mejores amigos: Alice, Jack y Harry. Entre ambos corrillos, los vecinos; incluidos aquellos que le hacen la cobra cuando lo ven, pero les gusta aparentar. En el suelo, una pancarta con rótulos enormes en rojo bermellón que espera desplegarse cuando el héroe del barrio pase por la puerta de embarque. Algunos vocalizan las letras rotuladas para corearlas entonados. Sus tarareos son simples: «Vuelve Daniel. Vuelve héroe. Te echaremos de menos».



A Daniel no le hace ni pizca de gracia llamar la atención, pero nada puede hacer para controlar a sus asiduos. Cuando decidió viajar a China, sabía que los freakies y sus simplezas estaban incluidas en el lote. Esta reflexión le recuerda una conversación que mantuvo con el catedrático que revisaba su tesis mientras traducían unas frases sobre Qin Shi Huang que decían lo siguiente: «El emperador estaba sometido a una gran presión por la casta sacerdotal y los eruditos. Estos, amén de mantenerlo bajo una estricta disciplina, deseaban que el pueblo se conservara tosco e ignoto para poder manejarlos a su antojo. El emperador discrepaba, pero sus quejas no fueron atendidas y el pueblo siguió iletrado por los siglos de los siglos…».

El flashback se alarga y se ve preguntándole a su precepto… 




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SIAH.

El ojo de Dios

 

Anna Genovés

Derechos de autor © 2020 Anna Genovés

Todos los derechos reservados a su autora

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un

sistema de recuperación, ni transmitida de cualquier forma o por cualquier

medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de cualquier otro modo, sin

el permiso expreso del editor.

Diseño portado: Anna Genovés mediante Cover Creator

Imagen de fondo cedida por el profesor Simon Williamson

 

 


INTRODUCCIÓN


Posterior al fenómeno meteorológico que cubrió Israel en febrero de 2020, el satélite SPOT almacenó varias imágenes peculiares sobre el montículo arqueológico de la mítica ciudad de Jericó: una huella gigantesca con forma de laberinto unicursal y un ojo central. El mismo rastro se recogió en siete puntos diferentes del planeta.

 

LIBRO PRIMERO

Origen

 

San Benito 1988 d.C.

Frente al humilde altar de la iglesia de San Benito de Carabanchel, una pareja de jóvenes se une en matrimonio. Los rayos de sol irrumpen por la cúpula acristalada. En el momento de la Comunión un coro ataviado con togas largas, canta el Ave María de J. S. Bach acompañado por las suaves notas de un órgano de pared.


La parroquia está casi vacía. En la parte derecha, un grupo de mujeres acicaladas con prendas foscas y acusada fisonomía calé escucha la homilía. Detrás, tres bancadas llenas de hombres agitanados con algunos mozalbetes; llevan trajes desparejados y excesivamente usados. Al otro lado, un quinteto de parejas jóvenes con críos pequeños. En el último asiento, una dama de mediana edad y cabello blondo –recogido en un rodete italiano— con un Chanel tostado y un collar de perlas finas, observa desde la lejanía. Su rostro está rígido y su silueta estilizada como las bailarinas, envarada: barbilla alta y boca apretada. Se nota que está en la ceremonia por obligación. Resignada a ver aquello que detesta.


Un bebé irrumpe a llorar justo cuando el sacerdote se dirige a los novios, copón bendito en las manos para darles la Hostia Consagrada. El hombre mira hacia el banco, pero en vez de reprochar los chillidos del pequeño, sonríe.


–Sus sollozos son vida, hijos míos. No le hagas callar Mari Luz –sugiere mirando a la mamá—. Dios habita en su inocencia.


–Como usted mande padre Manuel –contesta la jovencísima madre de tez oscura y apariencia romaní.


La liturgia prosigue ante la congregación del distrito más pobre de Carabanchel –Pan Bendito— tutelada por el padre Manuel; un hombre consagrado al sacerdocio y a sus feligreses.


La iglesia, ubicada en la Calle Besolla 7, es el enclave de evangelización desde que abrió sus puertas en 1963. Diez años después de que la familia de Lourdes Green –la novia— se instalara en uno de los barracones prefabricados desde su antigua chabola. Un lustro más tarde, la familia adquirió una de las 656 viviendas cercanas al templo. Calés que convivían con los gitanos de forma respetuosa y afectiva.


Los Green provenían de un clan sefardí anclado en Castilla que llegaron al extrarradio de la capital en la segunda oleada migratoria de agricultores que marcharon de los campos a las ciudades tras la Guerra Civil y la Posguerra. El cabeza de familia se empleó como albañil y su mujer se dedicó a las composturas. Por extraño que parezca para la época, solo tuvieron una hija. Su llegada fue tan esperada que la bautizaron con el nombre de Lourdes. Una niña que creció entre agujas, hilos y telas. Era lógico que su madre le enseñara todos los secretos de las buenas modistas. Pero, por mucho que le pusieran un nombre milagroso, su sino estaba marcado por la fatalidad. Recién cumplida la mayoría de edad, sus padres perecieron en un accidente ferroviario. Aunque le llevó varios meses aclimatarse a su nueva vida, por suerte, tuvo al padre Manuel a su lado. Él llevó a cabo los trámites necesarios para que la herencia beneficiara a su protegida. Visitó las casas en las que su madre cosía e hizo que la joven se hiciera cargo de toda la clientela. Familias adineradas que la acogieron con agrado; confiaron en esa pobre huérfana que zurcía como los ángeles y era educada. La muchacha tenía un futuro prometedor, había heredado el piso de Carabanchel y recogido los clientes de su madre.


 



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